1. Guía de Lectio Divina
LA PALABRA DE DIOS
Escuela de interpre tación, ora ción y evangeli zación
Jesús vuelve a Nazareth,
su ciudad natal
Lc 4,16-20
Jesús leyendo las sagradas escrituras Nazareth
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“Jesús vuelve a Nazareth, su ciudad natal” 1
Podemos empezar haciendo una lectura de nuestro texto para descu-brir
como el Señor Jesús no se olvida de su patria, de su tierra, aunque
haya gente que no lo acepta como un profeta. El regresa acompañado
por el amor del Padre, por la fuerza de Dios, por el fuego que quema el
corazón. Galilea era su patria, Nazaret era su pueblo natal, de ahí había
salido y ahora regresa de visita. Los paisanos lo reconocen y hablan mu-cho
de él, se dicen muchas cosas sobre su persona, primero positivas y
después negativas. Reconocen a sus padres, saben el oficio que tenía su
padre, conocían a su madre y a los demás parientes.
En el v. 14 podemos ver claramente la expresión que Jesús volvió en el
poder del Espíritu a Galilea. O sea El venía con la compañía del poder
de Dios, se sabía acompañado por el consolador, como es bueno notar
en el v. 18 cuando expresa: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me
ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos.
También podemos constatar que Jesús como buen judío tomaba parte
normalmente en el culto sabático en la sinagoga del pueblo y compar-tía
la palabra de Dios con sus paisanos (Lc 4,16).
Es tanta la admiración que provoca que se hable solo de él. Todos que-daban
maravillados y lo glorificaban por sus enseñanzas.
Se le entregó el rollo del profeta Isaías, lo leyó y empezó a hablar sobre
la lectura que decía:
El Espíritu del Señor está sobre mí, primera convicción de Jesús y procla-mación
publica de tal seguridad. Sabía y sentía que así era, el Espíritu
de Dios estaba sobre él, se movía en él, lo guiaba, lo animaba y le daba
fuerza para hacer y mostrar su misión. Jesús se sentía ungido, se sentía
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Jesús vuelve a Nazareth,
su ciudad natal
Lc 4,16-20
Lectura
¿Qué dice el texto?
16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró
en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le
dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar
donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a
sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el
año agradable del Señor. 20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se
sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Textos que se recomiendan leer
que hacen referencia al nuestro.
Is 61,1-2 El Espíritu de del Señor Yahveh está sobre mí, porque me un-gió
Yahveh; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los pobres, a
vendar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cauti-vos,
y a los presos la libertad;2 a proclamar el año de gracia de Yahveh,
día de venganza de nuestro Dios; a consolar a todos los que lloran.
También otros pasajes que pudiéramos ver: Mt 13,53-58; Mc 6,1-6; Lc
2,39.51
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apartado por su padre, era el hijo predilecto, era el hijo amado de su
Padre. Con esa unción de poder del cielo podía sentirse enviado por
Dios para dar buenas nuevas a los pobres, para sanar a los enfermos,
para anunciar la libertad a los cautivos, y hasta dar vista a los ciegos,
y la libertad a los oprimidos. Este texto es una actualización de Isaías
61,1-2, en este pasaje podemos comprobar que la actuación del Espí-ritu
Santo domina toda la existencia de Jesús y el no duda en decirlo
públicamente.
Por consiguiente este fortalecimiento y esta animación del Espíritu lo
habilitan para enfrentar al autor de toda maldad y lo mueven a recorrer
todos los campos y ciudades buscando a la gente necesitada (ver 4,1-13
.14-15).
En nuestro texto entendemos que fue un sábado cuando estuvo en la
sinagoga de Nazaret expuso su programa misionero de gracia y libera-ción
para todos los que sufren por sus propias desgracias personales y,
más aún, por las causadas por una sociedad injusta de ese tiempo (ver
4,18-22).
Podemos pesar que también en otras ciudades como en Cafarnaúm to-dos
vieron cómo el anuncio se hacía realidad (ver 4,31-42).
Por lo tanto, se percibe que esta noticia de Jesús tan buena para los
pobres, enfermos, encarcelados y pecadores no fue buena para los
doctores y escribas (Lc 4,18; Is 61,1). Pues a través de la práctica y
de la palabra de Jesús, el pueblo pobre, que vivía marginado como
“ignorante”, “maldito”, “impuro” y “pecador” (Jn 7,49; 9,34), tenía
nuevamente un acercamiento directo a Dios. Jesús liberó la entrada.
La presencia amiga de Dios se volvió nuevamente universal, cercana
para todos, libre de las ataduras que venían aprisionándola desde ha-cía
mucho tiempo.
Meditatio
¿Qué me dice la palabra de Dios?
En estas palabras de Jesús podemos encontrar palabras dignas de aten-ción
para nuestros días, para nuestras vidas, para nuestros ministerios
y para nuestro pueblo.
Si al leer ahora el Evangelio de Lucas decidimos embarcarnos en el
camino de Jesús junto con su Iglesia, notaremos cómo cada página se
vuelve una realidad actual y no una crónica del pasado para nosotros:
“Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor”
(2,11); “Esta Escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy” (4,21); “Hoy ha
llegado la salvación a esta casa” (19,9); “Hoy estarás conmigo en el paraíso”
(23,43).
Este convencimiento de Jesús se traduce en un convencimiento nuestro
que hace que cada uno de nosotros sienta el derecho y la misión de
proclamar a nuestro pueblo entero, por la fuerza del Espíritu y con la
palabra, la nueva evangelización, su estilo de vida y toda su esperanza
que trae a los más necesitados de nuestra comunidad.
Para ayudarnos y ayudar a nuestro pueblo a percibir la presencia de
Dios entre nosotros, hay que tener y hacer una nueva lectura del pa-sado,
como lo hizo Jesús del Antiguo Testamento, y así procurar ver
mejor las cosas que pasan en nuestro entorno.
En nuestras comunidades leemos la Palabra de Dios, y tenemos sufi-ciente
material para reflexionar y meditar y así llegar a formar nuestro
propio camino y programa de vida como lo hizo Jesús en su pueblo. Él
usó un texto de Isaías para presentar su propio programa (Lc 4,18-19 e
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Is 61,1-2), y concluyó: “Hoy se cumple entre ustedes lo que han escu-chado
en este pasaje de la Escritura” (Lc 4,21). Nosotros tenemos no
solamente el Antiguo, sino también todo el Nuevo Testamento donde
Jesús nos habla y nos dice como hacerle.
¿Puedo convivir con los marginados y acogerlos en mi comunidad,
como lo hizo Jesús?
En los tres años de su vida itinerante, Jesús convive, la mayor parte
del tiempo, con los que no tenían lugar dentro de la sociedad y de la
religión de la época. Jesús pasó a ser conocido como “amigo de los pu-blicanos
y pecadores” (Mt 11,19). Acoge a los que no eran acogidos:
los inmorales (prostitutas y pecadores), los herejes (samaritanos y pa-ganos),
los impuros (leprosos y poseídos), los marginados (mujeres,
enfermos y niños), los colaboracionistas (publicanos y soldados), los
débiles (los pobres sin poder). Jesús hablaba a todos y no excluía a na-die,
pero hablaba a partir de los pobres y marginados La llamada que
resulta de esta actitud evangelizadora es clara: No es posible ser amigo
de Jesús mientras continuemos apoyando una forma de ser que mar-gine
a la gente y digamos que creemos en Dios.
¿Estamos convencidos que el testimonio personal deshace la interpre-tación
incorrecta de la palabra de Dios? ¿Cuál es la verdadera inter-pretación?
Los creyentes en Jesús, el nazareno, no podemos olvidarnos de las necesi-dades
del pueblo. Tenemos que continuar la misión de Jesús, estamos lla-mados
a seguir el trabajo de las comunidades verdaderamente cristianas.
¿Me siento en todo momento fortalecido y enfrentó al autor de toda
maldad y por su impulso recorro todos las comunidades, familias, per-sonas
buscando a la gente más necesita de Dios?
En el evangelio entendemos que un domingo en la Iglesia de nuestra
comunidad, de nuestra familia, podríamos exponer nuestras buenas
intenciones, nuestros sentimientos misionero de gracia y liberación
para todos los que sufren por sus propias desgracias personales y, más
aún, por las causadas por nuestras propias injusticias.
También en otras comunidades vecinas pueden ver, pueden visualizar
nuestra misión, pueden escuchar las buenas nuevas, pueden constatar
nuestro testimonio y así estaremos dando un ejemplo de iglesia reno-vada,
y podamos decir como el evangelio: todos vieron cómo el anuncio se
hacía realidad (ver Lc 4,31-42).
Entendamos que si queremos vivir en nuestra familia, en nuestra iglesia
y comunidades el verdadero cristianismo, no debemos de confiar sola-mente
en nosotros, hay que confiar realmente en el Padre de Jesús.
Oración
¿Qué le digo a Dios después de meditar su palabra?
Pidámosle perdón al Señor Jesús por no haber leído con mucha
atención sus palabras que ha dirigido a las comunidades donde nos
encontramos.
Pidámosle a Dios que nos siga contagiando de esa energía divina que
solo el Espíritu del cielo nos puede conceder para continuar una evange-lización
nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones.
Pidámosle a nuestro maestro Jesús que siempre y en todas partes este
presente con nosotros y nos siga enseñando a poder interpretar correc-tamente
el evangelio.
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Supliquémosle a Dios que nos ayude para que nuestro testimonio per-sonal
y comunitario sea garantía, sea una confirmación de que la pala-bra
de dios es veras, es verdadera palabra de vida.
Roguémosle a Dios que nos anime un poco más con su palabra para
que llevemos a cabo una nueva evangelización, “nueva en su ardor y
en todas sus formas”, que nazca de una nueva experiencia de Dios, del
Padre de Jesús, conjuntamente con una nueva lectura del pasado y de
una lectura crítica de la presente realidad.
Se pueden añadir más oraciones espontaneas.
Contemplación-Acción.
¿Qué compromiso podemos hacer ante el evangelio?
Que podemos hacer personalmente para que mis gestos y mis actitudes
sean verdaderamente testimonio de una vida cristiana como la que ex-plicó
Jesús en la sinagoga de Nazaret?
Que podríamos hacer para que no sigamos siendo gente que dice creer
en Jesús pero que también participa en formas
de ser que desdicen mucho nuestra fe?
Que podemos hacer en nuestra vida comuni-taria
para que no solamente se cambie de len-guaje,
o de lugar, sino más bien cambiemos de
actitudes.
Elaborada por: P. Lic. Benito Rivera Ojeda