c3.hu3.p1.p3.El ser humano como ser histórico.pptx
TEMAS CON FOTOS 3.2 Y 3.3.pdf
1. 2-LA ECONOMÍA EN EL S. XIX:AGRICULTURA, INDUSTRIA Y TRANSPORTES
Hay dos etapas: al estancamiento inicial (hasta 1860), le sucede otra etapa de mayor crecimiento
1-Los cambios agrarios:
La agricultura vivió una reforma basada en la abolición del régimen señorial,
la supresión de los mayorazgos nobiliarios y las grandes desamortizaciones
de Mendizábal y Madoz. Con este conjunto de medidas se liberalizó la
agricultura, permitiendo que la tierra pudiera circular libremente en el
mercado, y se eliminaron los frenos que impedían el desarrollo de una
agricultura capitalista dirigida al mercado. La mayor parte de la tierra pasó a
manos de propietarios privados individuales.
La gran transformación económica de este período fue el proceso de desamortización iniciado
en 1835 por el progresista Mendizábal, que luego vino a ser completado por Pascual Madoz
durante el Bienio progresista con la desamortización de los bienes de los municipios.
Consecuencias generales de las Desamortizaciones:
Pese a sus insuficiencias y errores, las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz cambiaron
de forma radical la situación del campo español. Baste con señalar que afectaron a una quinta
parte del conjunto del suelo. Lamentablemente, el atraso técnico y el desigual reparto de la
propiedad de la tierra siguieron siendo problemas clave de la sociedad y la economía españolas.
La “reforma agraria” por tanto, consolidó la estructura latifundista en España, no creó una clase
media rural y tuvo efectos muy negativos para los campesinos pobres y para los jornaleros del
campo. Sí que influyó en el aumento de la superficie cultivada, pero a costa de monte y pastizal,
sin mejorar apenas la productividad, pues la mayoría de los compradores no tuvieron el espíritu
inversor necesario para modernizar la agricultura. Además los capitales generados por la venta de
propiedades no sirvieron para ayudar a la industrialización, sino para amortizar parte de la ingente
deuda del Estado.
Otros rasgos de la agricultura española:
Retroceso de la ganadería trashumante (ovino) y del pasto; escaso progreso de las técnicas;
avances en la especialización regional (maíz del norte, viñedo y frutales mediterráneos...)pero
predominio del cereal de escaso rendimiento. Aceite, vino y cítricos eran los productos más
exportados.
Desde 1875, y debido a la revolución de los transportes, llega la competencia de productos
agrícolas más baratos (cereal de América o Australia), lo que desata el proteccionismo en toda
Europa (y también en España), creciente a fines del siglo.
2-El proceso industrializador:
España vio como la revolución que se había iniciado en Gran Bretaña y se extendía a otras zonas
del continente, sólo afectaba de forma muy localizada al país en Cataluña y País Vasco.
Diversos factores explican este retraso:
Escasez de carbón y materias primas
2. Atraso tecnológico y dependencia del capital exterior
Falta de articulación de un mercado interior caracterizado por las dificultades de
comunicación y por el bajo poder adquisitivo de grandes masas de la población
Factores políticos como la pérdida del mercado colonial, los destrozos de la guerra de la
Independencia o la inestabilidad política.
Cataluña se convirtió en la región industrial española por excelencia,
centrada en la industria textil algodonera, aunque la metalurgia y la
química se comienzan a desarrollar a fin de siglo; todo ello gracias a una
política proteccionista (sobre todo a fin de siglo), que reserva el mercado
nacional para la producción catalana). La siderurgia se estableció junto a
las minas de carbón(Asturias) o de hierro, pero termina por predominar la
del País Vasco, donde se consolida una clase empresarial industrial y
financiera hacia fin de siglo.
3-Recursos mineros y fuentes de energía:
Los recursos españoles eran: hierro de Málaga y Vizcaya,
carbón y cinc asturiano, cobre onubense, plomo de
Cartagena.
Apenas se explotaba, por falta de iniciativas y de demanda.
Con la Ley de Minas de 1868, que supone una auténtica
“desamortización del subsuelo”, se produce la apertura al
extranjero, llegando capital foráneo y desatándose la
exportación, de modo que los minerales (sobre todo el hierro)
suponían en 1900 hasta un tercio del valor de las exportaciones
españolas. El hierro fue un gran impulsor de la industrialización vasca
(que lo exporta y, después, lo consume en su siderurgia). También
impulso el desarrollo industrial asturiano el carbón, aunque siempre
con muchos problemas de rentabilidad y calidad, siendo muy
protegido por aranceles, lo que encareció los costes de la industria
nacional que lo consumía.
4-Transportes y comunicaciones:
La expansión del tendido ferroviario fue un factor clave de modernización como en el
resto del mundo. España llegó con retraso al nuevo medio de transporte y la primera línea
fue la construida entre Barcelona y Mataró en 1848. Tras la promulgación de la Ley
General de Ferrocarriles en 1855 tuvo lugar un verdadero "boom" del ferrocarril. Los
problemas: se creó una red muy centrada en Madrid (red radial), poco planificada y muy
dependiente del capital francés. La ley daba tales beneficios y exenciones que la
construcción de líneas fue un gran negocio, pero luego muchas líneas eran ruinosas a la
hora de su explotación. En 1866 había 5.145 km.
3. También progresó en la segunda mitad de siglo la
navegación a vapor, impulsada sobre todo por los astilleros
y navieras nacidas en el País Vasco. Por el contrario, el
transporte por carretera siguió con sus ineficacias.
5-Comercio exterior y finanzas:
España se especializó en exportar productos agro-mineros de bajo valor añadido y en
importar sobre todo productos elaborados. Por ello y por los gastos estatales generados desde
Carlos III e incrementados en el s. XIX con los avatares de la política interna (guerras de
independencia y carlistas) y externa (Emancipación americana...), el déficit comercial y del
Estado fue crónico. La balanza de pagos se equilibraba algo con las remesas de emigrantes, las
importaciones de capital (inversiones extranjeras en España) y los préstamos logrados en el
extranjero por el Estado
La política comercial fue en general proteccionista. Las leyes arancelarias de 1841 y 1849
favorecieron los intereses de los industriales del textil catalán y de los terratenientes castellanos
cultivadores de trigo. Sólo durante el Sexenio Democrático se intentó una política liberal con el
Arancel Figuerola de 1869. La Restauración significó de nuevo la vuelta al proteccionismo con la
ley arancelaria de 1875, y más aún con la de 1891.
En el terreno financiero este período se caracteriza por las dificultades de la Hacienda estatal
agobiada por la Deuda Pública. Pese a estos problemas en este período se adoptaron algunas
decisiones históricas:
En 1856 se creó el Banco de España que vino a sustituir al
Banco Español de San Fernando. En 1874 quedó configurado
como banco nacional con el monopolio de la emisión de papel
moneda, y como gran prestamista del endeudado Estado). Pero
la ley de 1856 impulsó la banca privada(nacen los bancos de
Santander o Bilbao...), que sirvió para la financiación de la
industria, de los ferrocarriles, del comercio e incluso de la Deuda
estatal
En octubre de 1868 se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema monetario.
El capital nacional y extranjero invirtieron demasiado a menudo en deuda
pública en lugar de hacerlo en la industria o en la agricultura. El déficit
crónico de los presupuestos estatales (escasísima presión fiscalpocos
ingresos), favoreció esas inversiones no-productivas.
4. 3-LA SOCIEDAD EN EL S.XIX: DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA DE CLASES
1-La evolución demográfica:
La población española se incrementó a lo largo del período (de 11 a 18
millones), aunque en menor medida que en los países más desarrollados.
El descenso de la mortalidad y el mantenimiento de una alta natalidad
explican esta tendencia, pero comparativamente las tasas de mortalidad en
España fueron bastante altas (sobre todo la mortalidad infantil), con fuertes
epidemias (cólera, fiebre amarilla) hasta fin de siglo, por lo
que el crecimiento de población mayor habrá de esperar al
siglo XX.
La mayor parte de la población siguió siendo rural. Se calcula
que en 1865, el 80% de la población seguía viviendo en el
medio rural. Crecieron las ciudades (Madrid y Barcelona
tenían ya medio millón de habitantes cada una en 1900) de modo limitado, y las
crisis agrarias de fin de siglo desataron una fuerte emigración a Ultramar (1880-
1914).
2-La evolución social
El principal rasgo de este período es la paulatina desaparición de la
sociedad estamental y su sustitución por una sociedad de clases basada
en el derecho de propiedad y en la igualdad ante la ley. Esta nueva
sociedad permitió mucha mayor movilidad social, bien por el éxito en los
negocios, bien por la carrera administrativa y, sobre todo, militar.
Se configuró un nuevo grupo social dominante configurado por la alta
burguesía (empresarios textiles catalanes, financieros madrileños y
vascos, comerciantes gaditanos...), la oligarquía terrateniente propietaria
de grandes latifundios especialmente en la España meridional, y los altos
cargos del Estado y el ejército. La alta nobleza perdió sus privilegios de
“sangre” pero no sus propiedades; por el contrario, se verá beneficiada por los procesos de la
revolución liberal (desamortización...) junto con la alta burguesía, con la cual se fusiona para
5. formar las clases altas dominantes de la sociedad española. Sus valores serán ahora los
burgueses: la aspiración a acumular dinero y éxito social.
Por debajo emergieron unas clases medias, no demasiado
numerosas (pequeños propietarios rurales y urbanos, oficiales del
ejército, funcionarios, médicos, profesores...); es lo que se reconoce como
“pequeña burguesía”, de escasa consistencia en España, diferenciada de los
trabajadores manuales por su forma de vida y sus costumbres. Viven para
soñar con el ascenso social, para no pasar estrecheces, y se impregnan de
los valores de las clases altas, a los que envidian y emulan.
La población campesina configuraba la mayoría
de la población del país y era bastante heterogénea: propietarios
(forman parte de la clase media-baja y son abundantes en la mitad norte
de España), arrendatarios y jornaleros sin tierra que conformaban
más de la mitad de la población rural.
Los arrendatarios pagan un alquiler por cultivar tierras ajenas. En
Galicia y Cataluña su situación es mejor (contratos a muy largo plazo,
de rentas fijas) que en el resto de España, pero el minifundismo de la
zona norte hace improductivo el esfuerzo del campesino. Igualmente
improductivo es el latifundio de la mitad sur, incrementado con las desamortizaciones. Los grandes
propietarios prefieren menos ganancia a invertir en una agricultura que, así,
permanece muy atrasada en general. Los jornaleros dependen del salario, y
tienen un trabajo estacional; son muy numerosos en la mitad sur peninsular
(Andalucía Extremadura), y viven muy duras condiciones. Arrendatarios y
jornaleros rurales forman parte de una clase baja que resultó perjudicada por
la revolución liberal y las desamortizaciones. Las revueltas campesinas durante
el siglo XIX serán tan frecuentes como espontáneas. Esta masa desesperada
es la que acogerá con fervor el “paraíso” en la Tierra que predica el anarquismo.
El resto de las clases bajas las componen los trabajadores de la ciudad,
que crecen a la par de la industrialización (aunque débil) española:
obreros fabriles (sobre todo en Cataluña y, a fines de siglo, en País
Vasco), trabajadores del ferrocarril, de la minería (en determinadas
zonas), la construcción, la Administración, el comercio
o servicios personales, e incluso los grupos de
jornaleros urbanos de profesión indefinida, que caen
con frecuencia en al grupo de los más pobres y
marginados. En Madrid, una ciudad sin industria hacia
1900, proliferaban los trabajadores del sector terciario primitivo y servicios
personales poco evolucionados, además de la masa de funcionariado cuya
precaria existencia refleja tan bien Galdós. .
Recordemos que España se ha incorporado durante el siglo XIX a la revolución industrial (Doc.
9). Con retraso y focalizada en regiones como el País Vasco y, sobre todo, Cataluña. En esta
región, a partir de la industria textil, se ha iniciado una diversificación industrial coherente con la
6. llegada de la 2ª Revolución industrial. Por ello, de modo creciente, la
región (y en particular Barcelona y sus alrededores) acapara buena
parte del proletariado industrial hacia 1900, en una España todavía
de predominio rural y agrario. Un proletariado que se ha ido haciendo
consciente de sus problemas: condiciones laborales (horarios,
seguridad…), muy desfavorables, como
inseguridad en el trabajo, falta de seguros y
prestaciones (enfermedad, paro, vejez); jornales
reducidos (y más los de mujeres y niños), jornadas
largas, etc. Y las condiciones sociales eran igualmente penosas (barrios y
casa insalubres, sin mínimas condiciones, hacinamiento y mortalidad,
analfabetismo...). Todo ello conducía a unas costumbres y estilos de vida
perniciosos (alcoholismo...)