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DESDE BELLA VISTA
de
Rosalino Carigi
2007 - 2016
VERSIÓN AGOSTO 2016
ÚLTIMOS CUENTOS
Diap 1
Diap 2
DEDICATORIA
A todos los que un día
quemaron sus naves…
Diap 3
DEDICATORIA
A todos los que un día
quemaron sus naves…
Diap 4
Alejandro Magno, al llegar a la costa de
Fenicia en el año 335 AC, vio que el enemigo
los superaba tres veces. Cuando hubo
desembarcado, dio la orden de quemar las
naves y dijo a sus hombres: "Solo hay un
camino y es hacia adelante".
Julio César al desembarcar en Gran Bretaña,
mandó quemar las naves, para que sus
soldados entendieran que o conquistaban ese
territorio o no volverían a Roma, porque la
derrota no sería considerada.
Hernán Cortez, en México, cuando el ejército
pierde la batalla, para evitar que los soldados
regresaran a España, mandó a quemar las
naves. No podía haber marcha atrás.
Y tantos más, nombres que no están en la
historia, pero que un día quemaron sus naves…
aunque fueran de papel.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
NOTA
Diap 5
* EN ITÁLICA Y CON ASTERISCO YA SE ENVIARON EN PRESENTACIONES ANTERIORES -
Y EN LA DIAPOSITIVA ESTÁN SOBRE FUNDO AZUL Y LETRA AMARILLA
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
ÍNDICE
No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap. No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap. No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap.
INICIO 1
DEDICATORIA 2
NOTA 3
01 BARTOLO (U) 6
02 DE NEGRO (U) 8
03 DEL VIENTO * (U) 10
04 LA BOLSA (U) 14
05 GATOSY ALBAHACAS* (U) 16
06 LA PALOMA RENGA (U) 21
07 LA CUARTA GRÚA (U) 23
08 RAIMUNDO (U) 25
09 CON DIOS* (U) 27
10 HUMO (U) 30
11 LA ROSA ROJA* (U) 32
12 PLUMEROS (U) 34
13 ENCUENTRO (U) 36
14 EL ANIMAL (U) 38
15 EL CRUCE (U) 40
16 EL TRANVÍAQUENO SE…* (U) 42
17 LAPRUDENTEDISTANCIA (U) 45
18 HA MUERTO UN PAJARO (U) 47
19 ELTREN DE LAS18 Y12 (U) 49
20 CALIDAD DE VIDA (U) 53
21 UNO MÁS (U) 55
46 PROMESA (U) 117
47 CARENERO (V) 119
48 JUEGOS (VECINOS) * (U) 126
49 AGONIZANDO (U) 128
50 SONRISA * (U) 130
51 QUIZÁS (U) 134
52 LOS HIJOS CALLADOS * (G) 136
53 MI ÁNGEL (U) 139
54 EL ROLLO (EL PAPEL) * (U) 141
55 EL OTRO DÍA (U) 144
56 EL LÍDER * (G) 146
57 RECUERDOS (U) 155
58 LA CASA DE DIOS * (U) 157
59 EL BOSQUE DE JUAN (U) 164
60 OTRO MAS * (U) 166
61 EL BETO EINS (U) 169
62 EL CHANCHO * (U) 171
63 LOS EX (U) 175
64 EL BALDÍO * (U) 177
65 YANO HAY MÁSTIGRES (U) 181
ÚLTIMA PÁGINA 183
SE DICE DE MI (El Escritor) 184
FIN 186
22 EL TIGRE * (U) 57
23 TIRANO (U) 61
24 UN TODO (U) 63
25 UNA TARJETA (U) 65
26 EL ASCENSOR (U) 67
27 CANTANDO BAJITO (U) 69
28 EL HURGONERO* (U) 71
29 EL TURISTA (U) 75
30 CONMIGO (TITI) (U) 77
31 LA PIEDRA (V) 79
32 INSTANTES (U) 81
33 EL CERTIFICADO (U) 83
34 EL GUÁRAMO * (V) 85
35 LOS VECINOS (U) 89
36 EL ÁTOMO (U) 91
37 OTRO DÍA (U) 93
38 ME NIEGO* (U) 95
39 TANATIA (G) 98
40 EL GATO Y EL VIEJO * (U) 100
41 EL JARDÍN (U) 104
42 TIFLOS* (G) 106
43 EL ÚLTIMO TREN (U) 109
44 EL SUICIDA (U) 111
45 BARCOS* (U) 113
Diap 6
Desde botija, Bartolo fue raro.
Muchos dicen que se debió a su nombre, un
nombre desagradable, antiguo, nada parecido a los
usados por los actores de televisión.
Además, viviendo en un barrio de ese peculiar
país, donde es hábito poner sobrenombres y
seudónimos derivados del patronímico original,
poca suerte le quedaba.
Mientras de un Roberto se obtenía el yanquizado
Robert, o el popular Beto, y hasta el multitudinario
e indefinido Tito… de Bartolo, nada bueno salía.
Tolo, sonaba espantoso. Barto, aún peor. Y Tolito,
sería la causa de infantiles peleas para demostrar
su masculinidad, o de rimas que lo aproximaban al
manicomio.
Claro, si él hubiese nacido en Nueva York, y su
padre sido un anglosajón más entre los de esa ciudad
de rascacielos de hierro, habría podido llamarse
por el resonante “Bart".
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
BARTOLO
Pero, Bartolo nació en Montevideo, se crió en
Bella Vista, y su viejo fue un gallego emigrante que
apenas sabía colocar derecha una hilada de ladrillos.
Y fuese por el nombre, o por algún gen desviado,
Bartolo creció como un niño solitario, un joven
extraño, de actitudes rayanas en la locura.
Eso sí, de una locura normal, común.
Uno más, uno de tantos.
Y allí se respeta la individualidad.
Tan común que tenía su barra de amigos.
Tan normal que lo buscaban las muchachas. Lo
diferente, atrae.
Tanto atrajo a una, la más codiciada por sus
amigos, que ésta se casó con él… y tuvieron un hijo.
Que, por lógica, no se llamó Bartolo.
Simplemente le decían: el nene.
Y, fuese por aquel gen, o los cambios en su
anormal pero serena existencia, Bartolo aumentó
su forma de ser solitario, sus actitudes extrañas. Y
su locura ya no se vio tan común.
Es un hombre grande,
que todas las tardes pasa
arrastrando un ómnibus chiquito…
01 BARTOLO (U)
Diap 7
BARTOLOBARTOLO
Sus amigos al verlo le esquivaban desde lejos.
En su trabajo lo consideraron poco fiable.
Fue otro desempleado más.
Y… para su mujer dejó de ser atractivo.
Tuvieron que dejar la casita de cuya azotea se
veía la bahía. Fueron a un cuartito en un desván,
que un viejo les dio por un tiempo, donde la
ventana estaba al mismo nivel del techo.
Para aliviarse de la opresión, salían a caminar
por la Plaza San Martín; cercana en cuadras, lejana
en posición ya que era frecuentada por la clase
media de los edificios circundantes.
Pasó el Día de Reyes.
Cierto primo de la señora, chofer de transportes,
le trajo al nene un ómnibus de juguete.
Era el único regalo que había tenido.
Y Bartolo, el nene, la señora y el chofer fueron a
la plaza. Y mientras la mujer y el primo hablaban
en un banco, padre e hijo hacían rodar el pequeño
ómnibus de madera.
De pronto, Bartolo se fue alejando mientras
arrastraba con una cuerdita al juguete.
Y se iba, se iba.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Unas cuadras adelante alguien le preguntó:
–Bartolo... ¿Dónde vas con ese juguete?..
–Al cuarto –respondió– Se lo llevo al nene que
viene atrás.
–¿Cuál nene?...
Bartolo se dio vuelta.
No había nadie.
Mujer, niño, chofer… habían desaparecido.
Todos habían desaparecido.
La calle estaba vacía.
Las puertas de las casas, cerradas.
Desde entonces hay un hombre que da vueltas y
vueltas por la plaza San Martín arrastrando un
ómnibus de juguete.
Un juguete de madera, descolorido, viejo,
desvencijado.
Y si se le pregunta donde va con eso, siempre
responde:
–Se lo tengo que devolver al nene… al nene de
Bartolo…
Y, se marcha repitiendo con voz desquiciada:
–De Bartolo… de Bartolo… de Bartolo…
Cosas de un nombre.
…oo0oo…
Diap 8
DE NEGRO
Era un hombre que vestía de negro.
Saco, camisa, pantalón, medias, zapatos, todo,
de negro.
Una vez, alguien, en broma, le preguntó si los
interiores eran negros. Y él dijo que sí.
No importaba que lloviese o no, fuera invierno o
verano, la ropa de abrigo o liviana.
El deforme paraguas era negro. La vieja gabardina
era negra. Y el descascarado bastón, negro.
Hasta tenía los ojos oscuros, con honda oscuridad
de años idos.
Pero, en esa negra figura, había dos cosas blancas:
El cabello y la barba. Totalmente blancos y cortos.
Al anciano se le podía ver en la Plaza de los
Treinta y Tres, sentado cerca de la estatua al
bombero con el niño; o en la Plaza San Martín, en
el banco junto a la placa de bronce.
En la primera descansaba luego de andar las
once cuadras desde la rambla donde su hijo tenía
un apartamento con vista al mar… y donde el viejo
dormía en un cuarto de atrás.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Después, tomaba en la esquina el ómnibus 137
para ir a la segunda, distante unos tres kilómetros.
Allí, en Bella Vista, había vivido con su mujer en
una casita cerca de la bahía.
Podía tomar el ómnibus 17, hacia el mismo
recorrido. Pero, ése no lo usaba, decía que no era
de su época.
Subía y no pagaba boleto, tenía carnet de
jubilado.
¿De qué?... ¿Acaso importaba?... Había trabajado
en tantos lugares… Hasta en dos trabajos por día.
Lo importante, para él y su mujer, fue que
nunca le faltase algo a su hijo.
Pero, ahora, envejecido, le faltaba todo al viejo
de negro.
Su mujer descansaba en la quinta de los cipreses.
Los amigos del ayer desaparecieron con el tiempo.
Y el hijo, aunque vivía, se había ido en su propio
presente.
Sucedió un día. Quizás yendo, quizás volviendo.
Pero, al subir al 137, el viejo tenía los ojos más
oscuros.
Susurró algo al chofer, y luego se dirigió al
público:
02 DE NEGRO (U)
Un viejo de pelo blanco,
todo vestido de negro…
Diap 9
DE NEGRODE NEGRO
“Respetables pasajeros, disculpen mi intromisión
en sus vidas, necesito compartir con ustedes algo
de la mía.
Hoy, después de mucho tiempo, quise hacer un
comentario a lo que hablaban mi hijo y su esposa.
Y, él me frenó así:
–No salgas con una de tus locuras…
Callé, mientras afloraba a mi cara esa sonrisa
tonta que ponemos los viejos. Y me fui.
Pero, iba pensando.
No me había dicho papá. Menos aún, viejo.
Me ordenó. Y usando apenas el compasivo tuteo.
Caminaba recordando mi juventud, en la cual
conocí a una muchacha. Me enamoré de ella. Nos
amamos mucho.
Y salí con la locura de dejarla embarazada.
Pudimos evitar que él naciera. Sin embargo, no
lo hicimos. Nos casamos a pesar de no tener nada.
Juntos, enfrentamos necesidades y sacrificios.
Y salí con la locura de tener un hijo.
Quisimos que fuera mejor. No asistió a la
escuela pública. Tomé un segundo trabajo. La vieja
cosía en la casa.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Y salí con la locura de mandarlo a un colegio
particular.
Llegó hasta la universidad. Tuvo todo lo que
precisara. Se recibió. La doña y yo estábamos ya
viejos. Pero, a él, el barrio le quedaba chico.
Y salí con la locura de mudarnos.
Se ennovió con un mujer de posición. Vendimos
todo. Se lo dimos de inicial para que comprase en
un buen lugar.
Y salí con locura de ir a vivir en el cuarto de
atrás.
Allí, en silencio, la vieja compañera callada de
todas mis locuras, un día se fue. Lo demás ya nada
importa.
Que él siga con su cordura.
Yo… sigo con mi locura.
Señores pasajeros, muchas gracias por haberme
permitido compartir con ustedes.”
Un aplauso general le acompañó mientras
bajaba.
El viejo de negro había llegado a una de las
plazas.
…oo0oo…
Diap 10
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
El viento me cuenta cosas,
cosas que no debiera contar…
03 > DEL VIENTO > 2 (U)
(Presentación anterior Nº 14)
Miro la bahía. Allá, a varias cuadras.
El sol brilla. La marea está alta. El agua,
serena. Pero, el viento silba. Es extraño.
Me pongo una campera. Zapatos cómodos.
Tomo el bastón. Salgo.
–¿Dónde vas? –me preguntan al llegar a la
puerta.
–Adonde me lleve el viento. –respondo, y
cierro.
Y al llegar a la esquina el viento me empuja
hacia el mar que se recuadra entre los árboles al
final de la calle.
Y me empuja… y me lleva…
Paso por veredas bordeadas de casas, de
depósitos.
Y, al final, el viento me hace cruzar la rambla,
su vía asfaltada, su isla central con pasto y
pedregullo.
Estoy a pocos metros del mar. Me separa de él
una oxidada vía de ferrocarril y un ancho
malecón de piedras.
Y el viento se suaviza. Y me lleva mansamente
al oeste.
Diap 11
DEL VIENTODEL VIENTO
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
El rompeolas está hecho con enormes rocas
basálticas y de granito, mezcladas como si los
cíclopes se hubiesen divertido tirándolas allí.
El sol centellea en las rocas mojadas por el
agua, o reverbera en las que están cercanas a la
vía.
Veo sobre una roca gris, el cuerpo de un
hombre. Cerca, una raída bolsa de mendigo.
Está acostado. Quieto.
Quizás duerma una borrachera.
Quizás esté muerto. Temo. Me le acerco.
Subo sobre una piedra. Mi sombra lo cubre.
Me tranquilizo. Respira.
Se mueve. Levanta la cabeza.
E instintivamente pregunto:
–¿Puedo hacer algo por usted?
–Sí… que se quite. Me está tapando el sol.
Sonrío ante la respuesta de este Diógenes
alcoholizado. Me aparto.
Y él se sienta en la piedra. Frente al sol.
El viento se ha detenido.
Yo sigo de pie, en otra roca.
–¿Está bien? –inquiero, con inexplicable
confianza.
Diap 12
DEL VIENTODEL VIENTO
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–Ahora, no. –indica con voz de resaca–
Estaba bien antes que usted me despertara.
Cuando dormía y soñaba.
–Los sueños, sueños son… –musito viendo el
horizonte.
–Una perogrullada que dijo Calderón. –
ironiza él.
Vuelvo a sonreírme. Pero pienso en la utópica
realidad. El viento me ha llevado a hablar con
un bichicome borracho…
Uno que sabe la respuesta de un filósofo y de
literatura clásica..,
–¿Lo leyó? –susurro, sin disimular mi
asombro.
–En otro tiempo… en otra vida… todos somos
como barcas en el mar… vamos donde nos lleva
el viento… o la fuerza que tenemos dentro.
Lo observé. Hablaba mirando los restos de un
lanchón que afloraban próximos al rompeolas.
–Mientras sigamos a flote, no importa lo que
nos empuje. –continuó– Pero si un día
naufragamos, aunque sea cerca de la orilla, nos
hundimos en el barro, en el fondo.
–Sin embargo –dije todavía esperanzado– de
esa barcaza afloran aún la proa, la cabina y el
árbol del timón.
Diap 13
DEL VIENTODEL VIENTO
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–Una proa clavada en la tierra, –murmura él–
una cabina vacía y oxidada. Y un timón que se
perdió en la profundidad… Adiós, señor.
Se despedía. Lo miré. Estaba tomando de una
sucia botella sacada de la raída bolsa.
Lo dejé. Salté de las piedras al camino.
Atravesé la rambla viendo si no venía algún
vehículo.
El viento sopla de nuevo. Esta vez desde el
mar. Me hace subir por una calle.
En ella aún están los rieles de un tranvía
desaparecido hace años. Me invade la nostalgia.
–¿Tiene fuego? –pide alguien con un cigarrillo
en la mano.
–No. –y agrego justicándome – Hace mucho
que lo dejé.
Y me pregunto que fue lo que dejé hace
mucho… ¿el cigarrillo o el fuego?
Pienso que soy un Prometeo al que el viento le
apagó la llama.
Y el viento cambia, empujándome hasta el
apartamento.
–¿Volviste? –preguntan al abrir la puerta.
–Sí. Me trajo el viento. –respondo, y cierro.
…oo0oo…
Diap 14
LA BOLSA
Era una bolsa cualquiera.
No tenía impreso ningún nombre ni una marca
conocida, ni una carita sonriente ni resaltantes
colores, ni siquiera era de un color definido.
Quizás su origen fue de polietileno blanco. Pero
ahora, su turbio gris, mostraba la unión con ignotos
materiales en cientos de recuperaciones y mezclas.
Y ahí estaba, en el suelo, arrugada, vacía, sucia,
muy usada, tirada en la calle.
Y, en lo intrínsico de sus moléculas, algo le decía
que no era la primera vez.
Tal vez alguien la echó de su casa luego que ella
le había servido para traer algo; o un mendigo la
sacó de la basura y, viendo que nada tenía adentro,
la arrojó a la vereda.
Y, arrastrada por el viento, en medio del polvo y
del agua sucia, llegó cerca de otras, blancas, negras,
amarillas, con caras siempre sonrientes y nombres
conocidos.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Un mismo final, sin importar lo que fueron o
pudieron ser. Pero, aún rodando todas, las otras
mantenían su apariencia, su forma, su color. Hasta
rodaban aparte. Ella, no.
Era una bolsa cualquiera.
Gris, descolorida, con manchas, deforme,
gastada, que apenas se movía. Siempre quedaba de
última al ser empujada por la brisa.
Pero, en cierto instante, el viento las arremolinó.
Y volaron en una espiral. Subieron y subieron. Alto
iban las de calidad.
Ella, más despacio, más endeble, más abajo, las
seguía.
Se sentía viva. Llena de aire.
Y aunque las otras se tocaban entre ellas como
saludándose y susurraban despreciándola; ella,
sola, se seguía elevando.
Y pudo ver el mar, la bahía, el horizonte. Y flotó
viéndolo.
De pronto el viento cesó. Las otras cayeron de
inmediato.
Pero ella, por no tener peso, permaneció en el
aire en suave vaivén con la mínima brisa.
Ser o no ser,
o lo que se cree ser…
04 LA BOLSA (U)
Diap 15
LA BOLSALA BOLSA
Y bajando lento hasta quedar enganchada en la
rama de un árbol.
De allí vio, allá abajo, en la calle, entre el polvo y
el agua sucia, a las otras, las pesadas, las fuertes.
Era una bolsa cualquiera.
Que, llevada por el viento, llegó a una rama. Y
en ésta pasó primavera, verano y otoño. La lavó la
lluvia, la secó el sol, la acariciaba la brisa.
Y cada día se hizo más parte de lo que la
sostenía. Hasta creyó que le llegaba su savia.
Y le pareció crecer cada día viendo el mar, la
bahía, el horizonte.
Hubo momentos que se sintió hoja, hubo
momentos que se sintió flor. No quiso sentirse
fruto, porque los frutos caían. Y no envidió a los
pájaros… ya que también ella había volado.
A veces imitaba sus aleteos con los jirones que le
habían producido las tormentas. Éstas la sacudían.
Pero, pasado el temor de ser desprendida de su
agarre, pronto las olvidaba.
En el otoño creyó tener amarillo, luego ocre, y
finalmente marrón.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Pero, una a una, sus amigas las hojas, caían,
desaparecían… y quedándose sola, vio que sólo era
una bolsa rota y gris.
Llegó el invierno. Y, enganchada como una
banderola en la escuálida rama, pudo ver, muy
cerca, la orilla del mar. Allí, en una turbia resaca,
yacían mezcladas las otras bolsas.
Deshechas, sin forma, sin nombres, sin caritas
sonrientes, hundidas en la sucia arena, manchadas
por el lodo.
Las había arrastrado el arroyo, las había
revuelto la correntada.
Con lúgubre sonido, un fuerte y frío viento la
sacó de lo que creía suyo. Y la fue llevando sobre la
tierra, sobre la orilla, sobre el mar…
Hacia el horizonte final…
Más allá… más allá…
Y en el aire recordaba… había sido hoja, había
sido flor, hasta voló como los pájaros.
¿Dónde iría a caer?... no le importaba.
Después de todo…
Era una bolsa cualquiera.
…oo0oo…
Diap 16
GATOS Y ALBAHACAS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Las plantas son seres vivos,
y ellas nos dan el oxígeno para respirar…
05 GATOS y ALBAHACAS (U)
(Presentación anterior Nº 24)
Narración de un hecho real…
aunque los cuerdos no lo crean.
Dedicado a las gatas Rayita y Mimí
y a las plantitas Alba y Haca…
seres que me acompañaron
y que ya no existen.
Mimí I ………
Montevideo, Año 2010
Montevideo, 16-Jun-2012
(Cáncer – Eutanasia)
Rayita
Valencia. Vzla. 7-Ene-1994
Montevideo, Uru. 6-Jun 2012
(Vejez – Eutanasia)
Alba y Haca.
Montevideo, Enero - Año 2008,
Montevideo, Julio - Año 2008,
(Muerte natural)
Es domingo. Siete de la mañana.
La gata vieja está en el balcón esperando tomar
su baño de sol.
De un sol que aún no ha podido salir de atrás
de los bloques de apartamentos.
Hemos cumplido el ritual de cada amanecer.
Éste consiste en que ella, todo aún a oscuras,
salta sobre mí.
Y, mordisqueándome la ropa, me despierta.
Es inútil hacerme el dormido. Sabe si lo estoy
de verdad.
Me exige, en un concierto de maullidos, que
más bien parece una retahíla de regaños, que me
levante.
Al hacerlo, se adelanta y, veloz, me lleva hasta
la cocina.
Va sin dejar de reclamar, pero en tono más
bajo, que le dé su desayuno extra de carne cruda
y cortada en cuadraditos.
Cortarla es un ejercicio. Yo que echo a la gata.
Y ella que se sube al mesón, y se mete entre mis
manos mientras corto, para robar una tirita.
Ésa le debe parecer más sabrosa.
Diap 17
GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Mientras estamos en esa pugna, aparece su
sobrino.
Un joven gato mezcla de siamés y angora.
Un hermoso macho que un día caparon para
que viviese en la sociedad humana.
Éste hace una segunda voz en el coro del pedido.
Sin embargo, los maullidos de él son suaves,
finos, como deben ser los de un animal
perteneciente a la clase alta.
Un felino que de cachorro escapó, o lo echaron,
de alguna quinta de millonarios.
En la cual, a escondidas de los propietarios, la
mimada gatita angora tuvo un desliz.
Y, en cuidados jardines, se dejó montar por el
serio macho siamés de otra gran mansión.
Los dueños esperaban cruzarlos con congéneres
de la misma raza.
Pero los gatos no tienen dueño, nos permiten
vivir con ellos.
No saben eso de razas.
Se escabullen facilmente.
Y aunque gritan al aparearse…
siguen naciendo más gatitos.
No era así la historia de la gata vieja.
Una gata gris, a rayas, criolla, un eufemismo
para decir que es mezcla de todas las razas.
O sea: Una gata de verdad.
Fue recogida en un baño público, luego de ser
golpeada, enferma, abandonada a los pocos días
de nacer, dejada a morir por su madre para
salvar los otros cachorros sanos. Pero los
designios de la naturaleza son impredecibles.
Halló un ser humano que era humano, tal vez
más con los animales que con los humanos.
Y la recogió. Era tan chica que cabía en la
palma de sus manos.
Y la cachorrita fue cuidada, salvada.
Y, tristemente, también esterilizada para que
la familia de ese ser la permitiese vivir en el
apartamento de la ciudad.
Y vivió, y envejeció junto al hombre.
Siempre fue arisca, retraída, solitaria. Sólo se
dejaba acariciar por él. Y poco. Enseguida se
alejaba. Y si él insistía, le largaba un tarascón.
Quizás por que no olvidó su inicio. O quizás se
parecía él.
Diap 18
GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Mi familia protesta por que les doy de comer,
a los gatos, carne cruda.
Dicen que los tengo mal acostumbrados. Que
hay alimentos especiales, y artificiales, para ellos.
Prefiero no responder. Yo también encuentro
muchas cosas especiales, y ya preparadas, en el
supermercado.
Pero, me gusta comer un queso común y tomar
un vino barato. Quizás por que no olvidé mi
inicio. O me parezco a la gata.
El ritual del amanecer sigue con agarrar dos
macetitas. En cada una hay tres o cuatro plantas
de albahaca.
En realidad las macetas son vasos desechables,
ésos de plástico.
Las plantitas fueron compradas en la feria, hace
como dos meses. Pero, al traerlas al apartamento,
las vi tan tiernas, tan pequeñas, tan lindas y
suaves, que sentí afecto por ellas.
Y, en lugar de cortarlas para un
pesto, dividí el paquete en dos,
poniéndolas en esos vasos.
Como traían las raíces envueltas
en tierra, se amoldaron enseguida.
Y comenzaron a crecer en juvenil
competencia.
Mientras los vecinos mostraban finas macetas
con plantas de flores, yo tenía dos vasos baratos
donde las albahacas se erguían esbeltas junto al
vidrio que cerraba la terraza..
Todas las mañanas, luego de darles su carne a
los gatos, las tomo con delicadeza y las llevo a la
pileta de la cocina para pasarlas bajo un hilito de
agua.
Y, colocándolas horizontalmente, refresco sus
hojas en el cuenco de mi mano izquierda,
mientras con la derecha giro el vaso que ya no
tiene tierra sino un aglomerado de raíces.
Luego las paro para que escurran el agua en
exceso.
Debo cuidar que se mantengan en equilibrio.
Han crecido tanto, y tan delgadas, que la base
ya le es pequeña y caen facilmente.
Y, no sé por qué… me recuerdan mi juventud.
Las llevo nuevamente contra
la ventana de la terraza. Y allí
quedan, disfrutando del sol.
Cierta vez observé que el vidrio
se empañaba alrededor de ellas.
Comprendí. Respiraban...
Eran seres vivos…
Y me sentí bien.
Diap 19
GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Hoy es domingo. Nueve de la mañana.
Los gatos dormitan luego de haber comido.
Las albahacas han regresadofrescas a su
mirador.
He terminado con ambos rituales. Pero, hoy
debo cumplir con uno más. Debo ir a la feria.
Ésa que hacen todos los domingos en la calle a
la vuelta del edificio donde vivo.
Donde, por unas horas, la clase media es
humilde.
En una calle de casas viejas y veredas rotas
Saco de atrás de la puerta de la cocina la bolsa
de malla.
Y oigo a mis espaldas una voz fresca con
aroma conocido:
–Hoy se cumplen ocho semanas que nos trajo.
–Así es. Creo que va al mismo lugar. –agrega
otra voz similar.
Giro. Los gatos han venido y están mirando
las plantas. La lógica rechaza esa utópica
irrealidad.
La albahaca más alta está algo curvada, como
hablando con la del vaso próximo.
Y yo, inconciente e irreflexivo, les pregunto
paternal:
–¿Quieren ir conmigo hasta la feria?
Ambas sacuden sus hojas. Puede ser la brisa
que entra por la hendija entre las ventanas.
¿O tiemblan de emoción?
–¿Tú que dices? Eres la mayor. –le inquiere la
más pequeña.
–No sé… - y, bajando la voz, prosiguió la alta–
La última vez que estuvimos allí fue después de
sacarnos de la tierra. Y era para vendernos…
para ser masticadas.
–Quédense tranquilas, –dije, calmándolas–
sólo las llevaré a pasear, y luego las traeré de
vuelta.
–Pero has ido más veces, –la más chica aún
temía– y has traído a otras que cortaste con el
cuchillo… y devorado.
–Sí, es cierto. –aclaré– Me gusta el sabor del
albahaca. Los animales para subsistir debemos
comer. No somos como ustedes, las plantas, que
viven del aire y del sol.
–No olvides el agua. –sentenció la mayor–
Por algo nos mojas cada día. En fin, por ello
confiaremos en ti. Vamos.
Puse las macetitas en un canasto de grandes
aberturas para que las albahacas pudiesen ver
hacia afuera y disfrutar del paseo.
Y… fuimos a la feria.
Diap 20
GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
La gente me miraba como a un demente, más
al oír que yo conversaba con ellas.
No comprendí su extrañeza.
Muchos llevaban perros y hablaban con ellos.
¿Cuál era la diferencia?
Las plantas saltaban en el cesto, alegres de
estar fuera de las paredes del apartamento.
Hasta las escuché gritarles a las albahacas que
estaban en los puestos para ser vendidas
Volvimos. La burlona mirada de los puesteros
hizo que no comprase nada.
No me importó. Las verdes hojas de mis
plantas brillaban más que nunca.
Volví a lavarlas. Traían polvo de la calle.
Y las puse en la ventana.
La gata y el gato vinieron y quedaron viéndolas
atentos.
Llegó mi familia y les conté.
Les dije que las escucharan.
Me miraron compasivos, ellos nada oían.
Pero yo las seguía oyendo como comentaban
del paseo.
¿Será que las plantas sólo les hablan a los
gatos y a los locos?
…oo0oo…
Diap 21
LA PALOMA RENGA
Fría mañana de otoño.
Dentro un mes será invierno.
Cruzo la plaza llevando mi mano izquierda
metida en el bolsillo del abrigo. La artritis en la
muñeca me hace añorar el calor.
Paso cerca del asiento en cemento que está
debajo la placa que explica el nombre de la plaza.
No le he leído nunca. Para mí es la plaza de
enfrente… y eso basta.
No es así con el banco. De noche duerme en él
un hombre joven.
Mucha debe ser la pobreza, o el abandono, para
tener la valentía de pasar esas horas en la
congelante intemperie.
Apenas amanece se levanta, se arregla con
detenimiento, recoge lo que le sirve de cobertor, lo
guarda en la mochila. Es extraño, la mochila
aparenta nueva y de calidad. Y se sienta.
Al poco tiempo, caminando, llega un viejo
metido en un sacón de grandes bolsillos. De uno
saca puñados de granos que arroja a las palomas. Y
éstas salen de su letargo y comen.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
De otro, extrae un paquetito y se lo entrega al
joven. Éste lo toma, limpia el resto del banco, e
invita a sentarse al anciano quien lo hace con
mucha camaradería.
Luego el joven abre el paquete y come de su
contenido, sin apuro, despacio, mientras charla
animadamente con el viejo.
Y, de abajo del banco ha surgido una botella de
refresco.
A veces uno señala un pájaro; el otro, un árbol.
Los vecinos pasan y los saludan. Algunos quedan
un rato hablando con ellos. Finalmente todos se
van, los vecinos, el viejo, el joven.
Las palomas siguen alrededor de la estatua
ecuestre. Las veteranas digiriendo en paz. Pero, las
más impetuosas suben sobra la montera del héroe,
donde eyectan libremente.
Llego.
Los humanos se han ido. No, el caballo y su
jinete. Permanecen estáticos en el bronce y en la
historia.
Y las aves remontan y vuelven al suelo.
Es cuando la veo…
¡Es una paloma renga!…
Y los brazos se hicieron alas,
para poder volar…
06 LA PALOMA RENGA (U)
Diap 22
LA PALOMA RENGALA PALOMA RENGA
Se bambolea al andar, inclinándose en cada
paso hacia el lado izquierdo para luego nivelarse
nuevamente al apoyarse en su extremidad derecha.
Y lo hace con total naturalidad.
En la izquierda le faltan todos los dedos. Solo le
queda el delgado tarso terminado en un muñón
que, encallecido por el tiempo, recuerda la pata de
palo de un antiguo pirata.
Las demás le dejan lugar en su picoteo de los
granos. Se nota que se ha ganado el respeto, ya que
la compasión no es instintiva entre las aves. Por lo
contrario, repelen al débil.
¿Cómo perdió los dedos?
Quizás le quedaron pegados en el desesperado
esfuerzo de desprenderse de la “cola para pájaros”
que un llamado humano puso en un alambre.
O, tal vez, en la noche, en un descuido del ave,
la mordió una rata de albañal. Pero la paloma supo
luchar y prefirió quedar renga antes de ser
devorada por un rastrero.
O, simplemente, nació sin ellos. Cualquier otro
pichón con ese defecto habría muerto de hambre.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
La naturaleza elimina a los menos capaces y a
los que les falta la voluntad de vivir.
Pero ahí estaba ella, viva, con sus músculos más
fuertes por el esfuerzo de cada paso.
Viva, caracoleando y no dejándose abusar por
nadie. Viva, renga pero viva.
Levanté mi bastón.
Todas corrieron para luego remontar en ágiles
aleteos. Una nube de aves subió al cielo.
La paloma renga también corrió, cojeando,
desgarbada.
Pero al estar en el aire fue la que llegó más alto,
más lejos, la de vuelo más agraciado.
Y en su cuerpo estilizado no se veía esa pata ni
la otra… sólo se veían las alas.
Me fui de la plaza. Cada tanto me daba vuelta
para mirar la bandada de palomas.
Una tras otra iban volviendo al suelo, y caminaban
en busca de más comida.
Pero una seguía en sinuosos vuelos.
Era la paloma renga.
¿Acaso se necesita pies para poder volar?
…oo0oo…
14 Mayo 2008
Diap 23
LA CUARTA GRÚA
La cuarta grúa fue la primera cuando ese muelle
era nuevo.
No hace muchos años de eso, pero ahora todo se
vuelve viejo al poco tiempo.
Tuvo la atracción de la primicia, la eficiencia del
desarrollo, la fuerza de sus partes modernas. Los
barcos de carga hacían cola para estar debajo ella.
Y, mientras las viejas grúas languidecían en los
muelles interiores del puerto, ella lucía su
esplendor en esa punta disfrutando en sacarle y
ponerle al favorecido del momento.
La eficiencia es arma peligrosa. Otorga fama.
Pero, si no da abasto para todos, despierta la
necesidad..
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Pronto tuvo otra grúa igual a ella y junto a ella.
Dejó de ser la primera
Sin embargo, no pasó a ser la segunda.
Eran las dos grúas que preferían los barcos
cargueros apurados de estar poco en puerto.
Y juntas, las dos satisfacían sus deseos.
No contaron que a pesar de su altura, elegancia y
fuerza, sólo eran herramientas grandes del hombre.
Y la ambición de éste es insaciable. Cuanto más
obtiene, más quiere.
Al poco tiempo montaron en ese muelle dos
grúas más. Más modernas, más altas, más fuertes,
más eficientes, más nuevas. Que atendieran a más
buques y más rápido.
Y la antigua primera grúa quedó en la punta.
Viendo como entraban los cargueros y la dejaban
atrás. Viendo como las dos grúas nuevas saciaban
a los barcos enseguida. Viendo como la que fue su
compañera, se unía a las nuevas.
A ella sólo la usaban como emergencia, como
ayuda, para los viejos mercantes, o para las cargas
de popa.
Y, levantado su brazo al cielo, se volvió la cuarta
grúa.
07 LA CUARTA GRÚA (U)
GRÚAS - PUERTO DE MONTEVIDEO
AÑO 2008 – FOTO DEL AUTOR
No importa ser el primero,
no importa ser el único,
lo importante es ser el último…
Diap 24
LA CUARTA GRÚALA CUARTA GRÚA
Era la que estaba a la entrada del atracadero, del
remanso.
La que primero se ve al entrar. La que última se
deja al irse.
La más vieja, la más conocida.
Y por eso, la menos buscada.
Allí, siempre sola, siempre apartada. Usada por
obligación, por necesidad.
Ya que a hombres y barcos les gusta utilizar lo
nuevo. La novedad atrae, lo conocido aburre.
Se hizo solitaria, o ya lo era desde su inicio. Fue
la primera cuando no habían llegado otras.
Y ser primero es estar solo.
Desde ese lugar veía venir de lejos, del horizonte,
a cada barco en busca de puerto.
Y desde ese lugar, lo veía irse, desaparecer en la
lejanía del mar en busca de otro puerto.
Los conocía a todos. Todos habían estado
debajo ella cuando ella era la única.
Los había vaciado de la carga que traían. Y
había colmado sus entrañas con otras cosas.
No importaba de que color eran ni de que
nacionalidad.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Al pasar la escollera, todos eran empujados por
un remolcador que; cual alcahuete, los ponía junto
a ella y se iba.
Y si llegaba uno nuevo, daba lo mismo.
Sólo podía ser más alto, más largo, más ancho,
con más capacidad. Pero, en su interior o cubierta,
sería parecido a los demás.
El tiempo le había enseñado que todos venían
con ganas de dejar. Que todos querían quedarse
poco. Que todos querían marcharse pronto. Que
todos se iban llevando algo.
Sabía que los barcos cargueros tienen alma de
marinero.
Que van de puerto en puerto. De grúa en grúa.
Las nuevas enloquecían por ser las preferidas.
En su momento ella lo fue. Eso ya no le importaba.
Porque si los cargueros tenían alma de marinero,
ella la tenía de vieja mesera de puerto. Que aún
sirve, que se usa en caso de necesidad, pero que
ninguno recuerda.
Con su brazo en alto, ahora sólo era la cuarta
grúa.
Pero, para muchos, ella fue la primera.
…oo0oo…
27 de Mayo 2008
Diap 25
RAIMUNDO
Raimundo Insurance Duprevú nació asegurado.
Más aún, estaba asegurado antes de nacer.
Y, por lógica, fue concebido luego que sus
padres se aseguraran de poder hacerlo.
Porque, como se había vuelto natural en ese país,
primero ellos tuvieron cinco años viviendo juntos
como compañeros, un eufemismo por concubinato.
Aducían, al igual que los jóvenes modernos, que
era para conocerse mejor mutuamente, y que al
llegar al matrimonio legal estuviesen seguros el
uno del otro y de lo que hacían.
Además, en esos cinco años, en los cuales tenían
los goces de ser pareja pero sin responsabilidades
ni obligaciones se iban asegurando en sus trabajos.
Prefirieron tener anodinos puestos públicos,
rechazando buenos empleos en el campo privado
para evitar riesgos con los servicios asistenciales
en su vida y con la jubilación.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
A los cinco años, y por contrato, les dieron un
aumento de categoría y de sueldo.
Si era o no meritorio, no venía al caso. Era un
beneficio seguro obtenido por el sindicato.
Hicieron cuentas, sopesaron el costo de la boda,
los gastos como matrimonio, la posible inflación,
los compromisos, el pro y contra futuros, y…
habiendo previsto todo, se casaron.
Eso no quitó que en el documento existiese una
cláusula de prevención que, en caso de divorcio,
cada uno mantenía sus haberes anteriores y recibía
la mitad de los obtenidos juntos.
Y vivieron casados, pero como los cálculos
daban que aún no era económicamente seguro
tener un hijo, seguían con sus precauciones para
evitar ese nacimiento.
Ya había aparecido la píldora anticonceptiva
para la mujer, cosa que les permitía disfrutar más
su unión sexual. Ella la tomaba.
Pero, por si acaso, él seguía usando el preservativo.
Y otros cinco años. Otro ascenso y aumento
sindical.
A veces, de tanto vivir
previniendo para el futuro,
se olvida vivir el presente.
08 RAIMUNDO (U)
Diap 26
RAIMUNDORAIMUNDO
Sus padres volvieron a hacer cuentas.
La situación social y económica era segura.
Además, evitaban el riesgo que puede tener un
embarazo luego de los treinta años de la mujer.
Su madre dejó las píldoras, y su padre el condón.
A los dos meses a ella le faltó le menstruación y
tenía mareos…
Sin embargo, fueron al médico para que les
asegurara que estaba encinta.
De inmediato la mujer se acogió al seguro de
maternidad, y él a uno de desempleo. Y ambos
cansaban al doctor con cualquier molestia fuera
del proceso previsto de gestación.
Cuando el niño nació, hacía meses que estaba
inscrito en sociedades médicas, institutos de
cuidados infantiles, y hasta ya tenía seguro de
vida… por si fallecía.
Llegaron al extremo de ordenar que le hicieran
un examen del código genético a fin de tener la
seguridad que era hijo de ellos… en prevención de
posibles errores de la clínica.
El niño creció bajo mutualistas de la salud, y
tuvo todas las vacunas existentes.
Se educó en institutos que previeran las fallas
con sicólogos y profesores especiales.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
No le dieron un hermano. No querían que el
niño o ellos pasar otro riesgo.
Y cuando Raimundo se hizo hombre, fue un
empleado público como ellos.
Respecto a hacer ejercicios físicos le prevenían
respecto al peligro de los deportes.
Pocos amigos tuvo. En cuanto al sexo, utilizaba
las mujeres previstas para ello. Y, siempre con las
precauciones correspondientes.
Nunca se casó. Las estadísticas indicaban que la
mayoría de los matrimonios actuales terminaban
en imprevisibles divorcios.
Tampoco tuvo hijos. Nada le aseguraba que le
costearían un instituto donde cuidarlo de viejo. Lo
pagaba él mismo.
Raimundo Insurance Duprevú nació asegurado.
Así vivió y así falleció. Murió sin esposa ni hijos
ni amigos a su lado.
Pero había una enfermera paga, un acompañante
a tiempo completo, y estaba en el mejor ancianato.
Lo velaron en la Funeraria La Previsora. Sus
restos están en un nicho de la mutual Previsión.
Pero… nadie lo recuerda.
Para eso, no existe compañía de seguros ni de
prevención.
…oo0oo…
Diap 27
CON DIOS
El otro día, muy de mañana, temprano, con
frío y aún entre la niebla, cruzando la plaza, yendo
para el automercado, me encontré con dios…
Sí, sí… con dios, así con minúscula.
Tan arcaico estaba, que ponerlo con mayúscula
no representaría su estado actual.
Al principio dudé, ya que no tenía la habitual
túnica blanca luminosa ni el halo radiante.
En su lugar portaba un rústico poncho marrón
y un gorro gris que le cubría hasta las orejas.
Comprendí que con la gélida temperatura y la
humedad reinante, no podía usar la etérea
vestimenta de los cuadros.
Se hallaba en el banco de piedra, ése que se
encuentra del lado izquierdo del monumento al
libertador, el cual, como todo héroe, tiene que
estar montado en un caballo.
Algunas viejas, eran las ocho y media, iban a
la carnicería y, pasaban indiferentes…
¡Otro viejo!... ¡y qué mal vestido!
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Dios no ha muerto,
ha pasado al olvido…
09 CON DIOS (U)
(Presentación anterior Nº 1
Diap 28
CON DIOSCON DIOS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
No hay mayor desprecio que el no aprecio.
Y en aplicar eso no hay mejor intérprete que
la mujer.
Pero, yo era hombre, y también viejo.
Por tanto me animé a preguntarle dubitativo:
–Perdón, señor… ¿Usted es Dios?...
–Sí, hijo mío… soy dios… uno no puede dejar
ser lo que es.
Me sentí delante la verdad divina. Sólo Él me
podía llamar hijo mío a mi vetusta edad.
Y al definirse a sí mismo, lo había hecho tan
resignado que, él debía serlo en minúscula.
–Pero… ¿qué te ha pasado?... –no pude
menos que decir.
–En tus preguntas está la explicación. –
respondió con una sonrisa sardónica- En el
principio me trataste con respeto y de señor… Y
ahora, hasta me tuteas como uno más.
–Disculpe…–me apresté a aclarar– no quise
ser insolente.
–No. No me molesta eso. Por lo contrario, es
tan triste ser un dios perfecto y único. Sólo hay
algo peor: Ser olvidado.
Él era dios, y yo criatura, pero dije compasivo:
–No creo que haya sido olvidado. Es que hoy
no nos queda tiempo para meditar. Sólo se venera
la eficiencia. Además, la tecnología aparenta
opacar sus milagros del ayer.
–Veo que los sacerdotes hicieron su labor en
ti. –respondió socarrón- Lástima que también
pusieran los dogmas. ¿Crees que si yo fuese
perfecto habría hecho tantas cosas imperfectas?
Levanté mi ceja en la clásica expresión de
duda. Y él siguió:
–Aún puedo hacer milagros. Pero me cansé
de hacerlos, la gente los quería sin esfuerzo de su
parte. Como si fuese mi obligación ¿Crees que la
tecnología puede hacer esto?
Agitó su mano hacia la estatua. Y el héroe de
bronce, que miraba a la derecha, giró su cabeza
viendo a la izquierda. Pero, la gente continuó
caminado sin percibir el cambio.
–¿Te das cuenta? –me preguntó deprimido–
Nadie lo notó. Cada uno en su problema, su
camino. Es la indiferencia… es lo que acaba con
los dioses… y con los humanos.
Diap 29
CON DIOSCON DIOS
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Callé. Nada podía yo agregar a eso.
Y dios, riéndose de sí mismo, cualidad de
eterna sabiduría, dijo agitando su mano:
–Dejemos la estatua como estaba. Sean de
bronce o carne, las criaturas empiezan mirando
hacia la izquierda, con los años miran de frente… y
terminan viendo la derecha.
Largamos una sonora carcajada.
Un mortal había logrado hacer reír a dios…
fuese con mayúscula o minúscula.
–¿Qué sabe de Lucifer? –pregunté desviando
la conversación.
–Pobre diablo… –respondió dios añorando–
Pobre criatura mía, rebelde y desorientada. Tuvo
su momento de auge en los años de liberalidad…
Pero, también él cayó en el olvido..
Dejé a dios en la plaza.
Yo tenía que ir al automercado.
Cuando volví, el banco estaba vacío.
Tal vez dios se había ido a otra plaza, a hablar
con otro viejo, a hablar del olvido…
Sólo dios sabrá…
…oo0oo…
Diap 30
HUMO
El hombre cerró el cajón del escritorio.
Otro que quedaba vacío como los demás.
Un escritorio que había guardado en sus entrañas
documentos, herramientas, poesías… cuentos.
Sacó del sobre el pasaje.
Y por enésima vez lo releyó. Sabía su contenido
de memoria.
Pero, aún temía un error. Temor que no pudiese
partir. Temor de marcharse…
Y, por enésima vez, comprobó que estaba todo
normal. El día, la hora, el vuelo, el aeropuerto, la
salida, el destino.
Y, con la agridulce mueca del que se va, lo puso
en el maletín. Junto al pasaporte.
Junto a otras cosas importantes. O que creía
importantes. Cosas que indicaban quien era, quien
fue, que tenía, que tuvo.
Que llevaba. Que debía hacer aún.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Oyó que le venían a buscar.
Se levantó de la silla. Miró el espejo.
Vio una imagen distinta a la de cincuenta años
atrás. Fue a la ventana.
Por enésima vez miró el paisaje.
El valle, las montañas, el sol, el cielo, las nubes, las
flores, la exuberante naturaleza, las calles, la gente.
No necesitaba una foto… estaba dentro de él.
Y cerró la persiana.
Cruzó el apartamento sin detenerse, sin darse
vuelta. Sólo eran cuartos vacíos. Sólo eran paredes
vacías.
El otro, el lleno de cosas y de vida, lo llevaba en
sus recuerdos.
Y sin detenerse, sin darse vuelta, subió al vehículo.
Por la ventanilla vio gente que lo despedía.
Y, como un autómata, con su mano en alto, les
decía adiós… sin él darse vuelta.
El chofer preguntó si quería ver donde, medio
siglo antes, el hombre había llegado.
Y él dijo que no. Que no se podía volver atrás.
Que eso había sido monte… y ahora era ciudad.
Y así, mirando de reojo, iban por las autopistas.
Cuando en la vida se cree todo logrado;
nada más emocionante que en una sola jugada,
jugarlo todo...
¡a todo o nada!
(Poemas 1995)
10 HUMO (U)
Diap 31
HUMOHUMO
Cruzando urbanizaciones y barrios. Viendo
altos edificios donde él encontró casitas de techos
rojos. Admirando lujosas quintas donde él vio
correr venados y oyó cantar pájaros.
Y avanzaban, siempre sin detenerse, sin él darse
vuelta.
Pasando por cerros llenos de ranchos de pobres
y sw obreros. Cerros donde hubo árboles y flores, y
conucos, y conuqueros que le enseñaron a amar la
tierra, el agua, el sol, la música, la gente.
Y seguían avanzamdo, siempre sin detenerse,
sin él darse vuelta.
Yendo por valles atestados de chatos galpones,
chimeneas humeantes, ruidos, camiones. Y él los
había recorrido por las orillas de sus cristalinos
ríoscon verdes bosques.
Y avanzando siempre, sin detenerse, sin él darse
vuelta, llegaron al terminal del aeropuerto. Un
terminal que ahora era diez veces más grande del
que había llegado.
Luego, ir en la compañía de desconocidos y
azafatas con la artificial atención para que pase
volando el tiempo de vuelo.
Y finalmente la llegada a destino.
¿El destino de él?...
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
El mismo lugar de donde se marchó hacía
cincuenta años.
Pero no hay un mismo lugar dos veces en el
tiempo.
Alguien lo llevó al que sería su apartamento. Y
lo dejó.
El hombre quedó solo.
Fue hasta la ventana. La abrió. Era otro paisaje.
Una bahía. Un puerto. Un cerro. Algo parecido a
un pasado distante.
Recién sintió la necesidad de darse vuelta.
Y lo hizo.
Y allá, allá en el norte, lejos, muy lejos, en un
horizonte de garzas y de sol, en un horizonte que
se alejaba cada vez más, creyó ver subir estelas de
humo.
Pensó que era el de las barcas que había
quemado.
Una brisa que venía del sur, entró por la
ventana.
Una brisa fría que lo despertó a la realidad.
Sólo tenía una pared delante.
Retornó a la ventana.
Y allí quedó viendo… sin darse vuelta.
…oo0oo…
Diap 32
LA ROSA ROJA
DESDE BELLA VISTA
El otro día, a mediodía, en una fiesta patria,
estuvimos en la reunión ofrecida por la
embajada de mi país tropical.
Un agasajo con protocolo, bebidas, comida,
cuatro, violín, guitarra, tambor y maracas…
¡y el protocolo desapareció!
Y así se llegó a las cuatro de la tarde. Los
diplomáticos ya tenían poco que comentar con
los políticos. Y los agregados militares, que decir
a las esposas de los diplomáticos.
Lo que fue una muchedumbre aglomerada
por el tintineo de las copas y las bandejas de
bocadillos, se había vuelto grupos aislados de dos
individuos hablando de sus propios intereses.
Mozos y camareras se apoyaban en las mesas
descansando sus adoloridos pies y, con disimulo,
comían canapés en tanto los músicos bebían sus
repletos vasos.
Era hora de irse según el protocolo, o sea…
¡sin protocolos.!
11 LA ROSA ROJA (U)
Te daré esta rosa roja…
Canción de Víctor Munguia
DESDE BELLA VISTA
Narración de un hecho real acontecido en
el Parque Hotel (Parqué Rodó) en Montevideo
el 5 de julio de 2008
Me despedí de las empleadas de la embajada,
ellas habían sido las que trabajaron y pusieron el
ambiente de esa tierra.
Y con un beso libidinoso de mis ochenta años
saludé a la muchacha que me servía el whisky
que trajo el momentáneo revivir de los años
pasados en aquellas exuberantes regiones.
Dejamos el salón.
Había dos enormes arreglos florales en la
puerta a la recepción. Aún con la euforia de las
copas y de la música, saco una rosa roja de uno y
se la doy a mi señora.
Mi esposa me mira con callado regaño por mi
atrevimiento y falta de respeto a donde hemos
sido invitados. Pero, no puede reprimir una
sonrisa de mujer halagada.
En las escaleras hacia la calle, un hombre de
casi cuarenta años, con el típico gesto de
servidor, me pregunta si quiero un taxi.
Le respondo que no, que iremos a pie.
Y el rostro del hombre cambia. Y, retraído, me
habla:
–Disculpe, señor… no quisiera molestarlo,
pero acabo de verle hacer algo que…
(Presentación anterior Nº 2
Diap 33
LA ROSA ROJA
DESDE BELLA VISTADESDE BELLA VISTA
LA ROSA ROJA
Llega el transporte. Nos sentamos.
Mi señora tiene en su mano la rosa roja.
Una rosa roja de tallo largo.
Los demás pasajeros la miran.
Y el ómnibus nos lleva hasta la plaza.
Nos bajamos y vamos hasta el apartamento.
Mi señora pone la rosa roja en un florero de
cristal.
Yo poco he hablado. Mucho he sentido.
Voy a la ventana desde la cual se ve el mar.
Y, con los binoculares de los recuerdos, busco
del otro lado de la bahía.
Y, en una azotea que servía de mirador, veo a
un viejo. Un viejo con los ojos tristes de los que
no pudieron volver. Un viejo que allí me enseñó
tantas cosas con su tono gangoso que arrastraba
las erres.
Y me enseñó tantas más sin hablar.
Pienso en lo que me ha dicho un hombre que
ama a una mujer.
Pienso en una rosa roja.
Y me domina algo que no me cabe en el
pecho. Y murmuro calladamente:
-Gracias, viejo francés…
Mercí, mon père…
…oo0oo…
Veo que duda en seguir y,
creyendo que tiene alguna crítica,
espeto:
–Dígamelo…
–Usted le acaba de dar una
rosa roja a su señora…
–Sí…
Siento que mi muro interno se
derrumba. Y el hombre continúa:
–En la actualidad es raro ver un gesto así… y
en personas que tienen años de casados. Lo
felicito.
–Muchas gracias…
Sólo puedo agradecer, me ha dejado sin
palabras. Y él sigue:
–No, señor… Soy yo que le agradezco a usted.
¿Sabe?... Mi esposa y yo trabajamos afuera de la
casa. Y a veces creo que no he podido
demostrarle lo que la quiero…
Sigo callado, me domina la emoción, el
asombro.
–Hoy usted me mostró una forma de
decírselo… -concluye.
–Gracias… –susurramos al unísono...
Nos despedimos. No hace falta ni darnos la
mano. Salgo. Con mi esposa subo hacia la
avenida para tomar el ómnibus. Me apoyo fuerte
en el bastón. Me cuesta ir por la vereda.
Diap 34
PLUMEROS
El invierno nos regala un luminoso día de sol.
A través del aire seco y límpido vemos un cielo
sin nubes que termina en la línea definida del
horizonte con el sereno mar.
Desde la ventana miro la bahía que parece un plato
donde la isla aflora como una mancha de tierra.
Hace frío, pero es seco. En los techos de las casas
tienden la ropa a secar.
Me abrigo con descuido y voy a caminar. Invita
a salir.
Al llegar a la calle, el viento se me cuela entre la
ropa y el dolor en las articulaciones me reclama el
descuido.
No le haga caso, el esplendor de la mañana
contagia, y sigo caminando.
Llego a la avenida y, doblando, continúo por la
vereda en la que dan los rayos del sol.
Tarareo mientras hago girar el bastón en mi
mano derecha.
Unos me miran como un demente, y otros
fingen no verme. Y ambos tienen razón.
Estoy en otro loco tiempo.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Cruzo calles y bulevares.
Voy por rotas aceras de piedras y baldosas. Cada
tanto hay grandes huecos con obreros dentro.
Están instalando la tubería de gas de petróleo…
¿Encontrarán algún caño de aquella inglesa
Compañía del Gas de principio de siglo? Gas, que
tenerlo diferenciaba a los de la ciudad con los de
los suburbios.
No lo creo. Vacíos, su óxido se habrá mezclado
con el de los rieles de los tranvías que transportaron
mi juventud.
Y así, sin darme cuenta, sin sentir el frío, llego al
viejo liceo Bauzá. Lo miro desde la vereda de
enfrente. Ya ni se llama de esa forma, sólo es un
número, un edificio arcaico y descuidado.
Cruzo la calle. Los ómnibus se detienen,
dándome paso por mi bastón y vejez.
Voy a la entrada por la cual, durante cuatro
años, pasaron mis ilusiones, esperanzas, ideales.
Ha sido clausurada.
El mármol del escalón está gastado.
Y pienso cuanto de él quedó en mis pies y lo
llevé por los caminos de mi vida y del mundo.
Las plumas sirven para volar,
y también para limpiar…
12 PLUMEROS (U)
Diap 35
PLUMEROSPLUMEROS
Piso el roto borde. Acaricio la remendada puerta
de roble. Se me humedecen los ojos.
Y vuelvo a cruzar la calle.
Continúo por la vereda con sol. Por la esquina
surge un fantasma del pasado. No lo puedo creer.
¡Es un vendedor de plumeros!...
Y viene hacia mí. Lleva atravesado sobre un
hombro el mango del plumero más grande. Y de éste
cuelgan los demás de distinto colores y tamaños.
Flaco, con su rostro tostado por el sol de la vida,
y curtido por los vientos del tiempo.
Mira con ojos llenos de dulzura de grappamiel y
nostalgia de caña amarga.
Viene de la costa. Del barrio más abajo.
Del pasado.
Por un instante nos quedamos viendo con
serena sonrisa. Detenidos en el tiempo. Sabiendo
lo que siente el otro.
Luego seguimos, pasando cerca, con un saludo
silencioso.
Pero, al dar unos pasos, no puedo aguantar lo
que tengo en mí y giro.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Veo que él ha hecho lo mismo. Y me musita:
–Plumeros.
No es pregunta ni oferta.
Es la definición de su realidad.
–Disculpe que lo mire así… –le digo con voz
emocionada– creí que los vendedores de plumeros
ya no existían más…
–Bueno… –me responde– los supermercados
nos hicieron desparecer… Pero, algunos todavía
quedamos… como yo…
–Lo felicito.
–Gracias.
Y girando, cada uno volvió a su camino. Yo no le
había comprado ningún plumero. Él no me había
vendido ningún plumero.
Sin embargo, ambos nos sentíamos felices.
Llegué hasta la esquina. Entré en el boliche.
Unos de los pocos que aún subsistían.
Me apoyé en el mostrador.
–Una caña… –pedí, viendo lejos.
–¿Para olvidar? –preguntó el bolichero, bromista.
–¡No!... afirmé– Para recordar.
…oo0oo…
Diap 36
ENCUENTRO
Cruzaba yo el bulevard cuando la vi en la isla del
medio. Ella estaba sentada en un bajo muro, con la
vista perdida, mirando el horizonte llenos de
hospitales.
Portaba un escaso ropaje para el congelante
clima, pero no le hacía falta más. Me extrañó verla
así, tan distraída.
–¡Hola, vieja amiga!... –le saludé- ¿Qué andas
haciendo por aquí?... Llevaba tiempo sin verte.
Las calaveras siempre ríen.
O la muerte es algo cómico, o se ríen de nosotros...
o los cómicos somos nosotros.
Y, esta vez me miró con una sarcástica sonrisa.
–Lo extraño es que tú andes por aquí. –
respondió– Éste es un lugar donde normalmente
debo estar; pero, ésos vestidos de blanco me hacen
salir a esperar en la calle.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–Sí… –musité, señalando– allí, hace poco,
estuve a punto de reunirme contigo para siempre,
y ellos no lo permitieron.
–Estás equivocado. –replicó, severa– No era tu
momento. Si lo hubiese sido, ninguno de ellos, ni
nada, podría haber evitado que te fueses conmigo.
–¿Y cuándo será?
–Nadie lo sabe… ni yo, que soy el final. Llega
ese instante a cada uno, y debo ir a buscarlo.
Volvió a mirarme irónica, y siguió:
– Aunque…noto en tu pregunta cierta ansia.
–Quizás… a menudo pienso que ya es hora de
irme. Irme antes de estar rodeado de medicinas,
con dolores, siendo un inútil e incapaz. Quiero
irme dignamente…
–Hay formas de vivir con dignidad, pero no hay
forma de morir dignamente. –sentenció– Para
ello, lo primero sería aceptar mi llegada… Sin
embargo el no hacerlo es instintivo, natural.
–Tienes razón, el saber que estaba enfermo, yo
también me aferré a la vida –me sonrojé por la
vergüenza y el frío– A pesar de que te llamo mi
amiga, fui cobarde y te alejé.
Hola amiga,
la sincera, la puntual…
(Poema: Hola amiga}
13 ENCUENTRO (U)
Diap 37
ENCUENTROENCUENTRO
–No te juzgues tan severamente. Fuiste humano,
uno más… –dijo comprensiva– Ningún ser quiere
dejar la compañía de mi hermana gemela, la vida.
–¿Tu hermana gemela?
–Sí, siamesas, caras opuestas de la misma
moneda. Como la derrota y la victoria, la ilusión y
la realidad; como lo son el fracaso y el triunfo, el
recuerdo y el olvido.
-El olvido… -murmuré pensativo- Dime, tú que
conoces a ambos… ¿Quiénes son más, los vivos o
los muertos?
–Los vivos, -afirmó– porque los muertos no son.
Se levantó, su magra figura cuadró en el entorno
invernal.
–Te dejo, debo ir al hospital de niños, tengo que
llevarme a uno. –su voz fría, sonó sentimental–
Pero, en el cuarto de al lado, mi hermana siamesa
ha recibido a otro.
Y, dándose vuelta, tomó por el bulevard. Y,
mientras se alejaba la vi confundirse con una joven
hermosa, vehemente, coqueta,
Y así desapareció.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Y al paisaje volverse primavera.
Lo atribuí a las medicinas que yo estaba tomando.
Volví a mirar. Sólo me rodeaba el invierno con
gente embutida en sus abrigos.
Me dirigí a la parada de ómnibus.
Tomé el que llevaba a Bella Vista, mi barrio.
Me cedieron el asiento destinado a los viejos
con bastón. Una consideración con reglamento.
Sonreí mordaz.
Llegué a mi apartamento. Fui a la ventana. Miré
afuera. Calles… casas… gente… perros… palomas…
Existían…
Pensé en la criatura muerta al nacer.
Tristees irse sin haber siquierarecorrido el camino.
Yo había tenido la fortuna de recorrerlo hasta la
vejez.
¿Gracias a mi amiga, la muerte?
¿O a su hermana gemela, la vida?
Ya no me importó cual de las dos.
No había sido aún mi momento de irme.
Debía seguir.
…oo0oo…
Diap 38
EL ANIMAL
Todos los días, al despertarme, apenas me levanto,
voy hasta la ventana para ver el paisaje.
El gusto de disfrutarlo es tal, que he quitado las
persianas del todo.
Y todos los días, quedo viéndolo de izquierda a
derecha, de derecha a izquierda, desde el puerto al
Cerro, desde el Cerro al puerto, con la bahía en el
centro, delante mío.
Y todos los días, haga calor o frío, llueva o haya
sol, truene o relampaguee, con viento o con niebla,
termino mirando lo mismo:
El techo de la casa de enfrente, en la esquina.
Y allí siempre está mi pobre amigo negro.
Negro, porque es un perro negro.
Amigo, aunque nunca hemos estado cerca ni le
he hecho un mimo.
Pobre, ya que me da lástima verlo.
Duerme en una estrecha caseta adosada a uno
de los muros linderos; la cual, dada su altura, debe
estar destinada a otros fines aparte de defender al
desgraciado de la intemperie.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
De la misma sale un grueso alambre que, casi
pegado al suelo, cruza el techo, para finalizar fijado
en la baja pared que sirve como pretil sobre la calle
transversal.
Por el alambre corre el extremo de una cadena
de hierro de apenas un metro de largo.
Los eslabones brillan por el roce contra el piso.
El otro extremo está unido a un ancho collar.
Y el collar aprisiona a mi pobre amigo, el perro
negro.
Cual signo de servidumbre.
Como muestra de esclavitud.
Sujeto a una cadena, limitado por un alambre.
Y el pobre perro negro todos los días recorre de
punta a punta el alambre en una libertad de nueve
metros.
Mira la calle, sin poder ir a ella porque no se lo
permite la cadena.
Y el pobre perro negro, haga frío o calor, viento
o lluvia, niebla o sol, va y vuelve en esa línea.
Donde, sumiso, le hace fiestas a su dueño cuando
le trae la comida.
14 EL ANIMAL (U)
Cuanto más se conoce la gente,
más se ama a los animales…
Diap 39
EL ANIMALEL ANIMAL
Porque ese perro tiene un dueño.
Mejor sería decir un amo.
Ya que las cosas tienen dueño.
Los empleados pueden tener patrón.
Pero solo los esclavos tienen amo.
Un amo que lo deja a la intemperie, que nunca
le da calor en invierno ni sombra en verano, que
no lo seca si se mojó con la lluvia ni lo baña si se
ensució con el polvo.
Un amo que ni siquiera lo cuida si se enferma.
Por semanas tuvo una lastimadura en un anca.
Herida que fue curándose sola.
Aún, ahora, desde lejos, se le ve la cicatriz.
Un amo que lo tiene prisionero en la azotea de
su casa para que le avise si un intruso quiere
penetrar en ella.
Y el pobre perro negro cumple fiel con ese
deber.
Un amo que cierta vez le trajo una compañera
que estaba en celo.
Pero ni así le liberó para disfrutar del placer.
Pudo tenerla porque ella se acercó a la cadena.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Un amo que se dice humano.
Pero que no tiene reparos en pegar al pobre
perro si éste le pone las patas encima cuando le
trae las sobras con que lo alimenta.
Una mañana estaba yo en la carnicería.
La charla con los otros clientes giró sobre las
mascotas en la clásica rivalidad de quienes son
mejor compañía… ¿los perros o los gatos?
No me pude contener y conté las penurias del
pobre perro negro y del maltrato de su dueño.
–¡Un animal!... –dije, concluyendo la narración.
–Sí… –me apoyó una señora– pobre perro…
–Yo me refería al dueño… –aclaré.
Todos se hicieron los distraídos. Giré.
Un hombre, que poco antes había entrado al
comercio, me miraba molesto.
Desde ese día hay un vecino que no me saluda.
Es el que vive en la esquina. En la casa que tiene
un perro negro en la azotea. Un perro esclavizado
a una cadena y un alambre.
No me extraña.
¿Dónde se ha visto un animal saludando?
…oo0oo…
Diap 40
EL CRUCE
Apoyando el bastón en una gastada baldosa, y
luego de cerciorarse que estaba firme, el anciano
subió de la calle a la vereda con evidente esfuerzo.
Dio unos pasos rengueando por el dolor en la
rodilla. Un dolor muy conocido, no por eso
aceptado.
Pero, ya caminaba normal al llegar a la esquina
de esa cuadra.
Cuadra empinada donde antiguas y altivas
construcciones señoriales formaban un frente
macizo que surgía, rectilíneo y perpendicular, de
las graníticas lozas de la acera.
Dando un seco golpe de bastón en la piedra
tomó impulso mirando la próxima, y para él
lejana, calle transversal.
Fue cuando la vio.
Ella había doblado la esquina de arriba y venía
bajando hacia él con elegante paso juvenil.
Paso que aún mantenía el salto inocente de una
niña inquieta.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Y él, en instintiva reacción, enderezó la arqueada
espalda, agilizó el arrastrado andar y convirtió al
necesario bastón en un superfluo adminículo de
caballero.
Calculó que con el ágil ritmo de ella, y el
esforzado de él, se cruzarían a mitad de cuadra.
En tanto, la miraba acercarse.
La miraba y la admiraba.
Tenía la piel color canela, el cabello renegrido,
sedoso y lacio…
Cabello que se movía acompasado al aire.
Su cuerpo poseía la tangencia perfecta de curvas
que solo se da una vez en la mujer…
Cuando empieza a ser mujer.
Su piel era tersa como el pétalo de una rosa
abriéndose al primer rocío… y era una rosa morena.
Los senos firmes, sin artificios, vibraban en
cada paso al refrenarse en la bajada que hacía
cimbrar su figura.
Vio que ella lo miraba.
Y, mirándose el uno al otro, se iban acercando y
llegaron a la mitad de la cuadra,
Mirándose, mirándose…
15 EL CRUCE (U)
Hay momentos sin tiempo…
Diap 41
EL CRUCEEL CRUCE
Y él la veía con ternura, con admiración.
Y ella lo veía con dulzura, con cariño.
Y se cruzaron… sin decirse nada…
Y, ya sin verse, siguieron andando, dejándose
atrás…
Pero, a ambos les pareció que se hablaban en un
espacio sin lugar, sólo de ellos.
Y él decía y ella respondía:
–“¿Por qué llegaste tan tarde?”
–“Porque no sabía que me estabas esperando.”
–“¡Ah!... si hubieras llegado hace cuarenta
años…”
–“Hace cuarenta años yo ni siquiera había
nacido.”
–“Digamos entonces… Si yo tuviera cuarenta
años menos.”
–“¿Me habrías mirado como me miraste
ahora?”
–“Quizás sí… quizás no… ¿Cómo te miré?”
–“Tu mirada me acarició con delicadeza, sin
desnudarme. Me recorrió tiernamente, admirándome.
Me hiciste sentir hermosa y no una cosa. Me
hiciste sentir mujer y no hembra. ¿Me habrías
mirado así si tuvieras cuarenta años menos?”
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–“Es seguro que no. Más bien te hubiera
deseado y visto con ojos de pasión. Y quizás a ti te
hubiera gustado”
–“Quizás sí… quizás no… O quizás me habría
gustado sentir lo que hoy sentí por ti…”
–“¿Y qué sentiste?”
–“Lo hermoso que sería tener tu misma edad y
estar a tu lado sabiendo que un día me miraste de
aquella forma.”
–“¡Ah!... tiempo, tiempo… momentos,
momentos…”
–“Sí… y hoy fue un instante único para ti… para
mí.”
–“Sí… un momento sin tiempo, sin años.”
Al llegar a la esquina, el anciano giró mirando
hacia atrás y vio que ella hacía lo mismo desde la
esquina de abajo.
Se miraron en la distancia.
Ella levantó la mano he hizo un mohín de niña
diciéndole adiós.
Él, apoyado en el bastón, elevó su otra mano
respondiendo dulcemente el saludo.
Y ambos giraron, siguiendo cada uno su camino.
…oo0oo…
Diap 42
Mi casa estaba en Barcelona 1815, entre Bogotá
y Portugal, casi a mitad de cuadra, del lado oeste, o
a la izquierda si se iba hacia Río de Janeiro.
Geograficamente imposible…
Pero, así son los nombres de las calles de mi
barrio, de la vieja Villa del Cerro.
Yendo hacia la playa, Barcelona es la primer
calle paralela a la avenida que sube a la Fortaleza.
Avenida que nació camino, hecho con lajas y
adoquines, por los conquistadores para erigir ese
atalaya.
Camino que tuvo muchos nombres.
Siendo niños fue Nueva Granada. Pero, un día
la Intendencia lo cambió por el de un doctor.
Nos costó adaptarnos.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Al que se queda,
se lo comen las hormigas…
(Refrán venezolano)
16 EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
(U) (Presentación anterior Nº 10)
Cerro, calle Barcelona, año 1957
Luego de Barcelona vienen otras siete paralelas
para concluir en la calle Suiza, la cual funge como
la rambla de la playa del barrio.
Todas ellas nacen en la falda del cerro y, en
pocas cuadras, van a zambullirse en las aguas de la
bahía.
Pero Barcelona, haciendo un dribling cerca de la
orilla, se prolonga en un muelle de hormigón.
Muelle que hoy añora la época que en él
atracaba al barquito que cruzaba la ensenada en
sus viajes de ida y vuelta al Puerto.
EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
Diap 43
Cmo los recuerdos de mi infancia, de mi padre.
Mi padre fue un hombre más, uno de los tantos
extranjeros con que se pobló el Cerro allá por los
años treinta.
Era francés, tornero, mecánico de precisión,
instructor de mecánicos de aviación, y nunca
aprendió a hablar bien el español.
Los domingos acostumbraba salir a pasear
conmigo, yo era el único que le podía seguir en su
rápido caminar.
Una tarde, tendría yo trece años, íbamos
bajando la calle Barcelona. Faltando media cuadra
para llegar a la parada de Grecia, vimos que por
esa calle se nos escapaba el tranvía 16.
Mi padre comenzó a correr tras él. Y yo le grité:
-¡Papa, ya lo perdimos!…
Y él, en su jeringoza francesa, me respondió:
-¡Vamos!... ¡Adelante!... Quizás lo perdamos…
Pero, vamos a perderlo tratando de alcanzarlo.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
En sus inicios, mi casa fue una casita de las tantas
con cocina, dormitorio y corredor envarillado.
Otra de techo con chapas de cinc y cielorraso de
listones de madera.
¿Para qué más?...
Donde comer, donde dormir, donde sentarse a
sentir los perfumes del jardín y de la fresca brisa.
También, como todas las demás tenía en el
fondo un terreno con frutales y verduras.
Y, bien al fondo, un gallinero y… un escusado.
En esa casita pasé mi niñez.
Luego, casi al terminar yo la escuela, levantaron
sobre la casita una edificación de dos pisos y varios
cuartos.
Pero, ésta era fría. Y volvíamos a buscar el calor
en la antigua cocina junto al viejo fogón a leña.
Hoy, esa casa ya no es mi casa. Tiene otros
dueños. Pero la casita siempre será mía porque la
llevo en mí.
Don Pablo – Calle Barcelona - Año 1957Vaporcito al Cerro - Año 1929
EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
Diap 44
* Edad del autor
en el año 2009
EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
Fue una lección que me dejó para toda la vida.
A aquel 16 lo alcanzamos porque se detuvo en el
desvío cercano y debía dar paso a otro tranvía.
En la vida, a algunos los alcancé, a otros no
pude; a veces tuve que correr mucho, en otras un
poco menos.
Tuve muchas caídas tratando subirme al
alcanzarlo. Y muchas veces, al subir, comprobaba
que me había equivocado de coche y de destino.
Pero siempre, siempre, frente a una alternativa
de la vida, a una decisión dudosa, a una prueba, a
un riesgo, oía las palabras de aquel viejo francés:
-¡Vamos!... ¡Adelante!... Quizás lo perdamos…
Pero, vamos a perderlo tratando de alcanzarlo.
Y hoy, al cumplir ochenta* años de mi vida,
viendo el camino recorrido, y todo lo que corrí tras
lo que parecía perdido pero tratando de alcanzarlo,
solo puedo decirle lo que nunca le dije cuando
pude hacerlo:
-Merci, mon pere…
…oo0oo…
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Don Pablo Carigi
3/3/1900 - 24/10/1974
Año 1931 - El tranvía 16 cruzando el puente giratorio (hoy
desaparecido) sobre el arroyo Pantanoso. Al fondo y a la
derecha se ve el Cerro.
Y el 16 se fue...
llevándose con él mi juventud.
(Del cuento Don Simón, del libro “Los Dones del Ayer”)
EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
Diap 45
LA PRUDENTE DISTANCIA
Seis de la mañana. Abril. Me acerco al ventanal.
En el horizonte, las nubes atornasoladas anuncian
un día más. El termómetro, en el poste de la
avenida, señala 15 grados.
Miro la plaza.
El héroe sigue montado en su caballo.
Ambos congelados en el bronce y en la historia.
Muy altos, sobre el pueblo, sobre una base de
piedra, sobre un estanque de agua verdosa y llena
de restos flotando.
Luego, siguen cuatro escalones para bajar a la
plaza que está cubierta de pedregullo.
Allí, en los canteros, los árboles buscan la
libertad subiendo sus ramas al cielo.
Hay algo caído del primer al segundo escalón.
Parece el resto de una pancarta de promesas
políticas. Miro mejor… Tiene alguien dentro…
Es un hombre.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Un hombre que, cual abanderado vencido, está
envuelto en el pendón que baja en pliegues al otro
peldaño.
¿Quién es?
¿Un muerto por la delincuencia protegida en la
oscuridad de la noche, y cubierto por una
destrozada mortaja?
¿Un borracho que, antes de rendirse al alcohol,
quiso hallar un abrigo en esa rota tela de ilusiones?
¿Un drogado que cayó, en su tonta búsqueda de
paraísos artificiales, y no pudo salir de la maraña
de trapo?
¿O sólo es un despojo humano que tuvo, la
inconciencia y la fatalidad de amanecer así en una
plaza pública?
Siete de la mañana. La gente sale a la calle.
El sol asoma tras los techos de los edificios.
Alumbra al héroe.
El despojo sigue en la penumbra.
Una madre lleva a sus hijos al colegio. Van por
la vereda. Los niños miran al caído. De pronto,
solo hacia adelante, como si no existiera. La madre
les dijo que no lo vean.
Que se alejen de él… que mantengan una
prudente distancia.
El que se mete,
se compromete.
(Refrán acomodaticio)
17 LA PRUDENTE DISTANCIA (U)
Diap 46
LA PRUDENTE DISTANCIALA PRUDENTE DISTANCIA
Un operario, llevando una mochila, cruza en
diagonal. Va a su trabajo. Ve el cuerpo. Se desvía.
No quiere saber de él. No quiere comprometerse.
Y sin mirarlo pasa… a una prudente distancia.
Un viejo, seguido de dos perros, sale de un
edificio a gozar de su metódica libertad. Los perros
le ladran al despojo. El viejo los llama. Y ellos
vuelven callados, serviles. Y los tres continúan su
paseo, ignorándolo… a prudente distancia.
Desde la esquina llega una anciana. Arrastra
tras de sí un escuálido carrito de mercado. Nota al
caído. Y apura su paso. Piensa si lo que lleva le
alcanzará para pagar. Y deja atrás aquel resto de
hombre… con una prudente distancia.
De la calle de abajo llega un señor de traje y
llevando un portafolio. Debe ser un oficinista. Al
ver al tirado en los escalones, mueve la cabeza. Se
siente superior. Y se aparta, poniendo con el
desgraciado… una prudente distancia.
Viene un grupo de estudiantes. Señalan al caído.
Hacen chanzas entre ellos. Pero, ninguno se le
acerca. No piensan que él una vez fue joven.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Y se van, bromeando, riendo, colocando entre
ellos y él… una prudente distancia.
Una muchacha atraviesa la plaza jugando con
su madre. Se encuentra con la decadente imagen.
Y, tapando un grito en su boca, retorna rápido
junto a la vieja. Y ambas lo dejan de lado... a una
prudente distancia.
Llega el mendigo que les da de su comida a las
palomas. Ve al hombre caído. Se le aproxima. Lo
mira. Y lo deja, retornando a su banco.
Es quien ha estado más cerca, pero manteniendo…
una prudente distancia.
Suena el teléfono. Voy a atenderlo. Alguien
pregunta. Alguien responde.
Cuando vuelvo al ventanal ya no hay nadie
caído en los escalones. Ha desaparecido hasta el
resto de pancarta.
El sol ilumina todo.
Voy a lavarme la cara. No me miro al espejo.
Después de todo, desde el balcón, viendo, sin
hacer nada, también puse con él… una prudente
distancia.
…oo0oo…
Diap 47
HA MUERTO UN PÁJARO
Érase un hombre que vivía en una glorieta…
Bueno, él la llamaba glorieta.
Quizás por la forma que tenía.
Quizás porque allí, él se sentía en la gloria.
En realidad sólo era un mirador de forma
octogonal que sobresalía casi hasta su mitad de la
azotea de una antigua casona de dos altos pisos,
Una mansión de dieciochesca arquitectura,
estilo francés, que mostraba el poderío de sus
dueños y que estaba situada en el cruce de dos
serenas y arboladas avenidas.
Y la glorieta se destacaba allí, en esa esquina,
allá arriba, como una torre, queriéndose desprender
del techo y volar hacia el horizonte lejano.
Tal vez, en sus inicios, la glorieta fue parte de
una pérgola florida en la cual los señores, las
señoritas y los niños de la casa languidecían
viendo los anocheceres.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Pero, el tiempo pasó, los señores, las señoritas y los
niños, envejecieron, se fueron, los pisos se llenaron
de moho, las paredes se cayeron, la pérgola fue
corroída por la herrumbre.
De la glorieta sólo quedó la estructura, como un
esqueleto añorante que en lo alto recordaba el
armonioso y octogonal cuerpo que tuvo en el ayer.
Y los años siguieron pasando.
Llegó otro tiempo, tiempo de oportunistas, de
aprovechadores, de la ley de propiedad horizontal;
donde, con escaleras se arregla todo.
Y, con escaleras, la casona se convirtió en dos
casas. Más aún, en tres; porque el audaz y hábil
reformador reconstruyó la glorieta y la puso en
venta con el eufemístico título de:
Apartamento mono ambiente con
panorama de 360 grados.
O sea, un apartamento donde se come, se vive y
se defeca en el mismo lugar… como lo hace un
mono en su ambiente.
Y alguien lo compró y fue a vivir en él.
18 HA MUERTO UN PÁJARO (U)
Cuanto más nos alejamos de algo,
más cerca estamos de donde partimos...
la tierra es redonda.
Diap 48
Érase un hombre que vivía en una glorieta…
Un hombre solitario que gustaba de escribir y,
cuando no lo hacía, quedaba viendo el horizonte
lejano por cualquiera de las ocho ventanas.
Un hombre que contaba de otras tierras donde
había estado, de otros cielos donde había volado,
de otras aguas donde había nadado, de otros
fuegos que lo quemaron.
Y todo para volver, luego de comprobar que tras
un horizonte hay otro horizonte; que detrás del
cerro, tarde o temprano, se encuentra otro cerro.
Un hombre que charlaba con las aves que se
posaban en la azotea y les daba de comer.
Para ellas era mucho, para él lo único que le
quedaba: migajas.
Un hombre que tenía como única compañía una
vieja gata a la que rezongaba cuando perseguía a
las aves.
Aunque sabía que ella ya no las podía alcanzar,
como él a sus ilusiones.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Un hombre que siempre tenía abiertas las
cortinas de la glorieta, día y noche, para ver el sol,
para ver las estrellas.
Un hombre que todos los días bajaba a la tierra,
a la calle, a estar con la gente, para comprar la
comida.
Y un día no bajó.
Subieron a ver.
Lo encontraron en la glorieta.
Yacía frío, con los ojos fijos, mirando el cielo.
¿De qué lado?...
Daba lo mismo por cualquiera de las ocho
ventanas de la glorieta.
El cielo no tiene lados.
Junto a él yacía también la vieja gata.
No se sabe quien lo puso, pero en las escaleras
apareció un letrero:
“Ha muerto un pájaro.”
Érase un hombre que vivía en una glorieta…
…oo0oo…
HA MUERTO UN PÁJAROHA MUERTO UN PÁJARO
Diap 49
Sábado de tarde. Día tibio de otoño.
Más bien parece de verano. Tedio de la siesta.
Abro la ventana. Miro la bahía. Las aguas, como
un espejo, reflejan los barcos y los edificios.
Voy hasta el recibo. Observo la plaza.
El caballo y el general San Martín siguen en la
pátina del tiempo y del bronce. Tanto uno como el
otro, en un gesto de avanzar.
Abajo, a sus pies, no hay nadie. Todos duermen
la modorra en sus casas.
Hasta los ómnibus que pasan, muy de vez en
cuando, se mueven como sonámbulos.
Salgo. Cruzo el camino de pedregullo del
parquecito frente al edificio. Llego a la calle.
Calle de una cuadra. No tiene letreros. Calle sin
nombre. Nadie lo sabe. Todos la transitan.
Pero, lo tiene.
Se llama: Capitán Manuel Artigas.
Pobre idealista. Fue el primer muerto por los
principios de la libertad. Y, también, otro más
opacado por el brillo de los famosos. Lo relegaron
a una corta calle sin nombre ni placa.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Estoy en medio de ella. Miro en ambos sentidos.
Dilema.
A la izquierda, la avenida clase media de
Agraciada.
A la derecha la calle de barrio de Uruguayana.
Instintivamente me decido por la última. Me
sale del alma.
Además, a pocas cuadras, está la bahía.
Atracción fatídica.
Camino por Uruguayana. A pocos metros la
calle se inicia.
Empieza con una casa que tiene el número 2970
y también el 2871 Bis, pero el 2871 no existe. Cosas
del barrio.
Estoy en la conjunción de tres calles que me
traen recuerdos de los comienzos de mi vida
laboral:
Jujuy, Farías, Ricaurte.
Doblo por esta última. Allá, en el fondo, veo las
grisáceas aguas del mar. Voy caminando bajo un
techo de árboles que están tapizando la vereda de
ocres y amarillentas hojas.
A las tres cuadras finaliza la calle. ¿O comienza?
Delante tengo una cerca de hierro cubierta de
salvajes enredaderas. Detrás de ella agonizan los
rieles del viejo ferrocarril.
EL TREN DE LAS 18 Y 12
Trenes que llenaron nuestro ayer…
19 EL TREN DE LAS 18 Y 12 (U)
Diap 50
Miro a mi derecha. Me siento suspendido en el
tiempo. Es la antigua Estación.
Temo subir a su andén, que llegue el fantasma
de un tren del pasado… y que me vaya en él.
Doblo por Cívicos, una estrecha calle que parece
pisar los rieles. En su margen izquierda hay
sencillas viviendas que deben haber temblado con
el traqueteo de los trenes.
A mitad de cuadra existe una antañona casa.
Y delante de la misma veo una mujer sentada
junto a la cerca que, allí, está rota permitiendo
pasar desde las vías.
Está bien vestida, pero con ropa muy viejas. Es
aún bella, mayor, canosa. Tiene una mirada perdida.
El verme acercar, sonríe y me pregunta:
–Señor… ¿el tren de las 18 y 12, llegará en hora?
–Creo que sí… –digo, comprendiendo su estado
mental.
–Señor… ¿sabe? –continúa ella– En ese tren
viene Juan, mi prometido. Él baja aquí. Por eso
abrí este agujero en la cerca. Para que él no tenga
que caminar desde la estación.
–Ah… qué bien… –comento mientras pienso
que el amor siempre busca el bien del ser amado.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–Es que Juan es inspector del ferrocarril. –la
mujer sigue– ¡Le queda tan lindo el uniforme! Si lo
viera saltando del tren y pasando por esta entrada.
Hoy viene para llevarme a su pueblo y conocer a su
familia. Allí nos casaremos.
–La felicito, señorita… –mi voz me traiciona,
quiero irme– Disculpe, debo seguir mi camino.
Ella hace un gesto triste y yo avanzo dejándola
atrás, en su mundo propio, esperando un
imposible.
Sé que hace muchos años que los trenes de
pasajeros no pasan por allí.
La cerca con enredaderas de flores violetas se
interrumpe al llegar a la esquina.
Hay un paso a nivel. Una barrera.
Quedo viendo hacia la bahía. Está solo a una
cuadra larga. Leo el letrero en la esquina: Calle Dr.
Juan Carbajal Victoria.
La chapa se encuentra casi tapada por las ramas
de un alto árbol. Éste permanece frondoso y con
las hojas verdes. Me llama la atención que su copa
esté llena de frutos oscuros
Observo mejor, no son frutos… ¡son pájaros
negros!
EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
Diap 51
Hay cientos de ellos. Y todos inmóviles.
De pronto suena un cercano pito. Y los pájaros
salen en bandada volando hacia el depósito al otro
lado de las vías.
Pero, como si los mandase un invisible director,
retornan de la misma forma a ocupar su mismo
lugar en la copa.
Cerca del árbol hay dos hombres sentados.
Me les acerco, aún asombrado del comportamiento
de aquellas aves.
–Perdonen… – y pregunto al que no está
tomando mate– ¿Cómo se llaman esos pájaros?
–No sé. –contesta– Sólo les decimos “pájaros
negros”.
–Vimos que estuvo hablando con la loca Luz
María –interviene el otro, sacando los labios de la
bombilla.
–Sí… pobre mujer… –les comento– Me
preguntó si el tren de las 18 y 12 llegaba en hora.
–Era en el que venía Juan. Un inspector muy
mujeriego, él. –sigue el hombre– Fue hace muchos
años, cuando pasaban muchos ferrocarriles con
mucha gente y mucha mercancía.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
–Aquellos tiempos. –murmuro añorante– ¿Y
que sucedió?
–Luz era una muchacha muy linda y buena. –
responde– Juan la deseaba. Y la enamoró. Pero, en
aquellos tiempos, las novias no adelantaban
ninguna entrega…
Los tres sonreímos con picardía. Los tiempos
cambian.
–Juan era un veterano en esas cosas. –continúa,
dándole el mate al compañero– La convenció
jurándole que le haría conocer a su familia y allí
contraerían matrimonio.
–Y cuando consiguió lo que buscaba, –
sentenció el otro– nunca más bajó en la cerca
cortada… ni se le vio la cara.
–Ella enloqueció. –completó el primero– Desde
entonces fue a sentarse allí con el vestido que iba a
llevar en ese viaje. De noche la hacen entrar a la
casa diciéndole que él vendrá en el tren de
mañana, el tren de las 18 y 12.
–Un mañana que será como el de hoy, como el
de ayer. –reflexioné– Los trenes se fueron
llevándose nuestros años de niñez… de juventud…
y ya no volverán.
EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
Diap 52
Pero al decir esto escuché un resoplar conocido.
Miré hacia el otro lado de las vías. Vi que del
depósito sobresalía la cola de un vagón. Y del lugar
surgía humo y ruidos.
Me despedí de mis interlocutores y crucé sobre
los rieles oxidados.
Llegué al galpón. Dentro había una locomotora
con dos vagones. De éstos bajaban arroz a granel.
Sonreí al recordar aquel tren lechero de las 7 y
media que arrastraba 24 y más vagones llenos de
tarros. Muchas veces necesitaba otra locomotora
empujando al final de la cola.
Quedé viendo hasta que finalizaron la descarga
del cereal.
La locomotora lanzó un fuerte pito y comenzó a
llevarse, poco a poco, sus dos únicos y vacíos vagones.
Oí sobre mi cabeza un ensordecedor aleteo.
La bandada de pájaros negros descendió donde
había estado el tren y todos se pusieron a comer
pausadamente los granos caídos.
No tenían apuro. Tardaría mucho en venir otro
tren. Ellos lo sabían, y yo también.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Me devolví por el camino recorrido. Al pasar
junto a la loca Luz María, le sonreí afirmándole:
–Sí, señorita. El tren de las 18 y 12 vendrá en
hora.
–Lo sé… –dijo mansamente ella– y si no llega
hoy, llegará mañana… algún día llegará.
Los ojos de la demente mujer estaban llenos de
lágrimas. Y los míos se humedecieron.
Ella arrancó de la enredadera una flor lila, y me
la dio. No hubo palabras, sobraban.
Llegué a la esquina. Crucé la calle y subí a la
plataforma de la clausurada estación. Miré arriba
de la cerrada puerta. Un descolorido letrero decía:
BELLA VISTA.
Quise sentarme. Los asientos ya no existían.
Fui hasta el borde del andén y me senté en él
con las piernas colgando hacia los herrumbrosos
rieles y los agrietados durmientes.
Y, con una flor lila en la mano, me puse a
esperar el tren de las 18 y 12…
O a cualquier otro tren del pasado…
Sabiendo que nunca, ninguno, llegaría.
…oo0oo…
EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
Diap 53
Plaza Soldados Orientales de San Martín,
conocida solo como Plaza San Martín.
El famoso opaca al que lucha.
Arriba, inmortalizados en el bronce, el caballo
sostiene al general. Uno levanta la mano izquierda
queriendo avanzar, el otro mira hacia la derecha y
lo frena con la rienda.
Abajo, a la izquierda, hay un muro de piedras
con la placa descriptiva y una grada acogedora.
De día, la gente se sienta en ella. De noche, los
mendigos duermen junto a ella.
En verano disfrutan de la brisa que viene de la
bahía. En invierno se abrigan con el calor que les
da el perro amigo.
Todo loco tiene un perro. Y todo mendigo es
medio loco.
Hay uno que tiene cierta distinción.
Viejo, canoso, de barba blanca. Y el perro
denuncia ancestros de canes finos.
Es un mendigo extraño. Nunca pide limosna.
Si se la dan, la acepta. Y murmura las gracias
casi con vergüenza.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Pero, apenas tiene algo, cruza al comercio del
edificio de enfrente.
Primero compra para al perro, y luego para él.
Cuenta las monedas. Y si no le alcanzan, reduce
de lo suyo. Jamás del alimento para su perro.
-¡Calidad de vida! –saluda despidiéndose y al
pagar, elevando una hipotética copa en lo alto.
–¡Calidad de vida! –dicen los demás, imitando
el gesto.
Y el mendigo se va.
Y queda en el lugar un vacío donde resuenan
con ironía y conmiseración esas palabras.
El viejo es amigo de todos los hurgadores.
Y les indica que pueden encontrar dentro los
contenedores. Y los buscadores de basura se van
con sus bolsas llenas y destrozadas.
–¡Calidad de Vida! –les grita, elevando la
hipotética copa.
–¡Calidad de Vida! –les responden ellos,
imitando su gesto.
Y en la calle queda un vacío que no puede llenar
el ruido de los motores de los autos.
Vacío donde resuena la amarga ironía de uno, y
la mansa resignación de los otros.
CALIDAD DE VIDA
…fui mendigo, fui señor… fui…
20 CALIDAD DE VIDA (U)
Diap 54
El vagabundo tiene dos amigos. Y los dos se
llaman Juan Pérez. Todos somos Juan. Y
cualquiera puede ser Pérez.
Uno es un antiguo, y bien jubilado oficial de
petroleros. El otro, un bichicome que en su
juventud también supo bañarse en las azules aguas
del Barlovento tropical.
Y ambos tienen un perro. El de uno es un
animal de raza pura. El del otro, de puras razas
mezcladas.
Sucedió una noche de julio. Noche de luna
llena. De ésas que el frío es penetrante.
En la mañana, en la plaza, le habían hecho un
homenaje al héroe y aún estaba la corona.
A las dos de la madrugada comenzaron a ladrar
todos los perros del vecindario.
Hasta los finos y abrigados de los edificios
aledaños recordaban sus orígenes de lobos.
El aullido más lastimero, más fuerte, venía de la
plaza. Allí fueron los dos Juan Pérez. Y cada uno
con su perro.
El viejo mendigo yacía muerto sobre la grada
del muro de piedras.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Estaba helado. Pero, aún al irse lo había hecho
con distinción.
No debajo de algo, sino arriba.
Junto a él estaba su perro. Y le lamía la cara. Y
aullaba a la luna pidiendo que le devolviese la vida
a su compañero.
Y a cada aullido le acompañaban cientos del
lugar.
Los dos Juan Pérez se miraron.
Fueron hasta el trípode que sostenía la corona
en las escaleras del monumento de bronce.
La sacaron y la pusieron a los pies del viejo.
Ambos levantaron la mano elevando una
hipotética copa y lanzaron al aire un estentóreo:
–¡Calidad de Vida!
En ese momento dejaron de aullar los perros.
La noche se llenó de silencio.
Un silencio donde se repetían sin cesar:
–¡Calidad de Vida!
Pero ahora resonaban con honor, con orgullo.
Y, por primera vez, tuvieron sentido esas tontas
palabras.
–¡Calidad de Vida!
…oo0oo…
CALIDAD DE VIDACALIDAD DE VIDA
Diap 55
Llega hasta la esquina de Uruguayana.
Es su calle.
Pocas veces se anima a doblar y seguir media
cuadra más por la transversal que lo separa de la
plaza.
Quizás por qué tema, con cada paso que dé allí,
entrar en ese mundo clase media, de pulcritud, de
saludos formales, de sonrientes caras, de ocultos
pensamientos.
O quizás por miedo a reconocer, o ser reconocido.
A veces lo acompañan tres perros, otras solo
uno. Y, casi todo el tiempo, la resaca del alcohol.
Lo más común es encontrarlo unos cincuenta
metros más atrás, cerca de la carnicería, en la
vereda norte de la calle, del lado que pocas veces
da el sol.
Porque él es de piel delicada. Si se expone
demasiado a los rayos solares se quema.
Y, entonces, en su rostro se mezclan las cremas
bloqueadoras y la mugre del vagabundo.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Suele hallársele, junto con otros bichicomes, en
el escalón de una vieja casa en reparación.
Los otros mendigos, sentados, con ojos enrojecidos
de caña, piden una limosna al transeúnte.
Pero él, no. Para todos tiene un saludo cortés.
Y si se le pregunta como está, responde con una
sonrisa:
–Siempre aquí… siempre borracho…
Domingo en la mañana.
En la otra vereda, en la sur, ya están los puestos
de los vendedores de la feria exponiendo las
verduras y frutas, los quesos, las ollas, la ropa…
Lo veo a él en su lugar, del lado norte, con los
ojos rojos… Solo.
Miro mejor. Está acompañado por libros viejos…
y los tiene a la venta… y sin precio…
Me detengo a hojearlos:
Tomás Mann, Emerson, Voltaire, La Odisea,
Ariel…
Hablamos, hacemos comentarios.
No me ofrece ninguno. No le compro ninguno.
Y los dos nos separamos contentos.
UNO MÁS
Siempre aquí…
siempre borracho…
21 UNO MÁS (U)
Diap 56
Otro domingo de invierno.
Voy para la carnicería. Voy por la vereda norte:
Una entrada de edificio de apartamentos. Un
local de computadores. Un expendio de bebidas.
Todos están cerrados. El expendio, no.
Y, bajo el árbol está él. No le pregunto cómo se
siente. Sus ojos enrojecidos y el temblor de su
cuerpo lo denuncian.
Tampoco le pregunto por aquellos viejos libros.
Quizás se volvieron alimento del espíritu… quizás
se transformaron en bebida.
Me mira. Comprende lo que pienso. Y se atreve:
–Necesito algo más para comprar la medicina…
Saco un billete, se lo entrego, aún puedo dar. Y,
mirando la licorería, le digo socarrón:
–Sólo para la medicina… y cuidado con el
escalón…
Asienta con la cabeza, evitando verme a los ojos.
No quiere mentir o siente vergüenza. Pero,
después de todo. ¿El alcohol no es una medicina?
¿No le venden en la farmacia también?
Y lo dejo, siguiendo mi camino, mi deber.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Vuelvo.
Se nota que ha tomado el medicamento.
Apoyado en el tronco, saluda con la botella en la
mano.
Por hábito, le preguntó como está.
Y me responde con una sonrisa:
-Siempre aquí… siempre borracho…
Le devuelvo una triste mueca.
Y recién me doy cuenta que no sé su nombre.
–Disculpa… ¿Cómo te llamas?
–Rafael… Pero, todos me dicen el negro asirio.
–¿El negro asirio?... si ni eres negro ni asirio.
Me responde con un fruncir de labios. Y me voy.
En el ascensor me encuentro con una vecina.
–Fue profesor de historia –me chismea– Pero
se volvió un borracho… y se pasaba hablando de
Mesopotamia y Asiria. No le haga mucho caso…
sólo es un loco.
–Uno más… –murmuro sin verla.
Ella baja en el piso cinco.
Yo sigo, aún vivo más arriba.
Uno más
…oo0oo…
UNO MÁSUNO MÁS
Diap 57
DESDE BELLA VISTA
Cierta vez, siendo chicos los hijos; fuimos
al zoológico de Valencia, Carabobo.
Hacía poco que lo habían inaugurado, e
íbamos con la curiosidad de ver los
animales salvajes en libertad.
Éstos se hallaban en abiertas zonas
naturales, donde, en cada una, se
reproducía el hábitat de cada especie.
Y, si bien había cercas seguras, nos
sentíamos en una aventura.
Fuimos en una camioneta todo terreno
con la cual, por ser más alta, tendríamos
más visibilidad. Los niños pensaban abrir
las ventanillas y mirar las fieras.
Recibieron una sorpresa al llegar al
zoológico. Se debía recorrer dentro del
coche, sin detenerse, con los vidrios y las
puertas trancadas, a velocidad lenta y
nunca bajarse.
O sea: Los animales estaban sueltos en
sus territorios, mientras los humanos iban
encerrados en sus jaulas móviles.
EL TIGRE
22 EL TIGRE (U)
(Presentación anterior Nº 4)
En su mundo
no hay nombres
ni pasado ni porvenir,
sólo un instante cierto.
Poema El Otro Tigre,
de Jorge Luis Borges,
DESDE BELLA VISTA
Diap 58
DESDE BELLA VISTA
Por fin se había invertido la injusta
situación de poner tras las rejas a los libres
por naturaleza para ser mirados desde
fuera por los prisioneros de la sociedad.
Y así empezamos el recorrido. Aunque,
como todos los demás visitantes, a los pocos
minutos teníamos una hendija abierta en la
parte superior de las ventanillas del auto.
Por allí entraba el olor de los animales y
la canícula tropical que reverberaba sobre
la tierra y el reseco camino.
Recorrimos la zona de las gacelas, cebras,
búfalos, jirafas, ñus, rinocerontes. Convivían
en paz, eran herbívoros.
Llegamos al lugar de los simios. Allí se
detenían todos los autos. Y los monos
asaltaban el carro exigiendo las galletas y
frutas que la gente les daba por la abertura
de la ventanilla.
Nuestros primos se habían habituado a
obtener la comida sin esfuerzo. Y golpeaban
el coche si no la obtenían.
Tal vez, en el futuro, hasta harían huelgas
y formarían barreras.
EL TIGRE
DESDE BELLA VISTA
EL TIGRE
Diap 59
DESDE BELLA VISTA
Y entramos en la reserva para las fieras
carnívoras. Fuese mito o realidad, corría la
versión que un cuidador había sido devorado
mientras les daba de comer a los tigres.
Cerramos el vidrio hasta el tope. Mi
señora y los niños se separaron de las
puertas. La algarabía y las bromas cesaron.
Un respeto tácito dominaba dentro del auto.
Pasamos cerca de los leones que, a la
sombra de las acacias, indolentes, panza
arriba, ni se molestaron en mirarnos.
Y… penetramos en el área de los tigres.
Pocos permanecían quietos y, aun así,
éstos parecían estar en tensión. Algunos se
bañaban en la charca. Otros vigilaban sobre
las piedras. Los cachorros jugueteaban.
Fue cuando lo vi. Era un macho corpulento,
seguro de sí mismo.
Y me di cuenta que él me había visto.
Pausado, con su andar felino, fue avanzando
hacia mí. Yo, poco a poco, fui deteniéndome.
Mi familia enloqueció de terror. Gritaban
que nos fuésemos rápido de allí. Pero, algo
me obligaba a tener ese encuentro.
Suavemente, frené.
EL TIGRE
DESDE BELLA VISTA
EL TIGRE
Diap 60
DESDE BELLA VISTA
Él puso su trompa junto al vidrio.
Yo me acerqué a éste.
Su cara era varias veces la mía.
Él tenía los ojos celestes, yo también.
Su pelaje era amarillo; mi cabello, rubio.
No sé cuanto permanecimos mirándonos.
Él podía romper el vidrio de un zarpazo y
destrozarme. Yo acelerar el auto, lastimándole.
Ninguno de los dos lo hicimos.
Con la mirada fija uno en el otro,
serenos, callados, nos comunicábamos algo
incomprensible, instintivo, natural.
De pronto, con la misma serenidad, él se
dio vuelta yendo señorial hacia su jauría.
Y yo comencé a alejarme en el coche donde
mi familia estabaen un profundo silencio.
Nunca más volví allí.
Nunca más nos encontramos el tigre y yo.
Él siguió en su territorio, yo en el mío.
Pero, tanto él como yo vivimos ese momento
sin lugar, sin tiempo, sin especie.
Un momento donde fuimos… nosotros.
…oo0oo…
EL TIGRE
DESDE BELLA VISTA
EL TIGRE
Diap 61
Tirano despertó. Los rayos sol entraban por las
altas copas de los árboles gigantescos, entibiando
su lecho en la tierra.
Cada noche hacia uno, aplastando ramas con su
cuerpo de setenta toneladas de peso y catorce
metros de largo.
A pesar de tener sangre caliente por su gran
volumen, su origen de reptil lo hacía enfriarse en
la oscuridad.
Cuando joven, había recorrido romotas regiones,
y tuvo cruentas luchas con los machos dominantes
que encontraba.
Pero, con los años se fue asentado y terminó por
tener su territorio, con pantano, con planicie, allí,
ése donde estaba.
Como todo carnívoro, guardaba sus energías
para cazar. Al acecho, esperaba que los herbívoros
viniesen a beber.
Se paró. Sus extremidades anteriores eran
insignificantes, en cambio sus dos patas eran
largas y musculosas columnas.
Sintió otra vez dolor en las caderas. Y, dentro
del ciclópeo tórax, una molesta fatiga. Pensó que
era por hambre.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
Su última presa fue un Triceratops.
Ese herbívoro de nueve metros, seis toneladas,
tres cuernos y pico, sabía defenderse.
Años atrás, esa carne le habría alimentado
varios días. Mas ahora, ya saciado, al llegar los
Deinonicus, les dejó los restos.
No eran rivales. Podía matar fácilmente uno por
uno. Pero, ellos en jauría, molestaban mordiéndole
patas y cola.
Bostezó, abriendo su boca de casi un metro de
largo, donde brillaban las hileras de dientes
cónicos con bordes aserrados.
Con la brisa que venía del pantano le llegó un
rumiar. Bajó la terrorífica cabeza a nivel de las
copas buscando el origen.
Lo vio. Era un herbívoro joven.
Un Brontosuario. Al notar la cola y cuello más
largos, supo que era un Diplodocus.
Un cachorro que, en su ansia de comer las altas
y tiernas hojas de bambúes, se había separado de
algún grupo.
Sólo tenía dieciocho metros de largo. Los
mayores llegaban a veintisiete, pesaban veinte
toneladas e iban en manadas.
TIRANO
Todos somos dinosaurios…
23 TIRANO (G)
Diap 62
El herbívoro no podía mantener mucho tiempo
erguida su cabeza y cuello. Y el depredador esperó
para atacar.
Siendo Tirano cachorro, un Brontosuario lo
había arrojado lejos con un latigazo de su cola,
dejándole magullado.
Y aún le dolía la pierna izquierda, donde había
recibido un mazazo del extremo de la cola de un
agónico Anquilosuario.
El Diplodoco bajó la cabeza. Y Tirano se lanzó
con su boca abierta, buscando morderle en el
cuello y cortar la yugular.
Pero el herbívoro fue ágil. Levantó la cabeza y
giró hacia el pantano. La dentellada se clavó casi
en el hombro.
Tirano sintió el sabor de la sangre. Había tocado
la arteria, pero allí la presa tardaría en desfallecer
y trataría de huir.
El depredador se afincó con las garras de sus
tres dedos de las patas e hizo un esfuerzo para
clavar más los dientes.
Fue cuando sucedió.
Una bola de fuego cruzó el cielo, aumentando a
cada paso, para caer en el horizonte con estruendo
ensordecedor.
DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA
La corteza terrestre se partió. Surgían volcanes
por todas partes. Una nube negra venía de donde
cayó el meteoro.
Los dinosaurios corrían escapando. Mansos y
fieras. Pero la nube los alcanzaba. Y cubría sus
cadáveres de cenizas.
Tirano soltó las mandíbulas. El Diplodoco no
huyó. Ambos veían como el sol desaparecía a
medida que llegaba la nube.
El dolor del tórax se agudizó. Se ahogaba. Miró
la planicie que había sido su territorio y donde él
había sido el rey. Todo era oscuridad.
Y en su primitivo cerebro de reptil supo que era
el fin de él, de los dinosaurios, de su época.
En las sombras notó que unos pequeños seres se
agolpaban y golpeaban entrando enloquecidos a
las cavernas. Fue lo último que vio. Tirano murió.
El polvo lo cubrió.
Y pasaron 65 millones de años.
Una vez, escarbando
la tierra, los descendientes
de esos seres,
hallaron sus restos fósiles.
Y lo llamaron:
Tirannosaurus Rex.
…oo0oo…
TIRANOTIRANO
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  • 1. DESDE BELLA VISTA de Rosalino Carigi 2007 - 2016 VERSIÓN AGOSTO 2016 ÚLTIMOS CUENTOS Diap 1
  • 2. Diap 2 DEDICATORIA A todos los que un día quemaron sus naves…
  • 3. Diap 3 DEDICATORIA A todos los que un día quemaron sus naves…
  • 4. Diap 4 Alejandro Magno, al llegar a la costa de Fenicia en el año 335 AC, vio que el enemigo los superaba tres veces. Cuando hubo desembarcado, dio la orden de quemar las naves y dijo a sus hombres: "Solo hay un camino y es hacia adelante". Julio César al desembarcar en Gran Bretaña, mandó quemar las naves, para que sus soldados entendieran que o conquistaban ese territorio o no volverían a Roma, porque la derrota no sería considerada. Hernán Cortez, en México, cuando el ejército pierde la batalla, para evitar que los soldados regresaran a España, mandó a quemar las naves. No podía haber marcha atrás. Y tantos más, nombres que no están en la historia, pero que un día quemaron sus naves… aunque fueran de papel. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA NOTA
  • 5. Diap 5 * EN ITÁLICA Y CON ASTERISCO YA SE ENVIARON EN PRESENTACIONES ANTERIORES - Y EN LA DIAPOSITIVA ESTÁN SOBRE FUNDO AZUL Y LETRA AMARILLA DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA ÍNDICE No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap. No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap. No. TÍTULO DEL CUENTO País Diap. INICIO 1 DEDICATORIA 2 NOTA 3 01 BARTOLO (U) 6 02 DE NEGRO (U) 8 03 DEL VIENTO * (U) 10 04 LA BOLSA (U) 14 05 GATOSY ALBAHACAS* (U) 16 06 LA PALOMA RENGA (U) 21 07 LA CUARTA GRÚA (U) 23 08 RAIMUNDO (U) 25 09 CON DIOS* (U) 27 10 HUMO (U) 30 11 LA ROSA ROJA* (U) 32 12 PLUMEROS (U) 34 13 ENCUENTRO (U) 36 14 EL ANIMAL (U) 38 15 EL CRUCE (U) 40 16 EL TRANVÍAQUENO SE…* (U) 42 17 LAPRUDENTEDISTANCIA (U) 45 18 HA MUERTO UN PAJARO (U) 47 19 ELTREN DE LAS18 Y12 (U) 49 20 CALIDAD DE VIDA (U) 53 21 UNO MÁS (U) 55 46 PROMESA (U) 117 47 CARENERO (V) 119 48 JUEGOS (VECINOS) * (U) 126 49 AGONIZANDO (U) 128 50 SONRISA * (U) 130 51 QUIZÁS (U) 134 52 LOS HIJOS CALLADOS * (G) 136 53 MI ÁNGEL (U) 139 54 EL ROLLO (EL PAPEL) * (U) 141 55 EL OTRO DÍA (U) 144 56 EL LÍDER * (G) 146 57 RECUERDOS (U) 155 58 LA CASA DE DIOS * (U) 157 59 EL BOSQUE DE JUAN (U) 164 60 OTRO MAS * (U) 166 61 EL BETO EINS (U) 169 62 EL CHANCHO * (U) 171 63 LOS EX (U) 175 64 EL BALDÍO * (U) 177 65 YANO HAY MÁSTIGRES (U) 181 ÚLTIMA PÁGINA 183 SE DICE DE MI (El Escritor) 184 FIN 186 22 EL TIGRE * (U) 57 23 TIRANO (U) 61 24 UN TODO (U) 63 25 UNA TARJETA (U) 65 26 EL ASCENSOR (U) 67 27 CANTANDO BAJITO (U) 69 28 EL HURGONERO* (U) 71 29 EL TURISTA (U) 75 30 CONMIGO (TITI) (U) 77 31 LA PIEDRA (V) 79 32 INSTANTES (U) 81 33 EL CERTIFICADO (U) 83 34 EL GUÁRAMO * (V) 85 35 LOS VECINOS (U) 89 36 EL ÁTOMO (U) 91 37 OTRO DÍA (U) 93 38 ME NIEGO* (U) 95 39 TANATIA (G) 98 40 EL GATO Y EL VIEJO * (U) 100 41 EL JARDÍN (U) 104 42 TIFLOS* (G) 106 43 EL ÚLTIMO TREN (U) 109 44 EL SUICIDA (U) 111 45 BARCOS* (U) 113
  • 6. Diap 6 Desde botija, Bartolo fue raro. Muchos dicen que se debió a su nombre, un nombre desagradable, antiguo, nada parecido a los usados por los actores de televisión. Además, viviendo en un barrio de ese peculiar país, donde es hábito poner sobrenombres y seudónimos derivados del patronímico original, poca suerte le quedaba. Mientras de un Roberto se obtenía el yanquizado Robert, o el popular Beto, y hasta el multitudinario e indefinido Tito… de Bartolo, nada bueno salía. Tolo, sonaba espantoso. Barto, aún peor. Y Tolito, sería la causa de infantiles peleas para demostrar su masculinidad, o de rimas que lo aproximaban al manicomio. Claro, si él hubiese nacido en Nueva York, y su padre sido un anglosajón más entre los de esa ciudad de rascacielos de hierro, habría podido llamarse por el resonante “Bart". DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA BARTOLO Pero, Bartolo nació en Montevideo, se crió en Bella Vista, y su viejo fue un gallego emigrante que apenas sabía colocar derecha una hilada de ladrillos. Y fuese por el nombre, o por algún gen desviado, Bartolo creció como un niño solitario, un joven extraño, de actitudes rayanas en la locura. Eso sí, de una locura normal, común. Uno más, uno de tantos. Y allí se respeta la individualidad. Tan común que tenía su barra de amigos. Tan normal que lo buscaban las muchachas. Lo diferente, atrae. Tanto atrajo a una, la más codiciada por sus amigos, que ésta se casó con él… y tuvieron un hijo. Que, por lógica, no se llamó Bartolo. Simplemente le decían: el nene. Y, fuese por aquel gen, o los cambios en su anormal pero serena existencia, Bartolo aumentó su forma de ser solitario, sus actitudes extrañas. Y su locura ya no se vio tan común. Es un hombre grande, que todas las tardes pasa arrastrando un ómnibus chiquito… 01 BARTOLO (U)
  • 7. Diap 7 BARTOLOBARTOLO Sus amigos al verlo le esquivaban desde lejos. En su trabajo lo consideraron poco fiable. Fue otro desempleado más. Y… para su mujer dejó de ser atractivo. Tuvieron que dejar la casita de cuya azotea se veía la bahía. Fueron a un cuartito en un desván, que un viejo les dio por un tiempo, donde la ventana estaba al mismo nivel del techo. Para aliviarse de la opresión, salían a caminar por la Plaza San Martín; cercana en cuadras, lejana en posición ya que era frecuentada por la clase media de los edificios circundantes. Pasó el Día de Reyes. Cierto primo de la señora, chofer de transportes, le trajo al nene un ómnibus de juguete. Era el único regalo que había tenido. Y Bartolo, el nene, la señora y el chofer fueron a la plaza. Y mientras la mujer y el primo hablaban en un banco, padre e hijo hacían rodar el pequeño ómnibus de madera. De pronto, Bartolo se fue alejando mientras arrastraba con una cuerdita al juguete. Y se iba, se iba. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Unas cuadras adelante alguien le preguntó: –Bartolo... ¿Dónde vas con ese juguete?.. –Al cuarto –respondió– Se lo llevo al nene que viene atrás. –¿Cuál nene?... Bartolo se dio vuelta. No había nadie. Mujer, niño, chofer… habían desaparecido. Todos habían desaparecido. La calle estaba vacía. Las puertas de las casas, cerradas. Desde entonces hay un hombre que da vueltas y vueltas por la plaza San Martín arrastrando un ómnibus de juguete. Un juguete de madera, descolorido, viejo, desvencijado. Y si se le pregunta donde va con eso, siempre responde: –Se lo tengo que devolver al nene… al nene de Bartolo… Y, se marcha repitiendo con voz desquiciada: –De Bartolo… de Bartolo… de Bartolo… Cosas de un nombre. …oo0oo…
  • 8. Diap 8 DE NEGRO Era un hombre que vestía de negro. Saco, camisa, pantalón, medias, zapatos, todo, de negro. Una vez, alguien, en broma, le preguntó si los interiores eran negros. Y él dijo que sí. No importaba que lloviese o no, fuera invierno o verano, la ropa de abrigo o liviana. El deforme paraguas era negro. La vieja gabardina era negra. Y el descascarado bastón, negro. Hasta tenía los ojos oscuros, con honda oscuridad de años idos. Pero, en esa negra figura, había dos cosas blancas: El cabello y la barba. Totalmente blancos y cortos. Al anciano se le podía ver en la Plaza de los Treinta y Tres, sentado cerca de la estatua al bombero con el niño; o en la Plaza San Martín, en el banco junto a la placa de bronce. En la primera descansaba luego de andar las once cuadras desde la rambla donde su hijo tenía un apartamento con vista al mar… y donde el viejo dormía en un cuarto de atrás. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Después, tomaba en la esquina el ómnibus 137 para ir a la segunda, distante unos tres kilómetros. Allí, en Bella Vista, había vivido con su mujer en una casita cerca de la bahía. Podía tomar el ómnibus 17, hacia el mismo recorrido. Pero, ése no lo usaba, decía que no era de su época. Subía y no pagaba boleto, tenía carnet de jubilado. ¿De qué?... ¿Acaso importaba?... Había trabajado en tantos lugares… Hasta en dos trabajos por día. Lo importante, para él y su mujer, fue que nunca le faltase algo a su hijo. Pero, ahora, envejecido, le faltaba todo al viejo de negro. Su mujer descansaba en la quinta de los cipreses. Los amigos del ayer desaparecieron con el tiempo. Y el hijo, aunque vivía, se había ido en su propio presente. Sucedió un día. Quizás yendo, quizás volviendo. Pero, al subir al 137, el viejo tenía los ojos más oscuros. Susurró algo al chofer, y luego se dirigió al público: 02 DE NEGRO (U) Un viejo de pelo blanco, todo vestido de negro…
  • 9. Diap 9 DE NEGRODE NEGRO “Respetables pasajeros, disculpen mi intromisión en sus vidas, necesito compartir con ustedes algo de la mía. Hoy, después de mucho tiempo, quise hacer un comentario a lo que hablaban mi hijo y su esposa. Y, él me frenó así: –No salgas con una de tus locuras… Callé, mientras afloraba a mi cara esa sonrisa tonta que ponemos los viejos. Y me fui. Pero, iba pensando. No me había dicho papá. Menos aún, viejo. Me ordenó. Y usando apenas el compasivo tuteo. Caminaba recordando mi juventud, en la cual conocí a una muchacha. Me enamoré de ella. Nos amamos mucho. Y salí con la locura de dejarla embarazada. Pudimos evitar que él naciera. Sin embargo, no lo hicimos. Nos casamos a pesar de no tener nada. Juntos, enfrentamos necesidades y sacrificios. Y salí con la locura de tener un hijo. Quisimos que fuera mejor. No asistió a la escuela pública. Tomé un segundo trabajo. La vieja cosía en la casa. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Y salí con la locura de mandarlo a un colegio particular. Llegó hasta la universidad. Tuvo todo lo que precisara. Se recibió. La doña y yo estábamos ya viejos. Pero, a él, el barrio le quedaba chico. Y salí con la locura de mudarnos. Se ennovió con un mujer de posición. Vendimos todo. Se lo dimos de inicial para que comprase en un buen lugar. Y salí con locura de ir a vivir en el cuarto de atrás. Allí, en silencio, la vieja compañera callada de todas mis locuras, un día se fue. Lo demás ya nada importa. Que él siga con su cordura. Yo… sigo con mi locura. Señores pasajeros, muchas gracias por haberme permitido compartir con ustedes.” Un aplauso general le acompañó mientras bajaba. El viejo de negro había llegado a una de las plazas. …oo0oo…
  • 10. Diap 10 DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA El viento me cuenta cosas, cosas que no debiera contar… 03 > DEL VIENTO > 2 (U) (Presentación anterior Nº 14) Miro la bahía. Allá, a varias cuadras. El sol brilla. La marea está alta. El agua, serena. Pero, el viento silba. Es extraño. Me pongo una campera. Zapatos cómodos. Tomo el bastón. Salgo. –¿Dónde vas? –me preguntan al llegar a la puerta. –Adonde me lleve el viento. –respondo, y cierro. Y al llegar a la esquina el viento me empuja hacia el mar que se recuadra entre los árboles al final de la calle. Y me empuja… y me lleva… Paso por veredas bordeadas de casas, de depósitos. Y, al final, el viento me hace cruzar la rambla, su vía asfaltada, su isla central con pasto y pedregullo. Estoy a pocos metros del mar. Me separa de él una oxidada vía de ferrocarril y un ancho malecón de piedras. Y el viento se suaviza. Y me lleva mansamente al oeste.
  • 11. Diap 11 DEL VIENTODEL VIENTO DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA El rompeolas está hecho con enormes rocas basálticas y de granito, mezcladas como si los cíclopes se hubiesen divertido tirándolas allí. El sol centellea en las rocas mojadas por el agua, o reverbera en las que están cercanas a la vía. Veo sobre una roca gris, el cuerpo de un hombre. Cerca, una raída bolsa de mendigo. Está acostado. Quieto. Quizás duerma una borrachera. Quizás esté muerto. Temo. Me le acerco. Subo sobre una piedra. Mi sombra lo cubre. Me tranquilizo. Respira. Se mueve. Levanta la cabeza. E instintivamente pregunto: –¿Puedo hacer algo por usted? –Sí… que se quite. Me está tapando el sol. Sonrío ante la respuesta de este Diógenes alcoholizado. Me aparto. Y él se sienta en la piedra. Frente al sol. El viento se ha detenido. Yo sigo de pie, en otra roca. –¿Está bien? –inquiero, con inexplicable confianza.
  • 12. Diap 12 DEL VIENTODEL VIENTO DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –Ahora, no. –indica con voz de resaca– Estaba bien antes que usted me despertara. Cuando dormía y soñaba. –Los sueños, sueños son… –musito viendo el horizonte. –Una perogrullada que dijo Calderón. – ironiza él. Vuelvo a sonreírme. Pero pienso en la utópica realidad. El viento me ha llevado a hablar con un bichicome borracho… Uno que sabe la respuesta de un filósofo y de literatura clásica.., –¿Lo leyó? –susurro, sin disimular mi asombro. –En otro tiempo… en otra vida… todos somos como barcas en el mar… vamos donde nos lleva el viento… o la fuerza que tenemos dentro. Lo observé. Hablaba mirando los restos de un lanchón que afloraban próximos al rompeolas. –Mientras sigamos a flote, no importa lo que nos empuje. –continuó– Pero si un día naufragamos, aunque sea cerca de la orilla, nos hundimos en el barro, en el fondo. –Sin embargo –dije todavía esperanzado– de esa barcaza afloran aún la proa, la cabina y el árbol del timón.
  • 13. Diap 13 DEL VIENTODEL VIENTO DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –Una proa clavada en la tierra, –murmura él– una cabina vacía y oxidada. Y un timón que se perdió en la profundidad… Adiós, señor. Se despedía. Lo miré. Estaba tomando de una sucia botella sacada de la raída bolsa. Lo dejé. Salté de las piedras al camino. Atravesé la rambla viendo si no venía algún vehículo. El viento sopla de nuevo. Esta vez desde el mar. Me hace subir por una calle. En ella aún están los rieles de un tranvía desaparecido hace años. Me invade la nostalgia. –¿Tiene fuego? –pide alguien con un cigarrillo en la mano. –No. –y agrego justicándome – Hace mucho que lo dejé. Y me pregunto que fue lo que dejé hace mucho… ¿el cigarrillo o el fuego? Pienso que soy un Prometeo al que el viento le apagó la llama. Y el viento cambia, empujándome hasta el apartamento. –¿Volviste? –preguntan al abrir la puerta. –Sí. Me trajo el viento. –respondo, y cierro. …oo0oo…
  • 14. Diap 14 LA BOLSA Era una bolsa cualquiera. No tenía impreso ningún nombre ni una marca conocida, ni una carita sonriente ni resaltantes colores, ni siquiera era de un color definido. Quizás su origen fue de polietileno blanco. Pero ahora, su turbio gris, mostraba la unión con ignotos materiales en cientos de recuperaciones y mezclas. Y ahí estaba, en el suelo, arrugada, vacía, sucia, muy usada, tirada en la calle. Y, en lo intrínsico de sus moléculas, algo le decía que no era la primera vez. Tal vez alguien la echó de su casa luego que ella le había servido para traer algo; o un mendigo la sacó de la basura y, viendo que nada tenía adentro, la arrojó a la vereda. Y, arrastrada por el viento, en medio del polvo y del agua sucia, llegó cerca de otras, blancas, negras, amarillas, con caras siempre sonrientes y nombres conocidos. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Un mismo final, sin importar lo que fueron o pudieron ser. Pero, aún rodando todas, las otras mantenían su apariencia, su forma, su color. Hasta rodaban aparte. Ella, no. Era una bolsa cualquiera. Gris, descolorida, con manchas, deforme, gastada, que apenas se movía. Siempre quedaba de última al ser empujada por la brisa. Pero, en cierto instante, el viento las arremolinó. Y volaron en una espiral. Subieron y subieron. Alto iban las de calidad. Ella, más despacio, más endeble, más abajo, las seguía. Se sentía viva. Llena de aire. Y aunque las otras se tocaban entre ellas como saludándose y susurraban despreciándola; ella, sola, se seguía elevando. Y pudo ver el mar, la bahía, el horizonte. Y flotó viéndolo. De pronto el viento cesó. Las otras cayeron de inmediato. Pero ella, por no tener peso, permaneció en el aire en suave vaivén con la mínima brisa. Ser o no ser, o lo que se cree ser… 04 LA BOLSA (U)
  • 15. Diap 15 LA BOLSALA BOLSA Y bajando lento hasta quedar enganchada en la rama de un árbol. De allí vio, allá abajo, en la calle, entre el polvo y el agua sucia, a las otras, las pesadas, las fuertes. Era una bolsa cualquiera. Que, llevada por el viento, llegó a una rama. Y en ésta pasó primavera, verano y otoño. La lavó la lluvia, la secó el sol, la acariciaba la brisa. Y cada día se hizo más parte de lo que la sostenía. Hasta creyó que le llegaba su savia. Y le pareció crecer cada día viendo el mar, la bahía, el horizonte. Hubo momentos que se sintió hoja, hubo momentos que se sintió flor. No quiso sentirse fruto, porque los frutos caían. Y no envidió a los pájaros… ya que también ella había volado. A veces imitaba sus aleteos con los jirones que le habían producido las tormentas. Éstas la sacudían. Pero, pasado el temor de ser desprendida de su agarre, pronto las olvidaba. En el otoño creyó tener amarillo, luego ocre, y finalmente marrón. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Pero, una a una, sus amigas las hojas, caían, desaparecían… y quedándose sola, vio que sólo era una bolsa rota y gris. Llegó el invierno. Y, enganchada como una banderola en la escuálida rama, pudo ver, muy cerca, la orilla del mar. Allí, en una turbia resaca, yacían mezcladas las otras bolsas. Deshechas, sin forma, sin nombres, sin caritas sonrientes, hundidas en la sucia arena, manchadas por el lodo. Las había arrastrado el arroyo, las había revuelto la correntada. Con lúgubre sonido, un fuerte y frío viento la sacó de lo que creía suyo. Y la fue llevando sobre la tierra, sobre la orilla, sobre el mar… Hacia el horizonte final… Más allá… más allá… Y en el aire recordaba… había sido hoja, había sido flor, hasta voló como los pájaros. ¿Dónde iría a caer?... no le importaba. Después de todo… Era una bolsa cualquiera. …oo0oo…
  • 16. Diap 16 GATOS Y ALBAHACAS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Las plantas son seres vivos, y ellas nos dan el oxígeno para respirar… 05 GATOS y ALBAHACAS (U) (Presentación anterior Nº 24) Narración de un hecho real… aunque los cuerdos no lo crean. Dedicado a las gatas Rayita y Mimí y a las plantitas Alba y Haca… seres que me acompañaron y que ya no existen. Mimí I ……… Montevideo, Año 2010 Montevideo, 16-Jun-2012 (Cáncer – Eutanasia) Rayita Valencia. Vzla. 7-Ene-1994 Montevideo, Uru. 6-Jun 2012 (Vejez – Eutanasia) Alba y Haca. Montevideo, Enero - Año 2008, Montevideo, Julio - Año 2008, (Muerte natural) Es domingo. Siete de la mañana. La gata vieja está en el balcón esperando tomar su baño de sol. De un sol que aún no ha podido salir de atrás de los bloques de apartamentos. Hemos cumplido el ritual de cada amanecer. Éste consiste en que ella, todo aún a oscuras, salta sobre mí. Y, mordisqueándome la ropa, me despierta. Es inútil hacerme el dormido. Sabe si lo estoy de verdad. Me exige, en un concierto de maullidos, que más bien parece una retahíla de regaños, que me levante. Al hacerlo, se adelanta y, veloz, me lleva hasta la cocina. Va sin dejar de reclamar, pero en tono más bajo, que le dé su desayuno extra de carne cruda y cortada en cuadraditos. Cortarla es un ejercicio. Yo que echo a la gata. Y ella que se sube al mesón, y se mete entre mis manos mientras corto, para robar una tirita. Ésa le debe parecer más sabrosa.
  • 17. Diap 17 GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Mientras estamos en esa pugna, aparece su sobrino. Un joven gato mezcla de siamés y angora. Un hermoso macho que un día caparon para que viviese en la sociedad humana. Éste hace una segunda voz en el coro del pedido. Sin embargo, los maullidos de él son suaves, finos, como deben ser los de un animal perteneciente a la clase alta. Un felino que de cachorro escapó, o lo echaron, de alguna quinta de millonarios. En la cual, a escondidas de los propietarios, la mimada gatita angora tuvo un desliz. Y, en cuidados jardines, se dejó montar por el serio macho siamés de otra gran mansión. Los dueños esperaban cruzarlos con congéneres de la misma raza. Pero los gatos no tienen dueño, nos permiten vivir con ellos. No saben eso de razas. Se escabullen facilmente. Y aunque gritan al aparearse… siguen naciendo más gatitos. No era así la historia de la gata vieja. Una gata gris, a rayas, criolla, un eufemismo para decir que es mezcla de todas las razas. O sea: Una gata de verdad. Fue recogida en un baño público, luego de ser golpeada, enferma, abandonada a los pocos días de nacer, dejada a morir por su madre para salvar los otros cachorros sanos. Pero los designios de la naturaleza son impredecibles. Halló un ser humano que era humano, tal vez más con los animales que con los humanos. Y la recogió. Era tan chica que cabía en la palma de sus manos. Y la cachorrita fue cuidada, salvada. Y, tristemente, también esterilizada para que la familia de ese ser la permitiese vivir en el apartamento de la ciudad. Y vivió, y envejeció junto al hombre. Siempre fue arisca, retraída, solitaria. Sólo se dejaba acariciar por él. Y poco. Enseguida se alejaba. Y si él insistía, le largaba un tarascón. Quizás por que no olvidó su inicio. O quizás se parecía él.
  • 18. Diap 18 GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Mi familia protesta por que les doy de comer, a los gatos, carne cruda. Dicen que los tengo mal acostumbrados. Que hay alimentos especiales, y artificiales, para ellos. Prefiero no responder. Yo también encuentro muchas cosas especiales, y ya preparadas, en el supermercado. Pero, me gusta comer un queso común y tomar un vino barato. Quizás por que no olvidé mi inicio. O me parezco a la gata. El ritual del amanecer sigue con agarrar dos macetitas. En cada una hay tres o cuatro plantas de albahaca. En realidad las macetas son vasos desechables, ésos de plástico. Las plantitas fueron compradas en la feria, hace como dos meses. Pero, al traerlas al apartamento, las vi tan tiernas, tan pequeñas, tan lindas y suaves, que sentí afecto por ellas. Y, en lugar de cortarlas para un pesto, dividí el paquete en dos, poniéndolas en esos vasos. Como traían las raíces envueltas en tierra, se amoldaron enseguida. Y comenzaron a crecer en juvenil competencia. Mientras los vecinos mostraban finas macetas con plantas de flores, yo tenía dos vasos baratos donde las albahacas se erguían esbeltas junto al vidrio que cerraba la terraza.. Todas las mañanas, luego de darles su carne a los gatos, las tomo con delicadeza y las llevo a la pileta de la cocina para pasarlas bajo un hilito de agua. Y, colocándolas horizontalmente, refresco sus hojas en el cuenco de mi mano izquierda, mientras con la derecha giro el vaso que ya no tiene tierra sino un aglomerado de raíces. Luego las paro para que escurran el agua en exceso. Debo cuidar que se mantengan en equilibrio. Han crecido tanto, y tan delgadas, que la base ya le es pequeña y caen facilmente. Y, no sé por qué… me recuerdan mi juventud. Las llevo nuevamente contra la ventana de la terraza. Y allí quedan, disfrutando del sol. Cierta vez observé que el vidrio se empañaba alrededor de ellas. Comprendí. Respiraban... Eran seres vivos… Y me sentí bien.
  • 19. Diap 19 GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Hoy es domingo. Nueve de la mañana. Los gatos dormitan luego de haber comido. Las albahacas han regresadofrescas a su mirador. He terminado con ambos rituales. Pero, hoy debo cumplir con uno más. Debo ir a la feria. Ésa que hacen todos los domingos en la calle a la vuelta del edificio donde vivo. Donde, por unas horas, la clase media es humilde. En una calle de casas viejas y veredas rotas Saco de atrás de la puerta de la cocina la bolsa de malla. Y oigo a mis espaldas una voz fresca con aroma conocido: –Hoy se cumplen ocho semanas que nos trajo. –Así es. Creo que va al mismo lugar. –agrega otra voz similar. Giro. Los gatos han venido y están mirando las plantas. La lógica rechaza esa utópica irrealidad. La albahaca más alta está algo curvada, como hablando con la del vaso próximo. Y yo, inconciente e irreflexivo, les pregunto paternal: –¿Quieren ir conmigo hasta la feria? Ambas sacuden sus hojas. Puede ser la brisa que entra por la hendija entre las ventanas. ¿O tiemblan de emoción? –¿Tú que dices? Eres la mayor. –le inquiere la más pequeña. –No sé… - y, bajando la voz, prosiguió la alta– La última vez que estuvimos allí fue después de sacarnos de la tierra. Y era para vendernos… para ser masticadas. –Quédense tranquilas, –dije, calmándolas– sólo las llevaré a pasear, y luego las traeré de vuelta. –Pero has ido más veces, –la más chica aún temía– y has traído a otras que cortaste con el cuchillo… y devorado. –Sí, es cierto. –aclaré– Me gusta el sabor del albahaca. Los animales para subsistir debemos comer. No somos como ustedes, las plantas, que viven del aire y del sol. –No olvides el agua. –sentenció la mayor– Por algo nos mojas cada día. En fin, por ello confiaremos en ti. Vamos. Puse las macetitas en un canasto de grandes aberturas para que las albahacas pudiesen ver hacia afuera y disfrutar del paseo. Y… fuimos a la feria.
  • 20. Diap 20 GATOS Y ALBAHACASGATOS Y ALBAHACAS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA La gente me miraba como a un demente, más al oír que yo conversaba con ellas. No comprendí su extrañeza. Muchos llevaban perros y hablaban con ellos. ¿Cuál era la diferencia? Las plantas saltaban en el cesto, alegres de estar fuera de las paredes del apartamento. Hasta las escuché gritarles a las albahacas que estaban en los puestos para ser vendidas Volvimos. La burlona mirada de los puesteros hizo que no comprase nada. No me importó. Las verdes hojas de mis plantas brillaban más que nunca. Volví a lavarlas. Traían polvo de la calle. Y las puse en la ventana. La gata y el gato vinieron y quedaron viéndolas atentos. Llegó mi familia y les conté. Les dije que las escucharan. Me miraron compasivos, ellos nada oían. Pero yo las seguía oyendo como comentaban del paseo. ¿Será que las plantas sólo les hablan a los gatos y a los locos? …oo0oo…
  • 21. Diap 21 LA PALOMA RENGA Fría mañana de otoño. Dentro un mes será invierno. Cruzo la plaza llevando mi mano izquierda metida en el bolsillo del abrigo. La artritis en la muñeca me hace añorar el calor. Paso cerca del asiento en cemento que está debajo la placa que explica el nombre de la plaza. No le he leído nunca. Para mí es la plaza de enfrente… y eso basta. No es así con el banco. De noche duerme en él un hombre joven. Mucha debe ser la pobreza, o el abandono, para tener la valentía de pasar esas horas en la congelante intemperie. Apenas amanece se levanta, se arregla con detenimiento, recoge lo que le sirve de cobertor, lo guarda en la mochila. Es extraño, la mochila aparenta nueva y de calidad. Y se sienta. Al poco tiempo, caminando, llega un viejo metido en un sacón de grandes bolsillos. De uno saca puñados de granos que arroja a las palomas. Y éstas salen de su letargo y comen. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA De otro, extrae un paquetito y se lo entrega al joven. Éste lo toma, limpia el resto del banco, e invita a sentarse al anciano quien lo hace con mucha camaradería. Luego el joven abre el paquete y come de su contenido, sin apuro, despacio, mientras charla animadamente con el viejo. Y, de abajo del banco ha surgido una botella de refresco. A veces uno señala un pájaro; el otro, un árbol. Los vecinos pasan y los saludan. Algunos quedan un rato hablando con ellos. Finalmente todos se van, los vecinos, el viejo, el joven. Las palomas siguen alrededor de la estatua ecuestre. Las veteranas digiriendo en paz. Pero, las más impetuosas suben sobra la montera del héroe, donde eyectan libremente. Llego. Los humanos se han ido. No, el caballo y su jinete. Permanecen estáticos en el bronce y en la historia. Y las aves remontan y vuelven al suelo. Es cuando la veo… ¡Es una paloma renga!… Y los brazos se hicieron alas, para poder volar… 06 LA PALOMA RENGA (U)
  • 22. Diap 22 LA PALOMA RENGALA PALOMA RENGA Se bambolea al andar, inclinándose en cada paso hacia el lado izquierdo para luego nivelarse nuevamente al apoyarse en su extremidad derecha. Y lo hace con total naturalidad. En la izquierda le faltan todos los dedos. Solo le queda el delgado tarso terminado en un muñón que, encallecido por el tiempo, recuerda la pata de palo de un antiguo pirata. Las demás le dejan lugar en su picoteo de los granos. Se nota que se ha ganado el respeto, ya que la compasión no es instintiva entre las aves. Por lo contrario, repelen al débil. ¿Cómo perdió los dedos? Quizás le quedaron pegados en el desesperado esfuerzo de desprenderse de la “cola para pájaros” que un llamado humano puso en un alambre. O, tal vez, en la noche, en un descuido del ave, la mordió una rata de albañal. Pero la paloma supo luchar y prefirió quedar renga antes de ser devorada por un rastrero. O, simplemente, nació sin ellos. Cualquier otro pichón con ese defecto habría muerto de hambre. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA La naturaleza elimina a los menos capaces y a los que les falta la voluntad de vivir. Pero ahí estaba ella, viva, con sus músculos más fuertes por el esfuerzo de cada paso. Viva, caracoleando y no dejándose abusar por nadie. Viva, renga pero viva. Levanté mi bastón. Todas corrieron para luego remontar en ágiles aleteos. Una nube de aves subió al cielo. La paloma renga también corrió, cojeando, desgarbada. Pero al estar en el aire fue la que llegó más alto, más lejos, la de vuelo más agraciado. Y en su cuerpo estilizado no se veía esa pata ni la otra… sólo se veían las alas. Me fui de la plaza. Cada tanto me daba vuelta para mirar la bandada de palomas. Una tras otra iban volviendo al suelo, y caminaban en busca de más comida. Pero una seguía en sinuosos vuelos. Era la paloma renga. ¿Acaso se necesita pies para poder volar? …oo0oo… 14 Mayo 2008
  • 23. Diap 23 LA CUARTA GRÚA La cuarta grúa fue la primera cuando ese muelle era nuevo. No hace muchos años de eso, pero ahora todo se vuelve viejo al poco tiempo. Tuvo la atracción de la primicia, la eficiencia del desarrollo, la fuerza de sus partes modernas. Los barcos de carga hacían cola para estar debajo ella. Y, mientras las viejas grúas languidecían en los muelles interiores del puerto, ella lucía su esplendor en esa punta disfrutando en sacarle y ponerle al favorecido del momento. La eficiencia es arma peligrosa. Otorga fama. Pero, si no da abasto para todos, despierta la necesidad.. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Pronto tuvo otra grúa igual a ella y junto a ella. Dejó de ser la primera Sin embargo, no pasó a ser la segunda. Eran las dos grúas que preferían los barcos cargueros apurados de estar poco en puerto. Y juntas, las dos satisfacían sus deseos. No contaron que a pesar de su altura, elegancia y fuerza, sólo eran herramientas grandes del hombre. Y la ambición de éste es insaciable. Cuanto más obtiene, más quiere. Al poco tiempo montaron en ese muelle dos grúas más. Más modernas, más altas, más fuertes, más eficientes, más nuevas. Que atendieran a más buques y más rápido. Y la antigua primera grúa quedó en la punta. Viendo como entraban los cargueros y la dejaban atrás. Viendo como las dos grúas nuevas saciaban a los barcos enseguida. Viendo como la que fue su compañera, se unía a las nuevas. A ella sólo la usaban como emergencia, como ayuda, para los viejos mercantes, o para las cargas de popa. Y, levantado su brazo al cielo, se volvió la cuarta grúa. 07 LA CUARTA GRÚA (U) GRÚAS - PUERTO DE MONTEVIDEO AÑO 2008 – FOTO DEL AUTOR No importa ser el primero, no importa ser el único, lo importante es ser el último…
  • 24. Diap 24 LA CUARTA GRÚALA CUARTA GRÚA Era la que estaba a la entrada del atracadero, del remanso. La que primero se ve al entrar. La que última se deja al irse. La más vieja, la más conocida. Y por eso, la menos buscada. Allí, siempre sola, siempre apartada. Usada por obligación, por necesidad. Ya que a hombres y barcos les gusta utilizar lo nuevo. La novedad atrae, lo conocido aburre. Se hizo solitaria, o ya lo era desde su inicio. Fue la primera cuando no habían llegado otras. Y ser primero es estar solo. Desde ese lugar veía venir de lejos, del horizonte, a cada barco en busca de puerto. Y desde ese lugar, lo veía irse, desaparecer en la lejanía del mar en busca de otro puerto. Los conocía a todos. Todos habían estado debajo ella cuando ella era la única. Los había vaciado de la carga que traían. Y había colmado sus entrañas con otras cosas. No importaba de que color eran ni de que nacionalidad. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Al pasar la escollera, todos eran empujados por un remolcador que; cual alcahuete, los ponía junto a ella y se iba. Y si llegaba uno nuevo, daba lo mismo. Sólo podía ser más alto, más largo, más ancho, con más capacidad. Pero, en su interior o cubierta, sería parecido a los demás. El tiempo le había enseñado que todos venían con ganas de dejar. Que todos querían quedarse poco. Que todos querían marcharse pronto. Que todos se iban llevando algo. Sabía que los barcos cargueros tienen alma de marinero. Que van de puerto en puerto. De grúa en grúa. Las nuevas enloquecían por ser las preferidas. En su momento ella lo fue. Eso ya no le importaba. Porque si los cargueros tenían alma de marinero, ella la tenía de vieja mesera de puerto. Que aún sirve, que se usa en caso de necesidad, pero que ninguno recuerda. Con su brazo en alto, ahora sólo era la cuarta grúa. Pero, para muchos, ella fue la primera. …oo0oo… 27 de Mayo 2008
  • 25. Diap 25 RAIMUNDO Raimundo Insurance Duprevú nació asegurado. Más aún, estaba asegurado antes de nacer. Y, por lógica, fue concebido luego que sus padres se aseguraran de poder hacerlo. Porque, como se había vuelto natural en ese país, primero ellos tuvieron cinco años viviendo juntos como compañeros, un eufemismo por concubinato. Aducían, al igual que los jóvenes modernos, que era para conocerse mejor mutuamente, y que al llegar al matrimonio legal estuviesen seguros el uno del otro y de lo que hacían. Además, en esos cinco años, en los cuales tenían los goces de ser pareja pero sin responsabilidades ni obligaciones se iban asegurando en sus trabajos. Prefirieron tener anodinos puestos públicos, rechazando buenos empleos en el campo privado para evitar riesgos con los servicios asistenciales en su vida y con la jubilación. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA A los cinco años, y por contrato, les dieron un aumento de categoría y de sueldo. Si era o no meritorio, no venía al caso. Era un beneficio seguro obtenido por el sindicato. Hicieron cuentas, sopesaron el costo de la boda, los gastos como matrimonio, la posible inflación, los compromisos, el pro y contra futuros, y… habiendo previsto todo, se casaron. Eso no quitó que en el documento existiese una cláusula de prevención que, en caso de divorcio, cada uno mantenía sus haberes anteriores y recibía la mitad de los obtenidos juntos. Y vivieron casados, pero como los cálculos daban que aún no era económicamente seguro tener un hijo, seguían con sus precauciones para evitar ese nacimiento. Ya había aparecido la píldora anticonceptiva para la mujer, cosa que les permitía disfrutar más su unión sexual. Ella la tomaba. Pero, por si acaso, él seguía usando el preservativo. Y otros cinco años. Otro ascenso y aumento sindical. A veces, de tanto vivir previniendo para el futuro, se olvida vivir el presente. 08 RAIMUNDO (U)
  • 26. Diap 26 RAIMUNDORAIMUNDO Sus padres volvieron a hacer cuentas. La situación social y económica era segura. Además, evitaban el riesgo que puede tener un embarazo luego de los treinta años de la mujer. Su madre dejó las píldoras, y su padre el condón. A los dos meses a ella le faltó le menstruación y tenía mareos… Sin embargo, fueron al médico para que les asegurara que estaba encinta. De inmediato la mujer se acogió al seguro de maternidad, y él a uno de desempleo. Y ambos cansaban al doctor con cualquier molestia fuera del proceso previsto de gestación. Cuando el niño nació, hacía meses que estaba inscrito en sociedades médicas, institutos de cuidados infantiles, y hasta ya tenía seguro de vida… por si fallecía. Llegaron al extremo de ordenar que le hicieran un examen del código genético a fin de tener la seguridad que era hijo de ellos… en prevención de posibles errores de la clínica. El niño creció bajo mutualistas de la salud, y tuvo todas las vacunas existentes. Se educó en institutos que previeran las fallas con sicólogos y profesores especiales. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA No le dieron un hermano. No querían que el niño o ellos pasar otro riesgo. Y cuando Raimundo se hizo hombre, fue un empleado público como ellos. Respecto a hacer ejercicios físicos le prevenían respecto al peligro de los deportes. Pocos amigos tuvo. En cuanto al sexo, utilizaba las mujeres previstas para ello. Y, siempre con las precauciones correspondientes. Nunca se casó. Las estadísticas indicaban que la mayoría de los matrimonios actuales terminaban en imprevisibles divorcios. Tampoco tuvo hijos. Nada le aseguraba que le costearían un instituto donde cuidarlo de viejo. Lo pagaba él mismo. Raimundo Insurance Duprevú nació asegurado. Así vivió y así falleció. Murió sin esposa ni hijos ni amigos a su lado. Pero había una enfermera paga, un acompañante a tiempo completo, y estaba en el mejor ancianato. Lo velaron en la Funeraria La Previsora. Sus restos están en un nicho de la mutual Previsión. Pero… nadie lo recuerda. Para eso, no existe compañía de seguros ni de prevención. …oo0oo…
  • 27. Diap 27 CON DIOS El otro día, muy de mañana, temprano, con frío y aún entre la niebla, cruzando la plaza, yendo para el automercado, me encontré con dios… Sí, sí… con dios, así con minúscula. Tan arcaico estaba, que ponerlo con mayúscula no representaría su estado actual. Al principio dudé, ya que no tenía la habitual túnica blanca luminosa ni el halo radiante. En su lugar portaba un rústico poncho marrón y un gorro gris que le cubría hasta las orejas. Comprendí que con la gélida temperatura y la humedad reinante, no podía usar la etérea vestimenta de los cuadros. Se hallaba en el banco de piedra, ése que se encuentra del lado izquierdo del monumento al libertador, el cual, como todo héroe, tiene que estar montado en un caballo. Algunas viejas, eran las ocho y media, iban a la carnicería y, pasaban indiferentes… ¡Otro viejo!... ¡y qué mal vestido! DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Dios no ha muerto, ha pasado al olvido… 09 CON DIOS (U) (Presentación anterior Nº 1
  • 28. Diap 28 CON DIOSCON DIOS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA No hay mayor desprecio que el no aprecio. Y en aplicar eso no hay mejor intérprete que la mujer. Pero, yo era hombre, y también viejo. Por tanto me animé a preguntarle dubitativo: –Perdón, señor… ¿Usted es Dios?... –Sí, hijo mío… soy dios… uno no puede dejar ser lo que es. Me sentí delante la verdad divina. Sólo Él me podía llamar hijo mío a mi vetusta edad. Y al definirse a sí mismo, lo había hecho tan resignado que, él debía serlo en minúscula. –Pero… ¿qué te ha pasado?... –no pude menos que decir. –En tus preguntas está la explicación. – respondió con una sonrisa sardónica- En el principio me trataste con respeto y de señor… Y ahora, hasta me tuteas como uno más. –Disculpe…–me apresté a aclarar– no quise ser insolente. –No. No me molesta eso. Por lo contrario, es tan triste ser un dios perfecto y único. Sólo hay algo peor: Ser olvidado. Él era dios, y yo criatura, pero dije compasivo: –No creo que haya sido olvidado. Es que hoy no nos queda tiempo para meditar. Sólo se venera la eficiencia. Además, la tecnología aparenta opacar sus milagros del ayer. –Veo que los sacerdotes hicieron su labor en ti. –respondió socarrón- Lástima que también pusieran los dogmas. ¿Crees que si yo fuese perfecto habría hecho tantas cosas imperfectas? Levanté mi ceja en la clásica expresión de duda. Y él siguió: –Aún puedo hacer milagros. Pero me cansé de hacerlos, la gente los quería sin esfuerzo de su parte. Como si fuese mi obligación ¿Crees que la tecnología puede hacer esto? Agitó su mano hacia la estatua. Y el héroe de bronce, que miraba a la derecha, giró su cabeza viendo a la izquierda. Pero, la gente continuó caminado sin percibir el cambio. –¿Te das cuenta? –me preguntó deprimido– Nadie lo notó. Cada uno en su problema, su camino. Es la indiferencia… es lo que acaba con los dioses… y con los humanos.
  • 29. Diap 29 CON DIOSCON DIOS DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Callé. Nada podía yo agregar a eso. Y dios, riéndose de sí mismo, cualidad de eterna sabiduría, dijo agitando su mano: –Dejemos la estatua como estaba. Sean de bronce o carne, las criaturas empiezan mirando hacia la izquierda, con los años miran de frente… y terminan viendo la derecha. Largamos una sonora carcajada. Un mortal había logrado hacer reír a dios… fuese con mayúscula o minúscula. –¿Qué sabe de Lucifer? –pregunté desviando la conversación. –Pobre diablo… –respondió dios añorando– Pobre criatura mía, rebelde y desorientada. Tuvo su momento de auge en los años de liberalidad… Pero, también él cayó en el olvido.. Dejé a dios en la plaza. Yo tenía que ir al automercado. Cuando volví, el banco estaba vacío. Tal vez dios se había ido a otra plaza, a hablar con otro viejo, a hablar del olvido… Sólo dios sabrá… …oo0oo…
  • 30. Diap 30 HUMO El hombre cerró el cajón del escritorio. Otro que quedaba vacío como los demás. Un escritorio que había guardado en sus entrañas documentos, herramientas, poesías… cuentos. Sacó del sobre el pasaje. Y por enésima vez lo releyó. Sabía su contenido de memoria. Pero, aún temía un error. Temor que no pudiese partir. Temor de marcharse… Y, por enésima vez, comprobó que estaba todo normal. El día, la hora, el vuelo, el aeropuerto, la salida, el destino. Y, con la agridulce mueca del que se va, lo puso en el maletín. Junto al pasaporte. Junto a otras cosas importantes. O que creía importantes. Cosas que indicaban quien era, quien fue, que tenía, que tuvo. Que llevaba. Que debía hacer aún. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Oyó que le venían a buscar. Se levantó de la silla. Miró el espejo. Vio una imagen distinta a la de cincuenta años atrás. Fue a la ventana. Por enésima vez miró el paisaje. El valle, las montañas, el sol, el cielo, las nubes, las flores, la exuberante naturaleza, las calles, la gente. No necesitaba una foto… estaba dentro de él. Y cerró la persiana. Cruzó el apartamento sin detenerse, sin darse vuelta. Sólo eran cuartos vacíos. Sólo eran paredes vacías. El otro, el lleno de cosas y de vida, lo llevaba en sus recuerdos. Y sin detenerse, sin darse vuelta, subió al vehículo. Por la ventanilla vio gente que lo despedía. Y, como un autómata, con su mano en alto, les decía adiós… sin él darse vuelta. El chofer preguntó si quería ver donde, medio siglo antes, el hombre había llegado. Y él dijo que no. Que no se podía volver atrás. Que eso había sido monte… y ahora era ciudad. Y así, mirando de reojo, iban por las autopistas. Cuando en la vida se cree todo logrado; nada más emocionante que en una sola jugada, jugarlo todo... ¡a todo o nada! (Poemas 1995) 10 HUMO (U)
  • 31. Diap 31 HUMOHUMO Cruzando urbanizaciones y barrios. Viendo altos edificios donde él encontró casitas de techos rojos. Admirando lujosas quintas donde él vio correr venados y oyó cantar pájaros. Y avanzaban, siempre sin detenerse, sin él darse vuelta. Pasando por cerros llenos de ranchos de pobres y sw obreros. Cerros donde hubo árboles y flores, y conucos, y conuqueros que le enseñaron a amar la tierra, el agua, el sol, la música, la gente. Y seguían avanzamdo, siempre sin detenerse, sin él darse vuelta. Yendo por valles atestados de chatos galpones, chimeneas humeantes, ruidos, camiones. Y él los había recorrido por las orillas de sus cristalinos ríoscon verdes bosques. Y avanzando siempre, sin detenerse, sin él darse vuelta, llegaron al terminal del aeropuerto. Un terminal que ahora era diez veces más grande del que había llegado. Luego, ir en la compañía de desconocidos y azafatas con la artificial atención para que pase volando el tiempo de vuelo. Y finalmente la llegada a destino. ¿El destino de él?... DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA El mismo lugar de donde se marchó hacía cincuenta años. Pero no hay un mismo lugar dos veces en el tiempo. Alguien lo llevó al que sería su apartamento. Y lo dejó. El hombre quedó solo. Fue hasta la ventana. La abrió. Era otro paisaje. Una bahía. Un puerto. Un cerro. Algo parecido a un pasado distante. Recién sintió la necesidad de darse vuelta. Y lo hizo. Y allá, allá en el norte, lejos, muy lejos, en un horizonte de garzas y de sol, en un horizonte que se alejaba cada vez más, creyó ver subir estelas de humo. Pensó que era el de las barcas que había quemado. Una brisa que venía del sur, entró por la ventana. Una brisa fría que lo despertó a la realidad. Sólo tenía una pared delante. Retornó a la ventana. Y allí quedó viendo… sin darse vuelta. …oo0oo…
  • 32. Diap 32 LA ROSA ROJA DESDE BELLA VISTA El otro día, a mediodía, en una fiesta patria, estuvimos en la reunión ofrecida por la embajada de mi país tropical. Un agasajo con protocolo, bebidas, comida, cuatro, violín, guitarra, tambor y maracas… ¡y el protocolo desapareció! Y así se llegó a las cuatro de la tarde. Los diplomáticos ya tenían poco que comentar con los políticos. Y los agregados militares, que decir a las esposas de los diplomáticos. Lo que fue una muchedumbre aglomerada por el tintineo de las copas y las bandejas de bocadillos, se había vuelto grupos aislados de dos individuos hablando de sus propios intereses. Mozos y camareras se apoyaban en las mesas descansando sus adoloridos pies y, con disimulo, comían canapés en tanto los músicos bebían sus repletos vasos. Era hora de irse según el protocolo, o sea… ¡sin protocolos.! 11 LA ROSA ROJA (U) Te daré esta rosa roja… Canción de Víctor Munguia DESDE BELLA VISTA Narración de un hecho real acontecido en el Parque Hotel (Parqué Rodó) en Montevideo el 5 de julio de 2008 Me despedí de las empleadas de la embajada, ellas habían sido las que trabajaron y pusieron el ambiente de esa tierra. Y con un beso libidinoso de mis ochenta años saludé a la muchacha que me servía el whisky que trajo el momentáneo revivir de los años pasados en aquellas exuberantes regiones. Dejamos el salón. Había dos enormes arreglos florales en la puerta a la recepción. Aún con la euforia de las copas y de la música, saco una rosa roja de uno y se la doy a mi señora. Mi esposa me mira con callado regaño por mi atrevimiento y falta de respeto a donde hemos sido invitados. Pero, no puede reprimir una sonrisa de mujer halagada. En las escaleras hacia la calle, un hombre de casi cuarenta años, con el típico gesto de servidor, me pregunta si quiero un taxi. Le respondo que no, que iremos a pie. Y el rostro del hombre cambia. Y, retraído, me habla: –Disculpe, señor… no quisiera molestarlo, pero acabo de verle hacer algo que… (Presentación anterior Nº 2
  • 33. Diap 33 LA ROSA ROJA DESDE BELLA VISTADESDE BELLA VISTA LA ROSA ROJA Llega el transporte. Nos sentamos. Mi señora tiene en su mano la rosa roja. Una rosa roja de tallo largo. Los demás pasajeros la miran. Y el ómnibus nos lleva hasta la plaza. Nos bajamos y vamos hasta el apartamento. Mi señora pone la rosa roja en un florero de cristal. Yo poco he hablado. Mucho he sentido. Voy a la ventana desde la cual se ve el mar. Y, con los binoculares de los recuerdos, busco del otro lado de la bahía. Y, en una azotea que servía de mirador, veo a un viejo. Un viejo con los ojos tristes de los que no pudieron volver. Un viejo que allí me enseñó tantas cosas con su tono gangoso que arrastraba las erres. Y me enseñó tantas más sin hablar. Pienso en lo que me ha dicho un hombre que ama a una mujer. Pienso en una rosa roja. Y me domina algo que no me cabe en el pecho. Y murmuro calladamente: -Gracias, viejo francés… Mercí, mon père… …oo0oo… Veo que duda en seguir y, creyendo que tiene alguna crítica, espeto: –Dígamelo… –Usted le acaba de dar una rosa roja a su señora… –Sí… Siento que mi muro interno se derrumba. Y el hombre continúa: –En la actualidad es raro ver un gesto así… y en personas que tienen años de casados. Lo felicito. –Muchas gracias… Sólo puedo agradecer, me ha dejado sin palabras. Y él sigue: –No, señor… Soy yo que le agradezco a usted. ¿Sabe?... Mi esposa y yo trabajamos afuera de la casa. Y a veces creo que no he podido demostrarle lo que la quiero… Sigo callado, me domina la emoción, el asombro. –Hoy usted me mostró una forma de decírselo… -concluye. –Gracias… –susurramos al unísono... Nos despedimos. No hace falta ni darnos la mano. Salgo. Con mi esposa subo hacia la avenida para tomar el ómnibus. Me apoyo fuerte en el bastón. Me cuesta ir por la vereda.
  • 34. Diap 34 PLUMEROS El invierno nos regala un luminoso día de sol. A través del aire seco y límpido vemos un cielo sin nubes que termina en la línea definida del horizonte con el sereno mar. Desde la ventana miro la bahía que parece un plato donde la isla aflora como una mancha de tierra. Hace frío, pero es seco. En los techos de las casas tienden la ropa a secar. Me abrigo con descuido y voy a caminar. Invita a salir. Al llegar a la calle, el viento se me cuela entre la ropa y el dolor en las articulaciones me reclama el descuido. No le haga caso, el esplendor de la mañana contagia, y sigo caminando. Llego a la avenida y, doblando, continúo por la vereda en la que dan los rayos del sol. Tarareo mientras hago girar el bastón en mi mano derecha. Unos me miran como un demente, y otros fingen no verme. Y ambos tienen razón. Estoy en otro loco tiempo. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Cruzo calles y bulevares. Voy por rotas aceras de piedras y baldosas. Cada tanto hay grandes huecos con obreros dentro. Están instalando la tubería de gas de petróleo… ¿Encontrarán algún caño de aquella inglesa Compañía del Gas de principio de siglo? Gas, que tenerlo diferenciaba a los de la ciudad con los de los suburbios. No lo creo. Vacíos, su óxido se habrá mezclado con el de los rieles de los tranvías que transportaron mi juventud. Y así, sin darme cuenta, sin sentir el frío, llego al viejo liceo Bauzá. Lo miro desde la vereda de enfrente. Ya ni se llama de esa forma, sólo es un número, un edificio arcaico y descuidado. Cruzo la calle. Los ómnibus se detienen, dándome paso por mi bastón y vejez. Voy a la entrada por la cual, durante cuatro años, pasaron mis ilusiones, esperanzas, ideales. Ha sido clausurada. El mármol del escalón está gastado. Y pienso cuanto de él quedó en mis pies y lo llevé por los caminos de mi vida y del mundo. Las plumas sirven para volar, y también para limpiar… 12 PLUMEROS (U)
  • 35. Diap 35 PLUMEROSPLUMEROS Piso el roto borde. Acaricio la remendada puerta de roble. Se me humedecen los ojos. Y vuelvo a cruzar la calle. Continúo por la vereda con sol. Por la esquina surge un fantasma del pasado. No lo puedo creer. ¡Es un vendedor de plumeros!... Y viene hacia mí. Lleva atravesado sobre un hombro el mango del plumero más grande. Y de éste cuelgan los demás de distinto colores y tamaños. Flaco, con su rostro tostado por el sol de la vida, y curtido por los vientos del tiempo. Mira con ojos llenos de dulzura de grappamiel y nostalgia de caña amarga. Viene de la costa. Del barrio más abajo. Del pasado. Por un instante nos quedamos viendo con serena sonrisa. Detenidos en el tiempo. Sabiendo lo que siente el otro. Luego seguimos, pasando cerca, con un saludo silencioso. Pero, al dar unos pasos, no puedo aguantar lo que tengo en mí y giro. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Veo que él ha hecho lo mismo. Y me musita: –Plumeros. No es pregunta ni oferta. Es la definición de su realidad. –Disculpe que lo mire así… –le digo con voz emocionada– creí que los vendedores de plumeros ya no existían más… –Bueno… –me responde– los supermercados nos hicieron desparecer… Pero, algunos todavía quedamos… como yo… –Lo felicito. –Gracias. Y girando, cada uno volvió a su camino. Yo no le había comprado ningún plumero. Él no me había vendido ningún plumero. Sin embargo, ambos nos sentíamos felices. Llegué hasta la esquina. Entré en el boliche. Unos de los pocos que aún subsistían. Me apoyé en el mostrador. –Una caña… –pedí, viendo lejos. –¿Para olvidar? –preguntó el bolichero, bromista. –¡No!... afirmé– Para recordar. …oo0oo…
  • 36. Diap 36 ENCUENTRO Cruzaba yo el bulevard cuando la vi en la isla del medio. Ella estaba sentada en un bajo muro, con la vista perdida, mirando el horizonte llenos de hospitales. Portaba un escaso ropaje para el congelante clima, pero no le hacía falta más. Me extrañó verla así, tan distraída. –¡Hola, vieja amiga!... –le saludé- ¿Qué andas haciendo por aquí?... Llevaba tiempo sin verte. Las calaveras siempre ríen. O la muerte es algo cómico, o se ríen de nosotros... o los cómicos somos nosotros. Y, esta vez me miró con una sarcástica sonrisa. –Lo extraño es que tú andes por aquí. – respondió– Éste es un lugar donde normalmente debo estar; pero, ésos vestidos de blanco me hacen salir a esperar en la calle. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –Sí… –musité, señalando– allí, hace poco, estuve a punto de reunirme contigo para siempre, y ellos no lo permitieron. –Estás equivocado. –replicó, severa– No era tu momento. Si lo hubiese sido, ninguno de ellos, ni nada, podría haber evitado que te fueses conmigo. –¿Y cuándo será? –Nadie lo sabe… ni yo, que soy el final. Llega ese instante a cada uno, y debo ir a buscarlo. Volvió a mirarme irónica, y siguió: – Aunque…noto en tu pregunta cierta ansia. –Quizás… a menudo pienso que ya es hora de irme. Irme antes de estar rodeado de medicinas, con dolores, siendo un inútil e incapaz. Quiero irme dignamente… –Hay formas de vivir con dignidad, pero no hay forma de morir dignamente. –sentenció– Para ello, lo primero sería aceptar mi llegada… Sin embargo el no hacerlo es instintivo, natural. –Tienes razón, el saber que estaba enfermo, yo también me aferré a la vida –me sonrojé por la vergüenza y el frío– A pesar de que te llamo mi amiga, fui cobarde y te alejé. Hola amiga, la sincera, la puntual… (Poema: Hola amiga} 13 ENCUENTRO (U)
  • 37. Diap 37 ENCUENTROENCUENTRO –No te juzgues tan severamente. Fuiste humano, uno más… –dijo comprensiva– Ningún ser quiere dejar la compañía de mi hermana gemela, la vida. –¿Tu hermana gemela? –Sí, siamesas, caras opuestas de la misma moneda. Como la derrota y la victoria, la ilusión y la realidad; como lo son el fracaso y el triunfo, el recuerdo y el olvido. -El olvido… -murmuré pensativo- Dime, tú que conoces a ambos… ¿Quiénes son más, los vivos o los muertos? –Los vivos, -afirmó– porque los muertos no son. Se levantó, su magra figura cuadró en el entorno invernal. –Te dejo, debo ir al hospital de niños, tengo que llevarme a uno. –su voz fría, sonó sentimental– Pero, en el cuarto de al lado, mi hermana siamesa ha recibido a otro. Y, dándose vuelta, tomó por el bulevard. Y, mientras se alejaba la vi confundirse con una joven hermosa, vehemente, coqueta, Y así desapareció. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Y al paisaje volverse primavera. Lo atribuí a las medicinas que yo estaba tomando. Volví a mirar. Sólo me rodeaba el invierno con gente embutida en sus abrigos. Me dirigí a la parada de ómnibus. Tomé el que llevaba a Bella Vista, mi barrio. Me cedieron el asiento destinado a los viejos con bastón. Una consideración con reglamento. Sonreí mordaz. Llegué a mi apartamento. Fui a la ventana. Miré afuera. Calles… casas… gente… perros… palomas… Existían… Pensé en la criatura muerta al nacer. Tristees irse sin haber siquierarecorrido el camino. Yo había tenido la fortuna de recorrerlo hasta la vejez. ¿Gracias a mi amiga, la muerte? ¿O a su hermana gemela, la vida? Ya no me importó cual de las dos. No había sido aún mi momento de irme. Debía seguir. …oo0oo…
  • 38. Diap 38 EL ANIMAL Todos los días, al despertarme, apenas me levanto, voy hasta la ventana para ver el paisaje. El gusto de disfrutarlo es tal, que he quitado las persianas del todo. Y todos los días, quedo viéndolo de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, desde el puerto al Cerro, desde el Cerro al puerto, con la bahía en el centro, delante mío. Y todos los días, haga calor o frío, llueva o haya sol, truene o relampaguee, con viento o con niebla, termino mirando lo mismo: El techo de la casa de enfrente, en la esquina. Y allí siempre está mi pobre amigo negro. Negro, porque es un perro negro. Amigo, aunque nunca hemos estado cerca ni le he hecho un mimo. Pobre, ya que me da lástima verlo. Duerme en una estrecha caseta adosada a uno de los muros linderos; la cual, dada su altura, debe estar destinada a otros fines aparte de defender al desgraciado de la intemperie. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA De la misma sale un grueso alambre que, casi pegado al suelo, cruza el techo, para finalizar fijado en la baja pared que sirve como pretil sobre la calle transversal. Por el alambre corre el extremo de una cadena de hierro de apenas un metro de largo. Los eslabones brillan por el roce contra el piso. El otro extremo está unido a un ancho collar. Y el collar aprisiona a mi pobre amigo, el perro negro. Cual signo de servidumbre. Como muestra de esclavitud. Sujeto a una cadena, limitado por un alambre. Y el pobre perro negro todos los días recorre de punta a punta el alambre en una libertad de nueve metros. Mira la calle, sin poder ir a ella porque no se lo permite la cadena. Y el pobre perro negro, haga frío o calor, viento o lluvia, niebla o sol, va y vuelve en esa línea. Donde, sumiso, le hace fiestas a su dueño cuando le trae la comida. 14 EL ANIMAL (U) Cuanto más se conoce la gente, más se ama a los animales…
  • 39. Diap 39 EL ANIMALEL ANIMAL Porque ese perro tiene un dueño. Mejor sería decir un amo. Ya que las cosas tienen dueño. Los empleados pueden tener patrón. Pero solo los esclavos tienen amo. Un amo que lo deja a la intemperie, que nunca le da calor en invierno ni sombra en verano, que no lo seca si se mojó con la lluvia ni lo baña si se ensució con el polvo. Un amo que ni siquiera lo cuida si se enferma. Por semanas tuvo una lastimadura en un anca. Herida que fue curándose sola. Aún, ahora, desde lejos, se le ve la cicatriz. Un amo que lo tiene prisionero en la azotea de su casa para que le avise si un intruso quiere penetrar en ella. Y el pobre perro negro cumple fiel con ese deber. Un amo que cierta vez le trajo una compañera que estaba en celo. Pero ni así le liberó para disfrutar del placer. Pudo tenerla porque ella se acercó a la cadena. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Un amo que se dice humano. Pero que no tiene reparos en pegar al pobre perro si éste le pone las patas encima cuando le trae las sobras con que lo alimenta. Una mañana estaba yo en la carnicería. La charla con los otros clientes giró sobre las mascotas en la clásica rivalidad de quienes son mejor compañía… ¿los perros o los gatos? No me pude contener y conté las penurias del pobre perro negro y del maltrato de su dueño. –¡Un animal!... –dije, concluyendo la narración. –Sí… –me apoyó una señora– pobre perro… –Yo me refería al dueño… –aclaré. Todos se hicieron los distraídos. Giré. Un hombre, que poco antes había entrado al comercio, me miraba molesto. Desde ese día hay un vecino que no me saluda. Es el que vive en la esquina. En la casa que tiene un perro negro en la azotea. Un perro esclavizado a una cadena y un alambre. No me extraña. ¿Dónde se ha visto un animal saludando? …oo0oo…
  • 40. Diap 40 EL CRUCE Apoyando el bastón en una gastada baldosa, y luego de cerciorarse que estaba firme, el anciano subió de la calle a la vereda con evidente esfuerzo. Dio unos pasos rengueando por el dolor en la rodilla. Un dolor muy conocido, no por eso aceptado. Pero, ya caminaba normal al llegar a la esquina de esa cuadra. Cuadra empinada donde antiguas y altivas construcciones señoriales formaban un frente macizo que surgía, rectilíneo y perpendicular, de las graníticas lozas de la acera. Dando un seco golpe de bastón en la piedra tomó impulso mirando la próxima, y para él lejana, calle transversal. Fue cuando la vio. Ella había doblado la esquina de arriba y venía bajando hacia él con elegante paso juvenil. Paso que aún mantenía el salto inocente de una niña inquieta. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Y él, en instintiva reacción, enderezó la arqueada espalda, agilizó el arrastrado andar y convirtió al necesario bastón en un superfluo adminículo de caballero. Calculó que con el ágil ritmo de ella, y el esforzado de él, se cruzarían a mitad de cuadra. En tanto, la miraba acercarse. La miraba y la admiraba. Tenía la piel color canela, el cabello renegrido, sedoso y lacio… Cabello que se movía acompasado al aire. Su cuerpo poseía la tangencia perfecta de curvas que solo se da una vez en la mujer… Cuando empieza a ser mujer. Su piel era tersa como el pétalo de una rosa abriéndose al primer rocío… y era una rosa morena. Los senos firmes, sin artificios, vibraban en cada paso al refrenarse en la bajada que hacía cimbrar su figura. Vio que ella lo miraba. Y, mirándose el uno al otro, se iban acercando y llegaron a la mitad de la cuadra, Mirándose, mirándose… 15 EL CRUCE (U) Hay momentos sin tiempo…
  • 41. Diap 41 EL CRUCEEL CRUCE Y él la veía con ternura, con admiración. Y ella lo veía con dulzura, con cariño. Y se cruzaron… sin decirse nada… Y, ya sin verse, siguieron andando, dejándose atrás… Pero, a ambos les pareció que se hablaban en un espacio sin lugar, sólo de ellos. Y él decía y ella respondía: –“¿Por qué llegaste tan tarde?” –“Porque no sabía que me estabas esperando.” –“¡Ah!... si hubieras llegado hace cuarenta años…” –“Hace cuarenta años yo ni siquiera había nacido.” –“Digamos entonces… Si yo tuviera cuarenta años menos.” –“¿Me habrías mirado como me miraste ahora?” –“Quizás sí… quizás no… ¿Cómo te miré?” –“Tu mirada me acarició con delicadeza, sin desnudarme. Me recorrió tiernamente, admirándome. Me hiciste sentir hermosa y no una cosa. Me hiciste sentir mujer y no hembra. ¿Me habrías mirado así si tuvieras cuarenta años menos?” DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –“Es seguro que no. Más bien te hubiera deseado y visto con ojos de pasión. Y quizás a ti te hubiera gustado” –“Quizás sí… quizás no… O quizás me habría gustado sentir lo que hoy sentí por ti…” –“¿Y qué sentiste?” –“Lo hermoso que sería tener tu misma edad y estar a tu lado sabiendo que un día me miraste de aquella forma.” –“¡Ah!... tiempo, tiempo… momentos, momentos…” –“Sí… y hoy fue un instante único para ti… para mí.” –“Sí… un momento sin tiempo, sin años.” Al llegar a la esquina, el anciano giró mirando hacia atrás y vio que ella hacía lo mismo desde la esquina de abajo. Se miraron en la distancia. Ella levantó la mano he hizo un mohín de niña diciéndole adiós. Él, apoyado en el bastón, elevó su otra mano respondiendo dulcemente el saludo. Y ambos giraron, siguiendo cada uno su camino. …oo0oo…
  • 42. Diap 42 Mi casa estaba en Barcelona 1815, entre Bogotá y Portugal, casi a mitad de cuadra, del lado oeste, o a la izquierda si se iba hacia Río de Janeiro. Geograficamente imposible… Pero, así son los nombres de las calles de mi barrio, de la vieja Villa del Cerro. Yendo hacia la playa, Barcelona es la primer calle paralela a la avenida que sube a la Fortaleza. Avenida que nació camino, hecho con lajas y adoquines, por los conquistadores para erigir ese atalaya. Camino que tuvo muchos nombres. Siendo niños fue Nueva Granada. Pero, un día la Intendencia lo cambió por el de un doctor. Nos costó adaptarnos. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Al que se queda, se lo comen las hormigas… (Refrán venezolano) 16 EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ (U) (Presentación anterior Nº 10) Cerro, calle Barcelona, año 1957 Luego de Barcelona vienen otras siete paralelas para concluir en la calle Suiza, la cual funge como la rambla de la playa del barrio. Todas ellas nacen en la falda del cerro y, en pocas cuadras, van a zambullirse en las aguas de la bahía. Pero Barcelona, haciendo un dribling cerca de la orilla, se prolonga en un muelle de hormigón. Muelle que hoy añora la época que en él atracaba al barquito que cruzaba la ensenada en sus viajes de ida y vuelta al Puerto. EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
  • 43. Diap 43 Cmo los recuerdos de mi infancia, de mi padre. Mi padre fue un hombre más, uno de los tantos extranjeros con que se pobló el Cerro allá por los años treinta. Era francés, tornero, mecánico de precisión, instructor de mecánicos de aviación, y nunca aprendió a hablar bien el español. Los domingos acostumbraba salir a pasear conmigo, yo era el único que le podía seguir en su rápido caminar. Una tarde, tendría yo trece años, íbamos bajando la calle Barcelona. Faltando media cuadra para llegar a la parada de Grecia, vimos que por esa calle se nos escapaba el tranvía 16. Mi padre comenzó a correr tras él. Y yo le grité: -¡Papa, ya lo perdimos!… Y él, en su jeringoza francesa, me respondió: -¡Vamos!... ¡Adelante!... Quizás lo perdamos… Pero, vamos a perderlo tratando de alcanzarlo. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA En sus inicios, mi casa fue una casita de las tantas con cocina, dormitorio y corredor envarillado. Otra de techo con chapas de cinc y cielorraso de listones de madera. ¿Para qué más?... Donde comer, donde dormir, donde sentarse a sentir los perfumes del jardín y de la fresca brisa. También, como todas las demás tenía en el fondo un terreno con frutales y verduras. Y, bien al fondo, un gallinero y… un escusado. En esa casita pasé mi niñez. Luego, casi al terminar yo la escuela, levantaron sobre la casita una edificación de dos pisos y varios cuartos. Pero, ésta era fría. Y volvíamos a buscar el calor en la antigua cocina junto al viejo fogón a leña. Hoy, esa casa ya no es mi casa. Tiene otros dueños. Pero la casita siempre será mía porque la llevo en mí. Don Pablo – Calle Barcelona - Año 1957Vaporcito al Cerro - Año 1929 EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
  • 44. Diap 44 * Edad del autor en el año 2009 EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ Fue una lección que me dejó para toda la vida. A aquel 16 lo alcanzamos porque se detuvo en el desvío cercano y debía dar paso a otro tranvía. En la vida, a algunos los alcancé, a otros no pude; a veces tuve que correr mucho, en otras un poco menos. Tuve muchas caídas tratando subirme al alcanzarlo. Y muchas veces, al subir, comprobaba que me había equivocado de coche y de destino. Pero siempre, siempre, frente a una alternativa de la vida, a una decisión dudosa, a una prueba, a un riesgo, oía las palabras de aquel viejo francés: -¡Vamos!... ¡Adelante!... Quizás lo perdamos… Pero, vamos a perderlo tratando de alcanzarlo. Y hoy, al cumplir ochenta* años de mi vida, viendo el camino recorrido, y todo lo que corrí tras lo que parecía perdido pero tratando de alcanzarlo, solo puedo decirle lo que nunca le dije cuando pude hacerlo: -Merci, mon pere… …oo0oo… DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Don Pablo Carigi 3/3/1900 - 24/10/1974 Año 1931 - El tranvía 16 cruzando el puente giratorio (hoy desaparecido) sobre el arroyo Pantanoso. Al fondo y a la derecha se ve el Cerro. Y el 16 se fue... llevándose con él mi juventud. (Del cuento Don Simón, del libro “Los Dones del Ayer”) EL TRANVÍA QUE NO SE PERDIÓ
  • 45. Diap 45 LA PRUDENTE DISTANCIA Seis de la mañana. Abril. Me acerco al ventanal. En el horizonte, las nubes atornasoladas anuncian un día más. El termómetro, en el poste de la avenida, señala 15 grados. Miro la plaza. El héroe sigue montado en su caballo. Ambos congelados en el bronce y en la historia. Muy altos, sobre el pueblo, sobre una base de piedra, sobre un estanque de agua verdosa y llena de restos flotando. Luego, siguen cuatro escalones para bajar a la plaza que está cubierta de pedregullo. Allí, en los canteros, los árboles buscan la libertad subiendo sus ramas al cielo. Hay algo caído del primer al segundo escalón. Parece el resto de una pancarta de promesas políticas. Miro mejor… Tiene alguien dentro… Es un hombre. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Un hombre que, cual abanderado vencido, está envuelto en el pendón que baja en pliegues al otro peldaño. ¿Quién es? ¿Un muerto por la delincuencia protegida en la oscuridad de la noche, y cubierto por una destrozada mortaja? ¿Un borracho que, antes de rendirse al alcohol, quiso hallar un abrigo en esa rota tela de ilusiones? ¿Un drogado que cayó, en su tonta búsqueda de paraísos artificiales, y no pudo salir de la maraña de trapo? ¿O sólo es un despojo humano que tuvo, la inconciencia y la fatalidad de amanecer así en una plaza pública? Siete de la mañana. La gente sale a la calle. El sol asoma tras los techos de los edificios. Alumbra al héroe. El despojo sigue en la penumbra. Una madre lleva a sus hijos al colegio. Van por la vereda. Los niños miran al caído. De pronto, solo hacia adelante, como si no existiera. La madre les dijo que no lo vean. Que se alejen de él… que mantengan una prudente distancia. El que se mete, se compromete. (Refrán acomodaticio) 17 LA PRUDENTE DISTANCIA (U)
  • 46. Diap 46 LA PRUDENTE DISTANCIALA PRUDENTE DISTANCIA Un operario, llevando una mochila, cruza en diagonal. Va a su trabajo. Ve el cuerpo. Se desvía. No quiere saber de él. No quiere comprometerse. Y sin mirarlo pasa… a una prudente distancia. Un viejo, seguido de dos perros, sale de un edificio a gozar de su metódica libertad. Los perros le ladran al despojo. El viejo los llama. Y ellos vuelven callados, serviles. Y los tres continúan su paseo, ignorándolo… a prudente distancia. Desde la esquina llega una anciana. Arrastra tras de sí un escuálido carrito de mercado. Nota al caído. Y apura su paso. Piensa si lo que lleva le alcanzará para pagar. Y deja atrás aquel resto de hombre… con una prudente distancia. De la calle de abajo llega un señor de traje y llevando un portafolio. Debe ser un oficinista. Al ver al tirado en los escalones, mueve la cabeza. Se siente superior. Y se aparta, poniendo con el desgraciado… una prudente distancia. Viene un grupo de estudiantes. Señalan al caído. Hacen chanzas entre ellos. Pero, ninguno se le acerca. No piensan que él una vez fue joven. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Y se van, bromeando, riendo, colocando entre ellos y él… una prudente distancia. Una muchacha atraviesa la plaza jugando con su madre. Se encuentra con la decadente imagen. Y, tapando un grito en su boca, retorna rápido junto a la vieja. Y ambas lo dejan de lado... a una prudente distancia. Llega el mendigo que les da de su comida a las palomas. Ve al hombre caído. Se le aproxima. Lo mira. Y lo deja, retornando a su banco. Es quien ha estado más cerca, pero manteniendo… una prudente distancia. Suena el teléfono. Voy a atenderlo. Alguien pregunta. Alguien responde. Cuando vuelvo al ventanal ya no hay nadie caído en los escalones. Ha desaparecido hasta el resto de pancarta. El sol ilumina todo. Voy a lavarme la cara. No me miro al espejo. Después de todo, desde el balcón, viendo, sin hacer nada, también puse con él… una prudente distancia. …oo0oo…
  • 47. Diap 47 HA MUERTO UN PÁJARO Érase un hombre que vivía en una glorieta… Bueno, él la llamaba glorieta. Quizás por la forma que tenía. Quizás porque allí, él se sentía en la gloria. En realidad sólo era un mirador de forma octogonal que sobresalía casi hasta su mitad de la azotea de una antigua casona de dos altos pisos, Una mansión de dieciochesca arquitectura, estilo francés, que mostraba el poderío de sus dueños y que estaba situada en el cruce de dos serenas y arboladas avenidas. Y la glorieta se destacaba allí, en esa esquina, allá arriba, como una torre, queriéndose desprender del techo y volar hacia el horizonte lejano. Tal vez, en sus inicios, la glorieta fue parte de una pérgola florida en la cual los señores, las señoritas y los niños de la casa languidecían viendo los anocheceres. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Pero, el tiempo pasó, los señores, las señoritas y los niños, envejecieron, se fueron, los pisos se llenaron de moho, las paredes se cayeron, la pérgola fue corroída por la herrumbre. De la glorieta sólo quedó la estructura, como un esqueleto añorante que en lo alto recordaba el armonioso y octogonal cuerpo que tuvo en el ayer. Y los años siguieron pasando. Llegó otro tiempo, tiempo de oportunistas, de aprovechadores, de la ley de propiedad horizontal; donde, con escaleras se arregla todo. Y, con escaleras, la casona se convirtió en dos casas. Más aún, en tres; porque el audaz y hábil reformador reconstruyó la glorieta y la puso en venta con el eufemístico título de: Apartamento mono ambiente con panorama de 360 grados. O sea, un apartamento donde se come, se vive y se defeca en el mismo lugar… como lo hace un mono en su ambiente. Y alguien lo compró y fue a vivir en él. 18 HA MUERTO UN PÁJARO (U) Cuanto más nos alejamos de algo, más cerca estamos de donde partimos... la tierra es redonda.
  • 48. Diap 48 Érase un hombre que vivía en una glorieta… Un hombre solitario que gustaba de escribir y, cuando no lo hacía, quedaba viendo el horizonte lejano por cualquiera de las ocho ventanas. Un hombre que contaba de otras tierras donde había estado, de otros cielos donde había volado, de otras aguas donde había nadado, de otros fuegos que lo quemaron. Y todo para volver, luego de comprobar que tras un horizonte hay otro horizonte; que detrás del cerro, tarde o temprano, se encuentra otro cerro. Un hombre que charlaba con las aves que se posaban en la azotea y les daba de comer. Para ellas era mucho, para él lo único que le quedaba: migajas. Un hombre que tenía como única compañía una vieja gata a la que rezongaba cuando perseguía a las aves. Aunque sabía que ella ya no las podía alcanzar, como él a sus ilusiones. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Un hombre que siempre tenía abiertas las cortinas de la glorieta, día y noche, para ver el sol, para ver las estrellas. Un hombre que todos los días bajaba a la tierra, a la calle, a estar con la gente, para comprar la comida. Y un día no bajó. Subieron a ver. Lo encontraron en la glorieta. Yacía frío, con los ojos fijos, mirando el cielo. ¿De qué lado?... Daba lo mismo por cualquiera de las ocho ventanas de la glorieta. El cielo no tiene lados. Junto a él yacía también la vieja gata. No se sabe quien lo puso, pero en las escaleras apareció un letrero: “Ha muerto un pájaro.” Érase un hombre que vivía en una glorieta… …oo0oo… HA MUERTO UN PÁJAROHA MUERTO UN PÁJARO
  • 49. Diap 49 Sábado de tarde. Día tibio de otoño. Más bien parece de verano. Tedio de la siesta. Abro la ventana. Miro la bahía. Las aguas, como un espejo, reflejan los barcos y los edificios. Voy hasta el recibo. Observo la plaza. El caballo y el general San Martín siguen en la pátina del tiempo y del bronce. Tanto uno como el otro, en un gesto de avanzar. Abajo, a sus pies, no hay nadie. Todos duermen la modorra en sus casas. Hasta los ómnibus que pasan, muy de vez en cuando, se mueven como sonámbulos. Salgo. Cruzo el camino de pedregullo del parquecito frente al edificio. Llego a la calle. Calle de una cuadra. No tiene letreros. Calle sin nombre. Nadie lo sabe. Todos la transitan. Pero, lo tiene. Se llama: Capitán Manuel Artigas. Pobre idealista. Fue el primer muerto por los principios de la libertad. Y, también, otro más opacado por el brillo de los famosos. Lo relegaron a una corta calle sin nombre ni placa. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Estoy en medio de ella. Miro en ambos sentidos. Dilema. A la izquierda, la avenida clase media de Agraciada. A la derecha la calle de barrio de Uruguayana. Instintivamente me decido por la última. Me sale del alma. Además, a pocas cuadras, está la bahía. Atracción fatídica. Camino por Uruguayana. A pocos metros la calle se inicia. Empieza con una casa que tiene el número 2970 y también el 2871 Bis, pero el 2871 no existe. Cosas del barrio. Estoy en la conjunción de tres calles que me traen recuerdos de los comienzos de mi vida laboral: Jujuy, Farías, Ricaurte. Doblo por esta última. Allá, en el fondo, veo las grisáceas aguas del mar. Voy caminando bajo un techo de árboles que están tapizando la vereda de ocres y amarillentas hojas. A las tres cuadras finaliza la calle. ¿O comienza? Delante tengo una cerca de hierro cubierta de salvajes enredaderas. Detrás de ella agonizan los rieles del viejo ferrocarril. EL TREN DE LAS 18 Y 12 Trenes que llenaron nuestro ayer… 19 EL TREN DE LAS 18 Y 12 (U)
  • 50. Diap 50 Miro a mi derecha. Me siento suspendido en el tiempo. Es la antigua Estación. Temo subir a su andén, que llegue el fantasma de un tren del pasado… y que me vaya en él. Doblo por Cívicos, una estrecha calle que parece pisar los rieles. En su margen izquierda hay sencillas viviendas que deben haber temblado con el traqueteo de los trenes. A mitad de cuadra existe una antañona casa. Y delante de la misma veo una mujer sentada junto a la cerca que, allí, está rota permitiendo pasar desde las vías. Está bien vestida, pero con ropa muy viejas. Es aún bella, mayor, canosa. Tiene una mirada perdida. El verme acercar, sonríe y me pregunta: –Señor… ¿el tren de las 18 y 12, llegará en hora? –Creo que sí… –digo, comprendiendo su estado mental. –Señor… ¿sabe? –continúa ella– En ese tren viene Juan, mi prometido. Él baja aquí. Por eso abrí este agujero en la cerca. Para que él no tenga que caminar desde la estación. –Ah… qué bien… –comento mientras pienso que el amor siempre busca el bien del ser amado. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –Es que Juan es inspector del ferrocarril. –la mujer sigue– ¡Le queda tan lindo el uniforme! Si lo viera saltando del tren y pasando por esta entrada. Hoy viene para llevarme a su pueblo y conocer a su familia. Allí nos casaremos. –La felicito, señorita… –mi voz me traiciona, quiero irme– Disculpe, debo seguir mi camino. Ella hace un gesto triste y yo avanzo dejándola atrás, en su mundo propio, esperando un imposible. Sé que hace muchos años que los trenes de pasajeros no pasan por allí. La cerca con enredaderas de flores violetas se interrumpe al llegar a la esquina. Hay un paso a nivel. Una barrera. Quedo viendo hacia la bahía. Está solo a una cuadra larga. Leo el letrero en la esquina: Calle Dr. Juan Carbajal Victoria. La chapa se encuentra casi tapada por las ramas de un alto árbol. Éste permanece frondoso y con las hojas verdes. Me llama la atención que su copa esté llena de frutos oscuros Observo mejor, no son frutos… ¡son pájaros negros! EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
  • 51. Diap 51 Hay cientos de ellos. Y todos inmóviles. De pronto suena un cercano pito. Y los pájaros salen en bandada volando hacia el depósito al otro lado de las vías. Pero, como si los mandase un invisible director, retornan de la misma forma a ocupar su mismo lugar en la copa. Cerca del árbol hay dos hombres sentados. Me les acerco, aún asombrado del comportamiento de aquellas aves. –Perdonen… – y pregunto al que no está tomando mate– ¿Cómo se llaman esos pájaros? –No sé. –contesta– Sólo les decimos “pájaros negros”. –Vimos que estuvo hablando con la loca Luz María –interviene el otro, sacando los labios de la bombilla. –Sí… pobre mujer… –les comento– Me preguntó si el tren de las 18 y 12 llegaba en hora. –Era en el que venía Juan. Un inspector muy mujeriego, él. –sigue el hombre– Fue hace muchos años, cuando pasaban muchos ferrocarriles con mucha gente y mucha mercancía. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA –Aquellos tiempos. –murmuro añorante– ¿Y que sucedió? –Luz era una muchacha muy linda y buena. – responde– Juan la deseaba. Y la enamoró. Pero, en aquellos tiempos, las novias no adelantaban ninguna entrega… Los tres sonreímos con picardía. Los tiempos cambian. –Juan era un veterano en esas cosas. –continúa, dándole el mate al compañero– La convenció jurándole que le haría conocer a su familia y allí contraerían matrimonio. –Y cuando consiguió lo que buscaba, – sentenció el otro– nunca más bajó en la cerca cortada… ni se le vio la cara. –Ella enloqueció. –completó el primero– Desde entonces fue a sentarse allí con el vestido que iba a llevar en ese viaje. De noche la hacen entrar a la casa diciéndole que él vendrá en el tren de mañana, el tren de las 18 y 12. –Un mañana que será como el de hoy, como el de ayer. –reflexioné– Los trenes se fueron llevándose nuestros años de niñez… de juventud… y ya no volverán. EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
  • 52. Diap 52 Pero al decir esto escuché un resoplar conocido. Miré hacia el otro lado de las vías. Vi que del depósito sobresalía la cola de un vagón. Y del lugar surgía humo y ruidos. Me despedí de mis interlocutores y crucé sobre los rieles oxidados. Llegué al galpón. Dentro había una locomotora con dos vagones. De éstos bajaban arroz a granel. Sonreí al recordar aquel tren lechero de las 7 y media que arrastraba 24 y más vagones llenos de tarros. Muchas veces necesitaba otra locomotora empujando al final de la cola. Quedé viendo hasta que finalizaron la descarga del cereal. La locomotora lanzó un fuerte pito y comenzó a llevarse, poco a poco, sus dos únicos y vacíos vagones. Oí sobre mi cabeza un ensordecedor aleteo. La bandada de pájaros negros descendió donde había estado el tren y todos se pusieron a comer pausadamente los granos caídos. No tenían apuro. Tardaría mucho en venir otro tren. Ellos lo sabían, y yo también. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Me devolví por el camino recorrido. Al pasar junto a la loca Luz María, le sonreí afirmándole: –Sí, señorita. El tren de las 18 y 12 vendrá en hora. –Lo sé… –dijo mansamente ella– y si no llega hoy, llegará mañana… algún día llegará. Los ojos de la demente mujer estaban llenos de lágrimas. Y los míos se humedecieron. Ella arrancó de la enredadera una flor lila, y me la dio. No hubo palabras, sobraban. Llegué a la esquina. Crucé la calle y subí a la plataforma de la clausurada estación. Miré arriba de la cerrada puerta. Un descolorido letrero decía: BELLA VISTA. Quise sentarme. Los asientos ya no existían. Fui hasta el borde del andén y me senté en él con las piernas colgando hacia los herrumbrosos rieles y los agrietados durmientes. Y, con una flor lila en la mano, me puse a esperar el tren de las 18 y 12… O a cualquier otro tren del pasado… Sabiendo que nunca, ninguno, llegaría. …oo0oo… EL TREN DE LAS 18 Y 12EL TREN DE LAS 18 Y 12
  • 53. Diap 53 Plaza Soldados Orientales de San Martín, conocida solo como Plaza San Martín. El famoso opaca al que lucha. Arriba, inmortalizados en el bronce, el caballo sostiene al general. Uno levanta la mano izquierda queriendo avanzar, el otro mira hacia la derecha y lo frena con la rienda. Abajo, a la izquierda, hay un muro de piedras con la placa descriptiva y una grada acogedora. De día, la gente se sienta en ella. De noche, los mendigos duermen junto a ella. En verano disfrutan de la brisa que viene de la bahía. En invierno se abrigan con el calor que les da el perro amigo. Todo loco tiene un perro. Y todo mendigo es medio loco. Hay uno que tiene cierta distinción. Viejo, canoso, de barba blanca. Y el perro denuncia ancestros de canes finos. Es un mendigo extraño. Nunca pide limosna. Si se la dan, la acepta. Y murmura las gracias casi con vergüenza. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Pero, apenas tiene algo, cruza al comercio del edificio de enfrente. Primero compra para al perro, y luego para él. Cuenta las monedas. Y si no le alcanzan, reduce de lo suyo. Jamás del alimento para su perro. -¡Calidad de vida! –saluda despidiéndose y al pagar, elevando una hipotética copa en lo alto. –¡Calidad de vida! –dicen los demás, imitando el gesto. Y el mendigo se va. Y queda en el lugar un vacío donde resuenan con ironía y conmiseración esas palabras. El viejo es amigo de todos los hurgadores. Y les indica que pueden encontrar dentro los contenedores. Y los buscadores de basura se van con sus bolsas llenas y destrozadas. –¡Calidad de Vida! –les grita, elevando la hipotética copa. –¡Calidad de Vida! –les responden ellos, imitando su gesto. Y en la calle queda un vacío que no puede llenar el ruido de los motores de los autos. Vacío donde resuena la amarga ironía de uno, y la mansa resignación de los otros. CALIDAD DE VIDA …fui mendigo, fui señor… fui… 20 CALIDAD DE VIDA (U)
  • 54. Diap 54 El vagabundo tiene dos amigos. Y los dos se llaman Juan Pérez. Todos somos Juan. Y cualquiera puede ser Pérez. Uno es un antiguo, y bien jubilado oficial de petroleros. El otro, un bichicome que en su juventud también supo bañarse en las azules aguas del Barlovento tropical. Y ambos tienen un perro. El de uno es un animal de raza pura. El del otro, de puras razas mezcladas. Sucedió una noche de julio. Noche de luna llena. De ésas que el frío es penetrante. En la mañana, en la plaza, le habían hecho un homenaje al héroe y aún estaba la corona. A las dos de la madrugada comenzaron a ladrar todos los perros del vecindario. Hasta los finos y abrigados de los edificios aledaños recordaban sus orígenes de lobos. El aullido más lastimero, más fuerte, venía de la plaza. Allí fueron los dos Juan Pérez. Y cada uno con su perro. El viejo mendigo yacía muerto sobre la grada del muro de piedras. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Estaba helado. Pero, aún al irse lo había hecho con distinción. No debajo de algo, sino arriba. Junto a él estaba su perro. Y le lamía la cara. Y aullaba a la luna pidiendo que le devolviese la vida a su compañero. Y a cada aullido le acompañaban cientos del lugar. Los dos Juan Pérez se miraron. Fueron hasta el trípode que sostenía la corona en las escaleras del monumento de bronce. La sacaron y la pusieron a los pies del viejo. Ambos levantaron la mano elevando una hipotética copa y lanzaron al aire un estentóreo: –¡Calidad de Vida! En ese momento dejaron de aullar los perros. La noche se llenó de silencio. Un silencio donde se repetían sin cesar: –¡Calidad de Vida! Pero ahora resonaban con honor, con orgullo. Y, por primera vez, tuvieron sentido esas tontas palabras. –¡Calidad de Vida! …oo0oo… CALIDAD DE VIDACALIDAD DE VIDA
  • 55. Diap 55 Llega hasta la esquina de Uruguayana. Es su calle. Pocas veces se anima a doblar y seguir media cuadra más por la transversal que lo separa de la plaza. Quizás por qué tema, con cada paso que dé allí, entrar en ese mundo clase media, de pulcritud, de saludos formales, de sonrientes caras, de ocultos pensamientos. O quizás por miedo a reconocer, o ser reconocido. A veces lo acompañan tres perros, otras solo uno. Y, casi todo el tiempo, la resaca del alcohol. Lo más común es encontrarlo unos cincuenta metros más atrás, cerca de la carnicería, en la vereda norte de la calle, del lado que pocas veces da el sol. Porque él es de piel delicada. Si se expone demasiado a los rayos solares se quema. Y, entonces, en su rostro se mezclan las cremas bloqueadoras y la mugre del vagabundo. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Suele hallársele, junto con otros bichicomes, en el escalón de una vieja casa en reparación. Los otros mendigos, sentados, con ojos enrojecidos de caña, piden una limosna al transeúnte. Pero él, no. Para todos tiene un saludo cortés. Y si se le pregunta como está, responde con una sonrisa: –Siempre aquí… siempre borracho… Domingo en la mañana. En la otra vereda, en la sur, ya están los puestos de los vendedores de la feria exponiendo las verduras y frutas, los quesos, las ollas, la ropa… Lo veo a él en su lugar, del lado norte, con los ojos rojos… Solo. Miro mejor. Está acompañado por libros viejos… y los tiene a la venta… y sin precio… Me detengo a hojearlos: Tomás Mann, Emerson, Voltaire, La Odisea, Ariel… Hablamos, hacemos comentarios. No me ofrece ninguno. No le compro ninguno. Y los dos nos separamos contentos. UNO MÁS Siempre aquí… siempre borracho… 21 UNO MÁS (U)
  • 56. Diap 56 Otro domingo de invierno. Voy para la carnicería. Voy por la vereda norte: Una entrada de edificio de apartamentos. Un local de computadores. Un expendio de bebidas. Todos están cerrados. El expendio, no. Y, bajo el árbol está él. No le pregunto cómo se siente. Sus ojos enrojecidos y el temblor de su cuerpo lo denuncian. Tampoco le pregunto por aquellos viejos libros. Quizás se volvieron alimento del espíritu… quizás se transformaron en bebida. Me mira. Comprende lo que pienso. Y se atreve: –Necesito algo más para comprar la medicina… Saco un billete, se lo entrego, aún puedo dar. Y, mirando la licorería, le digo socarrón: –Sólo para la medicina… y cuidado con el escalón… Asienta con la cabeza, evitando verme a los ojos. No quiere mentir o siente vergüenza. Pero, después de todo. ¿El alcohol no es una medicina? ¿No le venden en la farmacia también? Y lo dejo, siguiendo mi camino, mi deber. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Vuelvo. Se nota que ha tomado el medicamento. Apoyado en el tronco, saluda con la botella en la mano. Por hábito, le preguntó como está. Y me responde con una sonrisa: -Siempre aquí… siempre borracho… Le devuelvo una triste mueca. Y recién me doy cuenta que no sé su nombre. –Disculpa… ¿Cómo te llamas? –Rafael… Pero, todos me dicen el negro asirio. –¿El negro asirio?... si ni eres negro ni asirio. Me responde con un fruncir de labios. Y me voy. En el ascensor me encuentro con una vecina. –Fue profesor de historia –me chismea– Pero se volvió un borracho… y se pasaba hablando de Mesopotamia y Asiria. No le haga mucho caso… sólo es un loco. –Uno más… –murmuro sin verla. Ella baja en el piso cinco. Yo sigo, aún vivo más arriba. Uno más …oo0oo… UNO MÁSUNO MÁS
  • 57. Diap 57 DESDE BELLA VISTA Cierta vez, siendo chicos los hijos; fuimos al zoológico de Valencia, Carabobo. Hacía poco que lo habían inaugurado, e íbamos con la curiosidad de ver los animales salvajes en libertad. Éstos se hallaban en abiertas zonas naturales, donde, en cada una, se reproducía el hábitat de cada especie. Y, si bien había cercas seguras, nos sentíamos en una aventura. Fuimos en una camioneta todo terreno con la cual, por ser más alta, tendríamos más visibilidad. Los niños pensaban abrir las ventanillas y mirar las fieras. Recibieron una sorpresa al llegar al zoológico. Se debía recorrer dentro del coche, sin detenerse, con los vidrios y las puertas trancadas, a velocidad lenta y nunca bajarse. O sea: Los animales estaban sueltos en sus territorios, mientras los humanos iban encerrados en sus jaulas móviles. EL TIGRE 22 EL TIGRE (U) (Presentación anterior Nº 4) En su mundo no hay nombres ni pasado ni porvenir, sólo un instante cierto. Poema El Otro Tigre, de Jorge Luis Borges, DESDE BELLA VISTA
  • 58. Diap 58 DESDE BELLA VISTA Por fin se había invertido la injusta situación de poner tras las rejas a los libres por naturaleza para ser mirados desde fuera por los prisioneros de la sociedad. Y así empezamos el recorrido. Aunque, como todos los demás visitantes, a los pocos minutos teníamos una hendija abierta en la parte superior de las ventanillas del auto. Por allí entraba el olor de los animales y la canícula tropical que reverberaba sobre la tierra y el reseco camino. Recorrimos la zona de las gacelas, cebras, búfalos, jirafas, ñus, rinocerontes. Convivían en paz, eran herbívoros. Llegamos al lugar de los simios. Allí se detenían todos los autos. Y los monos asaltaban el carro exigiendo las galletas y frutas que la gente les daba por la abertura de la ventanilla. Nuestros primos se habían habituado a obtener la comida sin esfuerzo. Y golpeaban el coche si no la obtenían. Tal vez, en el futuro, hasta harían huelgas y formarían barreras. EL TIGRE DESDE BELLA VISTA EL TIGRE
  • 59. Diap 59 DESDE BELLA VISTA Y entramos en la reserva para las fieras carnívoras. Fuese mito o realidad, corría la versión que un cuidador había sido devorado mientras les daba de comer a los tigres. Cerramos el vidrio hasta el tope. Mi señora y los niños se separaron de las puertas. La algarabía y las bromas cesaron. Un respeto tácito dominaba dentro del auto. Pasamos cerca de los leones que, a la sombra de las acacias, indolentes, panza arriba, ni se molestaron en mirarnos. Y… penetramos en el área de los tigres. Pocos permanecían quietos y, aun así, éstos parecían estar en tensión. Algunos se bañaban en la charca. Otros vigilaban sobre las piedras. Los cachorros jugueteaban. Fue cuando lo vi. Era un macho corpulento, seguro de sí mismo. Y me di cuenta que él me había visto. Pausado, con su andar felino, fue avanzando hacia mí. Yo, poco a poco, fui deteniéndome. Mi familia enloqueció de terror. Gritaban que nos fuésemos rápido de allí. Pero, algo me obligaba a tener ese encuentro. Suavemente, frené. EL TIGRE DESDE BELLA VISTA EL TIGRE
  • 60. Diap 60 DESDE BELLA VISTA Él puso su trompa junto al vidrio. Yo me acerqué a éste. Su cara era varias veces la mía. Él tenía los ojos celestes, yo también. Su pelaje era amarillo; mi cabello, rubio. No sé cuanto permanecimos mirándonos. Él podía romper el vidrio de un zarpazo y destrozarme. Yo acelerar el auto, lastimándole. Ninguno de los dos lo hicimos. Con la mirada fija uno en el otro, serenos, callados, nos comunicábamos algo incomprensible, instintivo, natural. De pronto, con la misma serenidad, él se dio vuelta yendo señorial hacia su jauría. Y yo comencé a alejarme en el coche donde mi familia estabaen un profundo silencio. Nunca más volví allí. Nunca más nos encontramos el tigre y yo. Él siguió en su territorio, yo en el mío. Pero, tanto él como yo vivimos ese momento sin lugar, sin tiempo, sin especie. Un momento donde fuimos… nosotros. …oo0oo… EL TIGRE DESDE BELLA VISTA EL TIGRE
  • 61. Diap 61 Tirano despertó. Los rayos sol entraban por las altas copas de los árboles gigantescos, entibiando su lecho en la tierra. Cada noche hacia uno, aplastando ramas con su cuerpo de setenta toneladas de peso y catorce metros de largo. A pesar de tener sangre caliente por su gran volumen, su origen de reptil lo hacía enfriarse en la oscuridad. Cuando joven, había recorrido romotas regiones, y tuvo cruentas luchas con los machos dominantes que encontraba. Pero, con los años se fue asentado y terminó por tener su territorio, con pantano, con planicie, allí, ése donde estaba. Como todo carnívoro, guardaba sus energías para cazar. Al acecho, esperaba que los herbívoros viniesen a beber. Se paró. Sus extremidades anteriores eran insignificantes, en cambio sus dos patas eran largas y musculosas columnas. Sintió otra vez dolor en las caderas. Y, dentro del ciclópeo tórax, una molesta fatiga. Pensó que era por hambre. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA Su última presa fue un Triceratops. Ese herbívoro de nueve metros, seis toneladas, tres cuernos y pico, sabía defenderse. Años atrás, esa carne le habría alimentado varios días. Mas ahora, ya saciado, al llegar los Deinonicus, les dejó los restos. No eran rivales. Podía matar fácilmente uno por uno. Pero, ellos en jauría, molestaban mordiéndole patas y cola. Bostezó, abriendo su boca de casi un metro de largo, donde brillaban las hileras de dientes cónicos con bordes aserrados. Con la brisa que venía del pantano le llegó un rumiar. Bajó la terrorífica cabeza a nivel de las copas buscando el origen. Lo vio. Era un herbívoro joven. Un Brontosuario. Al notar la cola y cuello más largos, supo que era un Diplodocus. Un cachorro que, en su ansia de comer las altas y tiernas hojas de bambúes, se había separado de algún grupo. Sólo tenía dieciocho metros de largo. Los mayores llegaban a veintisiete, pesaban veinte toneladas e iban en manadas. TIRANO Todos somos dinosaurios… 23 TIRANO (G)
  • 62. Diap 62 El herbívoro no podía mantener mucho tiempo erguida su cabeza y cuello. Y el depredador esperó para atacar. Siendo Tirano cachorro, un Brontosuario lo había arrojado lejos con un latigazo de su cola, dejándole magullado. Y aún le dolía la pierna izquierda, donde había recibido un mazazo del extremo de la cola de un agónico Anquilosuario. El Diplodoco bajó la cabeza. Y Tirano se lanzó con su boca abierta, buscando morderle en el cuello y cortar la yugular. Pero el herbívoro fue ágil. Levantó la cabeza y giró hacia el pantano. La dentellada se clavó casi en el hombro. Tirano sintió el sabor de la sangre. Había tocado la arteria, pero allí la presa tardaría en desfallecer y trataría de huir. El depredador se afincó con las garras de sus tres dedos de las patas e hizo un esfuerzo para clavar más los dientes. Fue cuando sucedió. Una bola de fuego cruzó el cielo, aumentando a cada paso, para caer en el horizonte con estruendo ensordecedor. DESDE BELLA VISTA DESDE BELLA VISTA La corteza terrestre se partió. Surgían volcanes por todas partes. Una nube negra venía de donde cayó el meteoro. Los dinosaurios corrían escapando. Mansos y fieras. Pero la nube los alcanzaba. Y cubría sus cadáveres de cenizas. Tirano soltó las mandíbulas. El Diplodoco no huyó. Ambos veían como el sol desaparecía a medida que llegaba la nube. El dolor del tórax se agudizó. Se ahogaba. Miró la planicie que había sido su territorio y donde él había sido el rey. Todo era oscuridad. Y en su primitivo cerebro de reptil supo que era el fin de él, de los dinosaurios, de su época. En las sombras notó que unos pequeños seres se agolpaban y golpeaban entrando enloquecidos a las cavernas. Fue lo último que vio. Tirano murió. El polvo lo cubrió. Y pasaron 65 millones de años. Una vez, escarbando la tierra, los descendientes de esos seres, hallaron sus restos fósiles. Y lo llamaron: Tirannosaurus Rex. …oo0oo… TIRANOTIRANO