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LA EXISTENCIA AUTÉNTICA
IGNACE LEPP
CARLOS LOHLÉ
ESE EXTRAÑO SER QUE SE LLAMA HOMBRE
Capítulo I
(EXTRACTOS)
¿Sabemos qué es el hombre, es decir qué somos? Es por cierto una
pregunta digna de apasionarnos, porque, ¿de qué valen todos nuestros
conocimientos del mundo exterior si ignoramos los que somos nosotros
mismos?
Aristóteles, menos sediento de absoluto que Sócrates y Diógenes, no fue a
buscar al hombre tan lejos; como buen naturalista que era, señaló sobre
todas sus semejanzas con el mundo animal. “Animal racional” le pareció
el calificativo suficientemente exacto para designarlo. El hombre es ante
todo animal, y la razón aparece como una especie de accidente más o
menos fortuito.
El hombre es extremadamente complejo, ha podido ser estudiado,
sucesiva o simultáneamente, por biólogos y sociólogos, psicoanalistas e
historiadores, han aportado algo para la ciencia total del hombre. Más, no
han descifrado el enigma o misterio total de la “realidad humana”.
Nuestro temperamento y nuestro carácter, la forma particular que
revisten nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad, no dejan de tener
relación con el clima y las estructuras del país en que nacimos y hemos
vivido largamente.
El hombre es el rey y señor de la creación (mundo) porque forma parte de
ella al mismo tiempo que la trasciende.
Por pequeña e insignificante que sea en sí misma, la realidad humana es
infinitamente grande dentro del impulso que le ha dado el ser.
Maurice Blondel: “ esta superioridad no es de orden Biológico. En este
respecto no existe ninguna diferencia infranqueable entre los reinos
vegetal, animal y humano.
Es difícil sostener que el hombre se presenta, biológicamente, como la
cúspide de la evolución de la vida. En más de un aspecto se revela como
un ser en proceso de degeneración, como el fruto de un decaimiento del
impulso vital: es pequeño de cuerpo, débil, poco resistente; pone casi
veinte años en alcanzar la madurez, mientras que para la mayoría de los
animales superiores, dos son suficientes.
El hombre no es el rey y señor de la tierra sino en cuanto no es reducible
al orden bilógico, en cuanto hay en él una realidad diferente y superior de
vida. A esta realidad nueva, que constituye su rasgo distintivo, le
llamamos espíritu. Inclusive debemos decir que el hombre es tal porque
es espíritu.
Maurice Bolondel: “Los seres no encuentran justificación y explicación
sino a la luz de la función que ejercen respecto de los que le son
superiores”.
Para conocer al hombre debemos descubrir sus relaciones con los
animales, con las plantas, con el orden cósmico todo lo que se sirve o al
cual sirve. Pero para saber lo que realmente es en sí mismo, es preciso
considerarlo en sus relaciones con lo que es superior a él.
El hombre real y concreto es, por todo su ser, un ser social.
El hombre aislado no existe.
El hombre sólo es con los otros y por los otros, así como los otros son
para él.
El hombre es un ser en situación.
Capítulo VI
OPRIMIDO POR LA ANGUSTIA
(Extractos)
La angustia existencial no debe confundirse con la angustia o la ansiedad
patológica que pertenece al dominio de los psiquiatras.
La angustia existencial se origina en la fundamental ambigüedad de la
realidad humana , en el hecho de que ésta está- por- ser- su – ser, de que
no somos jamás completamente lo que somos.
La angustia es el deseo de aquello que se teme. La angustia aparece en el
hombre solicitado en sentidos opuestos por la atracción y el horror al
acto que nos produce culpa.
Si a veces nos ocurre que estamos angustiados por un suceso o acto
pasado, no es el pasado mismo el que despierta angustia, sino el hecho de
que lo consideramos por el aspecto de sus futuras consecuencias. La
angustia nace de la posibilidad de un acto futuro o de las consecuencias
que son de temer o de esperar de un acto pasado.
La angustia de culpabilidad hace desear al hombre la recuperación de su
estado primero de inocencia.
La angustia nace, no solamente de la atracción y el horror del acto
corrupto, sino de toda elección existencial que se impone al hombre.
La angustia pertenece a las más profundas estructuras de nuestro yo
dinámico y constituye uno de los factores esenciales en la realización de
nuestra vocación de seres comprometidos en el tiempo.
La angustia sólo es posible en un ser ambiguo. El hombre es una
sorprendente mezcla de tiempo y eternidad, de infinito y finito, de
libertad y de necesidad, mezcla simbolizada tradicionalmente por las
palabras “alma” y “cuerpo”, o “espíritu y “carne”.
Algunos pretenden vivir únicamente según las solidas e indiscutibles
leyes de la carne. La cultivan y la adoran, están atentos a sus menores
voces, no se niegan a ninguno de sus caprichos.
La supresión de la angustia sólo podría dar un hombre empobrecido,
deshumanizado. La aniquilación de la angustia acarrearía la aniquilación
de la persona.
La vida en sociedad representa una nueva ambigüedad del ser humano y,
por lo mismo, una nueva fuente de angustia existencial.
La acción no debe desarrollarse en lo imaginario, sino en lo concreto.
Capítulo IV
LIBERTAD BIEN AMADA
El hombre tendría que ser, por lo menos en cierta medida, el amo de su
ser y de su acción, que tuviese la facultad de elegir su fin y el camino que a
éste conduce. Ningún ser natural de nuestro universo posee tal poder de
autodirección.
Si el hombre posee el poder de obrar sobre las causas que lo determinan,
es porque hay en ellos un vigoroso instinto de libertad.
La libertad no es solamente la principal característica del hombre, sino
que se identifica con su ser mismo.
La libertad- dice Sartre- no es una cualidad añadida o una propiedad de
mi naturaleza; ella es la tela de mi ser.
Para la escuela de Sartre el hombre es absolutamente libre, dueño único y
sin restricciones de su destino y de su posición en el universo, libre de
darse a sí mismo y al universo el sentido que quiera. Pero no es libre en
todo, salvo de no ser libre: “Estoy condenado a ser libre”.
La libertad es en el hombre poder creador, y todo acto creador le
proporciona una prueba exterior de su libertad y de la libertad de los
demás.
El ser desprovisto de libertad no podría tener ninguna acción intencional,
sólo sería un distribuidor automático de actos: su palabra no sería más
expresiva que la del loro, ni su trabajo más creador que los movimientos
mecánicos de una máquina.
La libertad ess en el hombre poder creador, y todo acto creador le
proporciona una prueba exterior de su libertad y de la libertad de los
demás.
La libertad es una de las principales cualidades del espíritu.
El hombre está llamado a llegar a ser libre, su libertad es una conquista
sobre la naturaleza; es la libertad misma la que realiza al hombre.
La libertad de pensar, para quienes están desprovistos de educación , no
es más que un señuelo; a penas podrá pensar de otra manera que el diario
(periódico) que lee o el el ambiente en que vive.
(Educación, según el Diccionario de la Lengua Española, significa: 2.
Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes 3.
Instrucción por medio de la acción docente 4. Cortesía, urbanidad. Física.
Conjunto de disciplinas y ejercicios encaminados a lograr el desarrollo y
perfección corporales).
Se trata entonces de conquistar, no solamente la la libertad personal
sobre las fuerzas del determinismo que se hallan en nosotros, sino
además la libertad social.
El libre albedrío es el poder que tiene la persona de elegir entre dos cosas
o dos actos igualmente posibles.
La libertad- poder y necesidad de iniciativa- no podría hallar satisfacción
durante mucho tiempo dentro de ningún cuadro demasiado rígido; tarde
o temprano lo romperá.
El espíritu no está presente únicamente en la inteligencia y la voluntad
del hombre, sino también en su sensibilidad y sus pasiones.
La libertad es la característica principal de la realidad humana porque el
hombre está llamado a realizarse a sí mismo, porque está- por- ser- lo-
que- es. Su pérdida entraña para aquélla una verdadera decadencia
metafísica.
OPRIMIDO POR LA ANGUSTIA
Capítulo VI
Las angustia existencial no debe confundirse con la angustia o la ansiedad
patológica que pertenece al dominio de los psiquiatras.
La angustia existencial se origina en la fundamental ambigüedad de la
realidad humana, en el hecho de que está- por- ser- su- ser, de que no
somos jamás completamente lo que somos.
La angustia es el deseo de aquello que se teme.
Si a veces nos ocurre que estamos angustiados por un suceso o acto
pasado, no es el pasado mismo el que despierta angustia, sino el hecho de
que lo consideramos por el aspecto de futuras consecuencias. La angustia
nace de la posibilidad de un acto futuro o de las consecuencias que son de
temer o de esperar de un acto pasado.
La angustia nace de toda elección existencial que se impone el hombre.
La angustia pertenece a las más profundas estructuras de nuestro yo
dinámico y constituye uno de los factores esenciales en la realización de
nuestra vocación de seres comprometidos en el tiempo.
El hombre es una sorprendente mezcla de tiempo y eternidad, de infinito
y finito, de libertad y de necesidad, mezcla simbolizada tradicionalmente
por las palabras “alma” y “cuerpo”, “espíritu “ y “carne”, o “mente” y
“cuerpo”. La angustia sólo es posible en un ser ambiguo.
(Vivir para el cuerpo olvidando que tenemos alma (mente), o vivir para la
mente (alma) olvidando que tenemos cuerpo; ambas, representan una
situación imposible para el ser humano).
La supresión de la angustia acarrearía la aniquilación de la persona.
No procure la persona destruir su angustia, pero sí confíele la misión de
rehacer la unidad quebrantada por un “acto”.
Haga lo que hiciere, la persona humana, ser-en-el-mundo, no puede
desentenderse de las luchas, combates, sufrimientos y aspiraciones en el
mundo, que es y sigue siendo suyo. El mundo le invade por todos los
poros de su ser y no podría escapar de la angustia de los demás.
La vida en sociedad representa una nueva ambigüedad del ser humano y,
por lo mismo, una nueva fuente de angustia existencial.
La acción no debe desarrollarse en lo imaginario, sino en lo concreto.
LA COMUNIÓN DE LAS EXISTENCIAS
DESCUBRIMIENTO DEL YO EN SOLEDAD
Capítulo I
Para que el ser humano pueda captarse como único, tener conciencia de
su realidad como persona, elevarse a una existencia auténtica, hay que
pasar por la prueba de la soledad y romper momentáneamente los lazos
que unen a la sociedad y al mundo. No habrá existencia auténtica para
quien no haya atravesado la angustia, y la angustia existencial nace de la
toma de conciencia, de la experiencia de la soledad.
Kierkegaard: “Nada hay tan terrible ni tan grande como el existir en
cuanto individuo , como el vivir bajo el control de sí mismo, solo en el
mundo entero”
El descubrimiento del Yo exige necesariamente una separación del
mundo.
Negar a la persona los beneficios de la soledad y ahogarlo en la masa
anónima es el crimen imperdonable de algunas formas de colectivismo”.
Schopenhauer invita a los humanos a conquistar la propia soledad en una
lucha feroz contra el instinto de sociabilidad que todos experimentamos
en nosotros.
Nietzsche ha exaltado el valor de la soledad, que es para él el valor
supremo, aquel cuya presencia es indispensable para la vida de todos los
demás valores…en ninguna parte se siente uno solo como en medio de la
multitud.
Sólo en sí mismo, en la soledad, podía Nietzsche satisfacer su necesidad
de ser un dios, de autoadmirarse sin reservas.
La persona solitaria se opone absolutamente al humanista porque en
modo alguno porque busca el bienestar de la humanidad ya que su acción
sólo se propone como fin a sí misma.
Nietzsche sabía cuánto terror encierra la soledad total, mas la encontraba
preferible a toda comunicación con los demás. En la soledad, dice, el
solitario se roe el corazón: “En la multitud, es ésta quien lo roe a él”.
La soledad es sólo el camino que ha de conducir a la comunicación con los
demás.
La soledad es indispensable para que el hombre pueda realizar la
autenticidad de su existencia, siempre y cuando no se convierta en
absoluta, la cual, según Bergson, “carece de sentido”.
La soledad adquiere un carácter trágico porque la persona humana,
cortadas las relaciones existenciales con los demás, aspira con todas sus
fuerzas vitales al restablecimiento de estas relaciones. Y porque entre
todas las realidades humanas el sufrimiento es lo que más nos cuesta
compartir con los demás, por eso ante él experimentamos nuestro estado
de soledad con intensidad mayor que ante otro acto interior cualquiera.
La soledad total y prolongada le es a la persona insoportable.
Si el solitario sabe sacar provecho de esta experiencia para comunicarse
con los demás, la soledad se le convertirá en fuente de enriquecimiento
grande; de lo contrario lo llevará por el camino recto de la neurosis y a la
locura.
Consejo Zaratustra de Nietzsche: “Huye, amigo mío, huye a tu soledad. Te
veo atacado por las moscas ponzoñosas: huye a la altura donde sopla el
viento áspero y fuerte”.
La experiencia demuestra que la idolatría propia puede, a lo más,
procurar al hombre una exaltación por corto tiempo. Tras las pocas
delicias que encuentra en el orgullo, la avaricia y el egoísmo, el hastío se
convierte en la herencia inevitable de quien prolonga la conversión
consigo mismo.
Los dos elementos constitutivos del sentimiento de soledad son la
incomprensión y el sufrimiento. Porque se siente incomprendido por los
demás, el hombre puede encontrarse terriblemente solo en medio de la
multitud, aun hallándose rodeado del éxito y la admiración; y se puede
encontrar todavía más solo en el seno de la familia, aun siendo ésta una
familia muy unida.
No es raro, en efecto, que se deba a nuestro propio narcisismo, al culto
excesivo de nuestro yo, el que los demás se alejen de nosotros y se nos
tornen incomprensibles.
La soledad entraña siempre el sufrimiento. Arrinconado en su
aislamiento, el solitario se siente extraño a todo y a todos.
Heidegger concibe la realidad humana como solitaria por naturaleza. Si la
soledad se transforma en solipsismo ( forma radical de subjetivismo
según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio YO), la
existencia humana se asemejará al propio infierno.
La soledad ha revelado a la persona su Yo, pero le enseña además, en la
experiencia decepcionante del narcisismo, que el Yo no tiene vida ni
crecimiento si permanece solo.
Para escapar del estado de angustia y abandono que engendra la soledad,
la persona ansía restablecer la comunicación con los demás seres. Más no
rara vez su afán precipitado lo arroja en brazos de seres con los que sólo
es posible una comunicación superficial y efímera.
Todas las riquezas internas de su ser descubiertas en soledad ni son
comprendidas ni apreciadas por el Otro. Cuando tal ocurre, se siente más
solo que nunca e inclinado a inferir que la soledad es irremediable y que
nadie ni nada lo podrán liberar de ella.
Para que el ser humano se convierta en existente auténtico, es necesario
que rompa su solidaridad natural con el todo cósmico y social., y acepte
pasar por la experiencia de la soledad. Pero es evidente también que para
que la soledad no conduzca a la esterilidad moral y espiritual, al
narcisismo egoísta y desecante (seco), no se la debe aguantar
pasivamente ni hacer de ella un lugar de detención y reposo.
La persona ha de saber servirse de la soledad, considerarla como una
etapa en el devenir personal, etapa que habrá de conducirlo nuevamente
a los otros, no para restaurar las comunicaciones superficiales de antes
sino para lograr la comunicación profunda y auténtica de lo que ha hecho
capaz la soledad.
Si la persona rompe los lazos que la unían a los Otros y se retira al
desierto ( que este sea desierto físico, geográfico o solamente moral, poco
importa), los hace porque sus relaciones con los otros sólo eran
superficiales, pertenecían al dominio de las apariencias; y lo hace también
porque el hombre no se había conquistado suficientemente así mismo
como para aportar algo esencial a los demás.
El ser humano moderno se siente desgraciado y abandonado en la
soledad porque nadie le ha enseñado a desearla, porque su género de vida
le ha infundido un verdadero miedo frente a la soledad. No la ha elegido
para conocerse mejor; se la ha impuesto desde fuerael mecanismo
implacable de la vida moderna.
Es necesario que la interioridad, el Yo, tenga raíces verdaderamente
profundas en el corazón del Ser para que su voz se deje oír a pesar de
todo lo que se hace para ahogarla.
240992554 la-existencia-autentica

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  • 1. LA EXISTENCIA AUTÉNTICA IGNACE LEPP CARLOS LOHLÉ ESE EXTRAÑO SER QUE SE LLAMA HOMBRE Capítulo I (EXTRACTOS) ¿Sabemos qué es el hombre, es decir qué somos? Es por cierto una pregunta digna de apasionarnos, porque, ¿de qué valen todos nuestros conocimientos del mundo exterior si ignoramos los que somos nosotros mismos? Aristóteles, menos sediento de absoluto que Sócrates y Diógenes, no fue a buscar al hombre tan lejos; como buen naturalista que era, señaló sobre todas sus semejanzas con el mundo animal. “Animal racional” le pareció el calificativo suficientemente exacto para designarlo. El hombre es ante todo animal, y la razón aparece como una especie de accidente más o menos fortuito. El hombre es extremadamente complejo, ha podido ser estudiado, sucesiva o simultáneamente, por biólogos y sociólogos, psicoanalistas e historiadores, han aportado algo para la ciencia total del hombre. Más, no han descifrado el enigma o misterio total de la “realidad humana”. Nuestro temperamento y nuestro carácter, la forma particular que revisten nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad, no dejan de tener relación con el clima y las estructuras del país en que nacimos y hemos vivido largamente. El hombre es el rey y señor de la creación (mundo) porque forma parte de ella al mismo tiempo que la trasciende. Por pequeña e insignificante que sea en sí misma, la realidad humana es infinitamente grande dentro del impulso que le ha dado el ser.
  • 2. Maurice Blondel: “ esta superioridad no es de orden Biológico. En este respecto no existe ninguna diferencia infranqueable entre los reinos vegetal, animal y humano. Es difícil sostener que el hombre se presenta, biológicamente, como la cúspide de la evolución de la vida. En más de un aspecto se revela como un ser en proceso de degeneración, como el fruto de un decaimiento del impulso vital: es pequeño de cuerpo, débil, poco resistente; pone casi veinte años en alcanzar la madurez, mientras que para la mayoría de los animales superiores, dos son suficientes. El hombre no es el rey y señor de la tierra sino en cuanto no es reducible al orden bilógico, en cuanto hay en él una realidad diferente y superior de vida. A esta realidad nueva, que constituye su rasgo distintivo, le llamamos espíritu. Inclusive debemos decir que el hombre es tal porque es espíritu. Maurice Bolondel: “Los seres no encuentran justificación y explicación sino a la luz de la función que ejercen respecto de los que le son superiores”. Para conocer al hombre debemos descubrir sus relaciones con los animales, con las plantas, con el orden cósmico todo lo que se sirve o al cual sirve. Pero para saber lo que realmente es en sí mismo, es preciso considerarlo en sus relaciones con lo que es superior a él. El hombre real y concreto es, por todo su ser, un ser social. El hombre aislado no existe. El hombre sólo es con los otros y por los otros, así como los otros son para él. El hombre es un ser en situación.
  • 3. Capítulo VI OPRIMIDO POR LA ANGUSTIA (Extractos) La angustia existencial no debe confundirse con la angustia o la ansiedad patológica que pertenece al dominio de los psiquiatras. La angustia existencial se origina en la fundamental ambigüedad de la realidad humana , en el hecho de que ésta está- por- ser- su – ser, de que no somos jamás completamente lo que somos. La angustia es el deseo de aquello que se teme. La angustia aparece en el hombre solicitado en sentidos opuestos por la atracción y el horror al acto que nos produce culpa. Si a veces nos ocurre que estamos angustiados por un suceso o acto pasado, no es el pasado mismo el que despierta angustia, sino el hecho de que lo consideramos por el aspecto de sus futuras consecuencias. La angustia nace de la posibilidad de un acto futuro o de las consecuencias que son de temer o de esperar de un acto pasado. La angustia de culpabilidad hace desear al hombre la recuperación de su estado primero de inocencia. La angustia nace, no solamente de la atracción y el horror del acto corrupto, sino de toda elección existencial que se impone al hombre. La angustia pertenece a las más profundas estructuras de nuestro yo dinámico y constituye uno de los factores esenciales en la realización de nuestra vocación de seres comprometidos en el tiempo. La angustia sólo es posible en un ser ambiguo. El hombre es una sorprendente mezcla de tiempo y eternidad, de infinito y finito, de libertad y de necesidad, mezcla simbolizada tradicionalmente por las palabras “alma” y “cuerpo”, o “espíritu y “carne”.
  • 4. Algunos pretenden vivir únicamente según las solidas e indiscutibles leyes de la carne. La cultivan y la adoran, están atentos a sus menores voces, no se niegan a ninguno de sus caprichos. La supresión de la angustia sólo podría dar un hombre empobrecido, deshumanizado. La aniquilación de la angustia acarrearía la aniquilación de la persona. La vida en sociedad representa una nueva ambigüedad del ser humano y, por lo mismo, una nueva fuente de angustia existencial. La acción no debe desarrollarse en lo imaginario, sino en lo concreto. Capítulo IV LIBERTAD BIEN AMADA El hombre tendría que ser, por lo menos en cierta medida, el amo de su ser y de su acción, que tuviese la facultad de elegir su fin y el camino que a éste conduce. Ningún ser natural de nuestro universo posee tal poder de autodirección. Si el hombre posee el poder de obrar sobre las causas que lo determinan, es porque hay en ellos un vigoroso instinto de libertad. La libertad no es solamente la principal característica del hombre, sino que se identifica con su ser mismo. La libertad- dice Sartre- no es una cualidad añadida o una propiedad de mi naturaleza; ella es la tela de mi ser. Para la escuela de Sartre el hombre es absolutamente libre, dueño único y sin restricciones de su destino y de su posición en el universo, libre de darse a sí mismo y al universo el sentido que quiera. Pero no es libre en todo, salvo de no ser libre: “Estoy condenado a ser libre”.
  • 5. La libertad es en el hombre poder creador, y todo acto creador le proporciona una prueba exterior de su libertad y de la libertad de los demás. El ser desprovisto de libertad no podría tener ninguna acción intencional, sólo sería un distribuidor automático de actos: su palabra no sería más expresiva que la del loro, ni su trabajo más creador que los movimientos mecánicos de una máquina. La libertad ess en el hombre poder creador, y todo acto creador le proporciona una prueba exterior de su libertad y de la libertad de los demás. La libertad es una de las principales cualidades del espíritu. El hombre está llamado a llegar a ser libre, su libertad es una conquista sobre la naturaleza; es la libertad misma la que realiza al hombre. La libertad de pensar, para quienes están desprovistos de educación , no es más que un señuelo; a penas podrá pensar de otra manera que el diario (periódico) que lee o el el ambiente en que vive. (Educación, según el Diccionario de la Lengua Española, significa: 2. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes 3. Instrucción por medio de la acción docente 4. Cortesía, urbanidad. Física. Conjunto de disciplinas y ejercicios encaminados a lograr el desarrollo y perfección corporales). Se trata entonces de conquistar, no solamente la la libertad personal sobre las fuerzas del determinismo que se hallan en nosotros, sino además la libertad social. El libre albedrío es el poder que tiene la persona de elegir entre dos cosas o dos actos igualmente posibles. La libertad- poder y necesidad de iniciativa- no podría hallar satisfacción durante mucho tiempo dentro de ningún cuadro demasiado rígido; tarde o temprano lo romperá.
  • 6. El espíritu no está presente únicamente en la inteligencia y la voluntad del hombre, sino también en su sensibilidad y sus pasiones. La libertad es la característica principal de la realidad humana porque el hombre está llamado a realizarse a sí mismo, porque está- por- ser- lo- que- es. Su pérdida entraña para aquélla una verdadera decadencia metafísica. OPRIMIDO POR LA ANGUSTIA Capítulo VI Las angustia existencial no debe confundirse con la angustia o la ansiedad patológica que pertenece al dominio de los psiquiatras. La angustia existencial se origina en la fundamental ambigüedad de la realidad humana, en el hecho de que está- por- ser- su- ser, de que no somos jamás completamente lo que somos. La angustia es el deseo de aquello que se teme. Si a veces nos ocurre que estamos angustiados por un suceso o acto pasado, no es el pasado mismo el que despierta angustia, sino el hecho de que lo consideramos por el aspecto de futuras consecuencias. La angustia nace de la posibilidad de un acto futuro o de las consecuencias que son de temer o de esperar de un acto pasado. La angustia nace de toda elección existencial que se impone el hombre. La angustia pertenece a las más profundas estructuras de nuestro yo dinámico y constituye uno de los factores esenciales en la realización de nuestra vocación de seres comprometidos en el tiempo. El hombre es una sorprendente mezcla de tiempo y eternidad, de infinito y finito, de libertad y de necesidad, mezcla simbolizada tradicionalmente por las palabras “alma” y “cuerpo”, “espíritu “ y “carne”, o “mente” y “cuerpo”. La angustia sólo es posible en un ser ambiguo.
  • 7. (Vivir para el cuerpo olvidando que tenemos alma (mente), o vivir para la mente (alma) olvidando que tenemos cuerpo; ambas, representan una situación imposible para el ser humano). La supresión de la angustia acarrearía la aniquilación de la persona. No procure la persona destruir su angustia, pero sí confíele la misión de rehacer la unidad quebrantada por un “acto”. Haga lo que hiciere, la persona humana, ser-en-el-mundo, no puede desentenderse de las luchas, combates, sufrimientos y aspiraciones en el mundo, que es y sigue siendo suyo. El mundo le invade por todos los poros de su ser y no podría escapar de la angustia de los demás. La vida en sociedad representa una nueva ambigüedad del ser humano y, por lo mismo, una nueva fuente de angustia existencial. La acción no debe desarrollarse en lo imaginario, sino en lo concreto. LA COMUNIÓN DE LAS EXISTENCIAS DESCUBRIMIENTO DEL YO EN SOLEDAD Capítulo I Para que el ser humano pueda captarse como único, tener conciencia de su realidad como persona, elevarse a una existencia auténtica, hay que pasar por la prueba de la soledad y romper momentáneamente los lazos que unen a la sociedad y al mundo. No habrá existencia auténtica para quien no haya atravesado la angustia, y la angustia existencial nace de la toma de conciencia, de la experiencia de la soledad. Kierkegaard: “Nada hay tan terrible ni tan grande como el existir en cuanto individuo , como el vivir bajo el control de sí mismo, solo en el mundo entero”
  • 8. El descubrimiento del Yo exige necesariamente una separación del mundo. Negar a la persona los beneficios de la soledad y ahogarlo en la masa anónima es el crimen imperdonable de algunas formas de colectivismo”. Schopenhauer invita a los humanos a conquistar la propia soledad en una lucha feroz contra el instinto de sociabilidad que todos experimentamos en nosotros. Nietzsche ha exaltado el valor de la soledad, que es para él el valor supremo, aquel cuya presencia es indispensable para la vida de todos los demás valores…en ninguna parte se siente uno solo como en medio de la multitud. Sólo en sí mismo, en la soledad, podía Nietzsche satisfacer su necesidad de ser un dios, de autoadmirarse sin reservas. La persona solitaria se opone absolutamente al humanista porque en modo alguno porque busca el bienestar de la humanidad ya que su acción sólo se propone como fin a sí misma. Nietzsche sabía cuánto terror encierra la soledad total, mas la encontraba preferible a toda comunicación con los demás. En la soledad, dice, el solitario se roe el corazón: “En la multitud, es ésta quien lo roe a él”. La soledad es sólo el camino que ha de conducir a la comunicación con los demás. La soledad es indispensable para que el hombre pueda realizar la autenticidad de su existencia, siempre y cuando no se convierta en absoluta, la cual, según Bergson, “carece de sentido”. La soledad adquiere un carácter trágico porque la persona humana, cortadas las relaciones existenciales con los demás, aspira con todas sus fuerzas vitales al restablecimiento de estas relaciones. Y porque entre todas las realidades humanas el sufrimiento es lo que más nos cuesta compartir con los demás, por eso ante él experimentamos nuestro estado de soledad con intensidad mayor que ante otro acto interior cualquiera.
  • 9. La soledad total y prolongada le es a la persona insoportable. Si el solitario sabe sacar provecho de esta experiencia para comunicarse con los demás, la soledad se le convertirá en fuente de enriquecimiento grande; de lo contrario lo llevará por el camino recto de la neurosis y a la locura. Consejo Zaratustra de Nietzsche: “Huye, amigo mío, huye a tu soledad. Te veo atacado por las moscas ponzoñosas: huye a la altura donde sopla el viento áspero y fuerte”. La experiencia demuestra que la idolatría propia puede, a lo más, procurar al hombre una exaltación por corto tiempo. Tras las pocas delicias que encuentra en el orgullo, la avaricia y el egoísmo, el hastío se convierte en la herencia inevitable de quien prolonga la conversión consigo mismo. Los dos elementos constitutivos del sentimiento de soledad son la incomprensión y el sufrimiento. Porque se siente incomprendido por los demás, el hombre puede encontrarse terriblemente solo en medio de la multitud, aun hallándose rodeado del éxito y la admiración; y se puede encontrar todavía más solo en el seno de la familia, aun siendo ésta una familia muy unida. No es raro, en efecto, que se deba a nuestro propio narcisismo, al culto excesivo de nuestro yo, el que los demás se alejen de nosotros y se nos tornen incomprensibles. La soledad entraña siempre el sufrimiento. Arrinconado en su aislamiento, el solitario se siente extraño a todo y a todos. Heidegger concibe la realidad humana como solitaria por naturaleza. Si la soledad se transforma en solipsismo ( forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio YO), la existencia humana se asemejará al propio infierno. La soledad ha revelado a la persona su Yo, pero le enseña además, en la experiencia decepcionante del narcisismo, que el Yo no tiene vida ni crecimiento si permanece solo.
  • 10. Para escapar del estado de angustia y abandono que engendra la soledad, la persona ansía restablecer la comunicación con los demás seres. Más no rara vez su afán precipitado lo arroja en brazos de seres con los que sólo es posible una comunicación superficial y efímera. Todas las riquezas internas de su ser descubiertas en soledad ni son comprendidas ni apreciadas por el Otro. Cuando tal ocurre, se siente más solo que nunca e inclinado a inferir que la soledad es irremediable y que nadie ni nada lo podrán liberar de ella. Para que el ser humano se convierta en existente auténtico, es necesario que rompa su solidaridad natural con el todo cósmico y social., y acepte pasar por la experiencia de la soledad. Pero es evidente también que para que la soledad no conduzca a la esterilidad moral y espiritual, al narcisismo egoísta y desecante (seco), no se la debe aguantar pasivamente ni hacer de ella un lugar de detención y reposo. La persona ha de saber servirse de la soledad, considerarla como una etapa en el devenir personal, etapa que habrá de conducirlo nuevamente a los otros, no para restaurar las comunicaciones superficiales de antes sino para lograr la comunicación profunda y auténtica de lo que ha hecho capaz la soledad. Si la persona rompe los lazos que la unían a los Otros y se retira al desierto ( que este sea desierto físico, geográfico o solamente moral, poco importa), los hace porque sus relaciones con los otros sólo eran superficiales, pertenecían al dominio de las apariencias; y lo hace también porque el hombre no se había conquistado suficientemente así mismo como para aportar algo esencial a los demás. El ser humano moderno se siente desgraciado y abandonado en la soledad porque nadie le ha enseñado a desearla, porque su género de vida le ha infundido un verdadero miedo frente a la soledad. No la ha elegido para conocerse mejor; se la ha impuesto desde fuerael mecanismo implacable de la vida moderna. Es necesario que la interioridad, el Yo, tenga raíces verdaderamente profundas en el corazón del Ser para que su voz se deje oír a pesar de todo lo que se hace para ahogarla.