La brújula se inventó en China en el siglo IX para ayudar a la navegación, funciona gracias al campo magnético de la Tierra que hace que la aguja siempre apunte al norte magnético. Se perfeccionó reemplazando el agua por un eje y añadiendo la rosa de los vientos, y aunque los europeos inicialmente pensaron que era brujería, ha sido fundamental para los descubrimientos geográficos.