1. novela constatamos la presencia de la palabra divina en el verbo humano de Cervantes y en las
pláticas y ocurrencias del genial caballero atípico, usado como "alter ego", o testaferro.
Así, leemos en el discurso que pronuncia don Quijote sobre las armas y las letras, que "...las
primeras buenas nuevas que tuvo el mundo, y tuvieron los hombres, fueron las que dieron los
Ángeles, la noche que fue nuestro día, cuando cantaron a los aires: Gloria sea en las alturas, y
paz en la tierra a los hombres de buena voluntad; y la salutación, que el mejor maestro del cielo
y de la tierra enseñó a sus allegados, y favorecidos, fue decirles que cuando entraran en alguna
casa, dijesen: Paz sea en esta casa. Y otras muchas veces les dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo,
paz sea con vosotros; Bien como joya, y prenda dada, y dejada de tal mano, joya que sin ella en
la tierra, ni en el cielo, puede haber bien alguno"
Este pasaje del "Quijote" (I-XXXVII), más propio de un texto sagrado que de una novela, vibra
del espíritu de Cervantes y nos transporta en estos días navideños al Nacimiento de Cristo en
Belén, permitiéndonos imaginar a don Quijote y su escudero envueltos en la noche mágica,
camino del Portal, para darnos testimonio, también ellos, del Verbo hecho carne. "Palabra de
Dios", decimos en la Misa tras escuchar las sagradas lecturas, como queriendo recalcar que no
hay otra palabra que esté por encima de la de origen divino; pero luego, en saliendo del templo,
nos olvidamos de aquélla y obramos como si jamás la hubiésemos escuchado. Mas he aquí que
Cervantes, que no es precisamente un orate, sino hombre de su tiempo, con su bagaje de
defectos y virtudes, tiene entre estas últimas la de no olvidarse ni un momento del Verbo.
2. De ahí que su gran novela contenga un mensaje ético-religioso de tal calado que la hace
trascender el ámbito natural de las obras humanas, convirtiéndola en obra eterna, como si en su
autor se verificara la promesa de Jesús: "El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva". Don Miguel, que tampoco fue un pacato, viene a declarar, pluma y
corazón en mano, que espera y confía en Dios; pero que al mismo tiempo le teme, con un temor
cristiano -hoy periclitado- que no es miedo sino expresión de un sobrecogimiento cósmico ante
la infinitud del Ser Supremo. "Sperolucem post tenebras", reza el lema del escudo de la portada
del "Quijote", e incontables veces se apela en la novela -¡curiosa novela, en verdad! - a la
misericordia , la voluntad o la gracia de un Dios próvido y clemente.
¡Que gran producción cinematográfica, jamás rodada, sería aquella que alcanzara a contar
fielmente la apasionante historia de ese Manco de Lepanto en quien, como acertara a señalar
Walter Starkie, encontramos a la verdadera España! La idea de Dios constituye un "leitmotiv" en
el "Quijote" y es precisamente esta presencia pertinaz la que confiere a la obra, cual anticipo de
esa luz ansiada, su halo sobrehumano. No precisa Cervantes "bajar a Italia", como Goethe, para
encontrar la luz, porque la descubre en su entusiasmo interior ("enthusía", inspiración divina).
Sorprende, por tanto, que seamos tan remisos en reconocerlo, como si por alguna razón o
prejuicio mundano los cristianos temiésemos que alguien pudiera reírse en nuestras barbas por
buscarle tres pies al gato; o que algún escritor clarividente, pongamos Rabinad, nos tilde de
"demodés" por no haber comprendido, ¡ a estas alturas del siglo XX!, que el componente moral
sobra en toda novela.
¿Es acaso extravagante constatar la evidencia de que el "Quijote" no es tan solo un hecho
estético, como algunos creen, sino que nos brinda de añadidura las claves y los argumentos
mejor traídos para justipreciar toda suerte de conductas y situaciones? "Lo que nos muestra el
"Quijote" -ha observado el autor José Carlos Somoza -"se parece tanto a nuestra propia vida
como la mano izquierda a la derecha". Pero su virtud más sorprendente es esa fuerza misteriosa
que nos transmite para huir de lo mezquino y convencional.
Todo y con esto, no puede dejar de admiramos esta amabilidad del "Quijote" en cualquier
región del mundo, hasta en feudos de otras creencias, considerando la rotundidad sin ambages
de su discurso cristiano. Bien al contrario de su ilustre coetáneo William Shakespeare,
considerado como el menos moral de los escritores ("theleast moral of writers", en juicio de
Philip Krapp) por no haber sentido la necesidad de proclamar lección moral alguna, Cervantes
hace del "Quijote" un manantial inagotable de ideas edificantes.
Expresa don Miguel sus más íntimas creencias cada vez que sus personajes se ven, por ejemplo,
en la necesidad de reforzar un aserto, como cuando pone en boca de ellos las exclamaciones
"por el Dios que crióme. ..", "por el Dios que nos rige. .." y
tantas otras de este tenor .
Su fe en el Ser que todo lo puede está presente, así mismo, en otro centenar de fórmulas
pronunciadas en variedad de circunstancias en las que sus personajes impetran la ayuda divina.
Todo lector atento del "Quijote" habrá de observar que tales expresiones distan de ser meras
3. frases inertes o añadidos léxicos de los que el autor hubiera podido prescindir, pues nos delatan
una clara voluntad de ir destilando grandes conceptos doctrinales a lo largo del texto.
Podríamos aventurar que tales conceptos, al igual que ocurre con la profusión de sentencias y
refranes que el Autor pone en boca de Sancho, forman parte inseparable del guión. como si don
Miguel se hubiera propuesto regalarnos sabiduría por partida doble, para asegurarse de que
todos, creyentes o no, la aprehendiésemos y pudiéramos aprovecharla.
Tan claramente se explica en el "Quijote" la bondad del mensaje de Cristo, y tan universal se
muestra, que aun el lector más agnóstico podría llegar a convenir, con Voltaire, que si Dios no
existiera habría que inventarlo.
Aquel ex alumno de López de Hoyos, que habría de ser soldado y hombre de acción antes que
escritor, debió de ahondar en la idea de Dios a través de las vicisitudes sin cuento que le cupo
vivir, en especial durante su largo cautiverio en los baños de Argel y en otras ocasiones en las
que tuvo que verse privado de la libertad; y, ¿por qué no?, tal vez movido por la pesadumbre de
saberse juzgado en su tiempo, según Santos Oliver, como una de las personas menos
importantes de la nación.
¿Por qué no pensar que su tardía explosión de genio, la que parece surgir milagrosamente en el
"Quijote", fue acaso la justa recompensa de lo Alto -de donde emana el don genial -por la
probidad de sus intenciones cuando aun bullía en su mente el boceto de aquel libro destinado a
ser el mejor obsequio de España a la Humanidad? ¿o quizás el premio por humillarse a declarar
que su "estéril y mal cultivado ingenio" le había privado de componer el libro soñado: uno que
"fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse" ?
Naturalmente que somos los lectores cristianos los más proclives a descubrir componentes de
nuestra propia doctrina en la gran novela, y podrán acusarnos de subjetividad en nuestros
juicios. ¿Cómo no ser subjetivos, si somos sujetos? , apostillaría Unamuno. y como tales sujetos
(la entera tipología humana de nuestro país muéstrase en el "Quijote") creemos firmemente
que aquel alcalaíno que llega a componer ese libro de sus sueños, ha querido condensar en él
todos sus pensamientos de cristiano viejo; y en su afán de transmitírnoslos colmados llega al
punto de no olvidarse siquiera del Maligno en el tintero. No ceja don Miguel de aconsejarnos
que estemos alerta a sus asechanzas, incluso cuando venga de tapujo, o no hieda a piedra
azufre: "Si a ti te parece, que ese demonio, que dices, huele a ámbar, o tu te engañas, o él quiere
engañarte con hacer que no le tengas por demonio", advierte don Quijote a su escudero, casi
iterando la segunda Epístola de Pablo a los Corintios ("Satanás se disfraza de ángel de luz").
Valoramos en la novela que cuando Cervantes-Quijote habla, lo hace siempre con el humanismo
del derviche, con la benevolencia del viejo pecador apaciguado, y la sabiduría de un nuevo
Ulises felizmente arribado a Ítaca.
Mal podría prever don Miguel que gran parte de la sociedad española acabaría pagándole con
mezquindad su apoteósico y universal suceso, desdeñando la lectura de su incomparable obra.
Lejos debió hallarse de intuir, así mismo, hasta qué punto habrían de cebarse en su persona
4. envidiosos sin número, o de sospechar que todo un Lope de Vega, Fénix de los Ingenios para
más agravio, llegaría a ensañarse con él y con su "Quijote" aun antes de publicarse oficialmente
la primera edición de la obra ("no hay poeta tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a
Don Quijote", dejaría escrito en carta autógrafa). Luego aparecería el Quijote apócrifo, de aviesa
y calculada intención, pero que - ¡ ironías del destino ! -serviría en cambio para provocar el
alumbramiento de la auténtica "Segunda Parte del Ingenioso Cavallero Don Quixote de la
Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su Primera
Parte", la cual jamás habría sido compuesta de no mediar el "Avellaneda". y quiso el destino que
aquella Segunda Parte pudiese ver la luz poco antes de que el bueno de don Miguel, puesto ya el
pie en el estribo, se dispusiera a emprender su ultimo y definitivo viaje.
Son estas fechas navideñas las más apropiadas para elevar nuestro agradecido recuerdo a ese
español singular e irrepetible que, amén de depararnos placer, enseñanzas y honra a espuertas,
supo transmitirnos su confortadora idea de lo trascendente.
¡El equipo de WWW.QUIJOTE.TV os desea una FELIZ NAVIDAD a todos ...y Paz!