1. Ocurrió hace unos siete años, más o menos. Por aquel entonces me
dedicaba a robar en casas ajenas, más que por necesidad, que es como
empecé, al final lo acabé haciendo por morbo. Morbo a ver la vida de las
personas a las que robaba, sus costumbres, sus gustos, pero sobre todo los
secretos que todos ocultaban.
Tras el robo ya de muchas de ellas, al final sabía dónde debía buscar
para encontrar aquello que todo el mundo oculta. Revistas guarras,
fetichismos de todo tipo, esposas y látigos escondidos bajo dobles fondos de
cajones, u ocultos sobre ropa vieja., pinzas para pezones. Sabía
perfectamente dónde encontrarlo. Pero mis preferencias se regían más
específicas, normalmente buscaba la ropa interior de tíos que allí vivían,
sobre todo si estaba usada, me encantaba tener el olor de su sexo pegado a
mi boca y dormir así las noches, oliendo a ellos. También buscaba la
pornografía que usaban, sorprendente, en muchos casos, el tipo de
preferencia que a esos hombres les iba. Aquello me excitaba mas que
ninguna cosa
Durante los tres años que estuve viviendo de esa manera, nunca había
tenido el más mínimo incidente, es más, siempre era perfecto. En las casas
en las que sólo entraba por divertimento, nadie podría decir que allí un tío
como yo se había estado pajeando y corriéndose por todos los rincones de
ese hogar.
Un día entré a una casa, parecía más de estudiantes que de una familia
normal, aquello para mi fue como el paraíso, montones de ropa sucia por
todas partes y llenas de mierda todas las habitaciones. Hurgué en todos los
cajones y armarios que me dio la gana, rebuscaba por las bolsas de ropa
sucia, eyaculé encima de la ropa interior de ellos mientras olía los calzones
de otro y así alcancé un éxtasis indescriptible, sentía que estaba fuera de mí.
Mi polla después de tres corridas aún seguía dura y aún tenía ganas de más.
Aquella casa olía a sexo y eso me hizo tenerla dura todo el tiempo que pasé
allí.
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2. Tras aquella experiencia me obsesioné con ese lugar, tenía que saber
quienes vivían allí, quienes eran, cómo eran. Pasé un mes observando las
ventanas, observando quien salía y quien entraba. Finalmente localicé a los
inquilinos. Eran dos chicos jóvenes, al parecer estudiantes de unos 18 o 19
años, no eran fuertes, ni llamaban la atención con sólo verlos, pero había
algo, algo y sobre todo en uno de ellos que sólo con olerlo me hacía
provocar una erección. Pronto supe quién de los dos era, me dediqué a
seguirlos, juntos y separados y finalmente descubrí quién era. Su nombre
era Jonathan, se hacía llamar Jon. Era delgado, no muy alto, con pelo largo
y la verdad es que tenía unos buenos labios. Vestía con pantalones caídos,
sudaderas o camisetas, de una forma normal para lo que viene siendo un
chico de su edad, pero sinceramente nada de eso era lo que me llamaba la
atención. Lo que hacía palpitar mi rabo era el olor de su polla, solo de
imaginarlo provocaba que la mía se humedeciese. Muchas noches pasé
pensando en absorberlo como si de una raya de coca se tratara.
Mi obsesión hizo que todas las precauciones que había tomado hasta
entonces para que no se notaran mis hurtos se desvanecieran, entraba cada
vez que podía en esa casa y siempre me llevaba algo con que poder evocar
el olor de Jon. Verdaderamente fui muy descuidado en lo que hacía,
eyaculaba como los perros en cualquier rincón de su cuarto, de su ropa, de
su armario, era olerlo y mi necesidad no aguardaba.
Finalmente llegó el día en que me descubrí.
Yo tumbado sobe su cama completamente desnudo, restregando mi sexo
contra sus sábanas y comenzando así mi ritual masturbatorio. Absorbía el
olor de su ropa interior y probaba los restos de emulsión de su poya dejados
días atrás. Era como estar en el nirvana. Fue ahí, en la provocación de mi
eyaculación con la señal de espasmos de mi rabo, cuando oí el sonar de la
puerta de la casa. Rápidamente recogí mis pertenencias, pero mi rabo aún
estaba tan caliente que entre los movimientos de recogida y fuga de esa
estancia iba poco a poco eyaculando, goteando por todo, no podía contener
mi leche. Intenté recogerla con mi ropa interior, pero de veras que en esos
momentos era como un perro caliente que era incapaz de contenerlo.
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3. Completamente orinados de semen se encontraban mis pantalones, mis
manos cubiertas del viscoso líquido y mi rabo aun así seguía expulsando,
fue increíble seguir corriéndome aun escondido como andaba en el armario
de su cuarto.
Sigilosamente cerré la puerta del ropero, dejando una pequeña ranura
para poder contemplar a Jon Sentí que se aproximaba, porque el perfume de
su cuerpo le hacía sentir más próximo. Mi estado en esos momentos era
indescriptible. En ese momento lo único que podía hacer era observar,
observar y sentir, nada más.
Al parecer, venía del gimnasio o de trabajar, porque verdaderamente su
olor impregnaba todo el cuarto, fina era la ranura que me dejaba verle, pero
pronto pude sentir oleadas de olor de su cuerpo. Presencié cómo se
desnudaba, se disponía a darse una ducha. Su cuerpo era delgado, con
apenas vello, sus axilas sí estaban pobladas de unos ligeros vellos, su
abdomen era liso, no marcado, de un chico simplemente delgado pero
fuerte. En su ombligo se dibujaba una hilera de pelos que finalizaban en un
pubis la verdad bien poblado y oscuro. Y su rabo, su rabo fue mi
descubrimiento. Sabía que como buen perro, un olor me trajo a él, ¿la
razón? Su verga, un buen alimento para una zorra como yo. Era gruesa,
rosada en su longitud y roja en su acabado. Un glande grueso, liso y
brillante. El olor que de ahí emanaba hizo que mi rabo siguiese expulsando
leche. No podía por más que dejar de mirar para intentar contener mi larga
corrida. Veía cómo deslizaba su ropa al suelo, andando por la sala con un
movimiento de vaivén a lo largo de su rabo. Mi boca se abría al ver ese
arma.
Fue directo a la ducha, fue el momento que aproveché a saltar del
armario y correr hacia la salida. Aún notaba cómo mi verga seguía
salpicando hilos de semen, mi excitación alcanzó cotas jamás antes
logradas. Al salir, caí al suelo extasiado de tanto placer y sólo le había visto
y olido, eso no era normal, aquello no podía quedar así. No, no podía dejarlo
así. Con las pintas de un depravado, cubierto de semen, sin camiseta y con
la chorra fuera oliendo a sudor, llamé a su puerta. Todo era superior a mí,
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4. nunca había experimentado tal subidón. Llamé y llamé, no hice el amago de
mejorar mi aspecto, quería que me viese en el estado al que él me había
empujado.
Así abrió la puerta, cubierto sólo con una toalla y ajeno a todo lo que en
su cuarto había pasado en los últimos cinco minutos. Su mirada fue
inmediatamente a mi aspecto, a mi rabo colgando fuera de la bragueta y aun
expulsando pequeños chorros de leche que se quedaban colgando de la
cabeza de mi rabo y de mis huevos. Hizo un amago de cerrarme la puerta,
pero aprovechando la fuerza de la perra hambrienta que llevaba, me
abalancé sobre su cuerpo, él temeroso por la situación me dijo que me
llevase lo que quisiera, pero yo no quería otra cosa que no fuera su olor, su
cuerpo, su rabo.
Igual que un animal, le agarré del cuello y le arrastré a su cuarto, le
empujé contra su cama, a lo que quedó completamente desnudo y con el
rabo colgando y frotando sus huevos. Esa imagen fue la que me tranquilizó,
fue como que a un drogata le ofrecieran su dosis de metadona, igual. Ahí me
quede mirándolo, dejé de ser yo para convertirme en su animal. Notó
inmediatamente lo que yo buscaba o mejor dicho, lo que necesitaba, no me
ofreció a partir de ahí ninguna resistencia. Él, a pesar de las circunstancias,
también quería aquello, fue como si el momento le hubiese pillado
desprevenido pero que en el fondo esa situación era de lo más normal,
porque él, de sobra sabía cuánto provocaba.
Igual que un animal, salivando y con la verga fuera contemplé cómo Jon
empezó a masturbarse, acariciaba su abdomen a la vez que retiraba la piel
de su verga descubriéndome así su enorme glande. No pude dejar de
mirarlo, no pude ni un segundo apartar mi vista de su miembro que a cada
retirada se hacía más grande y grueso.
Lentamente me aproximé a él, recorrí el aroma de sus pies, lamiéndolos,
introduciendo mi lengua por entre sus falanges, impregnándome del fuerte
olor que desprendía, era como si éste me guiara por donde debía pasar mi
lengua, mi cuerpo, mi olfato… Seguí lamiendo sus piernas, velludas y duras,
sus músculos se dibujaban ante los espasmos de placer que le hacía sentir
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5. el recorrido de mi lengua. Me fui aproximando hacia sus ingles. Introduje mi
nariz en su entrepierna, quería absorberlo enteramente, sus genitales eran
fuente de olor del deseo, olí hasta que su aroma llegó a mi cabeza no
pudiendo por menos que pasar mi lengua y probar su sabor, sus huevos
sudados tenían un sabor entre salado, dulce, caliente y agrio, su entrepierna
era más cálida, reconcentrándose ahí una mayor cantidad de esencia. Y su
rabo. Fue algo extrasensorio el acariciar semejante miembro con mis labios
cubiertos de saliva, cubrí su glande con mi boca y lentamente recubrí su
cabeza con mi lengua intentando salivar en su pequeño agujero. Jon no hizo
otra cosa que gemir y ayudarme a introducirme su verga con suaves
empujones en mi nuca, hizo metérmela toda entera. El palpitar de mi
garganta en su glande al atragantarme con ella, le hacía excitarse mucho
más provocando así la primera expulsión de líquido pre-seminal, lo que me
dejó su sabor en mi boca, era caliente, trasparente y dulce. Saboreé el jugo
a medida que seguía introduciéndome su rabo en la boca impregnando así
todo su miembro de mi saliva y su jugo.
No por menos pude dejarlo ahí, me levanté y me desnudé por completo
dejando mi rabo otra vez duro y goteante de semen frente a su pecho,
dediqué unos suaves círculos alrededor de sus pezones con mi rabo,
impregnando así en los vellos de su pecho desechos de mi leche.
Suavemente los besé, los lamí, saboreé esa suave mezcla de olores y
sabores.
Finalmente le tendí sobre su almohadón, boca abajo, con las piernas
separadas ofreciéndome una panorámica única. Su rabo presionado sobre la
almohada por el peso de su cuerpo, con su huevos colgando y su culo en
completa disposición para mí. Introduje mi nariz en el surco existente, fue
delicioso abrirme paso entre sus piernas, lamiendo toda su abertura y
mezclándome con los vellos que recubrían su agujero. Éste era apretado,
oscuro y velludo, lo que le hacía retener un fuerte olor a sexo. Pasé mi cara
por todas sus cachas, mi lengua recorrió cada centímetro de su ojete, intenté
follármelo con la lengua, introducía un dedo, luego dos y después mi
lengua. Él solo podía gemir. Notaba cómo se retorcía de placer sobre su
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6. almohada, ejerciendo la justa presión de su abdomen sobre su polla para
proporcionarse una larga e intensa paja por frotamiento. Yo notaba el botar
de sus pelotas en ello, sus contracciones anales por el gusto provocado.
Pero aún no quería follarlo, sabía de sobra que podía sacar más de él.
Aún tumbado boca abajo sobre la almohada, me aposenté frente a él,
colocando su cabeza entre mis piernas, separados por la distancia justa para
que Jon tuviese una panorámica entera de la apertura de mis nalgas, de mis
pelotas colgando y sobretodo la vista de mi rabo apuntándole fijamente a su
boca. Quería que viese el estado que tenía mi verga, que no perdiera detalle
de esa polla cubierta de semen, con un fuerte olor a sexo y vicio, roja por
los impulsos y aún dura por la excitación. El fin de todo es que no quería
follarlo con semejante rabo, él debió limpiarlo.
Ante la indecisión de su mirada, me encendí un cigarro y en la misma
posición y fumando jugueteé con mi rabo en su cara, en verdad quería que
fuese él quien buscara mi polla. Cuando acertó a introducírsela yo le ayudé
con movimientos de cadera a meterla entera en su boca. Le follé la boca
como si de su culo se tratara, sabía que le provocaba arcadas aquello, pero
no me importó. Un instinto violento me hizo violarle la boca. Observé sus
ojos lagrimados, su saliva goteándole por el cuello y mis huevos taponándole
la boca. Fue una imagen dantesca ver ahogado a Jon con mi rabo,
inconsciente de mí y de mis embestidas, éstas fueron mas intensas y
fuertes, la situación de dominación que sentí en ese momento fue más
fuerte que el raciocinio de provocarle daños, en ese momento nada
importaba. Finalmente Jon acabó vomitando una mezcla de saliva y bilis que
hizo que aún me excitase más y acabé eyaculando frente a su cara,
atragantándole con chorros y chorros de leche, cubriéndole la faz. Me
encantó verle así, exhausto y cansado, su cara todavía estaba roja por los
esfuerzos y aún estaba cubierto por de semen.
Agotado, pero no por menos, pude devolverle el favor. Se lo agradecí
sorbiendo su rabo como si se me fuese la vida en ello, lubricaba su polla con
la leche que le recogía de su boca aún caliente, aquello me facilitó el trago
de su verga, aún más grande que la mía. Sentí su glande palpitar en mi
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7. garganta a cada envestida. Tragándomela entera sentí cómo me llenaba el
cuello de un cálido jugo que sabia a Dios. Estuve saboreando y sorbiendo su
sexo hasta que se durmió. Aproveché para limpiarle el cuerpo de aquello, le
lamí como si fuera mi cría, entre excitación y responsabilidad cuidé de él
hasta su despertar, le vestí con mis bóxer, todavía manchados. Quise que
durmiera aún caliente.
Relato: Tuamo.net
Corrección: Pornogay18.blogspot.com
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