3. Consiste esta tercera sección en un conjunto de trece libros,
que se caracterizan por su diversidad temática y formal. Seis
de ellos son de índole histórica y
narrativa: Rut, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester;
otros seis son
poéticos: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los
Cantares y Lamentaciones; y uno, Daniel, es de evidente
concepción profética y apocalíptica.
5. Mediante la comunicación de sus conocimientos, de su experiencia y de su fe en Dios, los
sabios de Israel se proponen que sus discípulos, a los que ellos suelen llamar hijos (cf. Pr
1.8), aprendan la importancia de desarrollar determinados aspectos prácticos de la vida.
Entre estos aspectos pueden citarse el autodominio personal, especialmente al hablar
(Job 15.5; Pr 12.18; 13.3), la dedicación al trabajo (cf. Job 1.10; Pr 12.24; 19.24; Ec 2.22) y
el ejercicio de la humildad, que no es debilidad de carácter, sino antítesis de la arrogancia
y del exceso de confianza en sí mismo (Job 26.12; Pr 15.33; 22.4). También los sabios
valoran altamente la amistad sincera (Job 22.21; Pr 17.17; 18.24), al paso que condenan
la mentira y el falso testimonio (Job 34.6; Pr 14.25; 19.5). Exhortan además a preservar la
fidelidad conyugal (Pr 5.15–20), a actuar generosamente con los necesitados (Job 29.12;
31.16; Pr 17.5; 19.17; Ec 5.8) y a practicar la justicia (cf. Pr 10.2; 21.3, 15,21).
Característico de la literatura sapiencial es el tema de la justicia retributiva. Conforme a
ella, Dios recompensa al recto de conducta y castiga al malvado (cf. Job 34.11, 33; Pr
11.31; 13.13), de quienes son respectivamente figura el sabio y el necio. De modo similar,
los discípulos que sigan los consejos de su maestro serán premiados con el don de la vida,
en tanto que la necedad de otros (no ya la intelectual, sino la de una conducta ética
vituperable) les acarreará la muerte.
6. Importantes son también, sobre todo
en Job y Eclesiastés, las aportaciones de
los sabios al problema siempre actual del
sufrimiento humano (Job 11; 22.23–30;
36.7–14; Pr 2; Ec 3.16–18; cf. Ro 11.33; 1
Co 2.6–16) y de la inevitabilidad de la
muerte (Job 33.9–30; 33.16–18; Pr 18.21;
24.11–12; Ec 8.8).