1. Marcos 3, 20-21. 31-35
Mes de la Familia 2015
Parroquia de San Ramón, Alajuela
2. En el versículo 3, 21 se hace
notar la preocupación de los
parientes de Jesús porque su
actuar, según ellos, parecía de
alguien que no estuviera en sus
cabales. Ellos se quedaron
fuera. Al parecer no tanto
porque la multitud lo impide,
sino porque era más prudente
quedarse fuera y mandarlo
llamar.
3. Cuando informan a Jesús que su
madre y sus hermanos han
llegado y lo buscan, Él, por
respuesta lanza una
pregunta: ¿Quiénes son mi
madre y mis hermanos? Más de
uno de los presentes se debió
extrañar bastante. Era como no
reconocer a sus familiares. Sin
embargo, lo que Jesús hace es
darle un significado aún mayor al
sentido de la familia.
4. Por eso, a continuación, cuando
mira a los que están sentados
escuchándole, afirma que antes
que los lazos de sangre y de la
carne están lo que lo
escuchaban, más aún, los que
cumplían su voluntad. Con esta
explicación Jesús no desconocía
a sus familiares, al contrario,
estaba afirmando que ellos no
sólo eran su madre y sus
hermanos por la carne y la
sangre, sino porque cumplían la
voluntad de Dios y que quien lo
hiciere así, también podría ser su
familiar más inmediato.
5. La vida familiar, en el
seguimiento de Cristo, se abre al
surgimiento de una hermandad
nueva, fundada en la palabra
compartida por la que se
reconoce la voluntad del Padre.
6. La familiaridad con Jesús se da y
se construye día a día con la
escucha atenta y vital de su
Palabra, una escucha capaz de
hacer que esta Palabra se
convierta en norma de nuestra
vida y principio orientador de
todas nuestras acciones.
7. Recordó el beato Papa Pablo VI,
que “Cristo, en cuanto
evangelizador, anuncia ante todo
un reino, el reino de Dios, tan
importante que, en relación a él,
todo se convierte en “lo demás”,
que es dado por añadidura.
Solamente el reino es pues
absoluto y todo el resto es
relativo” (Evangeli nuntiandi 8).
Y aquellos que “acogen con
sinceridad la Buena Nueva,
mediante tal acogida y la
participación de la fe, se reúnen
pues en el nombre de Jesús para
buscar juntos el reino,
construirlo, vivirlo. Ellos
constituyen una comunidad que
es a la vez evangelizadora
(Evangeli nuntiandi 8).
8. Como discípulos misioneros de
Cristo, además de ser parte de
una familia, somos miembros de
una familia más grande, presente
en todo el mundo, y que se hace
concreta en las Iglesias
Particulares o diócesis. Porque
“el anuncio, la transmisión y la
vivencia del Evangelio se realizan
en el seno de una Iglesia
particular o diócesis”.
(Directorio General para la
Catequesis 217, cfr. Aparecida
164-166).
9. La Iglesia particular fundamenta
y da sentido a nuestra identidad
cristiana y aprendemos a ser
servidores de todos en el
seguimiento de Cristo por la
causa del Reino de Dios.
Nuestras familias son Iglesias
domésticas, porque “participan
vitalmente (vía parroquia) de
todos los elementos que edifican
la Iglesia.” (IISDA 27). Su
inserción en la vida la diócesis,
por su involucración en la vida
de las parroquias hacen más
significativa y eficaz la misión
que les compete.
10. “Hablar de la Iglesia diocesana
no es hablar de algo abstracto o
teórico; es algo muy
comprometido, porque nos toca
en lo más personal y porque no
es otra cosa que hablar de
nuestra familia verdadera y de lo
que fundamenta y da sentido a
nuestra identidad cristiana.
11. La Iglesia diocesana no es otra
cosa que la presencia viva y
actuante de Jesucristo, hoy y
aquí, entre nosotros. Es lo
mejor que tenemos y la razón de
la misión profunda.
La Iglesia diocesana vive,
inseparablemente, para ser
sacramento de Cristo, y para
hacer visibles las obras del
Reino…
12. La Iglesia diocesana, remitiendo
a lo expresando en el libro de los
Hechos de los Apóstoles: es una
Comunidad de comunidades,
donde se escucha y se vive de la
Palabra (2,42), en comunión
profunda con Dios y entre los
hermanos (4, 32-35), siendo
servidores unos de otros y
poniendo todo en común (2, 42),
hasta experimentar que somos
un solo corazón y una sola alma,
y donde nadie padece
necesidades (4, 32-35). Debe
ser, en otras palabras, una
asamblea eucarística (2, 46),
fraterna, gozosa, alegre y
misionera (2, 46-48).