2. Nadie puede estar al servicio de
dos amos, porque despreciará a
uno y querrá al otro, o al
contrario, se dedicará al primero
y no hará caso del segundo. No
podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis
agobiados por la vida, pensando
qué vais a comer o beber, ni por
el cuerpo, pensando con qué os
vais a vestir. ¿No vale la vida más
que el alimento, y el cuerpo más
que el vestido? Mirad a los
pájaros: ni siembran, ni siegan, ni
almacenan y, sin embargo,
vuestro Padre celestial los
alimenta. ¿No valéis vosotros
más que ellos?
Mt 6, 24-34
3. En esta lectura tan conocida, Jesús nos está
transmitiendo un mensaje actualísimo, tanto hoy
como hace dos mil años.
Aún las personas que tenemos fe, en el día a día
parecemos olvidarnos de Dios y nos vemos
abrumados por mil preocupaciones.
4. La ansiedad por el futuro, el trabajo, los problemas,
la familia, las obligaciones… En estos tiempos de
crisis todavía más: el miedo, la obsesión por la
seguridad, que nada nos falte, todo esto ocupa
nuestra mente y absorbe nuestras fuerzas.
5. Es natural que nos preocupemos, pero Jesús reitera:
no os agobiéis. Quiere transmitirnos paz,
confianza, serenidad. Y nos habla de las aves y de
los lirios del campo, a quienes Dios sostiene,
alimenta y viste con esplendor.
6. ¿Nos está llamando Jesús a ser despreocupados e
irresponsables? ¿O tal vez sus palabras pecan de una
gran falta de realismo? Para muchos, pueden ser
interpretadas como propias de alguien que no toca de
pies a tierra.
7. ¿No vale la vida más que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido? ¿Quién de vosotros a fuerza
de agobiarse podrá añadir una sola hora al
tiempo de su vida?
La vida, su finitud, nuestros límites y nuestra
fragilidad: esto es lo que nos hace palpar
definitivamente nuestra realidad.
8. Ante esto, ¿qué es el dinero, qué las seguridades, la ropa,
la casa…? Todo son medios para nuestro bienestar,
pero no son los bienes absolutos.
No podéis servir a dos amos, nos avisa Jesús. Y está
metiendo el dedo en la llaga más profunda de nuestra
civilización.
9. Nuestro mundo adora al
dinero. Por dinero se
sacrifican tiempo, esfuerzo,
amistades, ¡hasta la propia
familia! Al dinero le
dedicamos pensamientos y
corazón. Hay quienes llegan
a matar por dinero.
¡Cuántas guerras se dan en
nuestro mundo por el
dinero! En cambio, ¿quién
estará dispuesto a dar su
vida por Dios? ¿Quién lo
sacrificará todo por la vida
de otra persona?
10. Jesús nos llama a relativizar el dinero y los bienes
materiales. Son necesarios, pero no debemos
adorarlos.
Dios es lo primero. Y, con Dios, que es amor, la vida,
la gente, las relaciones humanas. Sepamos poner
orden en nuestra escala de valores.
11. Jesús también nos invita a confiar en Dios. El que lo ha
creado todo, el que nos ha hecho y amado, ¿no va a
cuidar de nosotros? Isaías habla de Dios como una
madre que jamás se olvida de su criatura. Nos desvela el
rostro de un Dios que se conmueve hasta lo más hondo
de sus entrañas, el Dios “padre y madre”, el Dios que es
amor inagotable.
12. Decían los santos de
antaño que la mejor
inversión era acumular
obras de caridad, porque el
rendimiento en el cielo era
altísimo.
Jesús dirá que Dios
devuelve el ciento por el
uno. Y que busquemos
primero el Reino de Dios,
pues lo demás se nos dará
por añadidura.
13. Nuestro fin último en la vida no es la posesión de
bienes materiales. Confiemos. Y trabajemos sin
perder de vista que nuestra meta está en el cielo:
un cielo que es amor y unión con Dios y con los
demás. Ese es el gran tesoro que nos aguarda.