El Imperio Bizantino se centró en Constantinopla como capital y adoptó el cristianismo ortodoxo y el griego como idioma oficial. La Basílica de Santa Sofía, encargada por el emperador Justiniano I en 537, se convirtió en la iglesia más importante y fue decorada con mosaicos notables como la Deesis del siglo XIII. El arte bizantino estuvo influenciado por las tradiciones helénicas, romanas y orientales.