Este documento presenta historias de vida y lucha de mujeres indígenas Yukpa y Barí de la Sierra de Perijá en Venezuela. Incluye testimonios de 10 mujeres que describen sus orígenes, familias, comunidades y los desafíos que enfrentan para preservar su cultura e identidad mientras luchan por mejores condiciones de vida. El documento busca dar visibilidad a las contribuciones de estas mujeres a sus pueblos a pesar de las dificultades y la falta de reconocimiento.
Desde el corazón femenino de los pueblos indios de perijá
1. 1
Mujeres Barí
Mujeres Yukpa
COLECCIÓN
Los pueblos indígenas de Perijá
decimos nuestra palabra
N° 4
Desde el corazón femenino de los
pueblos indios de la Sierra de Perijá
Historias desconocidas de vida y de
lucha de mujeres indias
Publicaciones Asociación Civil Perijá
Machiques, agosto 2014
2. 2
Coordinación: Linmay Basabe
Sistematización: Lianny Basabe
Diseño y Diagramación:
Lianny Basabe
Patrocinado por:
Asociación Civil Perijá
Calle Belgrano con Esquina Avenida Libertad
Centro Comercial Jhoyner, local N° 5 planta alta
Municipio Machiques de Perijá del Estado Zulia / Venezuela
Teléfono (0263) 887 54 84
Email vicamachiques@gmail.com asociacioncivilperija@gmail.com
http://yukpaybari.blogspot.com
3. Dedicatoria y Agradecimiento
Este libro está dedicado a todas las mujeres del mundo,
incluyendo a las que desgraciadamente, todavía,
viven en lugares en el que la igualdad de género ni se ha acercado.
Muy especialmente a las mujeres indígenas Yukpa y Barí de la Sierra de Perijá,
que con su fuerza e impulso cada día
luchan por avanzar en la reconstitución de sus pueblos
y ayudan con su sabiduría y corazón a recrear su cultura
y a establecer las condiciones de una mejor vida para todos.
Han sido muchas las mujeres Yukpa y Barí
que nos contaron su historia de vida
y nos dieron las razones y esperanzas de sus luchas.
No todas las hemos podido transcribir.
Y entre todas las que hemos podido transcribir,
no todas las podemos publicar en esta ocasión.
Esperamos que un día todas las historia de vida y de lucha
se conozcan y se reconozcan y encuentren
para que la lucha por la vida de los pueblos indios de Perijá,
y de las mujeres de manera especial,
sea una realidad cercana.
Muchas historias, una sola voz, una sola lucha y,
todas juntas, esperanza de un nuevo amanecer.
3
5. 5
Presentación
Cada vez más las mujeres Yukpa y Barí están
tomando la iniciativa de animación de procesos
de reconstitución de sus pueblos dentro de
las comunidades y pueblos indígenas a los que
pertenecen.
Las preocupaciones que las mujeres indígenas
animadoras destacan como razones y fines de su
acción señalan las siguientes: La supervivencia
de sus pueblos y comunidades, el sostenimiento
y recreación de su identidad cultural y étnica, la
reconstitución de sus pueblos como sujetos con
derechos intrínsecos de pueblo y con fortaleza
para hacer valer y respetar, de hecho, el derecho
al territorio, a la educación, salud y saberes
propios, a mantener su organización y normativa
ancestral, a desarrollar sus sistemas productivos
y económicos, sus creencias, costumbres y
tradiciones.
Algunas mujeres indígenas del mundo son
conocidas por el papel estelar que han jugado.
Rigoberta Menchu Tum, india del pueblo Maya,
fue internacionalmente honrada por su labor
de promoción de los derechos humanos de los
pueblos indígenas. Esta valiente mujer vivió, en
México exiliada de su país natal Guatemala, que
sufrió más de 10 años de guerra civil. Usó su
experiencia personal de tortura e injusticia para
apoyar su campaña por los derechos humanos de
los pueblos indígenas de todo el mundo. En 1992
le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, por sus
actividades de promoción de la paz.
Mary Simón, esquimal de Ottawa de Canadá,
fue designada la primera embajadora de Canadá,
los Estados Unidos, la Federación de Rusia,
Finlandia, Noruega, Suecia, Islandia y Dinamarca,
bajo la autoridad del gobierno de autonomía de
Groenlandia. Administró el territorio de 42.000
esquimales; ocupándose de las cuestiones
ambientales y de los efectos del desarrollo sobre
las poblaciones indígenas.
Sin embargo, hay muchas mujeres indígenas que
no son conocidas internacionalmente, ni tampoco
dentro de sus países, ni siquiera son reconocidas
como valiosas dentro de sus propios pueblos ni,
incluso, a veces, en sus propias comunidades.
Aparentemente no cuentan y, sin embargo,
están impulsando cambios significativos en sus
comunidades y en sus pueblos.
Dentro de esta mayoría de mujeres indígenas,
desconocidas e incluso no reconocidas, se
encuentran las mujeres indígenas de los centros
de referencia Yukpa1 y comunidades Barí2 de
1Se entiende por centros de referencia agrupaciones de
comunidades alrededor de una más importante, más
poblada, con mayores servicios (electricidad, transporte
público, escuelas, ambulatorios entre otros) y que sirve de
referencia a todas las demás que le son adyacentes. Como
centro de unidad hay un cacique principal al que pueden
recurrir los caciques de menor jerarquía ante situaciones
de conflicto. Los Yukpa de Perijá, de acuerdo a datos
recopilados por ACP (2010) están distribuidos en 108
comunidades en las que viven, de acuerdo a últimos censos,
6.169 indígenas pertenecientes a 1.463 grupos familiares.
Estas comunidades se agrupan alrededor de seis centros
de referencia (Tokuko, Kasmera, Toromo, Shirapta, Aroy
y Tinakoa), distribuidos de la siguiente manera: El centro
de referencia Tokuko, conformado por la comunidad
de Tokuko, que es la de mayor número de familias y 53
comunidades adyacentes más pequeñas; con 628 grupos
familiares y una población total aproximada de 2.646
indígenas. El centro de referencia Kasmera, conformado
por Kasmera, la comunidad más poblada y 5 comunidades
adyacentes; con 241 grupos familiares para una población
total aproximada de 732 indígenas. El centro de referencia
Toromo, conformado por Toromo, la comunidad más
poblada y 19 comunidades adyacentes; con 228 grupos
familiares para una población total aproximada de 1.035
indígenas. El centro de referencia Shirapta, conformado
por la comunidad de Shirapta, que es la de mayor número
de familias y 13 comunidades adyacentes más pequeñas;
con 245 grupos familiares y una población aproximada de
1.200 indígenas. El centro de referencia Aroy, conformado
por la comunidad de Aroy, que es la de mayor número de
familias y 7 comunidades adyacentes más pequeñas, con 95
grupos familiares y una población total aproximada de 442
indígenas. El centro de referencia Tinakoa, conformado
sólo por la comunidad de Tinakoa, con 26 grupos familiares
con un total de 114 indígenas yukpa. Los datos del último
censo del año 2011 se aproximan a estos números.
2Los Barí de Perijá, también de acuerdo a datos recopilados
6. la Sierra de Perijá. Ellas están organizándose y
creando sus propias redes y grupos para expresar
sus preocupaciones, pero también sus esperanzas
de una vida mejor para ellas y sus pueblos y
han comenzado a decir su propia palabra. Hoy,
aunque todavía no se escuche la voz, muchas
mujeres han roto el silencio y han comenzado a
decir su propia palabra, hacerse visibles
dentro de sus pueblos y fuera de
ellos. La palaba ya es firme, la voz
todavía es casi un murmullo.
Hoy te invitamos a conocer
algunas de las historias de
vida y de lucha de estas
mujeres.
Cada historia parece un
imposible. ¿Cómo explicar
que desde la mala suerte en que
muchas mujeres han vivido surjan
mujeres con ganas de dedicar algo de su
tiempo y de su vida para que acabar con la mala
suerte de sus pueblos y haya una buena vida
para todos?
Presentamos esta publicación con el propósito
de difundir las hazañas y los méritos de algunas
de las mujeres, para que salgan de las infinitas
por ACP (2010) los Barí de Perijá, conforman alrededor
de 805 grupos familiares distribuidos en trece (13)
comunidades ubicadas en la Sierra de Perijá, con una
población aproximada de alrededor de 3749 indígenas.
Su distribución es la siguiente: Cuatro (4) comunidades
(Bokshi, Karañakae; Saimadoyi y Bachichida), en las
que viven alrededor de 265 grupos familiares con una
población aproximada a 990 indígenas barí, ubicadas entre
los municipios Machiques de Perijá y los municipios Jesús
María Semprún (donde nace la Sierra de Perijá, sector
Río de Oro), aisladas, de difícil acceso tanto por caminos
de tierra como por agua; y Nueve (9) comunidades
(Arutatakaee; Girogdoubari; Bakugbarí; Kumandá;
Lugdudari; Asogbayi; Senkai; Audoubari; La Campiña),
en las que viven 540 grupos familiares con una población
aproximada a 2759 indígenas Barí, ubicadas en la parte
baja de la Sierra de Perijá, entre las parroquias Río Negro
del municipio Machiques de Perijá y la parroquia Barí del
municipio Jesús María Semprún, más accesibles por tierra,
si bien no todas cercanas de la ciudad de Machiques.
6
páginas de la historia no escrita de sus pueblos
y se conviertan en memoria escrita y testimonio
vivo para el futuro.
Con esta publicación esperamos que las mujeres
indígenas se sientan protagonistas, conciencien
que son importantes, que juegan un papel
importante en sus comunidades y pueblos, que
ellas son una vez más hacedoras de vida
nueva.
Es importante mencionar
que para hacer posible esta
publicación, por un largo
tiempo se realizó entrevistas
de forma abierta a través
de conversaciones con
las mujeres que quisieron
contar su historia. También
se entrevistaron a personas
cercanas (como familiares, amigos,
vecinos, entre otros, que conocían muy
de cerca a las mujeres) para completar alguna
información. Posteriormente, transcribimos
(a veces nos tradujeron) sus historias de vida y
de lucha. A las mujeres las volvimos a contar su
historia para corregir errores y completar datos
o recuerdos. Fueron 19 mujeres las que contaron
su historia. Hoy publicamos sólo diez3. Las otras
quedarán para una próxima publicación.
3Los Barí de Perijá, también de acuerdo a datos recopilados
por ACP (2010) los Barí de Perijá, conforman alrededor
de 805 grupos familiares distribuidos en trece (13)
comunidades ubicadas en la Sierra de Perijá, con una
población aproximada de alrededor de 3749 indígenas.
Su distribución es la siguiente: Cuatro (4) comunidades
(Bokshi, Karañakae; Saimadoyi y Bachichida), en las
que viven alrededor de 265 grupos familiares con una
población aproximada a 990 indígenas barí, ubicadas entre
los municipios Machiques de Perijá y los municipios Jesús
María Semprún (donde nace la Sierra de Perijá, sector
Río de Oro), aisladas, de difícil acceso tanto por caminos
de tierra como por agua; y Nueve (9) comunidades
(Arutatakaee; Girogdoubari; Bakugbarí; Kumandá;
Lugdudari; Asogbayi; Senkai; Audoubari; La Campiña),
en las que viven 540 grupos familiares con una población
aproximada a 2759 indígenas Barí, ubicadas en la parte
baja de la Sierra de Perijá, entre las parroquias Río Negro
del municipio Machiques de Perijá y la parroquia Barí del
municipio Jesús María Semprún, más accesibles por tierra,
si bien no todas cercanas de la ciudad de Machiques.
8. Mi nombre es Alicia Codacey. Nací en 1971,
en la comunidad Arutatakaee (Campo Rosario),
situada al sur del Estado Zulia, en el municipio
Jesús María Semprún. Me declaro “Barí de
corazón”.
Mi madre era Elvira Asagbobo y proviene del
pueblo Barí venezolano, como también mi padre
Eliazar Codacey.
Soy la tercera de cuatro hermanos; dos de ellos
murieron. Pero la muerte de mi hermana menor
fue muy lamentable pues murió cuando solo tenía
un año, al caerse de una hamaca; el golpe que
recibió la mató. Mis padres ya fallecieron ambos,
en 2005, en la comunidad Barí Arutatakaee.
Anteriormente mi comunidad era más pequeña
que ahora. La conformaban sólo siete familias.
Eran los tiempos en los que numerosas compañías
petroleras penetraron en el territorio Barí para
desarrollar en él actividades de exploración y
8
explotación de petróleo. Junto con la invasión
de las compañías, también, a partir de los años
40-50, los hacendados comenzaron a penetrar
el territorio Barí para aprovecharlo en beneficio
propio.
Todas estas invasiones redujeron, para los
años 60, el territorio Barí. Por eso, sólo
en los últimos 20 años, los Barí logramos
recuperarnos poblacionalmente y estabilizarnos
en los territorios que quedaron. Actualmente
la población ha tenido un incremento: hoy
somos aproximadamente 547 familias en esta
comunidad.
Inicié mis estudios en la comunidad y los culminé
lejos de ella. Ancestralmente los Barí se negaban
al desarrollo educativo implementado por las
culturas no indígenas. A pesar de esto, y gracias
a las Religiosas de la Hermana Laura conocidas
comos “Las Lauritas” (quienes me apoyaron en
esa etapa de mi vida), viví en Casigua, Tokuko y
9. 9
también en Guarenas. Pero no fue sino en Mérida
donde logré culminar el bachillerato.
Más adelante regresé a mi comunidad siendo
ya una mujer. Inmediatamente me enamoré y
contraje unión conyugal con un Barí llamado
Saúl Ayou. Hoy tenemos siete hijos: seis mujeres
y un varón. Más tarde, cuando vi a mi familia
grande, en una conversación con mi esposo,
llegamos a la conclusión de que era necesario
que yo culminara mis estudios y así poder tener
una posibilidad de conseguir un trabajo formal
donde pudiera ayudar al ingreso del hogar, ya
que hasta entonces me dedicaba a los quehaceres
del hogar.
Por esta razón me inscribí en la Misión Sucre, en
el Cruce, para continuar mis estudios superiores.
Actualmente soy técnico superior en Gestión
Ambiental pero continúo estudiando para
culminar la licenciatura.
Como mencioné antes, cuento con el apoyo de mi
esposo y también de mis hijos de los cuales me
siento muy orgullosa porque gracias a su ayuda y
mi esfuerzo estoy pudiendo completar una meta
más en mi vida.
Tengo mucha preocupación porque poco a poco
nosotros los indígenas Barí estamos perdiendo
nuestra cultura. Sin embargo, tenemos
esperanzas porque seguimos contando con la
ayuda que nos brinda la Asociación Civil Perijá
(ACP) que, con su amistad y colaboración, nos
ayuda a seguir trabajando por la reconstitución
de nuestro pueblo.
Esta relación entre los Barí y una asociación
extraña (ACP) parecía imposible a nuestros
antepasados, ya que la relación de los Barí con
la gente extraña a nuestra cultura era poco
amistosa. Es decir, la relación de los Barí con
los no indígenas o labagdo desentonaba mucho
con nuestra cultura pues nos acostumbraron
a ser amistosos sólo con nosotros mismos; los
extraños nos consideraban como guerreros. A lo
largo de los años estos encuentros desagradables
entre Barí y extraños han cesado, aprendimos a
reconocer, entre la gente que nos rodea, a los que
verdaderamente nos quieren ayudar a que no
sigamos perdiendo lo más preciado que tenemos,
nuestra identidad cultural.
Por eso invito a todos mis hermanos Barí a seguir
en la lucha del rescate de nuestra cultura. Vamos a
incluir a nuestros hijos quienes son la generación
de relevo y son los que profundamente podrán
continuar con este proceso sin problema alguno
dándole el valor necesario para que se mantenga
en el tiempo.
10. Mi nombre es Bernardita Akironda. Nací
en 1965 y actualmente vivo en la comunidad
Arutatakaee (Campo Rosario), situada al sur del
Estado Zulia en el municipio Jesús María Semprún.
Tuve una infancia muy triste porque fui una niña
huérfana, sentía que nadie me quería y que no
era importante para nadie. Lamentablemente
no conocí a mis padres; me contaron que ellos
fueron asesinados.
Históricamente los Barí demostraron un profundo
espíritu guerrero en sus luchas. Antes de 1960
se les recuerda por los fuertes enfrentamientos
por la resistencia y disputa de tierras contra
terratenientes, en las que murieron muchos
indígenas, acosados y asesinados de formas muy
extremas, como por fuego y alta tensión eléctrica.
También se dice que, para ese entonces, una epidemia
de hepatitis provocó la muerte de innumerables
Barí. No sé qué pasó con mis familiares, no tengo ni
idea de lo que ocurrió con mis hermanos, ni siquiera
sé si los tuve, nunca más supe nada.
10
Fui rescatada del monte a los ocho meses de edad
por las misioneras y misioneros capuchinos en la
comunidad indígena Yukpa Misión del Tokuko…
Ellos se encargaban de ayudar a los marginados
de la sociedad, primordialmente enfermos,
pobres y a las personas que no teníamos hogar.
Ahí viví y estudié hasta el sexto grado; después
de haber terminado mis estudios de primaria fui
llevada a la comunidad Barí Saimadoyi, donde
viví por un largo tiempo. Pero no me sentía
lo suficientemente a gusto, por lo que decidí
más adelante mudarme a la comunidad de
Arutatakaee, donde actualmente vivo.
Me casé con un Barí, Jesús Toyo. En el año 1979
conocí, aquí en la comunidad, a una misionera
llamada María, a quien le debo mucho de mi
vida, porque ella fue una gran guía en mi camino.
Gracias a estas misioneras descubrí mi vocación
desde temprana edad y ya en 1980 había decidido
que estaba destinada a ayudar a mi comunidad.
11. 11
Fue entonces cuando opté en convertirme
en enfermera. Dediqué los siguientes años,
preparándome profesionalmente, a preocuparme
por los enfermos y los pobres hermanos Barí.
Más tarde el talento que sentía para sanar me
llevo a fundar el ambulatorio con el objetivo
de ayudar a mi comunidad, primordialmente a
enfermos y moribundos.
En octubre de 1999 las misioneras se fueron de
la comunidad, dejando un gran vacío en nuestros
corazones, ya que para mí incondicionalmente
ellas fueron mi familia, fueron como mi madre.
Sin embargo, las misioneras expresaron que se
iban contentas porque nos dejaban todo lo que
nos enseñaron. Ya hace muchos años que no veo
a las religiosas.
Años después mi marido me dejó y quedé sola
con toda la carga económica de mi familia ya
tenía tres de mis hijos: Nerio, María, y Maví
Virginia Toyo. Entonces tuve que innovar y
trabajar en otras áreas para sacar adelante a mis
hijos. Más tarde conocí a Vicente Romero; con
él decido rehacer mi vida nuevamente. Con el he
tenido cinco hijos más: Laura, Ronald, Leandro,
Lisandro, Ronaldo. Por si fueran pocos hijos me
dediqué a la crianza de unos niños a los que
lamentablemente su madre los abandonó Denis,
Rafael, Daniela y Daniel Vayanki. La madre de
esos niños me dijo un día que se los cuidara y
más nunca regresó a buscarlos.
Por mis enseñanzas soy católica y creo en
nuestro Dios Sabaseba el creador de todo lo que
nos rodea. Nosotros los Barí tenemos un gran
respeto a nuestro Dios ya que él se encargó de
ordenar y moldear a nuestro pueblo. De la misma
manera sentimos respeto a la naturaleza. Por eso
protegemos nuestro hábitat, por ser ese el regalo
preciado que nos dejó.
Confieso que yo no sé casi nada de la cultura
de los Barí porque, como les dije, no me crié
con ellos. Lo poco que sé lo he ido aprendiendo
ya cuando era grande. Por lo tanto, mis hijos
tampoco saben casi nada de la cultura Barí.
Pero de lo que he aprendido, algo recuerdo: según
las creencias Barí, la descendencia de nuestra
cultura surgió cuando Sabaseba sintió hambre
y cortó unas piñas; de la primera piña que
partió salió un Barí hombre, de la segunda una
mujer Barí y de la tercera salió un niño. De este
modo constituyeron la primera familia y fueron
extendiéndose. Aprendieron la construcción
del bohío y ocuparon distintos sitios según el
territorio que les fue asignado.
Mi aporte a la comunidad de Arutatakaee, aparte
de servir a mi comunidad como enfermera
reconocida desde hace mucho tiempo, es el
apoyo que como mujer doy a la reconstitución
de mí pueblo Barí. Me reúno con las mujeres
para conversar cosas de mujeres sobre todo
relacionadas con los problemas de nuestros hijos
y nos ponemos de acuerdo en que enseñemos a
nuestros hijos todo lo relacionado con nuestras
costumbres y tradiciones ancestrales. También
queremos tener nuestra educación propia, ya
que es la única manera de seguir ayudando a que
nuestra cultura se mantenga en el tiempo y no
sigamos extinguiéndonos.
Si no lo hacemos nosotras mismas nadie lo va
hacer. Aprovechemos las oportunidades que
nos brinda Asociación Civil Perijá (ACP), porque
todo lo que podamos aprender es para el bien de
nosotras mismas.
12. Me llamo Ingrid Johana Bachatiba Codacey,
nací en 1991, en la comunidad Barí de
Arutatakaee, también conocida como Campo
Rosario. Mi padre es el segundo cacique de la
comunidad, Saúl Ayou, y mi madre Alicia Codacey.
Soy la mayor de seis hermanos. Casada con Yair
Vuelvas, no indígena, es decir, labagdo, tengo
un hijo llamado Jesús Rafael Vuelva Bachatiba,
a quien le dedicó mis cuidados. Me dedicó a los
quehaceres del hogar.
Actualmente sigo el ejemplo de mi madre.
Inicié, al igual que ella estudios superiores en la
Universidad Bolivariana, en el Cruce.
En mi infancia tuve la oportunidad de convivir
con mis abuelos, quienes me enseñaron nuestras
tradiciones. Además de mis padres, ellos me
contaban cómo eran las costumbres de nosotros,
los Barí: cómo vestíamos y qué comíamos.
En estos momentos, comparando cómo éramos
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antes y cómo somos ahora, me doy cuenta que
hemos cambiado mucho. Por ejemplo, hoy
ya no nos importa casarnos con labagdo, “no
indígenas”. Para un verdadero Barí esta actuación
se consideraba antes una de las faltas más graves
entre los indígenas. Pero esto ha cambiado a
lo largo del tiempo y hoy es mi caso y, aunque
pareciera un absurdo, nos hemos compaginado
para tener una convivencia respetuosa con
respecto a nuestras costumbres, hemos logrado
que nuestro hijo aprenda el idioma Barí al igual
que él. Gracias a nuestra respetuosa convivencia
ambas familias hemos logrado buenas relaciones.
Se dice que en muy poco tiempo corremos peligro
de desaparecer como pueblo y nosotras, las
mujeres Barí, estamos conscientes de eso. A tal
punto que en algunas de nuestras comunidades
somos pocas las personas que conocemos
nuestra cultura e historia, ya que muchas se
interesan por las culturas distintas lo que genera
que muchos ya no conozcan nuestra cultura ni
13. 13
nuestro propio idioma, como ocurre en el caso
de las nuevas generaciones. Por fortuna se está
produciendo un cambio de pensamiento porque
la mayoría de los Barí luchamos con valentía por
conservar y dar a conocer nuestra forma de vida.
No quiero dejar de mencionar que esto ha
sido, entre otras razones, gracias a la ayuda y
acompañamiento de la Asociación Civil Perijá
(ACP), que por muchos años se ha mantenido
junto a nosotros animando el proceso de
reconstitución de nuestro pueblo Barí, para
favorecer el surgimiento de conciencia y
consolidación de nuestro pueblo indígena, para
que desde nuestras propias culturas tengamos
una vida digna. Pero también somos muchas
las mujeres que hemos trabajado en fortalecer
los procesos de identidad de los adolescentes
y jóvenes indígenas así como los procesos de
equidad de género.
Me considero una animadora activa en mi
comunidad y reafirmo mi compromiso, a través
de este medio, para seguir trabajando por la
reconstitución de mi pueblo, como lo he venido
haciendo, animando a mi comunidad, a nosotras
las mujeres y, de manera muy especial, a mi
familia, esposo e hijo, para que se integren en
esta lucha.
Agradezco al equipo de la Asociación Civil Perijá
por su extraordinaria labor y paciencia, además
por sus enseñanzas, orientaciones y, asimismo,
quiero manifestar que ellas para nosotras han
sido unas grandes y verdaderas amigas.
14. Mi nombre es Yobaira Semeka. Nací en 1971 y
vivo en la comunidad Barí Arutatakaee (Campo
Rosario) en el Municipio Jesús María Semprún
del Estado Zulia. Mis padres fueron Gerardo
Semeka, Dorota y Mercedes. Dorota fue mi madre
biológica; Mercedes es una madrina pero para
mí es considerada como otra madre más. Salí de
mi comunidad desde muy niña a estudiar y tuve
la oportunidad de vivir al lado de las religiosas
de la congregación Madre Laura, “Lauritas”, en
Casigua, Municipio Jesús María Semprún del
Estado Zulia y sólo venía a la comunidad en las
temporadas de vacaciones.
En 1980 continúe mis estudios en el internado de
la Misión del Tokuko. Ahí conviví con las monjas
de Santa Ana; más tarde me fui a la ciudad de
Maracaibo capital del Estado Zulia a seguir
estudiando, permanecí al lado de las religiosas.
14
Fue entonces cuando conocí a mi madrina y con
ella viví hasta que me hice adulta.
A los 25 años regresé a mi comunidad de origen,
después de culminar mis estudios superiores
en la Universidad Pedagógica Experimental
Libertador (UPEL) en Educación Bilingüe. Sentí
la necesidad de ayudar a mis hermanos Barí y
regresé a mi comunidad a trabajar como maestra.
Me desempeñé como maestra en la escuela
bolivariana de la comunidad de Arutatakaee
asumiendo distintas áreas y responsabilidades por
una larga trayectoria en mi vida, jugando un papel
importante en la educación autónoma de los niños
Barí de mi comunidad. Esta etapa fue un reto
para mí y aprendí mucho. A pesar que tuve otra
educación distinta a la de los Barí nunca renuncie a
la mía propia, a mis verdaderas raíces ancestrales.
15. 15
La vida me sonreía cada vez más, no podía pedir
más, fui dando pasos firmes y concretos. Me casé
también con un Barí, Pedro Enrique Sagostace,
y sin duda fui muy feliz al inicio de la relación.
Seguidamente comienzo a dar mis primeros
intentos para establecer una familia, al lado
de mi esposo y en mi papel de madre de mis
cuatro hijos: Joel Enrique, Alber Enrique, Pedro
Enrique y Miroslaba Sagostace Semeka. Pero
desgraciadamente a mis 33 años, cuando mi
hija menor tenía dos años enfrenté a la muerte,
casi muero por una mala práctica médica; fui
intervenida en la clínica Las Margaritas ubicada
en Colón, Estado Táchira, para ser operada de
histerectomía. Lo que parecía algo sencillo pasó a
ser una desdicha; me pasaron de anestesia y este
exceso me perjudicó gravemente.
Tuve que ser trasladada rápidamente a la Ciudad
de Maracaibo, más muerta que viva, con la
esperanza de vencer el cuadro tan delicado que
atravesaba. Los pronósticos de los médicos se
referían a que no iba a sobrevivir, no me daban
ninguna esperanza y, en caso de salir de esa
situación, decían que iba a quedar parapléjica
todo el resto de mi vida. Mis días se definían en
los tres meses y 15 días que estuve en coma, me
encontraba entre la vida y la muerte mientras
mi familia vivía momentos muy angustiantes
esperando de los médicos buenas noticias.
Sin embargo, resistí a todo lo mencionado, la
vida y nuestro Dios Sabaseba se encargaron
de darme la oportunidad de volver a nacer. Las
consecuencias las he ido asumiendo con total
serenidad, pues no puedo dejar de mencionar
que fueron días difíciles para mí y todos los
míos. Ya han transcurrido más de 10 años y mi
estado se ha normalizado, pero las secuelas que
me dejó ese terrible accidente han sido para mí
muy difíciles de sobrellevar. No es fácil para mí,
después de tener una vida normal, verme en
una silla de ruedas sin poder valerme por mi
misma. Conté con la ayuda de muchas personas
queridas y cercanas, entre ellas mi madrina. De
no ser por ella mi familia no hubiese resistido
tantos gastos También mi comunidad me tendió
la mano pidiendo ayuda económica a las diversas
compañías petroleras que en ese entonces se
llamaban Corpoven y Maraven.
Por otra parte, por si fuera poco todo lo que
viví, mi esposo me abandona en el momento
más difícil y cuando más lo necesitábamos. Mis
hijos sufrieron mucho pues ellos estaban muy
pequeños y en mis condiciones yo no podía
cuidar de ellos; al contrario, yo necesitaba
cuidados especiales. A pesar de todo logré estar
fuerte y tranquila a lo largo de mi recuperación
al lado de mis hijos y familia que son mi apoyo
principal y evidentemente no hizo falta alguna
la presencia de mi ex – esposo para superar la
adversidad. Con lágrimas en mis ojos hoy les
digo que me siento agradecida por estar viva y
compartir cada segundo de mi vida con mis seres
queridos.
Desde hace un largo tiempo he estado
reuniéndome con la Asociación Civil Perijá (ACP)
quien acompaña a los pueblos indígenas Yukpa y
Barí de Perijá en el rescate de nuestras culturas
ancestrales. Formo parte del Equipo Intercultural
de Reflexión Estratégica (EIRE). Este equipo
permite hacer una experiencia intercultural pues
en el mismo convergemos gente de tres culturas
distintas (Yukpa, Barí y blancos) para dialogar. Allí
nos reconocemos como culturas distintas desde
la sabiduría y los conocimientos propios de cada
cultura. Además promuevo una red de mujeres
indígenas Barí donde realizamos intercambios
interculturales entre la red de mujeres indígenas
Yukpa y Barí.
Mi deseo es que quiero dejar a todos los jóvenes
de la comunidad, especialmente a mis hijos, un
testimonio y ejemplo de lucha para que el pueblo
Barí sea cada vez más Pueblo y más Barí y no
sigamos perdiendo nuestra identidad. Esto es
posible si enseñamos a nuestros hijos todo lo
referente a nuestra cultura tradicional, nuestra
educación, la medicina tradicional… Y también a
amar nuestra madre tierra; sin ella no somos nada.
16. Aprovecho la oportunidad para dejar en estas
líneas un consejo que siempre les digo a mis
hijos que primero escuchen su corazón y lo que
el corazón indique, seguidamente analicen lo
escuchado para luego actuar. Doy este consejo
porque fue el ejemplo y consejo que mis padres
me dieron, a quienes amo; ellos nunca me dejaron
sola.
16
18. Mi nombre es Eleida Gabriela Romero4 Atencio,
soy indígena Yukpa, nací en 1977 en el centro de
referencia Shirapta de la Sierra de Perijá.
Mis padres son Rafael Romero y Marcelina
Atencio. Soy la quinta de nueve hermanos:
Ronaldo; José Manuel; Rafael Segundo; Aide;
Leonides; Arelis; José Andrés; Brigida del Carmen
Romero Atencio.
4El apellido Romero se repite a lo largo de estas historias.
Es importante mencionar que es un apellido muy común
entre los Yukpa casi todos se apellidan de esta manera
sin ser familia. Lo que ocurrió es que cuando comienza a
materializarse el derecho a la identidad en el registro civil
para este pueblo indígena por desconocimiento de las
autoridades son utilizados los apellidos de las familias más
reconocidas del municipio sin tener en cuenta los modos
de identificación propios del pueblo Yukpa. Situación
distinta con el pueblo Barí que si logro esa reivindicación
de mantener sus apellidos originarios.
18
Viví parte de mi niñez en Shirapta, Aroy, Sinamaica
(pueblo Añu, ubicado al norte del Estado Zulia) y
en la ciudad de Machiques. Emigrábamos hacia
donde mi papá consiguiera trabajo, ya que se
ganaba la vida en las haciendas cercanas.
Cuando viví en la ciudad de Machiques fue por
razones de salud de mi papá. Sin embargo, más
tarde, decidimos establecernos definitivamente
en la comunidad de Shitakay, del centro de
referencia Shirapta, cuando mi padre consiguió
trabajo fijo como obrero en la hacienda el
Capitán. Aquí me desarrollé y me hice mujer.
Inmediatamente mi madre me orientó para
cumplir el ritual del desarrollo, tiempo en que
estuve encerrada por un mes. En ese tiempo mi
madre se dedicó a enseñarme a tejer y a realizar
la artesanía Yukpa.
19. 19
Durante el ciclo escolar viví en Sinamaica con
las monjas, internada. Sólo venía a la comunidad
de visita en las vacaciones. Regresé a Shirapta al
culminar el sexto grado y a la edad de 16 años
conocí a Francisco Maiquishi, indígena Yukpa de
la Misión del Tokuko. Al poco tiempo nos casamos,
tuve a mi primera hija, Jhojanis Yanina Maiquishi
Romero. Sin embargo, esa relación duró poco y
terminamos separados y me dediqué a criar a
mi hija sola. Por un tiempo intenté rehacer mi
vida pero fue un fracaso, por lo que decidí estar
soltera por una época.
Finalmente rehago mi vida casándome
nuevamente con mi primer amor Jaime Romero.
Desde entonces vivimos juntos, hoy ya son 17
años al lado de nuestros hijos: Aracelis y Rafael
Enrique.
Mi vida ahora tiene sentido y después de un largo
período retomé los estudios. Actualmente curso
el décimo semestre de educación intercultural
bilingüe en la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador UPEL (El Macaro).
Trabajo como docente bilingüe en la etapa inicial
en la Escuela Básica Estadal de la comunidad de
Mapurky, gracias al apoyo incondicional de mi
esposo. Hoy mis hijos siguen mi ejemplo, ambos
estudian para lograr ser unos profesionales.
Yo tengo muchos años participando como
animadora. Mis inicios fueron desde cuando
el Vicariato de Machiques comenzó a formar
a las comunidades indias en sus derechos.
Después la oficina de Derechos Humanos del
Vicariato Apostólico de Machiques se convirtió
en Asociación Civil Perijá (ACP). Entonces yo
todavía vivía en la comunidad de Mapurky.
Recuerdo que venían las responsables de ACP,
los días viernes, de visita para la comunidad
de Shirapta. Fue Rubí Romero la que me invitó
a formar parte del equipo de la reconstitución
de mi pueblo. La Asociación Civil Perijá ha sido
transcendental para nosotros los indígenas,
porque tenemos la oportunidad de intercambiar
respetuosamente tres culturas distintas: Yukpa,
Barí y Watía, expresando nuestra propia voz
como pueblo, con respeto a cada una de las
culturas distintas.
Mi anhelo es que algún día el pueblo Yukpa
pueda valorar el trabajo que hacemos hoy
los animadores y animadoras impulsando la
reconstitución de nuestro pueblo, recuperando
en nuestra memoria y en páginas escritas por
nostras nuestra historia: cómo somos, de dónde
venimos, hacia dónde vamos, cómo trabajamos,
cómo es y vive una mujer Yukpa y el papel que
tiene dentro de nuestro pueblo, entre otras
cosas… Pero no sólo es importante recuperar
nuestra memoria. Queremos construir una
historia nueva enraizada en nuestra historia.
Esta oportunidad la tenemos hoy. Aprovecharla
o no depende de nosotras. Por eso yo hago un
llamado a todos mis hermanos Yukpa para que
se integren en los procesos que impulsamos
y sigamos juntos para garantizar la vida a las
generaciones futuras. Mi llamado es para que
trabajemos todas motivando a nuestras familias a
que se integren en el proceso de la reconstitución
de nuestro pueblo.
20. Me llamo Elsida Romero y nací en 1972, en
la comunidad de Shirapta. Actualmente vivo en
el centro de referencia Yukpa de Tinakoa. Me
considero una mujer trabajadora y honrada.
Mis padres fueron David Romero y Mérida
Romero. No conocí a mi madre porque ella
falleció cuando yo sólo tenía un año. A partir
de ese momento fui educada por mi padre con
la ayuda de mi hermana mayor, Mérida Romero.
Esa fue la última voluntad de mi madre. Soy la
menor de cuatro hermanos: Mérida, Luzmila,
Marisol y Eduardo Romero.
A falta de una madre mi padre tuvo el valor de
cuidar de todos nosotros. Recuerdo a mi padre
como un hombre trabajador, serio, conservador,
celoso con sus hijos, de voz fuerte. Estas
características le ayudaron a corregir a sus
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cuatro hijos, a darnos buenos principios éticos y
valores culturales. Mi padre tenía una manera de
vivir la vida, él tomaba muy en serio cada acto
que realizaba.
Cuando me desarrollé, cumplí el ritual que
nosotros los Yukpa hacemos: me cortaron el pelo,
me llevaron para el monte, en ese momento no
podía ver a los hombres porque eso es malo (si
una ve a un hombre en ese momento de la vida,
una puede morir antes de tiempo). Fue mi padre
quien me enseñó todas esas cosas. Lo único que
él no me enseñó fue a tejer la cesta, la estera, el
sombrero… Nuestra artesanía la aprendí con las
mujeres de la comunidad.
Fui educada con nuestros valores culturales. A las
mujeres se nos da una educación muy especial,
somos preparadas para ser las guías de la familia,
21. 21
transmisoras de la cultura y educadoras de los
hijos de nuestro pueblo Yukpa.
Mi esposo, Gregorio Finol Romero, ha estado
conmigo durante 30 años y siempre ha visto de
mí y de nuestros once hijos. Actualmente vivo
muy feliz, no me hace falta nada, mi esposo ha
sido buen padre, no les hace falta nada a nuestros
hijos… Todavía los ayuda económicamente y
ahora también a los nietos.
Yo participo en un grupo de mujeres animadoras
por la reconstitución de mi pueblo Yukpa. Nos
reunimos en la comunidad para conversar cosas
de nosotras. Ya tengo tiempo participando en los
encuentros de mujeres en Machiques y me gusta
mucho. Esto nos ha ayudado a nosotras, estamos
animadas para seguir y ojalá ustedes, las amigas
watía de la Asociación Civil Perijá, puedan seguir
acompañándonos.
Yo estoy comprometida a animar a las demás
mujeres.
22. Mi nombre es Elsy María Chávez5, nací el 24 de
julio de 1981, en el centro de referencia de Aroy
de la Sierra de Perijá. Soy hija de Lina Romero
y Joaquín Chávez ambos indígenas Yukpa. Soy
la menor de tres hermanos. Actualmente vivo
en la comunidad de Jurukunaka del centro de
referencia Aroy.
Mi niñez fue junto a mis padres, ayudaba a
mi madre a lavar la ropa, cocinar, cuidaba a
mis hermanos y también; colaboraba con los
quehaceres del hogar. Mis padres se dedicaban a
mantener vivas nuestras costumbres ancestrales:
la caza, la pesca y la agricultura.
5La historia fue contada en Yukpa y traducida por
Hermenegilda Romero, quien dio esta referencia de Elsy:
“Yo conozco a Elsy desde hace mucho tiempo cuando
estudiaba cuarto grado en la escuela de Aroy, Elsy es una
buena mujer, buena hija y buena madre”.
22
A la edad de 13 años me casé con Curucito García
y me mudé para otra comunidad y tuve tres hijos:
Elsy del Carmen, Jonfri José y Emiro Fernández.
Sólo viven dos pues uno murió. La relación con
Curucito duró poco. Más tarde conocí a Numa
Romero y fue entonces cuando decidí casarme
por segunda vez.
Me desempeño como obrera aspirante al cargo
en la escuela bolivariana de la comunidad de
Jurukunaka. Los fines de semana dedico mi
tiempo a la agricultura: siembro yuca, maíz
topocho, todo para el sustento familiar y
económico.
Hoy en día estamos viviendo la pérdida de nuestra
autoridad ancestral, empezando por el cacique
principal quien de acuerdo a nuestra cultura es
el responsable de dar orden a la comunidad y
23. 23
participar en las grandes decisiones… El cacique
antes ocupaba un papel importante que hoy
ha perdido. Y también estamos perdiendo las
tradiciones ancestrales como la fiesta del Kuje6.
Por estas razones, hoy, más que nunca debemos
trabajar unidos todos por la reconstitución de
nuestro pueblo Yukpa, seguir reuniéndonos y de
esta manera dar nuestro aporte.
6La fiesta del Kuje, es una celebración especial, que se
realiza todos los años en cada comunidad Yukpa. En cada
comunidad es organizada en fechas distintas. El Kuje es
una adoración al Dios de los bollitos. Esta celebración es
preparada con diez u ocho días antelación. Los hombres se
van de caza a buscar la carne ya sea de mono, venado, pava,
picure o lapa y se llevan algunas mujeres para que estas
vayan preparando la carne y evitar que se dañe. La carne no
puede ser probada hasta la fecha de la celebración del Kuje.
Mientras los hombres de la comunidad cazan, las mujeres
recogen la cosecha del Maíz Cariaco (maíz morado), y
preparan los bollitos. El cacique del Kuje prepara una
tarjeta para cada una de las familias que habitan en la
comunidad dirigida al jefe de la familia, dónde también
se indica que el hombre debe llevar dos menuri (cestas)
y las mujeres deben llevar dos wanep (tiras o ganchos de
las cestas), los cuales deben ser entregado al cacique el
día de la celebración quién a su vez se las obsequiará a los
invitados especiales. Estas tarjetas van acompañadas de
una pequeña menuri (cesta) elaborada por el cacique del
Kuje y le quedarán a cada familia como recordatorio de la
celebración y algunas la llevan en la próxima celebración
como constancia de haber asistido a la anterior. Durante la
celebración se desarrollan actividades deportivas propias,
según la cultura y también otras que han sido introducidas
por los No Indígenas como el futbolito. También se realizan
bailes típicos y cantos. Durante esta celebración, no se
permite el consumo de bebidas alcohólicas, excepto las
bebidas propias del pueblo Yukpa como la chicha fuerte,
prepara a base de maíz, malanga entre otros.
24. Me llamo Enelixa Romero. Yo me crié en la
comunidad de Samamo, ubicada en el centro
de referencia Shirapta de la Sierra de Perijá. Mi
madre se llamaba Delia Romero y mi padre Isaías
Romero. Soy huérfana de madre desde que tenía
10 años. Tengo tres hermanos: Félix, Alfonso, y
Regulo Romero. En una visita a la comunidad de
Aroy conocí a Armando Montecristo, más tarde nos
casamos y tuvimos 10 hijos: Mileidy, Armando,
Zulay, Carlos Luis, Neisy, Enilda, Filiberto,
Hermechely, Naidy y Enelixa Montecristo
Romero.
Mi familia era conservadora de nuestras propias
costumbres ancestrales. Cuando yo me desarrollé,
cumplí con mi ritual y en ese momento me
ensañaron todo lo de la artesanía y fui alejada al
monte como era nuestra costumbre. También me
prepararon para que cuando me casara tener un
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buen desenvolvimiento en el hogar, con los trabajos
que nosotras las mujeres indígenas realizamos.
Cuando me casé, mi padre hizo una fiesta para
anunciar a nuestra familia mi compromiso.
De igual manera afirmó con sus palabras que
teníamos que vivir a partir de ese momento en
otra casa, buscar empleo para poder sostener la
casa y nuestra alimentación.
Actualmente trabajamos la siembra, tenemos
un conuco familiar con toda clase de siembra:
plátano, topocho, yuca para el sostenimiento
de nuestra familia, todos juntos trabajando
fuertemente la familia entera, mi esposo y mis
hijos.
Estoy convencida de que todavía tenemos
en nuestras manos la salvación de nuestras
25. 25
costumbres y artesanías tradicionales. Por esta
razón mi aporte es seguir trabajando en el proceso
de reconstitución de nuestro pueblo Yukpa y
estoy dispuesta en colaborar participando y
animando a las mujeres de mi comunidad.
Nosotros los pueblos indígenas seguimos
dando pasos cortos, pero seguros, por nuestra
reconstitución, seguiremos caminando hasta
lograrlo.
26. Mi nombre es Esmerita Romero. Nací en 1967
en la comunidad Kanecio del centro de referencia
Shirapta, en la Sierra de Perijá. Mi madre se
llama Carmen Romero, mi padre de crianza y
afecto Elías López y mi padre biológico Onésimo
García. Mis abuelos fueron unos de los primeros
fundadores de la comunidad de Shirapta que
anteriormente se llamaba Juniroina.
Somos nueve hermanos, cinco varones y cuatro
mujeres; una ya murió. Viví de pequeña junto con
mis padres hasta la edad de siete años cuando,
por diversas circunstancias, optaron por la
separación. A partir de ese momento mi padre
nos llevó a vivir con él a la comunidad de Aroy.
Después de que mi padre, Elías López, se separa
de mi madre, él se va con otra mujer y todo
cambia en mi vida y la de mis hermanos: su
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trato era distinto. Pasamos necesidad porque el
sustento de la casa lo tenía mi padre, el cazaba
lapa, sembraba… No sufríamos de hambre
pero, a su salida, muchas veces no teníamos
qué comer…. La comida era nuestra mayor
preocupación, nosotros no nos preocupábamos
por la ropa porque anteriormente nosotros los
Yukpa vivíamos felices descalzos y con media
ropa. No era necesaria la ropa, pero la comida sí.
Nos tocó refugiarnos con nuestra familia cercana
para que nos dieran comida, desayuno, almuerzo
o cena, al menos una de las tres comidas y,
dependiendo de lo que fuera, íbamos para otra
parte en busca de la comida siguiente… También
íbamos para las haciendas donde mi papá
trabajaba a buscar la cosecha y la guardábamos
en un pozo grande, como se hacía ancestralmente
para conservar los alimentos por largo tiempo.
27. 27
Mi padre Elías, por ser profesor, me enseñó a
temprana edad a leer y escribir; además asistía
a la escuelita de la comunidad. Cuando yo tenía
nueve años, mi hermana Elsa Vargas se hace
cargo de mí y de mis otros tres hermanitos, ya
que éramos los más pequeños, porque mi papá
trabajaba en una escuela fuera de la comunidad
y no podía ver de nosotros. Fue entonces cuando
nos mudamos a la comunidad de Shirapta. Ahí
cursé hasta el sexto grado.
Cuando cumplí los nueve años fui invitada por mi
hermana a la comunidad de Aroy a una fiesta de
Kuje… Fue entonces cuando ella se comprometió
a darnos estudios… Ella no era rica pero tenía su
trabajo estable, obrera de la escuela.
Más tarde a la edad de 12 años me enviaron al
internado de Guana, pero sólo estuve un año por
falta de recursos. Además las niñas teníamos
dificultad para quedarnos porque era frontera
con Colombia. Por estas razones dejé los estudios
y además en aquel momento mi situación
empeora pues mi madre se enferma y tuve la
enorme necesidad de salir de mi comunidad
y vivir por un año en casa de una familia para
trabajar y poder comprar el medicamento a mi
madre.
En ese momento contábamos en la comunidad
con la presencia de las misioneras de la Madre
Laura, conocidas también como “Las Lauritas”,
que trabajaban con el propósito de ayudar a los
indígenas a organizarse como una verdadera
comunidad. Ellas insistían mucho en que
aprendiéramos cosas buenas y dejáramos de
hacer cosas malas. Posteriormente, gracias a las
misioneras, yo logré continuar mis estudios y
seguidamente gracias a ese esfuerzo comienzo
a dar clases de preescolar a los niños, con el
consentimiento y apoyo de mi comunidad… Es
así como me doy cuenta de cuál era mi vocación
y lucho porque así sea.
A la edad de 17 años me casé con Clemente
Romero, tuvimos ocho hijos: cuatro mujeres y
cuatro varones, quienes llevan por nombre: Diana
Patricia, Sergio Luis, Clemente, María Esmerita,
José Andrés, Angie Carolina, Moisés y Carmen
Lucia Romero. Después de haber dedicado gran
parte de mi vida a mis hijos y verlos crecer,
comienzo nuevamente a estudiar hasta obtener
la licenciatura en Educación Inicial.
A la edad de 20 años me enteré que yo no era la
hija del hombre que siempre vi como a mi padre,
Elías López, sino la hija de Onésimo García. Para
mí, esta noticia fue muy amarga y dura. Pasó
mucho tiempo para que yo pudiera curar el dolor
tan grande que sentía y aceptar a mi verdadero
padre. Hace sólo ocho años que perdoné a mi
padre, yo siempre sentí que mi único padre era el
que vi de niña. La familia de mi padre es wayuu
y estoy dándome la oportunidad de aceptarlos y
conocerlos a todos.
Desde muy joven, me he dedicado al trabajo
del cultivo en la parte alta de la Sierra de Perijá
para seguir con las costumbres ancestrales.
Gracias al trabajo de mis abuelos, quienes
fueron fundadores de la comunidad, heredamos
considerables bienes en tierras y propiedades en
la comunidad de Tewa, ubicada en el centro de
Referencia Shirapta. Actualmente, disfrutamos de
grandes extensiones de cultivos entre cafetales y
rubros ancestrales. Día a día estamos trabajando
la familia entera por mantenerlas.
Siempre me ha gustado trabajar por mi
comunidad, por la justicia y sobre todo por la
madre tierra. Todo este tiempo en mi comunidad
he trabajado en función de que eso que me gusta
se cumpla.
Salí para Europa a defender mi madre tierra.
Esta profunda lucha la heredé de mis ancestros
quienes me enseñaron a querer y valorar mi
madre tierra como ellos lo hacían, respetándola
por sobre todas las cosas, me enseñaron a
comunicarme con el sol, con la luna, con toda la
naturaleza. Mi abuela fue una mujer muy sabia,
artesana, y yo aprendí mucho de ella. Hoy soy
28. quien soy, gracias a mis abuelos a quienes les
debo mis conocimientos. Para nosotros los Yukpa
la naturaleza es sagrada.
Actualmente sigo en el proceso de la reconstitución
del pueblo Yukpa, como voluntaria animadora. Ya
tenemos muchos años en la lucha por el futuro de
nuestra Sierra de Perijá, rescatando los valores
que como mujeres hemos perdido. Para mí este
proceso ha sido un cambio en mi vida. Considero
que mi vida está basada en pertenecer y formar
parte de esta lucha.
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Me llamo Zoraida Vargas; nací en el centro de
referencia Shirapta, en 1971. Mis padres fueron
Romilio Romero y Erixa Vargas y soy la mayor
de seis hermanos: Diraima Mendiola, Fulgencio
Mendiola, Reinerio Vargas, Néstor Vargas, Adel
Vagas. De muy pequeña me di cuenta que yo vivía
con mi padrastro, sin embargo, para mí él era mi
padre.
Cuando tenía 10 años mi mamá me confesó que
ella había dejado a mi papá. Un día recibimos su
visita y él mismo me dijo “yo soy tu padre”, yo no
creí y le pregunté a ella y me dijo que era verdad.
Después de ese día no lo vi más nunca.
Me casé de 13 años, cuando todavía existía la ley
Yukpa, con Cristóbal Romero. Entonces me vine
a vivir a Tinakoa donde vivo actualmente. Junto
con mi abuelo fuimos los fundadores de esta
comunidad Yukpa. Mi esposo y yo trabajamos
juntos en la hacienda El Mango, yo cómo
cocinera y el cómo obrero. Ya a los 16 años
era madre, tuve mi primera hija María Cristina
que, lamentablemente, murió cuando sólo tenía
un año, de neumonía. Su pérdida fue muy triste
para nosotros. Sin embargo, más tarde quedo
nuevamente embarazada de mi segundo hijo
Adrián Romero.
Por cosas de la vida, mi esposo me deja con apenas
cuatro años de relación, con un niño pequeño y
embarazada de uno más. En ese tiempo mi madre
enferma me llamó para que la cuidara porque yo
era su única hija grande; mi otra hermana estaba
muy pequeña.
Mi vida siguió, mi mamá enferma, mi marido me
había dejado con un hijo y por si fuera poco yo
30. estaba embarazada. Con el único que contábamos
era con unos hermanos de mi mamá, es decir,
con mis tíos: Toribio Vargas y Esmerita Romero.
Cuando mi madre muere yo estuve sola por dos
años criando a mis hijos con mi esfuerzo, sin
ganas de tener marido porque tenía un hijo muy
pequeño.
Mis esperanzas estaban puestas en mi hijo, por
eso le decía mucho a mi hijo que estudiara y
saliera adelante, que yo iba a trabajar para él.
Más tarde conocí a Ángel Romero pero él era
muy muchacho para mí, mi padre todavía estaba
vivo y él me decía que no me fuera a casar. Pero
después de tres años me casé con Ángel; ya mi
hijo Adrián tenía diez años.
Nuestra ley Yukpa era muy estricta cuando todavía
se cumplía. Un joven Yukpa no podía casarse con
una mujer con hijos, eso no era bien visto. Él,
consciente de que yo tenía hijos, quiso pasarlo
por alto, sin embargo, se ofreció en mantenerlos,
trabajando duro para eso y quererlos como si
fueran suyos. Actualmente seguimos juntos y
tenemos cuatro hijos más: Carmen Julia, Yelitza,
Yoelitza, Ángel David y Victoria Carolina Romero.
Poco a poco el pueblo se fue poblando, ya había
diez casas, yo me consideraba una líder porque,
cuando había que resolver algún problema yo lo
hacía hablando con la gente. Éramos un pueblo
caminante. Estuvimos en Tinakoa vieja, después
en Media Luna, también en los Andes. Con el
tiempo dijimos: ¿por qué estamos caminando?;
tenemos que hacer un pueblo para que nos
quedemos ahí.
En 1997 nos vinimos para acá y dijimos que éste
iba a ser el pueblo de nosotros para siempre.
El señor de la hacienda se fue y nos dejó esto.
Estuvimos varios días de conflicto por las
tierras hasta que se cansó. En 2001 recibimos
las primeras visitas de la oficina de derechos
humano del Vicariato Apostólico de Machiques,
para darnos a los pueblos indios de Perijá
enseñanzas sobre derechos humanos y derechos
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de los pueblos indígenas. Ahora la Asociación
Civil Perijá nos sigue acompañando para seguir
en el proceso de la reconstitución de los pueblos
indígenas Yukpa.
Muchas veces no hacemos caso, no sabemos
apreciar lo bueno, todo lo que ellos nos dicen
es verdad, nuestra cultura todavía existe pero
muy débil y no queremos perderla, nuestros
hijos pequeños son los que van a ver las
consecuencias. Son pocas las ancianas que saben
hacer la artesanía y en estos tiempos ya eso no es
prioridad para nosotros los indígenas.
El saber las cosas correctamente y el aprender,
para mí, es muy importante en mi vida. Mi abuela,
que es una gran artista, cantante, bailarina y que
además teje la artesanía, me ha ayudado a que
mi mente se nutra de muchos conocimientos
ancestrales los cuales comparto con mis hijos
para que entiendan el mundo en el que vivimos y
también que conozcan más de sí mismos.
Hoy doy gracias a nuestro Dios porque mi abuela
Carmen Romero todavía vive y me da consejos.
31. 31
Asociación Civil Perijá es una
asociación civil sin fines de lucro,
fundada en el año 2008, que no se
identifica con partido o grupo político
alguno, ni trabaja en forma dependiente
de ellos.
Son fines de la Asociación,
coadyuvar a que los pobres de Perijá,
primordialmente los indígenas, avancen
en el proceso de reconstitución de sus
pueblos; favorecer el surgimiento
de conciencia y consolidación de los
pueblos indígenas como sujetos de
derechos intrínsecos, para que desde
su identidad étnica y cultural vivan
con mayor dignidad como pueblos;
fortalecer los procesos de identidad de
los adolescentes y jóvenes indígenas
así como los procesos de equidad de
género.
Linmay Basabe
Coordinadora Institucional
vicamachiques@gmail.com y asociacioncivilperija@gmail.com
http://yukpaybari.blogspot.com