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VENDAS, LIENZOS Y SUDARIOS EN EL SEPULCRO VACÍO
Fernando Renau Faubell
fernandorenau@gmail.com
Varias generaciones de católicos de lengua castellana nos acostumbramos a
escuchar en la misa del Domingo de Resurrección el relato del evangelio de Juan,
capítulo 20, versículos 3 y siguientes, en el que Pedro y el otro discípulo llegan
corriendo al sepulcro y ven “las vendas en el suelo y el sudario con que le habían
cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte”.
Esta traducción, usada durante años en la liturgia, hizo que nos imagináramos a un
Jesús con el cuerpo vendado al modo de las momias egipcias. Estas vendas tiradas en
el suelo no encajaban con las características del lienzo que se conserva en Turín y que
todos conocen como la Sábana Santa. La traducción a la que nos habían acostumbrado
nos abocaba al siguiente dilema: si el relato de Juan es correcto, la Sábana Santa no
podía ser auténtica; y si la Sábana Santa es auténtica, entonces el Evangelio estaba
equivocado.
El año 2010 la Conferencia Episcopal Española presentó una nueva traducción
al español de la Biblia, la cual se utiliza ya como texto de la Sagrada Escritura que se
proclama en la liturgia. Ha cambiado el relato de las telas halladas en el sepulcro. Este
es el texto de los versículos del 4 al 7 del capítulo 20 de Juan:
“Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó
y llegó el primero al sepulcro; e inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio los lienzos
tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino
enrollados en un sitio aparte”.
Ya no se habla de “vendas en el suelo”, sino de “lienzos tendidos”.
¿Qué ha sucedido? Pues que el texto anterior era una mala traducción del
griego. La traducción actual es la que se ajusta al original griego.
La palabra griega que utiliza Juan para referirse a la tela que cubría el cuerpo de
Jesús, y que se repite tres veces en este fragmento del capítulo 20, es ὀθόνιον, que
significa “lienzo”. Juan utiliza esa misma palabra en 19,40, cuando dice que, tras la
muerte en la cruz, “tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con lienzos (ὀθονίοις)”.
Y también la utiliza Lucas en 24,12, cuando cuenta que Pedro fue corriendo al sepulcro
y allí “agachándose ve los lienzos (ὀθόνια)”.
Cuando Juan se refiere a “vendas” usa otra palabra griega, κειρία. Así sucede
en Juan 11,44, donde, refiriéndose a la resurrección de Lázaro, se dice: “y salió el
difunto, atado de pies y manos con vendas (κειρίαις)”. Obsérvese, por ciento, que no
se dice que Lázaro estuviera todo él vendado como las momias egipcias, sino que
únicamente tenía vendas que le ataban los pies y las manos.
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Así pues, la palabra ὀθόνιον, empleada tres veces en Juan 20, ha de traducirse
por lienzo, término que es aplicable desde luego a la Sábana Santa de Turín.
Para referirse a la sábana o lienzo con la que se envolvió el cuerpo de Jesús el
evangelista Marcos usa la palabra griega σινδών, que también significa lienzo o
sábana. Así sucede en Marcos 15, 46: “Y habiendo comprado una sábana (σινδονα),
descolgándolo lo depositó en la sábana (σινδονι)”. La misma palaba se usa cuando se
habla del joven que en el huerto de Getsemaní tenía “una sábana (σινδόνι) sobre el
cuerpo” y que luego “soltando la sábana (σινδόνα), desnudo, se escapó”. Y también
usan esta palabra Mateo y Lucas para referirse a la sábana o lienzo que se usó en la
sepultura de Jesús: Mateo 27,59 y Lucas 23,53. Las palabras griegas σινδών y ὀθόνιον
significan por lo tanto lo mismo: lienzo o sábana.
En la traducción que hasta hace poco se nos ofrecía en la liturgia se decía que
esta tela (mal llamada “venda”) estaba “en el suelo”. Este detalle era poco relevante y
no se comprendía porqué el evangelista insistía dos veces en ello. Todo cambia con la
nueva traducción, en la que se dice que los lienzos estaban “tendidos”.
La palabra griega que antes se traducía por “en el suelo” y que ahora se traduce
por “tendidos” es κεῖμαι. Su significado es “estar tendido, echado”.
Ahora se comprende por qué el autor del texto insiste tanto en el detalle de
cómo había quedado la sábana que cubrió el cuerpo de Jesús. Al entrar en el sepulcro
los testigos se sorprendieron enormemente porque el cuerpo había desaparecido,
pero en cambio la sábana que lo había envuelto estaba “tendida”. Con la palabra
griega κεῖμαι se nos está diciendo que la sábana que había envuelto el cadáver
permanecía tendida en la misma posición en la que había sido colocada, pero caída
sobre sí misma, como si el cuerpo se hubiera volatilizado. De ahí la importancia del
detalle. Por eso en Juan 20, 8 se dice que el testigo “vio y creyó”. La posición “tendida”
de la sábana era en sí mismo un signo de la resurrección de Jesús: excluía la hipótesis
del robo.
En el episodio de Juan 20, 3-10 también se hace mención a otra tela presente
en el sepulcro vacío. En Juan 20,7 se dice que vieron igualmente “el sudario con que le
habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollados en un sitio aparte”.
También aquí se da gran importancia al detalle de la colocación: enrollados y en un
sitio aparte de donde estaba el lienzo.
La palabra griega que se traduce por sudario es σουδαριον, que significa
“sudario, paño o pañuelo para el sudor”. Se trataba de una tela de un tamaño
intermedio entre nuestros pañuelos y nuestras toallas de mano, que formaba parte del
atuendo habitual de los hombres en tiempos de Jesús, y que servía sobre todo, aunque
no exclusivamente, para secarse el sudor.
En Juan 11,44, en el relato de la resurrección de Lázaro, se usa esta palabra
cuando se dice que “su rostro estaba envuelto en un sudario (σουδαρίῳ)”. En Lucas
19,20 la palabra σουδαριον se usa en la parábola de los talentos, que ahora se la llama
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de las “minas”. El tercero de los siervos le devuelve al amo el talento (o mina) recibido
diciendo “ahí tienes tu mina, la tenía guardada en un pañuelo (σουδαρίῳ)”. Y
finalmente esta palabra se usa también en Hechos 19,11 en la mención que se hace a
los milagros que realizaba Pablo “tomando los pañuelos (σουδάρια) o delantales que
llevaba encima”
En Juan 20,7 se da también mucha importancia a la posición concreta en la que
hallaba el sudario. No estaba tendido como la sábana, sino que, por el contrario,
estaba alejado o en un sitio aparte (χωρὶς) respecto de ella, y envuelto o enrollado
(ἐντετυλιγμένον).
Esta información de Juan 20.7 sobre el sudario usado para cubrir la cabeza de
Jesús y sobre cómo fue encontrado en el sepulcro vacío encaja a la perfección con lo
que sabemos del Santo Sudario de Oviedo, gracias a los estudios forenses y médico-
legales a los que se ha sometido. Estos estudios han reconstruido, a partir de las
manchas de sangre y los pliegues, cómo fue utilizado el sudario tras la muerte de
Jesús. El sudario estaba en posición plegada cuando le fue retirado de la cabeza de
Jesús, inmediatamente antes de ser envuelto con la sábana. Por eso el sudario fue
dejado envuelto en lugar aparte de la sábana usada para envolver el cuerpo de Jesús.
A partir de ahora, cuando en la misa del Domingo de Resurrección escuchemos
el Evangelio correspondiente a Juan 20, 3-11, podremos apreciar todos los detalles
sobre cómo encontraron los primeros testigos la Sábana Santa que se usó para
envolver el cuerpo de Jesús, así como el Santo Sudario con el que, al bajarlo de la cruz,
se cubrió su rostro. La sábana que había envuelto el cadáver permanecía tendida en la
misma posición en la que había sido colocada, pero caída sobre sí misma, como si el
cuerpo se hubiera volatilizado. Fue por eso por lo que los dos apóstoles vieron y
creyeron. Nosotros, ahora, gracias a la correcta traducción realizada del texto griego,
podremos admirarnos también con ellos y, de la admiración, recorrer el camino hacia
la afirmación razonada y confiada de la resurrección de Cristo.