Sh., una niña canadiense que se mudó a Guatemala a los 8 años, fue víctima de abuso sexual por parte de su maestro R. durante 4 años. R. se ganó la confianza de Sh. y su madre y aprovechó esto para abusar de Sh. en repetidas ocasiones. A pesar de intentar hablar con R., él manipuló a Sh. para que guardara silencio. A los 13 años, Sh. fue violada por R. Esto la motivó a denunciarlo años después, logrando que R. fuera condenado a 64 años de prisión
1. UNIVERSIDAD PANAMERICANA
Facultad de Educación Virtual
Maestría en Psicoterapia Infantil
Presentación de caso ético
(A5)
María Olga Martínez Veliz
El naranjo, febrero 2022
2. Presentación de caso ético
(A5)
María Olga Martínez Veliz
Licda. Evelin Marlene Salazar Flores de García (Docente)
El naranjo, febrero 2022
3. La historia de Sh.: crónica de una niña marcada por el abuso sexual.
Tomado de: www.relato.gt
Sh. G. es una niña de 8 años, blanca, alta y de grandes ojos verdes. A primera impresión
pareciera que fuera una turista más perdida en la pequeña Guatemala; pero todo es diferente
cuando Sh. habla. Su casi perfecto español y la forma en la que se desenvuelve revela que es
de aquí más que de British Columbia, Canadá, el lugar donde nació.
Lo primero que Sh. hizo cuando me conoció fue abrir su computadora y mostrarme una nota
de prensa. “Él es el agresor”, me dijo mientras señalaba a quien la había torturado su niñez y
fuera el responsable de hacer realidad sus más grandes pesadillas. En todo el tiempo que
hablamos, fue la única vez que mencionó su nombre.
Su vida dio un drástico giro en 1998 cuando, con apenas 8 años, llegó a Panajachel con su
madre por un viaje turístico que se extendió hasta convertirse en su nuevo hogar. La pequeña
no hablaba español, pero viviendo en Pana hizo rápidamente amigos que le enseñaron todo
lo que una niña de Sololá debía saber. Fue en la calle Santander, la misma donde jugaba yaxs
y tenta. Así conoció a R., su agresor. Él era un hombre de unos 40 años que andaba en su
bicicleta negra recorriendo las calles del pueblo y le sonreía a Sh. cada vez que la veía.
Raúl resultó ser músico de un conocido restaurante de la Santander, lugar que Shana y su
madre solían frecuentar. Tenían poco tiempo de haber llegado cuando él se acercó ofreciendo
sus servicios como maestro privado de música, ciencias y matemáticas. Su madre,
entusiasmada porque en ese momento Sh. estaba haciendo homeschool (escuela en casa),
decidió aceptar su ayuda. La familia Gould todavía no se había mudado a una casa y vivían
en el Hospedaje Londres, un hotel del lugar. Fue ahí donde comenzó a darle las clases
privadas.
El maestro era muy amigable y se ofrecía a ayudar en casi todas las cosas de la casa. Su
estrategia era fácil: consentirla para hacerla sentir especial y cumplirle todos los antojos que
a su corta edad tenía. Los abusos no tardaron en empezar. No tenía mucho tiempo de ser su
maestro, una o dos semanas según ella lo recuerda, cuando ocurrió el primer incidente.
“La primera vez fue a los 8 años en el Hospedaje Londres. Él siempre me cargaba y para
levantarme ponía una mano en mi parte intima. Pero esa vez movió su dedo de una forma
rara y me frotó. Yo me sentí muy incómoda. Todavía recuerdo la sensación”, relata Sh., en
el rostro se forma un gesto de asco al recordar. La pequeña le contó a su madre sobre lo que
acababa de pasar, pero R. sabía cómo escaparse de las acusaciones. Se sintió ofendido ante
el señalamiento, le aclaró a la madre que fue un accidente, le creyó sin dudarlo. Esa fue única
vez que Shana hablaría de lo que estaba sufriendo.
Las agresiones se volvieron más frecuentes y mucho más graves cuando Sh. y su madre se
mudaron a una casa en la Calle El Frutal. Como se había vuelto amigo de la familia, visitaba
a las Gould todos los días y la rutina era casi siempre la misma. Llegaba con el material para
dar la clase, subía al cuarto de Shana –que quedaba en el segundo nivel– y cerraba la puerta
para darle tutorías personalizadas. Las clases eran realmente una excusa, dedicaba al
principio una hora para darle clase y utilizaba el resto del tiempo para tocarla, hablarle cosas
4. inapropiadas y forzarla a tener sexo. A partir de los 9 años los abusos llegaron a ser de dos a
tres veces por semana. Por supuesto, las agresiones iban de la mano de un juego psicológico
donde se pretendía normalizar la relación entre los dos.
“Me decía que lo que hacíamos tenía que ser secreto y que no podía decirle a nadie porque
la sociedad no lo iba a comprender. Que la relación era muy especial y no le podía contar ni
siquiera a mi mamá, porque ella simplemente no lo iba a entender”, explicaba mientras no
apartaba sus grandes ojos de los míos.
Sh. no había dudado en decir que él la había tocado la primera vez, pero a medida que pasaba
más tiempo con R. iba estrechando vínculos de cariño hacia él, era más difícil decírselo a
alguien. Por supuesto que sentía miedo, no sabía cómo reaccionaría él si ella llegaba a hacerlo
público, y peor aún, tenía miedo de las críticas de las personas cuando se enteraran lo que su
profesor hacía con ella en las clases. Era la vergüenza, la confusión y el cariño a la persona
que quería lo que provocaron el aterrador silencio.
R. llegó a ganarse la confianza de Shana y su madre asumiendo el papel de un padre amoroso,
como él mismo se identificaba ante la entonces pequeña. Ella recuerda que él siempre trataba
de decirle lo bonita e inteligente que era, incluso la ayudaba a sacar siempre buenas notas en
los exámenes porque pasaba diciéndole las respuestas todo el tiempo. “Él era mi confidente,
yo le contaba todo, era como mi mejor amigo. Yo pensaba que él me podía proteger porque
decía que era mi papá, y yo lo quería así”.
"Pero si a ti te gusta"
Una vez, alrededor de los doce años, trató de hablar con él. Sabía que estar desnudos, el sexo
y los constantes abusos no eran correctos, que era confuso y que se sentía sucia al llegar a
casa. Pero su desesperado esfuerzo fue en vano y consigo vinieron una serie de
manipulaciones como, “pero si a ti te gusta” o “eres una niña berrinchuda”, con sus palabras
lograba hacerla sentir culpable y avergonzada.
Así fue como Sh. vivió su infancia; de los 8 a los 13 años fue tocada, agredida y abusada por
quien se suponía era la persona en quien más confiaba. El silencio y la vergüenza se volvieron
parte de su vida por 4 largos años. Hasta que a los 13, un poco antes de que desarrollara,
ocurrió por primera y última vez la violación. Ese fue el fin de todos los abusos.
“Las personas siempre creen que el acto de penetración es lo peor, el peor delito. Pero la
realidad es que para mí él hizo otras cosas que fueron terribles”, cuenta Sh. mientras hace
largas pausas, como quien no quiere recordar. “Habían otras cosas que eran muy malas”. No
necesitó decir más, su inquietante silencio me confirmó que para una niña que fue abusada
sexualmente desde los 8 años habían cosas peores que aún duelen.
Una llamada y la historia se repite.
Sh. siguió callada y continuó el resto de su adolescencia en aquella casa donde sufría.
Terminó sus estudios en Panajachel y cuando se graduó decidió volver a Canadá para cursar
la universidad. Se matriculó en la Carrera de Estudios de Género y Literatura en Español en
la Universidad de British Columbia. Fue allí cuando decidió comenzar a sanar las heridas
que había guardado por tanto tiempo. Comenzó a ir al Centro de Crisis de Mujeres Violadas
5. en Vancouver y con ayuda de C., una víctima de abuso sexual y su psicólogo, logró tomar
las fuerzas necesarias para no solo hablar de ello sino empezar a tomar acción.
Cuando estaba a punto de graduarse, en 2013, recibió una llamada inesperada que sin duda
fue la gota que derramó su vaso, lleno de rencor y ansias de justicia. Se trataba de la madre
de una niña alemana que vivía en Sololá y que estaba preocupada por su hija, que recibía
clases con R. La madre de la niña le contó que empezó a notar las conductas extrañas del
profesor y le preguntó a la ahora joven si ella alguna vez había sentido algo parecido. Sin
dudarlo dos veces y al darse cuenta de que su agresor seguía suelto y utilizando el mismo
modus operandi, Sh. le contó todo lo que le había pasado, no soportaba la idea que otra
pequeña había caído en la misma trampa de la que ella había sido parte 15 años atrás.
Así comenzó el proceso más duro para Sh., renunciar al silencio que por tantos años había
sido su fiel compañero. “Fue como una sensación de que me iba a morir, como que contarlo
era el fin del mundo. No sé cómo, pero pensaba que iba a morir”. Para ella, contarlo
significaba revivir el pasado y volver a sentir aquel temor de lo que pensaría su madre, sus
amigos, su familia. También tenía miedo de lo que pasaría después con R., ¿le haría daño?.
Lo más duro fue contarle a su madre, quien quedó destruida al enterarse de todo lo que por
mucho tiempo había pasado frente a sus narices y que nunca imaginaba. En junio de 2013
volvió a Guatemala y con la ayuda de la Fundación Sobrevivientes presentó la denuncia en
el Ministerio Público, pese a comentarios negativos de abogados y de personas que creían
que la justicia nunca iba a llegar a sus manos. “Fui a hablar con diferentes abogados y
personas en Sololá, pero eran pesimistas en cuanto a hacer una denuncia. Decían que había
pasado mucho tiempo y que era mejor que denunciaran niñas de ahora. Pero yo estaba segura
de que quería hacerlo y me fui con otras personas que sí me motivaron. Así fue como
denuncié”.
El sistema de justicia no le falló. Después de una larga lucha, con testimonios, peritajes y
amenazas por parte de gente que conocía al agresor, en octubre de 2014 R. fue condenado
por el Juzgado de Sentencia Penal de Sololá a 64 años de prisión inconmutables por los
delitos de violación agraviada y abusos deshonestos violentos con agravación de la pena en
concurso real.
Sh. no se arrepiente de haberlo denunciado y se alegra de saber que, aunque su dolor no haya
desparecido, por lo menos está tranquila sabiendo que su agresor está encerrado y que
ninguna otra niña podrá ser su víctima. Cuando le pregunté acerca de lo que la pudo haber
ayudado me dijo:
“Creo que lo que más ayuda es que un padre o madre tenga charlas con sus hijos
frecuentemente, hablando de personas específicas. Cosas como, ‘¿esta persona ha hecho algo
raro contigo?’ o ‘¿te sientes cómodo con esta persona?’. Que estas charlas ocurran con
frecuencia, porque si eres niño y te preguntan alguna vez si él ha hecho algo raro tal vez vas
a decir que no por la vergüenza, pero si siguen estas conversaciones va a llegar un punto en
donde lo vas a decir”.
“¡Ah, y otra cosa!”, continuó. “Que las personas tengan un papel designado en la vida del
niño. Si él es profesor, pues es únicamente profesor, es muy claro. El profesor hace esto y no
hace esto. Que los parámetros de la relación estén definidos”.
6. Hoy Sh. tiene 26 años y sigue viviendo en Panajachel, en la casa de su infancia.
Eventualmente forma parte de foros y charlas para prevenir el abuso sexual en menores. En
su tiempo libre canta y escribe para ella misma, para tratar de sacar los recuerdos. Sabe que
su historia jamás podrá ser borrada de su vida, pero ha aprendido a vivir con ella, sin tanto
silencio. Ahora quiere ser abogada para ayudar a más niñas como ella. El agresor le pudo
quitar muchas cosas, pero no sus sueños.
Análisis del caso
a) Indique la fuente del caso
www.relato.gt
b) País en donde se desarrolla el caso.
Guatemala, departamento de Sololá
c) Escenario físico endonde se encuentran los protagonistas del caso ético (oficina,
taller, casa, calle y otros)
Inicia en el hospedaje donde ellas residían en ese momento, continua en su
nuevo domicilio donde Sh. ya cuenta con habitación propia.
d) Descripción de los personajes
Sh. G. (agredida), era una niña de 8 años, blanca, alta y de grandes ojos
verdes. A primera impresión pareciera que fuera una turista más perdida en la
pequeña Guatemala.
R. (agresor), de 40 años, maestro y músico, amigable de un conocido
restaurante del pueblo, lugar que Sh. y su madre solían frecuentar.
e) Identificación de la persona que provoca el acoso
R., maestro, era muy amigable y se ofrecía a ayudar en casi todas las cosas de
la casa. Su estrategia era fácil: consentirla para hacerla sentir especial y
cumplirle todos los antojos que a su corta edad tenía.
Llegó a ganarse la confianza de Sh. y su madre asumiendo el papel de un
padre amoroso, como él mismo se identificaba ante la entonces pequeña.
f) Identificación de la persona que recibe el acoso
Sh., con apenas 8 años, originaria de la ciudad de Canadá, llegó a Panajachel
con su madre por un viaje turístico que se extendió hasta convertirse en su
nuevo hogar. La pequeña no hablaba español, pero viviendo en Pana hizo
rápidamente amigos que le enseñaron todo lo que una niña de Sololá debía
7. saber. Fue en la calle Santander, la misma donde jugaba yaxs y tenta. Así
conoció a R., su agresor.
Sh. vivió su infancia; de los 8 a los 13 años fue tocada, agredida y abusada
por quien se suponía era la persona en quien más confiaba. El silencio y la
vergüenza se volvieron parte de su vida por 4 largos años.
g) Describir el condicionante del acoso
Una vez, alrededor de los doce años, Sh. trató de hablar con él. Sabía que estar
desnudos, el sexo y los constantes abusos no eran correctos, que era confuso
y que se sentía sucia al llegar a casa. Pero su desesperado esfuerzo fue en vano
y consigo vinieron una serie de manipulaciones como, “pero si a ti te gusta”
o “eres una niña berrinchuda”, con sus palabras lograba hacerla sentir culpable
y avergonzada.
h) Describir la posición de autoridad y forma de actuar del acosador
Él siempre la cargaba y para levantarla ponía una mano en su parte intima.
Pero esa vez movió su dedo de una forma rara y la frotó. Ella se sintió muy
incómoda. Todavía recuerda la sensación”, relata Sh., en el rostro se forma un
gesto de asco al recordar. La pequeña le contó a su madre sobre lo que acababa
de pasar, pero R. sabía cómo escaparse de las acusaciones. Se sintió ofendido
ante el señalamiento, le aclaró a la madre que fue un accidente, le creyó sin
dudarlo. Esa fue única vez que Sh. hablaría de lo que estaba sufriendo.
i) Describir la posición del individuo bajo autoridad y su forma de actuar
Es un hombre psicópata y manipulador.
j) Busque qué dice la Biblia para este caso
En la actualidad, muchas personas viven con temor por su seguridad sexual,
especialmente las mujeres. Vivimos en un mundo inseguro. La violación y la agresión
sexual han sido problemas a lo largo de la historia. Sin embargo, la Biblia revela un
Dios amoroso y afectuoso que intervendrá para regular esta condición. A lo largo de
su Palabra, Dios muestra especial preocupación por los oprimidos, desprotegidos y
victimizados. Ningún relato de agresión sexual o violación mencionado en la Biblia
es ocultado debajo de la alfombra, sino considerado como una tragedia severa que
exige acción.
Dios promete administrar justicia a todos los que han sido maltratados o abusados
(Éxodo 22: 22-24) y definitivamente les ofrece confort eterno y completa sanidad
emocional (Apocalipsis 21:4). Dios promete un futuro libre de asalto sexual,
violación y acoso cuando, al decir de Miqueas 4:4, "no habrá quien los amedrente".
8. Desde el principio hasta el fin, la Biblia condena el acoso sexual, el asalto y la
violación, y los incluye en una lista de "obras de la carne" (Gálatas 5:19-21).
k) ¿Qué le recomendaría usted al acosador? Tome en cuenta los principios y
valores judeocristianos.
Primeramente que tenga temor de Dios, apartándose del pecado, porque dice
la biblia que los que practican tales cosas no heredaran el reino de los cielos,
están excluidos de la gloria de Dios.
Cuán importante es poner en práctica los valores y principios judeocristianos
en su vida, porque él debe amarse a sí mismo como a su prójimo.
l) ¿Qué le recomendaría usted al acosado? Tome en cuenta los principios y valores
judeocristianos.
Por una parte felicitarle porque tuvo el valor de denunciar para que se hiciera
justicia y así liberarse un poco de la carga que llevaba consigo misma.
Aprenderse a perdonar y amarse, tomando en cuenta los principios y valores
judeocristianos.
Saber perdonar al acosador para ser libre en su nueva vida, despojándose de
ira y toda frustración, como bien lo menciona Sh. Que su infancia fue
truncada, pero afirma que jamás sus sueños serán derrotados.
m) Emita su opinión y redacte una conclusión del caso ético.
En cuanto a este caso tomado sobre ética, podemos darnos cuenta como se han perdido los
principios y valores judeocristianos, dado que muchas personas ya no tienen temor de Dios,
quebrantando su palabra principalmente no amándose a ellos mismos por lo que hacen daño
al prójimo, podemos mencionar que en Guatemala es uno de los países más violentos del
mundo, afectando la vida y el desarrollo de la infancia. En Guatemala cada día se reportan
23 casos de abuso sexual a niñas y adolescentes y nacen 6 bebés de niñas menores de 14 años
producto de una violación. Muchos abusos y violaciones no se denuncian y quedan en la
impunidad. La institucionalidad pública y la protección social aún son muy débiles.
El abuso sexual a menores es una grave forma de maltrato infantil que vulnera el derecho de
niñas, niños y adolescentes a su integridad física y dignidad humana impidiéndole un
desarrollo pleno. Cuán importante es hacerle conciencia a los padres de familia tomar en
cuenta la voz y voto de sus hijos, no pasar desapercibidos lo que ellos expresan, para evitar
el callar este tipo de situaciones que marcan de por vida.
A pesar de esta tragedia, la historia de Sh. tiene extrañamente un lado positivo, ya que ella
descubrió a través de su dura experiencia una nueva vocación de vida, eventualmente forma
parte de foros y charlas para prevenir el abuso sexual en menores. En su tiempo libre canta y
escribe para ella misma, para tratar de sacar los recuerdos. Sabe que su historia jamás podrá
ser borrada de su vida, pero ha aprendido a vivir con ella, sin tanto silencio. Ahora quiere ser
abogada para ayudar a más niñas como ella. El agresor le pudo quitar muchas cosas, pero no
sus sueños.