1. Hablar de inteligencia emocional y hablar de música es, prácticamente, obligatorio. Dentro del
estudio y, sobre todo, la práctica del bello arte de los sonidos, se encuentran infinidad de
herramientas y manifestaciones del desarrollo de este tipo de inteligencia en las personas que lo
practican.
Por ejemplo, la música nos brinda la necesidad de ser conscientes de nuestras propias
emociones para poder trasmitirlas o, incluso, de generarlas artificialmente (autoconocimiento).
Por otro lado, me entenderán perfectamente cuando les hablo todos aquellos que se han visto
invadidos por los nervios y la ansiedad ante una interpretación en público, y más aún si era en
solitario o comprometida (autocontrol).
Otras veces, la música te hace sentir que eres capaz de conseguir todo lo que te propones y a
saborear el dulce sabor del trabajo bien hecho tras un gran esfuerzo, tanto de forma individual
como en colectiva (automotivación). El 90% de la información emocional que transmitimos y
absorbemos no está verbalizada, es decir, no se necesitan las palabras para conectar
emocionalmente a dos individuos, porque, a veces, la interpretación de una melodía es más que
suficiente (empatía). Si algo caracteriza a la música como arte es su carácter social, ya que nos
hace viajar, trabajar, conocer e interactuar con gente muy diversa y permitiéndonos desarrollar
múltiples y valiosas herramientas para desenvolvernos con éxito este mundo que nos ha tocado
vivir (habilidades sociales).
Retomando la propuesta de D. Goleman, éste, tras su profundo y dilatado estudio, identifica y
propone que son 5 los elementos o habilidades en los que se divide la inteligencia
emocional:
2. AUTOCONOCIMIENTO
Si de algo se tiene que hablar en las clases de música es, tristemente y a pesar de que no
sea lo cotidiano, de emociones y sentimientos; cómo generarlos, transmitirlos, la importancia
que tienen en las personas y, por supuesto, cómo gestionarlos a través de los sonidos ya he
advertido antes, la raíz del autoconocimiento es el ser conscientes de nuestras propias
emociones, siendo esto, a su vez, un requisito imprescindible para realizar una
interpretación musical de calidad, pues sin introspección emocional no es posible la expresión
y, como de sobra está demostrado por la ciencia, es una de las actividades que más potencian
cerebralmente la interacción entre nuestras habilidades emocionales y cognitivas.
Como ejemplo para practicar o desarrollar esta habilidad propongo la siguiente actividad:
‘’Reunimos a dos o más alumnos en clase y les proponemos, como mínimo, tres
sentimientos básicos o emociones como, por ejemplo, la alegría, la tristeza y el enfado/rabia.
Seguidamente, cada alumno tendrá que elegir libremente un conjunto de sonidos (escalas,
melodías inventadas, notas largas, improvisaciones, etc…) mediante el cual tendrá que transmitir
a los demás a alumnos y al profesor cada una de las emociones propuestas para el ejercicio.
Los alumnos irán saliendo de uno en uno al frente de los demás y, sin avisar previamente la
emoción que interpretará, tocará cada una de las propuestas expresivas que ha pensado. A
continuación, tanto el propio intérprete como los oyentes tendrán que adivinar (por escrito) cuál
de los sentimientos propuestos ha ejecutado y, además, calificará del 1 a 5 el grado de intensidad
con el que percibido el mensaje musical. El intérprete, que únicamente podrá disponer de un solo
intento y también se autocalificará, podrá comparar al finalizar lo que ha intentado trasmitir y lo
que a los demás realmente les llegó, lo que viene a ser un proceso de “feedback emocional”. En
esta actividad pueden participar alumnos de cualquier nivel, incluido el profesor como intérprete
activo, siendo aconsejable adaptar la dificultad de los contenidos emocionales al nivel de los
participantes’’
3. AUTOCONTROL
Teóricamente y considerado uno de los cinco elementos principales de la inteligencia
emocional, el autocontrol es la capacidad que nos permite controlar los estados de ánimo
que nos alteran, siendo necesario para ello y en primer lugar, ser conscientes de nuestras
emociones, es decir, todo lo relacionado con la habilidad (ya abordada)
del autoconocimiento. Sentimientos como la ira, la rabia, el enfado, la preocupación y la
tristeza provocan en nosotros alteraciones en nuestra conducta y nuestro estado de
ánimo. Controlar todas estas emociones negativas constituye una ardua y constante tarea, de
hecho y según los estudios de varios psicoanalistas*, todo lo que hacemos en nuestro tiempo
libre, desde descansar hasta entretenernos de cualquier forma, son intentos de llegar a
sentirnos mejor y alejarnos de aquello que nos perturba y nos aleja del bienestar
emocional.
Enfadarse es normal, natural y normalmente viene dado por la interpretación o juicio que
nosotros mismos hemos emitido sobre el hecho o acontecimiento que lo ha provocado. El
enfado es considerado como la emoción negativa más seductora, ya que proporciona
argumentos convincentes de “ajuste de cuentas”, nos hace sentir que dicha descarga está
justificada y tiene un porqué racional.
Los estados de ira y de rabia se caracterizan por ser emociones de tristeza muy fuertes e
intensos, tan intensos que la persona que lo experimenta se siente incapaz de perdonar y está
cerrada a todo razonamiento. En estos casos se actúa sin considerar las posibles consecuencias
de sus actos y pone en primer plano nuestro lado más primitivo, brutal y rudimentario en cuanto
a lo conductual se refiere.
La catarsis, es decir, el hecho de dar rienda suelta a nuestro enfado, esta popularmente
aceptado como un modo adecuado de despojarnos y controlar nuestra irritación, pero
estudios específicos* demostraron que esto no es así, porque lejos de mitigar esa sensación de
descontrol, la aumenta, aunque, por otro lado, si es verdad que puede llegar a provocar
sensaciones de placer. Realmente, la única forma de provocar un estado de enfriamiento del
enfado es, alejarse del foco que está provocando dicha emoción acompañándolo, además,
con pensamientos y realización de tareas que nos lo hagan pasar bien, distraernos, ya que es
difícil estar enojado si otra cosa nos está haciendo sentir placer y bienestar en general.
Otra emoción, es la ansiedad, producida, a su vez, por un ciclo de preocupación que consiste,
básicamente, en una anticipación ante los peligros que la vida pueda presentarnos y la búsqueda
de soluciones positivas para evitarlos y combatirlos. La falta de autocontrol sobre el ciclo de
la preocupación puede producir que miedos, fobias u obsesiones protagonicen un
secuestro emocional que, si se intensifica mucho, puede desembocar en auténticos ataques y
desequilibrios nerviosos. Las preocupaciones suelen estar presentes en nosotros a través de los
pensamientos, por ello, la solución más eficaz es alejar la mente de dichas preocupaciones,
sustituirla por otros quehaceres y realizar ejercicios físicos que nos ayuden a relajarnos y a
mantenernos lejos de aquello que nos perturba.
4. La tristeza es, posiblemente, el estado de ánimo más común y del que más gente quiere
despojarse, lo que muchos no saben es que no deberíamos de evitar toda la tristeza, pues
tiene sus facetas positivas. La tristeza es una emoción que va en nuestro código genético y
nos ha ayudado siempre a evolucionar y a sobrevivir, ya que cuando, por ejemplo, sufrimos una
experiencia muy negativa (como una gran pérdida) nos permite crear un refugio reflexivo
pudiendo así ralentizar nuestro ritmo de vida y llevar a cabo los ajustes psicológicos pertinentes
para adaptarnos a la nueva situación. En cambio, no debemos confundir la tristeza con la
depresión, un estado de tristeza profunda permanente que, a grosso modo, nos quita las ganas
de vivir y nos despoja de, prácticamente, todas las habilidades emocionales que poseemos.
En verdad, existen muchas actividades y técnicas para despojarnos de las malas
sensaciones. Algunos de estos elevadores de ánimo pueden ser: el llanto, ya que ayuda a
desahogarnos y a reducir la angustia, divagar e imaginarnos cosas agradables o soñadas,
ejercicios físicos y técnicas de relajación en general, y, sobre todo, exponernos a alguna
experiencia de entretenimiento que nos guste mucho como ver una película, escuchar música,
leer, participar en eventos, etc… Nosotros no podemos decidir racionalmente no
enfadarnos, lo que sí podemos hacer es tener herramientas para controlar estos estados y,
sobre todo y lo más importante, desarrollar habilidades personales que eviten o mermen su
aparición y/o intensidad.
La interpretación musical en directo y los escenarios en general, por su propia naturaleza,
nos hacen exponernos a situaciones de estrés y ansiedad, por ello, cada vez que
realizamosuna audición o concierto que vaya a requerir el cien por cien de nuestro nivel
interpretativo y concentración, es una magnífica oportunidad para hablar de qué y cómo
podemos hacer para que nuestro subconsciente emocional no nos arruine el trabajo
previo, arrojándonos a vivir una experiencia, como mínimo, agria.
Para que resulte realmente eficaz y provechoso, es necesario realizar pedagogía de la
experiencia que vivimosdurante una audición. Para ello es necesario dividirlo en tres fases:
la preparación, el directo y las conclusiones.
La preparación: En la fase previa, es importante imaginarse el futuro instante como algo,
en general, bueno, agradable y provechoso. Es necesario interiorizarlo como una oportunidad
para materializar el esfuerzo realizado; te has preparado para hacer música y lo vas a
demostrar. Es muy aconsejable investigar distintas técnicas de controlar los nervios y la ansiedad
como, por ejemplo, mantener la concentración racional en puntos concretos y estratégicos (el
ritmo, la afinación, la musicalidad, etc…), evitando así que la mente empiece a generar
pensamientos de miedo o preocupación. También es muy importante tener conocimiento y
control sobre el ciclo del aire-respiración como técnica de relajación, pudiéndose realizar
ejercicios previos específicos. No olvidemos que siempre podremos experimentar todo esto
haciendo pre-audiciones privadas ante amigos y familiares, pues nos servirá de gran ayuda.
El directo: Ha llegado la hora de poner en práctica todo lo trabajado. Es muy importante
tener una actitud proactiva, es decir, pensar que todo va a salir bien, está controlado y, ante todo,
se va a disfrutar de la experiencia. ¡Suerte!
Conclusiones: Es hora de comparar y sacar conclusiones. ¿Qué sensaciones has
vivido? ¿Sentías el control de tus movimientos y pensamientos? ¿Has logrado poner en práctica
las técnicas trabajadas? ¿Esperabas este resultado? Y un largo etcétera de preguntas que nos
tendremos que formular y responder si queremos que todo esto tenga repercusiones positivas
en futuras ocasiones y, sobre todo, para nuestra inteligencia musical. Además, es muy
recomendable extrapolar este tipo de procesos y experiencias con otras situaciones
emocionalmente similares a las que nos podemos vernos expuestos en la vida , como
puede ser una entrevista de trabajo o una fuerte discusión con alguien.
5. AUTOMOTIVACIÓN
Entorno a la música y a lo que la automotivación concierne, podemos proponer actividades
específicas que atienden al número de personas que atañen: automotivación individual o grupal.
A continuación, propongo alguna actividad o actitud concreta para trabajar en estos dos niveles.
Automotivación individual:
En el ámbito de la docencia y, más aún en las actividades pedagógicas artísticas y no
obligatorias, los profesores deben ser conscientes en todo momento del estado de
motivación de sus alumnos (principalmente porque al ser una actividad “prescindible” podemos
dejar de verles por nuestras aulas con cierta facilidad). Como principales responsables, los
docentes tienen que ayudar a los educandos a marcarse objetivos y a que el camino hacia su
consecución sea una experiencia positiva en todos sentidos, pudiéndolo extrapolar como una
herramienta emocional más allá de lo meramente musical.
Una buena técnica es ayudar al alumno a marcarse objetivos a corto plazo y proporcionarle todas
las herramientas necesarias para que alcance lo propuesto. Éste, al ver materializado de forma
positiva y tangible el esfuerzo realizado, cosechará un feedback emocional muy valioso frente a
la proposición de futuros retos, pero, ante todo, ese agradable y excitante sentimiento de poder
que nos invade cuando estamos motivados. Por ejemplo, podemos ayudar a proponerse la
grabación audiovisual de una obra o estudio para posteriormente editarla y subirla a “Youtube”
o, por otro lado, le podemos ayudar a preparar un concierto o espectáculo que posteriormente
interpretará públicamente.
Automotivación grupal:
Funciona de forma muy parecida a la individual, pero quizás, sea un poco más compleja.
Normalmente, cuando hablamosde automotivación grupal, hablamostambién de liderazgo
o de la figura de un líder (no jefe), es decir, el arte o capacidad (y la persona que lo posee) de
aunarel trabajo y voluntades de un colectivo en una misma dirección, algo así como ayudar
a un grupo de personas a auto motivarse entre sí respecto a un colectivo con personalidad y
funciones propias.
Para que se produzca una motivación general dentro de un grupo, alguien (una o varias
personas) tiene que saber detectar que es lo que a cada uno le mueve o preocupa con el fin de
saber establecer una dirección en la que todos caminen, favoreciendo el trabajo en equipo y
creando sinergias. Por ejemplo, en la programación de un concierto por parte de una agrupación
o aula, existen muchas más tareas a parte de la mera interpretación musical: marketing,
preparación de papeles, puesta a punto de instrumentos, invitaciones para el concierto,
elaboración y presentación del programa, encargados de instalaciones o material, y un largo
etcétera.
En este caso, ejercer un buen liderazgo está directamente relacionado con tener la capacidad
de empatizar y detectar qué tarea o acometido es el idóneo para cada componente, ya que todo
el mundo, al sentirse útil, realizado y parte constructiva de un todo, está motivado frente a esta
actividad. Los que lo hemos experimentado sabemos que, aunque es algo que no se ve, se
puede oír de forma, casi mágica, en el momento en el que todos los instrumentos empiezan a
sonar.
6. LA EMPATÍA Y LA DIRECCIÓN MUSICAL
La gran totalidad de la información emocional que promueve el desarrollo de la empatía se
realiza, como en la música, mediante un lenguaje no verbalizado, convirtiendo a esta disciplina
artística y necesariamente social en un inmejorable espacio del desarrollo de la misma. En la
música, podemos encontrar distintos formatos de mensaje que pueden provocar múltiples
procesos de desarrollo de la empatía, puesto que no es lo mismo una interpretación “a solo”,
que en la música de cámara (pequeños grupos) o, de forma muy distinta, mediante una gran
agrupación sinfónica y precisando de la figura de un director musical.
Aprovechando mi humilde experiencia personal, voy a centrarme en el ejemplo de cómo la
empatía está presente en la música desde el punto de vista de la dirección musical, puesto que
ésta es, ante todo, un gran sistema de expresión y reconocimiento de gestos entre aquél
que porta la batuta (aunque no necesariamente con ella) y aquellos que la siguen, permitiendo
unir las inteligencias y voluntades de un colectivo de músicos en una única; la del director.
El papel del director, de uno bueno o, al menos, de alguien que intente hacer las cosas
bien, requiere de una gran cantidad de habilidades de conexión empática, pues él es en
encargado de generar un mismo sentimiento o predisposición emocional a toda una agrupación
durante el trascurso de una interpretación.
Mediante un complejo sistema de gestos conscientes y estratégicos (técnica de dirección
musical), y sumados a toda aquella información no técnica ni verbal que inconscientemente se
transmite, el líder portador de la idea musical esboza y hace llegar a los que están detrás
del atril aquello que siente, es decir, su forma de entender musical y emocionalmente la obra
que capitanea. De esta forma, la fenomenología musical que se esconde detrás de una idea
artística se convierte en un complejo y mágico mecanismo generador de empatía,
manifestándose física y gestualmente en la figura del director.
LA EMPATÍA NO ACABA EN EL DIRECTOR…
Más allá de las obviadas capacidades emocionales que debe de presentar un director musical,
también es imprescindible que los instrumentistas que integran la agrupación tengan
desarrolladas las habilidades de interpretación de las emociones, ya que, aunque el guía
sea una auténtica “máquina de transmitir”, éstos deben de impregnar con la intencionalidad
expresada por el director cada una de sus intervenciones musicales, algo realmente complejo y
que se tarda mucho tiempo en conseguir.
Cuando la sintonía deseada se consigue, el “efecto dominó” no cesa, pues cuanto mayor es la
sincronización emocional entre director y músicos, mayor será, y de más calidad, el fenómeno
de la interpretación musical que, a su vez, calará en el público, haciéndoles sentir desde tristeza,
miedo, energía, afecto, hasta, como último ejemplo, angustia.
Asimismo, aunque el ejemplo de la dirección musical ha sido el que más atractivo y potente me
ha resultado para ejemplificar la presencia de la empatía en la música, existen otros muchos
elementos y disciplinas de la misma que también serían válidos como, por ejemplo, las
interpretaciones “a solo”, donde el músico tiene que conectar con los oyentes sin más
herramientas que su propia interpretación, la música de cámara, en la que los integrantes deben
de auto-sintonizarse emocionalmente sin la ayuda de terceras personas (un director) o, por
supuesto, en la pedagogía de la música, donde cada lección debería de rebosar de contenidos,
lenguaje y experiencias emocionales.
7. LAS BANDAS DE MÚSICA Y LAS HABILIDADES SOCIALES
Básicamente, son los comportamientos de tipo emocional y conductual que exteriorizamos
en las relaciones interpersonales (entre personas) y que nos permiten, por norma general,
adaptarnos a un entorno social. Éstas son imprescindibles para desenvolvernos con éxito por el
mundo, permitiéndonos reconocer, comprender y responder adecuadamente a las diversas
situaciones que podemos experimentar en nuestra interactuación con el medio.
El desarrollo de las habilidades sociales, así como el de todos los otros elementos que integran
la inteligencia emocional, son esenciales para la consecución de los objetivos y metas
marcadas, ya que, incluso las personas más brillantes académica e intelectualmente hablando,
están avocadas al fracaso en su interactuación con el entorno si no desarrollan éstas
adecuadamente, pudiendo ser tachadas de arrogantes, poco empáticas, insensibles y, en
general, evitadas por los demás.
El psicólogo P. Ekman, en sus estudios respecto a la capacidad que poseemos de interactuación
con nuestras emociones como habilidad social fundamental, acuñó el concepto “despliegue de
roles” para referirse al cómo, cuándo, dónde, por qué y con quién, resulta adecuado
expresar nuestros sentimientos, y para el que es totalmente imprescindible conocer y dominar
el entorno cultural en que estemos relacionándonos.
La música es una disciplina artística que, generalmente, destaca por ser
extraordinariamente social. Realmente, en los entornos no profesionales, es donde más
tangible se hace dicho poder de sociabilización, estimulado, como principal factor, por la gran
diversidad que suele darse entre los miembros que componen una banda de música, orquesta,
coro o cualquier tipo de agrupación amateur.
Este tipo de formaciones se denominan “comunidades artísticas de aprendizaje”, entendiéndose
como aquél grupo de personas que se reúnen regularmente, y bajo una denominación común,
para realizar actividades interpretativas, como puede ser, más allá de colectivos únicamente
musicales, un grupo de teatro o un club de danza.
Dese la perspectiva de mi propia experiencia cosechada, estudio y percepción, afirmo que las
bandas de música populares son comunidades donde se genera y potencia,
profundamente, el desarrollo de lashabilidadessociales, capacidad propia de la inteligencia
emocional y donde radica el gran porcentaje de posibilidades de éxito.
Las bandas de música componen uno de los más valiosos elementos y tesoros de la actividad
cultural y musical de España, ya que, gracias a ellas y desde que se empezaron a estabilizar por
toda la geografía nacional hace más de un siglo, cientos de miles de personas han tenido
acceso a la práctica artística e interpretativa.
Las características y naturaleza de sus componentes suelen ser extremadamente variadas.
Mágicamente, aúna la voluntad e inteligencia, sobre un mismo escenario, de personas de
muy distintos perfiles sociales, económicos, edades, géneros, ideologías, culturas y razas con
un solo fin; hacer música y disfrutar de ello.
Pertenecer y participar en las actividades llevadas a cabo por una banda de música nos permite,
desde muy pequeños y hasta muy entrados de edad (mientras la salud lo permita), compartir
tiempo, conversaciones, viajes, proyectos y experiencias con gente muy distinta a nosotros, y en
todo tipo de espacios y contextos que podamos imaginar.
Inconscientemente, al pertenecer y participar activamente en la vida de una comunidad artística
y, en la mayoría de los casos, desde muy jóvenes, estamos absorbiendo y desarrollando
innumerables herramientas sociales, aprendiendo constantemente a desenvolvernos en
múltiples contextos y con una amplia gama de tipos de personas.
8. En este tipo de entornos se favorecen relaciones humanas muy diferentes y complejas, ya que,
en otros ambientes, difícilmente, un niño de doce años, estudiante de sexto de primaria, por
ejemplo, puede compartir responsabilidades en un mismo atril con un exitoso empresario y padre
de dos hijos, o un joven adolescente puede ejercer tempranamente lo que conlleva el liderazgo,
siendo el encargado de instruir y guiar a toda una cuerda de “cincuentones” licenciados de la
vida.
Estos ejemplos, son sólo una muestra de las tan infinitas como provechosas situaciones que se
pueden dar en el día a día de nuestras bandas de música. Obviamente, con el paso del tiempo,
se normalizará y puede que no le demos la importancia y trascendencia real que posee,
pero, tanto para los jóvenes como para los más veteranos, es una auténtica escuela de
habilidades sociales que, sin ninguna duda, constituye un de nominador común en la
personalidad, trayectoria e inteligencia emocional de gran parte de los expuestos a ello.
La música transforma a las personas, desarrolla íntegramente su potencial, te da alas y te
hace libre, las experiencias a las que te expone te harán desenvolverte eficientemente en el
mundo, pero lo que no hay que olvidar es que la música es buena en sí misma y no hay que
permitir que se esté continuamente empleando y ejemplarizando como puente utilitarista para
conseguir otros objetivos.