1. LOS PROCESOS DE URBANIZACIÓN E
INDUSTRIALIZACIÓN EN LA ESPAÑA
DE LA RESTAURACIÓN-
2º
BACHILLERATO
Martha Rosa Cáceres Mayorga
2. INTRODUCCIÓN
A diferencia de lo ocurrido en otros países europeos, como Gran
Bretaña, el proceso de cambios económicos y sociales que
habitualmente asociamos al fenómeno de la Revolución
Industrial se desarrolló en España a un ritmo muy lento.
El desmantelamiento de los privilegios e instrumentos
jurídicos del Antiguo Régimen sólo comenzó a tener continuidad
a partir de 1840 con la finalización de la primera guerra carlista,
intensificándose los procesos de urbanización e industrialización
durante la etapa de la Restauración.
Sin embargo, a principios del siglo XX, todavía éstos
distaban bastante de los desarrollados en otros países europeos,
con una economía dominada aún por el sector agrícola y una
industrialización limitada a Cataluña y País Vasco, y una
sociedad más abierta y con un mayor grado de urbanización,
pero con unas diferencias sociales muy marcadas y un elevado
nivel de analfabetismo.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
4. LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA
EL MANTENIMIENTO DE UNA ECONOMÍA AGRARIA La agricultura española, que aún concentra el 65-70% de la población
activa y sigue basada en los cereales de secano, vid y olivo, no consigue
modernizarse a pesar de convertirse en una agricultura comercial por la
supresión de los diezmos y cargas señoriales -decretados por los gobiernos
isabelinos- y el progreso de los transportes. Cuatro hechos lo explican:
La desamortización/concentración de tierras: Los liberales
progresistas procedieron, en varias fases, a desamortizar los bienes del
clero (1836-1841: Mendizábal) y municipales (1854-1856: Madoz),
respetando las propiedades de la aristocracia terrateniente.
El déficit crónico de la Hacienda –en especial a partir de la pérdida de las
colonias americanas -, unido a las necesidades de financiación de las
guerras carlistas (1ª fase) y de la red de ferrocarriles (2ª fase), explican que
la mayor parte de las tierras vendidas –a través de subastas- fueran a
manos de los aristócratas latifundistas o a nuevos terratenientes burgueses
con las siguientes consecuencias:
Martha Rosa Cáceres Mayorga
8.
la concentración de la propiedad de la tierra se acentúa.
En la mitad norte se crea un campesinado de pequeños
propietarios, con minúsculas y poco rentables explotaciones.
Al no poder absorber la industria la mano de obra sobrante en
el campo, en Andalucía, Extremadura y la Mancha aumenta el
número de braceros a sueldo de los latifundistas que sufren
salarios de hambre y el paro estacional, sin poder beneficiarse
en esta ocasión de las tierras comunales.
Los arrendatarios vieron empeoradas su situación al
liberalizarse los arrendamientos.
El aumento de la superficie de cultivo, especialmente de
cereales.
El bajo coste de la mano de obra no fuerza al propietario a
adoptar mejoras técnicas.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
10. El proteccionismo (aplicación de tasas arancelarias para limitar la
entrada de productos extranjeros más baratos que los locales) no puede
impedir el impacto del trigo de los “países nuevos” de América,
Australia y Rusia a partir de 1880. Los bajos costes productivos de éstos
provocaron una caída de los precios y la ruina del sector; las leyes
proteccionistas evitaron la entrada de productos extranjeros pero no
estimuló la inversión en innovaciones técnicas.
El desarrollo de una agricultura especializada, capaz de
competir en el mercado europeo, sólo se desarrolló en el litoral
mediterráneo (especialmente en Cataluña, Valencia y zonas de
Andalucía), sobre todo la vid, que llegó a monopolizar el mercado
eur4opeo entre 1875y 1890 aprovechando la ruina de la producción
francesa afectada por la plaga de la filoxera, pero esta también se
extiende a la Península a partir de esa última fecha, provocando una
nueva crisis económica y social en el campo.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
12. EL DIFÍCIL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN
La industrialización en España comienza a fines del s. XVIII en Cataluña,
como Málaga o Santander, pero la pérdida de las colonias frena su
crecimiento unido a los siguientes factores:
un mercado muy mal articulado, Ej. Los granos castellanos se pudren
en el interior, mientras Cataluña o Valencia importan del exterior.
El bajísimo nivel de ingresos del campesinado, lo que significaba
que la mayor parte de la población española, con una limitada capacidad de
compra, era incapaz de absorber la producción industrial.
La escasez de capitales desviados a la Deuda Pública, la compra de
tierras desamortizadas y los ferrocarriles.
El tendido de la red ferroviaria tampoco favorece el desarrollo
industrial por cuanto, desde 1855, corrió a cargo de capitales extranjeros
(franceses), subvencionados por el Estado, y se autorizó la libre
importación de los materiales para su construcción; los beneficios de su
explotación fueron muy escasos al carecerse de un volumen de tráfico
suficiente.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
16. La desamortización del subsuelo: las dificultades financieras
tras la crisis de 1868 conducen a la venta de las mejores minas
españolas, propiedad del Estado, a empresas extranjeras (francesas
e inglesas), Ej. En 1912 Ríotinto produce un 44% del mineral de
cobre del mundo. Como consecuencia de esta decisión, la industria
española se ve privada de materias primas (hierro, plomo y cobre) y
los mejores filones españoles quedan agotados en 1910 a causa de su
explotación intensiva.
Los únicos núcleos industriales modernos de España se desarrollan
en Cataluña y País Vasco, favorecidos por el proteccionismo y el
bajísimo nivel de salarios de los obreros. En Cataluña, merced a la
acumulación de capitales por la exportación de vinos y el control del
comercio antillano, se desarrollan la industria textil algodonera –
que aprovecha la energía hidráulica y las máquinas de vapor-, y la
metalúrgica, y en el País Vasco la industria siderometalúrgica (Altos
Hornos de Vizcaya, Bilbao) basada en la acumulación de capital por
la venta de mineral de hierro a Inglaterra y la compra del carbón
inglés.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
19. LAS TRANSFORMACIONES DEMOGRÁFICAS Y SOCIALES
Durante el siglo XIX, se produjeron importantes transformaciones
demográficas y sociales. Desde el punto de vista demográfico, la
población española experimentó un importante crecimiento, pasando
de 10,5 millones de habitantes en 1797 a 20 millones en 1900. Este
incremento se produce, en mayor medida, durante la primera mitad del
siglo, gracias a una serie de circunstancias favorables (retirada de la peste,
extensión de cultivos e introducción del maíz y las patatas) y no por los
efectos de una revolución industrial o demográfica, por lo que su ritmo de
crecimiento es inferior al europeo: las tasas de mortalidad siguieron
siendo elevadas porque, a pesar de ciertas mejoras médicas, no dejaron de
existir durante todo el siglo las crisis de subsistencias periódicas y las
epidemias (cólera, tifus…), favorecidas por una deficiente higiene; la
esperanza de vida en 1900 se sitúa todavía por debajo de los 35 años. El
aumento de población, por otro lado, se registra, sobre todo, en
las regiones costeras, mientras el centro se estanca o tiende a la baja: el
ascenso más acusado se registra en Cataluña, con una media anual más
próxima a la europea que a la española.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
23. A pesar de esta mayor lentitud del crecimiento demográfico respecto al
europeo, se origina un desequilibrio entre la población y los recursos,
aumentando la emigración exterior que se dirige especialmente a
ultramar (Argentina y Cuba) y norte de África, favorecida por la libertad
migratoria y la modernización de los transportes marítimos. El número de
emigrantes se eleva considerablemente a partir de 1882, procedentes de
Canarias, Galicia, Cataluña, Murcia y las provincias de Santander y
Alicante, calculándose la cifra de más de un millón de españoles entre
1882-1914.
Las últimas décadas del siglo XIX contemplan también una
mayor incidencia de las migraciones interiores, del campo a la ciudad, del
centro a la periferia o las capitales de provincias, registrándose, por tanto,
un aumento de la población urbana, visible sobre todo en Barcelona
y Madrid (que superan los 500.000 hbs. en 1900), pero también en
Valencia, Sevilla y Málaga (más de 100.000 hbs. en 1870). A pesar de ello, a
principios del siglo XX, el 70% de la población vivía en el medio rural.
Martha Rosa Cáceres Mayorga
26. Desde el punto de vista social, los cambios políticos y económicos
configuraron una nueva sociedad de clases que sustituyo a la sociedad
estamental, pero esa transformación fue lenta, y de hecho, durante el siglo
XIX en la mayor parte de España perduró un tipo de relaciones sociales
más próximas al Antiguo Régimen que a una sociedad capitalista liberal.
Las distintas reformas liberales abolieron los privilegios
estamentales, configurando una nueva sociedad de clases establecida según
la riqueza, la propiedad privada y la igualdad jurídica, pero la nobleza a
pesar de perder sus privilegios señoriales y fiscales, no sólo mantuvo sus
propiedades territoriales, sino que las amplió con las propiedades
desamortizadas, viéndose sólo obligada a adaptarse al ascenso de una
burguesía, prácticamente inexistente fuera de los núcleos industrializados
de Cataluña y País Vasco.
En el otro extremo de la sociedad, las clases populares
siguen estando integradas por los campesinos, cuya situación empeoró con
las desamortizaciones, que anularon muchos arrendamientos y
privatizaron las tierras comunales, quedando reducidos en muchos casos a
la condición de jornaleros o proletariado rural. En las ciudades, las
clases bajas crecen
Martha Rosa Cáceres Mayorga
28. constantemente, ocupados en el servicio doméstico, los oficios
artesanales y, sólo en determinadas zonas (Cataluña, País Vasco y
Asturias), el nuevo grupo de los obreros de las fábricas o proletariado
industrial con una rígida disciplina laboral, jornadas de 12 a 14 horas,
lugares de trabajo insalubres y mal iluminados, y salarios muy bajos.
Entre ambos polos sociales, y reflejando el reforzamiento
de los antagonismos sociales que caracteriza a esta sociedad, una
débiles clases medias formadas por la pequeña burguesía urbana
(comerciantes, propietarios de talleres y pequeñas fábricas
tradicionales…), los medianos propietarios rurales o arrendatarios, los
funcionarios públicos (sustituidos en cada cambio de gobierno) y los
profesionales liberales.
Otro rasgo que persiste es el elevado grado de
analfabetismo (72,3% en 1887 frente al 16% de Francia en 1901).
Martha Rosa Cáceres Mayorga