1. Efrén Martín, gerente de FV y profesor de Deusto Business School
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Nº72 Enero 2013 www.fvmartin.net http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
¿Cuál es el talón de Aquiles de quien
quiera influir en los demás? Buscar el
propio bienestar fingiendo perseguir el de
otros. El engaño de servirles para servirse
de ellos termina en disgusto y el chantaje
emocional se vuelve contra quien lo inició.
Que nos guste gustar es una fuente
inagotable de frustraciones:
Progenitores que no atinan en dar
satisfacción a sus retoños, por querer ser
amigos antes que padres, dejando este
importante papel vacante.
Jefes que no aciertan a corregir
conductas o resultados, preocupados por
preservar el buen clima interno; temiendo
que una llamada de atención destruya el
respeto. Pero el respeto se pierde al
sortear una elemental regla de juego: el
éxito se elogia y el fracaso se reprende.
Desaniman así a los más capaces y los
menos capaces se crecen en sus
demandas sin molestarse en mejorar.
Futbolistas cuyas derrotas justifican
acusando a otros, incluyendo seguidores,
que necesitan de todo menos de gasolina
que alimente el fuego de su desilusión.
Anfitriones tan preocupados por lo que
sus invitados piensen de ellos; que no
logran crear un clima relajado.
Oradores más pendientes de sí, que de
su público. Con sus nervios provocan el
fiasco que temen.
Vendedores lanzados a captar clientes,
mediante promesas y precios que no
podrán cumplir ni mantener, terminando
desacreditados ante los compradores.
¡Cuán mejor sería perder una operación a
perder un cliente y perder un cliente a
perder la imagen!
Políticos que apuntan a la reelección y, en
su temor a perder el cargo, se dedican a
repartir “pan y circo” en un amplio sector
de la sociedad; creándose tan mala
imagen en el resto de la población –por
demagogia y corrupción- que destruyen
la imagen y el futuro que querían forjar.
¡No existe el placer de agradar a otros!,
sólo el temor al rechazo. El bienestar con
uno mismo se alcanza cuando nos
centramos en un fin más sensato:
IInntteerrééssaattee ssiinncceerraammeennttee ppoorr llooss ddeemmááss..
El Mandarín dijo a su Ministro: «Vamos a dividimos las
tareas, tú impartirás todos los castigos y yo todas las
recompensas». Pero el gobernante pronto se dio cuenta de
que cuando pedía algo a sus servidores, unas veces
cumplían sus órdenes y otras no. Sin embargo, al ministro,
le obedecían en el acto. Así pues, decidió intercambiar las
funciones: «A partir de ahora, yo repartiré los
castigos y tú las recompensas».
Sus súbditos quedaron desconcertados: ‘'¿Se ha vuelto loco
el emperador?". Conspirando contra él acordaron: “¿Sabéis
quién sería el más indicado para ocupar su puesto? El
primer ministro, porque se ha vuelto sensato''. Y así fue:
depusieron a uno para coronar al otro. (Ken Blanchard)