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MARZO - ABRIL DE 1957
Revista Bimestral
Organo oficial del Estado Mayor del Ejército
AÑO L Nº 277 1 9 5 7
SUMARIO
E D I T O R I A L
Pág.
3
5
11
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46
50
73
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95
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119
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129
130
ISLA DE PASCUA Dirección del E. M. E
PARTE OFICIAL
DEL COMBATE DE MEMBRILLAR.. Subsección Historia
ARTICULO NACIONAL
LAUTARO EN ACCION ..... Gral. Indalicio Téllez
LAUTARO Mayor Osvaldo Arratia de la
Jara
DIVULGACIONES SOBRE EL AR-
MA AEREA (Continuación) Mayor Guillermo Gana Molina
DOGMAS MILITARES Gral. (R) Aniceto Muñoz F.
GEOPOLITICA GRAFICADA Mayor Héctor Baeza Palacios.
SINOPSIS HISTORICA Y GEOGRA-
FICA DE JORDANIA Mayor Rafael González
¿PUEDE DENOMINARSE CON PRO-
PIEDAD A CIERTAS UNIDADES
DEL ARMA DE CABALLERIA,
GRUPOS O REGTOS. DE CABA-
LLERIA BLINDADA? Mayor Jorge Rodríguez An-
COOPERACION INFANTERIA TAN- guita
QUES Tte. Crl. Sergio Castillo A. ...
LA DEFENSA TERRESTRE CON-
TRA AEROTRANSPORTADAS ..... Tte. Crl. Rene Sagredo S
LA FUERZA ARMADA Y LA SE-
GURIDAD NACIONAL Gral. Horacio Arce F.
C A N J E
La defensa en el amplio frente.— Cap. Alp. Antonio Saltini. Tra-
ducción del Tte. Crl. Renato Leiva O
El Militar.— Tte. Crl. Oliverio Cahueque
C R O N I C A
Ecos de las festividades del Día del Veterano
Saludos a las Unidades
Homenaje a Gabriela Mistral
M I S C E L A N E A
Iniciativas:
— La Escuela Militar y el 30º Aniversario de Alpatacal
Efemérides del bimestre
Del Ejército de Antaño
132
134
138
ISLA DE PASCUA
UESTROS calendarios recuerdan que el día 6 de abril de 1772,
—un domingo de Resurrección— fué la fecha en que el Almirante
holandés Santiago Roggeveen recaló el mando de su flotilla
velera en el antiguo puerto pascuero de Hanga Roa.
No podemos olvidar el hecho de que el Almirante no pisó la isla,
pero sí tenemos en cuenta de que su lugarteniente el Sgto. de Marina
alemán, Federico Behe Rens, fué quien visitó la isla al mando de su
fuerte destacamento y ejecutó los reconocimientos que su superior le indicó.
Han pasado 235 años y se conmemora en esta fecha un nuevo ani-
versario del descubrimiento de la Isla de Pascua, la que después de una
existencia precaria, nublada constantemente por la piratería, el abuso
y el aislamiento geográfico, como lejana ínsula sin dueño de la Oceanía,
sólo puede sacudir su yugo milenario, a fines del siglo XIX; gracias a
la persistencia del oficial de marina Policarpo Toro y de la visión del
Presidente José Manuel Balmaceda.
Para muchos connacionales, ésta es sólo un punto negro que
mancha la infinita soledad del Océano Pacífico y nada más.
Pero hay una institución que se ha erigido en el ángel guardián
de la Isla y que no ceja desde su anexión al patrimonio nacional, en
sus esfuerzos de aumentar las condiciones morales, intelectuales, físicas y
de todo orden de estos sencillos habitantes de ascendencia polinésica
de Te Pito Te Nua (el ombligo del mundo), y ella es la Armada Na-
cional. Desde hace algunos años, la FACh también colabora en el me-
joramiento de las condiciones de vida de la Isla, y el progreso de la
ciencia y la mecánica la obligará a esfuerzos mayores cuando se haga
efectivo el proyecto de establecer una parada aérea internacional en
Pascua, en la ruta casi mundial: Asia — Oceanía — América — Europa.
N
MEMORIAL DEL EJERCITO
El Ejército, a través de un intento, que por diversas razones no tuvo
continuidad, no tiene en la actualidad representación en el esfuerzo
nacional de incorporar a Pascua en un 100% de la vida nacional.
En cierta oportunidad que el buque escuela "Esmeralda" recaló
en ella, los isleños demostraron gran afecto al representante del Ejér-
cito que en aquella ocasión iba embarcado.
Hubo un pascuense que recitó de memoria una a una las piezas que
componen un fusil ametrallador y añoró muchos detalles de la vida
militar isleña que su alma sencilla no podía olvidar.
La mayoría de los conscriptos que hicieron el servicio militar en
Pascua lucían orgullosos el uniforme del Ejército que se les había obse-
quiado, anteriormente al abandonar la guarnición militar de la isla.
Indudablemente que la población isleña no permite ni justificaría la
existencia permanente de una gran guarnición militar.
Pero, ¿qué hay de una formación de las tres ramas de la Defensa
Nacional bajo un mando —que por lógica sería el naval— y que per-
mitiera adiestrar a los isleños en el Servicio Militar naval, aéreo y te-
rrestre e incluso del Servicio Militar del Trabajo?
¿No habrá necesidad de efectuar construcciones, con motivo del
nuevo aeródromo internacional?
¿No sería el Servicio Militar del Trabajo la herramienta indicada
para que la Armada Nacional, aumentara las construcciones hospita-
larias, mejorase la red caminera, aumentase el bienestar habitacional
isleño y todas aquellas otras mejores que se auspiciase?
Finalmente, el espíritu libre y las costumbres polinésicas que du-
rante siglos se perpetúan en la isla, y que parecen algunas veces flojera
o falta de espíritu de trabajo, podrían ser corregidos por la influencia
educacional del Servicio Militar Obligatorio.
Esta guarnición militar de las tres instituciones sería otro eslabón
de hermanamiento entre las tres Fuerzas Armadas, con las ventajas que
ello por si solo representa.
Esta pequeña sugerencia de la Dirección del "MEMORIAL DEL
EJERCITO", puede concentrarse en: "Un esfuerzo común de la Fuerza
Armada, para que constituida una guarnición única en efectivos de las
tres Instituciones, aune sus esfuerzos en la forma silenciosa pero efec-
tiva con que actualmente lo hace nuestra Marina de Guerra de Chile,
para que Pascua llegue a incorporarse a todas las actividades de la
Nación".
4
DEL COMBATE DEL MEMBRILLAR
HE prometido a V. S. en nombre de esta división un día
de gloria, si los enemigos intentasen atacarnos. Se ha
realizado el ataque y la victoria ha coronado las armas
de la patria.
MEMORIAL DEL EJERCITO
Desde el momento en que avisté el 19 por la tarde el
campamento de V. S. situado en las alturas de Ranquil, apronté
una división de 450 fusileros y 3 piezas de artillería para
marchar sobre la retaguardia del enemigo en el caso de. atacar
a V. S. La noche del citado 19 el general Gaínza, según concep-
túo, hizo una marcha oculta con toda su fuerza, a excepción de
Lantaño, que se mantuvo firme frente del bando (¿vado?), y
no pude descubrirle hasta el mediodía de ayer; observé su
ejército en tres columnas, vivaqueando frente del campamento
de V. S. pero a más de dos leguas de distancia. La variedad de
sus movimientos indicaba lo vacilante de su plan de operaciones
y sus recelos de entrar en acción. A la una noté que las colum-
nas enemigas, que estaban todas montadas, se replegaron con
rapidez sobre el Itata, pasaron este río y el Ñuble, dirigiéndose
al parecer a Cuchacucha. Luego de que observé esta marcha del
enemigo mandé recoger al campamento todos los ganados y
destaqué una partida para sostener en caso necesario la guerri-
lla que los cuidaba; pero con orden expresa de no pasar de la
viña, donde se hallaban. Un inconsiderado arrojo hizo al oficial
comandante de aquélla avanzar hasta una altura o colina in-
mediata al vado, por donde los enemigos estaban pasando;
inmediatamente dirigieron contra ella un grueso de sus tropas,
lo que obligó al oficial a retirarse con precipitación, y hubiera
quedado cortado si una pequeña división no hubiese avanzado
a sostener su retirada, aunque con peligro de empeñar una
acción en un terreno desventajoso; tales suelen ser los funestos
resultados de la falta de subordinación en los subalternos. Los
enemigos que se habían bajado para sorprender la partida, la
persiguieron con viveza, pero protegida por la división indicada,
se replegaron todos al campamento sin pérdidas, antes que el
enemigo llegase a tiro de fusil. Este, y con mayor fuerza de la
que le consideraba, con rapidez, y otra columna se dirigía por
las alturas- para atacar al campamento por la izquierda. A las
cuatro de la tarde se empeñó la acción general por toda la línea
y por el centro de ella. Se avanzaba una partida considerable
al parecer de las tropas escogidas del enemigo, así por parecer
asequible al cortar esta partida, como para imponer al enemigo
y destruir la opinión poco favorable que la precipitada retirada
del indicado piquete pudo haber dado al enemigo de nuestras
tropas, determiné hacer una salida, la que verifiqué con 60
auxiliares de Buenos Aires, mandados por el intrépido coronel
don Marcos Balcarce, 80 voluntarios de la patria, comandados
por el Capitán don Hidalgo Vial, la guerrilla del teniente coronel
don Santiago Bueras, y 60 milicianos del regimiento de Ran-
cagua, que a ejemplo e instancia de su digno jefe don Agustín
Armanza aprendieron el servicio de infantería, por haberse
inutilizado sus caballos. La salida se hizo con el mejor orden:
nuestros valerosos soldados atacaron a la bayoneta; en un
6
PARTE OFICIAL DEL COMBATE DE...
momento vi caer cinco de los enemigos y apresar cuatro, hu-
yendo los demás con precipitación; logrado el objeto de la
salida, me retiré con las tropas a las trincheras, trayendo con-
sigo fusiles, sables y otros despojos. En este estado de la
acción observé que los enemigos avanzaron cuatro piezas de
artillería y que algunos oficiales de graduación se ponían al
frente de las tropas para obligar a avanzar. En efecto, se
adelantaron hasta tiro de pistola de la línea; pero no tuvieron
valor de avanzar a la bayoneta; pero sí la bárbara temeridad
de mantenerse en esta distancia sufriendo un fuego de seis
piezas de artillería que vomitaban metralla y el de cerca de
700 fusileros bien atrincherados. Duró el fuego sin intermisión
desde dicha hora hasta las 8 de la noche. Hasta el fin de la
acción el enemigo dirigió todos sus esfuerzos contra el reducto
de la derecha, intentando tomarlo por un flanco, avanzando
sobre él hasta la distancia de ocho pasos en dos o tres ocasiones,
pero siempre fué rechazado con notable pérdida. Por último,
viendo lo vano de sus esfuerzos, se retiró en el mayor desorden,
dejando en nuestro poder el armamento y pertrechos que cons-
tan del adjunto estado. No se persiguió en la retirada, rece-
lando fuese finjida para sacarnos de las trincheras, o bien,
emboscadas que le proporcionaba lo quebrado del terreno, y
sobre todo la extrema oscuridad de la noche, ocasionada por un
furioso temporal de agua y viento que principió al concluir la
acción. Nuestra pérdida según manifiesta el citado estado, ha
sido de muy poca consideración, pero sensible, por la clase de
sujetos que perecieron. El valiente teniente coronel don Agus-
tín Almarza se portó con el mayor valor en la salida, y por una
rara fatalidad fué el único muerto de las tropas que la compo-
nían. Este benemérito oficial, según tengo entendido, ha dejado
una numerosa e indigente familia, que espero que V. S. reco-
mendará al Excmo. Supremo Gobierno. El intrépido oficial don
Claudio José de Cáceres, no contento durante la acción de ani-
mar la tropa, no cesó de hacer fuego, hasta que cayó a mi lado
en el reducto de la derecha mortalmente herido de una bala
de metralla: llamó a su hermano don Bernardo y le dijo con
entereza que no le deseaba mayor felicidad que la de morir
como él en la defensa de los sagrados derechos de la patria;
los sargentos Ruiz y González son igualmente acreedores al
reconocimiento de su patria y protesto no haber jamás visto
un hombre más intrépido que el segundo.
De la pérdida del enemigo V. S. puede formar concepto
por lo que he referido acerca de la posición que ocupaba durante
la acción: en efecto ha sido terrible. Sesenta y siete cadáveres
dejaron en el campo, que no pudieron llevar; además se sabe
por dos soldados que se pasaron esta mañana, como también por
informes de los vecinos inmediatos, que los enemigos llevaron
a Cuchacucha diez y nueve cargas de cadáveres de a cuatro
7
8 MEMORIAL DEL EJERCITO
en carga, otros varios por delante de los caballos y un número
crecido de heridos; declaran igualmente que el enemigo en el
mayor desorden y terror pasó disperso la tempestuosa noche
en las quebradas y bosques de Cuchacucha; y otros repasaron
el Ñuble dirigéndose a Chillán. Entre los muertos se asegura
la de varios oficiales y un coronel limeño, y entre los heridos
el comandante de las tropas de Chiloé don Manuel Montoya,
que perdió un brazo. La fuerza enemiga que atacó esta divi-
sión, según declaración de los indicados prisioneros, se com-
ponía de 136 hombres del Real de Lima, de todo el refuerzo
que condujeron la Trinidad y Dolores de Chiloé, y que a su
salida de esa provincia ascendía a 600 hombres, y de una com-
pañía de artillería, y con tropas de otros varios cuerpos ascen-
dían al número de 1,300 fusileros, sin contar con las milicias
de caballería, que todas se dispersaron de resultas de la acción,
robando, según su costumbre, mucha parte de los caballos de
su infantería, que se había apeado para entrar en acción.
La disparidad que se nota entre la pérdida del enemigo
y la nuestra, no la extrañará V. S. ni ningún militar impuesto
de la posición que ocupaban nuestras tropas. Esta es en extremo
ventajosa sobre las orillas del Itata, por cuyo lado un escarpado
hacía su acceso impenetrable, ocupa tres colinas coronadas de
igual número de reductos, recíprocamente flanqueados a menos
de tiro de fusil: dos profundas quebradas en que estaban situa-
dos el hospital y ganados hacían igualmente en extremo difícil
el ataque por el frente y flancos. Los reductos de derecha e iz-
quierda están un poco avanzados; por consiguiente, el enemigo
estaba expuesto durante toda la acción a un fuego cruzado de
frente y flanco, que es el más mortífero de todos.
No me es posible hacer a V. S. el debido elogio de la bene-
mérita oficialidad y tropa de esta valerosa división; pero en
honor de la verdad debo hacer manifiesto a V. S. los sujetos
que se han distinguido. El jefe del Estado Mayor y coronel
don Marcos Balcarce se portó con heroicidad en la salida y
durante la acción mandaba el reducto del centro, contribuyendo
con sus acertadas providencias a fijar la victoria. El intrépido
coronel don Andrés Alcázar, el de la izquierda, y desplegó en
él, durante la acción, el valor que le es característico. El coronel
don José Joaquín Guzmán se ha hecho acreedor asimismo al
reconocimiento de sus conciudadanos.
En el cuerpo de artillería, los bravos capitanes don Nicolás
García y don Manuel Zorrilla se portaron como siempre, que
es hacer su mayor elogio; aquél durante todo el ataque se
halló a la peligrosa posición del flanco del reducto de la derecha,
sirviendo una pieza de a ocho con la mayor serenidad en medio
del más vivo fuego de metralla y fusilería. El teniente don José
Manuel Borgoño se distinguió, y toda la tropa de este valeroso
oficial.
PARTE OFICIAL DEL COMBATE DE...
En el granaderos, don Santiago Bueras y don Francisco
Barros se portaron con la mayor intrepidez, como también los
sargentos Carreño y Guerrero.
En el de auxiliares de Buenos Aires, el valeroso sargento
mayor don Juan Gregorio de las Heras, quien no solo en la sali-
da, sino en la defensa del flanco indicado, se distinguió como
acostumbra. El capitán don Prudencio Vargas, el teniente don
Ramón Desa, los alféreces Alday y Aldao, y el cirujano de ellos
don José Martel, quien con un fusil fue uno de los primeros
en la salida y logró hacer un prisionero.
En el voluntarios se distinguieron el capitán don Hilario
Vial, oficial de mérito; el de igual clase Elizalde; los subtenien-
tes Belismelis, San Cristóbal, Millalicán, los abanderados Allen-
des y San Martín, éste durante toda la acción no cesó de
reconocer el reducto de la derecha, proveyendo a los soldados
de cartuchos y piedras de chispa.
En el indicado de Rancagua, que hacía de infantería, se
distinguió infinito, no solo en la salida, sino durante toda la
acción, el capitán don José Antonio Cuevas y el alférez Almar-
za, digno hijo del difunto comandante.
En las divisiones de caballería, su sargento mayor don
José Bernardo Videla lo recomendó su coronel don Andrés
Alcázar, y con particularidad el sargento de dragones Francisco
Ibáñez, cuyo mérito es bien notorio en toda la división.
Mis ayudantes don José Bernardo Cáceres y don Pedro
Sepúlveda, llenaron perfectamente sus deberes, como también
el del Estado Mayor don Pedro Nolasco Astorga, quien en el
peligroso servicio de la salida se portó con la mayor intrepidez
al lado de su inmediato jefe.
Las divisiones de milicias, por estar se puede decir a pie,
no pudieron servir como sus deseos exigían; pero muchos de
sus oficiales, ya que por estas circunstancias no lo pudieron
hacer en sus propios cuerpos, se hallaron en la salida entreve-
rados con los de infantería, como los comandantes Achurra,
de la de Melipilla; Orrego, de la de Quillota; el teniente Bravo,
de San Fernando, y el de Rancagua, Campos.
Para no extender más una relación ya demasiado larga,
omito referir a V. S., varios hechos de valor personal dignos
de premio y de las atenciones de V. S. He prevenido a los
comandantes que los tengan presentes, para su debida recom-
pensa.
Dios guarde a V. S. muchos años. Campamento del Mem-
brillar, 21 de marzo de 1814.
Juan Mackenna.
Señor general en jefe don Bernardo O'Higgins.
De "Archivo de don Bernardo O'Higgins" Tomo II.
9
EnconmemoracióndeloctavoaniversariodelafundacióndelaEscueladelEjércitodelosEstados
UnidosdeAmérica,enelCaribe(EscuelaUSARCARIB),secelebróunarevistamilitarenelCampo
deDesfiledelFuerteGulick,ZonadelCanal.Aparecenenlafotografía,labanderadelBrasil,el
Tte.UbiragaraPereiradelBasil,larepresentacióndelBrasil.LabanderadeChile,larepresentación
LAUTARO EN ACCION
Extraído de la obra "Raza Militar" del General don
INDALICIO TELLEZ:
TAN pronto como Lautaro se sintió en situación de hacer
frente al poderío español, lanzó un grito de guerra, ata-
cando el fuerte de Tucapel.
Era Tucapel un pequeño fuerte guarnecido por unos cuan-
tos soldados españoles, al mando del capitán Ariza.
Valiéndose los indios de la circunstancia de que diaria-
mente les era dado entrar al fuerte, llevando la provisión de
leña y pasto que la guarnición necesitaba, en una de esas ve-
ces llegaron con armas cuidadosamente ocultas en las cargas
y aprovechando el descuido de los españoles, cayeron sobre
ellos, logrando desconcertarlos con la sorpresa.
Mas, esto duró poco. Muy luego Ariza logró restablecer
el orden entre los suyos y, contratacando, después de grandes
y sangrientos esfuerzos, logró arrojar a sus enemigos, del
fuerte y aún perseguirlos por corto trecho.
Desgraciadamente para los españoles, este triunfo mo-
mentáneo había costado mucha sangre y Ariza se dió cuenta,
viendo llegar nuevos refuerzos indios, de que no le quedaba
otro recurso que abandonar el fuerte, lo que realizó al caer la
noche.
La velocidad de sus caballos le permitió sustraerse a la
persecución de los indios y pudo, sin ningún entorpecimiento,
llegar al vecino fuerte de Purén.
Los indios, viéndose dueños del fuerte, lo incendiaron,
prendiendo así de nuevo la antorcha de la guerra.
Según don Crescente Errázuriz, es a Lautaro a quien hay
que atribuir esta sublevación. Dice así en la pág. 558 del 2º
tomo de su obra sobre Pedro de Valdivia: "Fue, sin duda, Lau-
taro quien infundió en las recuas de Arauco, Tucapel y Pu-
rén, el espíritu de revuelta; quien concibió el plan de confla-
gración general, al ver la imprudente división de las fuerzas
españolas...".
"En toda su vida, tan corta como agitada y gloriosa, si-
guió ejerciendo su autoridad sin contrapeso. Designaba a los
caciques e indios principales, que en cada empresa habían de
12 MEMORIAL DEL EJERCITO
tomar parte; los convocaba y mandaba; desechaba a cuantos
no creía aptos: perseguía y castigaba sin piedad a los que re-
husaban ayudarlo o permanecían sujetos a los españoles".
También dice de él: "el más ilustre, poderoso y obedecido
de sus capitanes generales".
En la página 559, refiriéndose a la presencia de Lautaro
en Tucapel, dice: "El haber sido Lautaro en esa época "Capi-
tán General de los Indios" lo afirman Francisco de Villagra en
la pregunta 68 de su interrogatorio, y, en sus respuestas a
ella, no menos de 20 de sus testigos, sin que ninguno lo ponga
en duda. Eso mismo afirman Juan Gómez de Almagro y sus
testigos (XI, 192 y otras), don García de Mendoza (XI, 421)
y numerosos capitanes y soldados".
Tan pronto como Valdivia tuvo conocimiento de la des-
trucción del fuerte de Tucapel, resolvió reconstruir el fuerte
incendiado y salió de Concepción a la cabeza de sólo quince ji-
netes, para dirigirse a las minas de Chilacoya, que en esos mo-
mentos explotaba con una gran cantidad de indios sumisos.
Lo que tan apresuradamente lo hacía proceder, era el
temor de que la insurrección se propagara y el consecuente
deseo de apagarla en germen. Ocurría esto el 15 de diciembre
de 1553, aproximadamente.
Aun cuando en las minas no se tenía ninguna noticia de
la insurrección y los indios se mantenían tranquilos, tomó Val-
divia la precaución de levantar un fuerte que diera cierta ga-
rantía de seguridad a la tropa destacada allí.
Esto le permitió también retirar algunos soldados, que
unidos a los que pudo sacar de Arauco, a su paso hacia Tuca-
pel, hizo subir su partida a 50 jinetes.
Tomó al mismo tiempo la precaución de enriar al capitán
Gómez de Almagro, comandante del fuerte Purén, la orden de
ponerse en marcha hacia Tucapel con trece de los jinetes que
tenía a su mando y de encontrarse en el punto de la cita el
25 de diciembre. (Sobre la fecha exacta en que ocurrió la ba-
talla de Tucapel no se han puesto de acuerdo los historiado-
res. Para el objetivo que en este trabajo me propongo, una di-
ferencia de días carece en absoluto de importancia).
Fue relativamente fácil que esta noticia llegara a oídos de
Lautaro, pues Gómez de Almagro leyó públicamente en Purén
la carta de Valdivia.
Conviene ya establecer aquí, que los españoles (aún cuan-
do ellos no lo declararon nunca en sus crónicas ni en sus par-
tes, tal vez por creerlo innecesario) jamás dejaron de ir a los
combates reforzados con un buen número de indios auxiliares
(Yanaconas).
Algunos cronistas, entre ellos Rosales, han fijado en 2.000
el número de yanaconas que acompañaron a Valdivia a Tuca-
pel.
LAUTARO EN ACCION 13
Estos indios peleaban valientemente al lado de los espa-
ñoles y servían, tanto en los servicios auxiliares, como para
proteger flancos o para ocupar determinados puntos en el cam-
po de batalla. En el caso que comentamos, concurrieron tam-
bién, pero en un número que, como dijimos, no ha sido posi-
ble fijar exactamente.
Este avance de Valdivia hacia Tucapel no tomó despreve-
nido a Lautaro, quien gracias a su servicio de espionaje, se
mantuvo en todo momento orientado sobre el curso de los
acontecimientos.
Como su propósito era batir a Valdivia en Tucapel, no hi-
zo esfuerzo alguno para molestarlo en el camino, ni para de-
tenerlo en su avance y se limitó a observarlo por medio de
sus espías.
A la viveza y sagacidad de sus indios, no escapó ni si-
quiera la orden dada a Gómez de Almagro para concurrir a
Tucapel, por la razón que consignamos anteriormente, y co-
mo esto significaba un esfuerzo para su adversario, se propu-
so hacerla fracasar.
Entre cien generales, por lo menos 90 habrían resuelto
en este caso, destacar contra la fracción de Gómez de Alma-
gro la gente necesaria para rechazarlo o, por lo menos, para
detenerlo durante todo el tiempo que hubiera sido necesario.
Esta era la solución, al parecer más lógica y, sin embargo,
a Lautaro no le pareció la mejor.
Destacar tropas contra Gómez de Almagro para detener-
lo en su avance, con ser lo más simple, no pareció a Lautaro
un recurso apropiado, ya que se resolvía, al fin, en una equi-
valencia : hacía perder fuerzas a su adversario, pero perdién-
dolas él, a su vez. Buscó, pues, otro medio más eficaz, que fué
el de hacer saber a Gómez de Almagro que el 24 su fuerte
sería atacado con grandes fuerzas. Bastó tal noticia, como era
natural, para que éste resolviera postergar por un día su
avance a Tucapel.
¿Cómo nacer llegar esa noticia? También éste era un
problema que necesitaba ser resuelto con mucho tino, pues
no era tan fácil engañar a los españoles.
Lo que Lautaro hizo fue ordenar a un indio, que debe
haber sido muy ladino, que rondara cerca del fuerte simu-
lando mucho interés en no ser visto y procurando, a la vez,
que lo sorprendieran. Consiguió su objetivo y el indio fue
apresado por los españoles.
Interrogado sobre la intención que allí lo llevaba, se ne-
gó a contestar hasta que, viéndose muy apremiado —esto ha-
bía que esperarlo— confesó que andaba reconociendo el fuer-
te, porque los indios pensaban atacarlo el 24 con grandes fuer-
zas. Se ve que a Lautaro no se le escapaba ningún detalle.
14 MEMORIAL DEL EJERCITO
Es de hacer notar que el interés de Lautaro no fue im-
pedir la salida de Purén de Gómez de Almagro, sino retardar
esa salida. ¿Por qué? Porque a él le convenía esa salida para
poderlo batir en campo abierto, como, efectivamente, ocurrió
el 26 de diciembre.
Con sólo la pérdida de cuatro jinetes, adelantados para
explorar y que fueron copados y muertos por las avanzadas
de Lautaro, llegó Valdivia a Tucapel, antes del medio día del
25 de diciembre de 1553. (Estos jinetes fueron don Luis de
Bobadila y tres soldados que Valdivia destacó desde Lavolebo).
Avanzó hasta llegar cerca del lugar en que había existido
el fuerte, y se aprestaba ya para dar descanso a su tropa,
cuando de un bosque vecino salió, en compacta formación y
con denodado empuje, un escuadrón araucano.
Valdivia, con la rapidez que era de esperar de tan ex-
perto capitán, dividió en tres partes su escuadrón y designó
a una de ellas para salir al encuentro de los indios.
El choque fue tremendo. Los españoles, sedientos de ven-
ganza, cayeron como una tromba sobre las compactas filas
de los indios, arrollando y matando a diestro y siniestro.
Los indios, entretanto, no les iban en zaga. Poseídos de
una altísima moral, seguros ya de que los españoles morían
como ellos, y convencidos de que había sonado la hora de su
redención, resistían y luchaban con un valor desesperado, de-
fendían palmo a palmo el terreno y vendían caras sus vidas.
Sin embargo, aunque el resultado podía hacerse esperar,
era muy difícil que en ese choque de los aceros contra los pe-
chos desnudos de los indios fuera otro que la derrota de és-
tos. Cedieron, pues, el campo los naturales, para precipitarse
por las quebradas (de antemano elegidas para el caso) donde
no los podían perseguir los jinetes enemigos. No antes sí de
haber herido a muchos españoles y de haberlos abrumado de
cansancio.
Con esto se habían logrado ya dos de los objetivos de
Lautaro: debilitar la resistencia española y evitar la perse-
cución de sus tropas.
Así terminó la primera fase del combate de Tucapel, y
siguiéndolo en su desarrollo, vamos a v,er ahora cómo se des-
envolvió el plan que Lautaro había concebido.
Convencido de que en un choque con los españoles su
ejército llevaría siempre la peor parte, si lo empleaba en ma-
sa, se había propuesto hacer de la batalla no un encuentro
formidable, como siempre había ocurrido, sino tantos encuen-
tros parciales como fueran necesarios, para agotar las fuerzas
de su adversario en un combatir incesante y siempre renova-
do.
Era el combate en olas, que debía esperar varios siglos
para ser aceptado por el arte militar.
LAUTARO EN ACCION 15
Ideaba con esto un nuevo sistema de combatir, creaba
una táctica; pero le faltaba realizar y completar su plan y lo
hizo en una forma impecable.
La sucesiva y no interrumpida intervención de sus es-
cuadrones se produjo con precisión matemática y sin que nin-
guno se denunciara antes de entrar en acción. ¿Cómo logró
tal orden y disciplina en un ejército que poco tiempo antes se
hallaba formado por tropas absolutamente colecticias? Este
es uno de los fenómenos más dignos de ser admirados.
Sigamos ahora el curso de los acontecimientos.
Rechazada la primera fracción de tropas de Lautaro, una
segunda ocupó inmediatamente su lugar con iguales bríos,
obligando a Valdivia a emplear contra ella un segundo gru-
po de jinetes.
Esta vez la resistencia de los indios fue aún más tenaz,
y esto, unido a la fatiga que producía el ardiente sol de ca-
luroso día de verano, aumentó en tal forma el cansancio de
los jinetes y de los caballos, que Valdivia creyó indispensable
precipitar el desenlace para resolver cuanto antes su combate
que ya se prolongaba inusitadamente. Para llegar a tal re-
sultado, puso en acción todas sus tropas simultáneamente y
así logró, como era natural, la retirada de la segunda división
de Lautaro, aunque sin alcanzar sobre ella un triunfo decisi-
vo, porque, como la anterior, consiguió también burlar la per-
secución, precipitándose a las quebradas.
Apenas resuelta así la segunda fase del combate, apare-
ció, con el mismo orden y brío que los anteriores, el tercer es-
cuadrón de Lautaro.
Fácil es imaginarse la situación que esta tercera ola de
ataque creó a los españoles, ya completamente extenuados,
muchos de ellos heridos y desprovistos en absoluto de tropas
de refresco. No se desalentaron, sin embargo. Dando, una vez
más, elocuentes pruebas de acerado temple de sus almas, en
un esfuerzo supremo, cargaron con renovados bríos. ¡Empeño
inútil! Extenuados ya los jinetes, agotados los caballos y muy
raleadas las filas, faltaron fuerzas para romper la muralla
de pechos, que los tenaces indios oponían.
Era el instante decisivo y, dirigiéndose a sus oficiales,
Valdivia preguntó: ¿Qué hacemos? El capitán extremeño,
Altamirano de Medellín, tomando la representación de todos,
contestó: ¿Qué quiere vuestra señoría que hagamos? sino que
peleemos y muramos.
Esta respuesta espartana da idea de la fibra de esos hom-
bres, que escribieron con hazañas nunca superadas la epopeya
que contó Ereilla, como cantó Hornero la de los griegos.
Para soldados de ese temple, cuando no se podía vencer,
había que morir, y a morir tocaron las trompetas cuando or-
denaron repetir la carga.
16 MEMORIAL DEL EJERCITO
El choque fue tan impotente como el anterior, y por se-
gunda vez se produjo el repliegue de los españoles.
Continuar el combate era ya imprudencia temeraria e
inútil sacrificio, y Valdivia, sobre quien pesaba toda la res-
ponsabilidad, se vió forzado a ordenar la retirada.
Conociendo la rapacidad de los indios, pensó en que si les
abandonaba sus bagajes, por saquearlos, le dejarían escapar
con los pocos hombres que aún le quedaban en pie.
Comenzaba a poner en obra este plan, cuando en medio
de una ensordecedora vocería, se vió atacado por todos lados
por numerosas partidas de indios que avanzaban con loco ar-
dor. Era la reserva, que al mando de Lautaro, intervenía en el
momento preciso, para consumar la derrota de los españoles.
Y llegó el epílogo de esa odisea admirable, en que el ge-
nio de Lautaro rayó a la altura del espartano valor de los es-
pañoles. Por un momento pudieron aún los castellanos ofre-
cer alguna resistencia; pero eran ya tan pocos y se hallaban
tan extenuados, que no vieron otra salvación que la fuga.
Desgraciadamente, ni a este recurso se pudieron acoger,
porque Lautaro había tomado ya sus medidas para cerrar to-
dos los caminos de retirada.
Los indios, entretanto, enardecidos con la victoria, y se-
dientos de venganza, atacaban con verdadera furia, acabando
a lanzadas con los pocos sobrevivientes.
Valdivia, en compañía de un clérigo apellidado Pozo, ha-
bía logrado escapar del campo de batalla; pero detenido por
un pantano, fue alcanzado por los indios y ultimado sin pie-
dad. El clérigo corrió la misma suerte.
Los autores no están de acuerdo sobre el género de muer-
te que sufrió Valdivia. Mientras unos creen que murió en el
campo de batalla, otros le atribuyen una muerte horrorosa,
martirizado por los indios.
Yo me inclino a creer que no salió vivo del campo de ba-
talla, porque juzgo poco probable que Valdivia, conociendo la
crueldad de los indios y sabiendo que tenían que vengar en
él muchos agravios, se hubiera dejado tomar prisionero. Por
otra parte, es también poco probable que en esa orgía de san-
gre los indios hubieran pensado en tomar prisioneros.
Terminó, pues, la batalla de Tucapel, la primera que los
indios ganaban y la primera que Lautaro dirigía, con la muer-
te de todos los españoles, sin exceptuar uno solo.
La muerte de todos los españoles hizo difícil la recons-
titución de esta batalla, y lo que de ella se sabe, lo dijeron los
pocos indios auxiliares que escaparon de la hecatombe. Uno
de los principales Cronistas de la época, Góngora de Marmo-
lejo, obtuvo ya mayor parte de sus datos del indio Alonso,
guardarropa de Valdivia, que peleó a su lado en Tucapel.
LAUTARO EN ACCION 17
La aparición de Lautaro marcó, en consecuencia, el prin-
cipio de una nueva era: la de la vulnerabilidad española.
Hasta entonces los castellanos no habían conocido en
Chile la derrota, como no la habían conocido tampoco en el
resto del continente americano, que sólo había sido impoten-
te testigo de sus ininterrumpidos triunfos.
Algo extraordinario tenía que resultar del choque de esos
dos titanes: Valdivia, que no conocía la derrota, y Lautaro,
que no la había de conocer jamás.
Como se ha visto, uno a uno se cumplieron los propósi-
tos de Lautaro, cosa tan difícil en la guerra, que casi se tie-
ne por imposible. Ni llegaron los refuerzos de Purén, ni salvó
con vida uno solo de los enemigos.
A consecuencia del ardid de Lautaro, Gómez de Almagro
llegó a las inmediaciones de Tucapel 24 horas después de la
batalla y, al darse cuenta de la irreparable desgracia, pen-
só en el peligro que a él mismo le acechaba e inició inmediata-
mente su retirada.
Desgraciadamente era la tarde para hacerlo impune-
mente. Atacado por numerosas partidas de indios, al mando
de Lincoyán, tuvo que desplegar Gómez de Almagro y los
trece jinetes que lo acompañaban tal energía y heroicidad,
que han pasado a la historia con el honroso título de "Los ca-
torce de la fama". De los 14 cayeron 7 y los restantes salva-
ron muy mal heridos.
A menudo hacemos ostentación de nuestras pasiones, incluso de
las más criminales; pero la envidia es una pasión tímida y vergonzosa
que nunca nos atrevemos a confesar.—La ROCHEFOUCAULD.
Ante un hombre envidioso, alabo siempre a los que le hacen pa-
lidecer.-MONTESQUIEU.
M. del E. 2.
LAUTARO
Mayor OSVALDO ARRATIA DE LA JARA
NUESTRO Estado Ma-
yor del Ejército desea asociar-
se a un acontecimiento —has-
ta ahora— un tanto descono-
cido para la masa ciudadana.
Se trata de conmemorar el
aniversario de la muerte del
gran Toqui araucano, Lauta-
ro, ocurrida un 1º de abril de
1557, a orillas del río Mata-
quito.
En estas pocas y mal hilva-
nadas líneas no deseo hacer
un panegírico sobre la perso-
nalidad de este ciudadano, le-
gítimo ascendiente de nuestro
pueblo. Mucho se ha combati-
do a esta raza aborigen que
ha dado brillo a la Historia de
América, tanto por su heroís-
mo como por el honor y senti-
do de libertad de este pueblo,
características propias de un
culto sentido de la vida.
Todo lo que digamos del
pueblo araucano y de sus
grandes conductores tendrá
que hablarse con tino y buen
sentido, pues resulta petulan-
te tratar de comparar a estos
humildes habitantes —sin co-
nocimiento de estrategia y tác-
tica militares— con aquellos
pueblos con civilización harto
más adelantada y con conduc-
tores de ejércitos que tenían
conocimiento del arte militar;
sin embargo —y esto es lo im-
portante—, el pueblo arauca-
no supo actuar definidamente
en las campañas que dirigiera,
muy especialmente, el Toqui
Lautaro.
Dentro de una mente vir-
gen, Lautaro, que había servi-
do como ordenanza de don Pe-
dro de Valdivia, desde 1543,
captó con inteligencia, gran
retentiva y espíritu creador
todo lo que eran y valían los
españoles, especies de fantas-
mas para el resto de los in-
dios. El Toqui aprendió y com-
prendió la táctica española,
usó el caballo como medio más
rápido para moverse en el
campo de batalla, comprendió
que las armas de fuego tenían
alcances reducidos y que sus
grandes detonaciones eran
simples amenazas al oído que
podrían eludirse con el empleo
de la fortificación; que podría
combatirse al jinete con el
empleo de un lazo para derri-
barlo del caballo. En Marihue-
ñu, Lautaro, supo lucir su ge-
nio táctico y empleó procedi-
mientos de combate que pu-
dieran parecer increíbles en
nuestros tiempos.
Lautaro, joven, leal y vale-
roso hijo de Arauco, jamás
dejó de tener contacto con su
pueblo e informaba a sus com-
patriotas de los movimientos
de las tropas españolas y de
lo que ordenaba Valdivia. Era,
LAUTARO 19
pues, como pudiéramos decir-
lo hoy en día, un excelente D.
2, un quinta columna.
' El descontento del pueblo
araucano, que se gestaba silen-
ciosamente, también lo conocía
Lautaro y cuando se produjo
el alzamiento de las tribus, ci-
tadas por Colo-Colo, él estuvo
allí junto a los otros caciques
y habló con Tucapel, Angol,
Cayucupil, Millarapue, Paica-
ví, Lemolemo, Mareguano,
Elicura, Ongolmo, Purén, Pe-
teguelen y con los famosos
Caupolicán, Tomé y Andali-
can, los cuales formaron un
ejército inicial de aproxima-
damente 53.000 hombres
(Histórica relación del Reyno
de Chile por el Padre Alonso
Ovalle). En aquella reunión
Caupolicán fue aclamado To-
qui o Jefe Supremo de la Gue-
rra y Lautaro, el General en
Jefe de las fuerzas operati-
vas. Cada tribu fue mandada
por sus propios Generales.
Entre Caupolicán y Lauta-
ro existió una profunda dife-
rencia para conducir la gue-
rra. El primero era partida-
rio de hacer una guerra de-
fensiva en su propio territorio
utilizando el terreno acciden-
tado para derrotar a los espa-
ñoles, ya que ellos lo conocían
como la palma de la mano;
este criterio prevaleció por
mucho tiempo entre los arau-
canos. En cambio, Lautaro,
que no aceptaba la intromisión
de los españoles en su propia
tierra y que conocía la debili-
dad combativa de ellos, su pen-
samiento voló más lejos y vió
en la guerra ofensiva, su me-
jor forma; sin descartar la de-
fensa en el campo táctico. Su
campaña llena de éxitos desde
Tucapel hasta Peteroa lo de-
muestran como un buen es-
tratego, y los triunfos ruido-
sos de Tucapel y Marihueñu
lo evidencian como un exce-
lente táctico.
Mucho se podría decir de
sus éxitos tácticos y de su
campaña que dejaremos para
otra oportunidad.
Lautaro fué, además, un
gran orador y en sus elocuen-
tes discursos traslucía el. gran
cariño por sus tierras, bienes
y amores. Escuchémosle en los
momentos intermedios de Tu-
capel cuando los araucanos pa-
recían perder el combate:
"¿Qué es esto, valerosos arau-
canos, las espaldas volvéis
cuando se trata de la libertad
de la patria, de vuestros hijos
y descendientes? o recobrarla,
o perder en su demanda la vi-
da es lo que conviene; que me-
nos mal es morir que vivir su-
jetos. La fama, en tantos si-
glos adquirida, queréis man-
char y oscurecer en una ho-
ra? Acordaos que sois hijos de
quien os la ganó, haciendo ros-
tro al enemigo, no huyendo
de él, y por conservarla, no
dudaron perder hacienda y vi-
da. ¿Qué mayor mal que el de
la servidumbre, y qué cosa
tan violenta y pesada como el
yugo de la sujeción, o es peor
ver a vuestras mujeres y vues-
tros hijos en poder ajeno,
siendo libres? Sacudid el te-
mor, ánimo, caballeros y mo-
rir o vivir con libertad". Dijo
éstas y otras palabras que
estimular el furor indígena
lanzándose a la más horrible
20 MEMORIAL DEL EJERCITO
carnicería en la cual fué ani-
quilada la tropa de Valdivia y
el Jefe, tomado prisionero y
sometido a una muerte legen-
daria.
Todos los combates y cam-
pañas de Lautaro están pletó-
ricos de frenéticas arengas,
cantadas por el célebre poeta
don Alonso de Ercilla y Zúñi-
ga.
Desde 1553 a 1557 el Toqui
no conoció derrota alguna y
en su avance había alcanzado
las riberas del Mataquito don-
de puso en jaque a las tropas
de Villagrán. En este río qui-
so materializar la frontera
araucana, lo que era mucho
decir, ya que los indios del Im-
perio Inca habían llegado
hasta las márgenes del río Ita-
ta, donde precisamente se lle-
vó a efecto el primer encuen-
tro y rechazo araucano de las
tropas españolas al mando del
Capitán Altamirano, cuando
vino Almagro a Chile.
Lautaro —después de resis-
tir heroicamente en Peteroa
por un largo tiempo—, muere
traicionado por un indio que
dió el lugar preciso donde se
encontraba el Toqui y al ama-
necer del día 1º de abril de
1557, don Pedro de Villagrán
entra sigilosamente al puesto
de combate de Lautaro donde
le dan muerte; la resistencia
continuó con tanto furor como
si estuviese presente el gran
Toqui.
El Estado Mayor del Ejér-
cito y el Instituto de Conme-
moración Histórica están to-
mando las medidas para le-
vantar un monolito en el sitio
aproximado donde fué muerto
Lautaro para recordar —de
este modo— a uno de los más
brillantes conductores del va-
liente pueblo de Arauco.
El temor a la guerra es peor que la guerra misma.—Séneca.
Nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz.— Benjamín
Franklin.
La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.—Erasmo.
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA
Mayor GUILLERMO GANA MOLINA
(Continuación)
b) Acciones Aéreas contra Alemania
(1) Ataque contra la Industria Aeronáutica Alemana.
La historia de la industria aeronáutica alemana está ab-
solutamente ligada a la de la Fuerza Aérea Alemana.
La producción de aviones durante la guerra, representó
aproximadamente el 40 por ciento del total de la producción
bélica alemana (Fig. Nº 40). En la fabricación de aviones,
considerando todas sus fases, intervenían alrededor de 2 mi-
llones de hombres.
El número de aviones disponibles para la Luftwaffe era
en 1939 de 8.295, de los cuales alrededor de 4.500 eran de
tipo caza. En 1944 la aviación alemana contaba con 39.807
aviones de los cuales 30.000 eran cazas.
Cuando vino la caída de Francia, terminaron para la
Luftwaffe los días de fáciles triunfos. La R.A.F. durante la
fase de los ataques diurnos de 1940, destruyó o averió alre-
dedor de 900 bombarderos y 1.000 cazas, obteniendo el con-
trol del aire sobre las islas británicas y zonas adyacentes al
Canal.
En el año 1941, se entregaron a la Luftwaffe 11.776 apa-
ratos de todos los tipos, de los cuales un 65% de esta cifra
eran aviones de combate y de éstos los Cazas estaban en una
proporción de un 47%.
El General Milch, que fué el principal impulsor de la cons-
trucción germana de aviones, quiso aumentar dicha produc-
ción a 5.000 Cazas mensuales, exigiendo por lo menos 1.000
aviones de este tipo.
Durante el período del Verano 1941, hasta el comienzo
de la Primavera en 1943, los ataques contra la industria ae-
ronáutica alemana fueron dirigidos especialmente contra las
instalaciones de los Focke-Wulf en Bremen y las de los avio-
nes Heinkel en Rostock. Estos ataques, si bien no ocasiona-
ron grandes pérdidas en la producción, motivaron que la in-
dustria iniciara su programa de dispersión, en lo referente a
la ubicación de sus instalaciones. Fué así que las instalaciones
22 MEMORIAL DEL EJERCITO
(Fig.Nº40)
Producciónbélicaalemana.El40%desuesfuerzoeradedicadoalaindustriaAeronáuticay
el60%restantealasnecesidadesdelasotrasFF.AA.
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 23
de Focké-Wulf de Bremen, fueran trasladadas a la Prusia
Oriental y Polonia, buscando facilidades de abastecimiento y
la protección correspondiente, debido a que parecían hallarse
fuera del alcance de la R.A.F. y de la Fuerza Aérea Norte-
americana.
El peso de los ataques del año 1943, recayó sobre las ins-
talaciones de montaje de aviones, en los que el mando Aliado
obtuvo especial éxito. Los "M. 109" cuya producción fué en
julio de 725 aviones, bajó en septiembre a 536 y en diciem-
bre a 357. El número de aviones Focke-Wulf, descendió de 325
en julio de 1943 a 203 en diciembre del mismo año.
En enero de 1944 las posibilidades operativas de la Fuer-
za Aérea Norteamericana habían aumentado considerable-
mente por el constante refuerzo de aviones, por la protección
de aviones de caza que se les daba a las formaciones de bom-
bardeo, y por la aplicación de la técnica del bombardeo a cie-
gas. El mal tiempo y la necesidad de atacar los emplazamien-
tos de los V-l y V-2 en las costas francesas y. holandesas, im-
pidieron que se reanudaran los ataques contra la industria
aeronáutica hasta la semana del 20 al 25 de febrero de 1944,
cuando unas 4.000 toneladas de bombas fueron arrojadas con-
tra objetivos aeronáuticos, que destruyeron el 90% de la pro-
ducción de esa fecha.
La industria aeronáutica conservó prioridad entre los ob-
jetivos de carácter estratégico hasta junio de 1944, en que sur-
gieron objetivos a los que fué preciso atacar aún con mayor
urgencia y persistencia. Tal es el caso de los ataques contra
las plataformas de lanzamiento de las bombas volantes V-l y
V-2 a que se hizo referencia anteriormente, y de los realiza-
dos contra el sistema ferroviario francés durante un período
de seis semanas antes de la invasión de Normandía. El tone-
laje de bombas lanzadas contra la industria aeronáutica ale-
mana durante el año 1944, totaliza 38.220 toneladas.
Los ataques contra la industria del petróleo, produjeron
una escasez casi total de gasolina, lo que hizo entre otros as-
pectos, reducir considerablemente el número de horas de vuelo
para la instrucción de los pilotos, disminuyendo en consecuen-
cia la capacidad técnica y competencia del personal. Quedaba
para la Luftwaffe la posibilidad de crear una pequeña fuerza
integrada por aviones con propulsión a reacción, cuyos pri-
meros ensayos habían comenzado con el invierno de 1938-39.
En el año 1944, 527 aviones de este tipo pasaron el vuelo
de prueba, y hasta el 8 de mayo de 1945, esta cifra había au-
mentado hasta cerca de 1.400, pero la falta de personal com-
petente, debido a su deficiente entrenamiento no permitió or-
ganizar unidades aéreas de este tipo.
24 MEMORIAL DEL EJERCITO
A partir de los primeros meses de 1944, ya una vez per-
dida la superioridad del aire por la Luftwaffe, el camino ha-
cia el colapso total de Alemania se acortó fundamentalmente
a través del implacable y mortífero bombardeo que debió so-
portar la industria bélica alemana y, en especial, la relaciona-
da con la Aeronáutica. (Fig. Nº 41).
(2) Ataque contra la Industria de rodamientos de Schweinfurt.
Al atardecer del 17 de agosto de 1943, unos 200 Boeing
B-17 despegando desde sus bases en Inglaterra, volaron hasta
muy dentro de Baviera con la misión de bombardear la indus-
tria de rodamientos, siendo el objetivo específico la ciudad de
Schweinfurt, ciudad donde se concentraba la mitad de toda la
producción de esta importante industria, así como también casi
el 50 % de los obreros especializados en dicha actividad.
Fueron arrojadas más de 400 toneladas de bombas, re-
gistrándose 80 impactos directos en las instalaciones, que pro-
dujeron importantes daños. De la fuerza atacante, por lo me-
nos 30 Fortalezas, acosadas por los Cazas y el fuego antiaéreo,
no regresaron a sus bases.
El 14 de octubre de 1948, tuvo lugar el mayor ataque
contra Schweinfurt, realizado por 228 bombarderos pesados,
produciéndose una de las mayores batallas que registra la
historia de la VIII Fuerza Aérea N. A. Coincidieron los ata-
ques, que contra la citada ciudad se llevaron a cabo posterior-
mente durante el año 1944, con los que se realizaron contra
otras instalaciones de Alemania y Austria, contra fábricas tras-
ladadas desde Schweinfurt donde quiera que se encontraran y
contra aquellas regiones donde se tuviera información de que
existían fábricas de rodamientos. Ya que para el segundo tri-
mistre de 1944 la producción había sido reducida en un 50%.
Los daños ocasionados a la maquinaria y diversas instalacio-
nes no fué ciertamente proporcional al ocasionado a las cons-
trucciones. Las maquinarias fueron destruidas en 12%, mien-
tras que los edificios fueron gravemente afectados por las
bombas.
Es interesante hacer notar que muchos de los ataques
realizados por los bombarderos se ejecutaron sin la debida
protección de cazas escoltas, por lo que las pérdidas experi-
mentadas por la Fuerza Aérea N. A. fueron muy elevadas.
De los 228 bombarderos que actuaron en la citada fecha del
14 de octubre de 1943, 62 se perdieron y 138 quedaron ave-
riados sin posibilidad de recuperación. Las bajas del personal
ascendieron a 590 muertos y 40 heridos.
La industria alemana de rodamientos, pese a los intensi-
vos ataques que debió soportar, mostró una enorme capacidad
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 25
(Fig.Nº41)ElbombardeoaéreocontraAlemania.
26 MEMORIAL DEL EJERCITO
de recuperación debido a las innovaciones introducidas en la
fabricación de armamento y, especialmente, a las medidas ten-
dientes a la rápida dispersión de los grandes centros de pro-
ducción y a la substitución de la maquinaria inutilizada. La
característica previsión germana consiguió, en esta parte de
la guerra, reducir los efectos de los bombardeos efectuados por
los Aliados, por medio de contramedidas de dispersión y de
seguridad muy atinadas, que se caracterizaron en la rápida
dispersión de los grandes centros de producción a numerosas
instalaciones más pequeñas, en la construcción de fábricas
subterráneas y de muros protectores contra bombas que ro-
deaban las maquinarias de especial importancia.
(3) Ataque contra la industria del petróleo.
Desde el comienzo de la guerra, el petróleo había sido el
punto débil del abastecimiento alemán. A partir de 1942, la
escasez de gasolina había obligado a los alemanes a reducir
el entrenamiento de los pilotos, con las naturales consecuen-
cias que ello significó para el poderío de la Luftwaffe.
Al atacar las instalaciones de petróleo sintético, los Alia-
dos eligieron un punto débil del enemigo, tratando de acentuar
al máximo dicha debilidad, y ello contribuyó fundamentalmen-
te al derrumbe del Reich.
En 1938, último año de paz, Alemania consumió apro-
ximadamente 7.500.000 toneladas de gasolina, lo que daba, de
acuerdo a las estadísticas, un consumo por habitante de la
quinceava parte de lo que Estados Unidos consumía. Alemania
precisaba importar dicho producto. Su producción en bruto,
concentrada en su mayor parte en la zona de Hannover, su-
ministraba únicamente alrededor del 7% de las necesidades
de paz. La industria del petróleo actuaba principalmente con
petróleo en bruto importado de Venezuela y la industria refi-
nadora estaba concentrada en Hamburgo y Bremen.
A principios de 1943, se adoptaron varias medidas ten-
dientes a proporcionar al Reich una mayor autarquía en este
aspecto. Se pagaron subvenciones con el objeto de fomentar el
programa de exploración correspondiente, y la producción
alemana aumentó hasta producir 1.052.000 toneladas en el año
1940. Fué creada la industria de petróleo sintético y sus ins-
talaciones fueron concentradas en el Ruhr, en la región cen-
tral alemana alrededor de Leipzig y en Silesia. Las instalacio-
nes de petróleo sintético eran principalmente de dos tipos: las
que utilizaban el procedimiento de hidrogenación Bergius y
las del sistema Fischer-Tropsch.
Los planes de Alemania tenían como objetivo principal el
conseguir grandes reservas de gasolina para aviación y de
aceite pesado para la Marina.
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 27
Cuando Polonia fué invadida, en septiembre de 1939, aún
no se habían conseguido estas proyectadas reservas.
Alemania empezó la guerra con 492.000 toneladas de ga-
solina de aviación de reserva, en lugar de la cifra prevista de
1.500.000 toneladas y 1.118.000 toneladas de aceite pesado
en lugar de los 2.800.000 toneladas que se había planeado ob-
tener. Al estallar la Guerra, Alemania contaba con abasteci-
miento para menos de seis meses, de todos los combustibles lí-
quidos indispensables para las necesidades de guerra. Antes de
octubre de 1939 no existía en Alemania racionamiento de ga-
solina para la población civil, pero durante la guerra se dic-
taron enérgicas restricciones en el empleo, por parte de la
población, de bencina y aceite, y el Ejército, Marina y la Avia-
ción consumieron prácticamente todos los carburantes líquidos.
Las primeras campañas proporcionaron a Alemania la
producción de petróleo sin refinar de Polonia y cantidades re-
lativamente pequeñas en Estonia y Alsacia. Para la guerra
relámpago contra Francia y los Países Bajos, en mayo de 1940,
se utilizó relativamente poca gasolina; las existencias captu-
radas en Francia fueron mayores que la cantidad empleada en
dicha campaña.
En 1943, las importaciones dé Hungría y Rumania ascen-
dían a 2.000.000 de toneladas, principalmente gasolina para
automóviles y aceite pesado.
El abastecimiento de petróleo constituía el factor predo-
minante de las operaciones militares alemanas. La principal
fuente de abastecimientos de petróleo se encontraba en Ploesti
(Rumania) y Hungría, de ella se extraía una cuarta parte del
abastecimiento total de combustibles líquidos. Las refinerías
de Ploesti fueron atacadas por primera vez en agosto de 1943
con resultados mediocres para los Aliados, pero los ataques
reanudados en abril de 1944, además de operaciones de minado
en el Danubio, consiguieron cortar materialmente la afluen-
cia de petróleo a Alemania.
Cuando Ploesti fué ocupado por los rusos el 22 de agosto
de 1944, la dependencia que Alemania tenía de sus propias fá-
bricas sintéticas se hizo más aguda. Mientras que los ataques
de mayor importancia se concentraron contra las instalaciones
de hidrogenación, las refinerías de la región Hamburgo-Bre-
men y las instalaciones Fischer-Tropsch en el Ruhr también
fueron bombardeadas.
En enero de 1944, ya la producción de las plantas sintéti-
cas había empezado a disminuir. Los ataques a Leuna-Bohlen
y Gelsenberg, seguidos de los realizados contra Magdeburgo,
Lutzhendorf y Zeitz, en mayo de 1944, hicieron ver a los ale-
manes lo grave de su situación. El Ministro Speer, en carta
dirigida a Hitler con fecha 30 de junio de 1944, le expresaba:
28 MEMORIAL DEL EJERCITO
"Nuestra producción de gasolina para aviación ha sido grave-
mente afectada, habiendo conseguido el enemigo aumentar
nuestras pérdidas de combustible para aviación hasta el 90%
en 22 de junio de 1944. Las ya graves pérdidas de junio y la
producción que se calculaba muy baja para julio y agosto a
causa del ataque aéreo, indudablemente nos hace consumir una
mayor parte de nuestras reservas de gasolina para aviación.
Si no es posible para nosotros proteger estas fábricas, nos ve-
remos obligados a cortar el suministro al Ejército, en septiem-
bre, lo que querrá decir que desde entonces en adelante exis-
tirán las más lamentables y trágicas consecuencias".
Se intentó la dispersión de las plantas, pero ello no se
pudo realizar en forma completa debido a lo complejo que re-
sultaban dichos traslados.
Desde mayo de 1944, la producción de combustible no al-
canzaba a satisfacer las necesidades del consumo. Los stocks
acumulados se agotaron rápidamente. Las Fuerzas Armadas
comenzaron a sentir los efectos, y, las reducciones en el con-
sumo empezaron a efectuarse en actividades tan fundamen-
tales como las de instrucción de pilotaje.
La destrución de las plantas sintéticas les significó, a los
alemanes, la pérdida de su nitrógeno sintético, metalol y con-
sinderable proporción de caucho.
(4) El ataque contra el Transporte.
Alemania poseía, en la época en que se inició la II Guerra
Mundial, uno de los sistemas ferroviarios más organizados,
equipados y mejor mantenidos del mundo." Una extensa red
de comunicaciones fluviales unía los ríos más importantes del
Norte de Alemania, cruzando la región carbonífera del Ruhr
y proporcionando medios de transporte fluviales hasta la re-
gión de Berlín. El transporte comercial por carretera era del
orden del 3% del transporte total.
Durante el transcurso de la guerra, el sistema ferroviario
alemán estuvo en condiciones de satisfacer las necesidades mi-
litares hasta la Primavera de 1944, ya que la requisición del
equipo de los países ocupados sirvió para subsanar las exigen-
cias de material impuestas por las operaciones. A partir de
esa fecha, se constató un lento descenso en la capacidad del
transporte y los daños causados por los ataques aéreos tuvie-
ron una influencia decisiva en el Otoño de 1944, cuando empie-
za el ataque aéreo en masa contra Alemania.
Dichos ataques aéreos estuvieron íntimamente ligados al
desarrollo de las operaciones en tierra. Antes de la invasión
de Normandía, la tarea principal de las fuerzas aéreas Aliadas
fué la dislocación del tráfico ferroviario entre Alemania y la
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 29
costa francesa, mediante el bombardeo sistemático de las es-
taciones y muelles más importantes del Norte de Francia. El
bombardeo aéreo se intensificó en el momento mismo de la in-
vasión, durante el cual se interceptó prácticamente todo el
tráfico en dirección a la cabeza de desembarco.
Durante toda la guerra, cada operación importante reali-
zada por fuerzas terrestres, se vió precedida y acompañada
por ataques aéreos contra el transporte alemán, lo que tenía
por objeto aislar el campo de batalla, privando al Ejército ger-
mano de los elementos logísticos fundamentales para la acción
operativa.
La Fig. Nº 42 muestra el tonelaje mensual de bombas
arrojadas por las fuerzas aéreas Aliadas contra el sistema de
transporte alemán, durante la guerra.
(Fig. Nº 42)
Junto con el ataque al transporte ferroviario, las fuerzas
aéreas Aliadas operaron contra las vías fluviales de Alema-
nia, obteniendo, ya en diciembre de 1944, suspender casi total-
mente el tránsito fluvial entre la zona del Ruhr y el centro de
Alemania, lo cual, agregado a la parcial paralización del sis-
tema ferroviario, planteó para dicho país una situación deses-
perada.
Toneladas de bombas lanzadas contra el Sistema de
Transportes terrestres Alemanes. (1941 - 1945)
30 MEMORIAL DEL EJERCITO
Las pérdidas en los servicios del transporte desorganiza-
ron fundamentalmente la distribución de materias primas, es-
pecialmente en lo relacionado con carbón, que era básico para
la economía y desarrollo industrial alemán.
En las etapas finales de la guerra, apenas quedaba tránsi-
to por las principales vías ferroviarias del Reich y tan sólo se
efectuaban algunos movimientos militares en forma muy re-
ducida y lenta.
(5) Ataque contra las ciudades alemanas.
Durante el desarrollo de los ataques efectuados desde fi-
nes de 1939 hasta mayo de 1945, las fuezas aéreas Aliadas
arrojaron más de medio millón de toneladas de bombas de
gran poder explosivo, incendiarias y de fragmentación en
ataques sobre 61 ciudades alemanas de una población superior
a 100.000 habitantes. El total de la población de dichas ciuda-
des alcanzaba a 25 millones de personas, de las cuales 4.858.000
eran obreras,.
Se calcula que el total de los ataques destruyó o averió
gravemente alrededor de 3.600.000 viviendas, lo que vendría a
constituir el 20% de la totalidad de las residencias alemanas,
dejando sin hogar a 7.500.000 personas. El total de muertos
se calcula en 300.000, quedando unas 780.000 personas heridas.
Los servicios sanitarios y los hospitales de las ciudades
bombardeadas sufrieron gravísimos contratiempos, que reper-
cutieron asimismo en la atención de la salud pública, ya que
la destrucción de los elementos e instalaciones médicas, hizo
muy difícil la atención oportuna de los heridos y especialmen-
te lo referente a las tropas que eran enviadas desde los fren-
tes de combate para su recuperación, en los Hospitales.
Al comenzar el año 1944, las 3
/4, partes de la población
alemana consideraba perdida la Guerra. El bombardeo afectó
de manera apreciable a la voluntad alemana por la resisten-
cia. El cansancio, el temor, el derrotismo y la apatía eran más
comunes entre aquellos que habían sufrido los efectos de los
bombardeos aéreos.
La interrupción de los servicios públicos en las poblacio-
nes influyó fundamentalmente en la moral de la población
germana. Especialmente significativa fué la interrupción del
Servicio de Transporte, ya analizada en acápites anteriores; la
electricidad seguía en importancia y los servicios de agua
y gas.
Un golpe decisivo contra la moral de las poblaciones bom-
bardeadas fué la destrucción de los servicios escolares y de
recreo para los niños, lo que hizo necesaria la evacuación de
aquéllos que se encontraban en edad escolar.
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 31
En resumen, el mortífero bombardeo aéreo efectuado por
los Aliados contribuyó, durante el transcurso de la guerra, a
disminuir la moral y la admirable capacidad de recuperación
que mostraron los habitantes de las poblaciones alemanas,
apresurando en forma definitiva el derrumbe del Tercer Reich.
(6) Algunas conclusiones derivadas del empleo de la Aviación
Aliada contra Alemania.
(a) Alemania bajo la acción del Arma Aérea Aliada so-
bre el corazón de su territorio, disminuyó básicamente su ca-
pacidad de lucha. Al comienzo de 1945, su producción de ar-
mamento descendía sin recuperación posible; todo esfuerzo
organizado desaparecía y, aunque sus ejércitos continuaban en
el campo de batalla, la desintegración del Tercer Reich estaba
en marcha.
(b) La importancia que el dominio del aire adquirió por
parte de los Aliados, posibilitó los ataques contra la economía
básica alemana, proporcionando, a su vez, la fuerza suficiente
y la libertad operativa adecuada para obtener un resultado po-
sitivo y permanente.
(c) Alemania demostró una gran capacidad de recupe-
ración y también una adecuada capacidad defensiva, demos-
trando rapidez e ingenio en sus medidas, lo que le permitió
reconstruir y mantener parte de su industria bélica por medio
del camuflaje, utilización de cortinas de humo, dispersión de
sus instalaciones y empleo de fábricas subterráneas. Sin em-
bargo, al no disponer del dominio del aire, ninguna de estas
medidas resultaron adecuadamente eficaces.
(d) Se destaca la importancia de seleccionar cuidadosa-
mente los objetivos para los ataques aéreos. Los alemanes fue-
ron afectados mucho más por los ataques contra las industrias
y servicios básicos (petróleo, acero, energía eléctrica o trans-
porte) que por los efectuados contra la industria de arma-
mento o los centros poblados. Asimismo, se comprobó que
cualquiera que fuera el sistema de objetivos atacado, no hubo
ninguna industria que quedara fuera de producción en forma
permanente, a consecuencia de un solo ataque. Era necesario
atacar en forma persistente el mismo objetivo para producir
su total paralización.
(e) Finalmente, en el campo de la información estraté-
gica, se precisó de ella en forma más exacta y completa. Los
datos que la Fuerza Aérea Aliada poseía acerca de la econo-
mía alemana, no fueron los más adecuados y se precisó de un
organismo coordinador entre las organizaciones militares y las
privadas o gubernamentales, tendiente a establecer bases de
comprobación de informes y de continuidad en la obtención de
ellos.
32 MEMORIAL DEL EJERCITO
c) La Guerra Aérea en el Pacífico
(Fig. Nº 43)
En la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941, en una
estación de Opana Hill, en Hawai, el técnico Joe Lockard se
encontraba ante un radiogoniómetro S.C.R. 270-B., una forma
primitiva de radar, y captó en su instrumento, a las 7 horas
2', aviones que se aproximaban desde una distancia de 218 ki-
lómetros. Lockard trató de comunicar el caso al Centro de In-
formaciones de Fort Shafter. El Centro estaba cerrado. Dos
minutos después el instrumento señalaba que los aviones con-
tinuaban acercándose, y transcurrió algún tiempo antes de que
el operador pudiera comunicarse con un Oficial de Fort Shaf-
ter dando cuenta de lo que acontecía.
El Comandante de la base Campo Hickam, Coronel
William E. Farthing, en la torre de vigía, esperaba la llegada
de aviones B-17 de California. Desde allí tenía una buena vi-
sión de Pearl Harbour donde se encontraban anclados ochenta
y seis buques de la Flota del Pacífico. A las 7 horas 58', escu-
drinando en el cielo con sus anteojos, constató una larga y del-
gada línea de aviones que se aproximaban. Uno tras otro, los
aviones picaron bruscamente sobre la bahía, dejando caer sus
bombas.
Durante hora y media los aviones japoneses bombardearon
Pearl Harbour, Campo Hickam, las bases de aviones de com-
bate de las Fuerzas Aéreas del Ejército de los campos Wheeler
y Belows, el aeródromo de la Marina ubicado en Ewa, la es-
tación Aeronaval de Kanehoe y otras instalaciones. En el mo-
mento culminante del ataque, llegaron los B-17 para aterrizar
en Campo Hickam. La gran base aérea, con sus hangares y
cuarteles en llamas y sus aviones destruidos en tierra, estaba
prácticamente arrasada. Había llegado la guerra en forma por
demás sorpresiva, dejando fuera de servicio el Poder Naval
que Estados Unidos mantenía en el Pacífico.
Al día siguiente, los aviadores japoneses atacaron en masa
las bases de las Fuerzas Aéreas del Ejército en las Filipinas,
con efecto igualmente destructor.
Después de una serie de fracasos, en que los Estados Uni-
dos perdió la mayoría de sus posesiones en el Pacífico, se vió
dicho país obligado a asumir una actitud defensiva, aun cuan
poseía todavía una poderosa escuadra naval. No cabía otra
actitud, en atención a que no poseía poder Aéreo Estratégico,
que era el factor más determinante para actuar ofensivamen-
te en el aspecto aéreo. En lo referente a la aviación embarcada,
no alcanzaba la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, a equi-
pararse con la de su adversario. Cuando los norteamericanos
estuvieron en condiciones de equiparar sus fuerzas de porta-
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 33
M. del E. 3.
34 MEMORIAL DEL EJERCITO
aviones con las unidades japonesas, lograron sucesivos éxitos
en las batallas de Midway, Mar del Coral y Bismark, en las
que vino a demostrarse la importancia y posibilidades del em-
pleo de la Aviación contra los acorazados de la flota adversa-
ria. La campaña en el Pacífico involucró gran número de des-
embarcos anfibios. Entre octubre de 1942 y julio de 1945, se
realizaron 122 operaciones de este tipo. Había necesidad de
invadir, conquistar y finalmente ocupar una isla tras otra. La
aplicación del poder Aéreo era esencial para el éxito y en la
misma forma que se ejecutó en Africa y Europa, era preciso
conquistar en primer término la supremacía aérea local, luego
crear un bloqueo aéreo de la zona de desembarco, preparar el
camino o las rutas para la invasión por medio del bombardeo
de las defensas de playa, destruir la fuerza enemiga de la zona
bloqueada y, por último, proporcionar un persistente apoyo
aéreo durante todo el curso de la operación y aun después de
efectuados los desembarcos. La Guerra Aérea contra el Japón
fué principalmente una guerra de movimiento, en que el tras-
lado dé las Bases Aéreas por aire, se realizó en forma corriente.
Una de las más espectaculares operaciones aéreas de la
Guerra del Pacífico fué el ataque y bombardeo de Tokio, diri-
gido por el General James H. Doolittle. Dicha incursión fué
realizada por una audaz acción, en la que 16 bombarderos
Mitchell B-25, con una tripulación total de 130 hombres des-
pegaron desde el portaaviones Hornet, a las ocho de la maña-
na del 18 de abril de 1942, desde un punto situado a 11.000
kilómetros de Tokio. Trece de los bombarderos atacaron la
capital del Japón, dos aparatos bombardearon la ciudad de
Nagoya y uno dejó caer sus bombas en Kobe. Los aparatos se
dirigieron posteriormente a aterrizar en aeródromos de China,
pero el mal tiempo reinante y la caída de la noche, impidió
que los aviones llegaran a los campos de aterrizaje señalados.
Uno de los B-25 aterrizó cerca de Vladivostock, siendo su per-
sonal capturado; las otras tripulaciones saltaron de sus apara-
tos sobre territorio chino o hicieron aterrizajes forzados. Los
16 aparatos se perdieron y los resultados de esta espectacular
acción aérea no guardaron relación con el alto costo que repre-
sentó en personal y material.
En mayo de 1942, bombarderos navales en picada,, con
base en portaaviones, infringieron la primera gran derrota al
Japón en la batalla del mar de Coral. Los bombarderos de los
portaaviones Lexington y Yorktown, hundieron un porta-
aviones, un crucero liviano, dos destructores y averiaron a otro
portaaviones, derribando ochenta aparatos japoneses.
Aviones de la V Fuerza Aérea del General George C. Ken-
ney participaron en el combate, empleando la técnica del bom-
bárdeo rasante. Esta técnica exigía que los aviones volaran a
D I V U L G A C I O N E S S O B R E E L A R M A A E R E A 3 5
muy baja altura sobre el nivel del mar, dejando caer las bom-
bas cuando se encontraban a muy poca distancia del barco.
Como consecuencia de ello, las bombas se encontraban en
posición casi horizontal cuando llegaban al mar, lo que per-
mitía su rebote y si se encontraban en una posición adecuada,
es decir, bastante cerca del objetivo, penetraban a la altura de
la línea de flotación del buque, lo que proporcionaba un máxi-
mo de eficacia en su batimiento.
La Batalla del Mar del Coral, en que las fuerzas japone-
sas fueron derrotadas, destacó la importancia del Poder Aéreo
como factor determinante de la Guerra en el Pacífico.
Las Batallas de Midway y Bismark, destacaron lo efec-
tivo del empleo de la Aviación contra los grandes acorazados.
En abril de 1944, quedó organizada la Vigésima Fuerza
Aérea.
El Presidente Roosevelt se había comprometido con
Chiang-Kai-Shek, en el sentido de que la Aviación norteame-
ricana empezaría pronto a bombardear el Japón, utilizando
bases en China. Aviones B-29, llegados a la India, aterrizaban
en ese mes de abril en aeródromos chinos. El B-29, concebido
en el año 1939, era el avión más avanzado, creado durante la
Guerra. El primer modelo de "producción" comenzó a volar
en julio de 1943, y a partir de esa fecha, se llevó a cabo el enor-
me programa de producción que pondría en acción más de mil
de estas superfortalezas en el teatro de operaciones del Pací-
fico, antes de la rendición del Japón. Asignados a la Vigésima
Fuerza Aérea recibió ésta, de los Jefes de Estados Unidos Con-
juntos, la tarea de realizar "lo antes posible, la destrucción y
dislocación progresiva de los sistemas militar, industrial y eco-
nómico japoneses, para minar así la moral del pueblo hasta
el punto de que su capacidad bélica quedara decisivamente
derrotada".
Las primeras operaciones de las superfortalezas, se efec-
tuaron en junio de 1944, operando de Bases de Retaguardia
ubicadas en Assam y desde Bases Avanzadas localizadas en la
región de Chengtu, en China. Constituyeron operaciones cos-
tosas ya que, para que cada bombardero realizara una misión
en Japón, era necesario efectuar doce viajes de transporte,
atravesando los picos del Himalaya, con gasolina, bombas y
elementos correspondientes.
El 18 de junio de 1944 se efectuó un importante ataque
contra las fábricas de acero de Jawata. Durante los meses de
julio hasta noviembre de ese año, los B-29 dejaron caer sus
bombas sobre territorio japonés: Manchuria, Corea, Formosa,
Tailandia, Birmania y en vuelo record de 6.700 kilómetros so-
bre Singapur. Asimismo, se efectuaron misiones de reconoci-
miento fotográfico sobre la misma extensa región, proporcio-
36 MEMORIAL DEL EJERCITO
nando detallados informes acerca de instalaciones militares e
industriales japonesas de Manchuria a Singapur. En el otoño
de 1944, y ya totalmente organizada bajo el mando del General
Curtiss E. Le May, la Vigésima Fuerza Aérea fué ubicada a
2.400 kilómetros del territorio japonés, en las Islas Marianas,
donde se construyeron once pistas de aterrizaje y centenares
de plazas de estacionamiento, mientras en Tinián se construía
un gran aeropuerto militar. La primera operación de bombar-
deo se efectuó desde Saipán, en noviembre de 1944.
A partir de esa fecha y hasta comienzos de 1945, la Vigé-
sima Fuerza Aérea operó en veinte grandes misiones de bom-
deo contra el Japón; especialmente fueron dirigidas contra la
industria de producción de aviones, realizando, también, ata-
ques contra las ciudades de Tokio, Nagoya y Kobe. Las inmen-
sas fábricas de aviones Mitsubishi en Nagoya, y la de Musa-
shino, cerca de Tokio, fueron objetivos de máxima prioridad.
La coordinación de la Vigésima Fuerza Aérea con otras
fuerzas del Pacífico quedó plenamente demostrada en la bata-
lla de Iwo Jima, en la que los B-29 participaron en la tarea de
bombardear las Bases Aéreas y fortificaciones de la isla, y
efectuaron posteriormente un ataque sobre Nagoya, que per-
mitió a los portaaviones de la Armada N. A. aproximarse a
Tokio para bombardearlo con sus aviones los días 15 y 16 de
febrero de 1945. El dique flotante de Singapur, el ferrocarril
de Birmania, las Bases Aéreas y las fábricas de aviones de
Formosa, entre ellas, la de Nakajima Ota que producía aviones
de Caza, fueron totalmente arrasados.
El 23 de febrero de 1945, Tokio fué bombardeado por dos-
cientas superfortalezas que causaron grandes efectos, espe-
cialmente incendiarios.
A partir de marzo, los B-29 empezaron a operar desde
Iwo Jima, acortándose los extensos y peligrosos raids que sig-
nificaba el volar desde las Islas Marianas al territorio japo-
nés, en un viaje de ida y vuelta del orden de las 3.000 millas
y en que los aviones de Caza y la artillería antiaérea japo-
nesa ofrecían seria resistencia. Un avión averiado difícilmente
estaba en condiciones de regresar a su base.
Entre el 10 y el 19 de marzo de 1945, los B-29 realizaron
innumerables ataques nocturnos contra las principales ciuda-
des niponas, los que marcaron el punto decisivo de la Guerra
Aérea contra el Japón. La sistemática colocación de minas en
las aguas circundantes al Japón, hicieron prácticamente inope-
rante el transporte de abastecimientos a través del Mar del
Japón. En el mes de abril, se destruyó casi por completo la fá-
brica Mitsubishi, y ya en el período entre el 17 de abril y 11
de mayo, se efectuaron otras ocho misiones de carácter estra-
tégico. La batalla por Okinawa ya había comenzado y los acó-
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 37
razados, portaaviones y cruceros de la flota norteamericana
que apoyaban esta operación sufrían ataques en gran escala de
parte de los aviones suicidas japoneses o "Kamikases". En
estas circunstancias, los B-29 lanzaron noventa y tres ataques
destruyendo las bases de estos aviones ubicadas en Kjushu y
Shikoku. Posteriormente, la Vigésima Fuerza Aérea, prosi-
guió sus ataques contra el potencial industrial del Japón, bom-
bardeando la gran planta de aviones navales Hiro y los de-
pósitos de abastecimientos, tanques de combustibles y refine-
rías de petróleo que la Armada nipona mantenía en Tokuya-
ma, Oshima y Otake. Ya en mayo, los B-29, que ascendían a
más de quinientos, iniciaron sus ataques contra las ciudades
de Nagoya, Tokio, Osaka, Kobe y Yokohama. Los objetivos
industriales más importantes como el arsenal naval de Kure,
quedaron totalmente destruidos.
A fines de julio de 1945, la capacidad de los B-29 para
volar de día o de noche sobre el Japón, hizo que el General
Le May anunciara por anticipado los objetivos que se iban a
bombardear y dejara caer volantes sobre las ciudades o zonas
industriales amenazadas, previniendo a sus habitantes a ob-
jeto de que se procediera a su evacuación.
El bombardeo estratégico del Japón con bombas incendia-
rias y altos explosivos se había efectuado ya, antes de lanzarse
las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosta
de 1945, sobre sesenta ciudades, habiéndose destruido 2.333.000
edificios, muertos, aproximadamente, a unas 241.000 personas
y herido a 313.000. Cerca de 600 fábricas resultaron, destrui-
das parcial o totalmente, incluyendo 23 fábricas aeronáuticas,
10 plantas de producción de acero y 14 depósitos y refinerías
de petróleo. En cuanto a su Fuerza Aérea, el Japón perdió en
el aire 2.334 aviones y en tierra, aproximadamente, 1.100, con
un total de 3.434 aparatos. Se lanzaron en aguas japonesas
12.998 minas, las que averiaron y destruyeron más de 1.000.000
de toneladas de buques.
La Vigésima Fuerza Aérea, cuando cesaron las hostilida-
des, formulaba planes para operar con mil superfortalezas,
con lo que se habría causado al Japón una destrucción jamás
efectuada en ningún otro país.
d) Algunas consideraciones relacionadas con el empleo del
Arma, Aérea en la IIª Guerra Mundial.
(1) Los años que transcurrieron entre el armisticio de 1918 y
el estallido de la IIa. Guerra Mundial, constituyeron una
etapa de transición desde el punto de vista del progreso ae-
ronáutico.
38 MEMORIAL DEL EJERCITO
La comprobación de las posibilidades del bombardeo aéreo,
experimentadas en la primera guerra mundial hizo que la
opinión pública se conmoviera ante los horrores que se pre-
veían, y en general se rechazó la idea de emplear un Poder
Aéreo sin freno ni limitación alguna, en pos de los obje-
tivos que la guerra impusiera. El Derecho Internacional
fué minuciosamente analizado y se laboraron restriccio-
nes y reglamentación que al final sirvieron para demostrar
el lamentable fracaso de la Sociedad de las Naciones. Sin
embargo, el desarrollo de los acontecimientos comprobó
durante la IIa. Guerra Mundial, que la facultad propia del
arma aérea de pasar sobre los ejércitos de superficie en
combate para ir a destruir los centros vitales de la resis-
tencia enemiga, habría de afectar fundamentalmente a la
población civil, la cual quedaría desde ya incorporada a lo
que más tarde se denominó la GUERRA TOTAL, pasando
la Nación entera a soportar los golpes más violentos de la
aviación adversaria, la qui finalmente llegaría a minar la
voluntad de lucha de la población y en consecuencia a fa-
cilitar la victoria de quien poseyera un más efectivo y bien
desarrollado Poder Aéreo.
(2) Los alemanes se dedicaron como parte fundamental de su
esfuerzo en el aspecto aéreo, a la creación de una Fuerza
Aérea destinada especialmente a operar en beneficio de las
tropas de superficie. El Poder Aéreo constituyó para el
Alto Mando de las FF. AA. Alemanas un arma auxiliar,
destinada a proporcionar en lo fundamental, reconocimien-
to y apoyo de fuego al Comando Terrestre. Podría decirse
que los alemanes asignaron a la aviación la misma misión
que antaño ocupó la Caballería y que hoy cumplen los Blin-
dados: explorar y atacar. Tal fué, la concepción que pro-
bablemente convenía a una potencia militar territorial cu-
yo ejército tenía enorme influencia en el desarrollo total
de las operaciones desarrolladas por las Fuerzas Armadas
Alemanas.
(3) La primera y fundamental innovación de la IIa. Guerra
Mundial desde el punto de vista de la doctrina de empleo
de la aviación, fué el bombardeo estratégico de Alemania
por los Aliados. Gran Bretaña eliminada del sector territo-
rial de Europa después de la Batalla de Francia, tuvo opor-
tunidad de emplear el Poder Aéreo con posterioridad a la
Batalla de Inglaterra en una fase decisiva de carácter
ofensivo, lanzada contra el corazón industrial de Ale-
mania,
DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 39
(4) En lo relativo a la cooperación directa o de apoyo estrecho
a las Fuerzas Terrestres, debemos recordar lo expresado
por el Mariscal Montgomery, según el cual no se trata de
establecer una eficacia ilimitada y absoluta de las Fuerzas
Aéreas sino que de una apropiada dosificación de Fuerzas
Terrestres, Navales y Aéreas.
(5) El principio de la Superioridad muestra una especial ca-
racterística. La superioridad aérea es la condición previa
del éxito de las operaciones de superficie. Siendo así, la ba-
talla terrestre. El reconocimiento y el apoyo de fuego que
de esa superioridad dependen, harán inclinar la balanza
en favor de quien más fuerte y capaz se demuestre en el
aire.
(6) Finalmente la IIa. Guerra Mundial comprobó que la acción
en masa y persistente del Arma Aérea, es capaz de afectar
fundamentalmente a naciones que constituían potencias de
orden Militar o Naval, como el caso de Alemania y Japón.
Alemania antes de la invasión y Japón con anterioridad a
los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, se encon-
traban prácticamente derrotados. Su producción bélica de-
clinaba sin remedio, siendo incapaces de realizar un es-
fuerzo metódico en un ambiente de desintegración que ad-
quirió gravísimos y fatales caracteres. Sus ejércitos toda-
vía luchaban, pero el colapso de la economía que lo soste-
nía, demostraba fehacientemente que su resistencia no po-
dría prolongarse.
Tú, hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces
verás mejor para sacar la mota del ojo de tu hermano.—SAN MATEO.
Con la sonrisa inmóvil en los labios se puede ser un vil.—
SHAKESPEARE
DOGMAS MILITARES
L A CARRERA de las ar-
mas tiene gran seme-
janza con una religión.
Como ella tiene una deidad:
la patria; una doctrina: el pa-
triotismo; una fe: el cariño a
esta tierra, que nos vió nacer;
sus predicadores: oficiales y
suboficiales.
Quienes se consagran al ser-
vicio de la patria, lo hacen ba-
jo un voto de pobreza, de mo-
destia y desinterés. Para es-
tos apóstoles no hay más divi-
sa que servir con todas las
fuerzas de su espíritu, con to-
da la capacidad de sus faculta-
des mentales, con todo el vigor
de su brazo.
La obra del militar se lleva
a cabo en silencio, sin ninguna
clase de estrépitos y sin vana
ostentación. Desde el día en
que se viste el uniforme mili-
tar, ya el hombre no se perte-
nece así mismo. Su vida y su
destino los ha consagrado a la
patria. Para él no hay sino "el
servicio", una conducta digna
e irreprochable y el cumpli-
miento de sus deberes milita-
res sin cobardía y sin relaja-
ciones.
El militar de verdad no bus-
ca honores ni recompensas in-
merecidos. Si su dedicación al
servicio lo recomiendan para
estudio y su consagración al
ANICETO MUÑOZ FUENTES
General (R)
una distinción extraordinaria,
la recibirá sin jactancia y sin
herir el amor propio de los de-
más.
Como todo apóstol, el oficial
o el suboficial, hablarán siem-
pre con sabiduría y con pala-
bras persuasivas y convincen-
tes. La historia militar de la
patria deberá conocerla a fon-
do, y los ejemplos sobresalien-
tes de la guerra serán el anec-
dotario de sus conferencias o
instrucciones teóricas.
II
El culto de la patria cuenta
también con sus dogmas. Es-
tos son verdades y su aplica-
ción es infalible. Alrededor de
ellos gira todo el ceremonial
multar. Hay que aceptar estos
dogmas sin dudas ni vacilacio-
nes de ninguna especie. Pudie-
ra parecer esto un contrasen-
tido en este siglo de luces y
gran cultura. Pero nuestro
credo se ha de fundamentar en
imperativos tan imperativos y
tan sabios como los dogmas
más sublimes de una religión
universal.
Patria no es sólo un vocablo,
es un concepto. A veces sue-
le ser pronunciado por labios
que no apagaron su sed en el
fresco y puro manantial que
brota de corazones puros y no-
bles. Pero son los menos. El
I
DOGMAS MILITARES 41
patriotismo tiene fuerzas espi-
rituales suficientes con qué
purificar y limpiar esos labios
de toda impureza.
Individualmente, el pecho de
cada soldado es como una mo-
rada dentro de la cual vive la
"deidad-patria". Colectivamen-
te, los ejércitos constituyen un
templo, en cuyo altar se guar-
dan, en sagrado tabernáculo,
las hostias de la chilenidad, el
valor y el sacrificio.
III
El primero de los dogmas es
la disciplina. Talvez para mu-
chos parecerá insubstancial y
aun superfluo referirse a esta
virtud militar a la altura del
tiempo que vivimos. Sin em-
bargo, después de conocer en
detalle algunos hechos milita-
res de las dos grandes guerras
mundiales y sobre todo tras
expurgar varios acontecimien-
tos que nos tocó presenciar en
nuestro propio suelo, llegamos
a la conclusión que no está de
más recordar de nuevo esta
virtud.
El soldado de gran vocación
militar es por naturaleza dis-
ciplinado. A nadie le ha sido
posible todavía definir con
profunda filosofía lo que es la
disciplina. A veces nos parece
tener a flor de labios una defi-
nición, pero retrocedemos, por
que lo que no es materia sino
fluido, no admite definición.
Como la electricidad, la disci-
plina se hace presente en to-
das partes. Unas veces encien-
de el amor por la patria, otras
arrebata al soldado hasta
arrastrarlo al sacrificio de su
vida.
En el cuartel, un soldado sa-
turado de disciplina se demues-
tra respetuoso, obediente, su-
miso, ágil, de gran espíritu de
trabajo, buen compañero y me-
jor subordinado. Contagia con
su ejemplo a los demás y acon-
seja a los menos espirituosos
que pretenden separarse del
buen camino.
En forma similar se habla
de un ejército disciplinado. No-
obstante, cuando se toman las
cosas colectivamente, apreciar
la disciplina de un ejército es.
algo más complicado y menos
accesible a quienes no han es-
tado bajo banderas. Decir que
un regimiento faltó a la disci-
plina o que una división no
merece confianza, puede con-
ducir a juicios falsos y por
consiguiente injustos. Con tan-
ta mayor razón si se trata del
Ejército mismo.
La vida en tiempo de paz
no siempre ofrece ocasiones
para apreciar su grado de dis-
ciplina. Es en la guerra, en
medio de este drama sangrien-
to y apasionado, donde se pue-
de medir la cohesión y la for-
taleza del todo y sus partes.
Hasta los tiempos de Napoleón,
cuando el general mandaba di-
rectamente las tropas, el jefe
podía comprobar si sus tropas
eran o no disciplinadas. Pero
el mismo Napoleón sufrió las
consecuencias del relajamiento
de la disciplina, sin que por eso
su guardia o sus coraceros no
se hubieran dejado masacrar
por su emperador. Y es que los
ejércitos desde el año 12, para
42 MEMORIAL DEL EJERCITO
adelante eran tres, cuatro o
cinco veces más grandes que
los anteriores. El exceso de
magnitud acarrea la heteroge-
neidad, y con ello la discipli-
na toma todos los caracteres
de las masas o multitudes. La
sensación del campo de batalla
doblega a veces las voluntades
más fuertes, así como recon-
forta y vigoriza a tropas bi-
soñas y aparentemente débi-
les. La Historia Militar está
llena de ejemplos en que una
tropa prácticamente derrota-
da, se ha rehecho, transfor-
mando el desastre en victoria.
Ejemplo de ello, la situación
del IX ejército alemán en la
Primera Guerra Mundial que,
después de retirarse vencido,
restableció el orden, y bajo el
mando resuelto y enérgico de
Hindemburg pasar de la reti-
rada a la contra-ofensiva y
transformar el desastre en las
dos magníficas victorias de
Tannenberg y Lagos Mazuria-
nos. Durante esta misma gue-
rra, el ejército francés, téc-
nicamente vencido en las ba-
tallas de fronteras, reaccionó,
ganando finalmente la guerra.
Quien quisiera ver en las
distintas fases de estos hechos
de guerra un fracaso de la dis-
ciplina, cometería un lamenta-
ble error. Ni en uno ni en otro
caso estuvo ausente esta pode-
rosa fuerza moral.
IV
El "espíritu militar" es otro
de los dogmas preciosos de la
carrera de las armas. Tampo-
co es susceptible de definición.
Sólo podemos experimentar
una incontenible fuerza inte-
rior que como acicate podero-
so nos mantiene resueltos en
la profesión que hemos elegido
i imperturbables ante los con-
tratiempos que se nos vienen
encima.
Este dogma es a la carrera
lo que la vida al organismo.
Falta la vida, el cuerpo mue-
re. Sin espíritu militar, no hay
Ejército y sin Ejército la pa-
tria está expuesta a perecer.
Basta contemplar un regi-
miento en formación de para-
da, presentando armas al es-
tandarte que desfila ante sus
ojos. Allí están los soldados,
fija la mirada, inmóvil el
cuerpo, palpitante el corazón,
fuerte y robusta la mano em-
puñando el fusil, amplio y
combado el pecho, transfigura-
do el rostro, electrizados el es-
píritu y el cuerpo como si lo
que hay en él quisiera fugarse
a la región donde moran los
O'Higgins, los Prat, los 77 del
Chacabuco, los vencedores de
Arica, de Chorrillos y Miraflo-
res.
Es que nuestra raza lleva
muy dentro del alma el espíri-
tu militar. Ni el poderoso
Huáscar, ni el empinado Mo-
rro de Arica, ni los inclemen-
tes desiertos que cruzó en glo-
riosa campaña, fueron sufi-
cientes para, doblegar la fie-
ra voluntad de aquellos biso-
ños que se batieron en la más
grande y más difícil de las gue-
rras internacionales que haya
sufrido la República.
A este respecto me cumple
recordar algunas de las conver-
DOGMAS MILITARES 43
saciones sostenidas con uno de
los más gloriosos protagonis-
tas de aquella épica jornada:
el general don Estanislao del
Canto. Todos conocen la recia
figura de aquel gran soldado,
de cuyo valor se formó como
una leyenda. Sentados en un
banco de la plaza cuando Tac-
na pertenecía a Chile, solía de-
cirme, dirigiendo su mirada en
dirección al Campo de la
Alianza, escenario de la famo-
sa batalla que lleva el nombre
de la ciudad: "No tiene paran-
gón nuestro soldado en cuanto
a valor, espíritu militar y em-
puje por superarse. Hubo un
momento en que por faltar las
municiones, el asalto a la for-
midable posición que ocupaba
el ejército enemigo casi debió
suspenderse, pero en aquellos
trementos trances, jefes y ofi-
ciales sobreponiéndose "a toda
flaqueza, repetimos la orden
de nuestro General en Jefe: "a
la carga" al ataque, y sin que
ni uno solo vacilara, los regi-
mientos se lanzaron sobre el
enemigo, bayoneta calada, sin
más protección que aquellos
pechos de acero y aquellos co-
razones de donde sólo mana-
ba un amor sacrosanto por la
patria".
Es que nuestra raza respira
espíritu militar. El soldado que
nació soldado, no se detiene a
pensar, ni a considerar el pro
o el contra en un combate; mi-
rando su bandera y escuchan-
do los acordes de su canción,
desenvaina el sable, cala bayo-
neta, pone en ristre su lanza,
carga su cañón con el último
cartucho y se arrroja sobre el
adversario sin importarle su
vida. Lo único que contempla
es la radiante imagen de la
victoria.
Tenemos a continuación el
dogma "cumplimiento del de-
ber". Militares, marineros o
aviadores hacemos de este dog-
ma una especie de segunda na-
turaleza. Ante el cumplimiento
del deber, el instinto de con-
servación desaparece de nues-
tras consideraciones.
Se cuenta que cuando a Prat
le propusieron rendirse ante
un combate tan desigual, el hé-
roe sólo contestó con una sal-
va de sus impotentes cañones.
También se dice que cuando el
jefe peruano le intimó rendi-
ción a Ignacio Carrera Pinto
en La Concepción, éste contes-
tó: "!E1 chileno no se rinde
jamás!".
Nuestra antigua ordenanza
militar tenía prescrito como
lema de honor: "el que tenga
que cumplir con un deber, lo
hará". Esta sencilla y espar-
tana frase fue para nosotros
algo así como un imperativo
sagrado. Ante el cumplimiento
del deber, tampoco caben debi-
lidades, ni concesiones, ni sub-
terfugios de ninguna especie.
Se puede estar frente a los
compromisos sociales más ine-
ludibles o ante circunstancia
sumamente graves, dramática-
mente trágicas, pero el que
está de servicio o tiene una
obligación que cumplir, sacri-
ficará todo, antes que alejar-
se de su puesto o de ser rele-
V
44 MEMORIAL DEL EJERCITO
vado por un suceso que puede
ser más o menos pasajero. Así
lo pensaron y lo cumplieron
aquellos colosos de la Esmeral-
da el 21 de mayo. Ni los inge-
nieros ni los fogoneros, ni los
practicantes ni aun Ernesto
Riquelme que pudiendo haber-
le salvado, prefirieron hundir-
se dentro de su buque antes de
abandonarlo. Es que allí, den-
tro de esos cuatro maderos
destrozados estaba su deber.
VI
Finalmente, tenemos el otro
dogma, no menos grandioso que
los demás: el sacrificio de la
vida.
En nuestra tierra y en nues-
tro pueblo, parece que no se le
atribuyera ninguna importan-
cia a tan sublime desprendi-
miento. Está tan metido en la
conciencia eso de perder la
vida, de sacrificarla por amor
al prójimo, que casi tiene los
contornos de algo subconscien-
te.
Sin embargo, creo necesario
poner de relieve tan magna
acción, porque estamos vivien-
do tiempos en que el "becerro
de oro" ha empezado a ense-
ñorearse en el corazón huma-
no, tornándolo insensible an-
te el dolor ajeno.
Naturalmente no faltan
ejemplos de inestimable valor.
Muy a menudo el Cuerpo de
Bomberos de Chile está inscri-
biendo en el libro de oro de
sus víctimas, un gran número
de voluntarios que perecieron
envueltos en llamas por sal-
var la vida de algún inocente.
Para nosotros los chilenos,
tamaños hechos debieran lle-
narnos de orgullo y estimular-
nos a imitar tan brillantes
ejemplos.
Las Fuerzas Armadas cuen-
tan también con sus héreos, si
bien no tan resaltantes como
los bomberos caídos, de todos
modos dignos de la raza chile-
na.
En los fastos de la paz, ha
caído también más de algún
soldado al querer salvar la vi-
da de alguien que estaba en
trance de perderla. Vienen a
mi memoria los nombres del
brigadier Francisco Rodrí-
guez, del grupo Maturana que
sacrificó su vida en la boca
del río Maipo al tratar de
arrancar de la muerte a dos
menores que se ahogaban; el
del cadete Acuña, de la Escue-
la Militar, que en una de las
playas de Arica pereció tra-
tando de arrebatar a las olas
embravecidas, el cuerpo de
uno de sus amigos: el tenien-
te coronel Martínez Lopete-
gui que se arrojó con su ca-
ballo al río Bío-Bío, para sa-
car a un soldado de las aguas,
ahogándose en su intento, con
su cabalgadura.
No formó parte de aquellos
que proclaman la bancarrota
de nuestra raza. Tanto, mien-
tras estuve en servicio, como
después en mi retiro, me ha
corespondido aquilatar la con-
servación del nervio secular
de nuestro pueblo. Mucho se
habla y se escribe respecto al
DOGMAS MILITARES 45
decaimiento del rotó chileno y
que minado por ideas foráneas
está perdiendo progresivamen-
te, pero en forma segura, aque-
llas cualidades que nos hicie-
ron ocupar un lugar destaca-
do entre los países del conti-
nente.
Nos tocó presenciar por es-
pacio de más de treinta años,
el paso por los cuarteles, de
chilenos venidos de todos los
rincones del país. Pudieron sus
brazos y sus piernas no ser tan
robustas como los de antaño,
pero su patriotismo, su leal-
tad, su espíritu de sacrificio,
el nervio militar que distingue
al chileno del que no lo es, es-
taban intactos. En más de un
cuartel, y en horas cruciales,
recibí testimonios imborrables
de que las virtudes militares
estaban sanas y frescas en el
alma de soldados y suboficia-
les.
VII
Al dedicar este modesto tra-
bajo a los cadetes de la Escue-
la Militar, lo he hecho pensan-
do en mis años de muchacho
cuando, como los actuales, ves-
tí el honroso uniforme del ca-
dete. Lo he hecho pasando en
revista toda una jornada de
mi vida en los cuarteles, ya
como subalterno de superiores
que forjaran mi alma de sol-
dado, ya como jefe a mi vez,
predicando el más acendrado
amor a la patria y la dedica-
ción por entero al servicio de
las armas, en procura de un
Chile mejor.
El único vicio que no puede perdonarse es la hipocresía. El arre-
pentimiento del hipócrita es de por sí una hipocresía.—WILLIAM
HAZLITT.
Las leyes guardan silencio cuando suenan las armas (Silent leges
ínter arma).—Cicerón.
GEOPOLITICA GRAFICADA
Mayor HECTOR BAEZA PALACIOS
"Ciencia del Estado como señor del espacio, área y forma; situación
en relación con el mar y otros Estados; cambios de situación debido a
disminución de poder de uno o de varios Estados vecinos; influencia
de la Geografía en la política exterior".
Rudolf Kjellen, sueco, autor del Libro de Geopo-
lítica: "El Estado como forma de vida".
GEOPOLITICA GRAFICADA 47
La presente representación gráfica de la Ciencia Política, es el com-
pendio del libro publicado en 1916, por Rudolf Kjellen: "El Estado
como forma de vida" (Staten som Lfsform), autor que es considerado
como uno de los precursores de la Geopolítica.
Ciencia de la Organización Social.
Ciencia de los procesos de produc-
ción y consumo.
Ciencia de las formas de la orga-
nización Política de las masas.
Ciencia de la organización legal
delEstado
48 MEMORIAL DEL EJERCITO
Algunos autores dividen a su vez
a la GEOPOLITICA en:
Geopsique
Geomedicina
Biopolítica
Geoeconomía
O sea, el alma humana bajo el in-
flujo de los factores: tiempo, clima,
suelo y paisaje.
La investigación de los
procesos patológicos des-
de el punto de vista de
su ubicación espacial y
temporal en la superfi-
cie de la tierra.
Rama estadística racial que examina el
acuerdo o desacuerdo entre el desarrollo
humano de una formación política y las
aspiraciones de organización interna y ex-
pansión internacional y economía de
guerra.
La economia aplicada a
las necesidades raciona-
les de una colectividad
humana.
Tiene que ver con los problemas militares, reindivica-
ciones económicas, doctrinas de autarquía y econo-
mía de guerra.
como uno de los precursores de la Geopolítica.
GEOPOLITICA GRAFICADA 49
PRECURSORES GEOPOLITICOS
Sir Halfort Mac Kinder, Vicepresidente de
la Royal Geographical Society, England,
con su teoría del dominio que ejerce el
corazón de la tierra sobre todo el planeta.
Karl Haushofer, Mayo. General, Doctor
Director del Instituto Geopolítico de Mu-
nich (Alemania), fundador y sostenedor de
la Escuela Geopolítica alemana, cuya
principal tesis era la de RATZEL.
Todos los Estados, como los organismos
imperfectos, necesitan crecer de acuerdo
con el suelo en que se desarrollan y se-
gún la situación geográfica en que viven.
Nace la idea del espacio vital Los grandes estados necesitan el do-
minio de los mares.
M. del E. 4.
SINOPSIS HISTORICA Y GEOGRAFICA DE
JORDANIA
Mayor RAFAEL GONZALEZ NOVOA
ESQUEMA
I.—Introducción.
II.—Síntesis histórica.
III.—Geografía física.
IV.—Geografía humana.
V.—Geografía económica.
VI.—Actual situación política y militar de Jordania.
DESARROLLO
I.—Introducción
Como es sabido, el Reino Hachemita de Jordania es uno de
los países que constituye el Medio Oriente o Levante; los límites
del Medio Oriente nunca han sido definidos exactamente, pero
podemos decir con cierta precisión que quedan comprendidos
en esta denominación, los siguientes "países: Turquía, Siria,
Irak, Irán, Líbano, Israel, Jordania, Egipto y Arabia Saudita.
(Grafico Nº 1).
El conocimiento de estas naciones y por ende de Jordania,
tiene una importancia de primera magnitud. Esta región de
la tierra fué el lugar de nacimiento de tres religiones univer-
sales: el judaismo, el cristianismo y el islamismo; fué la cuna
de la civilización occidental y el epicentro de dos grandes im-
perios: el persa y el macedónico. Es allí donde se encuentran
los Santos Lugares, sitio hacia el cual se vuelcan los ojos y los
pensamientos de gran parte de la humanidad. Los conquista-
dores de la antigüedad que cabalgaron hacia el O. para invadir
y subkugar a Europa, o del occidente para establecer imperior
mundiales, no pudieron evitar el paso por el Medio Oriente:
babilonios, asirios, persas y mongoles, conquistaron estas tie-
rras antes de seguir más adelante: griegos, romanos, Alejan-
dro Magno y Napoleón, pasaron por allí en sus conquistas im-
periales. El Imperio Otomano se inició en el Medio Oriente.
La victoria de Membrillar
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La victoria de Membrillar

  • 1. MARZO - ABRIL DE 1957 Revista Bimestral Organo oficial del Estado Mayor del Ejército AÑO L Nº 277 1 9 5 7 SUMARIO E D I T O R I A L Pág. 3 5 11 18 21 40 46 50 73 86 95 102 113 119 127 129 130 ISLA DE PASCUA Dirección del E. M. E PARTE OFICIAL DEL COMBATE DE MEMBRILLAR.. Subsección Historia ARTICULO NACIONAL LAUTARO EN ACCION ..... Gral. Indalicio Téllez LAUTARO Mayor Osvaldo Arratia de la Jara DIVULGACIONES SOBRE EL AR- MA AEREA (Continuación) Mayor Guillermo Gana Molina DOGMAS MILITARES Gral. (R) Aniceto Muñoz F. GEOPOLITICA GRAFICADA Mayor Héctor Baeza Palacios. SINOPSIS HISTORICA Y GEOGRA- FICA DE JORDANIA Mayor Rafael González ¿PUEDE DENOMINARSE CON PRO- PIEDAD A CIERTAS UNIDADES DEL ARMA DE CABALLERIA, GRUPOS O REGTOS. DE CABA- LLERIA BLINDADA? Mayor Jorge Rodríguez An- COOPERACION INFANTERIA TAN- guita QUES Tte. Crl. Sergio Castillo A. ... LA DEFENSA TERRESTRE CON- TRA AEROTRANSPORTADAS ..... Tte. Crl. Rene Sagredo S LA FUERZA ARMADA Y LA SE- GURIDAD NACIONAL Gral. Horacio Arce F. C A N J E La defensa en el amplio frente.— Cap. Alp. Antonio Saltini. Tra- ducción del Tte. Crl. Renato Leiva O El Militar.— Tte. Crl. Oliverio Cahueque C R O N I C A Ecos de las festividades del Día del Veterano Saludos a las Unidades Homenaje a Gabriela Mistral M I S C E L A N E A Iniciativas: — La Escuela Militar y el 30º Aniversario de Alpatacal Efemérides del bimestre Del Ejército de Antaño 132 134 138
  • 2. ISLA DE PASCUA UESTROS calendarios recuerdan que el día 6 de abril de 1772, —un domingo de Resurrección— fué la fecha en que el Almirante holandés Santiago Roggeveen recaló el mando de su flotilla velera en el antiguo puerto pascuero de Hanga Roa. No podemos olvidar el hecho de que el Almirante no pisó la isla, pero sí tenemos en cuenta de que su lugarteniente el Sgto. de Marina alemán, Federico Behe Rens, fué quien visitó la isla al mando de su fuerte destacamento y ejecutó los reconocimientos que su superior le indicó. Han pasado 235 años y se conmemora en esta fecha un nuevo ani- versario del descubrimiento de la Isla de Pascua, la que después de una existencia precaria, nublada constantemente por la piratería, el abuso y el aislamiento geográfico, como lejana ínsula sin dueño de la Oceanía, sólo puede sacudir su yugo milenario, a fines del siglo XIX; gracias a la persistencia del oficial de marina Policarpo Toro y de la visión del Presidente José Manuel Balmaceda. Para muchos connacionales, ésta es sólo un punto negro que mancha la infinita soledad del Océano Pacífico y nada más. Pero hay una institución que se ha erigido en el ángel guardián de la Isla y que no ceja desde su anexión al patrimonio nacional, en sus esfuerzos de aumentar las condiciones morales, intelectuales, físicas y de todo orden de estos sencillos habitantes de ascendencia polinésica de Te Pito Te Nua (el ombligo del mundo), y ella es la Armada Na- cional. Desde hace algunos años, la FACh también colabora en el me- joramiento de las condiciones de vida de la Isla, y el progreso de la ciencia y la mecánica la obligará a esfuerzos mayores cuando se haga efectivo el proyecto de establecer una parada aérea internacional en Pascua, en la ruta casi mundial: Asia — Oceanía — América — Europa. N
  • 3. MEMORIAL DEL EJERCITO El Ejército, a través de un intento, que por diversas razones no tuvo continuidad, no tiene en la actualidad representación en el esfuerzo nacional de incorporar a Pascua en un 100% de la vida nacional. En cierta oportunidad que el buque escuela "Esmeralda" recaló en ella, los isleños demostraron gran afecto al representante del Ejér- cito que en aquella ocasión iba embarcado. Hubo un pascuense que recitó de memoria una a una las piezas que componen un fusil ametrallador y añoró muchos detalles de la vida militar isleña que su alma sencilla no podía olvidar. La mayoría de los conscriptos que hicieron el servicio militar en Pascua lucían orgullosos el uniforme del Ejército que se les había obse- quiado, anteriormente al abandonar la guarnición militar de la isla. Indudablemente que la población isleña no permite ni justificaría la existencia permanente de una gran guarnición militar. Pero, ¿qué hay de una formación de las tres ramas de la Defensa Nacional bajo un mando —que por lógica sería el naval— y que per- mitiera adiestrar a los isleños en el Servicio Militar naval, aéreo y te- rrestre e incluso del Servicio Militar del Trabajo? ¿No habrá necesidad de efectuar construcciones, con motivo del nuevo aeródromo internacional? ¿No sería el Servicio Militar del Trabajo la herramienta indicada para que la Armada Nacional, aumentara las construcciones hospita- larias, mejorase la red caminera, aumentase el bienestar habitacional isleño y todas aquellas otras mejores que se auspiciase? Finalmente, el espíritu libre y las costumbres polinésicas que du- rante siglos se perpetúan en la isla, y que parecen algunas veces flojera o falta de espíritu de trabajo, podrían ser corregidos por la influencia educacional del Servicio Militar Obligatorio. Esta guarnición militar de las tres instituciones sería otro eslabón de hermanamiento entre las tres Fuerzas Armadas, con las ventajas que ello por si solo representa. Esta pequeña sugerencia de la Dirección del "MEMORIAL DEL EJERCITO", puede concentrarse en: "Un esfuerzo común de la Fuerza Armada, para que constituida una guarnición única en efectivos de las tres Instituciones, aune sus esfuerzos en la forma silenciosa pero efec- tiva con que actualmente lo hace nuestra Marina de Guerra de Chile, para que Pascua llegue a incorporarse a todas las actividades de la Nación". 4
  • 4. DEL COMBATE DEL MEMBRILLAR HE prometido a V. S. en nombre de esta división un día de gloria, si los enemigos intentasen atacarnos. Se ha realizado el ataque y la victoria ha coronado las armas de la patria.
  • 5. MEMORIAL DEL EJERCITO Desde el momento en que avisté el 19 por la tarde el campamento de V. S. situado en las alturas de Ranquil, apronté una división de 450 fusileros y 3 piezas de artillería para marchar sobre la retaguardia del enemigo en el caso de. atacar a V. S. La noche del citado 19 el general Gaínza, según concep- túo, hizo una marcha oculta con toda su fuerza, a excepción de Lantaño, que se mantuvo firme frente del bando (¿vado?), y no pude descubrirle hasta el mediodía de ayer; observé su ejército en tres columnas, vivaqueando frente del campamento de V. S. pero a más de dos leguas de distancia. La variedad de sus movimientos indicaba lo vacilante de su plan de operaciones y sus recelos de entrar en acción. A la una noté que las colum- nas enemigas, que estaban todas montadas, se replegaron con rapidez sobre el Itata, pasaron este río y el Ñuble, dirigiéndose al parecer a Cuchacucha. Luego de que observé esta marcha del enemigo mandé recoger al campamento todos los ganados y destaqué una partida para sostener en caso necesario la guerri- lla que los cuidaba; pero con orden expresa de no pasar de la viña, donde se hallaban. Un inconsiderado arrojo hizo al oficial comandante de aquélla avanzar hasta una altura o colina in- mediata al vado, por donde los enemigos estaban pasando; inmediatamente dirigieron contra ella un grueso de sus tropas, lo que obligó al oficial a retirarse con precipitación, y hubiera quedado cortado si una pequeña división no hubiese avanzado a sostener su retirada, aunque con peligro de empeñar una acción en un terreno desventajoso; tales suelen ser los funestos resultados de la falta de subordinación en los subalternos. Los enemigos que se habían bajado para sorprender la partida, la persiguieron con viveza, pero protegida por la división indicada, se replegaron todos al campamento sin pérdidas, antes que el enemigo llegase a tiro de fusil. Este, y con mayor fuerza de la que le consideraba, con rapidez, y otra columna se dirigía por las alturas- para atacar al campamento por la izquierda. A las cuatro de la tarde se empeñó la acción general por toda la línea y por el centro de ella. Se avanzaba una partida considerable al parecer de las tropas escogidas del enemigo, así por parecer asequible al cortar esta partida, como para imponer al enemigo y destruir la opinión poco favorable que la precipitada retirada del indicado piquete pudo haber dado al enemigo de nuestras tropas, determiné hacer una salida, la que verifiqué con 60 auxiliares de Buenos Aires, mandados por el intrépido coronel don Marcos Balcarce, 80 voluntarios de la patria, comandados por el Capitán don Hidalgo Vial, la guerrilla del teniente coronel don Santiago Bueras, y 60 milicianos del regimiento de Ran- cagua, que a ejemplo e instancia de su digno jefe don Agustín Armanza aprendieron el servicio de infantería, por haberse inutilizado sus caballos. La salida se hizo con el mejor orden: nuestros valerosos soldados atacaron a la bayoneta; en un 6
  • 6. PARTE OFICIAL DEL COMBATE DE... momento vi caer cinco de los enemigos y apresar cuatro, hu- yendo los demás con precipitación; logrado el objeto de la salida, me retiré con las tropas a las trincheras, trayendo con- sigo fusiles, sables y otros despojos. En este estado de la acción observé que los enemigos avanzaron cuatro piezas de artillería y que algunos oficiales de graduación se ponían al frente de las tropas para obligar a avanzar. En efecto, se adelantaron hasta tiro de pistola de la línea; pero no tuvieron valor de avanzar a la bayoneta; pero sí la bárbara temeridad de mantenerse en esta distancia sufriendo un fuego de seis piezas de artillería que vomitaban metralla y el de cerca de 700 fusileros bien atrincherados. Duró el fuego sin intermisión desde dicha hora hasta las 8 de la noche. Hasta el fin de la acción el enemigo dirigió todos sus esfuerzos contra el reducto de la derecha, intentando tomarlo por un flanco, avanzando sobre él hasta la distancia de ocho pasos en dos o tres ocasiones, pero siempre fué rechazado con notable pérdida. Por último, viendo lo vano de sus esfuerzos, se retiró en el mayor desorden, dejando en nuestro poder el armamento y pertrechos que cons- tan del adjunto estado. No se persiguió en la retirada, rece- lando fuese finjida para sacarnos de las trincheras, o bien, emboscadas que le proporcionaba lo quebrado del terreno, y sobre todo la extrema oscuridad de la noche, ocasionada por un furioso temporal de agua y viento que principió al concluir la acción. Nuestra pérdida según manifiesta el citado estado, ha sido de muy poca consideración, pero sensible, por la clase de sujetos que perecieron. El valiente teniente coronel don Agus- tín Almarza se portó con el mayor valor en la salida, y por una rara fatalidad fué el único muerto de las tropas que la compo- nían. Este benemérito oficial, según tengo entendido, ha dejado una numerosa e indigente familia, que espero que V. S. reco- mendará al Excmo. Supremo Gobierno. El intrépido oficial don Claudio José de Cáceres, no contento durante la acción de ani- mar la tropa, no cesó de hacer fuego, hasta que cayó a mi lado en el reducto de la derecha mortalmente herido de una bala de metralla: llamó a su hermano don Bernardo y le dijo con entereza que no le deseaba mayor felicidad que la de morir como él en la defensa de los sagrados derechos de la patria; los sargentos Ruiz y González son igualmente acreedores al reconocimiento de su patria y protesto no haber jamás visto un hombre más intrépido que el segundo. De la pérdida del enemigo V. S. puede formar concepto por lo que he referido acerca de la posición que ocupaba durante la acción: en efecto ha sido terrible. Sesenta y siete cadáveres dejaron en el campo, que no pudieron llevar; además se sabe por dos soldados que se pasaron esta mañana, como también por informes de los vecinos inmediatos, que los enemigos llevaron a Cuchacucha diez y nueve cargas de cadáveres de a cuatro 7
  • 7. 8 MEMORIAL DEL EJERCITO en carga, otros varios por delante de los caballos y un número crecido de heridos; declaran igualmente que el enemigo en el mayor desorden y terror pasó disperso la tempestuosa noche en las quebradas y bosques de Cuchacucha; y otros repasaron el Ñuble dirigéndose a Chillán. Entre los muertos se asegura la de varios oficiales y un coronel limeño, y entre los heridos el comandante de las tropas de Chiloé don Manuel Montoya, que perdió un brazo. La fuerza enemiga que atacó esta divi- sión, según declaración de los indicados prisioneros, se com- ponía de 136 hombres del Real de Lima, de todo el refuerzo que condujeron la Trinidad y Dolores de Chiloé, y que a su salida de esa provincia ascendía a 600 hombres, y de una com- pañía de artillería, y con tropas de otros varios cuerpos ascen- dían al número de 1,300 fusileros, sin contar con las milicias de caballería, que todas se dispersaron de resultas de la acción, robando, según su costumbre, mucha parte de los caballos de su infantería, que se había apeado para entrar en acción. La disparidad que se nota entre la pérdida del enemigo y la nuestra, no la extrañará V. S. ni ningún militar impuesto de la posición que ocupaban nuestras tropas. Esta es en extremo ventajosa sobre las orillas del Itata, por cuyo lado un escarpado hacía su acceso impenetrable, ocupa tres colinas coronadas de igual número de reductos, recíprocamente flanqueados a menos de tiro de fusil: dos profundas quebradas en que estaban situa- dos el hospital y ganados hacían igualmente en extremo difícil el ataque por el frente y flancos. Los reductos de derecha e iz- quierda están un poco avanzados; por consiguiente, el enemigo estaba expuesto durante toda la acción a un fuego cruzado de frente y flanco, que es el más mortífero de todos. No me es posible hacer a V. S. el debido elogio de la bene- mérita oficialidad y tropa de esta valerosa división; pero en honor de la verdad debo hacer manifiesto a V. S. los sujetos que se han distinguido. El jefe del Estado Mayor y coronel don Marcos Balcarce se portó con heroicidad en la salida y durante la acción mandaba el reducto del centro, contribuyendo con sus acertadas providencias a fijar la victoria. El intrépido coronel don Andrés Alcázar, el de la izquierda, y desplegó en él, durante la acción, el valor que le es característico. El coronel don José Joaquín Guzmán se ha hecho acreedor asimismo al reconocimiento de sus conciudadanos. En el cuerpo de artillería, los bravos capitanes don Nicolás García y don Manuel Zorrilla se portaron como siempre, que es hacer su mayor elogio; aquél durante todo el ataque se halló a la peligrosa posición del flanco del reducto de la derecha, sirviendo una pieza de a ocho con la mayor serenidad en medio del más vivo fuego de metralla y fusilería. El teniente don José Manuel Borgoño se distinguió, y toda la tropa de este valeroso oficial.
  • 8. PARTE OFICIAL DEL COMBATE DE... En el granaderos, don Santiago Bueras y don Francisco Barros se portaron con la mayor intrepidez, como también los sargentos Carreño y Guerrero. En el de auxiliares de Buenos Aires, el valeroso sargento mayor don Juan Gregorio de las Heras, quien no solo en la sali- da, sino en la defensa del flanco indicado, se distinguió como acostumbra. El capitán don Prudencio Vargas, el teniente don Ramón Desa, los alféreces Alday y Aldao, y el cirujano de ellos don José Martel, quien con un fusil fue uno de los primeros en la salida y logró hacer un prisionero. En el voluntarios se distinguieron el capitán don Hilario Vial, oficial de mérito; el de igual clase Elizalde; los subtenien- tes Belismelis, San Cristóbal, Millalicán, los abanderados Allen- des y San Martín, éste durante toda la acción no cesó de reconocer el reducto de la derecha, proveyendo a los soldados de cartuchos y piedras de chispa. En el indicado de Rancagua, que hacía de infantería, se distinguió infinito, no solo en la salida, sino durante toda la acción, el capitán don José Antonio Cuevas y el alférez Almar- za, digno hijo del difunto comandante. En las divisiones de caballería, su sargento mayor don José Bernardo Videla lo recomendó su coronel don Andrés Alcázar, y con particularidad el sargento de dragones Francisco Ibáñez, cuyo mérito es bien notorio en toda la división. Mis ayudantes don José Bernardo Cáceres y don Pedro Sepúlveda, llenaron perfectamente sus deberes, como también el del Estado Mayor don Pedro Nolasco Astorga, quien en el peligroso servicio de la salida se portó con la mayor intrepidez al lado de su inmediato jefe. Las divisiones de milicias, por estar se puede decir a pie, no pudieron servir como sus deseos exigían; pero muchos de sus oficiales, ya que por estas circunstancias no lo pudieron hacer en sus propios cuerpos, se hallaron en la salida entreve- rados con los de infantería, como los comandantes Achurra, de la de Melipilla; Orrego, de la de Quillota; el teniente Bravo, de San Fernando, y el de Rancagua, Campos. Para no extender más una relación ya demasiado larga, omito referir a V. S., varios hechos de valor personal dignos de premio y de las atenciones de V. S. He prevenido a los comandantes que los tengan presentes, para su debida recom- pensa. Dios guarde a V. S. muchos años. Campamento del Mem- brillar, 21 de marzo de 1814. Juan Mackenna. Señor general en jefe don Bernardo O'Higgins. De "Archivo de don Bernardo O'Higgins" Tomo II. 9
  • 10. LAUTARO EN ACCION Extraído de la obra "Raza Militar" del General don INDALICIO TELLEZ: TAN pronto como Lautaro se sintió en situación de hacer frente al poderío español, lanzó un grito de guerra, ata- cando el fuerte de Tucapel. Era Tucapel un pequeño fuerte guarnecido por unos cuan- tos soldados españoles, al mando del capitán Ariza. Valiéndose los indios de la circunstancia de que diaria- mente les era dado entrar al fuerte, llevando la provisión de leña y pasto que la guarnición necesitaba, en una de esas ve- ces llegaron con armas cuidadosamente ocultas en las cargas y aprovechando el descuido de los españoles, cayeron sobre ellos, logrando desconcertarlos con la sorpresa. Mas, esto duró poco. Muy luego Ariza logró restablecer el orden entre los suyos y, contratacando, después de grandes y sangrientos esfuerzos, logró arrojar a sus enemigos, del fuerte y aún perseguirlos por corto trecho. Desgraciadamente para los españoles, este triunfo mo- mentáneo había costado mucha sangre y Ariza se dió cuenta, viendo llegar nuevos refuerzos indios, de que no le quedaba otro recurso que abandonar el fuerte, lo que realizó al caer la noche. La velocidad de sus caballos le permitió sustraerse a la persecución de los indios y pudo, sin ningún entorpecimiento, llegar al vecino fuerte de Purén. Los indios, viéndose dueños del fuerte, lo incendiaron, prendiendo así de nuevo la antorcha de la guerra. Según don Crescente Errázuriz, es a Lautaro a quien hay que atribuir esta sublevación. Dice así en la pág. 558 del 2º tomo de su obra sobre Pedro de Valdivia: "Fue, sin duda, Lau- taro quien infundió en las recuas de Arauco, Tucapel y Pu- rén, el espíritu de revuelta; quien concibió el plan de confla- gración general, al ver la imprudente división de las fuerzas españolas...". "En toda su vida, tan corta como agitada y gloriosa, si- guió ejerciendo su autoridad sin contrapeso. Designaba a los caciques e indios principales, que en cada empresa habían de
  • 11. 12 MEMORIAL DEL EJERCITO tomar parte; los convocaba y mandaba; desechaba a cuantos no creía aptos: perseguía y castigaba sin piedad a los que re- husaban ayudarlo o permanecían sujetos a los españoles". También dice de él: "el más ilustre, poderoso y obedecido de sus capitanes generales". En la página 559, refiriéndose a la presencia de Lautaro en Tucapel, dice: "El haber sido Lautaro en esa época "Capi- tán General de los Indios" lo afirman Francisco de Villagra en la pregunta 68 de su interrogatorio, y, en sus respuestas a ella, no menos de 20 de sus testigos, sin que ninguno lo ponga en duda. Eso mismo afirman Juan Gómez de Almagro y sus testigos (XI, 192 y otras), don García de Mendoza (XI, 421) y numerosos capitanes y soldados". Tan pronto como Valdivia tuvo conocimiento de la des- trucción del fuerte de Tucapel, resolvió reconstruir el fuerte incendiado y salió de Concepción a la cabeza de sólo quince ji- netes, para dirigirse a las minas de Chilacoya, que en esos mo- mentos explotaba con una gran cantidad de indios sumisos. Lo que tan apresuradamente lo hacía proceder, era el temor de que la insurrección se propagara y el consecuente deseo de apagarla en germen. Ocurría esto el 15 de diciembre de 1553, aproximadamente. Aun cuando en las minas no se tenía ninguna noticia de la insurrección y los indios se mantenían tranquilos, tomó Val- divia la precaución de levantar un fuerte que diera cierta ga- rantía de seguridad a la tropa destacada allí. Esto le permitió también retirar algunos soldados, que unidos a los que pudo sacar de Arauco, a su paso hacia Tuca- pel, hizo subir su partida a 50 jinetes. Tomó al mismo tiempo la precaución de enriar al capitán Gómez de Almagro, comandante del fuerte Purén, la orden de ponerse en marcha hacia Tucapel con trece de los jinetes que tenía a su mando y de encontrarse en el punto de la cita el 25 de diciembre. (Sobre la fecha exacta en que ocurrió la ba- talla de Tucapel no se han puesto de acuerdo los historiado- res. Para el objetivo que en este trabajo me propongo, una di- ferencia de días carece en absoluto de importancia). Fue relativamente fácil que esta noticia llegara a oídos de Lautaro, pues Gómez de Almagro leyó públicamente en Purén la carta de Valdivia. Conviene ya establecer aquí, que los españoles (aún cuan- do ellos no lo declararon nunca en sus crónicas ni en sus par- tes, tal vez por creerlo innecesario) jamás dejaron de ir a los combates reforzados con un buen número de indios auxiliares (Yanaconas). Algunos cronistas, entre ellos Rosales, han fijado en 2.000 el número de yanaconas que acompañaron a Valdivia a Tuca- pel.
  • 12. LAUTARO EN ACCION 13 Estos indios peleaban valientemente al lado de los espa- ñoles y servían, tanto en los servicios auxiliares, como para proteger flancos o para ocupar determinados puntos en el cam- po de batalla. En el caso que comentamos, concurrieron tam- bién, pero en un número que, como dijimos, no ha sido posi- ble fijar exactamente. Este avance de Valdivia hacia Tucapel no tomó despreve- nido a Lautaro, quien gracias a su servicio de espionaje, se mantuvo en todo momento orientado sobre el curso de los acontecimientos. Como su propósito era batir a Valdivia en Tucapel, no hi- zo esfuerzo alguno para molestarlo en el camino, ni para de- tenerlo en su avance y se limitó a observarlo por medio de sus espías. A la viveza y sagacidad de sus indios, no escapó ni si- quiera la orden dada a Gómez de Almagro para concurrir a Tucapel, por la razón que consignamos anteriormente, y co- mo esto significaba un esfuerzo para su adversario, se propu- so hacerla fracasar. Entre cien generales, por lo menos 90 habrían resuelto en este caso, destacar contra la fracción de Gómez de Alma- gro la gente necesaria para rechazarlo o, por lo menos, para detenerlo durante todo el tiempo que hubiera sido necesario. Esta era la solución, al parecer más lógica y, sin embargo, a Lautaro no le pareció la mejor. Destacar tropas contra Gómez de Almagro para detener- lo en su avance, con ser lo más simple, no pareció a Lautaro un recurso apropiado, ya que se resolvía, al fin, en una equi- valencia : hacía perder fuerzas a su adversario, pero perdién- dolas él, a su vez. Buscó, pues, otro medio más eficaz, que fué el de hacer saber a Gómez de Almagro que el 24 su fuerte sería atacado con grandes fuerzas. Bastó tal noticia, como era natural, para que éste resolviera postergar por un día su avance a Tucapel. ¿Cómo nacer llegar esa noticia? También éste era un problema que necesitaba ser resuelto con mucho tino, pues no era tan fácil engañar a los españoles. Lo que Lautaro hizo fue ordenar a un indio, que debe haber sido muy ladino, que rondara cerca del fuerte simu- lando mucho interés en no ser visto y procurando, a la vez, que lo sorprendieran. Consiguió su objetivo y el indio fue apresado por los españoles. Interrogado sobre la intención que allí lo llevaba, se ne- gó a contestar hasta que, viéndose muy apremiado —esto ha- bía que esperarlo— confesó que andaba reconociendo el fuer- te, porque los indios pensaban atacarlo el 24 con grandes fuer- zas. Se ve que a Lautaro no se le escapaba ningún detalle.
  • 13. 14 MEMORIAL DEL EJERCITO Es de hacer notar que el interés de Lautaro no fue im- pedir la salida de Purén de Gómez de Almagro, sino retardar esa salida. ¿Por qué? Porque a él le convenía esa salida para poderlo batir en campo abierto, como, efectivamente, ocurrió el 26 de diciembre. Con sólo la pérdida de cuatro jinetes, adelantados para explorar y que fueron copados y muertos por las avanzadas de Lautaro, llegó Valdivia a Tucapel, antes del medio día del 25 de diciembre de 1553. (Estos jinetes fueron don Luis de Bobadila y tres soldados que Valdivia destacó desde Lavolebo). Avanzó hasta llegar cerca del lugar en que había existido el fuerte, y se aprestaba ya para dar descanso a su tropa, cuando de un bosque vecino salió, en compacta formación y con denodado empuje, un escuadrón araucano. Valdivia, con la rapidez que era de esperar de tan ex- perto capitán, dividió en tres partes su escuadrón y designó a una de ellas para salir al encuentro de los indios. El choque fue tremendo. Los españoles, sedientos de ven- ganza, cayeron como una tromba sobre las compactas filas de los indios, arrollando y matando a diestro y siniestro. Los indios, entretanto, no les iban en zaga. Poseídos de una altísima moral, seguros ya de que los españoles morían como ellos, y convencidos de que había sonado la hora de su redención, resistían y luchaban con un valor desesperado, de- fendían palmo a palmo el terreno y vendían caras sus vidas. Sin embargo, aunque el resultado podía hacerse esperar, era muy difícil que en ese choque de los aceros contra los pe- chos desnudos de los indios fuera otro que la derrota de és- tos. Cedieron, pues, el campo los naturales, para precipitarse por las quebradas (de antemano elegidas para el caso) donde no los podían perseguir los jinetes enemigos. No antes sí de haber herido a muchos españoles y de haberlos abrumado de cansancio. Con esto se habían logrado ya dos de los objetivos de Lautaro: debilitar la resistencia española y evitar la perse- cución de sus tropas. Así terminó la primera fase del combate de Tucapel, y siguiéndolo en su desarrollo, vamos a v,er ahora cómo se des- envolvió el plan que Lautaro había concebido. Convencido de que en un choque con los españoles su ejército llevaría siempre la peor parte, si lo empleaba en ma- sa, se había propuesto hacer de la batalla no un encuentro formidable, como siempre había ocurrido, sino tantos encuen- tros parciales como fueran necesarios, para agotar las fuerzas de su adversario en un combatir incesante y siempre renova- do. Era el combate en olas, que debía esperar varios siglos para ser aceptado por el arte militar.
  • 14. LAUTARO EN ACCION 15 Ideaba con esto un nuevo sistema de combatir, creaba una táctica; pero le faltaba realizar y completar su plan y lo hizo en una forma impecable. La sucesiva y no interrumpida intervención de sus es- cuadrones se produjo con precisión matemática y sin que nin- guno se denunciara antes de entrar en acción. ¿Cómo logró tal orden y disciplina en un ejército que poco tiempo antes se hallaba formado por tropas absolutamente colecticias? Este es uno de los fenómenos más dignos de ser admirados. Sigamos ahora el curso de los acontecimientos. Rechazada la primera fracción de tropas de Lautaro, una segunda ocupó inmediatamente su lugar con iguales bríos, obligando a Valdivia a emplear contra ella un segundo gru- po de jinetes. Esta vez la resistencia de los indios fue aún más tenaz, y esto, unido a la fatiga que producía el ardiente sol de ca- luroso día de verano, aumentó en tal forma el cansancio de los jinetes y de los caballos, que Valdivia creyó indispensable precipitar el desenlace para resolver cuanto antes su combate que ya se prolongaba inusitadamente. Para llegar a tal re- sultado, puso en acción todas sus tropas simultáneamente y así logró, como era natural, la retirada de la segunda división de Lautaro, aunque sin alcanzar sobre ella un triunfo decisi- vo, porque, como la anterior, consiguió también burlar la per- secución, precipitándose a las quebradas. Apenas resuelta así la segunda fase del combate, apare- ció, con el mismo orden y brío que los anteriores, el tercer es- cuadrón de Lautaro. Fácil es imaginarse la situación que esta tercera ola de ataque creó a los españoles, ya completamente extenuados, muchos de ellos heridos y desprovistos en absoluto de tropas de refresco. No se desalentaron, sin embargo. Dando, una vez más, elocuentes pruebas de acerado temple de sus almas, en un esfuerzo supremo, cargaron con renovados bríos. ¡Empeño inútil! Extenuados ya los jinetes, agotados los caballos y muy raleadas las filas, faltaron fuerzas para romper la muralla de pechos, que los tenaces indios oponían. Era el instante decisivo y, dirigiéndose a sus oficiales, Valdivia preguntó: ¿Qué hacemos? El capitán extremeño, Altamirano de Medellín, tomando la representación de todos, contestó: ¿Qué quiere vuestra señoría que hagamos? sino que peleemos y muramos. Esta respuesta espartana da idea de la fibra de esos hom- bres, que escribieron con hazañas nunca superadas la epopeya que contó Ereilla, como cantó Hornero la de los griegos. Para soldados de ese temple, cuando no se podía vencer, había que morir, y a morir tocaron las trompetas cuando or- denaron repetir la carga.
  • 15. 16 MEMORIAL DEL EJERCITO El choque fue tan impotente como el anterior, y por se- gunda vez se produjo el repliegue de los españoles. Continuar el combate era ya imprudencia temeraria e inútil sacrificio, y Valdivia, sobre quien pesaba toda la res- ponsabilidad, se vió forzado a ordenar la retirada. Conociendo la rapacidad de los indios, pensó en que si les abandonaba sus bagajes, por saquearlos, le dejarían escapar con los pocos hombres que aún le quedaban en pie. Comenzaba a poner en obra este plan, cuando en medio de una ensordecedora vocería, se vió atacado por todos lados por numerosas partidas de indios que avanzaban con loco ar- dor. Era la reserva, que al mando de Lautaro, intervenía en el momento preciso, para consumar la derrota de los españoles. Y llegó el epílogo de esa odisea admirable, en que el ge- nio de Lautaro rayó a la altura del espartano valor de los es- pañoles. Por un momento pudieron aún los castellanos ofre- cer alguna resistencia; pero eran ya tan pocos y se hallaban tan extenuados, que no vieron otra salvación que la fuga. Desgraciadamente, ni a este recurso se pudieron acoger, porque Lautaro había tomado ya sus medidas para cerrar to- dos los caminos de retirada. Los indios, entretanto, enardecidos con la victoria, y se- dientos de venganza, atacaban con verdadera furia, acabando a lanzadas con los pocos sobrevivientes. Valdivia, en compañía de un clérigo apellidado Pozo, ha- bía logrado escapar del campo de batalla; pero detenido por un pantano, fue alcanzado por los indios y ultimado sin pie- dad. El clérigo corrió la misma suerte. Los autores no están de acuerdo sobre el género de muer- te que sufrió Valdivia. Mientras unos creen que murió en el campo de batalla, otros le atribuyen una muerte horrorosa, martirizado por los indios. Yo me inclino a creer que no salió vivo del campo de ba- talla, porque juzgo poco probable que Valdivia, conociendo la crueldad de los indios y sabiendo que tenían que vengar en él muchos agravios, se hubiera dejado tomar prisionero. Por otra parte, es también poco probable que en esa orgía de san- gre los indios hubieran pensado en tomar prisioneros. Terminó, pues, la batalla de Tucapel, la primera que los indios ganaban y la primera que Lautaro dirigía, con la muer- te de todos los españoles, sin exceptuar uno solo. La muerte de todos los españoles hizo difícil la recons- titución de esta batalla, y lo que de ella se sabe, lo dijeron los pocos indios auxiliares que escaparon de la hecatombe. Uno de los principales Cronistas de la época, Góngora de Marmo- lejo, obtuvo ya mayor parte de sus datos del indio Alonso, guardarropa de Valdivia, que peleó a su lado en Tucapel.
  • 16. LAUTARO EN ACCION 17 La aparición de Lautaro marcó, en consecuencia, el prin- cipio de una nueva era: la de la vulnerabilidad española. Hasta entonces los castellanos no habían conocido en Chile la derrota, como no la habían conocido tampoco en el resto del continente americano, que sólo había sido impoten- te testigo de sus ininterrumpidos triunfos. Algo extraordinario tenía que resultar del choque de esos dos titanes: Valdivia, que no conocía la derrota, y Lautaro, que no la había de conocer jamás. Como se ha visto, uno a uno se cumplieron los propósi- tos de Lautaro, cosa tan difícil en la guerra, que casi se tie- ne por imposible. Ni llegaron los refuerzos de Purén, ni salvó con vida uno solo de los enemigos. A consecuencia del ardid de Lautaro, Gómez de Almagro llegó a las inmediaciones de Tucapel 24 horas después de la batalla y, al darse cuenta de la irreparable desgracia, pen- só en el peligro que a él mismo le acechaba e inició inmediata- mente su retirada. Desgraciadamente era la tarde para hacerlo impune- mente. Atacado por numerosas partidas de indios, al mando de Lincoyán, tuvo que desplegar Gómez de Almagro y los trece jinetes que lo acompañaban tal energía y heroicidad, que han pasado a la historia con el honroso título de "Los ca- torce de la fama". De los 14 cayeron 7 y los restantes salva- ron muy mal heridos. A menudo hacemos ostentación de nuestras pasiones, incluso de las más criminales; pero la envidia es una pasión tímida y vergonzosa que nunca nos atrevemos a confesar.—La ROCHEFOUCAULD. Ante un hombre envidioso, alabo siempre a los que le hacen pa- lidecer.-MONTESQUIEU. M. del E. 2.
  • 17. LAUTARO Mayor OSVALDO ARRATIA DE LA JARA NUESTRO Estado Ma- yor del Ejército desea asociar- se a un acontecimiento —has- ta ahora— un tanto descono- cido para la masa ciudadana. Se trata de conmemorar el aniversario de la muerte del gran Toqui araucano, Lauta- ro, ocurrida un 1º de abril de 1557, a orillas del río Mata- quito. En estas pocas y mal hilva- nadas líneas no deseo hacer un panegírico sobre la perso- nalidad de este ciudadano, le- gítimo ascendiente de nuestro pueblo. Mucho se ha combati- do a esta raza aborigen que ha dado brillo a la Historia de América, tanto por su heroís- mo como por el honor y senti- do de libertad de este pueblo, características propias de un culto sentido de la vida. Todo lo que digamos del pueblo araucano y de sus grandes conductores tendrá que hablarse con tino y buen sentido, pues resulta petulan- te tratar de comparar a estos humildes habitantes —sin co- nocimiento de estrategia y tác- tica militares— con aquellos pueblos con civilización harto más adelantada y con conduc- tores de ejércitos que tenían conocimiento del arte militar; sin embargo —y esto es lo im- portante—, el pueblo arauca- no supo actuar definidamente en las campañas que dirigiera, muy especialmente, el Toqui Lautaro. Dentro de una mente vir- gen, Lautaro, que había servi- do como ordenanza de don Pe- dro de Valdivia, desde 1543, captó con inteligencia, gran retentiva y espíritu creador todo lo que eran y valían los españoles, especies de fantas- mas para el resto de los in- dios. El Toqui aprendió y com- prendió la táctica española, usó el caballo como medio más rápido para moverse en el campo de batalla, comprendió que las armas de fuego tenían alcances reducidos y que sus grandes detonaciones eran simples amenazas al oído que podrían eludirse con el empleo de la fortificación; que podría combatirse al jinete con el empleo de un lazo para derri- barlo del caballo. En Marihue- ñu, Lautaro, supo lucir su ge- nio táctico y empleó procedi- mientos de combate que pu- dieran parecer increíbles en nuestros tiempos. Lautaro, joven, leal y vale- roso hijo de Arauco, jamás dejó de tener contacto con su pueblo e informaba a sus com- patriotas de los movimientos de las tropas españolas y de lo que ordenaba Valdivia. Era,
  • 18. LAUTARO 19 pues, como pudiéramos decir- lo hoy en día, un excelente D. 2, un quinta columna. ' El descontento del pueblo araucano, que se gestaba silen- ciosamente, también lo conocía Lautaro y cuando se produjo el alzamiento de las tribus, ci- tadas por Colo-Colo, él estuvo allí junto a los otros caciques y habló con Tucapel, Angol, Cayucupil, Millarapue, Paica- ví, Lemolemo, Mareguano, Elicura, Ongolmo, Purén, Pe- teguelen y con los famosos Caupolicán, Tomé y Andali- can, los cuales formaron un ejército inicial de aproxima- damente 53.000 hombres (Histórica relación del Reyno de Chile por el Padre Alonso Ovalle). En aquella reunión Caupolicán fue aclamado To- qui o Jefe Supremo de la Gue- rra y Lautaro, el General en Jefe de las fuerzas operati- vas. Cada tribu fue mandada por sus propios Generales. Entre Caupolicán y Lauta- ro existió una profunda dife- rencia para conducir la gue- rra. El primero era partida- rio de hacer una guerra de- fensiva en su propio territorio utilizando el terreno acciden- tado para derrotar a los espa- ñoles, ya que ellos lo conocían como la palma de la mano; este criterio prevaleció por mucho tiempo entre los arau- canos. En cambio, Lautaro, que no aceptaba la intromisión de los españoles en su propia tierra y que conocía la debili- dad combativa de ellos, su pen- samiento voló más lejos y vió en la guerra ofensiva, su me- jor forma; sin descartar la de- fensa en el campo táctico. Su campaña llena de éxitos desde Tucapel hasta Peteroa lo de- muestran como un buen es- tratego, y los triunfos ruido- sos de Tucapel y Marihueñu lo evidencian como un exce- lente táctico. Mucho se podría decir de sus éxitos tácticos y de su campaña que dejaremos para otra oportunidad. Lautaro fué, además, un gran orador y en sus elocuen- tes discursos traslucía el. gran cariño por sus tierras, bienes y amores. Escuchémosle en los momentos intermedios de Tu- capel cuando los araucanos pa- recían perder el combate: "¿Qué es esto, valerosos arau- canos, las espaldas volvéis cuando se trata de la libertad de la patria, de vuestros hijos y descendientes? o recobrarla, o perder en su demanda la vi- da es lo que conviene; que me- nos mal es morir que vivir su- jetos. La fama, en tantos si- glos adquirida, queréis man- char y oscurecer en una ho- ra? Acordaos que sois hijos de quien os la ganó, haciendo ros- tro al enemigo, no huyendo de él, y por conservarla, no dudaron perder hacienda y vi- da. ¿Qué mayor mal que el de la servidumbre, y qué cosa tan violenta y pesada como el yugo de la sujeción, o es peor ver a vuestras mujeres y vues- tros hijos en poder ajeno, siendo libres? Sacudid el te- mor, ánimo, caballeros y mo- rir o vivir con libertad". Dijo éstas y otras palabras que estimular el furor indígena lanzándose a la más horrible
  • 19. 20 MEMORIAL DEL EJERCITO carnicería en la cual fué ani- quilada la tropa de Valdivia y el Jefe, tomado prisionero y sometido a una muerte legen- daria. Todos los combates y cam- pañas de Lautaro están pletó- ricos de frenéticas arengas, cantadas por el célebre poeta don Alonso de Ercilla y Zúñi- ga. Desde 1553 a 1557 el Toqui no conoció derrota alguna y en su avance había alcanzado las riberas del Mataquito don- de puso en jaque a las tropas de Villagrán. En este río qui- so materializar la frontera araucana, lo que era mucho decir, ya que los indios del Im- perio Inca habían llegado hasta las márgenes del río Ita- ta, donde precisamente se lle- vó a efecto el primer encuen- tro y rechazo araucano de las tropas españolas al mando del Capitán Altamirano, cuando vino Almagro a Chile. Lautaro —después de resis- tir heroicamente en Peteroa por un largo tiempo—, muere traicionado por un indio que dió el lugar preciso donde se encontraba el Toqui y al ama- necer del día 1º de abril de 1557, don Pedro de Villagrán entra sigilosamente al puesto de combate de Lautaro donde le dan muerte; la resistencia continuó con tanto furor como si estuviese presente el gran Toqui. El Estado Mayor del Ejér- cito y el Instituto de Conme- moración Histórica están to- mando las medidas para le- vantar un monolito en el sitio aproximado donde fué muerto Lautaro para recordar —de este modo— a uno de los más brillantes conductores del va- liente pueblo de Arauco. El temor a la guerra es peor que la guerra misma.—Séneca. Nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz.— Benjamín Franklin. La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.—Erasmo.
  • 20. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA Mayor GUILLERMO GANA MOLINA (Continuación) b) Acciones Aéreas contra Alemania (1) Ataque contra la Industria Aeronáutica Alemana. La historia de la industria aeronáutica alemana está ab- solutamente ligada a la de la Fuerza Aérea Alemana. La producción de aviones durante la guerra, representó aproximadamente el 40 por ciento del total de la producción bélica alemana (Fig. Nº 40). En la fabricación de aviones, considerando todas sus fases, intervenían alrededor de 2 mi- llones de hombres. El número de aviones disponibles para la Luftwaffe era en 1939 de 8.295, de los cuales alrededor de 4.500 eran de tipo caza. En 1944 la aviación alemana contaba con 39.807 aviones de los cuales 30.000 eran cazas. Cuando vino la caída de Francia, terminaron para la Luftwaffe los días de fáciles triunfos. La R.A.F. durante la fase de los ataques diurnos de 1940, destruyó o averió alre- dedor de 900 bombarderos y 1.000 cazas, obteniendo el con- trol del aire sobre las islas británicas y zonas adyacentes al Canal. En el año 1941, se entregaron a la Luftwaffe 11.776 apa- ratos de todos los tipos, de los cuales un 65% de esta cifra eran aviones de combate y de éstos los Cazas estaban en una proporción de un 47%. El General Milch, que fué el principal impulsor de la cons- trucción germana de aviones, quiso aumentar dicha produc- ción a 5.000 Cazas mensuales, exigiendo por lo menos 1.000 aviones de este tipo. Durante el período del Verano 1941, hasta el comienzo de la Primavera en 1943, los ataques contra la industria ae- ronáutica alemana fueron dirigidos especialmente contra las instalaciones de los Focke-Wulf en Bremen y las de los avio- nes Heinkel en Rostock. Estos ataques, si bien no ocasiona- ron grandes pérdidas en la producción, motivaron que la in- dustria iniciara su programa de dispersión, en lo referente a la ubicación de sus instalaciones. Fué así que las instalaciones
  • 21. 22 MEMORIAL DEL EJERCITO (Fig.Nº40) Producciónbélicaalemana.El40%desuesfuerzoeradedicadoalaindustriaAeronáuticay el60%restantealasnecesidadesdelasotrasFF.AA.
  • 22. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 23 de Focké-Wulf de Bremen, fueran trasladadas a la Prusia Oriental y Polonia, buscando facilidades de abastecimiento y la protección correspondiente, debido a que parecían hallarse fuera del alcance de la R.A.F. y de la Fuerza Aérea Norte- americana. El peso de los ataques del año 1943, recayó sobre las ins- talaciones de montaje de aviones, en los que el mando Aliado obtuvo especial éxito. Los "M. 109" cuya producción fué en julio de 725 aviones, bajó en septiembre a 536 y en diciem- bre a 357. El número de aviones Focke-Wulf, descendió de 325 en julio de 1943 a 203 en diciembre del mismo año. En enero de 1944 las posibilidades operativas de la Fuer- za Aérea Norteamericana habían aumentado considerable- mente por el constante refuerzo de aviones, por la protección de aviones de caza que se les daba a las formaciones de bom- bardeo, y por la aplicación de la técnica del bombardeo a cie- gas. El mal tiempo y la necesidad de atacar los emplazamien- tos de los V-l y V-2 en las costas francesas y. holandesas, im- pidieron que se reanudaran los ataques contra la industria aeronáutica hasta la semana del 20 al 25 de febrero de 1944, cuando unas 4.000 toneladas de bombas fueron arrojadas con- tra objetivos aeronáuticos, que destruyeron el 90% de la pro- ducción de esa fecha. La industria aeronáutica conservó prioridad entre los ob- jetivos de carácter estratégico hasta junio de 1944, en que sur- gieron objetivos a los que fué preciso atacar aún con mayor urgencia y persistencia. Tal es el caso de los ataques contra las plataformas de lanzamiento de las bombas volantes V-l y V-2 a que se hizo referencia anteriormente, y de los realiza- dos contra el sistema ferroviario francés durante un período de seis semanas antes de la invasión de Normandía. El tone- laje de bombas lanzadas contra la industria aeronáutica ale- mana durante el año 1944, totaliza 38.220 toneladas. Los ataques contra la industria del petróleo, produjeron una escasez casi total de gasolina, lo que hizo entre otros as- pectos, reducir considerablemente el número de horas de vuelo para la instrucción de los pilotos, disminuyendo en consecuen- cia la capacidad técnica y competencia del personal. Quedaba para la Luftwaffe la posibilidad de crear una pequeña fuerza integrada por aviones con propulsión a reacción, cuyos pri- meros ensayos habían comenzado con el invierno de 1938-39. En el año 1944, 527 aviones de este tipo pasaron el vuelo de prueba, y hasta el 8 de mayo de 1945, esta cifra había au- mentado hasta cerca de 1.400, pero la falta de personal com- petente, debido a su deficiente entrenamiento no permitió or- ganizar unidades aéreas de este tipo.
  • 23. 24 MEMORIAL DEL EJERCITO A partir de los primeros meses de 1944, ya una vez per- dida la superioridad del aire por la Luftwaffe, el camino ha- cia el colapso total de Alemania se acortó fundamentalmente a través del implacable y mortífero bombardeo que debió so- portar la industria bélica alemana y, en especial, la relaciona- da con la Aeronáutica. (Fig. Nº 41). (2) Ataque contra la Industria de rodamientos de Schweinfurt. Al atardecer del 17 de agosto de 1943, unos 200 Boeing B-17 despegando desde sus bases en Inglaterra, volaron hasta muy dentro de Baviera con la misión de bombardear la indus- tria de rodamientos, siendo el objetivo específico la ciudad de Schweinfurt, ciudad donde se concentraba la mitad de toda la producción de esta importante industria, así como también casi el 50 % de los obreros especializados en dicha actividad. Fueron arrojadas más de 400 toneladas de bombas, re- gistrándose 80 impactos directos en las instalaciones, que pro- dujeron importantes daños. De la fuerza atacante, por lo me- nos 30 Fortalezas, acosadas por los Cazas y el fuego antiaéreo, no regresaron a sus bases. El 14 de octubre de 1948, tuvo lugar el mayor ataque contra Schweinfurt, realizado por 228 bombarderos pesados, produciéndose una de las mayores batallas que registra la historia de la VIII Fuerza Aérea N. A. Coincidieron los ata- ques, que contra la citada ciudad se llevaron a cabo posterior- mente durante el año 1944, con los que se realizaron contra otras instalaciones de Alemania y Austria, contra fábricas tras- ladadas desde Schweinfurt donde quiera que se encontraran y contra aquellas regiones donde se tuviera información de que existían fábricas de rodamientos. Ya que para el segundo tri- mistre de 1944 la producción había sido reducida en un 50%. Los daños ocasionados a la maquinaria y diversas instalacio- nes no fué ciertamente proporcional al ocasionado a las cons- trucciones. Las maquinarias fueron destruidas en 12%, mien- tras que los edificios fueron gravemente afectados por las bombas. Es interesante hacer notar que muchos de los ataques realizados por los bombarderos se ejecutaron sin la debida protección de cazas escoltas, por lo que las pérdidas experi- mentadas por la Fuerza Aérea N. A. fueron muy elevadas. De los 228 bombarderos que actuaron en la citada fecha del 14 de octubre de 1943, 62 se perdieron y 138 quedaron ave- riados sin posibilidad de recuperación. Las bajas del personal ascendieron a 590 muertos y 40 heridos. La industria alemana de rodamientos, pese a los intensi- vos ataques que debió soportar, mostró una enorme capacidad
  • 24. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 25 (Fig.Nº41)ElbombardeoaéreocontraAlemania.
  • 25. 26 MEMORIAL DEL EJERCITO de recuperación debido a las innovaciones introducidas en la fabricación de armamento y, especialmente, a las medidas ten- dientes a la rápida dispersión de los grandes centros de pro- ducción y a la substitución de la maquinaria inutilizada. La característica previsión germana consiguió, en esta parte de la guerra, reducir los efectos de los bombardeos efectuados por los Aliados, por medio de contramedidas de dispersión y de seguridad muy atinadas, que se caracterizaron en la rápida dispersión de los grandes centros de producción a numerosas instalaciones más pequeñas, en la construcción de fábricas subterráneas y de muros protectores contra bombas que ro- deaban las maquinarias de especial importancia. (3) Ataque contra la industria del petróleo. Desde el comienzo de la guerra, el petróleo había sido el punto débil del abastecimiento alemán. A partir de 1942, la escasez de gasolina había obligado a los alemanes a reducir el entrenamiento de los pilotos, con las naturales consecuen- cias que ello significó para el poderío de la Luftwaffe. Al atacar las instalaciones de petróleo sintético, los Alia- dos eligieron un punto débil del enemigo, tratando de acentuar al máximo dicha debilidad, y ello contribuyó fundamentalmen- te al derrumbe del Reich. En 1938, último año de paz, Alemania consumió apro- ximadamente 7.500.000 toneladas de gasolina, lo que daba, de acuerdo a las estadísticas, un consumo por habitante de la quinceava parte de lo que Estados Unidos consumía. Alemania precisaba importar dicho producto. Su producción en bruto, concentrada en su mayor parte en la zona de Hannover, su- ministraba únicamente alrededor del 7% de las necesidades de paz. La industria del petróleo actuaba principalmente con petróleo en bruto importado de Venezuela y la industria refi- nadora estaba concentrada en Hamburgo y Bremen. A principios de 1943, se adoptaron varias medidas ten- dientes a proporcionar al Reich una mayor autarquía en este aspecto. Se pagaron subvenciones con el objeto de fomentar el programa de exploración correspondiente, y la producción alemana aumentó hasta producir 1.052.000 toneladas en el año 1940. Fué creada la industria de petróleo sintético y sus ins- talaciones fueron concentradas en el Ruhr, en la región cen- tral alemana alrededor de Leipzig y en Silesia. Las instalacio- nes de petróleo sintético eran principalmente de dos tipos: las que utilizaban el procedimiento de hidrogenación Bergius y las del sistema Fischer-Tropsch. Los planes de Alemania tenían como objetivo principal el conseguir grandes reservas de gasolina para aviación y de aceite pesado para la Marina.
  • 26. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 27 Cuando Polonia fué invadida, en septiembre de 1939, aún no se habían conseguido estas proyectadas reservas. Alemania empezó la guerra con 492.000 toneladas de ga- solina de aviación de reserva, en lugar de la cifra prevista de 1.500.000 toneladas y 1.118.000 toneladas de aceite pesado en lugar de los 2.800.000 toneladas que se había planeado ob- tener. Al estallar la Guerra, Alemania contaba con abasteci- miento para menos de seis meses, de todos los combustibles lí- quidos indispensables para las necesidades de guerra. Antes de octubre de 1939 no existía en Alemania racionamiento de ga- solina para la población civil, pero durante la guerra se dic- taron enérgicas restricciones en el empleo, por parte de la población, de bencina y aceite, y el Ejército, Marina y la Avia- ción consumieron prácticamente todos los carburantes líquidos. Las primeras campañas proporcionaron a Alemania la producción de petróleo sin refinar de Polonia y cantidades re- lativamente pequeñas en Estonia y Alsacia. Para la guerra relámpago contra Francia y los Países Bajos, en mayo de 1940, se utilizó relativamente poca gasolina; las existencias captu- radas en Francia fueron mayores que la cantidad empleada en dicha campaña. En 1943, las importaciones dé Hungría y Rumania ascen- dían a 2.000.000 de toneladas, principalmente gasolina para automóviles y aceite pesado. El abastecimiento de petróleo constituía el factor predo- minante de las operaciones militares alemanas. La principal fuente de abastecimientos de petróleo se encontraba en Ploesti (Rumania) y Hungría, de ella se extraía una cuarta parte del abastecimiento total de combustibles líquidos. Las refinerías de Ploesti fueron atacadas por primera vez en agosto de 1943 con resultados mediocres para los Aliados, pero los ataques reanudados en abril de 1944, además de operaciones de minado en el Danubio, consiguieron cortar materialmente la afluen- cia de petróleo a Alemania. Cuando Ploesti fué ocupado por los rusos el 22 de agosto de 1944, la dependencia que Alemania tenía de sus propias fá- bricas sintéticas se hizo más aguda. Mientras que los ataques de mayor importancia se concentraron contra las instalaciones de hidrogenación, las refinerías de la región Hamburgo-Bre- men y las instalaciones Fischer-Tropsch en el Ruhr también fueron bombardeadas. En enero de 1944, ya la producción de las plantas sintéti- cas había empezado a disminuir. Los ataques a Leuna-Bohlen y Gelsenberg, seguidos de los realizados contra Magdeburgo, Lutzhendorf y Zeitz, en mayo de 1944, hicieron ver a los ale- manes lo grave de su situación. El Ministro Speer, en carta dirigida a Hitler con fecha 30 de junio de 1944, le expresaba:
  • 27. 28 MEMORIAL DEL EJERCITO "Nuestra producción de gasolina para aviación ha sido grave- mente afectada, habiendo conseguido el enemigo aumentar nuestras pérdidas de combustible para aviación hasta el 90% en 22 de junio de 1944. Las ya graves pérdidas de junio y la producción que se calculaba muy baja para julio y agosto a causa del ataque aéreo, indudablemente nos hace consumir una mayor parte de nuestras reservas de gasolina para aviación. Si no es posible para nosotros proteger estas fábricas, nos ve- remos obligados a cortar el suministro al Ejército, en septiem- bre, lo que querrá decir que desde entonces en adelante exis- tirán las más lamentables y trágicas consecuencias". Se intentó la dispersión de las plantas, pero ello no se pudo realizar en forma completa debido a lo complejo que re- sultaban dichos traslados. Desde mayo de 1944, la producción de combustible no al- canzaba a satisfacer las necesidades del consumo. Los stocks acumulados se agotaron rápidamente. Las Fuerzas Armadas comenzaron a sentir los efectos, y, las reducciones en el con- sumo empezaron a efectuarse en actividades tan fundamen- tales como las de instrucción de pilotaje. La destrución de las plantas sintéticas les significó, a los alemanes, la pérdida de su nitrógeno sintético, metalol y con- sinderable proporción de caucho. (4) El ataque contra el Transporte. Alemania poseía, en la época en que se inició la II Guerra Mundial, uno de los sistemas ferroviarios más organizados, equipados y mejor mantenidos del mundo." Una extensa red de comunicaciones fluviales unía los ríos más importantes del Norte de Alemania, cruzando la región carbonífera del Ruhr y proporcionando medios de transporte fluviales hasta la re- gión de Berlín. El transporte comercial por carretera era del orden del 3% del transporte total. Durante el transcurso de la guerra, el sistema ferroviario alemán estuvo en condiciones de satisfacer las necesidades mi- litares hasta la Primavera de 1944, ya que la requisición del equipo de los países ocupados sirvió para subsanar las exigen- cias de material impuestas por las operaciones. A partir de esa fecha, se constató un lento descenso en la capacidad del transporte y los daños causados por los ataques aéreos tuvie- ron una influencia decisiva en el Otoño de 1944, cuando empie- za el ataque aéreo en masa contra Alemania. Dichos ataques aéreos estuvieron íntimamente ligados al desarrollo de las operaciones en tierra. Antes de la invasión de Normandía, la tarea principal de las fuerzas aéreas Aliadas fué la dislocación del tráfico ferroviario entre Alemania y la
  • 28. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 29 costa francesa, mediante el bombardeo sistemático de las es- taciones y muelles más importantes del Norte de Francia. El bombardeo aéreo se intensificó en el momento mismo de la in- vasión, durante el cual se interceptó prácticamente todo el tráfico en dirección a la cabeza de desembarco. Durante toda la guerra, cada operación importante reali- zada por fuerzas terrestres, se vió precedida y acompañada por ataques aéreos contra el transporte alemán, lo que tenía por objeto aislar el campo de batalla, privando al Ejército ger- mano de los elementos logísticos fundamentales para la acción operativa. La Fig. Nº 42 muestra el tonelaje mensual de bombas arrojadas por las fuerzas aéreas Aliadas contra el sistema de transporte alemán, durante la guerra. (Fig. Nº 42) Junto con el ataque al transporte ferroviario, las fuerzas aéreas Aliadas operaron contra las vías fluviales de Alema- nia, obteniendo, ya en diciembre de 1944, suspender casi total- mente el tránsito fluvial entre la zona del Ruhr y el centro de Alemania, lo cual, agregado a la parcial paralización del sis- tema ferroviario, planteó para dicho país una situación deses- perada. Toneladas de bombas lanzadas contra el Sistema de Transportes terrestres Alemanes. (1941 - 1945)
  • 29. 30 MEMORIAL DEL EJERCITO Las pérdidas en los servicios del transporte desorganiza- ron fundamentalmente la distribución de materias primas, es- pecialmente en lo relacionado con carbón, que era básico para la economía y desarrollo industrial alemán. En las etapas finales de la guerra, apenas quedaba tránsi- to por las principales vías ferroviarias del Reich y tan sólo se efectuaban algunos movimientos militares en forma muy re- ducida y lenta. (5) Ataque contra las ciudades alemanas. Durante el desarrollo de los ataques efectuados desde fi- nes de 1939 hasta mayo de 1945, las fuezas aéreas Aliadas arrojaron más de medio millón de toneladas de bombas de gran poder explosivo, incendiarias y de fragmentación en ataques sobre 61 ciudades alemanas de una población superior a 100.000 habitantes. El total de la población de dichas ciuda- des alcanzaba a 25 millones de personas, de las cuales 4.858.000 eran obreras,. Se calcula que el total de los ataques destruyó o averió gravemente alrededor de 3.600.000 viviendas, lo que vendría a constituir el 20% de la totalidad de las residencias alemanas, dejando sin hogar a 7.500.000 personas. El total de muertos se calcula en 300.000, quedando unas 780.000 personas heridas. Los servicios sanitarios y los hospitales de las ciudades bombardeadas sufrieron gravísimos contratiempos, que reper- cutieron asimismo en la atención de la salud pública, ya que la destrucción de los elementos e instalaciones médicas, hizo muy difícil la atención oportuna de los heridos y especialmen- te lo referente a las tropas que eran enviadas desde los fren- tes de combate para su recuperación, en los Hospitales. Al comenzar el año 1944, las 3 /4, partes de la población alemana consideraba perdida la Guerra. El bombardeo afectó de manera apreciable a la voluntad alemana por la resisten- cia. El cansancio, el temor, el derrotismo y la apatía eran más comunes entre aquellos que habían sufrido los efectos de los bombardeos aéreos. La interrupción de los servicios públicos en las poblacio- nes influyó fundamentalmente en la moral de la población germana. Especialmente significativa fué la interrupción del Servicio de Transporte, ya analizada en acápites anteriores; la electricidad seguía en importancia y los servicios de agua y gas. Un golpe decisivo contra la moral de las poblaciones bom- bardeadas fué la destrucción de los servicios escolares y de recreo para los niños, lo que hizo necesaria la evacuación de aquéllos que se encontraban en edad escolar.
  • 30. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 31 En resumen, el mortífero bombardeo aéreo efectuado por los Aliados contribuyó, durante el transcurso de la guerra, a disminuir la moral y la admirable capacidad de recuperación que mostraron los habitantes de las poblaciones alemanas, apresurando en forma definitiva el derrumbe del Tercer Reich. (6) Algunas conclusiones derivadas del empleo de la Aviación Aliada contra Alemania. (a) Alemania bajo la acción del Arma Aérea Aliada so- bre el corazón de su territorio, disminuyó básicamente su ca- pacidad de lucha. Al comienzo de 1945, su producción de ar- mamento descendía sin recuperación posible; todo esfuerzo organizado desaparecía y, aunque sus ejércitos continuaban en el campo de batalla, la desintegración del Tercer Reich estaba en marcha. (b) La importancia que el dominio del aire adquirió por parte de los Aliados, posibilitó los ataques contra la economía básica alemana, proporcionando, a su vez, la fuerza suficiente y la libertad operativa adecuada para obtener un resultado po- sitivo y permanente. (c) Alemania demostró una gran capacidad de recupe- ración y también una adecuada capacidad defensiva, demos- trando rapidez e ingenio en sus medidas, lo que le permitió reconstruir y mantener parte de su industria bélica por medio del camuflaje, utilización de cortinas de humo, dispersión de sus instalaciones y empleo de fábricas subterráneas. Sin em- bargo, al no disponer del dominio del aire, ninguna de estas medidas resultaron adecuadamente eficaces. (d) Se destaca la importancia de seleccionar cuidadosa- mente los objetivos para los ataques aéreos. Los alemanes fue- ron afectados mucho más por los ataques contra las industrias y servicios básicos (petróleo, acero, energía eléctrica o trans- porte) que por los efectuados contra la industria de arma- mento o los centros poblados. Asimismo, se comprobó que cualquiera que fuera el sistema de objetivos atacado, no hubo ninguna industria que quedara fuera de producción en forma permanente, a consecuencia de un solo ataque. Era necesario atacar en forma persistente el mismo objetivo para producir su total paralización. (e) Finalmente, en el campo de la información estraté- gica, se precisó de ella en forma más exacta y completa. Los datos que la Fuerza Aérea Aliada poseía acerca de la econo- mía alemana, no fueron los más adecuados y se precisó de un organismo coordinador entre las organizaciones militares y las privadas o gubernamentales, tendiente a establecer bases de comprobación de informes y de continuidad en la obtención de ellos.
  • 31. 32 MEMORIAL DEL EJERCITO c) La Guerra Aérea en el Pacífico (Fig. Nº 43) En la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941, en una estación de Opana Hill, en Hawai, el técnico Joe Lockard se encontraba ante un radiogoniómetro S.C.R. 270-B., una forma primitiva de radar, y captó en su instrumento, a las 7 horas 2', aviones que se aproximaban desde una distancia de 218 ki- lómetros. Lockard trató de comunicar el caso al Centro de In- formaciones de Fort Shafter. El Centro estaba cerrado. Dos minutos después el instrumento señalaba que los aviones con- tinuaban acercándose, y transcurrió algún tiempo antes de que el operador pudiera comunicarse con un Oficial de Fort Shaf- ter dando cuenta de lo que acontecía. El Comandante de la base Campo Hickam, Coronel William E. Farthing, en la torre de vigía, esperaba la llegada de aviones B-17 de California. Desde allí tenía una buena vi- sión de Pearl Harbour donde se encontraban anclados ochenta y seis buques de la Flota del Pacífico. A las 7 horas 58', escu- drinando en el cielo con sus anteojos, constató una larga y del- gada línea de aviones que se aproximaban. Uno tras otro, los aviones picaron bruscamente sobre la bahía, dejando caer sus bombas. Durante hora y media los aviones japoneses bombardearon Pearl Harbour, Campo Hickam, las bases de aviones de com- bate de las Fuerzas Aéreas del Ejército de los campos Wheeler y Belows, el aeródromo de la Marina ubicado en Ewa, la es- tación Aeronaval de Kanehoe y otras instalaciones. En el mo- mento culminante del ataque, llegaron los B-17 para aterrizar en Campo Hickam. La gran base aérea, con sus hangares y cuarteles en llamas y sus aviones destruidos en tierra, estaba prácticamente arrasada. Había llegado la guerra en forma por demás sorpresiva, dejando fuera de servicio el Poder Naval que Estados Unidos mantenía en el Pacífico. Al día siguiente, los aviadores japoneses atacaron en masa las bases de las Fuerzas Aéreas del Ejército en las Filipinas, con efecto igualmente destructor. Después de una serie de fracasos, en que los Estados Uni- dos perdió la mayoría de sus posesiones en el Pacífico, se vió dicho país obligado a asumir una actitud defensiva, aun cuan poseía todavía una poderosa escuadra naval. No cabía otra actitud, en atención a que no poseía poder Aéreo Estratégico, que era el factor más determinante para actuar ofensivamen- te en el aspecto aéreo. En lo referente a la aviación embarcada, no alcanzaba la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, a equi- pararse con la de su adversario. Cuando los norteamericanos estuvieron en condiciones de equiparar sus fuerzas de porta-
  • 32. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 33 M. del E. 3.
  • 33. 34 MEMORIAL DEL EJERCITO aviones con las unidades japonesas, lograron sucesivos éxitos en las batallas de Midway, Mar del Coral y Bismark, en las que vino a demostrarse la importancia y posibilidades del em- pleo de la Aviación contra los acorazados de la flota adversa- ria. La campaña en el Pacífico involucró gran número de des- embarcos anfibios. Entre octubre de 1942 y julio de 1945, se realizaron 122 operaciones de este tipo. Había necesidad de invadir, conquistar y finalmente ocupar una isla tras otra. La aplicación del poder Aéreo era esencial para el éxito y en la misma forma que se ejecutó en Africa y Europa, era preciso conquistar en primer término la supremacía aérea local, luego crear un bloqueo aéreo de la zona de desembarco, preparar el camino o las rutas para la invasión por medio del bombardeo de las defensas de playa, destruir la fuerza enemiga de la zona bloqueada y, por último, proporcionar un persistente apoyo aéreo durante todo el curso de la operación y aun después de efectuados los desembarcos. La Guerra Aérea contra el Japón fué principalmente una guerra de movimiento, en que el tras- lado dé las Bases Aéreas por aire, se realizó en forma corriente. Una de las más espectaculares operaciones aéreas de la Guerra del Pacífico fué el ataque y bombardeo de Tokio, diri- gido por el General James H. Doolittle. Dicha incursión fué realizada por una audaz acción, en la que 16 bombarderos Mitchell B-25, con una tripulación total de 130 hombres des- pegaron desde el portaaviones Hornet, a las ocho de la maña- na del 18 de abril de 1942, desde un punto situado a 11.000 kilómetros de Tokio. Trece de los bombarderos atacaron la capital del Japón, dos aparatos bombardearon la ciudad de Nagoya y uno dejó caer sus bombas en Kobe. Los aparatos se dirigieron posteriormente a aterrizar en aeródromos de China, pero el mal tiempo reinante y la caída de la noche, impidió que los aviones llegaran a los campos de aterrizaje señalados. Uno de los B-25 aterrizó cerca de Vladivostock, siendo su per- sonal capturado; las otras tripulaciones saltaron de sus apara- tos sobre territorio chino o hicieron aterrizajes forzados. Los 16 aparatos se perdieron y los resultados de esta espectacular acción aérea no guardaron relación con el alto costo que repre- sentó en personal y material. En mayo de 1942, bombarderos navales en picada,, con base en portaaviones, infringieron la primera gran derrota al Japón en la batalla del mar de Coral. Los bombarderos de los portaaviones Lexington y Yorktown, hundieron un porta- aviones, un crucero liviano, dos destructores y averiaron a otro portaaviones, derribando ochenta aparatos japoneses. Aviones de la V Fuerza Aérea del General George C. Ken- ney participaron en el combate, empleando la técnica del bom- bárdeo rasante. Esta técnica exigía que los aviones volaran a
  • 34. D I V U L G A C I O N E S S O B R E E L A R M A A E R E A 3 5 muy baja altura sobre el nivel del mar, dejando caer las bom- bas cuando se encontraban a muy poca distancia del barco. Como consecuencia de ello, las bombas se encontraban en posición casi horizontal cuando llegaban al mar, lo que per- mitía su rebote y si se encontraban en una posición adecuada, es decir, bastante cerca del objetivo, penetraban a la altura de la línea de flotación del buque, lo que proporcionaba un máxi- mo de eficacia en su batimiento. La Batalla del Mar del Coral, en que las fuerzas japone- sas fueron derrotadas, destacó la importancia del Poder Aéreo como factor determinante de la Guerra en el Pacífico. Las Batallas de Midway y Bismark, destacaron lo efec- tivo del empleo de la Aviación contra los grandes acorazados. En abril de 1944, quedó organizada la Vigésima Fuerza Aérea. El Presidente Roosevelt se había comprometido con Chiang-Kai-Shek, en el sentido de que la Aviación norteame- ricana empezaría pronto a bombardear el Japón, utilizando bases en China. Aviones B-29, llegados a la India, aterrizaban en ese mes de abril en aeródromos chinos. El B-29, concebido en el año 1939, era el avión más avanzado, creado durante la Guerra. El primer modelo de "producción" comenzó a volar en julio de 1943, y a partir de esa fecha, se llevó a cabo el enor- me programa de producción que pondría en acción más de mil de estas superfortalezas en el teatro de operaciones del Pací- fico, antes de la rendición del Japón. Asignados a la Vigésima Fuerza Aérea recibió ésta, de los Jefes de Estados Unidos Con- juntos, la tarea de realizar "lo antes posible, la destrucción y dislocación progresiva de los sistemas militar, industrial y eco- nómico japoneses, para minar así la moral del pueblo hasta el punto de que su capacidad bélica quedara decisivamente derrotada". Las primeras operaciones de las superfortalezas, se efec- tuaron en junio de 1944, operando de Bases de Retaguardia ubicadas en Assam y desde Bases Avanzadas localizadas en la región de Chengtu, en China. Constituyeron operaciones cos- tosas ya que, para que cada bombardero realizara una misión en Japón, era necesario efectuar doce viajes de transporte, atravesando los picos del Himalaya, con gasolina, bombas y elementos correspondientes. El 18 de junio de 1944 se efectuó un importante ataque contra las fábricas de acero de Jawata. Durante los meses de julio hasta noviembre de ese año, los B-29 dejaron caer sus bombas sobre territorio japonés: Manchuria, Corea, Formosa, Tailandia, Birmania y en vuelo record de 6.700 kilómetros so- bre Singapur. Asimismo, se efectuaron misiones de reconoci- miento fotográfico sobre la misma extensa región, proporcio-
  • 35. 36 MEMORIAL DEL EJERCITO nando detallados informes acerca de instalaciones militares e industriales japonesas de Manchuria a Singapur. En el otoño de 1944, y ya totalmente organizada bajo el mando del General Curtiss E. Le May, la Vigésima Fuerza Aérea fué ubicada a 2.400 kilómetros del territorio japonés, en las Islas Marianas, donde se construyeron once pistas de aterrizaje y centenares de plazas de estacionamiento, mientras en Tinián se construía un gran aeropuerto militar. La primera operación de bombar- deo se efectuó desde Saipán, en noviembre de 1944. A partir de esa fecha y hasta comienzos de 1945, la Vigé- sima Fuerza Aérea operó en veinte grandes misiones de bom- deo contra el Japón; especialmente fueron dirigidas contra la industria de producción de aviones, realizando, también, ata- ques contra las ciudades de Tokio, Nagoya y Kobe. Las inmen- sas fábricas de aviones Mitsubishi en Nagoya, y la de Musa- shino, cerca de Tokio, fueron objetivos de máxima prioridad. La coordinación de la Vigésima Fuerza Aérea con otras fuerzas del Pacífico quedó plenamente demostrada en la bata- lla de Iwo Jima, en la que los B-29 participaron en la tarea de bombardear las Bases Aéreas y fortificaciones de la isla, y efectuaron posteriormente un ataque sobre Nagoya, que per- mitió a los portaaviones de la Armada N. A. aproximarse a Tokio para bombardearlo con sus aviones los días 15 y 16 de febrero de 1945. El dique flotante de Singapur, el ferrocarril de Birmania, las Bases Aéreas y las fábricas de aviones de Formosa, entre ellas, la de Nakajima Ota que producía aviones de Caza, fueron totalmente arrasados. El 23 de febrero de 1945, Tokio fué bombardeado por dos- cientas superfortalezas que causaron grandes efectos, espe- cialmente incendiarios. A partir de marzo, los B-29 empezaron a operar desde Iwo Jima, acortándose los extensos y peligrosos raids que sig- nificaba el volar desde las Islas Marianas al territorio japo- nés, en un viaje de ida y vuelta del orden de las 3.000 millas y en que los aviones de Caza y la artillería antiaérea japo- nesa ofrecían seria resistencia. Un avión averiado difícilmente estaba en condiciones de regresar a su base. Entre el 10 y el 19 de marzo de 1945, los B-29 realizaron innumerables ataques nocturnos contra las principales ciuda- des niponas, los que marcaron el punto decisivo de la Guerra Aérea contra el Japón. La sistemática colocación de minas en las aguas circundantes al Japón, hicieron prácticamente inope- rante el transporte de abastecimientos a través del Mar del Japón. En el mes de abril, se destruyó casi por completo la fá- brica Mitsubishi, y ya en el período entre el 17 de abril y 11 de mayo, se efectuaron otras ocho misiones de carácter estra- tégico. La batalla por Okinawa ya había comenzado y los acó-
  • 36. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 37 razados, portaaviones y cruceros de la flota norteamericana que apoyaban esta operación sufrían ataques en gran escala de parte de los aviones suicidas japoneses o "Kamikases". En estas circunstancias, los B-29 lanzaron noventa y tres ataques destruyendo las bases de estos aviones ubicadas en Kjushu y Shikoku. Posteriormente, la Vigésima Fuerza Aérea, prosi- guió sus ataques contra el potencial industrial del Japón, bom- bardeando la gran planta de aviones navales Hiro y los de- pósitos de abastecimientos, tanques de combustibles y refine- rías de petróleo que la Armada nipona mantenía en Tokuya- ma, Oshima y Otake. Ya en mayo, los B-29, que ascendían a más de quinientos, iniciaron sus ataques contra las ciudades de Nagoya, Tokio, Osaka, Kobe y Yokohama. Los objetivos industriales más importantes como el arsenal naval de Kure, quedaron totalmente destruidos. A fines de julio de 1945, la capacidad de los B-29 para volar de día o de noche sobre el Japón, hizo que el General Le May anunciara por anticipado los objetivos que se iban a bombardear y dejara caer volantes sobre las ciudades o zonas industriales amenazadas, previniendo a sus habitantes a ob- jeto de que se procediera a su evacuación. El bombardeo estratégico del Japón con bombas incendia- rias y altos explosivos se había efectuado ya, antes de lanzarse las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosta de 1945, sobre sesenta ciudades, habiéndose destruido 2.333.000 edificios, muertos, aproximadamente, a unas 241.000 personas y herido a 313.000. Cerca de 600 fábricas resultaron, destrui- das parcial o totalmente, incluyendo 23 fábricas aeronáuticas, 10 plantas de producción de acero y 14 depósitos y refinerías de petróleo. En cuanto a su Fuerza Aérea, el Japón perdió en el aire 2.334 aviones y en tierra, aproximadamente, 1.100, con un total de 3.434 aparatos. Se lanzaron en aguas japonesas 12.998 minas, las que averiaron y destruyeron más de 1.000.000 de toneladas de buques. La Vigésima Fuerza Aérea, cuando cesaron las hostilida- des, formulaba planes para operar con mil superfortalezas, con lo que se habría causado al Japón una destrucción jamás efectuada en ningún otro país. d) Algunas consideraciones relacionadas con el empleo del Arma, Aérea en la IIª Guerra Mundial. (1) Los años que transcurrieron entre el armisticio de 1918 y el estallido de la IIa. Guerra Mundial, constituyeron una etapa de transición desde el punto de vista del progreso ae- ronáutico.
  • 37. 38 MEMORIAL DEL EJERCITO La comprobación de las posibilidades del bombardeo aéreo, experimentadas en la primera guerra mundial hizo que la opinión pública se conmoviera ante los horrores que se pre- veían, y en general se rechazó la idea de emplear un Poder Aéreo sin freno ni limitación alguna, en pos de los obje- tivos que la guerra impusiera. El Derecho Internacional fué minuciosamente analizado y se laboraron restriccio- nes y reglamentación que al final sirvieron para demostrar el lamentable fracaso de la Sociedad de las Naciones. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos comprobó durante la IIa. Guerra Mundial, que la facultad propia del arma aérea de pasar sobre los ejércitos de superficie en combate para ir a destruir los centros vitales de la resis- tencia enemiga, habría de afectar fundamentalmente a la población civil, la cual quedaría desde ya incorporada a lo que más tarde se denominó la GUERRA TOTAL, pasando la Nación entera a soportar los golpes más violentos de la aviación adversaria, la qui finalmente llegaría a minar la voluntad de lucha de la población y en consecuencia a fa- cilitar la victoria de quien poseyera un más efectivo y bien desarrollado Poder Aéreo. (2) Los alemanes se dedicaron como parte fundamental de su esfuerzo en el aspecto aéreo, a la creación de una Fuerza Aérea destinada especialmente a operar en beneficio de las tropas de superficie. El Poder Aéreo constituyó para el Alto Mando de las FF. AA. Alemanas un arma auxiliar, destinada a proporcionar en lo fundamental, reconocimien- to y apoyo de fuego al Comando Terrestre. Podría decirse que los alemanes asignaron a la aviación la misma misión que antaño ocupó la Caballería y que hoy cumplen los Blin- dados: explorar y atacar. Tal fué, la concepción que pro- bablemente convenía a una potencia militar territorial cu- yo ejército tenía enorme influencia en el desarrollo total de las operaciones desarrolladas por las Fuerzas Armadas Alemanas. (3) La primera y fundamental innovación de la IIa. Guerra Mundial desde el punto de vista de la doctrina de empleo de la aviación, fué el bombardeo estratégico de Alemania por los Aliados. Gran Bretaña eliminada del sector territo- rial de Europa después de la Batalla de Francia, tuvo opor- tunidad de emplear el Poder Aéreo con posterioridad a la Batalla de Inglaterra en una fase decisiva de carácter ofensivo, lanzada contra el corazón industrial de Ale- mania,
  • 38. DIVULGACIONES SOBRE EL ARMA AEREA 39 (4) En lo relativo a la cooperación directa o de apoyo estrecho a las Fuerzas Terrestres, debemos recordar lo expresado por el Mariscal Montgomery, según el cual no se trata de establecer una eficacia ilimitada y absoluta de las Fuerzas Aéreas sino que de una apropiada dosificación de Fuerzas Terrestres, Navales y Aéreas. (5) El principio de la Superioridad muestra una especial ca- racterística. La superioridad aérea es la condición previa del éxito de las operaciones de superficie. Siendo así, la ba- talla terrestre. El reconocimiento y el apoyo de fuego que de esa superioridad dependen, harán inclinar la balanza en favor de quien más fuerte y capaz se demuestre en el aire. (6) Finalmente la IIa. Guerra Mundial comprobó que la acción en masa y persistente del Arma Aérea, es capaz de afectar fundamentalmente a naciones que constituían potencias de orden Militar o Naval, como el caso de Alemania y Japón. Alemania antes de la invasión y Japón con anterioridad a los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, se encon- traban prácticamente derrotados. Su producción bélica de- clinaba sin remedio, siendo incapaces de realizar un es- fuerzo metódico en un ambiente de desintegración que ad- quirió gravísimos y fatales caracteres. Sus ejércitos toda- vía luchaban, pero el colapso de la economía que lo soste- nía, demostraba fehacientemente que su resistencia no po- dría prolongarse. Tú, hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás mejor para sacar la mota del ojo de tu hermano.—SAN MATEO. Con la sonrisa inmóvil en los labios se puede ser un vil.— SHAKESPEARE
  • 39. DOGMAS MILITARES L A CARRERA de las ar- mas tiene gran seme- janza con una religión. Como ella tiene una deidad: la patria; una doctrina: el pa- triotismo; una fe: el cariño a esta tierra, que nos vió nacer; sus predicadores: oficiales y suboficiales. Quienes se consagran al ser- vicio de la patria, lo hacen ba- jo un voto de pobreza, de mo- destia y desinterés. Para es- tos apóstoles no hay más divi- sa que servir con todas las fuerzas de su espíritu, con to- da la capacidad de sus faculta- des mentales, con todo el vigor de su brazo. La obra del militar se lleva a cabo en silencio, sin ninguna clase de estrépitos y sin vana ostentación. Desde el día en que se viste el uniforme mili- tar, ya el hombre no se perte- nece así mismo. Su vida y su destino los ha consagrado a la patria. Para él no hay sino "el servicio", una conducta digna e irreprochable y el cumpli- miento de sus deberes milita- res sin cobardía y sin relaja- ciones. El militar de verdad no bus- ca honores ni recompensas in- merecidos. Si su dedicación al servicio lo recomiendan para estudio y su consagración al ANICETO MUÑOZ FUENTES General (R) una distinción extraordinaria, la recibirá sin jactancia y sin herir el amor propio de los de- más. Como todo apóstol, el oficial o el suboficial, hablarán siem- pre con sabiduría y con pala- bras persuasivas y convincen- tes. La historia militar de la patria deberá conocerla a fon- do, y los ejemplos sobresalien- tes de la guerra serán el anec- dotario de sus conferencias o instrucciones teóricas. II El culto de la patria cuenta también con sus dogmas. Es- tos son verdades y su aplica- ción es infalible. Alrededor de ellos gira todo el ceremonial multar. Hay que aceptar estos dogmas sin dudas ni vacilacio- nes de ninguna especie. Pudie- ra parecer esto un contrasen- tido en este siglo de luces y gran cultura. Pero nuestro credo se ha de fundamentar en imperativos tan imperativos y tan sabios como los dogmas más sublimes de una religión universal. Patria no es sólo un vocablo, es un concepto. A veces sue- le ser pronunciado por labios que no apagaron su sed en el fresco y puro manantial que brota de corazones puros y no- bles. Pero son los menos. El I
  • 40. DOGMAS MILITARES 41 patriotismo tiene fuerzas espi- rituales suficientes con qué purificar y limpiar esos labios de toda impureza. Individualmente, el pecho de cada soldado es como una mo- rada dentro de la cual vive la "deidad-patria". Colectivamen- te, los ejércitos constituyen un templo, en cuyo altar se guar- dan, en sagrado tabernáculo, las hostias de la chilenidad, el valor y el sacrificio. III El primero de los dogmas es la disciplina. Talvez para mu- chos parecerá insubstancial y aun superfluo referirse a esta virtud militar a la altura del tiempo que vivimos. Sin em- bargo, después de conocer en detalle algunos hechos milita- res de las dos grandes guerras mundiales y sobre todo tras expurgar varios acontecimien- tos que nos tocó presenciar en nuestro propio suelo, llegamos a la conclusión que no está de más recordar de nuevo esta virtud. El soldado de gran vocación militar es por naturaleza dis- ciplinado. A nadie le ha sido posible todavía definir con profunda filosofía lo que es la disciplina. A veces nos parece tener a flor de labios una defi- nición, pero retrocedemos, por que lo que no es materia sino fluido, no admite definición. Como la electricidad, la disci- plina se hace presente en to- das partes. Unas veces encien- de el amor por la patria, otras arrebata al soldado hasta arrastrarlo al sacrificio de su vida. En el cuartel, un soldado sa- turado de disciplina se demues- tra respetuoso, obediente, su- miso, ágil, de gran espíritu de trabajo, buen compañero y me- jor subordinado. Contagia con su ejemplo a los demás y acon- seja a los menos espirituosos que pretenden separarse del buen camino. En forma similar se habla de un ejército disciplinado. No- obstante, cuando se toman las cosas colectivamente, apreciar la disciplina de un ejército es. algo más complicado y menos accesible a quienes no han es- tado bajo banderas. Decir que un regimiento faltó a la disci- plina o que una división no merece confianza, puede con- ducir a juicios falsos y por consiguiente injustos. Con tan- ta mayor razón si se trata del Ejército mismo. La vida en tiempo de paz no siempre ofrece ocasiones para apreciar su grado de dis- ciplina. Es en la guerra, en medio de este drama sangrien- to y apasionado, donde se pue- de medir la cohesión y la for- taleza del todo y sus partes. Hasta los tiempos de Napoleón, cuando el general mandaba di- rectamente las tropas, el jefe podía comprobar si sus tropas eran o no disciplinadas. Pero el mismo Napoleón sufrió las consecuencias del relajamiento de la disciplina, sin que por eso su guardia o sus coraceros no se hubieran dejado masacrar por su emperador. Y es que los ejércitos desde el año 12, para
  • 41. 42 MEMORIAL DEL EJERCITO adelante eran tres, cuatro o cinco veces más grandes que los anteriores. El exceso de magnitud acarrea la heteroge- neidad, y con ello la discipli- na toma todos los caracteres de las masas o multitudes. La sensación del campo de batalla doblega a veces las voluntades más fuertes, así como recon- forta y vigoriza a tropas bi- soñas y aparentemente débi- les. La Historia Militar está llena de ejemplos en que una tropa prácticamente derrota- da, se ha rehecho, transfor- mando el desastre en victoria. Ejemplo de ello, la situación del IX ejército alemán en la Primera Guerra Mundial que, después de retirarse vencido, restableció el orden, y bajo el mando resuelto y enérgico de Hindemburg pasar de la reti- rada a la contra-ofensiva y transformar el desastre en las dos magníficas victorias de Tannenberg y Lagos Mazuria- nos. Durante esta misma gue- rra, el ejército francés, téc- nicamente vencido en las ba- tallas de fronteras, reaccionó, ganando finalmente la guerra. Quien quisiera ver en las distintas fases de estos hechos de guerra un fracaso de la dis- ciplina, cometería un lamenta- ble error. Ni en uno ni en otro caso estuvo ausente esta pode- rosa fuerza moral. IV El "espíritu militar" es otro de los dogmas preciosos de la carrera de las armas. Tampo- co es susceptible de definición. Sólo podemos experimentar una incontenible fuerza inte- rior que como acicate podero- so nos mantiene resueltos en la profesión que hemos elegido i imperturbables ante los con- tratiempos que se nos vienen encima. Este dogma es a la carrera lo que la vida al organismo. Falta la vida, el cuerpo mue- re. Sin espíritu militar, no hay Ejército y sin Ejército la pa- tria está expuesta a perecer. Basta contemplar un regi- miento en formación de para- da, presentando armas al es- tandarte que desfila ante sus ojos. Allí están los soldados, fija la mirada, inmóvil el cuerpo, palpitante el corazón, fuerte y robusta la mano em- puñando el fusil, amplio y combado el pecho, transfigura- do el rostro, electrizados el es- píritu y el cuerpo como si lo que hay en él quisiera fugarse a la región donde moran los O'Higgins, los Prat, los 77 del Chacabuco, los vencedores de Arica, de Chorrillos y Miraflo- res. Es que nuestra raza lleva muy dentro del alma el espíri- tu militar. Ni el poderoso Huáscar, ni el empinado Mo- rro de Arica, ni los inclemen- tes desiertos que cruzó en glo- riosa campaña, fueron sufi- cientes para, doblegar la fie- ra voluntad de aquellos biso- ños que se batieron en la más grande y más difícil de las gue- rras internacionales que haya sufrido la República. A este respecto me cumple recordar algunas de las conver-
  • 42. DOGMAS MILITARES 43 saciones sostenidas con uno de los más gloriosos protagonis- tas de aquella épica jornada: el general don Estanislao del Canto. Todos conocen la recia figura de aquel gran soldado, de cuyo valor se formó como una leyenda. Sentados en un banco de la plaza cuando Tac- na pertenecía a Chile, solía de- cirme, dirigiendo su mirada en dirección al Campo de la Alianza, escenario de la famo- sa batalla que lleva el nombre de la ciudad: "No tiene paran- gón nuestro soldado en cuanto a valor, espíritu militar y em- puje por superarse. Hubo un momento en que por faltar las municiones, el asalto a la for- midable posición que ocupaba el ejército enemigo casi debió suspenderse, pero en aquellos trementos trances, jefes y ofi- ciales sobreponiéndose "a toda flaqueza, repetimos la orden de nuestro General en Jefe: "a la carga" al ataque, y sin que ni uno solo vacilara, los regi- mientos se lanzaron sobre el enemigo, bayoneta calada, sin más protección que aquellos pechos de acero y aquellos co- razones de donde sólo mana- ba un amor sacrosanto por la patria". Es que nuestra raza respira espíritu militar. El soldado que nació soldado, no se detiene a pensar, ni a considerar el pro o el contra en un combate; mi- rando su bandera y escuchan- do los acordes de su canción, desenvaina el sable, cala bayo- neta, pone en ristre su lanza, carga su cañón con el último cartucho y se arrroja sobre el adversario sin importarle su vida. Lo único que contempla es la radiante imagen de la victoria. Tenemos a continuación el dogma "cumplimiento del de- ber". Militares, marineros o aviadores hacemos de este dog- ma una especie de segunda na- turaleza. Ante el cumplimiento del deber, el instinto de con- servación desaparece de nues- tras consideraciones. Se cuenta que cuando a Prat le propusieron rendirse ante un combate tan desigual, el hé- roe sólo contestó con una sal- va de sus impotentes cañones. También se dice que cuando el jefe peruano le intimó rendi- ción a Ignacio Carrera Pinto en La Concepción, éste contes- tó: "!E1 chileno no se rinde jamás!". Nuestra antigua ordenanza militar tenía prescrito como lema de honor: "el que tenga que cumplir con un deber, lo hará". Esta sencilla y espar- tana frase fue para nosotros algo así como un imperativo sagrado. Ante el cumplimiento del deber, tampoco caben debi- lidades, ni concesiones, ni sub- terfugios de ninguna especie. Se puede estar frente a los compromisos sociales más ine- ludibles o ante circunstancia sumamente graves, dramática- mente trágicas, pero el que está de servicio o tiene una obligación que cumplir, sacri- ficará todo, antes que alejar- se de su puesto o de ser rele- V
  • 43. 44 MEMORIAL DEL EJERCITO vado por un suceso que puede ser más o menos pasajero. Así lo pensaron y lo cumplieron aquellos colosos de la Esmeral- da el 21 de mayo. Ni los inge- nieros ni los fogoneros, ni los practicantes ni aun Ernesto Riquelme que pudiendo haber- le salvado, prefirieron hundir- se dentro de su buque antes de abandonarlo. Es que allí, den- tro de esos cuatro maderos destrozados estaba su deber. VI Finalmente, tenemos el otro dogma, no menos grandioso que los demás: el sacrificio de la vida. En nuestra tierra y en nues- tro pueblo, parece que no se le atribuyera ninguna importan- cia a tan sublime desprendi- miento. Está tan metido en la conciencia eso de perder la vida, de sacrificarla por amor al prójimo, que casi tiene los contornos de algo subconscien- te. Sin embargo, creo necesario poner de relieve tan magna acción, porque estamos vivien- do tiempos en que el "becerro de oro" ha empezado a ense- ñorearse en el corazón huma- no, tornándolo insensible an- te el dolor ajeno. Naturalmente no faltan ejemplos de inestimable valor. Muy a menudo el Cuerpo de Bomberos de Chile está inscri- biendo en el libro de oro de sus víctimas, un gran número de voluntarios que perecieron envueltos en llamas por sal- var la vida de algún inocente. Para nosotros los chilenos, tamaños hechos debieran lle- narnos de orgullo y estimular- nos a imitar tan brillantes ejemplos. Las Fuerzas Armadas cuen- tan también con sus héreos, si bien no tan resaltantes como los bomberos caídos, de todos modos dignos de la raza chile- na. En los fastos de la paz, ha caído también más de algún soldado al querer salvar la vi- da de alguien que estaba en trance de perderla. Vienen a mi memoria los nombres del brigadier Francisco Rodrí- guez, del grupo Maturana que sacrificó su vida en la boca del río Maipo al tratar de arrancar de la muerte a dos menores que se ahogaban; el del cadete Acuña, de la Escue- la Militar, que en una de las playas de Arica pereció tra- tando de arrebatar a las olas embravecidas, el cuerpo de uno de sus amigos: el tenien- te coronel Martínez Lopete- gui que se arrojó con su ca- ballo al río Bío-Bío, para sa- car a un soldado de las aguas, ahogándose en su intento, con su cabalgadura. No formó parte de aquellos que proclaman la bancarrota de nuestra raza. Tanto, mien- tras estuve en servicio, como después en mi retiro, me ha corespondido aquilatar la con- servación del nervio secular de nuestro pueblo. Mucho se habla y se escribe respecto al
  • 44. DOGMAS MILITARES 45 decaimiento del rotó chileno y que minado por ideas foráneas está perdiendo progresivamen- te, pero en forma segura, aque- llas cualidades que nos hicie- ron ocupar un lugar destaca- do entre los países del conti- nente. Nos tocó presenciar por es- pacio de más de treinta años, el paso por los cuarteles, de chilenos venidos de todos los rincones del país. Pudieron sus brazos y sus piernas no ser tan robustas como los de antaño, pero su patriotismo, su leal- tad, su espíritu de sacrificio, el nervio militar que distingue al chileno del que no lo es, es- taban intactos. En más de un cuartel, y en horas cruciales, recibí testimonios imborrables de que las virtudes militares estaban sanas y frescas en el alma de soldados y suboficia- les. VII Al dedicar este modesto tra- bajo a los cadetes de la Escue- la Militar, lo he hecho pensan- do en mis años de muchacho cuando, como los actuales, ves- tí el honroso uniforme del ca- dete. Lo he hecho pasando en revista toda una jornada de mi vida en los cuarteles, ya como subalterno de superiores que forjaran mi alma de sol- dado, ya como jefe a mi vez, predicando el más acendrado amor a la patria y la dedica- ción por entero al servicio de las armas, en procura de un Chile mejor. El único vicio que no puede perdonarse es la hipocresía. El arre- pentimiento del hipócrita es de por sí una hipocresía.—WILLIAM HAZLITT. Las leyes guardan silencio cuando suenan las armas (Silent leges ínter arma).—Cicerón.
  • 45. GEOPOLITICA GRAFICADA Mayor HECTOR BAEZA PALACIOS "Ciencia del Estado como señor del espacio, área y forma; situación en relación con el mar y otros Estados; cambios de situación debido a disminución de poder de uno o de varios Estados vecinos; influencia de la Geografía en la política exterior". Rudolf Kjellen, sueco, autor del Libro de Geopo- lítica: "El Estado como forma de vida".
  • 46. GEOPOLITICA GRAFICADA 47 La presente representación gráfica de la Ciencia Política, es el com- pendio del libro publicado en 1916, por Rudolf Kjellen: "El Estado como forma de vida" (Staten som Lfsform), autor que es considerado como uno de los precursores de la Geopolítica. Ciencia de la Organización Social. Ciencia de los procesos de produc- ción y consumo. Ciencia de las formas de la orga- nización Política de las masas. Ciencia de la organización legal delEstado
  • 47. 48 MEMORIAL DEL EJERCITO Algunos autores dividen a su vez a la GEOPOLITICA en: Geopsique Geomedicina Biopolítica Geoeconomía O sea, el alma humana bajo el in- flujo de los factores: tiempo, clima, suelo y paisaje. La investigación de los procesos patológicos des- de el punto de vista de su ubicación espacial y temporal en la superfi- cie de la tierra. Rama estadística racial que examina el acuerdo o desacuerdo entre el desarrollo humano de una formación política y las aspiraciones de organización interna y ex- pansión internacional y economía de guerra. La economia aplicada a las necesidades raciona- les de una colectividad humana. Tiene que ver con los problemas militares, reindivica- ciones económicas, doctrinas de autarquía y econo- mía de guerra. como uno de los precursores de la Geopolítica.
  • 48. GEOPOLITICA GRAFICADA 49 PRECURSORES GEOPOLITICOS Sir Halfort Mac Kinder, Vicepresidente de la Royal Geographical Society, England, con su teoría del dominio que ejerce el corazón de la tierra sobre todo el planeta. Karl Haushofer, Mayo. General, Doctor Director del Instituto Geopolítico de Mu- nich (Alemania), fundador y sostenedor de la Escuela Geopolítica alemana, cuya principal tesis era la de RATZEL. Todos los Estados, como los organismos imperfectos, necesitan crecer de acuerdo con el suelo en que se desarrollan y se- gún la situación geográfica en que viven. Nace la idea del espacio vital Los grandes estados necesitan el do- minio de los mares. M. del E. 4.
  • 49. SINOPSIS HISTORICA Y GEOGRAFICA DE JORDANIA Mayor RAFAEL GONZALEZ NOVOA ESQUEMA I.—Introducción. II.—Síntesis histórica. III.—Geografía física. IV.—Geografía humana. V.—Geografía económica. VI.—Actual situación política y militar de Jordania. DESARROLLO I.—Introducción Como es sabido, el Reino Hachemita de Jordania es uno de los países que constituye el Medio Oriente o Levante; los límites del Medio Oriente nunca han sido definidos exactamente, pero podemos decir con cierta precisión que quedan comprendidos en esta denominación, los siguientes "países: Turquía, Siria, Irak, Irán, Líbano, Israel, Jordania, Egipto y Arabia Saudita. (Grafico Nº 1). El conocimiento de estas naciones y por ende de Jordania, tiene una importancia de primera magnitud. Esta región de la tierra fué el lugar de nacimiento de tres religiones univer- sales: el judaismo, el cristianismo y el islamismo; fué la cuna de la civilización occidental y el epicentro de dos grandes im- perios: el persa y el macedónico. Es allí donde se encuentran los Santos Lugares, sitio hacia el cual se vuelcan los ojos y los pensamientos de gran parte de la humanidad. Los conquista- dores de la antigüedad que cabalgaron hacia el O. para invadir y subkugar a Europa, o del occidente para establecer imperior mundiales, no pudieron evitar el paso por el Medio Oriente: babilonios, asirios, persas y mongoles, conquistaron estas tie- rras antes de seguir más adelante: griegos, romanos, Alejan- dro Magno y Napoleón, pasaron por allí en sus conquistas im- periales. El Imperio Otomano se inició en el Medio Oriente.