Entre 1850 y 1920, se desarrollaron nuevas tecnologías como el carbón, el petróleo y la electricidad que impulsaron la industrialización. Los bancos expandieron el crédito y el sistema financiero para apoyar la inversión industrial y el comercio internacional. Las innovaciones como la producción en serie y los ferrocarriles revolucionaron la manufactura y el transporte de bienes. Las potencias europeas y Japón aprovecharon estos cambios para expandirse imperialmente en busca de recursos, mano de obra y mercados.