Cañonazos a babor (realato de la batalla de Lepanto)
1. CERTÁMEN LITERARIO - JAVIER BIERA<br />Cañonazos a babor<br />(Relato de la batalla de Lepanto)<br />Fue por el día 5 de septiembre del año 1571, cuando por orden D. Juan de Austria tuvimos que partir hacia el puerto de las Legumeniças.<br />Llegamos allí el día 9 de septiembre y nada más atracar nos comunicaron que iba a tener lugar una reunión en el mismo puerto a las 5 de la tarde.<br />Al empezar la reunión D. Juan de Austria tuvo la palabra y nos comunicó:<br />- En los últimos días hemos tenido numerosos enfrentamientos con el imperio otomano y ha llegado la hora de enfrentarnos completamente a ellos. Hemos hecho alianza con los Estados Pontificios, con la República de Venecia, con la República de Génova, con el ducado de Saboya y con la Orden de Malta para formar la Santa Alianza. Juntos combatiremos al imperio otomano, pues solos es imposible conseguir la victoria. Todos los aquí presentes habéis sido llamados para combatir. <br />Hemos de salir de aquí el día 15 para llegar al Golfo de Tarento el 16 y combatir alrededor de primeros de octubre. Así pues estad preparados para una de las batallas más importante de nuestro país -.<br />Al terminar D. Juan se retiró y posteriormente un oficial nos comunicó todas las condiciones para luchar, las naves que posee la armada y como se esperaba que se desarrollase el combate.<br />Partimos el día 15, tal y como se había previsto, y llegamos el día 16 al Golfo de Tarento al amanecer. Los preparativos fueron rápidos, más de lo que me hubiese imaginado, pero a la vez muy movidos debido a que se debían cargar numerosos barriles de comida y agua y a que los soldados se tuvieron que establecer en el navío donde se le había asignado.<br />Partimos el mismo día al atardecer. Por delante del pelotón de navíos iban 8 galeras exploradoras a unas 8 millas de distancia para avisar de cualquier percance que pudiese suceder.<br />Fue un viaje largo en el que todos los marinos estaban muy nerviosos por la batalla que iba a tener lugar en el Golfo de Lepanto frente a la ciudad de Naupacto. Durante esos días los marineros nos entrenábamos para mejorar nuestra forma física, mientras que los oficiales mejoraban las tácticas para combatir y salir victoriosos. Hasta que un día llegamos al sitio deseado para pasar la noche, establecido unas millas al oeste de donde se esperaba entablar combate. Esa misma noche el capitán de mi barco, Luis de Requensens, uno de los oficiales de la Armada, nos dijo:<br />-Poseemos unas 206 galeras, 11 galeazas y 102 fragatas, en concreto, unas pocas más naves que nuestros contrincantes, pero no se manejan solas, necesitamos la colaboración por parte de todos, un fallo en un solo cabo y todo se echará a perder, hemos de combatir hasta el final.<br />Dicho esto nos fuimos a dormir, esperando lo mejor en la batalla de mañana.<br />A la mañana siguiente todos estábamos preparados para frenar a los turcos en su expansión por el mediterráneo. Nuestra galera se ocupaba de atacar el primer cuerpo de los otomanos, comandado por Mahomet Siroco el gobernador de Alejandría.<br />Ya divisábamos a los otomanos en el horizonte, se podía obserbar que habían sido alertados de nuestra llegada y por ello estaban en posición para el combate. Nos acercábamos a una gran velocidad, el plan era echar el ancla, frenar en seco, en una distancia lo suficientemente grande como para que los cañones tuvieran alcance, y entablar combate. <br />Empezaron los cañonazos, los primeros no tocaron madera, pero poco a poco iban haciendo mella en los cascos de ambos ejércitos. <br />Todos los marineros estaban concentrados en la batalla, un solo error podría llevar a su mismo ejército al fondo del mar. Por eso estaban soldados y oficiales en guardia en todo momento, si alguien mataba a su contrincante en duelo instantáneamente buscaba a otro con quien batirse.<br />Desde mi barco se podía observar los diversos ataques en los diferentes navíos:<br />Barcos españoles iniciando ráfagas de cañonazos sobre algún barco otomano que con suerte daban en el navío y lo hacía trizas. Abordajes a diestro y siniestro. En los asaltos turcos se podía observar como la defensa española estaba en posición para abatirlos, pero debido a la gran cantidad de otomanos el abordaje se convertía en una batalla campal. Los ataques españoles estaban mucho más preparados y por ello conseguían hacer un número mayor de víctimas.<br />Bajo el paisaje desolador de todas esas muertes se podía observar en el horizonte la cuidad de Naupacto, la llamada Lepanto. Mientras en la cuidad reinaba la calma, en pleno mar nadie se puede, ni podía hacer idea de la matanza que estaba teniendo lugar.<br />Se escuchaba cada chasquido del metal con la madera, cada encuentro de los sables en pleno combate, cada mandoble soltado por algún marinero contra otro del bando contrario que conseguía hacer herida, todas y cada una de las palabras usadas para mantener la posición de ataque o defensa.Se estaba librando una de las batallas más sorprendentes de la que muchas generaciones oirían hablar y que ninguna de ellas acertaría en lo espectacular que estaba siendo.<br />A mí me alcanzaron en la rodilla con una metralla de cañón, estaba herido y mi contrincante de duelo no dudaría en cortarme el cuello de un solo mandoble. Tuve suerte pues a mi lado estaba luchando el capitán, que se percató de mi herida por lo que pudo matar al otomano que me amenazaba. Nada más ocurrido esto nos informaban de la retirada de la flota otomana, solo habían quedado unos 30 barcos enemigos.<br />La batalla estaba ganada.<br />Todos gritábamos de júbilo al saber que habíamos acabado con los otomanos y que habíamos impedido su avance por el mediterráneo. Solo quedaba organizarnos para regresar a nuestros hogares y contar a nuestras familias lo sucedido y ocurrido.<br />Ese 7 de octubre de 1571, en el Golfo de Lepanto, vivimos algo inimaginable de lo que todos estábamos orgullosos.<br />FIN<br />