2. Habéis oído que se dijo
Habéis oído que se dijo:
Amarás a tu prójimo y
aborrecerás a tu enemigo.
En cambio, yo os digo:
Amad a vuestros enemigos,
y rezad por los que os
persiguen. Así seréis hijos
de vuestro Padre que está
en el cielo, que hace salir su
sol sobre malos y buenos, y
manda la lluvia a justos e
injustos.
Mt 5, 38-48
3. En la anterior lectura, Jesús nos hablaba de superar el frío
cumplimiento de la ley. Apelaba a la amplitud de nuestro
corazón y a nuestra capacidad de amar y ser generosos.
Hoy, Jesús da un paso más allá. No basta con poner el
corazón en aquello que hacemos, sino en rebasar el
sentimentalismo y los afectos y aspirar a un amor más
grande: un amor a la medida de Dios.
4. Ante las ofensas, Jesús nos llama a estar serenos, a huir
de la venganza y no devolver golpe por golpe: “pon la
otra mejilla”. Esta actitud va más allá de la resignación o
la pasividad. Nos permite romper las espirales de
violencia. Devolver mal con bien es la única forma de
atajar la agresión y las cadenas interminables de
acusaciones, agravios y revanchas.
5. Jesús nos aconseja evitar la
mezquindad y la violencia
solapada bajo el legalismo,
que tantas disputas ocasiona
entre las personas: “a quien
te quiera quitar la túnica,
dale también la capa”.
Cuántos pleitos y rupturas
familiares se dan por las
herencias. Cuántas riñas
entre vecinos o compañeros
de empresa por el dinero,
por conseguir más que el
otro, por reclamar lo que
creemos nos corresponde
por justicia.
6. La mera legalidad no puede
resolver esto. Los juzgados
se ven saturados de casos.
Tal vez un veredicto logre
zanjar la situación, pero
jamás podrá recomponer
las amistades rotas o los
lazos familiares heridos.
Cuánto mejor sería
relativizar los bienes
materiales y no
anteponerlos jamás a las
personas. Cuántos
conflictos evitaríamos.
7. Jesús nos exhorta a ser generosos más allá de lo que se
considera justo: a quien te obligue a caminar una milla,
acompáñale dos. Cuando estamos precisamos de
apoyo, compañía o auxilio, esperamos que alguien sea
solidario con nosotros. ¿Sabremos ponernos en la piel
del que sufre o está necesitado? Pablo dirá que Jesús
convierte el amor en la nueva ley.
8. Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os
persiguen. Amar sólo a los nuestros, a nuestra familia, a
nuestro grupo, a la gente de nuestra misma nacionalidad,
a los que piensan como nosotros, es una pobre medida
del amor. Así se forjan las lealtades de grupo, pero
también los elitismos, el orgullo de clase social o de raza
y, llegando a un extremo, las xenofobias.
9. Jesús nos llama a amar a
quienes nos resultan
lejanos, pero aún más: a
quienes tal vez están muy
cerca de nosotros, pero nos
están causando un daño.
Amar a quien te está
perjudicando, criticando; a
quien busca tu ruina…
Amar y perdonarle. Rezar
por él. Hablar bien de él.
Quizás nos parezca
excesivo. Demasiado
heroico. Imposible para
nuestros pequeños
corazones tan reacios a
ensancharse.
10. Sin embargo, Jesús no nos
pide nada que no podamos
asumir. ¿No seremos
capaces de más?
Los antiguos manuales de
espiritualidad hablaban de
imitar a Dios como ideal de
vida. Y Dios, ¿cómo es? Es
amante y magnánimo con
todos, no discrimina ni un
solo rincón de la tierra:
Hace salir el sol sobre
justos y pecadores…
11. Jesús así lo hizo,
perdonando, en la cruz, a
sus verdugos y a quienes
se burlaban de él en su
agonía.
Muchos santos han
seguido sus pasos,
conociendo momentos de
gozo, de gloria y de cruz,
de dolor y de rechazo,
hasta pasar por la prisión y
la muerte.
12. Dios nos regaló un alma
inmensa. Y todo hijo se
asemeja a su padre.
La fuerza de Cristo nos
alimenta en la eucaristía.
Y el Espíritu Santo está
presente siempre que nos
reunimos en su nombre.
Con tales ayudas, con tal
efusión de amor y fuerza,
¿no vamos a ser capaces?
13. Pidamos ayuda a Dios.
Cuando le pedimos algo bueno no lo dudemos un
instante: nos lo concederá.