Este documento describe cómo un hombre fue iniciado como "mobiliario humano" por un grupo de 6 hombres. Lo desnudaron y encadenaron, luego lo enterraron en un agujero en el suelo con solo la cabeza sobresaliendo. Lo obligaron a beber cerveza y agua hasta que tuvo que orinarse encima. Finalmente, los 6 hombres usaron su cuerpo como urinario, orinándole encima mientras él estaba atrapado e inmóvil.
1. De cómo me convertí en un mueble
Aquella iba a ser mi iniciación. Había pedido participar en ello. Había
suplicado el privilegio de someterme entre ellos. Había besado sus pies y
recibido 100 azotes de cada uno de ellos. Finalmente aceptaron probarme.
La cita era en una casa en la sierra. Fui puntual. Allí me recibieron los 6,
vestidos de negro, todos tomando cerveza. Se pusieron en corro alrededor
de mí mientras yo me desnudaba. Cuando estuve completamente desnudo
agaché la cabeza y me coloqué con los brazos en cruz, como habíamos
acordado.
Me miraron con lo que me pareció una mezcla de curiosidad, desprecio y
sorna. Comentaban que parecía muy educado, que era una pena que no
estuviese depilado, que a ver si después de la iniciación seguía estando tan
dispuesto... Pero el tono general de la conversación era que no iban a tener
piedad conmigo. No dejaban de beber y en cuanto se les acababa una
cerveza cogían otra. Yo permanecía quieto.
Entonces escuché un ruido metálico detrás de mí, como de muchos
objetos chocando entre sí. También noté que arrastraban algo pero no me
atreví a volverme. Pronto lo sentí sobre mí. Eran cadenas. Cruzaron dos
cadenas sobre mi pecho y las cerraron con un candado en mi espalda. Me
colocaron cadenas en tobillos y muñecas. Las de los tobillos las unieron
entre sí, mientras que las de las muñecas las ciñeron como si fueran grilletes
y dejaron una parte colgando.
Dejaron para el final mis huevos. Con una cadena larga los rodearon y los
apretaron fuerte. Los dos extremos sobrantes los pasaron hacia atrás,
abriendo mi culo. Tiraron realmente fuerte hasta que les dio suficiente como
para dar dos vueltas a mi cintura y hacerme un cinturón. Entonces lo
cerraron con otro candado. Conseguí mantenerme totalmente inmóvil
durante todo el proceso de encadenamiento.
Entonces el Amo más grande de todos cogió las cadenas que colgaban
de mis brazos y tiró de ellas para sacarme al jardín. Como tenía los tobillos
atados, caí al suelo y me llevó a rastras. Todos nos siguieron. Me dejaron
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2. junto a un agujero. Me pusieron en pie y ataron mis manos a la espalda, bien
cortito para que no pudiera moverlas, con un gran candado que las unía al
cinturón que me habían hecho. Entonces me enseñaron un saco de lona
negra, impermeable. Me metí dentro dando un saltito y ellos subieron el
saco. Me llegaba hasta el cuello.
Me cogieron entre 4 y me metieron en el agujero en la tierra. Habían
hecho un gran trabajo, era justo de mi tamaño. No me permitía retorcerme y
tenía la profundidad exacta para que mi cabeza quedase fuera de la tierra.
Se secaron el sudor y decidieron tomarse otra cerveza. Tenían una nevera
de campo llena de ellas junto a mi agujero. Yo empezaba a sudar por la
poca transpiración del saco y me sentía diminuto mirándoles desde el suelo.
Un Amo se percató de mi sudor y se acercó a mí con dos cervezas. Sin
preguntar me las hizo beber. Pidió a otro amo que le acercara un par de
ellas más. Ambos se sonrieron mientras las bebía. Me las daban tan rápido
que no podía beber todo. Sentía cómo la cerveza caía por la comisura de
mis labios y resbalaba por mi cuerpo desnudo. Por otro lado yo empezaba a
sentir mi vejiga llena, a tener unas ganas irrefrenables de mear. Intenté
aguantarme. Los Amos lo notaron y decidieron dejar de darme cerveza para
no emborracharme. Cogieron entonces una botella de agua de litro y medio.
Me hicieron beber. Lo hacían con mucha paciencia, siendo comprensivos y
cuidadosos para que yo pudiera beber sin derramar una sola gota. Antes de
haber bebido ni la tercera parte yo ya me había meado. Había sentido
rebotar el chorro contra el plástico y cómo las gotas salpicaban mis piernas.
Ahora el meado estaba en mis pies. Los Amos me preguntaron si me había
meado encima, a lo que respondí afirmativamente. Dejaron de darme agua.
Cogieron un barreño agujereado que tenían. Metieron mi cabeza en el
agujero, de tal manera que yo ya sólo podía ver el interior del barreño
rodeándome y el cielo si miraba hacia arriba. Sacaron los bordes del saco y
los pegaron al barreño, lo que convirtió el barreño en la entrada de un
embudo. Entonces se colocaron los 6 alrededor de mí, sacaron sus pollas y
comenzó mi iniciación.
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3. Empezaron a mearme toda la cerveza que habían bebido. Un par de ellos
jugaban a mearme en la cara, apuntando a los ojos. Yo no podía hacer nada
por esquivarlos porque apenas podía mover la cabeza. Sentí un chorro
cayéndome en el centro de la cabeza. Los otros caían en el barreño o me
daban en las orejas... daba igual, el pequeño agujero por el que salía mi
cabeza tragaba una mínima parte del meado que caía. Sentía el orín
resbalando por mi cuerpo encadenado, pero sobre todo sentía el orín
subiendo de nivel en el barreño. Primero tapó mi barbilla. Luego saló mis
labios. Pronto, muy pronto, llegó a mi nariz y tuve que arquear en lo posible
mi cabeza hacia atrás para evitar ahogarme. Ello les permitió empezar a
apuntar a los agujeros de mi nariz. Me entró un poco, un chorrito que sentí
caer por mi garganta. Tosí. Me mearon en la boca. Empezaba a estar
desesperado. Vi un par de ellos que dejaban de orinar, pero no era
suficiente. El saco, bastante ceñido a mi cuerpo, ya tenía meado hasta
llegar a mi cintura. Moví la cabeza intentando zafarme de la puntería de los
Amos y metí la cara en el meado del barreño. Conseguí respirar un poco al
realiza el movimiento. El nivel de meado estaba bajando y ya no tenía que
subir tanto la nariz. Sólo un Amo me meaba ya. Acabó. Se agachó frente a
mi cara, se escurrió las últimas gotas y se fue con el resto de Amos a la
casa, a seguir tomando cerveza.
Aquella fue mi iniciación como mobiliario humano. Me habían convertido
en el urinario de aquella fiesta.
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