Los gobiernos conservadores posteriores a la batalla de Lircay se caracterizaron por crear un sistema político autoritario fundado en el orden y el respeto a la autoridad, con Diego Portales como su principal representante. Fortalecieron el poder presidencial sobre el Congreso y plasmaron este sistema en la Constitución de 1833. Además, tomaron medidas como el apresamiento de opositores y el control de la prensa para asegurar el orden.