1. La información que genera la sociedad, circula por canales dirigidos
hacia una gran colectividad, hacia una masa viva que recoge el testigo
de ese mensaje. El fundamento de esa información diverge entre
caminos cargados de intención. El problema surge muchas veces
cuando esta propia información queda suspendida o perdida en una
especie de limbo, en el que el binomio mensaje-intención desaparece.
Lo increíble es que en una sociedad como la nuestra, poblada de
medios tecnológicos para distribuir el conocimiento y la gran
posibilidad de acceder a él con relativa facilidad y sencillez, no
funcionan como verdadero elemento educativo. La asimilación de la
información queda distanciada y el aprendizaje interiorizado se
convierte en elemento secundario, sufriendo las consecuencias de ese
vacío el individuo en su desarrollo personal. Con ello los riesgos en
muchos aspectos de la vida se multiplican y se supedita las propias
vivencias al continuo error que surge del desconocimiento.
Buscar la herramienta que construya un pensamiento eficaz, reflexivo
y vivencial es una tarea cercana y tan directa, que sus efectos en el ser
humano, provocan una reacción inmediata. Indudablemente, esa
herramienta posee la sabiduría de la que se ha impregnado el hombre
desde que comenzó a comunicarse; la escenificación en el abrazo
amplio del teatro. El soporte pedagógico del mensaje, del hecho, del
pensamiento, despierta la conciencia del que escucha. La unión
educación-teatro se fortalece a la vez que se nutren de la reacción
interna del espectador. El espectador aprende, reflexiona, a partir del
lenguaje directo del actor que transmite. La energía de la escena, es la
pedagogía de la presencia que se muestra con intención educativa. Los
signos utilizados, palabra, música, gesto, luz, color, reeducan la
sensibilidad dormida y propone con elegancia invisible, la movilidad
de inquietudes vitales que conducen a la liberación del espectador. Se
funde entonces en una correspondencia tutorizada por el teatro y una
respuesta de tutorización del espectador con su propia vida.