Jesús le dice a sus discípulos que no necesitan ayunar mientras él esté con ellos, pero que llegará un momento en que será necesario cuando él ya no esté. Explica que el ayuno no es una obligación sino una práctica espiritual voluntaria para acercarse a Dios. También señala que la ley mosaica (los "odres viejos") ya no es suficiente para contener el nuevo mensaje del evangelio (el "vino nuevo") que trae a través de su sacrificio.