Este documento analiza los aciertos y errores del programa de viviendas gratuitas del gobierno colombiano. Mientras que el programa ha tenido éxito al proveer techo a familias pobres, los proyectos a menudo carecen de consideraciones urbanísticas integrales como espacios verdes, equipamientos comunitarios y capacitación a residentes. Expertos argumentan que se necesitan enfoques más holísticos que consideren las necesidades sociales y culturales de las comunidades, no solo la construcción de casas. Además, servicios como transporte y
Proyecto de reforma por los Derechos Políticos y Régimen Electoral
Viviendas gratis del Gobierno: aciertos y errores urbanísticos en su diseño
1. Aciertos y errores del Gobierno
La otra cara de las
viviendas gratis
Hace algunos días Germán
Vargas Lleras escribió en su
cuenta de Twitter: ¡En
Vivienda no puede ser más
satisfactorio el balance:
2.954 casas gratis para La
Guajira! El trino iba
acompañado de una
fotografía tomada desde un
helicóptero. Abajo, en medio
de un paisaje verde, se
observaba una enorme
mancha de cemento: la
urbanización Hato Nuevo,
con al menos 400 casas de
techos rojos.
La imagen es impactante
por muchas razones. No hay
un solo árbol en medio de
las casas. No se ve un
parque. Todas son iguales.
El espacio público es un
Texto tomado de:
EL ESPECTADOR
Domingo 5 de
octubre de 2014
Por: * Pablo Correa,
Angélica Cuevas,
Sergio Silva y María
Paulina Baena.
Fotografía:
María Fernanda Díaz
La Ovejería. Ipiales.
La alegría de muchas familias al recibir su primera casa
contrasta con algunos problemas que van descubriendo con el
paso de los días y las semanas.
2. concepto ausente. La urbanización
entera, vista desde el aire, no luce
como el paraíso prometido. Parece,
en resumen, la imagen de un
modelo de desarrollo urbano que se
extinguió hace mucho.
La mancha gris en medio del
paisaje de La Guajira sugería
muchas preguntas, pero sobre todo
una: ¿Esta es la verdadera cara del
programa de las 100.000 viviendas
gratis que el Gobierno promociona
con tanto entusiasmo y con el que
se pretende ofrecer una solución a
los más pobres entre los pobres?
Al ver la panorámica, el viceministro
de Vivienda, Guillermo Herrera,
responde: “Más allá de que esté o
no bonito para algunos urbanistas,
en Colombia nunca se había hecho
un programa como este”. Antes,
explica, las políticas de vivienda
sólo favorecían a los que podían
ahorrar, pero con este programa de
viviendas gratis se abrió la
posibilidad de entregar una casa
digna a la población en pobreza
extrema.
Según las cuentas oficiales, de las
100.000 viviendas ya han sido
asignadas 60.000, y de éstas unas
42.000 se destinaron a hogares que
han sido víctimas de la violencia y
estaban atrapados en el peor de los
círculos de la pobreza. Al
entregarles una vivienda digna no
sólo podrán gastar en alimentos lo
que antes pagaban en arriendo,
sino que el acceso a agua potable,
a unas condiciones básicas de
salubridad impactarán
positivamente sus vidas y las de
una nueva generación.
El viceministro abre una carpeta
con registros de urbanizaciones en
otros departamentos para
demostrar que la mayoría lucen
muy distinto a esa de La Guajira:
Villa Esperanza en Armenia, Luis
Carlos Galán en Espinal, Ciudadela
La Prosperidad en El Agrado
(Huila), La Gloria en Montería,
entre otras. ¿Por qué entonces esa
imagen de La Guajira? Cree que se
debe a que en cada municipio
existen distintos estándares
urbanísticos y a los diseños que
aplican las diferentes firmas
constructoras.
Una buena idea, algunos
problemas Constructores,
urbanistas, académicos, líderes de
las comunidades, no hay nadie que
niegue la importancia que ha tenido
y tiene para el país este programa
masivo de vivienda, así como los
13 macroproyectos que apuntan a
reducir el déficit de vivienda del
país. Pero también coincide la
mayoría en que hay errores de los
cuales aprender.
Rafael Obregón, quien en los años
70 fue director de la Unidad de
Planeación Regional y Urbana del
Departamento Nacional de
Planeación y en los años ochenta
estuvo detrás del Proyecto de
Ciudad Salitre en Bogotá, cree que
algunos de los problemas que
3. comienzan a emerger alrededor de
estos nuevos proyectos (viviendas
gratis y macroproyectos) se deben a
que “teneos una incapacidad
cultural para concertar soluciones
desde perspectivas distintas. A
veces resolvemos los problemas
simplemente con enfoque
económico, a veces con un punto de
vista político, y le hemos restado
importancia a que el buen
urbanismo integre todas estas
visiones”.
Pero su crítica va un poco más
hondo: “Tanto el sector público
como el privado creen que pegar
ladrillos es sinónimo de progreso,
sin darse cuenta de que en
ausencia de una capacidad de
planeación efectiva esto sólo se
traduce en caos y desmadre”.
Aprendiendo a convivir
Uno de los gestores sociales, que
trabaja para una de las
constructoras involucradas en estos
proyectos y quien pidió no revelar su
nombre, ha sido testigo de lo que
advierte Obregón. “El proyecto de
viviendas gratis busca solucionar
algo muy importante que es el
techo. Y está bien. Pero se quedó
corto a la hora de planear. En el
tema de capacitación, de educación,
de explicarle a la gente qué se iba a
encontrar en esos conjuntos”.
Las familias que llegan a convivir en
estas urbanizaciones por lo general
nunca han pagado servicios
básicos, no tienen muy claro
conceptos como áreas comunes y
privadas, no tienen ni idea qué son
juntas y asambleas de
propietarios.
Por otra parte, muchas de ellas
provienen de culturas y contextos
sociales distintos. Una de las
señales de alarma en este sentido
se presentó en Cúcuta hace unos
meses, donde en uno de estos
proyectos habitacionales
resultaron vecinos miembros de
bandas criminales enemigas, lo
que condujo a un grave episodio
de violencia. Lo que cuenta el
gestor social coincide con lo que la
investigadora Elvia Marina Meña,
de la maestría de Estudios
Urbano-Regionales de la
Universidad Nacional de Medellín,
encontró en el macroproyecto de
Pajarito(Medellín).
Luego de visitar por varios meses
estas viviendas de interés social,
documentó el precio que pagan
todos al pasar de la informalidad a
la formalidad: incremento en
gastos mensuales porque deben
pagar servicios, impuestos y
productos comerciales más
costosos; largos trayectos en
transporte para poder acceder a
colegios y puestos de salud; uso
de los salones comunales para
realizar actividades no compatibles
como velorios, misas o salas de
internet; también la falta de
privacidad y, por lo tanto, el uso de
sótanos en horas nocturnas para
realizar prácticas sexuales;
4. ocupación de toda la vivienda para
dormir; así como el uso de zonas
verdes para la realización de
prácticas culturales como cocción de
alimentos en fogones de leña,
danzas en vías principales, entre
otras.
Más que casas
“Lo que pasa es que el Gobierno
parte de un error enorme, y es
pensar que la gente pobre lo único
que necesita es un lugar para
dormir”, reclama Fernando Viviescas
Monsalve, profesor e investigador
vinculado al Instituto de Estudios
Urbanos de la Universidad Nacional.
“Lo que necesita la gente pobre es
lo que todos necesitamos, vivir en
espacios donde podamos interactuar
y convivir dignamente tener
suficiente espacio verde para
recrearnos. Donde los viejos puedan
pasar sus últimos años tranquilos,
donde los niños puedan ser niños,
donde además haya acceso a la
cultura”.
Olga Ceballos, directora del Instituto
Javeriano de Vivienda y Urbanismo
de la Universidad Javeriana,
coincide con esta visión: “Ubicas a
personas de distintas etnias y razas
en un mismo complejo urbanístico,
con costumbres muy distintas. Esto
termina generando discusiones y
malestares. Por ejemplo, la gente
monta sus negocios dentro de las
casas y la convivencia se complica”.
Carmenza Saldías, exdirectora de
Planeación Distrital durante la
alcaldía de Antanas Mockus, cree
que muchos de estos proyectos
obedecen a un urbanismo
premoderno, a la vieja forma de
ver el diseño de ciudades, en la
que se siguen haciendo proyectos
desconectados de la oferta de
servicios de las ciudades.
Sandra Forero, presidenta del
gremio de los constructores
Camacol, es una defensora del
esfuerzo que han hecho los dos
últimos gobiernos para acabar con
el déficit de vivienda y también del
programa de 100.000 viviendas
gratis que está inspirado en el
programa que el expresidente Lula
da Silva implementó en Brasil (‘Mi
casa, mi vida’). Dice que algunos
problemas puntuales no pueden
opacar el tremendo impacto social
y económico que el programa tiene
entre los más pobres.
“Con la misma plata y la misma
norma, con los mismos ladrillos
pueden hacerse ciudades
distintas”, dice para explicar
algunas de las diferencias que se
han visto en los proyectos.
Para ella el aprendizaje radica en
concebirlos dentro de una visión
urbanística más compleja.
“Nuestros constructores hacen
buenos proyectos, pero ojalá
podamos hacer buenas ciudades.
Si vienen futuros proyectos, no
sólo pensemos en estándares de
vivienda sino de urbanización”.
5. Servicios que llegan tarde
Iván Caicedo, gerente de desarrollo
de negocios de la constructora
Amarilo y en gran parte responsable
de uno de los macroproyectos más
exitosos, Ciudad Verde en Soacha
(Cundinamarca), dice que parte de
los buenos resultados de esta
iniciativa fue entender la importancia
de integrar a las viviendas
conceptos urbanísticos como
parques, alamedas, ciclorrutas y
también hacer un acompañamiento
social a las familias para que
aprendan a vivir en estos nuevos
espacios. Elementos que no siempre
han estado presentes en el
programa de viviendas gratis.
En este aspecto, la constructora ha
tenido que asumir esos costos de
preparación y entrenamiento de
líderes comunitarios y de las
familias. Para él una de las grandes
debilidades en estos proyectos ha
sido que el equipamiento, es decir,
escuelas, puestos de salud y los
puestos de Policía no han llegado al
mismo tiempo con el trasteo de las
familias, generando muchos
problemas. En toda la ciudadela de
42.000 viviendas sólo hay un CAI.
“Hemos tenido problemas de
transporte. También de educación.
No ha fluido tan rápido como
queríamos. Afortunadamente hemos
tenido apoyo del Gobierno Nacional,
pero hace falta un poco más”, dice.
Es la misma queja que se escucha
en las calles de Ciudad Verde. “Lo
que me tiene amargada es el
transporte. He tenido muchos
problemas en el trabajo por el
trancón, porque se demora entre
tres y cuatro horas para llegar”,
cuenta Alirio Bocanegra.
Una constante en los
macroproyectos como los
proyectos de viviendas gratis es
este choque de buenas ideas de
arquitectos e ingenieros con la
realidad cultural de las familias.
“Ese supermercado (Colsubsidio)
es para ricachones. Tiendas no
hay por ningún lado y las que hay
son muy carísimas. Uno prefiere
caminar para donde está la
economía”, cuenta Claudia
Fandiño, mientras compra frutas y
verduras en un puesto callejero
instalado justo frente a Colsubsidio.
Proyectos más integrales
Camilo Santa María, director de
diseño urbano de Ciudad Verde,
suma a este debate otros
elementos. Respecto al programa
de viviendas gratis, dice que ojalá
las próximas “no se regalen,
porque es malo. Si la gente tiene
que pagar al menos $10.000 al
mes siente que es un esfuerzo y
cuida más su propiedad”.
También cree que el programa se
atomizó mucho. “Si levanta un
listado por municipios se dará
cuenta de que se construyó en
muchos lugares pocas viviendas.
Políticamente era importante, pero
6. cuando se hacen desarrollos de dos
o tres manzanas sólo de vivienda no
se cumple del todo la función social
y los equipamientos”. Y concluye:
“La vivienda es para toda la vida y
tiene que quedar bien hecha. Lo que
se construye mal queda mal para
siempre”.
El viceministro reconoce estos
desafíos, pero al mismo tiempo dice
que el éxito de los programas
depende de que cada uno cumpla
con su papel: los constructores, las
autoridades locales, el Gobierno
Nacional y también las familias. De
la sincronización de esos esfuerzos
depende el éxito.
En los proyectos que ha visitado a lo
largo del país ha visto cómo unas
familias ven esta oportunidad como
un trampolín para salir adelante y
otras se quedan un poco más atrás.
Coincide con todos en que se debe
fortalecer un poco más el
acompañamiento a las familias, pero
insiste en que es difícil encontrar en
otro país un programa como este,
que busca la equidad y sobre todo
darles una segunda oportunidad a
los colombianos más golpeados por
la violencia y la pobreza.