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NO
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de
Rosalino Carigi
AÑO 1992 - 2000
VERSIÓN ENERO 2016
SE DEBIERON
CONTAR
NO
ÁNGELA
LUZBELLA
Y OTROS
CUENTOS QUE
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A los buenos
y a los malos...
sin diferencias.
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CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÍNDICE
No. CUENTO Y CAPÍTULO Diap
INICIO 1
EL NOMBRE 5
PRÓLOGO 6
01 ÁNGELA 7
BARRIO SUR 7
LOS DOCTORES 9
LOS EMPRESARIOS 15
LOS ADINERADOS 18
LOS ILUSOS 23
LOS CUENTEROS 29
LOS ENAMORADOS 35
LOS DIRIGENTES 39
LOS LADINOS 45
UN FINAL 51
02 LUZBELLA 53
UNA NIÑA LINDA 53
UNA JOVEN CURIOSA 61
UNA SEÑORA EXTRAÑA 67
UNA MUJER ESPECIAL 77
03 EL LOBO 85
ENTRE ANIMALES 86
ENTRE CIVILIZADOS 87
04 LA RAMBLA 91
05 LA GATA 99
06 EL CONTADOR 103
No. CUENTO Y CAPÍTULODiap
07 EL AGUA 111
08 LA LÍNEA RECTA 119
09 LA PANTANERA 125
10 EL PUERTO 131
11 LA CALLADA 137
12 LA MORGUE 143
13 EL PROFESOR 149
14 EL PERRO 153
15 EL VENENO 155
16 EL TONTO 157
17 LA VIEJA 161
18 LA PEDRERA 165
19 EL BOMBÓN 169
20 LA PAREJA 175
21 EL ÚNICO 181
22 EL MOCHO 187
23 LA FAMILIA 193
24 DRAGO 201
DRAGO PRIMO 201
DRAGO SECONDO 207
DRAGO TERZO 211
NOTA FINAL 213
FINAL 214
ANEXO - SE DICE DE MI (EL ESCRITOR) 219
Nombre largo y contradictorio, pero que
responde a la verdad.
Escribirlos y realizar la recopilación no fue
fácil:
Había que buscar que el personaje y el lugar
no se identificaran facilmente con la realidad.
Los pocos cuentos que se dieron a leer
provocaron en las personas reacciones
peculiares y... esperadas.
Todas ellas tuvieron una expresión en
común:
¡Esas cosas no se deben contar!
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CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
EL NOMBRE
"CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR"
Explicar que los hechos fueron reales y los
personajes existieron, que se cambiaron los
nombres y las ubicaciones, que se había
agregado algo de fantasía... no sirvió para
calmar el desasosiego, repitiéndose:
Esas cosas no se deben contar!
Las personas más amplias y sinceras, y si no
había nadie cerca, se animaban a decir bajando
la voz:
–Sí... Yo también lo recuerdo pero...
¡Esas cosas no se deben contar!
Las más dogmáticas lanzaban una mirada
despectiva y, molestas, decían con asco:
–Quizás pasó, pero… ¿cómo pudiste escribirlo?...
¡Esas cosas no se deben contar!
Por eso este libro se llamó así:
"CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR"
Todo, para sentirse culpables de sus propios
errores, los de sus padres y los de sus hijos.
A los padres, ya no hay que reclamarles. Nos
educaron en el precepto de que ellos siempre
tenían razón.
En cuanto a los hijos, no hay como
reclamarles. Nos han enseñado que nosotros
nunca tenemos razón.
Pero hay cosas que, ya sea porque
sucedieron en el ayer, o que aún suceden en el
presente, no debieron contarse.
Cosas que nuestra sociedad, aparentemente
liberada, dice aceptar. Sin embargo, todavía
prefiere no contar.
He aquí algunos de esos cuentos... Existen
muchos más...
Cuentos que no se debieron contar.
Aunque todos, en voz baja... los cuentan.
Y cada persona tiene alguno oculto en sí....
Rosalino Carigi
Año 1992 - 2000
El siglo XX ha tenido la cualidad que en sus
últimos años liberó a la sociedad de tabúes,
reglas y prejuicios.
Esto dio la satisfacción de ver y disfrutar la
libertad sexual de ese hermoso animal llamado
mujer, y la libertad social de poder mostrar y
hacer lo que antes estaba prohibido.
Pero, para tristeza de los que nacimos en las
primeras décadas de él, sólo nos quedó la
satisfacción de ver.
Prohibido fue la palabra que acompañó
nuestra existencia.
Casi todo estaba prohibido para los de la
generación jodida, o sea: los que nacimos entre
1925 y 1940.
Generación que debió callar sus deseos y
pensamientos, obedeciendo sin chistar a sus
padres.
Y luego tuvo que comprender, escuchando
una vez más callados, lo que les decían sus
hijos.
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PRÓLOGO
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
PRÓLOGO
El Barrio Sur en las décadas de 1920 a 1940 fue
habitado por pobres emigrantes que tenían gas.
Privilegio peligroso: las tuberías matrices
cruzaban frente a sus viejas casas.
Próximo a esa barriada pasa el principal
tubo maestro de aguas negras de la capital que,
antes de sumergirse en el río para descargar sus
residuos kilómetros adentro, en la costa ostenta
una elegante chimenea que el pueblo bautizó
Monumento a la Materia que lleva.
Y cerca está el Teatro Solís, donde orquestas
e intérpretes del canto y teatro universal se
enorgullecen de actuar.
Muchos cambios ha tenido ese barrio, pero
mantiene esa mezcla de aledaño y céntrico, de
bohemio y conservador, callejero y linajudo, de
comedia tamborilera y dramaturgia teatral, de
nostalgia del emigrado y resignación arrabalera...
de tangos y óperas, de murgas y conciertos.
Porque el Barrio Sur es... así.
El Barrio Sur hoy es una conocida zona con
edificios de apartamentos, bordeada por una
bella rambla y con calles que muestran casas
antiguas donde repica el tamboril y se venden
artesanías con motivos negroides.
Pero no siempre fue así.
Ese barrio se reclinaba sobre la costa y era
aledaño a la Compañía de Gas, dentro la cual
grandes cilindros subían y bajaban amenazantes
con volar.
Originalmente fueron terrenos pegados a los
muladares tras el foso de la ciudad amurallada
y fundada por Zabala.
El tiempo derrumbó las murallas y se
levantaron casas que, iniciando con ocho varas
de frente, subían la cuchilla hasta ser suntuosas
en la antigua calle San Carlos.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
01 ÁNGELA
Un barrio, muchos hombres y un final....
BARRIO SUR
Barrio plateado por la luna….
En la Academia de Secretariado volcó su
lúdica y callada ilusión en el director, pero éste
vino un día con su esposa.
Terminó sus estudios, bella, núbil y con una
juventud llena de platónicos amores que
satisfacía en onanismo.
Se educó en un país y una época peculiar
donde hubo mezcla de mitos y realidades,
ideales y frustraciones, bonanzas y fracasos,
democracia y demagogia.
Donde con el oro de la exportación de la
carne se importó la civilización francesa, el
refinamiento inglés, la practicidad estadounidense
y... la inmigración de los perseguidos de Europa
por sus diferentes ideas políticas o por el hambre.
Eso formó una generación de jóvenes con una
cultura universal individualista, un idealismo
cínico intelectual, una mentalidad conservadora
socialista, un espíritu decadente revolucionario
y una educación rebelde comedida.
Y así, teniendo 18 años, Ángela entró como
recepcionista en un bufete de abogados en el
Bulevard España
::::::
El 29 de febrero de 1948 en el Barrio Sur
nació una niña.
Era tan hermosa que le pusieron de nombre:
Ángela.
Fue el fruto de una unión típica de emigrantes:
Su padre napolitano y su madre gallega, él
acérrimo socialista y ella fanática franquista, él
albañil y ella lavandera, él ahogaba su
frustración en un vaso de vino y ella
blanqueaba su amargura en la tina de ropa. Él
analfabeta y ella... también.
Y fuese por la estrechez económica o por la
divergencias de ideas de sus progenitores, fue
hija única.
Tal vez por la misma razón, desde niña a
Ángela le atrajeron los hombres mayores y con
autoridad.
En la escuela soñó con el instructor de
deportes hasta que se sintió defraudada al verlo
del brazo con una maestra.
Luego, al cursar el liceo, cada año se
enamoraba de un profesor diferente y perdía su
interés por causas similares.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Señorita, por favor, lléveme el legajo de
Herpemián y Asociados a mi escritorio y traiga
la libreta de dictados.
–Doctor, si desea le digo a la secretaria que
vaya, –dijo Ángela con una sonrisa sensual– yo
no tengo experiencia.
–No. La quiero a usted. Ella está acaparada
por mi socio.
Ángela entró y puso la carpeta en el escritorio,
mostrando el inicio de sus senos. Se sentó a
tomar notas.
–¿Algo más, doctor? –preguntó coquetamente
al finalizar.
–Es todo. –la observó– Señorita, ¿donde
vive usted?
–En Carlos Gardel, doctor. –dijo avergonzada–
¿Por qué?
–Yo paso cerca de esa vía. Puedo llevarla a la
salida... si no tiene ningún inconveniente.
–Encantada doctor. Ya escribo esto a
máquina. Permiso.
Ella se contoneó felina. El abogado sonrió
con sadismo, todas las mujeres eran vírgenes
antes de andar con él.
El doctor Dino Degager ese lunes llegó molesto.
Su bella esposa había dejado la noche anterior,
una vez más, una pequeña fortuna en la ruleta.
Se acercó a la recepción y llamó a la señorita.
La molestia que traía se convirtió en placer
cuando ella giró.
Era una belleza impresionante: con apariencia
de quince años, rubia cobriza, ojos verdes, boca
carnosa y cuerpo pequeño en proporciones
perfectas. El abogado sintió que su libido se
alteraba. Si su esposa coleccionaba pérdidas en
el casino, él tenía un rosario de aventuras.
Degager, luego de una frase convencional, se
retiró.
Ángela quedó extasiada, sintiendo el cosquilleo
que le despertaban esos hombres. Los días
pasaron y el doctor siempre tenía unas palabras
de cortesía con ella.
Una mañana, con formal ejecutividad, él le
ordenó:
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS DOCTORES
Qué importante es tener un título!...
Pero lo es más, tener experiencia.
–Doctor, –dijo ella– por la rambla el camino
es más largo.
–Lo sé. Quiero estar más tiempo con usted.
–Por favor, doctor. Estoy tan mareada.
Él detuvo el auto, giró en el asiento y la
abrazó. Ángela no opuso resistencia.
Con manos expertas Degager la fue acariciando,
apasionando. Ella, entre suspiros de gozo, lo
besaba y mordía retorciéndose de deseos.
El doctor vio venir por la calle un grupo de
muchachos y arrancó rapidamente el auto.
Ángela, con sus senos aún temblando en
agitada respiración, arregló su vestido. Y, en un
ahogado suspiro, susurró:
–Doctor... ¿Qué va a pensar? ¿Qué dirá de
mí?
–Que quiero verte mañana. Te esperaré en
esta esquina a las tres. ¿Vendrás?
Ella afirmó en silencio con una mirada
gozosa. Bajó del coche y salió corriendo como
una niña.
Él sonrió cínico.
::::::
Hacía más de dos meses que Degager la
llevaba.
Ángela salió de la clínica y caminó hacia la
calle Gonzalo Ramírez. Allí la recogía el doctor,
quien le había dicho que, para evitar
maledicencia, era mejor que subiese al auto en
un encuentro casual... de todos los días.
Al principio la conversación giraba sobre Ángela
y casos legales, pero luego él la fue habilmente
llevando a sus experiencias de la vida sexual.
Ella quedaba excitada y al acostarse imaginaba
ser una de esas mujeres.
Cada día le gustaba más Degager. Ansiaba
ser de él. Debía ser muy apasionado.
El coche del doctor se acercó.
Por no ser éste bisiesto, Ángela cumplía años
el viernes 28 de febrero. Degager la invitó a un
brindis, sirviéndole varias copas. Estaba eufórica.
Subió al auto y se reclinó en el asiento. Su
cabeza apenas sobresalía del respaldo.
El abogado puso música en la radio y tomó
por la costa.
Diap 10
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Una mañana, Ángela, con un suéter que
marcaba su pecho, entró en la oficina de
Degager. Éste levantó la vista.
–¡Chiquita!... cada vez estás más hermosa.
–Cállate. No me vino otra vez. –susurró ella.
–¿Cómo otra vez? No entiendo. Yo me he
cuidado.
–¿Qué piensas? –dijo llorosa– ¿Que tengo
otro hombre?
–No llores, querida. ¿Cómo voy a creer eso?
Tenemos que resolver ese problema. Y cuanto
antes, mejor...
–¿Qué quieres decir? –preguntó ella,
angustiada.
–No soy un irresponsable que te va a dejar
siendo una madre soltera. No te aflijas, yo me
encargo de todo.
Ángela se puso a sollozar. Lloraba por ella.
Lloraba por su hijo. Sin embargo, comprendió
y dijo acongojada:
–Como tú digas. Yo no sé que hacer.
–Ve a trabajar. No comentes. Hablaré con
un amigo.
La voz de Degager era determinante, la voz
de un jefe.
::::::
El sábado pasaron la tarde en una
amueblada.
Degager aún sentía en su espalda el masoquista
placer de las uñas de ella clavadas en él.
Había esperado encontrar fuego... y ella era
un volcán.
Ángela, al salir del cuarto se sentía adolorida
pero, por fin desahogada. Era como si todos los
años de ansias de su juventud se hubiesen
satisfechos en esa cama.
El abogado frenó unas cuadras antes de la
casa de ella.
–¿El lunes en el mismo lugar? –preguntó–
¿Estás bien?
–Sí. –dijo ella, feliz– Eres maravilloso. Hasta
el lunes.
Luego de eso, Ángela se encerró en sí misma.
Sabía que él no se divorciaría.
Sin embargo, muchacha inexperta, se había
formado la idea de ser la preferida de Degager.
El doctor pronto volvería a ser candidato
para un cargo ministerial donde era necesario
poseer una moral aparente y para el cual
pesaban las relaciones familiares de su esposa.
.
Diap 11
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Uno la empujaba a borrar la prueba de sus
relaciones, y el otro se preparaba a cobrar el
favor.
La vida no era tan bella y llena de placer. El
mundo de delicias y pasión de los últimos
meses se derrumbaba.
Los hombres mayores y maduros ya no eran
interesantes sino interesados... y ella, un
instrumento.
La operaron un sábado. Era invierno. Desde
la ventana de veía las ramas secas de los árboles
sacudirse al viento. Se sentía estéril como ellas.
Sólo su madre vino a verla.
En una sala cercana se oían los sollozos de
una mujer y a un hombre consolándola. Una
enfermera entró al cuarto.
–¿Qué pasó? –preguntó Ángela.
–Es la señora de un oficial militar. Perdió el
bebito. Es la tercera vez. Puede morir ella, pero
no le importa. Y el médico le dijo que ya no
puede quedar embarazada.
La enfermera se retiró mirándola fríamente.
::::::
El abogado habló con Saúl Senkrebe, médico
joven, sin escrúpulos,dedicado a la cirugíaestética.
Con similares experiencias, era intermediario
ideal con otro especialista que se dedicaba al
espléndido negocio del aborto.
Ángela, avergonzada, estaba delante el Dr.
Senkrebe quien sin preámbulos la tuteó. Ella
pensó que ya no merecía respeto.
El médico la miraba con deseo y malicia:
–Ángela, anda a la clínica del doctor
Killman. –le dijo meloso– Yo ya he hablado con
él. Te operará en el Imperial. Figurará como
apendicitis. Le dije a Killman que te dejara
nueva. Y, él es muy hábil en eso.
–¡Doctor!...No me avergüence aún más.
–Por favor, Ángela. Eso no es ninguna
vergüenza. Los puritanismos pasaron de moda.
Soy tu amigo ahora... –su voz tomó un tono
sensual– y en el futuro.
Ángela tomó la tarjeta y salió sintiéndose
rebajada, prostituida.
Diap 12
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Cruz venía caminando lentamente al lado de
Ángela.
Habían estado en el cine y volvían para la
casa de ella.
Al llegar a la puerta, él le tomó la mano.
Ángela quiso retirarla, pero él se la retuvo
suavemente.
–Buenas noches, Cruz. Gracias por
invitarme. Fue una buena película.
–Ángela, por favor. Escúchame, te ruego una
vez más. Tú sabes cuanto te quiero.
–Lo sé. Y sé que no te merezco. No insistas,
encuentra una muchacha mejor que yo, que
valga la pena querer.
–Angelita... tú eres la única que quiero,
nunca querré a otra. No sigas amargándote por
lo sucedido. Siempre para mí serás la misma
muchachita que quise desde la escuela.
–Cruz. Lo que pasó no se puede borrar.
Estará en tus recuerdos y hasta en tu perdón.
Tú quieres verme como una chiquilina y sólo
soy una mujer... una mujer más.
::::::
Ángela vio en la puerta de la habitación a
Cruz Corrente, un muchacho del barrio. que la
pretendía desde hacía años.
Éste, como siempre, la miraba con amor.
–Pasa, Cruz. –le dijo ella– Pasa, por favor.
Charlaron un rato. Al despedirse, él se animó
y susurró:
–Ángela, sé que no es oportuno, pero vuelvo
a decirte...
–No digas nada, por favor. Eres demasiado
bueno para mí... ¡No fue apendicitis!
El muchacho bajó la cabeza comprendiendo,
y se fue.
La siguiente semana Ángela se despedía en
la oficina de sus compañeras. Degager no salió
de su escritorio. Ángela se iba, buscando algo
que no volvería a encontrar.
Pero, el tiempo pasa. Y quien ama siempre
espera.
El viento primaveral subía desde el mar
levantado las polleras, volando los sombreros y
moviendo las hojas.
Diap 13
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Para ayudar a sus padres, ella empezó a
trabajar como vendedora en una industria de la
Aguada.
Muchas noches, al estar abrazada a Cruz en
el zaguán de la casa, ella lo besaba apasionada
tratando de desahogar los deseos que ebullían
en su interior.
Pero con eso sólo lograba despertar los
recuerdos de la forma como la dejaba satisfecha
aquel otro hombre.
Momentos así atormentaban con angustia a
Cruz; quería a Ángela, la sentía temblar entre
sus brazos, comprendía que ella necesitaba más
que ternura.
Y, con sacrificios, juntó lo indispensable para
casarse. Fueron meses duros. Buscó trabajos
extras fuera de hora.
Más de una vez quedó dormido en el hombro
de Ángela, mientras ella le narraba lo sucedido
en la oficina con los clientes o con el señor
Remo Ributino, el elegante ejecutivo propietario
de la compañía.
…ooOoo…
–Lo que yo quiero es que seas mi mujer. Ser
tu novio. Casarme contigo, ser tu compañero,
darte mi amor.
–¿Y cuando surjan los recuerdos? –dijo ella
con tristeza– Cada vez que te vea callado sabré
que estarás pensando en el pasado.
–Ángela... quiero ser tu marido. Sólo soy un
muchacho de barrio, un hombre de trabajo;
pero, trataré de hacerte feliz, sin recriminaciones...
te amo.
–Cruz... Eres bueno. ¡Cuanto mereces que se
te ame!
El muchacho tomó el rostro de Ángela entre
las manos y la besó con ternura.
Ella sintió que su cuerpo vibraba y se estrechó a
él, necesitaba alguien que la quisiera bien,
necesitaba un amor bueno. Pero, en medio de
ese abrazo cariñoso volvió a sentir la pasión
bestial dentro su sexo y se separó, sin embargo
una parte de su cuerpo la ansiaba.
Y fuese por eso, o por la amorosa constancia
de Cruz, se comprometieron para casarse en un
año.
Diap 14
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
El piso alfombrado en gris, los muebles olían
a cedro y roble, las cortinas ocres y pesadas daban
toque señorial. A la izquierda del escritorio
existía una puerta labrada que comunicaba con
el baño y un cuarto de reposo.
A la derecha había otra puerta igual, la cual
daba a una escalera que comunicaba directamente
al garaje, donde un chofer siempre tenía presto
el lujoso y deportivo coche.
–Señorita Ángela, lleva con nosotros varios
meses. –dijo Remo cerrando la carpeta– Estaba
mirando las ventas que usted ha realizado. Su
jefe la recomienda mucho, dice que usted es
muy apreciada por los clientes.
–Gracias, señor Ributino. Los clientes son
muy amables. Yo lo que hago es cumplir con mi
trabajo.
–Señorita, por favor, no sea tan modesta.
Hay personas que nacieron para medio, y otras
para real. Usted es real. Y el que nació para
medio ni a golpes llega a real.
Ángela se hallaba frente a la vieja y enjuta
secretaria.
El presidente, y dueño de la empresa, la había
enviado buscar. La secretaria la hizo entrar.
Remo Ributino, un hombre de cuarenta años,
la recibió con una sonrisa amplia y casi paternal.
–Pase, señorita. Por favor, siéntese. –dijo él,
jovialmente.
La miró y volvió a decirle que tomara asiento,
pero esta vez ya su mirada era cargada de picardía
e insinuación.
Remo revolvía distraídamente las hojas de una
carpeta, deteniéndose a leer algunos renglones.
Ángela, con el corazón en la boca, recorría
con su vista la oficina.
La sobriedad predominaba, pero había detalles
que indicaban poder. En un extremo una
mesita con la cafetera y las tacitas rodeándola,
en el estante de abajo una botella con coñac
francés, otra con whisky y las copas respectivas.
Diap 15
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS EMPRESARIOS
¿Qué es más importante?...
¿el cuanto o el cuando?..
–Por favor, señor Ributino. Sólo soy una
empleada.
–Una empleada capaz y hermosa que deseo
tener a mi lado.. –dijo, levantándose con
mirada insinuante.
Ángela bajó coqueta los ojos y, agradeciendo,
se retiró. Remo se sentó sonriendo, estaba
seguro que esa pobre pazguata con cara de
muñeca, cuerpo de muñeca y cerebro de
muñeca... pronto sería suya.
Esa noche, Ángela buscó con ansias las
caricias de Cruz y lo besaba con pasión
queriendo hallar sosiego a los deseos lujuriosos
nacidos esa tarde.
Tiempo después, en primavera, Cruz logró
su empeño: se casó con su amor. Fue un lindo
casamiento de barrio, con mucha gente
conocida y muchos deseos de felicidad.
Cruz se sentía feliz, comió, bebió y, en un
humilde hotel de la playa cumplió su sueño: la
amó. Luego se durmió.
Ella quedó mirando el techo. Un mes antes,
en un hotel de lujo del centro, se había entregado
a Remo.
Ángela festejó el dicho con una risa sensual.
Sus senos se agitaron voluptuosamente. Vio la
mirada de Remo fija en ellos e instintiva, subió
sus manos y cruzó sus piernas.
Hacía tiempo que no sentía el deseo de tal
manera. No quería volver al mismo error, pero
Remo despertaba las ansias lujuriosas, mientras
Cruz era el amor...
Un amor bueno, ella lo sabía; sin embargo, le
faltaba ese algo más.
Remo fue a sentarse en el sillón frente a ella.
–Voy a abrir el departamento de Atención al
Cliente, –dijo él– y usted es la persona
adecuada para llevarlo.
–Señor Ributino, hay personas con más
experiencia...
Él hizo un gesto despectivo con la mano, y
continuó:
–Usted deberá recibir a las visitas,
entretenerlas mientras yo las pueda atender,
mostrarles los productos, hablar con los
clientes. Ocupará una oficina junto a la señora
Mary, mi secretaria. Usted es muy valiosa,
quiero tenerla cerca.
Diap 16
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Somos dos, puesto que me estás llamando.
¿Cómo estás, Remo? ¿En que puedo ayudarte?
–Necesito un favor. ¿No te hace falta una
empleada?
–Los empleados siempre sobran y siempre
hacen falta.
–Eres un banquero con alma de cínico. Ella
es utilizable.
–Y tú un industrial con alma de banquero.
Envíamela.
Y un par de carcajadas sellaron el trato.
A las tres de la tarde Ángela aún esperaba en
la oficina de la secretaria.
Pensaba en los últimos años. Podían medirse
en tardes acostada en distintas camas, desde
hoteles a amuebladas, con clientes de altos
ejecutivos a encargados. Manoseada por jóvenes,
viejos, temerosos, atrevidos, casados, solteros,
generosos, avaros. Bajando desde la presidencia
hasta un jefe de despacho.
Había podido conocer toda la gama del
macho humano.
Y sólo uno era decente. Uno... su esposo.
::::::
La señora Mary, vieja fiel a la empresa, con
memoria para todo lo referente al negocio y
olvido para los deslices de los dueños, estaba
delante Remo Ributino.
Éste a veces dudaba quien dirigía la compañía,
si era él o su secretaria.
–Señor. La señora Ángela insiste en hablar
con usted.
–Señora Mary. No tenga nada que tratar con
esa señora. Que se dirija a su jefe. ¿Quién es
ahora?
–El señor Martínez, de Despachos. Pero, si
me permite, es mejor que usted la atienda.
Sería más conveniente.
–De acuerdo. Dígale que la recibiré a las dos
y media.
La adusta secretaria se retiró. Remo discó
por su teléfono directo. Reconoció la voz
semítica de su interlocutor y le saludó con su
más afable simpatía.
–Hola, Goldman. Eres el único que trabaja a
esta hora.
Diap 17
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–No, gracias: Nada te debía cuando vine y
nada quiero deberte cuando me vaya. Pero, la
vida paga...
–Ángela. Despidamos como amigos. Te
quise y me quisiste. Que nos quede eso como
un buen recuerdo.
–Ni me quisiste ni te quise. Sólo fuimos dos
animales respondiendo al instinto. Necesito ese
trabajo para ayudar a un hombre que es mejor
que tú y que yo. Y lo nuestro nunca será un
buen recuerdo. Adiós, señor Ributino.
Al retirase Ángela, Remo llamó a la
secretaria:
–Señora Mary. La señora Ángela renunció.
Que le hagan su liquidación y le den tres meses
más como premio.
–Sí, señor Ributino.
–Y... señora Mary. Nunca más estaré para
esa señora.
–Como tú digas, viejo.
–¡Señora Mary!
–Discúlpeme, señor... Creí estar hablando
con su padre.
…ooOoo…
Uno que callaba cuando ella llegaba vacía de
amor y llena de asco. Uno que estaba lleno de
amor y vacío de odio.
La secretaria la hizo pasar. Lejos estaban los
meses donde iba allí como mujer. No se sentía
empleada. Pero sí, usada.
–¿Qué quieres hablar conmigo? –dijo él,
severo.
–¡Qué distinto me tratas "señor" Ributino!
¿O eres Remo?
–Mira, Ángela. Siempre supimos lo que
queríamos. A ti te gustó aquello y a mí también.
Pero, pasó. ¿Qué quieres?
–Irme. Tú me debes mucho. Y jamás te pedí
algo.
–No te debo nada. No puedo negar que nunca
fuiste interesada. Pero cada vez me hablabas
más de tu marido. Nunca supe si lo criticabas o
era por que lo amabas.
–¿Que sabes tú de amor? No importa.
Quiero irme de aquí. Búscame otro trabajo. Y
lejos de tus empresas.
–Ya te lo conseguí. Anda a ver este señor.
Diré al jefe de Personal que te den algo extra
con el despido.
Diap 18
ÁNGELA
ESPERE PARA HACER CLICK
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Hola Remo. Esos empleados mediocres con
apellidos rimbombantes. Creo que en lugar de
un banco tengo una agencia de colocación de
incapaces.
–De mí no te puedes quejar. Lo que yo te
recomiendo si no es bueno... está muy buena.
–No cambias, por eso siempre te va bien. –
dijo el judío largando la risa– ¿En que te puedo
servir
–Voy a comprar en Alemania un horno de
calcinación y la planta para fabricar ladrillos
cerámicos. Quisiera que tú te encargaras de
toda la parte financiera.
–Con mucho gusto. Envíame los recaudos.
Te obtendré las mejores condiciones. Puse
Ángela en Operaciones al Exterior. Así que
manejará tus documentos.
–¿Ángela? –preguntó Remo, cínico– ¿Quién
es Ángela?
Nuevamente, con otro par carcajadas
sellaron el trato.
–Mi amigo Blas Bardomera construirá la
planta, –agregó Ributino– posiblemente
también lo tengas que financiar.
El ingreso de Ángela al Banco Dugold trajo
las normales reacciones. Muchos empleados
quisieron conquistarla, obteniendo frases
lapidarias. No era así con los clientes, en su
atención poseía una amabilidad eficiente.
Goldman vio en ello la oportunidad de
reorganizar su personal. Llamó a la Gerente de
Personal, le dio una lista de los retirados y de
los cambios. Ángela pasaba a trabajar en una
sección donde el flujo de dinero era grande.
El intercomunicador sonó con voz melosa:
–El señor Remo Ributino está aquí, señor
Goldman.
–Hágalo pasar enseguida, por favor.
La gerente se marchó mientras el industrial
entraba.
–Hola Goldman. ¿Cómo estás? Tienes cara
de molesto.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS ADINERADOS
¿Lo que no une la sangre
lo ata el dinero...
Pensó en la frase de Ributino sobre la
decadencia. Goldman tenía mala experiencia de
ella en Europa. Muchos de sus familiares
hacían parte del barro gris en Auschwitz.
Pensando en el ayer, los recuerdos le
hicieron meditar.
La decadencia es un mal que se va
introduciendo en la sociedad, de forma tal que
lo que sucede parece normal. Pero, llega un
momento que el mal satura la capacidad de
asimilación del organismo y comienzan a surgir
reacciones.
Reacciones de las que sólo se observa su
apariencia externa, ya que la decadencia no
permite razonar y ver las causas originarias del
mal aunque éstas sean evidentes.
Cuando surgen esas manifestaciones, se les
ataca con las características soluciones de los
decadentes: se las ignora creyéndolas males
pasajeros o se trata de radicalmente extirpar la
parte inflamada.
Y generalmente con ello se mata al enfermo,
no al mal.
–¿Blas?... Es un excelente ingeniero pero
algo raro y poco responsable en el dinero.
Prefiero a su padre, es un señor.
–Lo sé. Estudié con Blas. Desde entonces
tenía esas ideas. Es de los que apoyan las
reacciones de izquierda. pero quieren vivir en
las mayores comodidades y que otro se
preocupe de la plata. Cuando muera el viejo,
Blas será otro más de los millonarios
anarquistas y conservadores de este país a
pesar de que digan que está en decadencia.
Los dos hombres rieron y Remo se retiró.
Goldman volvió a pensar en sus empleados.
Algunos brillaban por sus luces. Otros, como
Paul Picaterra, eran mediocres que los tenía
sólo porque estaban emparentados con sus
mejores clientes. Era el precio a pagar por las
relaciones públicas. Gracias a ello contaba con
las voluminosas cuentas de esos familiares y él
obtenía altos dividendos.
El dinero busca al dinero, y Goldman tenía el
dinero. Los trabajadores buscan trabajo, y
Goldman les daba el trabajo.
.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–No sé como haces, pero siempre tienes una
nueva.
–Blas: La mujer es como el negocio, cuando
no da como esperamos hay que pasárselo a otro
que se conforme con menos. Tanto a la mujer
como al dinero hay que moverlos, sino te llevan
a la quiebra.
–Tu corazón es una máquina de calcular. –
ironizó Blas.
–No. Sólo que no mezclo las ideas con los
sentimientos. Además, sé que todas las mujeres
que tengo son por el dinero. Es la parte triste,
en el fondo también compramos el sexo. Pero,
hay que ser positivo y aprovechar la ventaja.
–Vamos, no digas eso. –le aduló Blas–
Recuerdo que tenías muchas enamoradas
cuando estudiábamos.
–Sí... amores de estudiante... flores de un
día... –la voz de Remo tuvo tono de tango– Y
también hubo uno que perdí. A veces quisiera
volver a encontrar un amor de verdad.
Blas vio que su amigo se iba en el ayer por un
instante.
::::::
Cinco de la tarde. El club de tenis tenía
relativa actividad.
Blas Bardomera giraba su dedo en el borde
del vaso, matando el tiempo antes de ir a
cumplir su misión.
Distraído, observaba las bellas piernas de las
jugadoras.
Al alzar la vista se encontró con su amigo
Remo, que había llegado en silencio y quien le
pregunto burló:
–¿Viendo jugar doble sin raqueta?
–La tengo guardada. –Blas siguió la broma–
Si la saco, me hacen jugar en su cancha y quizás
pierda hasta el apellido.
–Es lo que ellas quisieran ganar. –dijo su
amigo, riendo – para que no pase eso, hay que
cambiar de jugadora en cada partido. Pero
jugar con las mismas pelotitas.
–¡Quién tuviera el secreto de tu jovialidad! –
dijo Blas– Siempre estás alegre y dinámico.
–Es muy simple: piel bronceada, trabajo
constante y... mujeres diferentes.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Nunca he cobrado por mi trabajo. Hablas
como mi viejo.
–Claro. Si tu padre te paga todo. Yo he visto
como vives, como pierdes en la ruleta, como
gastas con las mujeres. A propósito, Ángela está
trabajando con Goldman.
–Pobre muchacha. No sé como pudiste
despedirla.
–Ella se fue. Y no te hagas el santo conmigo,
que tú te acostabas con ella.
–¿Estás loco?... Sólo un par de veces la
acerqué hasta la casa. Pero tú debiste
aprovechar bien sus encantos.
–Yo nunca me enredo con mi personal. ¿Te
dejo aquí?
Blas bajó en la esquina. Remo fue para su
fábrica.
Ambos iban recordando los momentos de
placer tenidos con Ángela, y sonriendo por la
hipocresía de los dos.
Blas tomó un ómnibus para el Paso Molino.
Iba a una zapatería. Una zapatería donde
jamás compraría zapatos de tan baja calidad.
–Te estás poniendo serio. Tú no eres así. –le
comentó.
–Soy como soy. Para mi bien o para mi mal.
Digo las cosas como las siento. Y tú, ¿cómo
estás?
–¿Yo?... como siempre. Esperando que papá
me deje la compañía, pero ese viejo es más
fuerte que el hormigón.
Remo se rió, aunque interiormente pensó
que el día que Blas quedara al frente de la
empresa ésta iría a la ruina.
–Te abandono. –le dijo– Voy para la fábrica.
–¿Me puedes dejar en la Plaza Varela? No
traje el auto.
Durante el viaje, Remo le iba diciendo sobre
el galpón a construir para el horno y el equipo.
–Ya puedes empezarlo, Blas. Te hice la
introducción con Goldman para que te
financie.
–Ese judío me va a cobrar intereses, es un
desgraciado.
–¿Qué quieres? ¿Qué te preste sin ganar
nada? ¿Acaso, tú trabajas por amor al arte?
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Observaba en él factores comunes a ella,
necesidad económica, insatisfacción y una
callada rebeldía.
De como llegaron a acostarse ni se
acordaban, fue como tomar otro helado. Allí
juntaban sus frustraciones.
El lecho, más que lugar de placer, era
reclinatorio donde apoyaban sus espaldas
cargadas de amarguras y, tras la niebla de sus
cigarrillos, miraban el horizonte de una pared
vacía y a la autocrítica masoquista de sus
recuerdos, el análisis sádico de sus realidades y
el sueño utópico de un futuro distinto.
Y así, una tarde Paul hizo ingresar Ángela en
el Mito.
Fueron a una zapatería de un barrio, él pidió
un número de botas y los hicieron pasar a un
lúgubre corredor. Allí había un viejo sentado.
Paul le murmuró algo y él los introdujo a un
cuarto. Llevaban media hora esperando en esa
oscura habitación. Paul estaba sentado del otro
lado de la pobre mesa.
Paul Picaterra tenía un puesto de subjefe en
el Banco Dugold, con dos empleadas. En su
casa también tenía un puesto de esposo en una
relación de tres personas, ya que su esposa era
la amante de un médico y él lo aceptaba.
Su familia fue una de las fundadoras del
país; mas él solo había heredado el apellido, en
lo demás era un fiasco..
Era el típico ser muy relacionado y... pobre
hombre.
Pero, Paul era activista secreto, y segundón,
del Mito. Un movimiento que juntaba
idealistas, rebeldes y oportunistas, para hacer
un cambio radical, estructural, formal. Un
mito.
En cuanto a lo sexual, su vida se resumía a
cumplir con su esposa cuando ésta lo dejaba,
desahogar su fracaso en un quilombo y algunas
veces acostarse con Ángela.
Eso había comenzado con una simple
invitación a tomar un helado. Ángela lo vio
educado, y sin intenciones de llevarla a la cama.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS ILUSOS
Mate amargo...
yerba de ilusiones....
–Llegará ese momento. Primero hay que
tener la fuerza. La fuerza la compra el dinero.
Usted se encuentra donde hay. Debe
informarnos de cualquier movimiento grande
de capital. Marú, bienvenida al Mito. Queremos
hablar con Toto. Buenas noches. Ni su esposo
debe saber esto.
Al salir Ángela, el Ruso se dirigió a Toto:
–Marú es buena. Tienes que dejarla. Ahora
es del Mito. No debe haber relaciones que
comprometan. ¿Entendido?
–Pero... ¿ella lo comprenderá?
–Estamos seguros que sí. Chao.
Toto, salió. Y el hombre de la oscuridad, habló:
–Marú nos será muy útil. Toto sólo es un
peón más.
–De acuerdo, Inca. Pero todos son útiles
alguna vez.
–Sí, Ruso. Y tú debes decidir cuando. Chao.
Cuídate.
El Ruso se fue. El Inca, sonriendo, murmuró:
–Sí, Ruso. Señor Blas Bardomera. Y en tu
caso, lo decido yo. Yo sé quien eres tú. Pero, tú
no sabes quien soy yo
La puerta se abrió entrando un hombre, su
rostro quedó oculto en la oscuridad, fue hasta
la mesa y se sentó de espaldas a la ventana. Ni
siquiera saludó.
Poco después entraba otra persona, la cual
quedó en la penumbra. El primero habló, se
notaba que falseaba la voz :
–Somos cuatro. Mito tiene cuatro letras. Yo
soy el Ruso.
–Yo soy el Toto. –dijo Paul– Ella no tiene
nombre, es...
–Sabemos quien es. –interrumpió el Ruso,
girando hacia ella– El Toto será su enlace.
Usted se llamará Marú.
–No sé que debo hacer. –susurró Ángela
timidamente.
–Se lo indicará Toto. No debe conocer nadie
más de nosotros. Si la detienen, sólo podrán
sacarle el nombre de un compañero. Para
comunicarnos con usted en el banco, lo haré
yo. Diré trámite 4444 si el día es par, sino 4443.
–Pero yo quisiera luchar. Hacer algo que
haga daño a esos explotadores e hipócritas que
abusan de nosotros.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
La miseria no se pasa con nada, está adentro
de cada uno y ésa termina amargando más que
la hiel –finalizó él.
–Yo creo que el amargado eres tú.
–No, Ángela. Te quiero, y quien ama nunca
podrá estar amargado. Quisiera tener un hijo
tuyo. Tuyo y mío.
–Linda mezcla sería. Mitad frustrado y
mitad amargado.
–O tal vez mitad soñador y mitad
enamorado. Pero, para serlo tendría que nacer.
Y para que nazca, los dos tenemos que querer.
Buenas noches, Ángela. Hasta mañana.
Ella sintió que las lágrimas le llegaban a los
ojos. Pensó en Cruz, un hombre bueno. En
Paul, un pobre hombre. En el Ruso, tenía algo
que le parecía conocido.
Pensó en el Mito. Ahora ella era Marú.
Pertenecía a un movimiento subversivo.
Estaba cansada de vivir entre abusadores y
abusados. Tenía que cambiar este mundo de
porquería.
Al llegar Ángela a su casa encontró a su
esposo sentado cerca de la radio. Y en ésta
sonaba un tango.
Él le sonrió con esa mirada serena que por
un lado la hacía sentirse avergonzada y por otro
rebelarse contra esa mansedumbre.
–¿Ya cenaste? –preguntó ella para salir del
paso.
–Sí. ¿Y tú?
–No. Estuve con unas amigas mirando
vidrieras. No sé para qué. Pura ilusión. Ninguna
podemos comprar nada.
–Y... de ilusión también se vive. El día que se
pierdan las ilusiones ya no queda nada por que
vivir. Sólo los hijos.
–No empieces con eso otra vez. Ya te he
dicho que no quiero traer a este mundo de
porquería otros seres para que pasen la miseria
en que nosotros vivimos.
–Quizás mi mundo sea de pobreza. –dijo
Cruz– La pobreza se pasa poco a poco,
tragando mate... o saliva..
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Hizo bien. Pero entre nosotros no hay
señores. Sólo soy el Ruso. ¿Cuándo debería ser
eso?
–El viernes; y sin falta a las tres de la tarde.
–Está bien. Deme los detalles.
Ángela explicó: Uno de los directores de la
tabacalera retiraría esa cantidad y la sacaría del
país en su avioneta particular. Goldman la tendría
en billetes verdes a esa hora, y otra parte del
capital se fugaría sin que nadie se enterase.
–Excelente trabajo, Marú. –dijo el Ruso–
Recogeremos nosotros ese envío. Si hubiese
algún problema, o cambio, vaya al bar de la
esquina y pida un café cortado. Cuando se lo
den, diga que está muy caliente. El mozo
comprenderá.
–No creo que haya cambios.
–Nada es seguro. Marú: haremos una acción
relámpago. Usted, Toto y otras personas serán
golpeadas. No se hagan los valientes. No
queremos muertos. A la hora de salir las balas,
éstas no saben quienes son de los nuestros.
Ángela tembló, la voz de el Ruso era fría.
A los pocos días Paul la llevó a la mesita del
fondo de un cafetín.
Allí le dijo que estaba apesadumbrado, pero
el líder había sugerido suspender sus relaciones
pasionales.
Ángela sintió alivio... y risa por las palabras
utilizadas.
Pasaron cuatro meses. Esa tarde, Ángela
indicó al Toto que necesitaba hablar urgente
con el Ruso. Poco después éste la llamaba y le
dijo donde encontrarse.
A las 18 y 30 ella estaba en una habitación
oscura de ese hotel cercano al puerto. En pocos
minutos entró el Ruso, a pesar de la penumbra
parecía llevar una máscara plástica.
–¿Qué hay de importante, Marú?
–Podemos tener cuatro millones de dólares
en efectivo.
–Maravilloso. La felicito. ¿Sabe algo de esto
el Toto?
–No, señor. Esto es muy grande para llegar a
él. Por eso unicamente le dije que quería hablar
con usted.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Pero Marú ya no sentía temor, ni siquiera
respeto. Ahora ella sabía quien era él... un
pobre hombre.
Fue uno de los tantos que la llevó a la cama,
y ella accedió en parte por la empresa y en
parte para darse los gustos que él podía pagar
con su dinero fácil.
Un pobre hombre que solo poseía la riqueza
de su posición, y le faltaba todo lo demás.
Le tuvo lástima... ¿qué pobreza sufriría él,
cuando decidió pertenecer a un movimiento
como el Mito?
Se resignó, al final de cuentas el Mito estaba
formado por hombres. Y él era un hombre más.
Uno pobre hombre que había cometido la
estupidez de darle ese número.
Dentro de su amargura, Ángela sonrió
irónica.
Hacia tiempo que había aprendido que era
algo común que los hombres sustituyeran con
sexo su falta de seso.
Blas, sintiéndose importante en la actuación
de El Ruso, cosa que llena de satisfacción, le
entregó un papel a Ángela, ordenándole:
–Marú. A partir de hoy se comunica directo
conmigo. Este es mi teléfono, usted lo dirá al
revés y yo lo repetiré distinto. Si alguno de los
dos dice "equivocado" alguien está cerca. Los
días pares responderemos "correcto" y los
impares "de acuerdo". Pero, si hay un "exacto"
nos están obligando a hablar. ¿De acuerdo?
–No. Correcto. –dijo ella con picardía– Hoy
es día par.
–Sí. Y hoy, usted subió de nivel. –la voz de él
se volvió risueña– Chao, Marú.
Ángela salió. Al llegar a la calle miró el papel,
sonrió con amargura. Ella ya conocía ese
número. Y comprendió.
Comprendía las actitudes dispares de El
Ruso. Por qué él se mostraba poderoso tras su
máscara y en la penumbra. Él tenía la ventaja
de conocerla; y ella, no.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Está bien. Le diré al Colo que los contacte.
Él, como boxeador, sabrá elegirlos.
En la oscuridad del cuarto se sentía el hielo
del silencio de El Inca, hasta que éste preguntó:
–¿Le diste tu número a Marú?
La interrogación del Inca había sido dura,
fría.
–Sí... Y le dije la clave. –respondió Blas
dominado por la angustia al comprender su
equivocación.
–Hace tiempo tú te acostaste con ella. Si
reconoció el teléfono, has puesto en peligro al
movimiento. Veremos como actúa. Sería feo
eliminarla. Y otra vez... consúltame.
–Sí, Inca. –la voz de el Ruso era un susurro.
El Inca se fue, la fuerza de sus pasos
indicaron su ánimo.
El Ruso pensó que Toto y Marú sólo eran
peones y él un alfil. Los alfiles viven cerca de los
reyes. Los peones se sacrifican con facilidad.
Aunque, a la hora de ser necesario, los alfiles
se sacrifican igual que los peones.
Y, mientras Ángela camina por las calles del
Barrio Sur, yendo hacia su casa y revolviendo
sus ideas,
Blas quedó en el hotel esperando un tiempo
prudencial para irse.
Antes de hacerlo llamó por teléfono a su
nivel superior, aunque le molestase considerarlo
así, y además ignorar quien era ese personaje.
Luego salió quitándose la máscara. Media
hora después estaba en la parte alta de la
zapatería.
El Inca ya estaba allí. Escuchó el relato en
silencio.
–Es bueno. –afirmó en la oscuridad– Y
buena la decisión de subir de nivel a Marú. Vale
mucho.
–Eso me pareció a mí también. –dijo el Ruso
lleno de vanidad– ¿A quien encargamos del
trabajo?
–Busca gente del quinto nivel. Pocos. Si hay
heridos es fácil hacerlos hablar... y ésos no
saben nada.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
La gente es obligada a desnudarse y tirarse
en el piso.
Un delincuente va pasando entre los cajeros
y recoge el efectivo. Cuatro asaltantes van a la
oficina de Goldman. Otro se dirige hacia
Operaciones al Exterior.
Hora: tres y un minuto.
Ángela tiembla, el delincuente saca un hacha
y corta los cables. Instintivamente ella trata de
proteger su teléfono, y el hombre le da en la
cabeza con el cabo del hacha. La muchacha cae
ensangrentada en el escritorio. En otros
departamentos golpean a los oficinistas.
Hora: tres y cuatro minutos.
Los cuatro asaltantes salen de la oficina de
Goldman. Dos traen arrastrando al viejo, está
lleno de golpes y sangrando. Los otros dos
llevan cada uno un portafolio. Todos los
delincuentes se dirigen a la puerta y
desaparecen por ella.
Viernes de tarde. El Banco Dugold está en
actividad.
Hora: dos y treinta.
Una llamada del grupo tabacalero es pasada
a Goldman. Fue una conversación breve.
Ángela vio llegar de la caja fuerte dos guardias
con un portafolio cada uno. Entraron a la
oficina del banquero y salieron de inmediato.
No llevaban los portafolios al salir.
Hora: dos y cincuenta y cinco.
En las oficinas del banco todo es normal. El
público hace cola en las cajas. Un señor llena
un formulario. Otro solicita una transferencia.
Un joven pregunta algo al policía .La puerta se
abre y un técnico dice que viene a revisar la
central telefónica.
Hora: dos y cincuenta y seis.
De pronto surgen ocho pistolas y órdenes
violentas. El policía recibe un golpe y cae
inerte.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS CUENTEROS
¿Como se llama el que cuenta?
¿Cuentero o contador?...
Hora: cualquiera en la noche.
Ocho personas se reparten unos pocos miles
de pesos. Algunos reciben felicitaciones. La
misión ha sido realizada con éxito. Y cuatro
millones de dólares salen del país hacia centros
revolucionarios.
Una semana después:
La compañía de seguros paga al banco la
pérdida de cinco millones de dólares y diez
millones cuatrocientos cincuenta y siete mil
ochocientos veintinueve pesos con cincuenta
centésimos.
Exactitud contable: dos y dos son cinco.
Los empleados que fueron lastimados
vuelven luego de una semana de reposo pago.
Las cosas rotas en el asalto han sido repuestas
con nuevas.
Muchos han ganado. Nadie ha perdido.
Algunos; sólo un poco de sangre.
Hora: tres y cinco.
Gente y empleados se levantan del suelo y
empiezan a vestirse. Los asaltantes se han ido
llevándose al señor Grau Goldman con ellos.
Ángela, Paul, y algunos cajeros tiene golpes y
heridas sangrantes. Se llama a la policía y a las
ambulancias. El público quiere irse.
Hora: tres y quince.
El banco está lleno de policías. Se cierran las
puertas. Se cura a los heridos. Los auditores de
seguros interrogan. La policía interroga. Los
jefes interrogan. Los médicos interrogan. Nadie
sabe nada.
Hora: seis de la tarde.
En una calle aparece Goldman. Los policías
vuelven a sus comisarías. Los auditores vuelven
a sus oficinas. Los empleados vuelven a sus
casas. Los golpeados sin vistos como zonzos.
Los otros cuentan el hecho a su manera y los
miran como héroes.
Diap 30
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Lo observó detenidamente:
Elegante, fornido, aplomado, de cuarenta
años, con algo de entradas en su frente, cabello
negro que en las sienes comenzaba a blanquear,
cejas gruesas.
A todo eso agregaba ojos negros de mirada
penetrante, rostro viril con una sonrisa
invitadora.
Nuevamente oyó su agradable voz:
–¿Me permite pasar? Necesito hacerle unas
preguntas.
Ella afirmó con su cabeza, y un mohín de
coquetería.
La emoción que le despertaba ese hombre era
más que cualquier otra pasión experimentada
antes, pero con una ternura que nunca había
sentido.
Él se sentó a su lado, sacó una libreta y
comenzó a anotar.
Sentirlo cerca de ella y estar en una cama, la
terminó de alterar. Él la miraba con una
extraña expresión.
::::::
El señor Goldman ordenó que los oficinistas
golpeados fueran llevados a la clínica donde se
internaba él.
Agregó que se les diera las mejores atenciones y
una semana de vacaciones pagadas a cada uno.
Esto habría desmentido el origen semítico
del banquero si no se supiese que lo descontaba
del seguro.
Ángela quedó internada hasta el siguiente
día a fin de observar bien las placas del golpe.
Además, porque por los traumatólogos y
neurólogos la querían ver a ella. Luego de hacerlo,
quedaron satisfechos. No había daños serios.
Sólo tendría por algún tiempo un abultado
hematoma en su cabeza. La gente del Mito
sabía como golpear.
–Buenos días, señora... ¿Me permite pasar?...
Soy el detective León Landgrave.
La voz gruesa y varonil la hizo girar en la
cama y no pudo contener una mirada de
admiración por el hombre parado en la puerta
del cuarto.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Me ha ayudado mucho. Posee usted buena
memoria. Sin embargo, señora... lo lamento.
Tendré que molestarla más de una vez,
llamándola, yendo a su casa o al banco.
–No es ninguna molestia, detective. Y no me
diga señora. Llámeme Ángela. –rogó ella en un
gesto entre formal y provocador.
–Encantado. Y llámeme León. –dijo él,
imitando el gesto– Esta tarjeta tiene mi
teléfono de la central, y le escribo el mío
personal. Gracias Ángela, estaremos en
contacto.
Le dio la tarjeta y se despidió con un varonil
apretón de manos.
Ella quedó temblando por dentro.
No sabía si era por los sentimientos
despertados por León o por el temor de haber
cometido alguna infidencia.
Hizo un repaso de lo hablado y sonrió
tranquila.
Había actuado bien... y ese hombre era
extraordinario.
Aunque fuese un policía.
–Dígame como sucedió el asalto. –le dijo
suavemente– Mejor aún, si puede, cuénteme
todo desde que llegó al banco. Lo que sea,
aunque le parezcan cosas tontas.
–Este golpe no fue ninguna cosa tonta. –
respondió ella, mimosa y levantando su brazo
para tocar su cabeza.
Al hacerlo, se elevaron sus senos bajo la ropa
de dormir.
–Claro que no. –afirmó él, sonrojándose–
Eso fue una brutalidad. Es que a veces hay
cosas insignificantes para los testigos, pero
para nosotros son importantes.
Ángela vio que León seguía sonrojado, y
comprendió la causa. Se sintió feliz de ello.
Comenzó a describirle los sucesos, él la
interrumpía con delicadeza preguntando
detalles. Le hubiese contado toda su vida, su
tono era persuasivo, amable.
Pero Ángela tomó cuidado de aislar en su
cerebro aquello que tuviese relación con el
Mito. Por lo contrario, lo atacó y tuvo fuertes
palabras para ese movimiento.
Diap 32
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Ángela cumplió al pie de la letra lo indicado.
A los pocos minutos de estar en el probador
se abrió el espejo y una encapuchada la llevó a
un cuarto. De un rincón oscuro salió una voz y
ordenó a la encapuchada:
–Anda y sigue probándote esas cosas como
si fueras ella. Si tardásemos, pide a la empleada
que te traiga más.
No era la disfrazada voz del Ruso. Ésta era
natural y sin inflexiones de emoción alguna. Al
irse la mujer, él habló:
–Me llamo el Inca. Soy el que estaba en la
penumbra en el cuarto de la zapatería. El Ruso
responde a mí. No he querido que esté
presente.
Ángela seguía callada, sin saber que decir. Y
él continuó:
–Marú. La felicito. Actuó muy bien en lo del
banco. Y también con el detective León. No se
le escapó nada, y fue perfecta lo idea de hablar
mal de nosotros. Pero no exagere, podrían
sospechar, no ignoran que el pueblo nos apoya.
::::::
Ángela fue citada a la central de policía y
tuvo que repetir su historia. Ella se cuidó de no
caer en contradicciones con la primera vez.
León la invitó a almorzar y ella. luego de
unos remilgos. aceptó encantada. Comieron en
el café de la esquina con la misma sencillez que
cualquier otro empleado.
La conversación fue agradable, él nunca
tomó el tema de lo sucedido ni de su labor
policiaca, ella evitó hablar de su vida
matrimonial y del trabajo. Más bien se
remontaron a las anécdotas juveniles con las
consiguientes risas.
Cuando se despidieron, al darse las manos y
mirarse en los ojos, sabían interiormente que
uno del otro gustaba.
En la tarde, Paul llegó a la casa de ella con la
excusa de saber de su salud. La razón real era
decirle que la siguiente mañana fuera a una
tienda conocida y pidiese blusas de una marca
extraña. La harían pasar al probador.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Sí. Me di cuenta al ver el número del
teléfono. Hace años tuvimos una aventura. Me
extraña que pertenezca al Mito. No es de
nuestra clase
–Ángela... En el Mito, como en cualquier
parte, hay de todo... y lo usamos si es útil. Me
gustó su sinceridad. Si hubiese dicho que no,
nos hubiese defraudado.
–¿El Ruso sigue siendo mi enlace?
–Sí. Pero no sabrá de esta conversación,
fingiremos que usted no lo reconoció. Marú,
cómprese una blusa color turquesa, le va bien
con sus ojos... le gustará a León. Puede seguir
ese romance, vamos a aprovecharlo... y cuídese.
–Me cuidaré. Me gusta, pero es un policía.
–Se lo dije por el golpe. Si no se cuida puede
tener una embolia, una parálisis y hasta un
ataque fatal. Chao.
Ángela salió. Se intercambió con la mujer en
el probador. Compró la blusa turquesa.
Recordó la última frase del Inca.
Debía cuidarse, podía pasarle algo... o se lo
harían pasar. Pensó en León... era tan buen mozo.
–¿Cómo saben lo que dije? ¿León es de los
nuestros?
–No. Ojalá lo fuera. Es íntegro. Estamos al
tanto de lo que habló usted en la clínica.
Tenemos oídos en todas partes.
–Ayer almorcé con él. Creo que gusta de mí.
Eso podría sernos de utilidad. –ya había
aprendido a hablar en plural.
–Sí. Así es. Pero usted también gusta de él. Y
eso podría perjudicarnos.
Ángela tembló de miedo. Ese hombre hasta
conocía de sus sentimientos secretos. Mentirle
sería imposible.
–No lo niego. Pero he sido demasiado usada
y rebajada para caer en lo mismo. Jamás
traicionaría al Mito.
–Marú, por más que queramos guardar un
secreto, no hay valentía que resista la tortura y
las drogas.
El Inca quedó en silencio para luego
preguntar:
–¿Sabe quien es el Ruso? –su voz parecía
hielo.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Agotada, quedó reposando en su velloso
pecho mientras él acariciaba suavemente su
cabello y hombros.
Salieron. Él para la Central y ella para la
casa.
Mientras caminaba pensó que hubiese sido
innecesario tener cuidado, las únicas palabras
que habían dicho eran de amor. Lo que no
habían tenido cuidado era en la relación, había
sido completamente natural.
Cuando Cruz llegó al anochecer, encontró
lista la cena y Ángela escuchando música. Ella
lo miró serenamente, no se sentía mal como las
otras veces. Esto era distinto.
Pocos días después Ángela volvía a su
trabajo. Encontró su oficina pintada, teléfono
moderno, escritorio nuevo y, sobre él, un ramo
de flores. Algunos compañeros la saludaron con
frialdad; otros, con una burlona sonrisa.
Ninguno pensó que la que se burlaba de
todos era ella. Tomó una rosa y se dirigió al
despacho de Goldman.
Ángela había aprovechado esa semana de
reposo.
Almorzó dos veces más con León.
En una, fueron hasta la rambla, bajaron a la
playa y caminaron por ella como dos jóvenes
enamorados.
Tuvo que ir otra vez a la Central para ver
fotografías y comparar su declaración con las
de los otros empleados.
Ahí, León era un detective inquisitivo,
severo.
Pero, al salir y estar con ella se convertía en
un ser dulce, agradable, con ternura que le
hacía recostarse en él.
El viernes se amaron en un hotel cercano a la
jefatura policial. Ángela no salía de su asombro.
Nunca había sido querida con tanto respeto y
consideración, pero a la vez con febril pasión e
intensidad.
No se había sentido objeto, sino un ser
humano dignificado y respetado por el amor.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
LOS ENAMORADOS
Razón y corazón riman...
pero no se arriman.
Pero perdería en el concepto actual que se
tenía de ella, lo cual la perjudicaría y también al
Mito. Además, no quería hacerle eso a León
–Usted es muy buena. Vale mucho. –dijo él,
ya alterado– En prueba de ello la invito a
almorzar... si me permite.
–Le agradezco, pero no sería justo. Otros
compañeros también fueron golpeados.
–Ángela... Sé que soy un viejo. Pero usted es
una mujer que merece ser amada, y me gustaría
hacerla feliz.
Ella buscaba no despreciarlo y mantener
vivo su afecto.
–Señor Goldman, usted sabe cuanto lo
estimo y respeto... y que cuenta con mi
fidelidad. Yo sé todo lo que usted me aprecia y
siente. Guardémoslo así, dentro nuestro.
Se levantó frente a él, mirándolo serena y
determinante.
–Ángela, quien la perdió no supo lo que
hacía. –la voz de él se volvió ejecutiva– Desde
hoy es subgerente. Por favor, invite para
almorzar conmigo a todos los empleados que
fueron heridos.
Ángela salió formal y cumplió lo indicado.
Tocó suave en la puerta. Oyó la orden de
Goldman para pasar. Entró humilde. Él se paró
recibiéndola con euforia:
–¡Ángela!... Bienvenida. ¿Le gustó la oficina?
¿Está bien?
–Muchas gracias, señor Goldman. No eran
necesarias esas molestias. Fue usted muy
amable con las flores.
–Se merece mucho más. Pocos se hubiesen
arriesgado para defender su lugar de trabajo.
Siéntese, por favor.
–Fue algo natural. –dijo, fingiendo
preocupación– Usted sí que debe haber pasado
momentos difíciles.
–No tanto. –respondió halagado– Son gajes
del oficio.
Goldman fue hacia Ángela, acariciándole la
cabeza. Tocó el bulto del golpe y sintió que
debía tener esa muchacha.
–La golpearon fuerte esos bandidos. –
susurró dulce.
–Estaban nerviosos, fue mi culpa. –ella
seguía formal.
Ángela adivinó las intenciones de Goldman.
Tener una relación con ese viejo podía serle útil.
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ÁNGELA
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ÁNGELA
León la escuchaba en silencio, comprensivo,
acariciando el pelo de ella suavemente.
Al callarse Ángela, él dijo con voz triste y
grave:
–Yo también te he ocultado mi vida. Tengo
un hijo. Soy casado... y separado. Te quiero
como nunca he querido. Pero quiero quererte
así, sin compromisos de los dos. Es muy
amargo y difícil ser la mujer de un policía. De
tanto andar entre delincuentes se nos endurece
el corazón.
Y esa vez fue ella que lo recostó sobre su
pecho y le acarició tiernamente el pelo. Pero,
una delgada tristeza entraba en su alma, la hiel
de la realidad de siempre.
Volvieron a quererse con la misma
intensidad y ternura, sin embargo los dos
notaron que faltaba algo muy tenue.
¿Sería la ilusión? ¿El misterio de lo
desconocido?
¿O que el amor había perdido su inocencia?
::::::
Marú fue hasta el café de la esquina y por
teléfono narró al Ruso lo sucedido.
Poco después recibía una llamada telefónica,
reconoció la voz del Inca, quien sólo dijo:
–Operación excelente, de acuerdo.
Ángela miró el almanaque. Era día impar.
Después del almuerzo llamó a León. El
sentirse deseada y la conversación con
Goldman la había excitado.
En la tarde, al salir del banco, fueron al hotel
cercano a la Central. Un pequeño hotel acogedor.
Ignoraban que el gerente pertenecía al
movimiento revolucionario... y la recepcionista
era soplona de la policía.
Se quisieron intensamente. Luego de quedar
satisfechos en pasión y ternura, ella necesitó
confiarse en él y le contó lo sucedido con
Goldman.
Eso llevó que poco a poco fuera narrando su
vida. Pero, logicamente, ocultándole todo lo
referente al Mito.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Despreció su resignación frente a la vida y
admiró su bondad, su fe en medio de ese
mundo sin esperanzas, su deseo de traer otro
ser humano a esa vida.
Había sido poseída poco antes pero se sentía
vacía. Vacía en un abismo sin fin.
Tenía ganas de llorar, de gritar, de morir.
Volvió a mirar a ese hombre a su lado.
Se abrazó a él desesperadamente y, sollozando
le imploró:
–Por favor, quiéreme. Quiéreme ahora...
quiéreme...
–¿Qué te pasa, Ángela? –él la abrazó
tiernamente.
–¡No preguntes! –gritó enloquecida–
¡Quiéreme! ¡Hazme tuya hasta sufrir!...
¡Destrózame!... ¡Solo tú, eres!... ¡Solo tú!
Y bestialmente se arrojó sobre él
mordiéndolo y llorando al mismo tiempo.
Una hora después, ya satisfecha la locura,
ambos estaban de espaldas uno al otro.
Ambos simulaban dormir y ambos lloraban
en silencio.
Ángela llegó a su hogar a las once de la
noche. Abrió la puerta con sigilo.
La casa oscura estaba en paz. Entró
suavemente en el dormitorio. Comenzó a
desvestirse en la penumbra. Se introdujo en la
cama con cuidado.
Quedó mirando el techo. En la oscuridad
vislumbraba la barata lámpara colgando. Una
pobre cadena la mantenía en el aire. Pensó en
sí misma. ¿Qué cadena la ataba todavía al techo
gris de su existencia? ¿No era igual a esa lámpara?
Como ella estaba forma con hermosas
curvas, pero con un gran vacío por dentro.
Vacío en el que guardaba un incandescente
filamento que cegaba al encenderse.
Pero, sólo era en el primer momento. Luego,
para la lámpara era lo mismo estar dando una
artificial luz como quedar en la oscuridad.
Ahí estaba, colgando, encendida o apagada a
la voluntad de quien pulsara el interruptor. Y,
si al final explotaba o se quemaba... la tiraban a
la basura, y ponían otra nueva.
Sentía la respiración de su esposo, se dio
cuenta que él aparentaba dormir.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Pero, ése era un país peculiar: las garzas de
la derecha, de la izquierda, del capital y de la
religión se respetaban y se cuidaban entre ellas
ya que eran de la misma familia.
Una de esas garzas estaba en un cuartel
citadino,
El general leía los informes sobre los
progresos en los casos de asaltos y secuestros.
Separó una de las carpetas. Llamó a la Central y
pidió por el coronel que la dirigía.
–¿Quién está a cargo del atraco al Banco
Dugold?
–El detective León Landgrave. Es confiable.
–¿Alguien más conoce del caso o sabe de
este informe?
–No. Sólo él. Y sólo hay una copia en mi
oficina.
–Quiero esa copia y al detective en mi oficina
mañana a las once. Secreto máximo. Y yo no he
dado esa orden.
Y colgó, sin esperar la respuesta militar del
subalterno,.
Se dice que toda mujer sabe quien es el
padre de su hijo. En el caso de Ángela no era
así. En sus relaciones con León o con Cruz no
había evitado quedar embarazada.
Ya estaba de tres meses y en esta ocasión
nadie le haría perder la criatura. Además, el
Inca vio eso como algo de utilidad para someter
al detective León.
Ángela conoció una faceta de los hombres
que para ella era desconocida: La reacción
responsable frente a la paternidad. En Cruz fue
de una alegría bulliciosa. En León, de felicidad
serena, con una sonrisa orgullosa.
En esos meses llegó el invierno, Bardomera
construyó el galpón, se montó el horno y la
planta de Ributino, los asaltos se cambiaron
por secuestros, la economía se derrumbó más,
las protestas y paros se generalizaron.
Y el gobierno hizo lo de las ranas del cuento.
Llamó al ejército para restablecer el orden.
.
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ÁNGELA
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ÁNGELA
LOS DIRIGENTES
¿Todavía crees en pajaritos preñados?...
La izquierda y la derecha son simétricas
Ella salió acongojada, pensando con tristeza
si León la había amado o usado. El Ruso
preguntó al Inca:
–¿Cómo supimos del detective? ¿Quién nos
avisó?
–Nadie lo conoce. Le dicen Tero. Marú se
portó bien. Tú tuviste tus fallas. Y hay alguien
que nos traiciona. Chao.
Muchos no durmieron esa noche. La esposa
y el hijo velando a León. Blas tratando justificar
sus errores. El Inca preocupado por hallar al
soplón. Y Ángela por la amargura.
Cruz se dio vuelta y le susurró al oído con
resignación :
–¿Lo quisiste mucho?...
–Cruz... ¿tú sabías? ¿Cómo puedes ser tan
bueno?
–Porque te quiero. Porqué por él tendremos
nuestro hijo.
–No sé si es tuyo o de él. –dijo ella,
sollozando.
–Es mío. –y siguió acariciando el vientre.
Había tal firmeza en su voz que hasta Ángela
lo creyó.
De inmediato llamó a otro número y leyó
partes del informe a su interlocutor, para
concluir diciéndole:
–Si ahondan más la investigación puedes
perjudicarte. Esta carpeta va al fuego. Aquí
hace mucho frío. El detective estará aquí
mañana a las once... si llega. Saludos, querido.
A las doce del día siguiente León aparecía
muerto dentro su auto. Le habían vaciado un
revólver en la cabeza.
La prensa publicó: "Detective ajusticiado en
su coche. Los legajos que llevaba con él, han
desaparecido"
¿Ajusticiado? Ése fue el grito de Marú al
reunirse con el Ruso y el Inca en la zapatería.
Pero tragó sus lágrimas al ver el informe.
Allí estaba su nombre y el del Ruso como
autores intelectuales del asalto y activistas del
Mito. Otros nombres habían sido borrados.
Y habló el Inca, sereno, determinante... y en
la oscuridad:
–Era él o nosotros. Fue un hombre íntegro.
Lástima que era policía. Marú, puedes estar
tranquila. En todo el informe no hay una
confidencia ni traición tuya. Chao..
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ÁNGELA
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ÁNGELA
–Sí. A esta hora esos vagos de oficinistas van
a comer.
Goldman era un cascarrabias. Y el otro,
riendo, siguió:
–¿Tienes un empleado de la familia de los
Picaterra, llamado Paul? ¿Y una embarazada de
nombre Ángela?
–¿Para qué preguntas? Si ya lo sabes. –dijo
irónico– Él es un mediocre. Ella es buena, pero
cuidado... yo no la preñé.
–Estás viejo para eso. –se burló el otro–
Alguien nos dijo que son del Mito y necesitamos
tu ayuda para descubrirlos.
–Lo que sea. Así me pagan después que les
di trabajo.
–No te enfurezcas. A ella le dirás que el
jueves se va a efectuar otro retiro de dólares,
pero por lo sucedido se hará en la sucursal de
Goes. En cambio a él, le dirás que será en
Malvín. Y a cada uno los enviarás a la sucursal
indicada.
–Entendido. ¿Quién es el que nos está
ayudando?
–No puedo decírtelo. Y a él se lo indicó uno
de arriba.
::::::
El asesinato de León sirvió como motivo
para aumentar la represión policial. Esto a su
vez causó que los movimientos revolucionarios
tuvieran más fuerzas.
Y, naturalmente, más simpatía en la masa
popular.
A más presión, más reacción. Principio de
física que los gobiernos, y sobre todo los
despóticos, no entienden.
Hubo más muertes, más asaltos, más
injusticias, más torturas, más pobres, más
ricos, y más seres ocultos tras un mote que
cubría su identidad y descubría la verdadera.
Ángela estaba en su octavo mes de
embarazo. En el banco seguía igual. Pronto
tomaría el reposo pre natal.
El Mito le deba trabajos simples. No sabían
quien era el traidor. Blas había cometido otros
errores por petulante, el Inca permanecía en la
oscuridad; y el Tero, un desconocido.
Lunes. Mediodía. El teléfono privado de
Goldman sonó. Al tomarlo, oyó la voz del
principal de la Unión Bancaria.
–Hola Grau. ¿Estás solo?
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ÁNGELA
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ÁNGELA
Y el militar respondió:
–De acuerdo. Mandaré un par de oficiales
que me están molestando. Una mano lava la
otra. Trata que no caigan los soldaditos. –dijo
el Toro con falsa voz compasiva.
Pero, de improviso, dijo determinante:
–Eso sí... la embarazada, sea o no la soplona,
la quiero yo.
–¿Y eso? ¿Ahora, de viejo, cambiaste tus
gustos?
–¡Mis gustos son míos y a ti no te importan!
–respondió con furia marcial.
–No te enojes. Fue sólo una broma. –lo
pacificó el Tero.
–Yo también sé de que lado tú rengueas, –
siguió bravo el Toro– y recuerda que la policía
secreta depende de mí.
–Quedate tranquilo. La embarazada es tuya.
Me imagino para que la quieres. Saludos a tu
señora.
Ambos colgaron.
Entre bueyes no hay cornadas.
Lejos estaban de imaginar que el de arriba era
el Tape y a éste se lo había solicitado el Tero.
Tape era el apodo del gran industrial, dueño
de cadenas comerciales, accionista principal de
varios bancos. Apodo que sólo sabían pocos del
cónclave que dirigía la nación.
El Tero, correspondía a un gran jurisconsulto,
miembro de la Corte, líder político, asesor
sindical, emparentado con las más rancias y
ricas familias de la sociedad.
Había dos seudónimos más tras los cuales se
escondían los otros dos poderes que forman las
cuatro bases en que se apoya el gobierno de una
nación.
Uno, el Tupa, lógico que pertenecía al poder
religioso. Y el último, mejor dicho el primero,
era el Toro, un general que poseía bajo su férula
al ejército, la policía y... la justicia.
El Tero llamó al Toro, una vez acordado el
plan con el Tape. Se lo explicó al militar,
pidiendo que le ayudara a eliminar el traidor.
A ninguno de los dos le convenía que la
situación política del país degenerara en una
guerra civil.
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
De pronto los teléfonos enloquecieron. Por
todas partes se oían gritos:
–¡Atracaron la sucursal de Malvín! ¡Mataron
a Paul Picaterra! ¿Murió un soldado y dos
oficiales de los milicos!
–¡También cayeron muertos dos del Mito! ¡Y
asesinaron a un cliente! Dicen que se llamaba
Blas Bardomera.
Ángela comprendió. Habían sido puestos a
prueba. El Toto o el Ruso era el soplón y fueron
sacrificados, pero los matarifes habían sido los
policías.
Y hasta Goldman estaba en la maniobra.
Todos eran iguales, la misma porquería,
carniceros que llevaban al ganado para el
matadero.
Pensó que ella se había salvado porque era
fiel y sabía mucho... Pero, con decepción y
terror se dio cuenta: ¡No sabía nada, sólo una
voz en la oscuridad y un apodo!
Dos elegantes y fríos hombres entraron y la
detuvieron. Poco después estaba en una celda
de la policía secreta.
::::::
Como era de esperarse, Marú se lo dijo al
Inca. Éste le pidió reserva. Toto lo dijo al Ruso.
Y el Ruso, al Inca, pero antes le había
preguntado a Marú si ella sabía lo de Malvín.
Ángela respondió que no... y calló su versión.
Y luego informó al Inca de la pregunta de Blas.
El miércoles el Tero llamó al Inca. Las
fuerzas policiales sabían que el asalto se
produciría en la sucursal de Malvín.
La ecuación estaba resuelta. El traidor era
Toto. El Ruso no servía, aprovecharía para
eliminarlo. Sentía lástima por Marú. Perdía
toda una célula, pero salvaba la organización.
Llamó a Blas Bardomera y le ordenó que
supervisara en persona la operación de Malvín,
aparentado ser un cliente.
Llegó el jueves. Ángela estaba en la sucursal
de Goes, e informó a Goldman que todo fue
hecho sin problemas.
Goldman la felicitó y le dijo que podía tomar
vacaciones por el embarazo y que se cuidara. Le
extrañó esa atención. También que el Mito no
hubiese asaltado.
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ÁNGELA
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ÁNGELA
–Por lo que sé, es una belleza. He dado
orden que la cuiden. El parto se espera para
fines de febrero. Puedes disponer que muden
tus cosas a ese cuartel.
–Mi señora y yo jamás olvidaremos este gran
favor. Nos gustaría que fueses el padrino de la
criatura. Gracias.
Se levantó y, luego de cuadrarse, se retiró.
Toro se echó sonriente para atrás en su
sillón. Nero era el único que podía sustituirle. Y
jugaba con las relaciones entre los personeros
del poder para lograr su ambición.
Con esto ya no lo haría. Y, aunque le diesen
su cargo cuando él se retirara, estaría siempre
bajo su voluntad.
Pensó en el problema de Nero, adoraba a su
esposa pero no podían tener hijos.
Pensó en su problema. Él y su mujer tenían
dos varones, pero ella lo engañaba con otros
hombres.
En cuanto a él... el Tero sabía su secreto.
Al saber que la embarazada ya estaba ahí, el
general llamó a su amigo desde el liceo,
comandante Nero Nomastro. Éste entró a la
oficina y se cuadró.
–Nero, siéntate. Tengo buenas noticias para
ti. Te enviaré a la guarnición de Río Azul.
Tendrás que ir con tu esposa.
–¿Esa es la buena noticia? Nos mandas a un
cuartel que está en el fin del mundo y en un
pueblo de veinte cuadras. Tengo suerte en que
seas mi amigo, –ironizó Nero– sino me hacías
degradar y fusilar.
El comandante estaba furioso y serio. El
general lanzó una carcajada para luego decirle:
–Sí. Pero irá una familia de dos personas y
dentro de pocos meses retornará una de tres...
Volverán felices con una hermosa criatura.
–¡Qué alegría me das!. Por fin tendremos lo
que tanto hemos deseado con mi señora.
Siempre te estaremos agradecidos. ¿La "donante"
es linda? No vaya a resultar que tendremos un
bebé negro y feo.
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ÁNGELA
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ÁNGELA
–Lobo... Quiero estar seguro que dijiste a tus
ayudantes que no maltraten a Marú. No deseo
que pierda la criatura.
–General. Sé hacer mi trabajo. Sólo la están
suavizando un poco y que oiga para que sirve la
picana eléctrica y el taladro dental. Luego
apareceré yo como el ángel salvador y me dirá
las cosas por seducción o... por las inyecciones.
–¡Drogas, no! –gritó el general– Pueden
dañar al niño.
–Como ordene, general. No debe saber más
de lo que dice el informe. Fue una pobre tonta
útil y ahora inservible.
–Ese documento fue destruido. Marú no es
de interés; sin embargo su hijo, sí. Avísame
cuando vaya a dar a luz.
Colgaron. Hugo sonrió, estaba seguro que el
informe no había sido destruido, además él
tenía otra copia.
Sabía a quienes correspondían los apodos de
Tero, Tape, Toro y Tupa. Sabía para qué
querían que Marú tuviese la criatura. Pero,
como siempre, él no sabía nada...
El jefe de la Rama Inteligencia Política, el
coronel Hugo Hundswut, era un atractivo y
elegante solterón de 45 años que las damas de
la sociedad disputaban por su porte varonil,
finura, educación y otras facultades viriles.
Pero, tras éstas cualidades ocultaba un cruel
y artero verdugo con el apodo de El Lobo. Y,
como todos los jefes de policías políticas, era un
digno alumno de Fouché.
Había servido a los gobiernos anteriores
fuesen de un color u otro, y ahora servía al
poder de facto. Respetado y temible, conocía
los secretos comprometedores de todos los
dirigentes sin importar sus ideas o posición. Su
archivo personal, y su memoria fabulosa,
guardaban los errores y pecados de las
personas desde la infancia.
Toro, sabiendo la eficiencia de los agentes en
aplicar los métodos brutales, se apresuró a
llamarlo:
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ÁNGELA
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ÁNGELA
LOS LADINOS
Del aguan mansa líbreme Dios...
No pasó por su mente que eso era una
representación teatral y que una imperceptible
sonrisa había unido a los cuatro hombres.
Además, a pesar del dolor en su rostro, no
podía dejar de admirar la elegancia y fineza del
Lobo.
–Señora... Mi nombre es Hugo Hundswut.
¿Me permite que la llame Ángela? O, si
prefiere, le diré Marú. Le pido disculpas por
mis subalternos. Que usted pertenezca a un
movimiento no autorizado no es razón para
que no la respeten como señora, embarazada
y... hermosa mujer.
–Señor... les dije todo. –siseó con su boca
herida.
–Estoy seguro que sí. –el Lobo aparentó
desasosiego– ¿La ultrajaron? ¿No se habrán
atrevido a abusar de usted?
–No, señor. –ese hombre le inspiraba
confianza– Pero me pegaban para que dijese
quien es el Inca y el Tero.
En ese momento entraba el doctor, y Hugo
se retiró con galantería dejándolos solos. Ella le
miró con admiración.
Dijo al oficial que quería ver a la detenida.
Cuando los dos esbirros trajeron Ángela,
tenía las mejillas hinchadas y el labio inferior
partido. Los brazos y piernas habían sido
azotados con los cintos de los interrogadores.
Despeinada, llorosa y con su enorme
abdomen, aún mantenía su belleza y atractivo
erótico.
–¿Qué hicieron? –exclamó Lobo– ¿No
vieron que es una señora embarazada? ¿No
saben tratar a una mujer decente?
Y aparentando una furia de caballero
ofendido, llamó al oficial y le ordenó mientras
los señalaba con desprecio:
–Les da a estos inconscientes un mes de
prisión. A ver si así aprenden que no todo el
mundo es igual. Y enseguida envía al médico
para que atienda a la señora.
Ángela no salía del asombro.
Los torturadores la habían estado
amenazándola diciendo que su jefe la haría
hablar de una manera u otra. Y ahí estaba el
famoso y tétrico Lobo ayudándole a sentar y
tratándole con amabilidad.
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ÁNGELA
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ÁNGELA
–El ingeniero Blas Bardomera. –cortó
Hundswut– A él lo sacrificaron igual que a Paul
Picaterra, alias el Toto, y a usted. Y, por favor, no
me diga más señor. Llámeme Hugo o si prefiere
más: Lobo. Me gusta. ¿Quién es el Inca, Marú?
Ella cada vez se asombraba más. Ese hombre
sabía todo.
–No lo sé. De verdad, no lo sé. –comenzó a
sollozar– No lo vi nunca. Siempre me hablaba
desde la oscuridad. Y el Tero es la primera vez
que lo oigo nombrar. ¿Quién es?
–Si usted no lo sabe... menos lo puedo saber
yo. – dijo con hipocresía– Ángela, ya ha pasado
mucho. Debe estar cansada. Le daremos una
celda junto a la enfermería. Sólo el doctor y yo
la visitaremos. No puedo hacer más por usted.
Recuerde: es una detenida. Y la ley es la ley.
–Gracias, señor Hugo. Pero yo nunca maté
ni robé. Sólo creí que esa gente era distinta y...
todo es igual.
–En eso tiene razón. Hasta mañana. El
oficial la llevará.
::::::
Ángela jamás se había sentido tan bien
atendida.
El médico la curó con esmero, efectuándole
una revisión general, en especial del embarazo.
El galeno salió, y Hugo volvió a sentarse
frente a ella.
–Ángela... esté tranquila, no tiene nada serio
y la criatura está bien. ¿Qué me decía antes?...
–el Lobo simuló buscar en su memoria, y
continuó– Ah, sí. Que querían saber quienes
son los cobardes que se ocultan tras esos
apodos. ¿Usted llegó a conocerlos, Marú?
Al sentirse llamar Marú volvió a la realidad.
Ella era una subversiva. Recordó las palabras
del Inca.
Había oído gritar a otros prisioneros con la
picana eléctrica o luego del zumbido del taladro
dental.
Además, los del Mito habían desconfiado de
ella y la usaron, no les debía fidelidad.
–Señor. El Inca era mi líder luego que murió
el Ruso..
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ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Llamó nuevamente al oficial, preguntándole:
–¿Qué se sabe del marido de Marú?
–Ha estado molestando por todas las
comisarías. Parecía de los mansos, pero está
haciendo mucho revuelo.
–Mañana lo detienen y lo traen para aquí.
Que un milico se vaya a vivir a esa casa. Algún
amigo boludo que tengas.
–Pero él ni sabe que su mujer era del Mito.
Es un pobre estúpido enamorado de su mujer, y
un hombre de trabajo.
–Trabajo nos va dar si el ruido llega afuera.
Denle el tratamiento adecuado. Cuando lo
soltemos será otro más a quien nadie le hará
caso. Buenas noches.
Apagó la luz, yéndose. Otro día cumplido
con eficiencia.
En tanto, en el Barrio Sur, un hombre volvía
exhausto y desesperado de recorrer las
dependencias policiales en busca de su esposa...
pero nadie sabía nada.
El día siguiente era detenido por la policía
política.
Se quedó mirándola con una placidez que
nadie podía pensar la crueldad y cinismo de ese
ser, y le murmuró:
–¿Quién es el padre? ¿León o Cruz?
Marú ya no se asombró que supiese la
intimidad de sus relaciones. Y dijo, como
confesándose a un sacerdote:
–No lo sé. Mi vida es un dilema. Quiero creer
que León me amó... Y sé que Cruz siempre me
amará.
–León la quiso de verdad, se lo aseguro. Era
íntegro.
El oficial entró y se la llevó. Mientras iba
hacia su celda, Ángela pensaba que todos
decían lo mismo: Era íntegro.
La vida le había brindado dos hombres
buenos, pero por desgracia, en medio de la
inmundicia de los demás. Y el Lobo no parecía
tan malo como se decía.
Entre tanto, en su despacho, el Lobo sonrió.
Era una tonta utilizada, ya inservible. Sólo la
criatura la mantenía viva. Ya había logrado que
confiara en él. Era hermosa. Le hubiera gustado
conocerla antes.
Diap 48
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Luego se dirigió a la celda de Marú. Entró y
le acarició el cabello. Ella le respondió con un
adolorido ruego:
–Lobo... no le hagan daño a la criatura. A mí
déjenme presa lo que quieran, pero a ella no.
Que salga de aquí.
–Quédate tranquila. Estará bien cuidada.
Las dos saldrán de aquí. ¿Para qué retenerte?
Tenemos lo que queríamos.
–Nunca te mentí. Siempre te dije toda la
verdad. Y a mí todo el mundo me mintió. La
culpa fue mía... por creer.
Ángela tomó fuertemente la mano del Lobo.
Los ojos de él brillaban... ¿de emoción o de
burla? Sólo él lo sabría.
A mediodía había nacido una hermosa niña.
Como Ángela estaba anestesiada, no la
conoció.
En la tarde encontraron a Ángela muerta en
la cama.
Se había desangrado.
Era el 29 de febrero de 1976.
::::::
Unas semanas después. Ocho de la mañana.
Suena el teléfono directo en la austera
oficina del Toro. Éste escucha la fría voz del
Lobo:
–General... comenzó. Habrá que hacer cesárea.
–Excelente. Avísame lo que es. ¿Qué harás
con Marú?
–Es común que haya un derrame. Habrá que
plantarla, aunque ninguno de los que hemos
plantado ha brotado.
–No. Es preferible lo otro. El polvo no tiene
huellas. Ya sabes con quien hablar.
Hundswut colgó con una sonrisa despectiva.
Sí, él era el Lobo. Pero había animales peores.
Sin embargo, como al águila y el cóndor, o el león
y el tigre, por estar en la cima de los depredadores
los creían nobles y se les respetaba.
Fue hasta la salita improvisada para la cirugía.
Habló con el médico, un infeliz que debía
obedecerle por una debilidad que lo tendría
esclavizado de por vida.
Diap 49
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
–Ésa es su versión. La nuestra es otra. La
gente dice cosas raras. –su voz era burlona–
Hasta confiesa mentiras.
–Es inútil que me niegue. –dijo Remo,
humillado– Pero, esto es sucio y peligroso, los
que mandan pueden cambiar.
–Señor Ributino... Dedíquese a lo suyo. En
eso es muy bueno. Los que mandan sólo
cambian de nombre. Iremos temprano.
Dejaremos el material calcinado junto a los
otros. Sé que mezclado da buenos ladrillos
cerámicos. Buenas tardes, señor Ributino.
Saludos a la señora Mary.
Remo se controló. Debía obedecer. El sabía
levantar industrias, hacer marchar empresas.
El lobo tenía razón:
El gobierno siempre estaba en manos de los
mismos. Solo cambiaban los colores: blancos,
rojos, verdes, grises.
Y ahora sabía quien dirigía la empresa: su
vieja secretaria, una activista e informante del
movimiento de derecha.
::::::
Primero de marzo. Una y media de la tarde.
Otro teléfono directo suena. Remo Ributino lo
levanta y oye una voz cínica y determinante que
le dice con falsa educación:
–Señor Ributino. Buenas tardes. Soy el
Lobo. Tenemos un material para calcinar.
Remo comenzó a sudar frío. Era tal la rabia
que ni podía contestar. Y el Lobo continuó:
–El trabajo lo haremos con mi personal el
próximo lunes. Es carnaval. Que no apaguen el
horno, por favor. Y no se preocupe, el vigilante
es de los nuestros.
–Lobo. No me gusta que se haga eso. Es una
porquería.
–Señor Ributino. ¿Usted sabe que pasaría si
saliese a la luz que usted ha estado financiando
al Mito? Aparte del escándalo, yo tendría que
detenerlo... Y muchos de mis agentes son
obreros que usted despidió. La pasaría mal.
–No los financiaba, sólo pagaba para que me
dejasen trabajar. Y casi todos los industriales lo
hemos hecho.
Diap 50
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Cada fuerza representa una de las patas del
taburete.
El pueblo es la parte de arriba... la que
aguanta el calor de la pava y donde se clavan las
cuatro patas.
::::::
Ha pasado el tiempo.
Dino Degager, con menos pelos, continúa
postulándose para cargos públicos y cambiando
secretarias.
Grau Goldman dejó un hijo frente al banco y
se fue a la tierra de sus orígenes a orar en el
Muro de los Lamentos.
Hugo Hundswut se retiró y tiene una
empresa de vigilancia y seguridad. Cada tanto
la policía lo consulta.
Saúl Senkrebe es un médico millonario y
vive en ese famoso balneario junto a los
integrantes del Jetset.
Mary se jubiló y, con otras cosas, pasa una
vejez holgada. Vive cerca de una tienda de la
gran cadena El Inca.
Pasaron algunos años.
Un buen día, los que estaban en el gobierno
de facto consultaron al pueblo si querían que
ellos siguiesen en el poder.
Logicamente, la gente dijo no.
Y, como ésa es una nación particular, los
uniformados aceptaron el veredicto. Lo que
confirma una frase muy conocida:
Un país utópico lleno de gente irreal.
Volvió la democracia. Volvió la demagogia.
Volvieron los que habían huido. Volvieron los
torturados vivos. Los muertos no volvieron. Los
verdugos fueron olvidados.
Es que los torturados muertos ni votan ni
compran... y los verdugos vivos, sí.
Los jerarcas del poder tienen otros apodos,
pero siguen representando las mismas fuerzas:
La política, la armada, la adinerada, la
mística.
En ese país se usa un pequeño taburete donde
se apoya la pava caliente mientras se toma el
mate con laxitud y se ve pasar el tiempo.
Diap 51
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
UN FINAL
El tamboril me llama…
Pero el loco Cruz dice que su mujer se
llamaba Ángela... y que era muy hermosa... y
que vivió en el Barrio Sur...
Otras veces dice que un día se la llevaron... y
que nunca volvió... y que tuvo una hija de él...
Hay veces que se pone a llorar... y dice que
aún después de muerta, la porquería pasa por
Ángela.
Cosas de loco.
::::::
Por la vereda vienen unos rubios sonando
los tamboriles.
En el boliche de la esquina se oye un tango
de Discépolo.
En el Solís la Compañía de Óperas interpreta
La Boheme.
En la calle Carlos Gardel una hermosa niña
va al almacén.
Es que el Barrio Sur... es así.
...oo0oo…
Enero 2000
.
A los pocos años de volver al viejo sistema se
hizo una plaza en el Barrio Sur. La hizo el padre
de Blas Bardomera.
Remo Ributino regaló los ladrillos cerámicos
para la parte central de la plaza, donde figura el
mapa del país.
Son ladrillos grises, muy duros. Cuesta
romperlos.
La plaza la inauguró una niña bellísima, la
hija de Nero. Éste tiene un alto cargo en las
fuerzas armadas.
Debajo la plaza cruza el tubo maestro de
aguas negras de la capital, el cual tiene en la
costa una elegante chimenea que el pueblo
bautizó Monumento a la Materia que lleva.
Hay un chiflado que el 28 de cada mes lleva
una flor y la deposita sobre un ladrillo del
mapa. Si el año es bisiesto, en febrero la coloca
el 29. Le dicen el loco Cruz.
De Ángela, o de Marú, nunca se pudo saber
nada. O será que como nació y murió un 29 de
febrero, y ese día no existe legalmente... ella
nunca existió.
Diap 52
ÁNGELA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
ÁNGELA
Cuando Luzbella cumplió cuatro años, su
padre compró una casa en Belveder y se
mudaron para allí.
Estaba en una parte alta del terreno, con
gran jardín y fondo lleno árboles, era de dos
pisos y arriba poseía un mirador con ventanales.
Luzbella creció siendo la niña mimada de sus
hermanos, madre y padre. Y cuanto más crecía
más aumentaba en hermosura y gracia,
agregando simpatía y elegancia.
Entró a la escuela. Fue siempre la elegida
para recitar en los homenajes y entregar los
obsequios en las fiestas.
Y la naturaleza siguió siendo generosa con
ella: Poseía facilidad para todas las materias,
fuesen ciencias, artísticas, gimnásticas o
manualidades.
Sus compañeras no le tenían envidia sino la
rodeaban como una abeja reina. Y ella creyó
natural que el mundo la admirase y estuviese
para disfrutarlo y darle sus gustos.
Leandro Lunato y Raquel Rendibu ya tenían
tres hijos grandes cuando nació Luzbella.
Fue consecuencia de una reconciliación de
sus padres quienes, llevaban años separados
aunque viviesen en la misma casa.
Don Leandro era muy dado a aventuras
extramaritales y eso había causado la desunión.
Logicamente, a los pocos meses del embarazo
se separaron por igual motivo.
El día que nació, la niña causó conmoción en
la familia y en todo el vecindario de Sayago.
Jamás se había visto una criatura tan hermosa
y encantadora. Y la llamaron Luzbella.
El viejo no sólo era hábil para sus conquistas
femeninas, también lo fue en los negocios.
Adquirió una pequeña zapatería en sociedad y a
los pocos años fue un conocido comercio del
cual era único dueño. Además tenía parte en
varias agencias de lotería y quiniela .
Diap 53
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
02 LUZBELLA
UNA NIÑA LINDA
Se paraban para mirarla…
Hasta llegó a ir al Prado con algún muchacho
cuando faltaba el profesor a clase.
Pero, todos sus amoríos duraban poco. Ella
siempre los terminaba.
Era una época de caballerosidad, nadie
contaba nada.
Sin embargo había rumores contradictorios,
unos decían que era demasiado apasionada e
insaciable, otros que muy seria, formal y
cuidaba ferozmente su virginidad.
Sus amigas comentaban que el amor de
Luzbella era un secreto. En cuarto año, poco a
poco, sus compañeras se alejaron de ella y
nadie comprendía el motivo.
Luzbella comenzó a salir con Boby
Baisaterra, el joven más apuesto del liceo, que
llevaba el apellido de grandes terratenientes.
Le preguntaron si era el soñado, ella sonría y
movía la cabeza sin negar ni afirmar.
Al ingresar a Preparatorios para Química le
quedaban pocas amigas íntimas, su romance
con Boby se mantenía... y los rumores se
habían apaciguado
::::::
Luzbella a los nueve años tuvo la primer
sensación sexual, a los once comenzó a
desarrollarse como mujer, y entró al liceo
Bauzá teniendo apenas trece años.
Era tan bella y elegante que fue la atracción
para todos sus compañeros, profesores, y los
pasajeros del tranvía.
Rubia, de cabello fuerte y ondulado, ojos
claros, alta, bien formada, caminaba con garbo,
sonrisa agradable, voz dulce, educada, alegre,
con un rostro hermoso, perfecto.
En pocos días mostró su capacidad intelectual
y, hasta finalizar el liceo, estuvo entre los cinco
mejores alumnos.
La concurrencia de los compañeros era total
cuando ella hacía gimnasia. Verla con su
uniforme de falda corta jugando voleibol
constituía un espectáculo inolvidable.
Enamorados le sobraban y, al igual que en la
escuela, poseía una corte de compañeras que
iban felices a su lado.
Tuvo algunos flirteos.
Diap 54
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
LUZBELLA
Graciel tuvo un momento de lucidez y,
avergonzada, se cubrió apresuradamente saliendo
a la carrera para su casa.
Eso nunca volvió a repetirse, manteniéndose
una firme y sana amistad entre las primas.
Nada ata tanto como un secreto del cual no
se quiere hablar.
Es difícil no repetir de lo que ha gustado. Y la
reina tenía cerca muchas abejas dóciles... y
hasta algún estúpido zángano al cual no se
permitía realizar su función.
Porque Luzbella era insaciable para provocar
placer en la otra persona y apasionada en disfrutar
de sus caricias, pero también ferozmente
defensora de sus propia virginidad.
Tenía quince años y estaba en tercero del
liceo cuando su madre descubrió la debilidad
de la hija que parecía ideal.
Y la vieja tomó una decisión muy de aquel
entonces: Se horrorizó, lloró, dijo que eso no
era posible, y la llevó a hablar con el párroco...
¡como secreto de confesión!
::::::
En su infancia, Luzbella acostumbraba hacer
los deberes de la escuela en el mirador de su
casa, junto con su prima Graciel quien era de su
misma edad y vivía cerca.
Las dos tenían nueve años y desde hacía
unas semanas comentaban entre ellas los
cambios en sus cuerpos.
En esa época era mal visto que los mayores
hablasen de sexo con los niños, y peor con las
niñas. Se aprendía a través de la curiosidad...
con los consiguientes peligros.
Las dos niñas, acicateadas por la emoción de
adentrarse en cosas prohibidas, fueron avanzando
de los comentarios a mostrarse los incipientes
senos y el naciente vello púbico.
De pronto, sin saber como habían llegado hasta
eso, se encontraron acariciándose mutuamente
y gozando en ello.
Luzbella era la más desesperada y convirtió a
su prima en instrumento de placer tanto para dar
como para recibirlo, notando que disfrutaba
aún más cuando lo producía..
Diap 55
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
LUZBELLA
Luzbella cambió. Comenzó su idilio con
Boby, su corte se redujo a dos o tres amigas,
volvió a frecuentar la amistad de su prima y
hasta salían juntas con sus pretendientes.
Graciel no seguía estudiando y se había
ennoviado con Renato Rupenera, un delgado y
romántico muchacho que había ido al liceo
Bauzá y estudiaba ingeniería.
El padre Ubaldo también cambió.
Se enclaustró en su celda, dejó la dirección
espiritual de señoritas católicas y, cuando no
estaba en sus charlas con Luzbella, se le veía a
menudo cerca del altar arrodillado en un
reclinatorio.
Dejó el sacerdocio.
Se marchó para la frontera. Años después se
supo que se había casado y que al poco tiempo
la esposa se divorció de él. Luego, ese hombre
se perdió por los lejanos pueblos del norte.
Sólo Dios, Ubaldo y Luzbella, sabrían todo lo
que pasó, se dijo y se sintió en ese cuarto del
colegio parroquial.
::::::
El párroco era el viejo padre Irineo,
tranquilo, gordo, cansado de oír los mismos
pecados, que esperaba volver a su Galicia a
pasar sus últimos años disfrutando de buenos
mariscos y vinos antes de entregar allí su alma
al creador.
Escuchó con cara de santo apesadumbrado y
pensó que ya no tenía edad para algo así, que
era mejor darlo a un cura de almas con más
fuerzas para volver al redil a esa oveja descarriada.
Por tanto, indicó que el guía idóneo era el
padre Ubaldo, un sacerdote de treinta y cinco
años, director espiritual de la asociación de
señoritas católicas de la parroquia.
Los sacerdotes hacen voto de obediencia y
castidad.
El pobre Ubaldo obedeció sin problemas.
Pero cuando vio a Luzbella le temblaron los
más íntimos votos de castidad.
Sin embargo, aparentemente, las charlas en
aquel cuarto cerrado del colegio parroquial
dieron resultados.
Diap 56
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
LUZBELLA
Pero Luzbella necesitaba seres a quien
dominar, no que se diesen mansamente.
Despreció a la pobre Isabel y, con la excusa
de su noviazgo, dio fin a todo tipo de relación.
Isabel pasó a un oscuro rincón de la clase, a
perder los exámenes. Y se cambió para
Preparatorio Nocturno para no tener que
cruzarse con Luzbella.
Pero, no la olvidaba.
Una noche volvía de sus estudios. Había
perdido otro examen. Siguió hasta la parada
antes del puente. Bajó. El tranvía se alejó.
Ella fue hasta el centro del puente. Se colgó
del cuello el atado de libros amarrados con la
tira de cuero. Y se lanzó al agua.
Un vagabundo la vio saltar.
El fangoso fondo del arroyo la tragó.
Nunca la hallaron.
Un año después, Luzbella entraba a
Facultad. Hicieron una fiesta en la casa y se
comprometió con el anodino Boby. Y ambos
sabían que ella seguía siendo virgen.
::::::
El ingreso a Preparatorios cortó la relación
de Luzbella con sus amigas del liceo.
Allí encontró otra compañera, Isabel, quien
vivía en La Teja y cerca del arroyo Pantanoso.
Coincidieron en viajes, clases, bibliotecas. Y,
terminaron por estudiar juntas en el mirador
de la casa de Belveder.
Los hermanos de Luzbella se habían casado
e ido, el padre vivía en un apartamento, y la
madre se escondió tras la creencia que su hija
había sufrido una locura juvenil.
Luzbella, con dieciocho años, era una mujer
desarrollada, con belleza, elegancia y simpatía
excepcional. Eso, unido a su dominante
personalidad y facilidad para los estudios, la
hacía resaltar entre las demás personas.
Isabel era una mansa muchacha, poco
agraciada, tímida, que ganaba cada examen
tras un esforzado empeño y el sacrificio
económico de sus humildes padres. Un ser
dominable. En poco tiempo Isabel idolatró a
Luzbella... y llegó a amarla con toda su fuerza y
su debilidad.
Diap 57
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
LUZBELLA
Quedaron luego charlando con doña Raquel,
madre de Luzbella, de los consabidos chismes
de familia.Luzbella miraba a Renato de una
forma extraña, como si pensara en cosas
lejanas, y de pronto le dijo:
–Tengo un problema de estadística que no sé
si lo hice bien. Tú eres bueno en eso. ¿Podrías
revisármelo?
–Encantado... ¿Tienes algún libro de tablas?
–respondió.
–Sí. En el mirador, junto al cuaderno... Ven,
allí estaremos tranquilos. Te lo voy a quitar por
un rato, prima querida.
A Graciel le corrió un escalofrío, pero sonrió
socialmente mirando a su esposo y se quedó
charlando con su tía.
No había graves problema en el análisis de
estadísticas. El problema más grande era de
Renato, estar junto a Luzbella y no sentir
despertar dentro sí los instintos naturales de un
hombre hubiera sido anormal.
Si bien ya no era un romántico, él mantenía
sus ideales.
::::::
Luzbella ya estaba en tercer año de Facultad
y era una de las mejores estudiantes. De su vida
privada sólo se sabía que su novio Boby se
recibía ese año de contador.
En cuanto a Graciel se había casado con
Renato y éste trabajaba en la Jabonera Saponi,
dando un examen cada tanto y avanzando
normal, o sea lento, en su carrera.
El dueño de la jabonera tenía el hábito de
contratar como pasantes los alumnos más
notorios de las facultades, con lo cual obtenía
futuros buenos profesionales en la empresa y el
contratado se sentía satisfecho por notar que
valía.
Sabiendo que Renato estaba emparentado
con Luzbella, y la excelente estudiante que era
ella, el gerente le pidió que le hablase para
venir a trabajar a medio tiempo.
Esa noche Renato se dirigió a la casa de
Belveder acompañado por Graciel, quien estaba
embarazada.
Como era lógico, la propuesta fue aceptada.
Diap 58
LUZBELLA
CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR
LUZBELLA
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5 que no par sli

  • 2. Diap 2 de Rosalino Carigi AÑO 1992 - 2000 VERSIÓN ENERO 2016 SE DEBIERON CONTAR NO ÁNGELA LUZBELLA Y OTROS CUENTOS QUE
  • 3. Diap 3 A los buenos y a los malos... sin diferencias.
  • 4. Diap 4 CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÍNDICE No. CUENTO Y CAPÍTULO Diap INICIO 1 EL NOMBRE 5 PRÓLOGO 6 01 ÁNGELA 7 BARRIO SUR 7 LOS DOCTORES 9 LOS EMPRESARIOS 15 LOS ADINERADOS 18 LOS ILUSOS 23 LOS CUENTEROS 29 LOS ENAMORADOS 35 LOS DIRIGENTES 39 LOS LADINOS 45 UN FINAL 51 02 LUZBELLA 53 UNA NIÑA LINDA 53 UNA JOVEN CURIOSA 61 UNA SEÑORA EXTRAÑA 67 UNA MUJER ESPECIAL 77 03 EL LOBO 85 ENTRE ANIMALES 86 ENTRE CIVILIZADOS 87 04 LA RAMBLA 91 05 LA GATA 99 06 EL CONTADOR 103 No. CUENTO Y CAPÍTULODiap 07 EL AGUA 111 08 LA LÍNEA RECTA 119 09 LA PANTANERA 125 10 EL PUERTO 131 11 LA CALLADA 137 12 LA MORGUE 143 13 EL PROFESOR 149 14 EL PERRO 153 15 EL VENENO 155 16 EL TONTO 157 17 LA VIEJA 161 18 LA PEDRERA 165 19 EL BOMBÓN 169 20 LA PAREJA 175 21 EL ÚNICO 181 22 EL MOCHO 187 23 LA FAMILIA 193 24 DRAGO 201 DRAGO PRIMO 201 DRAGO SECONDO 207 DRAGO TERZO 211 NOTA FINAL 213 FINAL 214 ANEXO - SE DICE DE MI (EL ESCRITOR) 219
  • 5. Nombre largo y contradictorio, pero que responde a la verdad. Escribirlos y realizar la recopilación no fue fácil: Había que buscar que el personaje y el lugar no se identificaran facilmente con la realidad. Los pocos cuentos que se dieron a leer provocaron en las personas reacciones peculiares y... esperadas. Todas ellas tuvieron una expresión en común: ¡Esas cosas no se deben contar! Diap 5 CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR EL NOMBRE "CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR" Explicar que los hechos fueron reales y los personajes existieron, que se cambiaron los nombres y las ubicaciones, que se había agregado algo de fantasía... no sirvió para calmar el desasosiego, repitiéndose: Esas cosas no se deben contar! Las personas más amplias y sinceras, y si no había nadie cerca, se animaban a decir bajando la voz: –Sí... Yo también lo recuerdo pero... ¡Esas cosas no se deben contar! Las más dogmáticas lanzaban una mirada despectiva y, molestas, decían con asco: –Quizás pasó, pero… ¿cómo pudiste escribirlo?... ¡Esas cosas no se deben contar! Por eso este libro se llamó así: "CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR"
  • 6. Todo, para sentirse culpables de sus propios errores, los de sus padres y los de sus hijos. A los padres, ya no hay que reclamarles. Nos educaron en el precepto de que ellos siempre tenían razón. En cuanto a los hijos, no hay como reclamarles. Nos han enseñado que nosotros nunca tenemos razón. Pero hay cosas que, ya sea porque sucedieron en el ayer, o que aún suceden en el presente, no debieron contarse. Cosas que nuestra sociedad, aparentemente liberada, dice aceptar. Sin embargo, todavía prefiere no contar. He aquí algunos de esos cuentos... Existen muchos más... Cuentos que no se debieron contar. Aunque todos, en voz baja... los cuentan. Y cada persona tiene alguno oculto en sí.... Rosalino Carigi Año 1992 - 2000 El siglo XX ha tenido la cualidad que en sus últimos años liberó a la sociedad de tabúes, reglas y prejuicios. Esto dio la satisfacción de ver y disfrutar la libertad sexual de ese hermoso animal llamado mujer, y la libertad social de poder mostrar y hacer lo que antes estaba prohibido. Pero, para tristeza de los que nacimos en las primeras décadas de él, sólo nos quedó la satisfacción de ver. Prohibido fue la palabra que acompañó nuestra existencia. Casi todo estaba prohibido para los de la generación jodida, o sea: los que nacimos entre 1925 y 1940. Generación que debió callar sus deseos y pensamientos, obedeciendo sin chistar a sus padres. Y luego tuvo que comprender, escuchando una vez más callados, lo que les decían sus hijos. Diap 6 PRÓLOGO CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR PRÓLOGO
  • 7. El Barrio Sur en las décadas de 1920 a 1940 fue habitado por pobres emigrantes que tenían gas. Privilegio peligroso: las tuberías matrices cruzaban frente a sus viejas casas. Próximo a esa barriada pasa el principal tubo maestro de aguas negras de la capital que, antes de sumergirse en el río para descargar sus residuos kilómetros adentro, en la costa ostenta una elegante chimenea que el pueblo bautizó Monumento a la Materia que lleva. Y cerca está el Teatro Solís, donde orquestas e intérpretes del canto y teatro universal se enorgullecen de actuar. Muchos cambios ha tenido ese barrio, pero mantiene esa mezcla de aledaño y céntrico, de bohemio y conservador, callejero y linajudo, de comedia tamborilera y dramaturgia teatral, de nostalgia del emigrado y resignación arrabalera... de tangos y óperas, de murgas y conciertos. Porque el Barrio Sur es... así. El Barrio Sur hoy es una conocida zona con edificios de apartamentos, bordeada por una bella rambla y con calles que muestran casas antiguas donde repica el tamboril y se venden artesanías con motivos negroides. Pero no siempre fue así. Ese barrio se reclinaba sobre la costa y era aledaño a la Compañía de Gas, dentro la cual grandes cilindros subían y bajaban amenazantes con volar. Originalmente fueron terrenos pegados a los muladares tras el foso de la ciudad amurallada y fundada por Zabala. El tiempo derrumbó las murallas y se levantaron casas que, iniciando con ocho varas de frente, subían la cuchilla hasta ser suntuosas en la antigua calle San Carlos. Diap 7 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR 01 ÁNGELA Un barrio, muchos hombres y un final.... BARRIO SUR Barrio plateado por la luna….
  • 8. En la Academia de Secretariado volcó su lúdica y callada ilusión en el director, pero éste vino un día con su esposa. Terminó sus estudios, bella, núbil y con una juventud llena de platónicos amores que satisfacía en onanismo. Se educó en un país y una época peculiar donde hubo mezcla de mitos y realidades, ideales y frustraciones, bonanzas y fracasos, democracia y demagogia. Donde con el oro de la exportación de la carne se importó la civilización francesa, el refinamiento inglés, la practicidad estadounidense y... la inmigración de los perseguidos de Europa por sus diferentes ideas políticas o por el hambre. Eso formó una generación de jóvenes con una cultura universal individualista, un idealismo cínico intelectual, una mentalidad conservadora socialista, un espíritu decadente revolucionario y una educación rebelde comedida. Y así, teniendo 18 años, Ángela entró como recepcionista en un bufete de abogados en el Bulevard España :::::: El 29 de febrero de 1948 en el Barrio Sur nació una niña. Era tan hermosa que le pusieron de nombre: Ángela. Fue el fruto de una unión típica de emigrantes: Su padre napolitano y su madre gallega, él acérrimo socialista y ella fanática franquista, él albañil y ella lavandera, él ahogaba su frustración en un vaso de vino y ella blanqueaba su amargura en la tina de ropa. Él analfabeta y ella... también. Y fuese por la estrechez económica o por la divergencias de ideas de sus progenitores, fue hija única. Tal vez por la misma razón, desde niña a Ángela le atrajeron los hombres mayores y con autoridad. En la escuela soñó con el instructor de deportes hasta que se sintió defraudada al verlo del brazo con una maestra. Luego, al cursar el liceo, cada año se enamoraba de un profesor diferente y perdía su interés por causas similares. Diap 8 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 9. –Señorita, por favor, lléveme el legajo de Herpemián y Asociados a mi escritorio y traiga la libreta de dictados. –Doctor, si desea le digo a la secretaria que vaya, –dijo Ángela con una sonrisa sensual– yo no tengo experiencia. –No. La quiero a usted. Ella está acaparada por mi socio. Ángela entró y puso la carpeta en el escritorio, mostrando el inicio de sus senos. Se sentó a tomar notas. –¿Algo más, doctor? –preguntó coquetamente al finalizar. –Es todo. –la observó– Señorita, ¿donde vive usted? –En Carlos Gardel, doctor. –dijo avergonzada– ¿Por qué? –Yo paso cerca de esa vía. Puedo llevarla a la salida... si no tiene ningún inconveniente. –Encantada doctor. Ya escribo esto a máquina. Permiso. Ella se contoneó felina. El abogado sonrió con sadismo, todas las mujeres eran vírgenes antes de andar con él. El doctor Dino Degager ese lunes llegó molesto. Su bella esposa había dejado la noche anterior, una vez más, una pequeña fortuna en la ruleta. Se acercó a la recepción y llamó a la señorita. La molestia que traía se convirtió en placer cuando ella giró. Era una belleza impresionante: con apariencia de quince años, rubia cobriza, ojos verdes, boca carnosa y cuerpo pequeño en proporciones perfectas. El abogado sintió que su libido se alteraba. Si su esposa coleccionaba pérdidas en el casino, él tenía un rosario de aventuras. Degager, luego de una frase convencional, se retiró. Ángela quedó extasiada, sintiendo el cosquilleo que le despertaban esos hombres. Los días pasaron y el doctor siempre tenía unas palabras de cortesía con ella. Una mañana, con formal ejecutividad, él le ordenó: Diap 9 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS DOCTORES Qué importante es tener un título!... Pero lo es más, tener experiencia.
  • 10. –Doctor, –dijo ella– por la rambla el camino es más largo. –Lo sé. Quiero estar más tiempo con usted. –Por favor, doctor. Estoy tan mareada. Él detuvo el auto, giró en el asiento y la abrazó. Ángela no opuso resistencia. Con manos expertas Degager la fue acariciando, apasionando. Ella, entre suspiros de gozo, lo besaba y mordía retorciéndose de deseos. El doctor vio venir por la calle un grupo de muchachos y arrancó rapidamente el auto. Ángela, con sus senos aún temblando en agitada respiración, arregló su vestido. Y, en un ahogado suspiro, susurró: –Doctor... ¿Qué va a pensar? ¿Qué dirá de mí? –Que quiero verte mañana. Te esperaré en esta esquina a las tres. ¿Vendrás? Ella afirmó en silencio con una mirada gozosa. Bajó del coche y salió corriendo como una niña. Él sonrió cínico. :::::: Hacía más de dos meses que Degager la llevaba. Ángela salió de la clínica y caminó hacia la calle Gonzalo Ramírez. Allí la recogía el doctor, quien le había dicho que, para evitar maledicencia, era mejor que subiese al auto en un encuentro casual... de todos los días. Al principio la conversación giraba sobre Ángela y casos legales, pero luego él la fue habilmente llevando a sus experiencias de la vida sexual. Ella quedaba excitada y al acostarse imaginaba ser una de esas mujeres. Cada día le gustaba más Degager. Ansiaba ser de él. Debía ser muy apasionado. El coche del doctor se acercó. Por no ser éste bisiesto, Ángela cumplía años el viernes 28 de febrero. Degager la invitó a un brindis, sirviéndole varias copas. Estaba eufórica. Subió al auto y se reclinó en el asiento. Su cabeza apenas sobresalía del respaldo. El abogado puso música en la radio y tomó por la costa. Diap 10 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 11. Una mañana, Ángela, con un suéter que marcaba su pecho, entró en la oficina de Degager. Éste levantó la vista. –¡Chiquita!... cada vez estás más hermosa. –Cállate. No me vino otra vez. –susurró ella. –¿Cómo otra vez? No entiendo. Yo me he cuidado. –¿Qué piensas? –dijo llorosa– ¿Que tengo otro hombre? –No llores, querida. ¿Cómo voy a creer eso? Tenemos que resolver ese problema. Y cuanto antes, mejor... –¿Qué quieres decir? –preguntó ella, angustiada. –No soy un irresponsable que te va a dejar siendo una madre soltera. No te aflijas, yo me encargo de todo. Ángela se puso a sollozar. Lloraba por ella. Lloraba por su hijo. Sin embargo, comprendió y dijo acongojada: –Como tú digas. Yo no sé que hacer. –Ve a trabajar. No comentes. Hablaré con un amigo. La voz de Degager era determinante, la voz de un jefe. :::::: El sábado pasaron la tarde en una amueblada. Degager aún sentía en su espalda el masoquista placer de las uñas de ella clavadas en él. Había esperado encontrar fuego... y ella era un volcán. Ángela, al salir del cuarto se sentía adolorida pero, por fin desahogada. Era como si todos los años de ansias de su juventud se hubiesen satisfechos en esa cama. El abogado frenó unas cuadras antes de la casa de ella. –¿El lunes en el mismo lugar? –preguntó– ¿Estás bien? –Sí. –dijo ella, feliz– Eres maravilloso. Hasta el lunes. Luego de eso, Ángela se encerró en sí misma. Sabía que él no se divorciaría. Sin embargo, muchacha inexperta, se había formado la idea de ser la preferida de Degager. El doctor pronto volvería a ser candidato para un cargo ministerial donde era necesario poseer una moral aparente y para el cual pesaban las relaciones familiares de su esposa. . Diap 11 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 12. Uno la empujaba a borrar la prueba de sus relaciones, y el otro se preparaba a cobrar el favor. La vida no era tan bella y llena de placer. El mundo de delicias y pasión de los últimos meses se derrumbaba. Los hombres mayores y maduros ya no eran interesantes sino interesados... y ella, un instrumento. La operaron un sábado. Era invierno. Desde la ventana de veía las ramas secas de los árboles sacudirse al viento. Se sentía estéril como ellas. Sólo su madre vino a verla. En una sala cercana se oían los sollozos de una mujer y a un hombre consolándola. Una enfermera entró al cuarto. –¿Qué pasó? –preguntó Ángela. –Es la señora de un oficial militar. Perdió el bebito. Es la tercera vez. Puede morir ella, pero no le importa. Y el médico le dijo que ya no puede quedar embarazada. La enfermera se retiró mirándola fríamente. :::::: El abogado habló con Saúl Senkrebe, médico joven, sin escrúpulos,dedicado a la cirugíaestética. Con similares experiencias, era intermediario ideal con otro especialista que se dedicaba al espléndido negocio del aborto. Ángela, avergonzada, estaba delante el Dr. Senkrebe quien sin preámbulos la tuteó. Ella pensó que ya no merecía respeto. El médico la miraba con deseo y malicia: –Ángela, anda a la clínica del doctor Killman. –le dijo meloso– Yo ya he hablado con él. Te operará en el Imperial. Figurará como apendicitis. Le dije a Killman que te dejara nueva. Y, él es muy hábil en eso. –¡Doctor!...No me avergüence aún más. –Por favor, Ángela. Eso no es ninguna vergüenza. Los puritanismos pasaron de moda. Soy tu amigo ahora... –su voz tomó un tono sensual– y en el futuro. Ángela tomó la tarjeta y salió sintiéndose rebajada, prostituida. Diap 12 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 13. Cruz venía caminando lentamente al lado de Ángela. Habían estado en el cine y volvían para la casa de ella. Al llegar a la puerta, él le tomó la mano. Ángela quiso retirarla, pero él se la retuvo suavemente. –Buenas noches, Cruz. Gracias por invitarme. Fue una buena película. –Ángela, por favor. Escúchame, te ruego una vez más. Tú sabes cuanto te quiero. –Lo sé. Y sé que no te merezco. No insistas, encuentra una muchacha mejor que yo, que valga la pena querer. –Angelita... tú eres la única que quiero, nunca querré a otra. No sigas amargándote por lo sucedido. Siempre para mí serás la misma muchachita que quise desde la escuela. –Cruz. Lo que pasó no se puede borrar. Estará en tus recuerdos y hasta en tu perdón. Tú quieres verme como una chiquilina y sólo soy una mujer... una mujer más. :::::: Ángela vio en la puerta de la habitación a Cruz Corrente, un muchacho del barrio. que la pretendía desde hacía años. Éste, como siempre, la miraba con amor. –Pasa, Cruz. –le dijo ella– Pasa, por favor. Charlaron un rato. Al despedirse, él se animó y susurró: –Ángela, sé que no es oportuno, pero vuelvo a decirte... –No digas nada, por favor. Eres demasiado bueno para mí... ¡No fue apendicitis! El muchacho bajó la cabeza comprendiendo, y se fue. La siguiente semana Ángela se despedía en la oficina de sus compañeras. Degager no salió de su escritorio. Ángela se iba, buscando algo que no volvería a encontrar. Pero, el tiempo pasa. Y quien ama siempre espera. El viento primaveral subía desde el mar levantado las polleras, volando los sombreros y moviendo las hojas. Diap 13 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 14. Para ayudar a sus padres, ella empezó a trabajar como vendedora en una industria de la Aguada. Muchas noches, al estar abrazada a Cruz en el zaguán de la casa, ella lo besaba apasionada tratando de desahogar los deseos que ebullían en su interior. Pero con eso sólo lograba despertar los recuerdos de la forma como la dejaba satisfecha aquel otro hombre. Momentos así atormentaban con angustia a Cruz; quería a Ángela, la sentía temblar entre sus brazos, comprendía que ella necesitaba más que ternura. Y, con sacrificios, juntó lo indispensable para casarse. Fueron meses duros. Buscó trabajos extras fuera de hora. Más de una vez quedó dormido en el hombro de Ángela, mientras ella le narraba lo sucedido en la oficina con los clientes o con el señor Remo Ributino, el elegante ejecutivo propietario de la compañía. …ooOoo… –Lo que yo quiero es que seas mi mujer. Ser tu novio. Casarme contigo, ser tu compañero, darte mi amor. –¿Y cuando surjan los recuerdos? –dijo ella con tristeza– Cada vez que te vea callado sabré que estarás pensando en el pasado. –Ángela... quiero ser tu marido. Sólo soy un muchacho de barrio, un hombre de trabajo; pero, trataré de hacerte feliz, sin recriminaciones... te amo. –Cruz... Eres bueno. ¡Cuanto mereces que se te ame! El muchacho tomó el rostro de Ángela entre las manos y la besó con ternura. Ella sintió que su cuerpo vibraba y se estrechó a él, necesitaba alguien que la quisiera bien, necesitaba un amor bueno. Pero, en medio de ese abrazo cariñoso volvió a sentir la pasión bestial dentro su sexo y se separó, sin embargo una parte de su cuerpo la ansiaba. Y fuese por eso, o por la amorosa constancia de Cruz, se comprometieron para casarse en un año. Diap 14 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 15. El piso alfombrado en gris, los muebles olían a cedro y roble, las cortinas ocres y pesadas daban toque señorial. A la izquierda del escritorio existía una puerta labrada que comunicaba con el baño y un cuarto de reposo. A la derecha había otra puerta igual, la cual daba a una escalera que comunicaba directamente al garaje, donde un chofer siempre tenía presto el lujoso y deportivo coche. –Señorita Ángela, lleva con nosotros varios meses. –dijo Remo cerrando la carpeta– Estaba mirando las ventas que usted ha realizado. Su jefe la recomienda mucho, dice que usted es muy apreciada por los clientes. –Gracias, señor Ributino. Los clientes son muy amables. Yo lo que hago es cumplir con mi trabajo. –Señorita, por favor, no sea tan modesta. Hay personas que nacieron para medio, y otras para real. Usted es real. Y el que nació para medio ni a golpes llega a real. Ángela se hallaba frente a la vieja y enjuta secretaria. El presidente, y dueño de la empresa, la había enviado buscar. La secretaria la hizo entrar. Remo Ributino, un hombre de cuarenta años, la recibió con una sonrisa amplia y casi paternal. –Pase, señorita. Por favor, siéntese. –dijo él, jovialmente. La miró y volvió a decirle que tomara asiento, pero esta vez ya su mirada era cargada de picardía e insinuación. Remo revolvía distraídamente las hojas de una carpeta, deteniéndose a leer algunos renglones. Ángela, con el corazón en la boca, recorría con su vista la oficina. La sobriedad predominaba, pero había detalles que indicaban poder. En un extremo una mesita con la cafetera y las tacitas rodeándola, en el estante de abajo una botella con coñac francés, otra con whisky y las copas respectivas. Diap 15 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS EMPRESARIOS ¿Qué es más importante?... ¿el cuanto o el cuando?..
  • 16. –Por favor, señor Ributino. Sólo soy una empleada. –Una empleada capaz y hermosa que deseo tener a mi lado.. –dijo, levantándose con mirada insinuante. Ángela bajó coqueta los ojos y, agradeciendo, se retiró. Remo se sentó sonriendo, estaba seguro que esa pobre pazguata con cara de muñeca, cuerpo de muñeca y cerebro de muñeca... pronto sería suya. Esa noche, Ángela buscó con ansias las caricias de Cruz y lo besaba con pasión queriendo hallar sosiego a los deseos lujuriosos nacidos esa tarde. Tiempo después, en primavera, Cruz logró su empeño: se casó con su amor. Fue un lindo casamiento de barrio, con mucha gente conocida y muchos deseos de felicidad. Cruz se sentía feliz, comió, bebió y, en un humilde hotel de la playa cumplió su sueño: la amó. Luego se durmió. Ella quedó mirando el techo. Un mes antes, en un hotel de lujo del centro, se había entregado a Remo. Ángela festejó el dicho con una risa sensual. Sus senos se agitaron voluptuosamente. Vio la mirada de Remo fija en ellos e instintiva, subió sus manos y cruzó sus piernas. Hacía tiempo que no sentía el deseo de tal manera. No quería volver al mismo error, pero Remo despertaba las ansias lujuriosas, mientras Cruz era el amor... Un amor bueno, ella lo sabía; sin embargo, le faltaba ese algo más. Remo fue a sentarse en el sillón frente a ella. –Voy a abrir el departamento de Atención al Cliente, –dijo él– y usted es la persona adecuada para llevarlo. –Señor Ributino, hay personas con más experiencia... Él hizo un gesto despectivo con la mano, y continuó: –Usted deberá recibir a las visitas, entretenerlas mientras yo las pueda atender, mostrarles los productos, hablar con los clientes. Ocupará una oficina junto a la señora Mary, mi secretaria. Usted es muy valiosa, quiero tenerla cerca. Diap 16 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 17. –Somos dos, puesto que me estás llamando. ¿Cómo estás, Remo? ¿En que puedo ayudarte? –Necesito un favor. ¿No te hace falta una empleada? –Los empleados siempre sobran y siempre hacen falta. –Eres un banquero con alma de cínico. Ella es utilizable. –Y tú un industrial con alma de banquero. Envíamela. Y un par de carcajadas sellaron el trato. A las tres de la tarde Ángela aún esperaba en la oficina de la secretaria. Pensaba en los últimos años. Podían medirse en tardes acostada en distintas camas, desde hoteles a amuebladas, con clientes de altos ejecutivos a encargados. Manoseada por jóvenes, viejos, temerosos, atrevidos, casados, solteros, generosos, avaros. Bajando desde la presidencia hasta un jefe de despacho. Había podido conocer toda la gama del macho humano. Y sólo uno era decente. Uno... su esposo. :::::: La señora Mary, vieja fiel a la empresa, con memoria para todo lo referente al negocio y olvido para los deslices de los dueños, estaba delante Remo Ributino. Éste a veces dudaba quien dirigía la compañía, si era él o su secretaria. –Señor. La señora Ángela insiste en hablar con usted. –Señora Mary. No tenga nada que tratar con esa señora. Que se dirija a su jefe. ¿Quién es ahora? –El señor Martínez, de Despachos. Pero, si me permite, es mejor que usted la atienda. Sería más conveniente. –De acuerdo. Dígale que la recibiré a las dos y media. La adusta secretaria se retiró. Remo discó por su teléfono directo. Reconoció la voz semítica de su interlocutor y le saludó con su más afable simpatía. –Hola, Goldman. Eres el único que trabaja a esta hora. Diap 17 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 18. –No, gracias: Nada te debía cuando vine y nada quiero deberte cuando me vaya. Pero, la vida paga... –Ángela. Despidamos como amigos. Te quise y me quisiste. Que nos quede eso como un buen recuerdo. –Ni me quisiste ni te quise. Sólo fuimos dos animales respondiendo al instinto. Necesito ese trabajo para ayudar a un hombre que es mejor que tú y que yo. Y lo nuestro nunca será un buen recuerdo. Adiós, señor Ributino. Al retirase Ángela, Remo llamó a la secretaria: –Señora Mary. La señora Ángela renunció. Que le hagan su liquidación y le den tres meses más como premio. –Sí, señor Ributino. –Y... señora Mary. Nunca más estaré para esa señora. –Como tú digas, viejo. –¡Señora Mary! –Discúlpeme, señor... Creí estar hablando con su padre. …ooOoo… Uno que callaba cuando ella llegaba vacía de amor y llena de asco. Uno que estaba lleno de amor y vacío de odio. La secretaria la hizo pasar. Lejos estaban los meses donde iba allí como mujer. No se sentía empleada. Pero sí, usada. –¿Qué quieres hablar conmigo? –dijo él, severo. –¡Qué distinto me tratas "señor" Ributino! ¿O eres Remo? –Mira, Ángela. Siempre supimos lo que queríamos. A ti te gustó aquello y a mí también. Pero, pasó. ¿Qué quieres? –Irme. Tú me debes mucho. Y jamás te pedí algo. –No te debo nada. No puedo negar que nunca fuiste interesada. Pero cada vez me hablabas más de tu marido. Nunca supe si lo criticabas o era por que lo amabas. –¿Que sabes tú de amor? No importa. Quiero irme de aquí. Búscame otro trabajo. Y lejos de tus empresas. –Ya te lo conseguí. Anda a ver este señor. Diré al jefe de Personal que te den algo extra con el despido. Diap 18 ÁNGELA ESPERE PARA HACER CLICK CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 19. –Hola Remo. Esos empleados mediocres con apellidos rimbombantes. Creo que en lugar de un banco tengo una agencia de colocación de incapaces. –De mí no te puedes quejar. Lo que yo te recomiendo si no es bueno... está muy buena. –No cambias, por eso siempre te va bien. – dijo el judío largando la risa– ¿En que te puedo servir –Voy a comprar en Alemania un horno de calcinación y la planta para fabricar ladrillos cerámicos. Quisiera que tú te encargaras de toda la parte financiera. –Con mucho gusto. Envíame los recaudos. Te obtendré las mejores condiciones. Puse Ángela en Operaciones al Exterior. Así que manejará tus documentos. –¿Ángela? –preguntó Remo, cínico– ¿Quién es Ángela? Nuevamente, con otro par carcajadas sellaron el trato. –Mi amigo Blas Bardomera construirá la planta, –agregó Ributino– posiblemente también lo tengas que financiar. El ingreso de Ángela al Banco Dugold trajo las normales reacciones. Muchos empleados quisieron conquistarla, obteniendo frases lapidarias. No era así con los clientes, en su atención poseía una amabilidad eficiente. Goldman vio en ello la oportunidad de reorganizar su personal. Llamó a la Gerente de Personal, le dio una lista de los retirados y de los cambios. Ángela pasaba a trabajar en una sección donde el flujo de dinero era grande. El intercomunicador sonó con voz melosa: –El señor Remo Ributino está aquí, señor Goldman. –Hágalo pasar enseguida, por favor. La gerente se marchó mientras el industrial entraba. –Hola Goldman. ¿Cómo estás? Tienes cara de molesto. Diap 19 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS ADINERADOS ¿Lo que no une la sangre lo ata el dinero...
  • 20. Pensó en la frase de Ributino sobre la decadencia. Goldman tenía mala experiencia de ella en Europa. Muchos de sus familiares hacían parte del barro gris en Auschwitz. Pensando en el ayer, los recuerdos le hicieron meditar. La decadencia es un mal que se va introduciendo en la sociedad, de forma tal que lo que sucede parece normal. Pero, llega un momento que el mal satura la capacidad de asimilación del organismo y comienzan a surgir reacciones. Reacciones de las que sólo se observa su apariencia externa, ya que la decadencia no permite razonar y ver las causas originarias del mal aunque éstas sean evidentes. Cuando surgen esas manifestaciones, se les ataca con las características soluciones de los decadentes: se las ignora creyéndolas males pasajeros o se trata de radicalmente extirpar la parte inflamada. Y generalmente con ello se mata al enfermo, no al mal. –¿Blas?... Es un excelente ingeniero pero algo raro y poco responsable en el dinero. Prefiero a su padre, es un señor. –Lo sé. Estudié con Blas. Desde entonces tenía esas ideas. Es de los que apoyan las reacciones de izquierda. pero quieren vivir en las mayores comodidades y que otro se preocupe de la plata. Cuando muera el viejo, Blas será otro más de los millonarios anarquistas y conservadores de este país a pesar de que digan que está en decadencia. Los dos hombres rieron y Remo se retiró. Goldman volvió a pensar en sus empleados. Algunos brillaban por sus luces. Otros, como Paul Picaterra, eran mediocres que los tenía sólo porque estaban emparentados con sus mejores clientes. Era el precio a pagar por las relaciones públicas. Gracias a ello contaba con las voluminosas cuentas de esos familiares y él obtenía altos dividendos. El dinero busca al dinero, y Goldman tenía el dinero. Los trabajadores buscan trabajo, y Goldman les daba el trabajo. . Diap 20 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 21. –No sé como haces, pero siempre tienes una nueva. –Blas: La mujer es como el negocio, cuando no da como esperamos hay que pasárselo a otro que se conforme con menos. Tanto a la mujer como al dinero hay que moverlos, sino te llevan a la quiebra. –Tu corazón es una máquina de calcular. – ironizó Blas. –No. Sólo que no mezclo las ideas con los sentimientos. Además, sé que todas las mujeres que tengo son por el dinero. Es la parte triste, en el fondo también compramos el sexo. Pero, hay que ser positivo y aprovechar la ventaja. –Vamos, no digas eso. –le aduló Blas– Recuerdo que tenías muchas enamoradas cuando estudiábamos. –Sí... amores de estudiante... flores de un día... –la voz de Remo tuvo tono de tango– Y también hubo uno que perdí. A veces quisiera volver a encontrar un amor de verdad. Blas vio que su amigo se iba en el ayer por un instante. :::::: Cinco de la tarde. El club de tenis tenía relativa actividad. Blas Bardomera giraba su dedo en el borde del vaso, matando el tiempo antes de ir a cumplir su misión. Distraído, observaba las bellas piernas de las jugadoras. Al alzar la vista se encontró con su amigo Remo, que había llegado en silencio y quien le pregunto burló: –¿Viendo jugar doble sin raqueta? –La tengo guardada. –Blas siguió la broma– Si la saco, me hacen jugar en su cancha y quizás pierda hasta el apellido. –Es lo que ellas quisieran ganar. –dijo su amigo, riendo – para que no pase eso, hay que cambiar de jugadora en cada partido. Pero jugar con las mismas pelotitas. –¡Quién tuviera el secreto de tu jovialidad! – dijo Blas– Siempre estás alegre y dinámico. –Es muy simple: piel bronceada, trabajo constante y... mujeres diferentes. Diap 21 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 22. –Nunca he cobrado por mi trabajo. Hablas como mi viejo. –Claro. Si tu padre te paga todo. Yo he visto como vives, como pierdes en la ruleta, como gastas con las mujeres. A propósito, Ángela está trabajando con Goldman. –Pobre muchacha. No sé como pudiste despedirla. –Ella se fue. Y no te hagas el santo conmigo, que tú te acostabas con ella. –¿Estás loco?... Sólo un par de veces la acerqué hasta la casa. Pero tú debiste aprovechar bien sus encantos. –Yo nunca me enredo con mi personal. ¿Te dejo aquí? Blas bajó en la esquina. Remo fue para su fábrica. Ambos iban recordando los momentos de placer tenidos con Ángela, y sonriendo por la hipocresía de los dos. Blas tomó un ómnibus para el Paso Molino. Iba a una zapatería. Una zapatería donde jamás compraría zapatos de tan baja calidad. –Te estás poniendo serio. Tú no eres así. –le comentó. –Soy como soy. Para mi bien o para mi mal. Digo las cosas como las siento. Y tú, ¿cómo estás? –¿Yo?... como siempre. Esperando que papá me deje la compañía, pero ese viejo es más fuerte que el hormigón. Remo se rió, aunque interiormente pensó que el día que Blas quedara al frente de la empresa ésta iría a la ruina. –Te abandono. –le dijo– Voy para la fábrica. –¿Me puedes dejar en la Plaza Varela? No traje el auto. Durante el viaje, Remo le iba diciendo sobre el galpón a construir para el horno y el equipo. –Ya puedes empezarlo, Blas. Te hice la introducción con Goldman para que te financie. –Ese judío me va a cobrar intereses, es un desgraciado. –¿Qué quieres? ¿Qué te preste sin ganar nada? ¿Acaso, tú trabajas por amor al arte? Diap 22 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 23. Observaba en él factores comunes a ella, necesidad económica, insatisfacción y una callada rebeldía. De como llegaron a acostarse ni se acordaban, fue como tomar otro helado. Allí juntaban sus frustraciones. El lecho, más que lugar de placer, era reclinatorio donde apoyaban sus espaldas cargadas de amarguras y, tras la niebla de sus cigarrillos, miraban el horizonte de una pared vacía y a la autocrítica masoquista de sus recuerdos, el análisis sádico de sus realidades y el sueño utópico de un futuro distinto. Y así, una tarde Paul hizo ingresar Ángela en el Mito. Fueron a una zapatería de un barrio, él pidió un número de botas y los hicieron pasar a un lúgubre corredor. Allí había un viejo sentado. Paul le murmuró algo y él los introdujo a un cuarto. Llevaban media hora esperando en esa oscura habitación. Paul estaba sentado del otro lado de la pobre mesa. Paul Picaterra tenía un puesto de subjefe en el Banco Dugold, con dos empleadas. En su casa también tenía un puesto de esposo en una relación de tres personas, ya que su esposa era la amante de un médico y él lo aceptaba. Su familia fue una de las fundadoras del país; mas él solo había heredado el apellido, en lo demás era un fiasco.. Era el típico ser muy relacionado y... pobre hombre. Pero, Paul era activista secreto, y segundón, del Mito. Un movimiento que juntaba idealistas, rebeldes y oportunistas, para hacer un cambio radical, estructural, formal. Un mito. En cuanto a lo sexual, su vida se resumía a cumplir con su esposa cuando ésta lo dejaba, desahogar su fracaso en un quilombo y algunas veces acostarse con Ángela. Eso había comenzado con una simple invitación a tomar un helado. Ángela lo vio educado, y sin intenciones de llevarla a la cama. Diap 23 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS ILUSOS Mate amargo... yerba de ilusiones....
  • 24. –Llegará ese momento. Primero hay que tener la fuerza. La fuerza la compra el dinero. Usted se encuentra donde hay. Debe informarnos de cualquier movimiento grande de capital. Marú, bienvenida al Mito. Queremos hablar con Toto. Buenas noches. Ni su esposo debe saber esto. Al salir Ángela, el Ruso se dirigió a Toto: –Marú es buena. Tienes que dejarla. Ahora es del Mito. No debe haber relaciones que comprometan. ¿Entendido? –Pero... ¿ella lo comprenderá? –Estamos seguros que sí. Chao. Toto, salió. Y el hombre de la oscuridad, habló: –Marú nos será muy útil. Toto sólo es un peón más. –De acuerdo, Inca. Pero todos son útiles alguna vez. –Sí, Ruso. Y tú debes decidir cuando. Chao. Cuídate. El Ruso se fue. El Inca, sonriendo, murmuró: –Sí, Ruso. Señor Blas Bardomera. Y en tu caso, lo decido yo. Yo sé quien eres tú. Pero, tú no sabes quien soy yo La puerta se abrió entrando un hombre, su rostro quedó oculto en la oscuridad, fue hasta la mesa y se sentó de espaldas a la ventana. Ni siquiera saludó. Poco después entraba otra persona, la cual quedó en la penumbra. El primero habló, se notaba que falseaba la voz : –Somos cuatro. Mito tiene cuatro letras. Yo soy el Ruso. –Yo soy el Toto. –dijo Paul– Ella no tiene nombre, es... –Sabemos quien es. –interrumpió el Ruso, girando hacia ella– El Toto será su enlace. Usted se llamará Marú. –No sé que debo hacer. –susurró Ángela timidamente. –Se lo indicará Toto. No debe conocer nadie más de nosotros. Si la detienen, sólo podrán sacarle el nombre de un compañero. Para comunicarnos con usted en el banco, lo haré yo. Diré trámite 4444 si el día es par, sino 4443. –Pero yo quisiera luchar. Hacer algo que haga daño a esos explotadores e hipócritas que abusan de nosotros. Diap 24 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 25. La miseria no se pasa con nada, está adentro de cada uno y ésa termina amargando más que la hiel –finalizó él. –Yo creo que el amargado eres tú. –No, Ángela. Te quiero, y quien ama nunca podrá estar amargado. Quisiera tener un hijo tuyo. Tuyo y mío. –Linda mezcla sería. Mitad frustrado y mitad amargado. –O tal vez mitad soñador y mitad enamorado. Pero, para serlo tendría que nacer. Y para que nazca, los dos tenemos que querer. Buenas noches, Ángela. Hasta mañana. Ella sintió que las lágrimas le llegaban a los ojos. Pensó en Cruz, un hombre bueno. En Paul, un pobre hombre. En el Ruso, tenía algo que le parecía conocido. Pensó en el Mito. Ahora ella era Marú. Pertenecía a un movimiento subversivo. Estaba cansada de vivir entre abusadores y abusados. Tenía que cambiar este mundo de porquería. Al llegar Ángela a su casa encontró a su esposo sentado cerca de la radio. Y en ésta sonaba un tango. Él le sonrió con esa mirada serena que por un lado la hacía sentirse avergonzada y por otro rebelarse contra esa mansedumbre. –¿Ya cenaste? –preguntó ella para salir del paso. –Sí. ¿Y tú? –No. Estuve con unas amigas mirando vidrieras. No sé para qué. Pura ilusión. Ninguna podemos comprar nada. –Y... de ilusión también se vive. El día que se pierdan las ilusiones ya no queda nada por que vivir. Sólo los hijos. –No empieces con eso otra vez. Ya te he dicho que no quiero traer a este mundo de porquería otros seres para que pasen la miseria en que nosotros vivimos. –Quizás mi mundo sea de pobreza. –dijo Cruz– La pobreza se pasa poco a poco, tragando mate... o saliva.. Diap 25 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 26. –Hizo bien. Pero entre nosotros no hay señores. Sólo soy el Ruso. ¿Cuándo debería ser eso? –El viernes; y sin falta a las tres de la tarde. –Está bien. Deme los detalles. Ángela explicó: Uno de los directores de la tabacalera retiraría esa cantidad y la sacaría del país en su avioneta particular. Goldman la tendría en billetes verdes a esa hora, y otra parte del capital se fugaría sin que nadie se enterase. –Excelente trabajo, Marú. –dijo el Ruso– Recogeremos nosotros ese envío. Si hubiese algún problema, o cambio, vaya al bar de la esquina y pida un café cortado. Cuando se lo den, diga que está muy caliente. El mozo comprenderá. –No creo que haya cambios. –Nada es seguro. Marú: haremos una acción relámpago. Usted, Toto y otras personas serán golpeadas. No se hagan los valientes. No queremos muertos. A la hora de salir las balas, éstas no saben quienes son de los nuestros. Ángela tembló, la voz de el Ruso era fría. A los pocos días Paul la llevó a la mesita del fondo de un cafetín. Allí le dijo que estaba apesadumbrado, pero el líder había sugerido suspender sus relaciones pasionales. Ángela sintió alivio... y risa por las palabras utilizadas. Pasaron cuatro meses. Esa tarde, Ángela indicó al Toto que necesitaba hablar urgente con el Ruso. Poco después éste la llamaba y le dijo donde encontrarse. A las 18 y 30 ella estaba en una habitación oscura de ese hotel cercano al puerto. En pocos minutos entró el Ruso, a pesar de la penumbra parecía llevar una máscara plástica. –¿Qué hay de importante, Marú? –Podemos tener cuatro millones de dólares en efectivo. –Maravilloso. La felicito. ¿Sabe algo de esto el Toto? –No, señor. Esto es muy grande para llegar a él. Por eso unicamente le dije que quería hablar con usted. Diap 26 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 27. Pero Marú ya no sentía temor, ni siquiera respeto. Ahora ella sabía quien era él... un pobre hombre. Fue uno de los tantos que la llevó a la cama, y ella accedió en parte por la empresa y en parte para darse los gustos que él podía pagar con su dinero fácil. Un pobre hombre que solo poseía la riqueza de su posición, y le faltaba todo lo demás. Le tuvo lástima... ¿qué pobreza sufriría él, cuando decidió pertenecer a un movimiento como el Mito? Se resignó, al final de cuentas el Mito estaba formado por hombres. Y él era un hombre más. Uno pobre hombre que había cometido la estupidez de darle ese número. Dentro de su amargura, Ángela sonrió irónica. Hacia tiempo que había aprendido que era algo común que los hombres sustituyeran con sexo su falta de seso. Blas, sintiéndose importante en la actuación de El Ruso, cosa que llena de satisfacción, le entregó un papel a Ángela, ordenándole: –Marú. A partir de hoy se comunica directo conmigo. Este es mi teléfono, usted lo dirá al revés y yo lo repetiré distinto. Si alguno de los dos dice "equivocado" alguien está cerca. Los días pares responderemos "correcto" y los impares "de acuerdo". Pero, si hay un "exacto" nos están obligando a hablar. ¿De acuerdo? –No. Correcto. –dijo ella con picardía– Hoy es día par. –Sí. Y hoy, usted subió de nivel. –la voz de él se volvió risueña– Chao, Marú. Ángela salió. Al llegar a la calle miró el papel, sonrió con amargura. Ella ya conocía ese número. Y comprendió. Comprendía las actitudes dispares de El Ruso. Por qué él se mostraba poderoso tras su máscara y en la penumbra. Él tenía la ventaja de conocerla; y ella, no. Diap 27 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 28. –Está bien. Le diré al Colo que los contacte. Él, como boxeador, sabrá elegirlos. En la oscuridad del cuarto se sentía el hielo del silencio de El Inca, hasta que éste preguntó: –¿Le diste tu número a Marú? La interrogación del Inca había sido dura, fría. –Sí... Y le dije la clave. –respondió Blas dominado por la angustia al comprender su equivocación. –Hace tiempo tú te acostaste con ella. Si reconoció el teléfono, has puesto en peligro al movimiento. Veremos como actúa. Sería feo eliminarla. Y otra vez... consúltame. –Sí, Inca. –la voz de el Ruso era un susurro. El Inca se fue, la fuerza de sus pasos indicaron su ánimo. El Ruso pensó que Toto y Marú sólo eran peones y él un alfil. Los alfiles viven cerca de los reyes. Los peones se sacrifican con facilidad. Aunque, a la hora de ser necesario, los alfiles se sacrifican igual que los peones. Y, mientras Ángela camina por las calles del Barrio Sur, yendo hacia su casa y revolviendo sus ideas, Blas quedó en el hotel esperando un tiempo prudencial para irse. Antes de hacerlo llamó por teléfono a su nivel superior, aunque le molestase considerarlo así, y además ignorar quien era ese personaje. Luego salió quitándose la máscara. Media hora después estaba en la parte alta de la zapatería. El Inca ya estaba allí. Escuchó el relato en silencio. –Es bueno. –afirmó en la oscuridad– Y buena la decisión de subir de nivel a Marú. Vale mucho. –Eso me pareció a mí también. –dijo el Ruso lleno de vanidad– ¿A quien encargamos del trabajo? –Busca gente del quinto nivel. Pocos. Si hay heridos es fácil hacerlos hablar... y ésos no saben nada. Diap 28 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 29. La gente es obligada a desnudarse y tirarse en el piso. Un delincuente va pasando entre los cajeros y recoge el efectivo. Cuatro asaltantes van a la oficina de Goldman. Otro se dirige hacia Operaciones al Exterior. Hora: tres y un minuto. Ángela tiembla, el delincuente saca un hacha y corta los cables. Instintivamente ella trata de proteger su teléfono, y el hombre le da en la cabeza con el cabo del hacha. La muchacha cae ensangrentada en el escritorio. En otros departamentos golpean a los oficinistas. Hora: tres y cuatro minutos. Los cuatro asaltantes salen de la oficina de Goldman. Dos traen arrastrando al viejo, está lleno de golpes y sangrando. Los otros dos llevan cada uno un portafolio. Todos los delincuentes se dirigen a la puerta y desaparecen por ella. Viernes de tarde. El Banco Dugold está en actividad. Hora: dos y treinta. Una llamada del grupo tabacalero es pasada a Goldman. Fue una conversación breve. Ángela vio llegar de la caja fuerte dos guardias con un portafolio cada uno. Entraron a la oficina del banquero y salieron de inmediato. No llevaban los portafolios al salir. Hora: dos y cincuenta y cinco. En las oficinas del banco todo es normal. El público hace cola en las cajas. Un señor llena un formulario. Otro solicita una transferencia. Un joven pregunta algo al policía .La puerta se abre y un técnico dice que viene a revisar la central telefónica. Hora: dos y cincuenta y seis. De pronto surgen ocho pistolas y órdenes violentas. El policía recibe un golpe y cae inerte. Diap 29 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS CUENTEROS ¿Como se llama el que cuenta? ¿Cuentero o contador?...
  • 30. Hora: cualquiera en la noche. Ocho personas se reparten unos pocos miles de pesos. Algunos reciben felicitaciones. La misión ha sido realizada con éxito. Y cuatro millones de dólares salen del país hacia centros revolucionarios. Una semana después: La compañía de seguros paga al banco la pérdida de cinco millones de dólares y diez millones cuatrocientos cincuenta y siete mil ochocientos veintinueve pesos con cincuenta centésimos. Exactitud contable: dos y dos son cinco. Los empleados que fueron lastimados vuelven luego de una semana de reposo pago. Las cosas rotas en el asalto han sido repuestas con nuevas. Muchos han ganado. Nadie ha perdido. Algunos; sólo un poco de sangre. Hora: tres y cinco. Gente y empleados se levantan del suelo y empiezan a vestirse. Los asaltantes se han ido llevándose al señor Grau Goldman con ellos. Ángela, Paul, y algunos cajeros tiene golpes y heridas sangrantes. Se llama a la policía y a las ambulancias. El público quiere irse. Hora: tres y quince. El banco está lleno de policías. Se cierran las puertas. Se cura a los heridos. Los auditores de seguros interrogan. La policía interroga. Los jefes interrogan. Los médicos interrogan. Nadie sabe nada. Hora: seis de la tarde. En una calle aparece Goldman. Los policías vuelven a sus comisarías. Los auditores vuelven a sus oficinas. Los empleados vuelven a sus casas. Los golpeados sin vistos como zonzos. Los otros cuentan el hecho a su manera y los miran como héroes. Diap 30 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 31. Lo observó detenidamente: Elegante, fornido, aplomado, de cuarenta años, con algo de entradas en su frente, cabello negro que en las sienes comenzaba a blanquear, cejas gruesas. A todo eso agregaba ojos negros de mirada penetrante, rostro viril con una sonrisa invitadora. Nuevamente oyó su agradable voz: –¿Me permite pasar? Necesito hacerle unas preguntas. Ella afirmó con su cabeza, y un mohín de coquetería. La emoción que le despertaba ese hombre era más que cualquier otra pasión experimentada antes, pero con una ternura que nunca había sentido. Él se sentó a su lado, sacó una libreta y comenzó a anotar. Sentirlo cerca de ella y estar en una cama, la terminó de alterar. Él la miraba con una extraña expresión. :::::: El señor Goldman ordenó que los oficinistas golpeados fueran llevados a la clínica donde se internaba él. Agregó que se les diera las mejores atenciones y una semana de vacaciones pagadas a cada uno. Esto habría desmentido el origen semítico del banquero si no se supiese que lo descontaba del seguro. Ángela quedó internada hasta el siguiente día a fin de observar bien las placas del golpe. Además, porque por los traumatólogos y neurólogos la querían ver a ella. Luego de hacerlo, quedaron satisfechos. No había daños serios. Sólo tendría por algún tiempo un abultado hematoma en su cabeza. La gente del Mito sabía como golpear. –Buenos días, señora... ¿Me permite pasar?... Soy el detective León Landgrave. La voz gruesa y varonil la hizo girar en la cama y no pudo contener una mirada de admiración por el hombre parado en la puerta del cuarto. Diap 31 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 32. –Me ha ayudado mucho. Posee usted buena memoria. Sin embargo, señora... lo lamento. Tendré que molestarla más de una vez, llamándola, yendo a su casa o al banco. –No es ninguna molestia, detective. Y no me diga señora. Llámeme Ángela. –rogó ella en un gesto entre formal y provocador. –Encantado. Y llámeme León. –dijo él, imitando el gesto– Esta tarjeta tiene mi teléfono de la central, y le escribo el mío personal. Gracias Ángela, estaremos en contacto. Le dio la tarjeta y se despidió con un varonil apretón de manos. Ella quedó temblando por dentro. No sabía si era por los sentimientos despertados por León o por el temor de haber cometido alguna infidencia. Hizo un repaso de lo hablado y sonrió tranquila. Había actuado bien... y ese hombre era extraordinario. Aunque fuese un policía. –Dígame como sucedió el asalto. –le dijo suavemente– Mejor aún, si puede, cuénteme todo desde que llegó al banco. Lo que sea, aunque le parezcan cosas tontas. –Este golpe no fue ninguna cosa tonta. – respondió ella, mimosa y levantando su brazo para tocar su cabeza. Al hacerlo, se elevaron sus senos bajo la ropa de dormir. –Claro que no. –afirmó él, sonrojándose– Eso fue una brutalidad. Es que a veces hay cosas insignificantes para los testigos, pero para nosotros son importantes. Ángela vio que León seguía sonrojado, y comprendió la causa. Se sintió feliz de ello. Comenzó a describirle los sucesos, él la interrumpía con delicadeza preguntando detalles. Le hubiese contado toda su vida, su tono era persuasivo, amable. Pero Ángela tomó cuidado de aislar en su cerebro aquello que tuviese relación con el Mito. Por lo contrario, lo atacó y tuvo fuertes palabras para ese movimiento. Diap 32 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 33. Ángela cumplió al pie de la letra lo indicado. A los pocos minutos de estar en el probador se abrió el espejo y una encapuchada la llevó a un cuarto. De un rincón oscuro salió una voz y ordenó a la encapuchada: –Anda y sigue probándote esas cosas como si fueras ella. Si tardásemos, pide a la empleada que te traiga más. No era la disfrazada voz del Ruso. Ésta era natural y sin inflexiones de emoción alguna. Al irse la mujer, él habló: –Me llamo el Inca. Soy el que estaba en la penumbra en el cuarto de la zapatería. El Ruso responde a mí. No he querido que esté presente. Ángela seguía callada, sin saber que decir. Y él continuó: –Marú. La felicito. Actuó muy bien en lo del banco. Y también con el detective León. No se le escapó nada, y fue perfecta lo idea de hablar mal de nosotros. Pero no exagere, podrían sospechar, no ignoran que el pueblo nos apoya. :::::: Ángela fue citada a la central de policía y tuvo que repetir su historia. Ella se cuidó de no caer en contradicciones con la primera vez. León la invitó a almorzar y ella. luego de unos remilgos. aceptó encantada. Comieron en el café de la esquina con la misma sencillez que cualquier otro empleado. La conversación fue agradable, él nunca tomó el tema de lo sucedido ni de su labor policiaca, ella evitó hablar de su vida matrimonial y del trabajo. Más bien se remontaron a las anécdotas juveniles con las consiguientes risas. Cuando se despidieron, al darse las manos y mirarse en los ojos, sabían interiormente que uno del otro gustaba. En la tarde, Paul llegó a la casa de ella con la excusa de saber de su salud. La razón real era decirle que la siguiente mañana fuera a una tienda conocida y pidiese blusas de una marca extraña. La harían pasar al probador. Diap 33 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 34. –Sí. Me di cuenta al ver el número del teléfono. Hace años tuvimos una aventura. Me extraña que pertenezca al Mito. No es de nuestra clase –Ángela... En el Mito, como en cualquier parte, hay de todo... y lo usamos si es útil. Me gustó su sinceridad. Si hubiese dicho que no, nos hubiese defraudado. –¿El Ruso sigue siendo mi enlace? –Sí. Pero no sabrá de esta conversación, fingiremos que usted no lo reconoció. Marú, cómprese una blusa color turquesa, le va bien con sus ojos... le gustará a León. Puede seguir ese romance, vamos a aprovecharlo... y cuídese. –Me cuidaré. Me gusta, pero es un policía. –Se lo dije por el golpe. Si no se cuida puede tener una embolia, una parálisis y hasta un ataque fatal. Chao. Ángela salió. Se intercambió con la mujer en el probador. Compró la blusa turquesa. Recordó la última frase del Inca. Debía cuidarse, podía pasarle algo... o se lo harían pasar. Pensó en León... era tan buen mozo. –¿Cómo saben lo que dije? ¿León es de los nuestros? –No. Ojalá lo fuera. Es íntegro. Estamos al tanto de lo que habló usted en la clínica. Tenemos oídos en todas partes. –Ayer almorcé con él. Creo que gusta de mí. Eso podría sernos de utilidad. –ya había aprendido a hablar en plural. –Sí. Así es. Pero usted también gusta de él. Y eso podría perjudicarnos. Ángela tembló de miedo. Ese hombre hasta conocía de sus sentimientos secretos. Mentirle sería imposible. –No lo niego. Pero he sido demasiado usada y rebajada para caer en lo mismo. Jamás traicionaría al Mito. –Marú, por más que queramos guardar un secreto, no hay valentía que resista la tortura y las drogas. El Inca quedó en silencio para luego preguntar: –¿Sabe quien es el Ruso? –su voz parecía hielo. Diap 34 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 35. Agotada, quedó reposando en su velloso pecho mientras él acariciaba suavemente su cabello y hombros. Salieron. Él para la Central y ella para la casa. Mientras caminaba pensó que hubiese sido innecesario tener cuidado, las únicas palabras que habían dicho eran de amor. Lo que no habían tenido cuidado era en la relación, había sido completamente natural. Cuando Cruz llegó al anochecer, encontró lista la cena y Ángela escuchando música. Ella lo miró serenamente, no se sentía mal como las otras veces. Esto era distinto. Pocos días después Ángela volvía a su trabajo. Encontró su oficina pintada, teléfono moderno, escritorio nuevo y, sobre él, un ramo de flores. Algunos compañeros la saludaron con frialdad; otros, con una burlona sonrisa. Ninguno pensó que la que se burlaba de todos era ella. Tomó una rosa y se dirigió al despacho de Goldman. Ángela había aprovechado esa semana de reposo. Almorzó dos veces más con León. En una, fueron hasta la rambla, bajaron a la playa y caminaron por ella como dos jóvenes enamorados. Tuvo que ir otra vez a la Central para ver fotografías y comparar su declaración con las de los otros empleados. Ahí, León era un detective inquisitivo, severo. Pero, al salir y estar con ella se convertía en un ser dulce, agradable, con ternura que le hacía recostarse en él. El viernes se amaron en un hotel cercano a la jefatura policial. Ángela no salía de su asombro. Nunca había sido querida con tanto respeto y consideración, pero a la vez con febril pasión e intensidad. No se había sentido objeto, sino un ser humano dignificado y respetado por el amor. Diap 35 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS ENAMORADOS Razón y corazón riman... pero no se arriman.
  • 36. Pero perdería en el concepto actual que se tenía de ella, lo cual la perjudicaría y también al Mito. Además, no quería hacerle eso a León –Usted es muy buena. Vale mucho. –dijo él, ya alterado– En prueba de ello la invito a almorzar... si me permite. –Le agradezco, pero no sería justo. Otros compañeros también fueron golpeados. –Ángela... Sé que soy un viejo. Pero usted es una mujer que merece ser amada, y me gustaría hacerla feliz. Ella buscaba no despreciarlo y mantener vivo su afecto. –Señor Goldman, usted sabe cuanto lo estimo y respeto... y que cuenta con mi fidelidad. Yo sé todo lo que usted me aprecia y siente. Guardémoslo así, dentro nuestro. Se levantó frente a él, mirándolo serena y determinante. –Ángela, quien la perdió no supo lo que hacía. –la voz de él se volvió ejecutiva– Desde hoy es subgerente. Por favor, invite para almorzar conmigo a todos los empleados que fueron heridos. Ángela salió formal y cumplió lo indicado. Tocó suave en la puerta. Oyó la orden de Goldman para pasar. Entró humilde. Él se paró recibiéndola con euforia: –¡Ángela!... Bienvenida. ¿Le gustó la oficina? ¿Está bien? –Muchas gracias, señor Goldman. No eran necesarias esas molestias. Fue usted muy amable con las flores. –Se merece mucho más. Pocos se hubiesen arriesgado para defender su lugar de trabajo. Siéntese, por favor. –Fue algo natural. –dijo, fingiendo preocupación– Usted sí que debe haber pasado momentos difíciles. –No tanto. –respondió halagado– Son gajes del oficio. Goldman fue hacia Ángela, acariciándole la cabeza. Tocó el bulto del golpe y sintió que debía tener esa muchacha. –La golpearon fuerte esos bandidos. – susurró dulce. –Estaban nerviosos, fue mi culpa. –ella seguía formal. Ángela adivinó las intenciones de Goldman. Tener una relación con ese viejo podía serle útil. Diap 36 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 37. León la escuchaba en silencio, comprensivo, acariciando el pelo de ella suavemente. Al callarse Ángela, él dijo con voz triste y grave: –Yo también te he ocultado mi vida. Tengo un hijo. Soy casado... y separado. Te quiero como nunca he querido. Pero quiero quererte así, sin compromisos de los dos. Es muy amargo y difícil ser la mujer de un policía. De tanto andar entre delincuentes se nos endurece el corazón. Y esa vez fue ella que lo recostó sobre su pecho y le acarició tiernamente el pelo. Pero, una delgada tristeza entraba en su alma, la hiel de la realidad de siempre. Volvieron a quererse con la misma intensidad y ternura, sin embargo los dos notaron que faltaba algo muy tenue. ¿Sería la ilusión? ¿El misterio de lo desconocido? ¿O que el amor había perdido su inocencia? :::::: Marú fue hasta el café de la esquina y por teléfono narró al Ruso lo sucedido. Poco después recibía una llamada telefónica, reconoció la voz del Inca, quien sólo dijo: –Operación excelente, de acuerdo. Ángela miró el almanaque. Era día impar. Después del almuerzo llamó a León. El sentirse deseada y la conversación con Goldman la había excitado. En la tarde, al salir del banco, fueron al hotel cercano a la Central. Un pequeño hotel acogedor. Ignoraban que el gerente pertenecía al movimiento revolucionario... y la recepcionista era soplona de la policía. Se quisieron intensamente. Luego de quedar satisfechos en pasión y ternura, ella necesitó confiarse en él y le contó lo sucedido con Goldman. Eso llevó que poco a poco fuera narrando su vida. Pero, logicamente, ocultándole todo lo referente al Mito. Diap 37 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 38. Despreció su resignación frente a la vida y admiró su bondad, su fe en medio de ese mundo sin esperanzas, su deseo de traer otro ser humano a esa vida. Había sido poseída poco antes pero se sentía vacía. Vacía en un abismo sin fin. Tenía ganas de llorar, de gritar, de morir. Volvió a mirar a ese hombre a su lado. Se abrazó a él desesperadamente y, sollozando le imploró: –Por favor, quiéreme. Quiéreme ahora... quiéreme... –¿Qué te pasa, Ángela? –él la abrazó tiernamente. –¡No preguntes! –gritó enloquecida– ¡Quiéreme! ¡Hazme tuya hasta sufrir!... ¡Destrózame!... ¡Solo tú, eres!... ¡Solo tú! Y bestialmente se arrojó sobre él mordiéndolo y llorando al mismo tiempo. Una hora después, ya satisfecha la locura, ambos estaban de espaldas uno al otro. Ambos simulaban dormir y ambos lloraban en silencio. Ángela llegó a su hogar a las once de la noche. Abrió la puerta con sigilo. La casa oscura estaba en paz. Entró suavemente en el dormitorio. Comenzó a desvestirse en la penumbra. Se introdujo en la cama con cuidado. Quedó mirando el techo. En la oscuridad vislumbraba la barata lámpara colgando. Una pobre cadena la mantenía en el aire. Pensó en sí misma. ¿Qué cadena la ataba todavía al techo gris de su existencia? ¿No era igual a esa lámpara? Como ella estaba forma con hermosas curvas, pero con un gran vacío por dentro. Vacío en el que guardaba un incandescente filamento que cegaba al encenderse. Pero, sólo era en el primer momento. Luego, para la lámpara era lo mismo estar dando una artificial luz como quedar en la oscuridad. Ahí estaba, colgando, encendida o apagada a la voluntad de quien pulsara el interruptor. Y, si al final explotaba o se quemaba... la tiraban a la basura, y ponían otra nueva. Sentía la respiración de su esposo, se dio cuenta que él aparentaba dormir. Diap 38 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 39. Pero, ése era un país peculiar: las garzas de la derecha, de la izquierda, del capital y de la religión se respetaban y se cuidaban entre ellas ya que eran de la misma familia. Una de esas garzas estaba en un cuartel citadino, El general leía los informes sobre los progresos en los casos de asaltos y secuestros. Separó una de las carpetas. Llamó a la Central y pidió por el coronel que la dirigía. –¿Quién está a cargo del atraco al Banco Dugold? –El detective León Landgrave. Es confiable. –¿Alguien más conoce del caso o sabe de este informe? –No. Sólo él. Y sólo hay una copia en mi oficina. –Quiero esa copia y al detective en mi oficina mañana a las once. Secreto máximo. Y yo no he dado esa orden. Y colgó, sin esperar la respuesta militar del subalterno,. Se dice que toda mujer sabe quien es el padre de su hijo. En el caso de Ángela no era así. En sus relaciones con León o con Cruz no había evitado quedar embarazada. Ya estaba de tres meses y en esta ocasión nadie le haría perder la criatura. Además, el Inca vio eso como algo de utilidad para someter al detective León. Ángela conoció una faceta de los hombres que para ella era desconocida: La reacción responsable frente a la paternidad. En Cruz fue de una alegría bulliciosa. En León, de felicidad serena, con una sonrisa orgullosa. En esos meses llegó el invierno, Bardomera construyó el galpón, se montó el horno y la planta de Ributino, los asaltos se cambiaron por secuestros, la economía se derrumbó más, las protestas y paros se generalizaron. Y el gobierno hizo lo de las ranas del cuento. Llamó al ejército para restablecer el orden. . Diap 39 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS DIRIGENTES ¿Todavía crees en pajaritos preñados?... La izquierda y la derecha son simétricas
  • 40. Ella salió acongojada, pensando con tristeza si León la había amado o usado. El Ruso preguntó al Inca: –¿Cómo supimos del detective? ¿Quién nos avisó? –Nadie lo conoce. Le dicen Tero. Marú se portó bien. Tú tuviste tus fallas. Y hay alguien que nos traiciona. Chao. Muchos no durmieron esa noche. La esposa y el hijo velando a León. Blas tratando justificar sus errores. El Inca preocupado por hallar al soplón. Y Ángela por la amargura. Cruz se dio vuelta y le susurró al oído con resignación : –¿Lo quisiste mucho?... –Cruz... ¿tú sabías? ¿Cómo puedes ser tan bueno? –Porque te quiero. Porqué por él tendremos nuestro hijo. –No sé si es tuyo o de él. –dijo ella, sollozando. –Es mío. –y siguió acariciando el vientre. Había tal firmeza en su voz que hasta Ángela lo creyó. De inmediato llamó a otro número y leyó partes del informe a su interlocutor, para concluir diciéndole: –Si ahondan más la investigación puedes perjudicarte. Esta carpeta va al fuego. Aquí hace mucho frío. El detective estará aquí mañana a las once... si llega. Saludos, querido. A las doce del día siguiente León aparecía muerto dentro su auto. Le habían vaciado un revólver en la cabeza. La prensa publicó: "Detective ajusticiado en su coche. Los legajos que llevaba con él, han desaparecido" ¿Ajusticiado? Ése fue el grito de Marú al reunirse con el Ruso y el Inca en la zapatería. Pero tragó sus lágrimas al ver el informe. Allí estaba su nombre y el del Ruso como autores intelectuales del asalto y activistas del Mito. Otros nombres habían sido borrados. Y habló el Inca, sereno, determinante... y en la oscuridad: –Era él o nosotros. Fue un hombre íntegro. Lástima que era policía. Marú, puedes estar tranquila. En todo el informe no hay una confidencia ni traición tuya. Chao.. Diap 40 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 41. –Sí. A esta hora esos vagos de oficinistas van a comer. Goldman era un cascarrabias. Y el otro, riendo, siguió: –¿Tienes un empleado de la familia de los Picaterra, llamado Paul? ¿Y una embarazada de nombre Ángela? –¿Para qué preguntas? Si ya lo sabes. –dijo irónico– Él es un mediocre. Ella es buena, pero cuidado... yo no la preñé. –Estás viejo para eso. –se burló el otro– Alguien nos dijo que son del Mito y necesitamos tu ayuda para descubrirlos. –Lo que sea. Así me pagan después que les di trabajo. –No te enfurezcas. A ella le dirás que el jueves se va a efectuar otro retiro de dólares, pero por lo sucedido se hará en la sucursal de Goes. En cambio a él, le dirás que será en Malvín. Y a cada uno los enviarás a la sucursal indicada. –Entendido. ¿Quién es el que nos está ayudando? –No puedo decírtelo. Y a él se lo indicó uno de arriba. :::::: El asesinato de León sirvió como motivo para aumentar la represión policial. Esto a su vez causó que los movimientos revolucionarios tuvieran más fuerzas. Y, naturalmente, más simpatía en la masa popular. A más presión, más reacción. Principio de física que los gobiernos, y sobre todo los despóticos, no entienden. Hubo más muertes, más asaltos, más injusticias, más torturas, más pobres, más ricos, y más seres ocultos tras un mote que cubría su identidad y descubría la verdadera. Ángela estaba en su octavo mes de embarazo. En el banco seguía igual. Pronto tomaría el reposo pre natal. El Mito le deba trabajos simples. No sabían quien era el traidor. Blas había cometido otros errores por petulante, el Inca permanecía en la oscuridad; y el Tero, un desconocido. Lunes. Mediodía. El teléfono privado de Goldman sonó. Al tomarlo, oyó la voz del principal de la Unión Bancaria. –Hola Grau. ¿Estás solo? Diap 41 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 42. Y el militar respondió: –De acuerdo. Mandaré un par de oficiales que me están molestando. Una mano lava la otra. Trata que no caigan los soldaditos. –dijo el Toro con falsa voz compasiva. Pero, de improviso, dijo determinante: –Eso sí... la embarazada, sea o no la soplona, la quiero yo. –¿Y eso? ¿Ahora, de viejo, cambiaste tus gustos? –¡Mis gustos son míos y a ti no te importan! –respondió con furia marcial. –No te enojes. Fue sólo una broma. –lo pacificó el Tero. –Yo también sé de que lado tú rengueas, – siguió bravo el Toro– y recuerda que la policía secreta depende de mí. –Quedate tranquilo. La embarazada es tuya. Me imagino para que la quieres. Saludos a tu señora. Ambos colgaron. Entre bueyes no hay cornadas. Lejos estaban de imaginar que el de arriba era el Tape y a éste se lo había solicitado el Tero. Tape era el apodo del gran industrial, dueño de cadenas comerciales, accionista principal de varios bancos. Apodo que sólo sabían pocos del cónclave que dirigía la nación. El Tero, correspondía a un gran jurisconsulto, miembro de la Corte, líder político, asesor sindical, emparentado con las más rancias y ricas familias de la sociedad. Había dos seudónimos más tras los cuales se escondían los otros dos poderes que forman las cuatro bases en que se apoya el gobierno de una nación. Uno, el Tupa, lógico que pertenecía al poder religioso. Y el último, mejor dicho el primero, era el Toro, un general que poseía bajo su férula al ejército, la policía y... la justicia. El Tero llamó al Toro, una vez acordado el plan con el Tape. Se lo explicó al militar, pidiendo que le ayudara a eliminar el traidor. A ninguno de los dos le convenía que la situación política del país degenerara en una guerra civil. Diap 42 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 43. De pronto los teléfonos enloquecieron. Por todas partes se oían gritos: –¡Atracaron la sucursal de Malvín! ¡Mataron a Paul Picaterra! ¿Murió un soldado y dos oficiales de los milicos! –¡También cayeron muertos dos del Mito! ¡Y asesinaron a un cliente! Dicen que se llamaba Blas Bardomera. Ángela comprendió. Habían sido puestos a prueba. El Toto o el Ruso era el soplón y fueron sacrificados, pero los matarifes habían sido los policías. Y hasta Goldman estaba en la maniobra. Todos eran iguales, la misma porquería, carniceros que llevaban al ganado para el matadero. Pensó que ella se había salvado porque era fiel y sabía mucho... Pero, con decepción y terror se dio cuenta: ¡No sabía nada, sólo una voz en la oscuridad y un apodo! Dos elegantes y fríos hombres entraron y la detuvieron. Poco después estaba en una celda de la policía secreta. :::::: Como era de esperarse, Marú se lo dijo al Inca. Éste le pidió reserva. Toto lo dijo al Ruso. Y el Ruso, al Inca, pero antes le había preguntado a Marú si ella sabía lo de Malvín. Ángela respondió que no... y calló su versión. Y luego informó al Inca de la pregunta de Blas. El miércoles el Tero llamó al Inca. Las fuerzas policiales sabían que el asalto se produciría en la sucursal de Malvín. La ecuación estaba resuelta. El traidor era Toto. El Ruso no servía, aprovecharía para eliminarlo. Sentía lástima por Marú. Perdía toda una célula, pero salvaba la organización. Llamó a Blas Bardomera y le ordenó que supervisara en persona la operación de Malvín, aparentado ser un cliente. Llegó el jueves. Ángela estaba en la sucursal de Goes, e informó a Goldman que todo fue hecho sin problemas. Goldman la felicitó y le dijo que podía tomar vacaciones por el embarazo y que se cuidara. Le extrañó esa atención. También que el Mito no hubiese asaltado. Diap 43 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 44. –Por lo que sé, es una belleza. He dado orden que la cuiden. El parto se espera para fines de febrero. Puedes disponer que muden tus cosas a ese cuartel. –Mi señora y yo jamás olvidaremos este gran favor. Nos gustaría que fueses el padrino de la criatura. Gracias. Se levantó y, luego de cuadrarse, se retiró. Toro se echó sonriente para atrás en su sillón. Nero era el único que podía sustituirle. Y jugaba con las relaciones entre los personeros del poder para lograr su ambición. Con esto ya no lo haría. Y, aunque le diesen su cargo cuando él se retirara, estaría siempre bajo su voluntad. Pensó en el problema de Nero, adoraba a su esposa pero no podían tener hijos. Pensó en su problema. Él y su mujer tenían dos varones, pero ella lo engañaba con otros hombres. En cuanto a él... el Tero sabía su secreto. Al saber que la embarazada ya estaba ahí, el general llamó a su amigo desde el liceo, comandante Nero Nomastro. Éste entró a la oficina y se cuadró. –Nero, siéntate. Tengo buenas noticias para ti. Te enviaré a la guarnición de Río Azul. Tendrás que ir con tu esposa. –¿Esa es la buena noticia? Nos mandas a un cuartel que está en el fin del mundo y en un pueblo de veinte cuadras. Tengo suerte en que seas mi amigo, –ironizó Nero– sino me hacías degradar y fusilar. El comandante estaba furioso y serio. El general lanzó una carcajada para luego decirle: –Sí. Pero irá una familia de dos personas y dentro de pocos meses retornará una de tres... Volverán felices con una hermosa criatura. –¡Qué alegría me das!. Por fin tendremos lo que tanto hemos deseado con mi señora. Siempre te estaremos agradecidos. ¿La "donante" es linda? No vaya a resultar que tendremos un bebé negro y feo. Diap 44 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 45. –Lobo... Quiero estar seguro que dijiste a tus ayudantes que no maltraten a Marú. No deseo que pierda la criatura. –General. Sé hacer mi trabajo. Sólo la están suavizando un poco y que oiga para que sirve la picana eléctrica y el taladro dental. Luego apareceré yo como el ángel salvador y me dirá las cosas por seducción o... por las inyecciones. –¡Drogas, no! –gritó el general– Pueden dañar al niño. –Como ordene, general. No debe saber más de lo que dice el informe. Fue una pobre tonta útil y ahora inservible. –Ese documento fue destruido. Marú no es de interés; sin embargo su hijo, sí. Avísame cuando vaya a dar a luz. Colgaron. Hugo sonrió, estaba seguro que el informe no había sido destruido, además él tenía otra copia. Sabía a quienes correspondían los apodos de Tero, Tape, Toro y Tupa. Sabía para qué querían que Marú tuviese la criatura. Pero, como siempre, él no sabía nada... El jefe de la Rama Inteligencia Política, el coronel Hugo Hundswut, era un atractivo y elegante solterón de 45 años que las damas de la sociedad disputaban por su porte varonil, finura, educación y otras facultades viriles. Pero, tras éstas cualidades ocultaba un cruel y artero verdugo con el apodo de El Lobo. Y, como todos los jefes de policías políticas, era un digno alumno de Fouché. Había servido a los gobiernos anteriores fuesen de un color u otro, y ahora servía al poder de facto. Respetado y temible, conocía los secretos comprometedores de todos los dirigentes sin importar sus ideas o posición. Su archivo personal, y su memoria fabulosa, guardaban los errores y pecados de las personas desde la infancia. Toro, sabiendo la eficiencia de los agentes en aplicar los métodos brutales, se apresuró a llamarlo: Diap 45 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA LOS LADINOS Del aguan mansa líbreme Dios...
  • 46. No pasó por su mente que eso era una representación teatral y que una imperceptible sonrisa había unido a los cuatro hombres. Además, a pesar del dolor en su rostro, no podía dejar de admirar la elegancia y fineza del Lobo. –Señora... Mi nombre es Hugo Hundswut. ¿Me permite que la llame Ángela? O, si prefiere, le diré Marú. Le pido disculpas por mis subalternos. Que usted pertenezca a un movimiento no autorizado no es razón para que no la respeten como señora, embarazada y... hermosa mujer. –Señor... les dije todo. –siseó con su boca herida. –Estoy seguro que sí. –el Lobo aparentó desasosiego– ¿La ultrajaron? ¿No se habrán atrevido a abusar de usted? –No, señor. –ese hombre le inspiraba confianza– Pero me pegaban para que dijese quien es el Inca y el Tero. En ese momento entraba el doctor, y Hugo se retiró con galantería dejándolos solos. Ella le miró con admiración. Dijo al oficial que quería ver a la detenida. Cuando los dos esbirros trajeron Ángela, tenía las mejillas hinchadas y el labio inferior partido. Los brazos y piernas habían sido azotados con los cintos de los interrogadores. Despeinada, llorosa y con su enorme abdomen, aún mantenía su belleza y atractivo erótico. –¿Qué hicieron? –exclamó Lobo– ¿No vieron que es una señora embarazada? ¿No saben tratar a una mujer decente? Y aparentando una furia de caballero ofendido, llamó al oficial y le ordenó mientras los señalaba con desprecio: –Les da a estos inconscientes un mes de prisión. A ver si así aprenden que no todo el mundo es igual. Y enseguida envía al médico para que atienda a la señora. Ángela no salía del asombro. Los torturadores la habían estado amenazándola diciendo que su jefe la haría hablar de una manera u otra. Y ahí estaba el famoso y tétrico Lobo ayudándole a sentar y tratándole con amabilidad. Diap 46 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 47. –El ingeniero Blas Bardomera. –cortó Hundswut– A él lo sacrificaron igual que a Paul Picaterra, alias el Toto, y a usted. Y, por favor, no me diga más señor. Llámeme Hugo o si prefiere más: Lobo. Me gusta. ¿Quién es el Inca, Marú? Ella cada vez se asombraba más. Ese hombre sabía todo. –No lo sé. De verdad, no lo sé. –comenzó a sollozar– No lo vi nunca. Siempre me hablaba desde la oscuridad. Y el Tero es la primera vez que lo oigo nombrar. ¿Quién es? –Si usted no lo sabe... menos lo puedo saber yo. – dijo con hipocresía– Ángela, ya ha pasado mucho. Debe estar cansada. Le daremos una celda junto a la enfermería. Sólo el doctor y yo la visitaremos. No puedo hacer más por usted. Recuerde: es una detenida. Y la ley es la ley. –Gracias, señor Hugo. Pero yo nunca maté ni robé. Sólo creí que esa gente era distinta y... todo es igual. –En eso tiene razón. Hasta mañana. El oficial la llevará. :::::: Ángela jamás se había sentido tan bien atendida. El médico la curó con esmero, efectuándole una revisión general, en especial del embarazo. El galeno salió, y Hugo volvió a sentarse frente a ella. –Ángela... esté tranquila, no tiene nada serio y la criatura está bien. ¿Qué me decía antes?... –el Lobo simuló buscar en su memoria, y continuó– Ah, sí. Que querían saber quienes son los cobardes que se ocultan tras esos apodos. ¿Usted llegó a conocerlos, Marú? Al sentirse llamar Marú volvió a la realidad. Ella era una subversiva. Recordó las palabras del Inca. Había oído gritar a otros prisioneros con la picana eléctrica o luego del zumbido del taladro dental. Además, los del Mito habían desconfiado de ella y la usaron, no les debía fidelidad. –Señor. El Inca era mi líder luego que murió el Ruso.. Diap 47 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 48. Llamó nuevamente al oficial, preguntándole: –¿Qué se sabe del marido de Marú? –Ha estado molestando por todas las comisarías. Parecía de los mansos, pero está haciendo mucho revuelo. –Mañana lo detienen y lo traen para aquí. Que un milico se vaya a vivir a esa casa. Algún amigo boludo que tengas. –Pero él ni sabe que su mujer era del Mito. Es un pobre estúpido enamorado de su mujer, y un hombre de trabajo. –Trabajo nos va dar si el ruido llega afuera. Denle el tratamiento adecuado. Cuando lo soltemos será otro más a quien nadie le hará caso. Buenas noches. Apagó la luz, yéndose. Otro día cumplido con eficiencia. En tanto, en el Barrio Sur, un hombre volvía exhausto y desesperado de recorrer las dependencias policiales en busca de su esposa... pero nadie sabía nada. El día siguiente era detenido por la policía política. Se quedó mirándola con una placidez que nadie podía pensar la crueldad y cinismo de ese ser, y le murmuró: –¿Quién es el padre? ¿León o Cruz? Marú ya no se asombró que supiese la intimidad de sus relaciones. Y dijo, como confesándose a un sacerdote: –No lo sé. Mi vida es un dilema. Quiero creer que León me amó... Y sé que Cruz siempre me amará. –León la quiso de verdad, se lo aseguro. Era íntegro. El oficial entró y se la llevó. Mientras iba hacia su celda, Ángela pensaba que todos decían lo mismo: Era íntegro. La vida le había brindado dos hombres buenos, pero por desgracia, en medio de la inmundicia de los demás. Y el Lobo no parecía tan malo como se decía. Entre tanto, en su despacho, el Lobo sonrió. Era una tonta utilizada, ya inservible. Sólo la criatura la mantenía viva. Ya había logrado que confiara en él. Era hermosa. Le hubiera gustado conocerla antes. Diap 48 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 49. Luego se dirigió a la celda de Marú. Entró y le acarició el cabello. Ella le respondió con un adolorido ruego: –Lobo... no le hagan daño a la criatura. A mí déjenme presa lo que quieran, pero a ella no. Que salga de aquí. –Quédate tranquila. Estará bien cuidada. Las dos saldrán de aquí. ¿Para qué retenerte? Tenemos lo que queríamos. –Nunca te mentí. Siempre te dije toda la verdad. Y a mí todo el mundo me mintió. La culpa fue mía... por creer. Ángela tomó fuertemente la mano del Lobo. Los ojos de él brillaban... ¿de emoción o de burla? Sólo él lo sabría. A mediodía había nacido una hermosa niña. Como Ángela estaba anestesiada, no la conoció. En la tarde encontraron a Ángela muerta en la cama. Se había desangrado. Era el 29 de febrero de 1976. :::::: Unas semanas después. Ocho de la mañana. Suena el teléfono directo en la austera oficina del Toro. Éste escucha la fría voz del Lobo: –General... comenzó. Habrá que hacer cesárea. –Excelente. Avísame lo que es. ¿Qué harás con Marú? –Es común que haya un derrame. Habrá que plantarla, aunque ninguno de los que hemos plantado ha brotado. –No. Es preferible lo otro. El polvo no tiene huellas. Ya sabes con quien hablar. Hundswut colgó con una sonrisa despectiva. Sí, él era el Lobo. Pero había animales peores. Sin embargo, como al águila y el cóndor, o el león y el tigre, por estar en la cima de los depredadores los creían nobles y se les respetaba. Fue hasta la salita improvisada para la cirugía. Habló con el médico, un infeliz que debía obedecerle por una debilidad que lo tendría esclavizado de por vida. Diap 49 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 50. –Ésa es su versión. La nuestra es otra. La gente dice cosas raras. –su voz era burlona– Hasta confiesa mentiras. –Es inútil que me niegue. –dijo Remo, humillado– Pero, esto es sucio y peligroso, los que mandan pueden cambiar. –Señor Ributino... Dedíquese a lo suyo. En eso es muy bueno. Los que mandan sólo cambian de nombre. Iremos temprano. Dejaremos el material calcinado junto a los otros. Sé que mezclado da buenos ladrillos cerámicos. Buenas tardes, señor Ributino. Saludos a la señora Mary. Remo se controló. Debía obedecer. El sabía levantar industrias, hacer marchar empresas. El lobo tenía razón: El gobierno siempre estaba en manos de los mismos. Solo cambiaban los colores: blancos, rojos, verdes, grises. Y ahora sabía quien dirigía la empresa: su vieja secretaria, una activista e informante del movimiento de derecha. :::::: Primero de marzo. Una y media de la tarde. Otro teléfono directo suena. Remo Ributino lo levanta y oye una voz cínica y determinante que le dice con falsa educación: –Señor Ributino. Buenas tardes. Soy el Lobo. Tenemos un material para calcinar. Remo comenzó a sudar frío. Era tal la rabia que ni podía contestar. Y el Lobo continuó: –El trabajo lo haremos con mi personal el próximo lunes. Es carnaval. Que no apaguen el horno, por favor. Y no se preocupe, el vigilante es de los nuestros. –Lobo. No me gusta que se haga eso. Es una porquería. –Señor Ributino. ¿Usted sabe que pasaría si saliese a la luz que usted ha estado financiando al Mito? Aparte del escándalo, yo tendría que detenerlo... Y muchos de mis agentes son obreros que usted despidió. La pasaría mal. –No los financiaba, sólo pagaba para que me dejasen trabajar. Y casi todos los industriales lo hemos hecho. Diap 50 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 51. Cada fuerza representa una de las patas del taburete. El pueblo es la parte de arriba... la que aguanta el calor de la pava y donde se clavan las cuatro patas. :::::: Ha pasado el tiempo. Dino Degager, con menos pelos, continúa postulándose para cargos públicos y cambiando secretarias. Grau Goldman dejó un hijo frente al banco y se fue a la tierra de sus orígenes a orar en el Muro de los Lamentos. Hugo Hundswut se retiró y tiene una empresa de vigilancia y seguridad. Cada tanto la policía lo consulta. Saúl Senkrebe es un médico millonario y vive en ese famoso balneario junto a los integrantes del Jetset. Mary se jubiló y, con otras cosas, pasa una vejez holgada. Vive cerca de una tienda de la gran cadena El Inca. Pasaron algunos años. Un buen día, los que estaban en el gobierno de facto consultaron al pueblo si querían que ellos siguiesen en el poder. Logicamente, la gente dijo no. Y, como ésa es una nación particular, los uniformados aceptaron el veredicto. Lo que confirma una frase muy conocida: Un país utópico lleno de gente irreal. Volvió la democracia. Volvió la demagogia. Volvieron los que habían huido. Volvieron los torturados vivos. Los muertos no volvieron. Los verdugos fueron olvidados. Es que los torturados muertos ni votan ni compran... y los verdugos vivos, sí. Los jerarcas del poder tienen otros apodos, pero siguen representando las mismas fuerzas: La política, la armada, la adinerada, la mística. En ese país se usa un pequeño taburete donde se apoya la pava caliente mientras se toma el mate con laxitud y se ve pasar el tiempo. Diap 51 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA UN FINAL El tamboril me llama…
  • 52. Pero el loco Cruz dice que su mujer se llamaba Ángela... y que era muy hermosa... y que vivió en el Barrio Sur... Otras veces dice que un día se la llevaron... y que nunca volvió... y que tuvo una hija de él... Hay veces que se pone a llorar... y dice que aún después de muerta, la porquería pasa por Ángela. Cosas de loco. :::::: Por la vereda vienen unos rubios sonando los tamboriles. En el boliche de la esquina se oye un tango de Discépolo. En el Solís la Compañía de Óperas interpreta La Boheme. En la calle Carlos Gardel una hermosa niña va al almacén. Es que el Barrio Sur... es así. ...oo0oo… Enero 2000 . A los pocos años de volver al viejo sistema se hizo una plaza en el Barrio Sur. La hizo el padre de Blas Bardomera. Remo Ributino regaló los ladrillos cerámicos para la parte central de la plaza, donde figura el mapa del país. Son ladrillos grises, muy duros. Cuesta romperlos. La plaza la inauguró una niña bellísima, la hija de Nero. Éste tiene un alto cargo en las fuerzas armadas. Debajo la plaza cruza el tubo maestro de aguas negras de la capital, el cual tiene en la costa una elegante chimenea que el pueblo bautizó Monumento a la Materia que lleva. Hay un chiflado que el 28 de cada mes lleva una flor y la deposita sobre un ladrillo del mapa. Si el año es bisiesto, en febrero la coloca el 29. Le dicen el loco Cruz. De Ángela, o de Marú, nunca se pudo saber nada. O será que como nació y murió un 29 de febrero, y ese día no existe legalmente... ella nunca existió. Diap 52 ÁNGELA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR ÁNGELA
  • 53. Cuando Luzbella cumplió cuatro años, su padre compró una casa en Belveder y se mudaron para allí. Estaba en una parte alta del terreno, con gran jardín y fondo lleno árboles, era de dos pisos y arriba poseía un mirador con ventanales. Luzbella creció siendo la niña mimada de sus hermanos, madre y padre. Y cuanto más crecía más aumentaba en hermosura y gracia, agregando simpatía y elegancia. Entró a la escuela. Fue siempre la elegida para recitar en los homenajes y entregar los obsequios en las fiestas. Y la naturaleza siguió siendo generosa con ella: Poseía facilidad para todas las materias, fuesen ciencias, artísticas, gimnásticas o manualidades. Sus compañeras no le tenían envidia sino la rodeaban como una abeja reina. Y ella creyó natural que el mundo la admirase y estuviese para disfrutarlo y darle sus gustos. Leandro Lunato y Raquel Rendibu ya tenían tres hijos grandes cuando nació Luzbella. Fue consecuencia de una reconciliación de sus padres quienes, llevaban años separados aunque viviesen en la misma casa. Don Leandro era muy dado a aventuras extramaritales y eso había causado la desunión. Logicamente, a los pocos meses del embarazo se separaron por igual motivo. El día que nació, la niña causó conmoción en la familia y en todo el vecindario de Sayago. Jamás se había visto una criatura tan hermosa y encantadora. Y la llamaron Luzbella. El viejo no sólo era hábil para sus conquistas femeninas, también lo fue en los negocios. Adquirió una pequeña zapatería en sociedad y a los pocos años fue un conocido comercio del cual era único dueño. Además tenía parte en varias agencias de lotería y quiniela . Diap 53 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR 02 LUZBELLA UNA NIÑA LINDA Se paraban para mirarla…
  • 54. Hasta llegó a ir al Prado con algún muchacho cuando faltaba el profesor a clase. Pero, todos sus amoríos duraban poco. Ella siempre los terminaba. Era una época de caballerosidad, nadie contaba nada. Sin embargo había rumores contradictorios, unos decían que era demasiado apasionada e insaciable, otros que muy seria, formal y cuidaba ferozmente su virginidad. Sus amigas comentaban que el amor de Luzbella era un secreto. En cuarto año, poco a poco, sus compañeras se alejaron de ella y nadie comprendía el motivo. Luzbella comenzó a salir con Boby Baisaterra, el joven más apuesto del liceo, que llevaba el apellido de grandes terratenientes. Le preguntaron si era el soñado, ella sonría y movía la cabeza sin negar ni afirmar. Al ingresar a Preparatorios para Química le quedaban pocas amigas íntimas, su romance con Boby se mantenía... y los rumores se habían apaciguado :::::: Luzbella a los nueve años tuvo la primer sensación sexual, a los once comenzó a desarrollarse como mujer, y entró al liceo Bauzá teniendo apenas trece años. Era tan bella y elegante que fue la atracción para todos sus compañeros, profesores, y los pasajeros del tranvía. Rubia, de cabello fuerte y ondulado, ojos claros, alta, bien formada, caminaba con garbo, sonrisa agradable, voz dulce, educada, alegre, con un rostro hermoso, perfecto. En pocos días mostró su capacidad intelectual y, hasta finalizar el liceo, estuvo entre los cinco mejores alumnos. La concurrencia de los compañeros era total cuando ella hacía gimnasia. Verla con su uniforme de falda corta jugando voleibol constituía un espectáculo inolvidable. Enamorados le sobraban y, al igual que en la escuela, poseía una corte de compañeras que iban felices a su lado. Tuvo algunos flirteos. Diap 54 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR LUZBELLA
  • 55. Graciel tuvo un momento de lucidez y, avergonzada, se cubrió apresuradamente saliendo a la carrera para su casa. Eso nunca volvió a repetirse, manteniéndose una firme y sana amistad entre las primas. Nada ata tanto como un secreto del cual no se quiere hablar. Es difícil no repetir de lo que ha gustado. Y la reina tenía cerca muchas abejas dóciles... y hasta algún estúpido zángano al cual no se permitía realizar su función. Porque Luzbella era insaciable para provocar placer en la otra persona y apasionada en disfrutar de sus caricias, pero también ferozmente defensora de sus propia virginidad. Tenía quince años y estaba en tercero del liceo cuando su madre descubrió la debilidad de la hija que parecía ideal. Y la vieja tomó una decisión muy de aquel entonces: Se horrorizó, lloró, dijo que eso no era posible, y la llevó a hablar con el párroco... ¡como secreto de confesión! :::::: En su infancia, Luzbella acostumbraba hacer los deberes de la escuela en el mirador de su casa, junto con su prima Graciel quien era de su misma edad y vivía cerca. Las dos tenían nueve años y desde hacía unas semanas comentaban entre ellas los cambios en sus cuerpos. En esa época era mal visto que los mayores hablasen de sexo con los niños, y peor con las niñas. Se aprendía a través de la curiosidad... con los consiguientes peligros. Las dos niñas, acicateadas por la emoción de adentrarse en cosas prohibidas, fueron avanzando de los comentarios a mostrarse los incipientes senos y el naciente vello púbico. De pronto, sin saber como habían llegado hasta eso, se encontraron acariciándose mutuamente y gozando en ello. Luzbella era la más desesperada y convirtió a su prima en instrumento de placer tanto para dar como para recibirlo, notando que disfrutaba aún más cuando lo producía.. Diap 55 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR LUZBELLA
  • 56. Luzbella cambió. Comenzó su idilio con Boby, su corte se redujo a dos o tres amigas, volvió a frecuentar la amistad de su prima y hasta salían juntas con sus pretendientes. Graciel no seguía estudiando y se había ennoviado con Renato Rupenera, un delgado y romántico muchacho que había ido al liceo Bauzá y estudiaba ingeniería. El padre Ubaldo también cambió. Se enclaustró en su celda, dejó la dirección espiritual de señoritas católicas y, cuando no estaba en sus charlas con Luzbella, se le veía a menudo cerca del altar arrodillado en un reclinatorio. Dejó el sacerdocio. Se marchó para la frontera. Años después se supo que se había casado y que al poco tiempo la esposa se divorció de él. Luego, ese hombre se perdió por los lejanos pueblos del norte. Sólo Dios, Ubaldo y Luzbella, sabrían todo lo que pasó, se dijo y se sintió en ese cuarto del colegio parroquial. :::::: El párroco era el viejo padre Irineo, tranquilo, gordo, cansado de oír los mismos pecados, que esperaba volver a su Galicia a pasar sus últimos años disfrutando de buenos mariscos y vinos antes de entregar allí su alma al creador. Escuchó con cara de santo apesadumbrado y pensó que ya no tenía edad para algo así, que era mejor darlo a un cura de almas con más fuerzas para volver al redil a esa oveja descarriada. Por tanto, indicó que el guía idóneo era el padre Ubaldo, un sacerdote de treinta y cinco años, director espiritual de la asociación de señoritas católicas de la parroquia. Los sacerdotes hacen voto de obediencia y castidad. El pobre Ubaldo obedeció sin problemas. Pero cuando vio a Luzbella le temblaron los más íntimos votos de castidad. Sin embargo, aparentemente, las charlas en aquel cuarto cerrado del colegio parroquial dieron resultados. Diap 56 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR LUZBELLA
  • 57. Pero Luzbella necesitaba seres a quien dominar, no que se diesen mansamente. Despreció a la pobre Isabel y, con la excusa de su noviazgo, dio fin a todo tipo de relación. Isabel pasó a un oscuro rincón de la clase, a perder los exámenes. Y se cambió para Preparatorio Nocturno para no tener que cruzarse con Luzbella. Pero, no la olvidaba. Una noche volvía de sus estudios. Había perdido otro examen. Siguió hasta la parada antes del puente. Bajó. El tranvía se alejó. Ella fue hasta el centro del puente. Se colgó del cuello el atado de libros amarrados con la tira de cuero. Y se lanzó al agua. Un vagabundo la vio saltar. El fangoso fondo del arroyo la tragó. Nunca la hallaron. Un año después, Luzbella entraba a Facultad. Hicieron una fiesta en la casa y se comprometió con el anodino Boby. Y ambos sabían que ella seguía siendo virgen. :::::: El ingreso a Preparatorios cortó la relación de Luzbella con sus amigas del liceo. Allí encontró otra compañera, Isabel, quien vivía en La Teja y cerca del arroyo Pantanoso. Coincidieron en viajes, clases, bibliotecas. Y, terminaron por estudiar juntas en el mirador de la casa de Belveder. Los hermanos de Luzbella se habían casado e ido, el padre vivía en un apartamento, y la madre se escondió tras la creencia que su hija había sufrido una locura juvenil. Luzbella, con dieciocho años, era una mujer desarrollada, con belleza, elegancia y simpatía excepcional. Eso, unido a su dominante personalidad y facilidad para los estudios, la hacía resaltar entre las demás personas. Isabel era una mansa muchacha, poco agraciada, tímida, que ganaba cada examen tras un esforzado empeño y el sacrificio económico de sus humildes padres. Un ser dominable. En poco tiempo Isabel idolatró a Luzbella... y llegó a amarla con toda su fuerza y su debilidad. Diap 57 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR LUZBELLA
  • 58. Quedaron luego charlando con doña Raquel, madre de Luzbella, de los consabidos chismes de familia.Luzbella miraba a Renato de una forma extraña, como si pensara en cosas lejanas, y de pronto le dijo: –Tengo un problema de estadística que no sé si lo hice bien. Tú eres bueno en eso. ¿Podrías revisármelo? –Encantado... ¿Tienes algún libro de tablas? –respondió. –Sí. En el mirador, junto al cuaderno... Ven, allí estaremos tranquilos. Te lo voy a quitar por un rato, prima querida. A Graciel le corrió un escalofrío, pero sonrió socialmente mirando a su esposo y se quedó charlando con su tía. No había graves problema en el análisis de estadísticas. El problema más grande era de Renato, estar junto a Luzbella y no sentir despertar dentro sí los instintos naturales de un hombre hubiera sido anormal. Si bien ya no era un romántico, él mantenía sus ideales. :::::: Luzbella ya estaba en tercer año de Facultad y era una de las mejores estudiantes. De su vida privada sólo se sabía que su novio Boby se recibía ese año de contador. En cuanto a Graciel se había casado con Renato y éste trabajaba en la Jabonera Saponi, dando un examen cada tanto y avanzando normal, o sea lento, en su carrera. El dueño de la jabonera tenía el hábito de contratar como pasantes los alumnos más notorios de las facultades, con lo cual obtenía futuros buenos profesionales en la empresa y el contratado se sentía satisfecho por notar que valía. Sabiendo que Renato estaba emparentado con Luzbella, y la excelente estudiante que era ella, el gerente le pidió que le hablase para venir a trabajar a medio tiempo. Esa noche Renato se dirigió a la casa de Belveder acompañado por Graciel, quien estaba embarazada. Como era lógico, la propuesta fue aceptada. Diap 58 LUZBELLA CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR CUENTOS QUE NO SE DEBIERON CONTAR LUZBELLA