Cómo Craso se convirtió en el hombre más rico de Roma
1. ¡Retomamos nuestra séptima clase de Cultura Clásica!
*Se meten todos juntitos en la máquina del tiempo
y aparecen en la enorme casa de Craso*
Esta clase se la dedicaremos a Marco Licinio Craso, quien ha pasado a la historia como el
hombre más rico de Roma.
Hay datos que indican que su colega y rival Pompeyo le pudo igualar en fortuna, además de
que tres décadas después fue superado por Augusto. Sin embargo, en lo que no tuvo rival, a
juicio de los historiadores antiguos,
fue en su codicia ilimitada y en la
falta de escrúpulos de los que hizo
gala para amasar su fortuna.
Si a lo largo de su carrera su
patrimonio pasó, según Plutarco, de
poseer un fondo de 300 talentos a
7.100 fue gracias a su oportunista
participación en la especulación
inmobiliaria en tiempos de
proscripciones políticas. Se podría
decir que fue el Donald Trump
romano.
En su juventud Craso solía pasarse horas en el mercado de esclavos seleccionando hombres
y mujeres de poco valor para comprarlos por unos pocos de sestercios. Se dice que con
frecuencia atraía mofas hirientes del resto de compradores al verlo adquirir este tipo de
esclavos.
Pero Craso era muy inteligente para los negocios. Lejos de
encomendar tareas domésticas inmediatas a estos esclavos,
les ordenaba descansar y comer bien. Pasado un tiempo
aquellos amasijos de huesos parecían haber renacido.
Después de recuperarse físicamente les proporcionaba
clases de griego y latín, matemáticas, conocimientos
agrícolas, de administración de explotaciones. Básicamente,
todo aquello cuanto aportara valor añadido a sus esclavos.
Acicalados convenientemente y transcurridos varios
meses desde su compra, volvía al mercado y los vendía por
el doble o el triple de lo que le habían costado. No eran ya
seres inservibles abocados al final de sus días, sino que, muy
al contrario, ahora podían hablar idiomas, escribir,
administrar villas, etc.
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2. Mientras sus arcas se ensanchaban cada vez más, su
carrera política no dejaba de estar en mantillas. Sin
embargo su habilidad para detectar oportunidades donde
otros no veían más que aventuras estériles era considerable. Aprovechando la crisis política que
devino finalmente en la primera Guerra Civil de Roma entre los optimates y los populares, Craso
formó un pequeño ejército con sus propios recursos en Hispania. Había llegado huyendo
de Mario y Cinna, con el fin de unirse finalmente al ejército de Lucio Cornelio Sila, que resultó
ser el bando vencedor como ya sabéis.
Cuando Sila se instauró en el poder como dictador y decretó las proscripciones, el olfato de
Craso para sacar beneficios económicos se activó.
Como recordaréis, las proscripciones de Sila
eran listas de enemigos del Estado que se
colocaban en el foro. Al denunciar a esa gente
públicamente, Sila estaba dando permiso para
matarlos y despojarlos de sus haciendas. Durante
este periodo más de la mitad de los potentados de
Roma se vieron despojados de sus posesiones.
Muchas villas pasaron a ser patrimonio
del dictador Sila, pero otras tantas las adquirió el
propio Craso por precios absolutamente irrisorios.
Ya os podéis imaginar
que de esta manera
Craso logró amasar una
fortuna considerable.
Pero su ambición
económica no quedó
solo ahí… Jeje
Durante la guerra civil entre Sila y
Mario (88-81 a.C.), Craso abandono
Roma, donde su vida corría peligro,
y se refugió en Hispania.
Temeroso de que incluso allí pudieran
capturarlo, se escondió durante ocho
meses en una cueva cerca de Málaga, junto
con tres amigos y diez esclavos. Un cliente
de su familia le llevaba la comida e incluso
le procuró la compañía de dos esclavas. Craso únicamente
volvió a Roma cuando
Cina fue asesinado,
en el año 84 a.C.
3. Así fue cómo la mayoría del suelo urbanizable de Roma pasó a
manos de Craso. Pero se conservan testimonios que indican que
para lograrlo también empleó otros métodos... Craso creo los
vigiles, que eran una especie de cuerpo de bomberos. Les
mandaba sofocar los fuegos declarados en las insulae y después
él compraba los terrenos quemados a precio de saldo.
Como el resto de sus congéneres adinerados, Craso no fue ajeno a la extravagancia. Aunque
hay confusión a la hora de identificar los personajes de la siguiente historia y probablemente
fuera otro Craso, se dice que un romano del mismo nombre tenía como mascota una anguila.
Siguiendo la información de Plinio el Viejo en su
Naturalis historia, se cuentan cosas encantadoras de la
murena de este Craso: que iba engalanada con
pendientes, que llevaban incrustadas piedras preciosas
igual que una moza lozana; que si la llamaba su dueño
reconocía la voz y emergía a la superficie; que si le
ofrecía alimento lo tomaba prontamente y se lo comía
con sumo apetito, etc.
Cuando el animal murió, Craso lloró por ella, la enterró y hasta guardó
luto. Alguno de sus coetáneos le recriminaron aquella conducta tan
exagerada: “¡Tonto que lloraste por una murena que se murió!”. Crado
replicó a sus detractores que su actitud era mejor que la de los demás:
“Yo lloré por un animalillo, tú, en cambio, que enterraste a tres esposas
no has llorado por ellas”.
Según algunas fuentes eran
los propios vigiles quienes
incendiaban los edificios de
aquellos propietarios que se
resistían a vender a Craso.