2. Mientras Jesús avanza hacia su
anunciada muerte y resurrección,
los discípulos creen que van a la
manifestación triunfal de Jesús y
de la llegada gloriosa del Reino
de Dios, según el mundo. Por
eso, se preguntan: ¿después de
Jesús, quién entre ellos es el más
grande o importante?
3. Llegan a casa. La casa es signo
de la Iglesia, lugar de la
enseñanza vocacional. Jesús se
sienta. Sentarse es actuar como
Maestro. Llama a examen a los
Doce. Han discutido sobre
primacías y lo han hecho en el
camino, a espaldas suyas,
rechazando su llamada de reino y
la verdad del evangelio. Como
portador del Reino y verdadero
maestro, quiere enseñarles el
sentido de su seguimiento.
4. Jesús les dice que cuando se
pretender ser el primero, simplemente
por ser el primero, sólo se piensa en el
poder, el dominio, el control, en el
querer sobresalir. En cambio, cuando
se pretende ser el primero según Jesús,
lo primero que se piensa es servir,
pasar inadvertidos y hasta
desaparecer. En una palabra, ser el
último. Ser primero significa hacerse
el último, convertirse en servidor de
todos, eso es para Él un
discípulo. Jesús no dice que quien
quiera ser el primero se haga entre los
últimos, porque se podría ser también
el “primero entre los últimos”. Jesús
dice: “Sea el último de todos”. Lo
mismo sucede con el hacerse servidor,
no sólo de los amigos o de los de la
casa sino de todos.
5. Para reforzar lo dicho, Jesús toma
a un niño, al más pequeño de los
seres humanos y lo pone en
medio de los discípulos. Jesús
enseña desde su abrazo con el
niño.
6. El niño hoy y siempre, ha sido la
parte más frágil y vulnerable de la
sociedad y con frecuencia lo vemos
en los noticieros. En tiempo de
Jesús no sólo era frágil y vulnerable,
sino que además, no era tenido en
cuenta, ni siquiera como número
para decir que había una persona
más (lo mismo sucedía con las
mujeres). Es a esta clase de
personas más desprotegidas y
olvidadas a quienes debemos
acoger siendo conscientes de que
acogemos al mismo Jesús y en
últimas, como Jesús mismo dice,
acogemos a Aquel que lo envió: al
Padre.
7. Los que pretendían hacerse
grandes, superando uno al otro
en poder, en encuentran ahora
igualados, rodeando a un niño
que se ha vuelto su maestro
verdadero.
8. Los discípulos, que
quieren distinguir en clase de
grandeza, quedan confrontados
con el niño. En el centro de
todos los discípulos no está
ninguno de ellos, sino un niño
cualquiera, alguien que se
encuentra necesitado y no
pertenece ni siquiera al grupo de
creyentes.
9. Aquello que los discípulos
pueden lograr y no consiguen a
base de su esfuerzo, lo goza ya
por don de gracia un niño, pues
se encuentra como necesitado en
manos de Dios (de su Cristo que
le abraza) y debe ser el centro de
la comunidad entera. Grande es
el niño donde Dios se hace
presente. El que acoge y sirve al
pequeño, llega al Padre, al lugar
de honor y será el mayor.
10. Jesús en este relato enseña sobre
la conversión que debe haber en
la vida de quienes caminan con Él
y sobre la calidad y el sentido de
servicio. Jesús muestra la
dignidad del pequeño y la
grandeza del que sirve, porque el
camino de Dios pasa por el
servicio, la acogida a los demás y
por la entrega de uno mismo. El
servicio se hace con gusto y para
que los demás se sientan a
gusto. Aunque el servicio traiga
como consecuencia la entrega de
la propia vida.