1. El carácter en el liderazgo cristiano
por Desarrollo Cristiano
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La importancia que le da el líder a la integridad en su vida ayuda a conocer el
carácter de él como una persona de confianza, calificada para el liderazgo. ¿Por qué
ciertas personas que están en el liderazgo no son personas auténticas? ¿Por qué
aparentan ser espirituales? Posiblemente, ese sea el problema más grande del
liderazgo: la falta de un carácter recto.
El carácter es básico para todas las decisiones éticas. Quien es usted determina lo que usted
hace. Jesús dio importancia a esa verdad en sus enseñanzas (Mt 5-7). De ahí que el carácter sea
el principio de la naturaleza moral interior. El carácter, como es difícil de definir, es mejor
entenderlo desde cómo se forma y cómo funciona en la vida ética cristiana. Como alguien ha
dicho "lo que somos, es el determinante último de lo que hacemos".
1. ¿Qué grado de pureza debe tener el liderazgo cristiano? (Tit 1.5–9)
La integridad se hace notoria en aquellas personas que la practican, y ¡más aun en el liderazgo
cristiano! Liderazgo íntegro, se nota por la solidez y transparencia.
La importancia que le da el líder a la integridad en su vida ayuda a conocer el carácter de él
como una persona de confianza, calificada para el liderazgo. ¿Por qué ciertas personas que
están en el liderazgo no son personas auténticas? ¿Por qué aparentan ser espirituales?
Posiblemente, ese sea el problema más grande del liderazgo: la falta de un carácter recto.
Cuando una persona peca y puede vivir con ello, deja de ser íntegra. La integridad implica la
confesión del pecado y el apartarse de él y no aparentar que no ha ocurrido nada. Eso es
pureza.
Pero, por supuesto existe un punto dentro de la gama del pecado donde ocurre la
descalificación para el liderazgo en la iglesia.
¿Hasta qué grado cuenta la actitud que la persona tiene hacia el pecado para dicha
descalificación?
Pablo dice: «... no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado».
Estoy convencido de que ciertos pecados revelan una ruptura tal en la integridad, que la
persona que ha caído queda descalificada para volver a ejercer un liderazgo prominente.
No creo que actos repetitivos tales como la inmoralidad sexual o el encubrimiento sean sólo
cuestión de pecado. Creo que revelan una falla en el carácter. Las personas dicen: «Bueno, ¿y
acaso no se perdonan los pecados?» Claro que sí. Pero creo que ya no se trata de una cuestión
de perdón; dicha persona carece de la sustancia que se requiere para ese oficio.
2. La única razón por la que puedo sentarme en esta habitación, vestido y en mis cabales es que he
recibido el perdón absoluto de Jesucristo. Pero para las personas que ejercen un liderazgo
prominente existen requerimientos aún más estrictos. Como dice Santiago, seremos juzgados
«sin misericordia».
Pero, ¿qué del rey David en elAntiguo Testamento?
Ese incidente es el único caso que las Escrituras registran de un líder culpable de conducta
inmoral que se le permitió permanecer en el mismo liderazgo prominente. Pero después del
incidente con Betsabé, su vida se volvió agria. Sí, fue confrontado y salió limpio; sin embargo,
perdió en el campo de batalla, y su familia enloqueció. Nunca volvió a alcanzar el pináculo al
que una vez había llegado. Eso me angustia.
También me obsesiona el hecho de que las Escrituras no registren el caso de ninguna otra
persona con liderazgo prominente, que haya cometido pecado sexual, y que luego se le
permitiera continuar en dicha posición.
¿Ante quién debe rendir cuentas un líder?
En mi caso, he seleccionado cuidadosamente a tres hombres con quienes me reúno
periódicamente. En nuestras reuniones hay confianza, objetividad y libertad. El propósito de
reunirnos no es sólo el de concentrarnos en el pecado, sino también ser amigos. No sólo es
beneficioso para mí, sino también para los demás.
Generalmente soy responsable ante mi personal y, oficialmente, ante nuestra junta de
ancianos, aunque cuanto más grande se hace ésta, tanto más difícil se torna manejar la
situación. A algunos miembros de la junta no tendría nada que ocultar, pero no tengo la misma
confianza con otros.
Ciertamente, también soy respon-sable ante toda mi familia, ella tiene la libertad de poder
tratar cualquier área o de ofrecer consejo. Admito que ocasionalmente hay cosas dolorosas que
oír, pero el estar en el ministerio no me exonera de hablar claro en mi casa; es más, es algo que
debe ser hecho.
Al seleccionar a las personas ante quienes seremos respon-sables, ¿no es una tentación elegir a
aquellas que tengan nuestros mismos puntos de vista?
La calidad del carácter del líder se hace evidente en la elección de aquellas personas que le
ayudan. En ocasiones se eligen personas que son demasiado condecendientes con sus
superiores. Estoy totalmente de acuerdo. Me encanta escuchar que me digan sí a todo. Pero
necesito a personas que me digan las cosas como son en realidad.
2. ¿Cuál es mi carácter como líder? (1 Ti 3)
En 1 Timoteo 3 el apóstol Pablo nos indica los esfuerzos mínimos a realizar y las cualidades de
carácter que se deben tener para el liderazgo de iglesia. Pero existen otras características, a
menudo pasadas por alto, que comparten los líderes de iglesia efectivos. He aquí ocho de estas
características, por medio de las cuales podemos evaluar nuestro servicio en la iglesia:
a. ¿Puedo manejar información correctamente? Debe mostrar sabiduría e integridad. Lo que
debe garantizar cualquier líder es su capacidad de manejar correctamente información
confidencial.
3. b. ¿Puedo aplazar un juicio? Evite realizar juicios a la ligera. Debe tomar sus decisiones sólo en
base a argumentos y evidencias sólidos.
c. ¿Estoy dispuesto a ser dirigido por Dios? Además de escuchar la voz de Dios, debe prestar
atención a personas sabias. Es clave la actitud de obediencia.
d. ¿Puedo confrontar de manera apropiada? A nadie le gusta el conflicto. Pero para atacar con
integridad, los miembros de la junta deben estar dispuestos a confrontar incluso a uno de los
suyos. La ira desenfrenada, el engaño descarado, las palabras hirientes son algunas de las cosas
que demandan un desafío de amor. Los dos extremos son: evitar el conflicto o actuar como el
exterminador. ¿En qué punto de la línea se encuentra usted?
e. ¿Tengo miras amplias? La tradición de la iglesia da vida; el tradicionalismo amenaza la vida.
La comodidad de lo familiar también puede sofocar el avance de la iglesia. ¿Cree usted que los
mejores días de su iglesia han quedado atrás? ¿O es usted optimista en cuanto al futuro de la
misma?
f. ¿Tengo un temperamento de «sí, puedo»? Pareciera que algunas personas tienen la
«bendición» del pesimismo. Las personas con una actitud de «sí, puedo» son dife-rentes. En
vez de decir: «¿Por qué nosotros?» como su primera res-puesta, dicen «¿Por qué no?» ¿Cómo
responde usted ante las nuevas ideas?
g. ¿Estoy dispuesto a asumir mi culpa? Los líderes piadosos asumen la responsabilidad por sus
pecados. Son humanos, y lo saben. No son como aquella persona que dijo: «La única vez que
estuve equivocado fue cuando pensé que lo estaba». ¿Cuándo fue la última vez que usted le dijo
a un colega: «lo eché a perder; me equivoqué»?
h. ¿Tengo la paciencia de Job? En la iglesia, lograr que se hagan las cosas siempre toma más
tiempo del que usted cree. Siempre hay un comité más u otra asamblea de la congregación en
las que se tenga que presentar la propuesta que usted hace. ¿Puede usted manejar el proceso de
«apúrate-y-espera» típico de la vida de la iglesia?
3. Cómo establecer medidas preventivas (1 Co 10.12, 13)
Según el psicólogo y escritor Archibald Hart, los líderes deben protegerse de cometer los
errores que minan su habilidad para dirigir.
a. Rendir cuentas. Generalmente, las personas caen porque han elegido seguir solas. El rendir
cuentas ante alguien demanda que cada líder tenga una reunión regular con una junta o con un
grupo de otros líderes como él para compartir sentimientos, revelar tentaciones, e identificar
áreas problemáticas tanto en el crecimiento personal como espiritual.
b. Responsabilidad. El líder saludable debe aprender a equilibrar las demandas del liderazgo de
iglesia con las demandas de la familia y de la vida personal.
c. Integridad. En primer lugar está el aspecto de cómo usamos nuestro poder. ¿Compartimos el
poder? ¿Lo usamos de manera compasiva? ¿Está el uso de nuestro poder motivado solamente
por el ego? Después del poder viene el aspecto de la honestidad. La verdadera integridad
requiere no sólo rectitud en cuanto a las finanzas, sino también justicia en la aplicación de la
autoridad, gentileza en la manera que obramos, y compasión en cuanto a cómo obtenemos y
usamos información confidencial.
4. 4. Realizando una auditoría espiritual (2 Co 13.5; Sal 26.2)
Una vez, el presidente de una firma de gran envergadura me hizo esta confesión: «Tengo un
banquero que me mantiene solvente, un abogado que me mantiene dentro de la ley, y un doctor
que me mantiene saludable, pero no tengo a nadie que me ayude a evaluar mi condición
espiritual». Nunca había pensado en algo semejante a una «auditoría espiritual». Desde ese
entonces, me formulo con regularidad doce preguntas:
a. ¿Estoy conforme con la persona en que me estoy convirtiendo? Cada día me acerco más a la
persona que finalmente seré. ¿Estoy satisfecho con quien seré?
b. ¿Me estoy haciendo menos religioso y más espiritual? Los fariseos eran religiosos; Cristo es
espiritual. Luego de años de participación en la religión organizada, a menudo siento la poca
profundidad de dicha experiencia, la restricción de sus reglas, y el hambre por algo
verdaderamente espiritual en una relación con Cristo.
c. ¿Reconoce mi familia la autenticidad de mi espiritualidad? Mi familia me ve de manera total.
Si estoy creciendo espiritualmente, mi familia lo reconocerá.
d. ¿Tengo la filosofía de «fluir»? Las Escrituras dicen: «El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva». La frescura está en el fluir. Si he sido
bendecido con el liderazgo, esa bendición debe fluir de mi vida.
f. ¿Tengo un centro de quietud en mi vida? Todo cristiano debe tener un centro de quietud
imperturbable. François Fenelon dijo: «La paz es lo que Dios quiere de ti sin importar lo que
esté pasando».
g. ¿He definido mi ministerio? ¿Sé qué puedo hacer de manera efectiva? La necesidad es
siempre más grande que lo que cualquier persona puede hacer para satisfacerla; por eso, mi
llamado es simplemente manejar la parte de la necesidad que me corresponde satisfacer.
h. ¿Mis oraciones están mejorando mi vida? No puedo evaluar si soy un «hombre de oración»,
pero sí puedo percibir progresos si los veo en mi vida. Para ello, es bueno preguntarse:
«¿Incluyen mis decisiones la oración como parte integral de las mismas?»
i. ¿He mantenido un respeto reverencial genuino hacia Dios? El respeto reverencial sobrecoge;
inspira adoración.
j. ¿Es mi humildad genuina? Nada es tan arrogante como la falsa humildad. He aquí dos
definiciones de humildad que me gustan: «La humildad es aceptar nuestra fortaleza con
gratitud», y «La humildad es no negar el poder que tenemos, sino admitir que el poder viene a
través de nosotros, no de nosotros».
k. ¿Es mi alimento espiritual el adecuado para mí? He dejado de llamar «devocional» a mi
tiempo de lectura. Ahora lo llamo «un tiempo de alimentación», porque allí es cuando mi alma
se alimenta.
l. ¿En asuntos de poca importancia está mi obediencia integrada a mis reflejos? ¿Trato de
negociar con Dios o de racionalizar con él? La obediencia determina en gran parte nuestra
relación con Cristo luego del nuevo nacimiento.
5. m. ¿Tengo gozo? Se me ha prometido que tendré gozo. Si la relación con Cristo es correcta, lo
tendré.
5. El carácter en tiempos difíciles (Ef 5.11-14)
En momentos de crisis, pocas son las personas que pueden apelar a su carácter cuando éste no
ha sido fortalecido capa por capa a lo largo del resto de su vida. ¿Qué es lo que forma el
carácter, cimentado durante los años de abundancia, que se manifiesta durante los años de
escasez?
a. Transparencia.
La habilidad para aceptar la crítica o para absorber las opiniones negativas no sólo ayuda a
evitar situaciones delicadas, sino también a cerrar la brecha causada por los errores.
Sólo la persona con algo qué esconder es descubierta; sólo alguien con un secreto es expuesto.
Aquellas personas que entierran sus errores a menudo encuentran que más tarde ellas mismas
terminan enterradas, quedando sucias, oliendo a moho, e incrustadas en la mentira. Pablo
escribió a los efesios: «Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien
reprendedlas; ... mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas
manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo» (Ef 5.11, 13, 14). Ese rasgo del carácter,
practicado en los buenos tiempos, se hace aun más valioso en los momentos de dificultad.
b. Discernimiento.
La sabiduría para saber cuándo batallar y cuándo dejar pasar, el discernimiento para entender
lo que es verdaderamente importante y lo que podemos obviar, puede ayudar a los líderes a
evitar errores o a superar los cometidos.
c. Honestidad.
La honestidad sigue siendo la mejor política. Lo que no se aclara a través de las declaraciones
directas, eventualmente se dispersará (y probablemente se distorsionará) por medio de los
canales de las habladurías de la iglesia.
d. Integridad.
Las alternativas equivocadas abundan en el período posterior a haber cometido un error:
encubrimientos, acusaciones, huidas rápidas. Sin embargo, después de nuestro error viene el
momento en que debemos ser totalmente rectos. Esta es la razón por la que debemos tener
estos rasgos de carácter marcados en el alma antes del desastre. La persona que hace de la
integridad un hábito, podrá respon-der con acciones rectas, incluso cuando todo se está
desmoronando.
6. Cuando nadie estámirando (Dn 1.8)
Dios levanta a un obrero, y luego lo usa para hacer una obra. No importa cuál sea el tipo de
ministerio que Dios nos da, nunca podemos darles a otros lo que nosotros mismos no tenemos.
Ignorar el carácter es abandonar el fundamento del ministerio.
Esto explica por qué Dios pasa tanto tiempo con sus siervos. Le tomó 13 años preparar a José
para que éste se convirtiera en el segundo al mando en Egipto. Invirtió 80 años en preparar a
6. Moisés. Incluso el docto Saulo de Tarso tuvo que pasar tres años haciendo un estudio de
posgrado en Arabia antes de que Dios lo lanzara como el apóstol Pablo. Las biografías y
autobiogra-fías de grandes hombres y mujeres cristianos revelan que Dios primero forma el
carácter cristiano en sus siervos, y luego construye un minis-terio a través de ellos.
Sin el carácter, el ministerio es sólo una actividad religiosa o, aún peor, un negocio religioso.
Los fariseos llamaban ministerio a lo que hacían, pero Jesús lo llamó hipocresía. El sabía que
los fariseos estaban más preocupados por su reputación que por su carácter, que les
interesaban más las alabanzas de los hombres que la aprobación de Dios.
Una vez, alguien le preguntó al financista J.P. Morgan cuál era la mejor garantía que un cliente
le podía dar. La respuesta de Morgan fue: «el carácter».
Eso me recuerda a otro Morgan: G. Campbell Morgan estaba pasean-do con D.L. Moody en
Northfield, cuando de repente, Moody le preguntó: «¿Qué es pues, el carácter?»
Morgan sabía que el evangelista quería responder a su propia pregunta, así que esperó. «El
carácter», dijo Moody, «es lo que un hombre es en la oscuridad».
Cuando el famoso predicador inglés Charles Spurgeon recibió la noticia de que alguien quería
escri-bir un libro sobre su vida, contestó: «Pueden escribir mi historia en el cielo, no tengo
nada que ocultar».
Tal vez la palabra clave sea integridad. Jesús nos advirtió que no podemos servir a dos señores,
y Santiago lo corroboró al escribir: «El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos» (1.8). Lo opuesto a integridad es duplicidad: «La voz es la voz de Jacob, pero las
manos, las manos de Esaú» (Gn 27.22b). Nadie puede ministrar y fingir exitosamente al mismo
tiempo, al menos no por mucho tiempo. No existe una reputación lo suficientemente grande
como para sustituir al carácter.
7. Carácter a la antigua (1 Ti 4.15, 16)
Nuestra meta en la tierra es crecer a la semejanza de Cristo, quien se dio a sí mismo por los
demás. He aquí seis maneras para seguir creciendo como persona:
a. Céntrese en el desarrollo personal, no en la realización perso-nal. La diferencia está en el
motivo. La realización personal significa hacer lo que más me gusta y que recibiré la mayor
cantidad de puntos posibles por hacerlo. El desarrollo personal significa hacer algo según los
talentos que tengo y para lo que estoy capacitado de manera única, y eso se convierte en mi
respon-sabilidad. La realización personal piensa en cómo algo me sirve a mí. El desarrollo
personal piensa en cómo algo me ayuda a servir a otros.
b. Crezca a través de relaciones. No siempre es cómodo, pero sí bene-ficioso relacionarse con
personas más grandes que usted. Es necesario programar relaciones que lo man-tendrán en
crecimiento.
c. Adopte un credo personal. Hace algunos años estaba leyendo una investigación acerca de
cómo las corporaciones habían adoptado credos. Era sorprendente cuánto más rentables,
progresistas y estables se habían hecho estas organizaciones, comparadas con otras que
operaban sin un credo establecido.
7. Un credo es algo personal y varía de persona a persona (y de grupo en grupo). Mi credo
también explica en detalle lo que no haré. Varios años atrás escribí: «No sacrificaré estas cosas
en aras del éxito comercial: (1) el respeto por mí mismo, (2) la salud, (3) la familia, y (4) mi
relación con Dios».
d. Forme en usted el hábito de aprender continuamente. Una perso-na que aprende
continuamente no lo hace para que se piense de ella como alguien brillante; eso es volver poco
a poco a la realización personal.
Alguien que aprende continua-mente no deja que nada se le pase sin haberlo absorbido.
e. Guíese a través de los temas que sean de su interés. Yo marco como prioridad los temas que
son de mi interés. Si tengo una oportunidad para ir a dos o tres reuniones diferentes, elijo la
que para mí es de mayor importancia. Conocer nuestros temas de interés es una manera
saludable de canalizar nuestra energía.
f. Cambie su actitud de deber hacia una actitud de deleite. Muchas personas enfocan el
desarrollo personal como algo que deberían hacer, les guste o no. El no hacerlo los hace
sentirse culpables. El secreto para crecer siempre es dejar de ver el desarrollo personal como
una carga, y comenzar a verlo como un gozo: el de cumplir con la responsabilidad, el del
camino que vale la pena seguir para alcanzar un logro.
Este artículo ha sido adaptado del Manual de Formación de Líderes, Desarrollo Cristiano
Internacional.
Ministerio y carácter
por Ajith Fernando
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El Apóstol Lucas, en el libro de los Hechos, muestra dos aspectos de la llenura del
Espíritu Santo. Uno es la calidad de vida que debe caracterizar a todos los
cristianos. El otro es una unción para retos especiales que también debe ser propia
de los seguidores de Jesús ...
La plenitud del Espíritu es una cualidad que caracteriza a los siervos de Dios. Cuando la iglesia
en Jerusalén buscó personas para asignarles algunas tareas administrativas, el requisito fue
que debían ser hombres «de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría» (Hch 6.3).
Tanto a Esteban como a Bernabé se les describe como llenos del Espíritu (Hch 6.5; 11.24). Que
tal cualidad se demanda de todos los cristianos se evidencia en el mandamiento de Pablo «sean
llenos del Espíritu» (Ef 5.18). Pero la plenitud del Espíritu aparece en Hechos como un
requerimiento para elegir a alguien para el servicio, o como una descripción de las personas.
Esto muestra que quizás algunos en la iglesia no han sido llenos. Estos son cristianos
anormales.
8. De modo que esta primera referencia a la plenitud del Espíritu nos recuerda que esto es algo
que debemos buscar y procurar en nuestra vida, lo cual se espera de todos los cristianos. Esta
calificación se debe tener en cuenta especialmente cuando escogemos personas para oficios en
la iglesia. En la iglesia naciente, la plenitud del Espíritu fue un requisito no solo para las
personas que predicaban y enseñaban sino también para quienes realizaban tareas
administrativas.
Plenitud que forma
Aunque Lucas en su libro de los Hechos no abunda en referencias a la plenitud del Espíritu
como una condición, este tópico es uno de los aspectos principales en la enseñanza de Pablo
acerca del Espíritu. El apóstol hace gran énfasis en la obra del Espíritu en la formación del
carácter cristiano. El pasaje más familiar es aquel en el que enlista los frutos del Espíritu (Gá
5.22–23). En esta porción de la Biblia no se encuentra la terminología relativa a la plenitud,
pero está claramente implícita, y lo está especialmente dos versículos más adelante cuando
Pablo exhorta: «si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu» (Gá 5.25). Estas
son dos maneras diferentes de describir el estado de ser lleno por el Espíritu. Su disertación
sobre los dones del Espíritu en 1 Corintios se interrumpe abruptamente para insertar una pieza
sobre la primacía del amor (1Co 13). Él utiliza un lenguaje de plenitud cuando afirma que «el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado»
(Ro 5.5 RVR). La palabra (ekcheo) que aquí se traduce como «derramar» conlleva la idea de
abundancia.
En un estudio estadístico sobre la frecuencia de ciertos temas en las epístolas paulinas, pude
encontrar cincuenta y cinco referencias en ochenta y un versículos que relacionan el ministerio
del Espíritu Santo con el fruto del Espíritu y otros tópicos relativos a la santidad en la vida de
los creyentes. En Romanos 8 se encuentra la declaración clásica sobre la capacidad y la obra del
Espíritu para ayudarnos a vivir vidas santas acordes con el mismo Espíritu, más que con la
carne.
Concluimos, entonces, que cuando la Biblia habla de la plenitud del Espíritu como una
condición, está hablando de un estado en donde el Espíritu gobierna la vida de las personas de
tal manera que su obra se evidencia tanto en su comportamiento como en su ministerio. Existe
una urgente necesidad de recobrar este énfasis el día de hoy. El aspecto del poder que da el
Espíritu para el servicio ha llegado a ser algo muy importante en la iglesia, y el despliegue de
este poder ha sido eficaz para atraer a la gente de fuera hacia ella. Esto es algo bueno y
deseable. Pero, tal vez por causa de la influencia del mercadeo en la iglesia, este aspecto de la
obra del Espíritu, que atrae a los extraños, ha sido enfatizado hasta casi excluir los demás roles
suyos como la persona que ayuda a formar el carácter.
Descuido que deforma
El resultado de descuidar esta faceta de la obra del Espíritu es la alta incidencia de fracaso
moral y espiritual entre personas con ministerios de mucho poder que manifiestan algunos de
los dones milagrosos del Espíritu. Para mí ha sido causa de asombro descubrir que algunas
personas que parecen estar ejercitando estos dones de manera poderosa, están viviendo vidas
inmorales o no evidencian los frutos del Espíritu. Esta situación continúa causándome
perplejidad. Pero una cosa es cierta: cuando la falta de santidad de estos ministros destacados y
con «dones» se conozca, la deshonra para Cristo va a ser inmensa. Todos, incluyendo a
aquellos de nosotros cuyos dones básicos son la enseñanza y la predicación, necesitamos estar
en guardia contra la trampa de Satanás que nos adormece para que descuidemos la batalla
contra la impiedad y la carencia de santidad. Él nos convence de que todo lo estamos haciendo
muy bien debido al poder aparente que acompaña nuestros ministerios.
9. El poder que nos acompaña ciertamente no va a permanecer con nosotros por mucho tiempo.
Si persistimos en la impiedad, un día, de repente, vamos a descubrir que nuestros dones nos
han abandonado, y que somos incapaces de seguir adelante con nuestro ministerio. Nuestra
vida atrapará a nuestro ministerio, como le ocurrió a Sansón quien de repente descubrió
(demasiado tarde) que el poder que tenía lo había abandonado (Jue16.20). El resultado es
deshonra para Dios y vergüenza para nosotros. Por lo tanto debemos estar continuamente
alerta respecto a estas cosas.
Primera de Corintios 13.1–3 menciona grandes dones que generalmente consideramos como
muy importantes para la iglesia. Pero Pablo dirige a quienes los han recibido agudas frases de
advertencia: son nada si no van acompañados por el amor. La amonestación de Pablo a
Timoteo resulta pertinente en este sentido: «Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza.
Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1Ti 4.16). A
esta amonestación le sigue otra sobre la excelencia en el ministerio (vv. 14 y 15). La excelencia
es importante, pero si no está respaldada por una vida piadosa, es inútil.
Apertura a la plenitud
He descubierto que a veces me permito ciertos actos de condescendencia y descuido que
afectan mi compromiso con el Señor. Si no me cuido de ellos, puedo terminar arruinando mi
vida. Pienso que un comportamiento así puede «agraviar al Espíritu de Dios» (Ef 4.30). El
contexto de este versículo señala actitudes y conductas en las que podemos caer y con ellas
agraviar al Espíritu, tales como «conversaciones obscenas» (4.29), «amargura, ira y enojo,
gritos, calumnias, y todo tipo de malicia» (4.31). Es interesante que otro texto paulino similar
exhorta: «no apaguen al Espíritu» y continúa hablando acerca del uso de ciertos dones, «no
menosprecien las profecías» (1Ts 5.19–20). De manera que podemos estorbar la obra del
Espíritu tanto por vivir vidas impías, como por no dar libertad para el ejercicio adecuado de los
dones espirituales.
Una clave para mantener la plenitud del Espíritu y una vida piadosa es gozar de un corazón
receptivo al Espíritu Santo. Si buscamos al Espíritu él nos mostrará cuándo nos estamos
moviendo en direcciones peligrosas. Uno de sus ministerios a favor de nosotros es ser nuestro
maestro (Jn 14.26), y la Biblia nos afirma que Dios nos guiará por sendas de justicia (Sal 23.3).
De seguro, entonces, nos mostrará cuándo nos estamos desviando de sus sendas.
Otro de los ministerios del Espíritu es «convencer al mundo de su error en cuanto al pecado, la
justicia y el juicio» (Jn 16.8). Lo que hace con el mundo lo hará ciertamente con los que son
suyos. ¿Cómo podemos gozar de un corazón receptivo a la voz del Espíritu? Pablo exhorta a que
nos examinarnos a nosotros mismos antes de participar de la Cena del Señor (1Co 11.28). Si
esto es así, cuánto más debemos examinarnos antes de guiar al pueblo de Dios en la adoración
o el testimonio. Otra vez Pablo exhorta: «Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí
mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes?» (2Co 13.5). La oración del
salmista fue: «Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis
pensamientos. Fíjate si voy por el mal camino, y guíame por el camino eterno» (Sal 139.23–
24).
Un tiempo ideal para tal examen es antes de ir a representar a Dios en el ministerio. He
descubierto que antes de predicar, muchas veces me punza una sensación de desesperación,
una preocupación de que nada estorbe la obra de Dios a través de mí. Tal vez haya sido
descuidado con algún asunto en mi vida, y la perspectiva de la predicación dirige mi atención
hacia ella. En esos momentos me encuentro en una actitud receptiva, y a menudo el Espíritu
me recuerda actitudes que debo corregir. A veces me doy cuenta que debo hablar con alguien, o
10. escribir una carta. Si no lo puedo hacer antes de predicar, le prometo al Señor que lo haré
posteriormente y entonces sigo preparándome para la predicación.
Ejemplos de llenura
Un reconocido predicador de los Estados Unidos cuando se le preguntó acerca de su
predicación, dijo que a menudo el domingo por la mañana dejaba su automóvil en el
estacionamiento de la iglesia, y antes de bajar del vehículo le pide perdón a su esposa por algo
indebido que haya hecho. Él sabe que necesita arreglar esa situación antes de presentarse ante
Dios en el púlpito. Una vez en que el doctor D. L. Moody estaba predicando vio entre la
concurrencia a una persona con quien no estaba en armonía. Le pidió a los presentes que se
pusieran de pie, anunció un canto y mientras la gente cantaba fue e hizo las paces con esa
persona. Entonces regresó al púlpito y continuó con la predicación.
Después de retirarse como director de sus orfanatos, George Muller (1805 – 1898) se embarcó
en un ministerio evangelizador itinerante a la edad de setenta años, y continuó en él hasta que
tuvo ochenta y siete. Durante esos diecisiete años recorrió 320.000 kilómetros, ministró en
cuarenta y dos países, y predicó a cerca de tres millones de personas. Estas cifras son
asombrosas considerando que esto ocurrió antes de que existieran los aviones y los sistemas de
amplificación de la voz.
Alguien le preguntó al señor Muller cuál era el secreto de su larga vida. Le dio tres razones. La
segunda de ellas fue el gozo y la alegría que sentía en Dios y en su trabajo. La tercera fue la
renovación que recibía de las Escrituras y el constante poder recuperador que ellas ejercían en
su ser. La primera de las razones es pertinente a este estudio: «La práctica de mantener
siempre una conciencia libre de ofensas a Dios y a los hombres
Aludía así a la declaración del apóstol Pablo ante Felix (Hch 24.16). Esta práctica la hacemos
con gran dedicación. Es una carga inmensa el ir por la vida con asuntos espirituales sin
arreglar. La carga del sentimiento de culpa agota nuestras energías y nos deja débiles y carentes
de la plenitud del Espíritu.
Yo me temo que el comportamiento de la generación actual de líderes cristianos es tal, que le
estamos dando a la próxima generación un ejemplo muy pobre de piedad. Si no detenemos esta
tendencia podríamos ser responsables de un brote de cinismo entre la generación más joven,
en donde las doctrinas ya no sean honradas debido a que la generación anterior no las adornó
con vidas santas (Tit 2.10). Esta situación podría dar origen a otra edad de oscurantismo, en la
cual un nominalismo excesivo y una voluntad sin poder infectarían a la Iglesia.
Las palabras de un sencillo coro expresan el clamor que debe existir en el corazón de cada
ministro del evangelio:
Que la belleza de Jesús brille en mí:
Toda su maravillosa compasión y pureza
Oh, Espíritu Divino, refina mi naturaleza
Hasta que su belleza se pueda ver en mí.
Por supuesto que un ministerio que sea eficaz a largo plazo es el resultado de una vida
caracterizada por la plenitud del Espíritu. Jesús invitó: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» Y Juan
explica: «Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él» (Jn 7.37–39). Una
de las principales razones de la alta incidencia de personas agotadas en el ministerio en
11. nuestros días podría ser que estamos ministrando con nuestras propias fuerzas y no con los
inagotables recursos del Espíritu.
Susan Pearlman, una líder en el ministerio de judíos para Jesús, dijo una vez: «La gente se
quema cuando es la mecha y no el aceite que arde». Pienso que el mayor temor que yo mismo
siento es el de perder esta plenitud del Espíritu por la cual fluye un ministerio auténtico. A
primera instancia la gente no notará que estoy ministrando en la carne. Pienso que gozo de
suficiente conocimiento, experiencia y capacidad para poder engañar a la gente por un
considerable período de tiempo. Y, aún, si lo notan, probablemente no harán mención de ello.
Pero en términos de eficacia en el Reino, seré un desechado, descalificado para el servicio que
recibe la aprobación de Dios. Es un consuelo saber que el apóstol Pablo también vivió con ese
temor. Él lo mencionó: «Más bien golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber
predicado a otros, yo mismo quede descalificado» (1Co 9.27).
La inmediatez del Espíritu
Debería agregar un punto más a esta discusión sobre la calidad de vida de quienes están llenos
del Espíritu. Jesús afirmó que para los discípulos sería mejor que él se fuera, porque entonces
así vendría el Consolador (Jn 16.7). Los versículos que siguen describen la tarea del Espíritu de
convencer al mundo. Pero yo pienso que podríamos inferir que una de las bendiciones a las
cuales hacía referencia Jesús con la venida del Espíritu fue la inmediatez de su presencia. Él
estará con nosotros no sólo a veces (como fue el caso de los discípulos cuando estuvo con ellos
en la tierra) sino constantemente. La presencia de Dios parece ser uno de los rasgos del Nuevo
Pacto que previeron Jeremías y otros de los profetas, cuando todo el pueblo de Dios tendría la
ley escrita en su corazón y conocería al Señor íntimamente (Jr 31.31–34; vea Ez11.18–20).
En la era del Antiguo Testamento, la inmediatez del Espíritu fue la experiencia de solo unos
pocos privilegiados. El Nuevo Testamento describe un nuevo nivel en la intimidad de nuestra
relación con Dios a través del Espíritu (Ro 8.9, 11; 1Co 3.16; 6.19; 2Co 13.14; Fil 2.1). Él da
testimonio a nuestro espíritu, dándonos la seguridad de que somos hijos de Dios (Ro 8.15–16).
Dios no es un ser distante con quien cultivamos una relación en el plano intelectual solamente.
Tenemos de él una vivencia real. Experimentamos su poder en nuestra vida cotidiana (Lc
24.49; Hch 1.8). En efecto, el libro de los Hechos expone que al Espíritu se le recibió no sólo
por una creencia intelectual, sino como alguien a quien se experimentaba personalmente (Hch
8.17–19; 19.6). Los Hechos relatan situaciones en que los creyentes supieron con claridad que
el Espíritu les había hablado para dar guía y dirección (Hch 13.2–4; 16.6–7). A veces esta guía
venía mediante el ejercicio de un don espiritual, como lo mostró el ministerio del profeta Agabo
(Hch 11.27–28; 21.10–11; vea también 1Co 12 y 14).
A través de los siglos los cristianos de varias tradiciones teológicas en la Iglesia han
experimentado este sentido de inmediatez de Dios a través del Espíritu Santo. Pero
ocasionalmente una árida ortodoxia (o heterodoxia) invadió la Iglesia y actuó como una manta
mojada que sofocó tal experiencia. Los avivamientos a través de los años se produjeron cuando
los cristianos experimentaron esta inmediatez del Espíritu, fresca y renovadora, y se asumió
una posición de vanguardia en la vida cristiana. En los últimos tres siglos esto ocurrió mediante
los avivamientos wesleyanos y carismáticos.
Ciertamente se ha abusado con la creencia en las bendiciones de la inmediatez del Espíritu.
Algunos cristianos han afirmado que Dios les dio ciertos mensajes que fueron, muy
probablemente, creación de su propia imaginación. Y a veces esta práctica ha hecho mucho
daño. Pero el ejercicio pervertido de un don no debe conducir a no usarlo. Los problemas nos
deben llevar a desarrollar normas para su uso apropiado, que es lo que Pablo enseñó a la iglesia
en Corintios (capítulos 12 y 14).
13. A principios de este siglo, las organizaciones miden su valor neto de
maneras distintas de aquellas del siglo XX. Durante la Era Industrial, el
valor neto de una organización se medía por sus bienes inmuebles, las
fábricas y el equipo, y los almacenes de mercancías. Las cosas han
cambiado. Algunas organizaciones están reduciendo el tamaño
convencional de su oficina y de sus bienes inmuebles, y permitiendo que
los empleados trabajen desde sus casas. Ahora las organizaciones
emplean términos como equipos virtuales, grupos de personas
reunidas mediante la tecnología, por lo general para realizar tareas a corto
plazo de la organización. Esa es una señal de que hemos entrado en una
sociedad postindustrial. Expresiones como capital intelectual nos
llevan a una economía totalmente nueva y a un nuevo ambiente laboral.
Los líderes cristianos que entiendan esos cambios culturales estarán
mejor preparados para adiestrar a la próxima generación en los asuntos
del ministerio. El postindustrialismo no es sólo en cuanto a una explosión
del conocimiento y a los factores de cambio en ese proceso, sino también
acerca de la manera en que se emplea la fuerza de trabajo. Ahora los
individuos se han vuelto en cada organización el capital importante, el
capital humano. El movimiento de desarrollo personal es resultado de la
manera en que los individuos y las organizaciones perciben el capital
humano.
El cambio postindustrial hacia invertir más en desarrollo personal fue
inevitable. Hasta un breve recorrido por una librería muestra que la
demanda de tal material ha alcanzado niveles casi obsesivos. ¿Cuáles son
las consecuencias para los actuales líderes de la iglesia al preparar a la
próxima generación de líderes?
La iglesia no puede ser más grande que sus líderes. Por lo tanto, no puede
valorarse con exageración el énfasis en la formación del carácter de los
líderes futuros por la iglesia y sus escuelas y universidades. Es más
importante que nunca una comprensión clara del principio de liderazgo
de Cristo de invertir en los líderes clave.
Muchos que han dedicado su ministerio a adiestrar a líderes jóvenes
saben que quienes se preparan para el ministerio a veces luchan con
deficiencias elementales de carácter. La indagación de George Barna
muestra que no hay diferencia alguna entre los jóvenes que van a la iglesia
y los que no van. Aunque la mayoría de los adultos jóvenes respetan la
Biblia y creen que es precisa en lo que enseña, sus creencias religiosas
específicas no concuerdan con ella. Por ejemplo, una mayoría cree que
14. una buena persona puede ganar la salvación mediante las buenas obras.
Una mayoría de adolescentes cristianos también cree que Cristo cometió
pecados mientras estuvo en la tierra. Algunos estudios muestran que esos
adolescentes cambiarán sus creencias religiosas. Aunque los adolescentes
pueden citar hechos bíblicos, menos de uno de cada diez adolescentes que
van a la iglesia tiene una cosmovisión bíblica. En otras palabras, la fe
personal no es determinante en cómo ellos viven. No toman decisiones
basadas en principios bíblicos.1
Cuando consideramos que esos adolescentes son los líderes futuros de la
iglesia, debemos interesarnos en lo esencial de su fe que se transmitirá y
practicará cuando la dirijan. La iglesia debe considerar la gran
responsabilidad de cómo desarrollar a quienes se preparan para el
ministerio. El tiempo y los recursos que invertimos preparando a los
nuevos líderes debieran hacerse con gran esfuerzo sabiendo que eso
fortalece nuestro capital humano y añade valor a la iglesia.
LOS CASI PREPARADOS
En su artículo Los casi preparados: cómo los líderes
avanzan, Dan Ciampa examina el proceso de indagación en las
organizaciones y quiénes pudieran terminar en puestos clave de influencia
en la organización.2 La frase “el líder casi preparado” describe a quienes
están en la preparación para un ministerio importante en este momento.
Está ocurriendo ahora un proceso de indagación en las iglesias y
universidades, pero ¿quiénes se levantarán y guiarán a la iglesia con
propósito, precisión, y eficiencia? ¿Quiénes asumirán la tarea no sólo de
dirigir a nuestras iglesias sino también a nuestro gobierno, a nuestra
educación, y a nuestros hospitales? ¿Dónde están ahora esos líderes?
Están en la iglesia de ustedes y en nuestras universidades. De modo que
los pastores y los líderes juveniles deben dar más énfasis al desarrollo del
carácter del líder casi preparado.
En el decenio de los años sesenta, alrededor de la época de la necesidad de
la orientación pastoral como una disciplina viable, Howard Clinebell
presentó una fórmula sólida y sencilla en cuanto al desarrollo de los
adultos. Él dijo: “Interés + enfrentamiento = Desarrollo”. Los pastores, los
miembros de la facultad y los líderes denominacionales deben preparar,
formar, y cultivar a los líderes casi preparados. Lo que señaló Ciampa es
que el líder casi preparado obtiene poco de cualquier reacción en cuanto a
los hábitos que deben quitarse o añadirse para aumentar su eficiencia.
15. Algo práctico que pueden hacer los líderes es dar oportunidades formales
e informales de adiestrar y guiar a los líderes casi preparados. Hay
muchas definiciones para adiestrar, pero en el sentido clásico adiestrar
indica “llevar consigo a un cliente”. Mi experiencia profesional muestra
que los líderes casi preparados necesitan más el consejo dado mediante la
experiencia que el adiestramiento. La premisa fundamental del verdadero
adiestramiento es que ayuda a los clientes a obtener lo que quieren. Pero
los líderes jóvenes a veces no saben lo que quieren o pudieran aun querer
lo indebido.
Los pastores y pastores de jóvenes que quieren ayudar a los potenciales
líderes juveniles tienen que crear métodos de desarrollo que puedan
seguir los que desean el desarrollo personal. La mentalidad “policíaca” de
poner en vigor doctrinas no trata el asunto más profundo de la
motivación. Muchos programas no dan en la diana porque tratan de
añadir atributos que se centran en desarrollar el carácter. El carácter es
resultado de la vida interior de una persona. Una persona puede pegar
una naranja a un árbol, pero el hacer eso no cambia la naturaleza del
árbol; sólo cambia la apariencia exterior del árbol. Los métodos de
desarrollo pueden ayudar a abrir nuevos caminos de desarrollo de líderes.
Lo difícil, sobre todo para quienes ejercen influencia en los líderes jóvenes
día tras día, es que esos jóvenes líderes no están totalmente preparados,
pero se mantienen en la etapa de desarrollo del carácter. En mi primer
programa de indagación doctoral presenté las cuatro formas principales
en que Dios obra en el carácter de una persona. Cada persona tiene cuatro
componentes principales de su vida interior que forman su carácter. Los
cuatro componentes son:
• Liderazgo: el aumento de nuestra capacidad para influir en los
demás.
• Emociones: tratar con las partes más profundas de nuestra
personalidad.
• Resistencia: el fortalecimiento de nuestra capacidad para cumplir lo
que prometemos y terminar lo que comenzamos.
• Espiritualidad: el profundizar la relación del alma con Dios.
La capacidad de un pastor para proporcionar la debida reacción
constructiva ayudará a formar el carácter en la vida interior de un líder
casi preparado. Los defectos del carácter pueden mejorarse mediante
conversaciones que lleven a un mejor desarrollo del líder casi preparado.
16. Esas conversaciones deben entablarse ahora mismo. Los pastores que
proporcionan instrucción al líder casi preparado deben recordar que su
ministerio no es acerca de sí mismos sino acerca del avance del reino de
Dios. El desarrollo de los jóvenes líderes casi preparados debe verse como
de importancia fundamental para el bienestar de la iglesia.
EL LIDERAZGO DE SÍ MISMO COMO UN COMIENZO
El liderazgo, como influencia, exige la expresión genuina de sí mismo. Un
líder en preparación tiene que mostrar liderazgo. El liderazgo de sí mismo
se interesa en cómo afrontar la verdad acerca de nuestro propio liderazgo,
nuestras emociones, nuestra resistencia, nuestra espiritualidad, y en
formas constructivas de desarrollarse. El liderazgo es en definitiva el
influir en los demás y ayudarlos a vivir mejor una vida satisfactoria.
A veces los líderes tratan de ayudar a las personas de la manera más difícil
que conocen. Pero lo que parece unir a los grandes líderes, sean o no
seguidores de Cristo, es su deseo de cambiarse a sí mismo. León Tolstoi,
dijo: “Todo el mundo piensa en cambiar al mundo, pero nadie piensa en
cambiarse a sí mismo”.
El liderazgo de sí mismo requiere humildad y disposición de aprender.
Mientras andaba por el patio de una agencia de venta de automóviles, oí
por casualidad a un hombre que daba instrucciones a su hijo de dieciséis
años. El adolescente con acné juvenil asentía con la cabeza cada vez más
rápido mientras su papá trataba de hacerle una sugerencia importante en
cuanto a manejar en el complicado tránsito de la ciudad de Atlanta. Su
hijo seguía diciendo: “Lo sé, lo sé”.
¿Cuántas veces han tratado los pastores de evitar a alguien alguna
angustia, y esa persona sencillamente no escuchó? El liderazgo de sí
mismo es la capacidad de aprender de todos los recursos posibles.
Siempre habrá quienes decidan aprender a las duras. El líder casi
preparado practica el liderazgo de sí mismo mediante la humildad en
aprender y en mostrar el desarrollo personal.
Hemos planteado tres preguntas en la vida estudiantil en la Universidad
del Sureste. Esas preguntas presentan un modelo para el equipo de vida
estudiantil: (1) ¿Quién es usted? (2) ¿Qué quiere usted? (3) ¿Qué quiere
Dios?
17. PREGUNTA 1: ¿QUIÉN ES USTED?
Debe hacerse esa pregunta al líder casi preparado que se adiestra para el
ministerio. Una mayor conciencia de las propias luchas y vulnerabilidades
es de importancia fundamental para el desarrollo inicial del líder casi
preparado.
Los pastores y los líderes pueden ayudar al hablar con honradez de sus
propios sentimientos. Hay información en la Internet para los jóvenes
líderes en formación. Los pastores pueden llevar al líder casi preparado a
descubrir sus rasgos de personalidad mediante evaluaciones que pudieran
haber sido importantes para el propio desarrollo del pastor. Desarrollé
una evaluación que ayuda a las personas a descubrir cuál de los cuatro
componentes necesita más liderazgo de sí mismo (http://
www.mikerakes.com). Este procedimiento evalúa los cuatro componentes
principales en la vida de un líder (liderazgo, emociones, resistencia, y
espiritualidad). (Nota: Este procedimiento no se ha desarrollado aún para
los niños.)
Los educadores hablan de las variantes del aprendizaje en un grupo de
estudiantes. En esta generación, también hay variantes del estar
consciente. Algunos estudiantes vienen a la Universidad del Sureste
conscientes de las inclinaciones de su corazón. Otros, mediante nuestro
proceso de disciplina, necesitan ayuda para ver sus deficiencias de
carácter. Un paso clave en aprender el liderazgo de sí mismo es aprender
a decir como dijo José: “¿Cómo … haría yo este gran mal, y pecaría contra
Dios?” (Génesis 39:9). Un líder casi preparado, plenamente consciente de
su llamado, debe aprender a vivir dentro de los límites que exige su
llamado. El líder casi preparado necesita estar consciente de quién es él.
Los pastores y pastores de jóvenes deben considerar el exigir al líder casi
preparado que exprese su fe con sus propias palabras. El aprender a evitar
frases que se dicen en las iglesias o clichés espirituales es parte
importante de responder a la pregunta: “¿Quién es usted?”
PREGUNTA 2: ¿QUÉ QUIERO?
En un mundo postmoderno en el que abundan las comodidades, el líder
casi preparado debe responder a la pregunta: ¿Qué quiero? Esta pregunta
comienza el proceso de clasificar mediante decisiones el resultado de los
días de uno. La cultura estudiantil se forma en la Universidad del Sureste
porque el liderazgo estudiantil y el administrativo no pasarán por alto los
asuntos relacionados con el carácter personal. Estamos preparando
18. campeones espirituales y rehusamos permitir deslices de adolescentes en
los aspectos de la vida que no llevan a ninguna parte y que degradan el
destino de uno.
He aquí tres pasos fácil de poner en práctica con un líder casi preparado:
1. Dígales la verdad
Al líder casi preparado se le debe encarar en cuanto a sus decisiones, o en
cuanto a la oportunidad de la formación del carácter. El llevar al líder casi
preparado a responder reiteradamente a la pregunta acerca de qué quiere
es una técnica que da resultado. Cuando un alumno se siente muy mal,
pregúntele si eso es lo que quería hacer. Ayúdelo a analizar en detalles lo
que llevó a su fracaso.
2. Pídales que se expresen
Escuchen las palabras que dicen los líderes. En el lenguaje de consulta y
crecimiento personal, las palabras de una persona muestran lo que hay en
su interior. Quienes viven con estrictas limitaciones y hasta con vicios a
veces no piensan nada bueno de sí mismos. En otras palabras, los
pensamientos que tienen acerca de sí mismos no son los pensamientos
que Dios tiene respecto de ellos. Su manera de pensar y finalmente su
modo de hablar, que por lo general resulta en la acción, muestra la
naturaleza caída de su manera de pensar. Los teólogos lo llaman los
efectos no éticos de la caída. Es defectuosa la capacidad de las personas de
pensar bien de sí mismas (verse como Dios las ve).
3. Trate de influir en ellos de manera formal e informal
Dedicar tiempo a pensar en mensajes de liderazgo específicos para dar a
los líderes casi preparados puede ser una forma provechosa de ayudarlos
a olvidar dificultades del pasado que resultan en una disminución de su
eficiencia.
PREGUNTA 3: ¿QUÉ QUIERE DIOS?
El espíritu de servir es la historia de J.W. Marriott, Jr. Marriott cuenta
historias y experiencias acerca de los primeros tiempos en que su padre
comenzó la cadena de hoteles Marriott. En todo el libro presenta su
mensaje de humildad, de trabajo arduo, y de respeto a los demás. Hace un
llamado al liderazgo en el servicio. Él dice: “No puede haber distinción
19. alguna entre los principios de una compañía y los principios de su
liderazgo. Los valores se originan en lo íntimo de las personas mismas”.
Si no hay transformación interior alguna, ninguna técnica programada de
formación del carácter en el mundo tendrá efecto alguno en el líder casi
preparado. Si nuestra meta es renovar nuestras organizaciones, entonces
debemos hacerlo con un corazón genuinamente consagrado a lo que Dios
quiere. Vivir cerca de Dios significa interesarse por lo que Dios se
interesa. El líder casi preparado debe responder a la pregunta: ¿Qué
quiere Dios para mí?
Los líderes son al fin y al cabo revolucionarios. Una vez fueron
trasladados de las tinieblas a la luz, y sueñan con transformarlo todo
donde quiera que estén. Tratan apasionadamente de hacer las cosas
mejor. Todo gran líder desea contribuir de alguna manera con su vida. El
relacionarse con lo que Dios quiere de la vida de uno, de la contribución
específica de uno, es el factor determinante que mantiene a los líderes de
carácter tomando las decisiones que toman.
Al principio, por lo general hay una falta de experiencia en el corazón de
un líder casi preparado. El carácter no está necesariamente presente en
todos los líderes cuando comienzan su preparación. Dependiendo del
desarrollo de la niñez y de los factores familiares, pudiera necesitarse que
el carácter se aprenda aun en los niveles más fundamentales. Se debe
formar, cultivar, y desarrollar el carácter mediante el interés y el
enfrentamiento. El llamado para quienes están en la actualidad en el
liderazgo es que no menosprecien el capital humano que los rodea. Esta
generación de líder casi preparados es de importancia fundamental para
la salud de la iglesia. Cada líder casi preparado contribuye al avance del
Reino.
El apóstol Pablo pudiera haber menospreciado la influencia que un joven
Juan Marcos tendría en el Reino. Juan Marcos estaba presente cuando
Pedro fue liberado milagrosamente de la cárcel gracias a las oraciones de
los creyentes (Hechos 12:12–17). Cuando Juan Marcos abandonó a Pablo
y a Bernabé, Pablo menospreció el futuro ministerio de Juan Marcos
(Hechos 13:13). Cuando Pablo y Bernabé tuvieron el desacuerdo respecto
a Juan Marcos, Pablo menospreció el capital humano que Juan Marcos
aportaba (Hechos 15:36–41).
Sin embargo, el Evangelio según San Marcos muestra a un Juan Marcos
muy diferente. Se considera que Marcos fue escrito en algún momento
20. entre los años cincuenta y sesenta. El Evangelio según San Marcos
muestra a un líder más maduro. Pablo nunca habría creído que los
escritos de ese joven serían tan valorados por la iglesia o que serían
canonizados.
El Evangelio según San Marcos trata los temas del sufrimiento, de
afrontar la crítica, el cumplimiento mesiánico de la vida de Jesús, y lo
sobrenatural. ¡Cuán grandes temas para que aprenda el líder casi
preparado. Si conociéramos la historia entre bastidores de Juan Marcos,
es probable que menospreciaríamos su propio valor para la iglesia así
como lo hizo Pablo. Un modelo que parece repetirse en todas partes es
que los líderes que se preparan para el ministerio a veces menosprecian su
importancia para el futuro del cuerpo de Cristo.
CONCLUSIÓN
La fase de preparación es el serio proceso de indagación del Reino.
Durante décadas, las Asambleas de Dios han hecho énfasis en enseñar a la
juventud la Biblia y los principios espirituales. Hemos hecho énfasis en el
tipo de dirección y discipulado personal; pero parece que sigue faltando
algo. He aquí algunas sugerencias que debieran considerar los pastores y
pastores de jóvenes.
La importancia del adiestramiento de líderes ha alcanzado su auge con
esta generación de líderes casi preparados como una manera de
desarrollar talentos para el ministerio. Las iglesias locales han
desarrollado o adaptado programas intensivos para quienes quieren
responder plenamente al llamado a servir.
Un elemento necesario en cualquier programa de liderazgo es la
formación del carácter. Enseñar a los líderes casi preparados los aspectos
de la toma de buenas decisiones es una parte importantísima de enseñar
madurez. Algunos líderes tienen la errónea creencia de que si hacen que
los líderes casi preparados sean lo suficientemente espirituales, no habrá
problema alguno con el carácter. Sin embargo, muchos líderes han visto
para su propia vergüenza que esa manera de pensar no es necesariamente
correcta.
Muchos buenos materiales tratan acerca de lo que debe ser el carácter en
su apariencia exterior. Un programa de educación cristiana de una iglesia
debe reflejar todos los aspectos de una cosmovisión bíblica, y no sólo
hechos aprendidos de la Biblia. En esencia, la disciplina tiene que ver con
21. la instrucción. Considere el poner juntos a maestros y otros profesionales
de su iglesia y de su vecindario para tratar acerca de los asuntos de la
formación del carácter que los alumnos están afrontando ahora.
Los institutos bíblicos y las universidades cristianas no pueden asumir
toda la responsabilidad de desarrollar el carácter en los líderes casi
preparados. Ya su carácter está formado para estudios superiores antes
que hayan llegado a la edad universitaria. Los pastores y líderes juveniles
tienen que examinar formas de tratar con los asuntos íntimos de la
formación del carácter. Los programas estructurados para los asuntos
relativos a la formación del carácter son necesarios en las primeras etapas
del desarrollo de un niño.
El carácter del hombre llamado al ministerio pastoral
La otra área que debemos evaluar es el carácter del individuo. Así como debe
ser irreprochable en el gobierno de su casa, también debe poseer un carácter
irreprochable: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer,
sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino,
no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable,
apacible, no avaro” (1Tim. 3:1-3).
Pablo señala aquí algunas virtudes que deben estar presentes, y algunos
vicios que deben estar ausentes, en el hombre que está siendo considerado
para el pastorado. ¿Cuáles son algunas de las virtudes que deben estar
presentes en un candidato al ministerio?
En primer lugar, un carácter sobrio, moderado, equilibrado, sin excesos. Se
trata de una persona que siempre está en sus cabales. Este hombre puede
tener buen sentido del humor, pero sabe distinguir cuando es tiempo de reír
y cuando es tiempo de estar serio. En otras palabras, es un hombre que tiene
suficiente dominio de sí mismo como para actuar por principios y no
simplemente por deseos o emociones.
Otra virtud que debe estar presente es la de un corazón amante y generoso.
El pastor debe ser hospitalario, dice Pablo. Debe poseer la capacidad de ser
22. sensible, sobre todo hacia aquellos que los demás tienden a olvidar y a pasar
por alto; aquellos que probablemente no podrán recompensarle lo que han
hecho.
Detrás de esta calificación encontramos un corazón de siervo, que está
dispuesto a servir antes que ser servido; un corazón compasivo, que al igual
que Cristo, no sólo está dispuesto a sanar al leproso, sino también a tocarlo.
El Señor sanaba a las personas, pero no las trataba clínicamente. Él se
compadece de nuestras debilidades, y eso es precisamente lo que Él espera
que hagan aquellos que han sido colocados por Él como pastores sobre la
Iglesia.
Pero no solo se espera de estos hombres que tengan un carácter sobrio y un
corazón amante y generoso, sino también una actitud gentil. Pablo nos dice
que el pastor debe ser amable y apacible.
Y ¿cuáles son los vicios que deben estar ausentes de un carácter
irreprochable? Básicamente tres: en primer lugar, lo pastores no deben ser
sabios en su propia opinión. En Tito 1:7 Pablo dice que el obispo no debe ser
un “soberbio”, y esa palabra significa lit. “voluntarioso, arrogante, inflexible,
obstinado, testarudo”.
Hombres como estos serían capaces de crear disturbios hasta en una reunión
de ángeles. Todo el tiempo insistirán en que las cosas se hagan a su modo, y
muy pronto las reuniones pastorales comenzarán a llevarse a cabo en un
clima de fricción y de incomodidad.
Por otra parte se nos dice que este hombre no debe ser iracundo y rencilloso;
y finalmente, que no debe ser amante del dinero, dado a la codicia. He aquí
las virtudes que deben estar presentes y los vicios que deben estar ausentes
de un carácter irreprochable.
23. Pero el pastor no sólo debe mostrar competencia en el gobierno de su casa y
un carácter irreprochables, sino también habilidades probadas para enseñar.
Aunque es interesante notar que la frase que aparece al final del vers. 2 y que
nuestra versión traduce como “apto para enseñar” es una sola palabra que
puede ser traducida también como “enseñable”.
Y es que en realidad estos dos conceptos no se excluyen mutuamente; como
alguien ha dicho, nadie puede ser apto para enseñar a menos que sea apto
para aprender. Las dos cosas deben estar ahí. El siervo de Dios debe tener un
corazón enseñable, pero debe poseer también la capacidad de enseñar a
otros (comp. Tito 1:9).
Debe tener la capacidad de exhortar con sana enseñanza, y aún convencer a
los que contradicen. “Debe tener la habilidad de presentar la verdad
inteligentemente y en forma clara, lo suficiente como para que las personas
puedan entender lo que está diciendo. Debe poseer en alguna medida la
habilidad de comunicar”.
Eso no quiere decir que todos los pastores deben poseer este don en el
mismo grado. La Escritura nos enseña que algunos excederán en su
capacidad de enseñar y predicar; por eso algunos hombres dentro del cuerpo
pastoral deberán ser apartados para que dediquen todo su tiempo y energías
al desempeño de esa labor (comp. 1Tim. 5:17).
Pero esto no elimina el hecho de que todo hombre que sea llamado a realizar
la labor pastoral debe ser apto para comunicar las verdades bíblicas en una
forma efectiva.
Nos restan dos calificaciones más que veremos más brevemente. Los
pastores no sólo deben mostrar competencia en el gobierno de sus casas, un
carácter irreprochable, habilidades probadas para enseñar, sino también,
probada madurez cristiana: “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga
en la condenación del diablo” (vers. 6).
24. Literalmente, no debe ser un árbol recién plantado, un recién convertido,
sino un hombre que posea cierto grado de madurez espiritual; de no ser así
esto no sólo podría traer resultados desastrosos para la grey, sino también
para él mismo, ya que podría envanecerse y caer en “la condenación del
Diablo”, ie. la sentencia que fue pronunciada contra Satanás debido a su
arrogancia.
Y finalmente, Pablo menciona también una buena reputación en el mundo
(vers. 7). El obispo debe tener un testimonio irreprensible entre los
inconversos con quienes tiene o ha tenido contacto.
Ahora, nosotros sabemos que contra los cristianos se levantan muchas veces
acusaciones injustas (de ahí la exhortación de 1Tim. 5:19); pero Pablo se está
refiriendo aquí a que el obispo debe ser reconocido por la gente del mundo
“como un hombre de carácter, un hombre contra el cual no es posible
levantar ningún cargo justo, de infamia moral” (Hendriksen; el subrayado es
suyo).
He ahí el perfil que la Biblia nos presenta para evaluar los candidatos al
ministerio. Y si hay algo claro en estas calificaciones de 1Tim. 3 es que el
aspecto primario que debemos evaluar es el carácter del individuo no sus
dones y habilidades.
Con esto no estamos diciendo que los dones del individuo no deban ser
evaluados o que no sean importantes; de ninguna manera. El pastor debe ser
apto para enseñar. Pero si queremos evaluar conforme a los criterios de Dios,
nuestro foco de atención primario debe ser el carácter, no los dones.
Los dones pueden y deben ser desarrollados (comp. 1Tim. 4:14-15). Pero de
nada nos sirve un hombre un hombre que hable como un ángel y que posea
enormes conocimientos bíblicos y teológicos, si al mismo tiempo carece del
carácter moral que Dios exalta.
26. La formación del carácter en el ministro es importante, porque le ayudará a
tener un mejor desarrollo y fin de su ministerio; para justificar esta necesidad,
tendremos en cuenta las siguientes cuatro razones:
1. El carácter del ministro influye en el cumplimiento de la voluntad de
Dios. Filipenses 2:19 – 22
En la carta a los filipenses el apóstol Pablo se refiere a Timoteo como un siervo listo
para ser enviado, ya que es un hombre que no busca sus propios intereses, sino los
de Jesucristo y todo esto gracias a que poseía un carácter bien formado.
- Para renunciar a los intereses propios
Según esto el ministro que se niega a sus propios intereses y busca cumplir la
voluntad de Dios, ha necesitado pasar por un proceso de formación de su carácter.
El ministerio no es el paraíso, es por el contrario un lugar de luchas, necesidades
aflicciones, aunque no desconocemos momentos de gloria. Cumplir la voluntad de
Dios requiere negarse a los deseos propios, negarse a mirar atrás.
Ir tras el supremo llamamiento requiere una firmeza en las actitudes que tomamos
frente a todas estas circunstancias difíciles con el fin de cumplir el propósito
encomendado por Dios.
Nuestra inestabilidad en el carácter hace que primen nuestros deseos, antes que
prevalezcan los de Dios.
Cuando tengo un carácter formado puedo implementar en mi vida el si o el no, antes
que las ambivalencias.
El blanco será entonces hacer la voluntad del Señor.
- Para hablar lo que Dios envía
El primer libro de Reyes capitulo 18 versículos 17 y 18, nos muestra a un siervo, a
Elías un hombre de carácter formado. Un ministro que no duda hablar a Acab rey de
Israel (aunque este trata de intimidarlo) lo que Dios le ha enviado a decir. No importa
a quien tenga que declarar, no vende la palabra de Dios, no la comercializa. Porque
su carácter formado le permite saber quién lo ha llamado y para que ha sido llamado.
Tiene muy en claro la voluntad de quien cumple.
27. El carácter del ministro influye en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
2. El carácter del ministro es la meta final de Dios Efesios 4:13
En la carta a los Efesios 4:13 encontramos: De este modo, todos llegaremos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una “humanidad” perfecta que
se conforme a la plena estatura de Cristo.
- La finalidad de Dios es que todos alcancemos la estatura de su hijo, y con esto se
refiere a Que el ministro sea capaz de integrar el evangelio con su vida diaria. Una
practica total y continua de su palabra. Marcar la diferencia con nuestros
comportamientos y actitudes.
- El hecho de que la meta final de Dios sea formar nuestro carácter nos hace reflexionar
acerca de cómo Dios mide la vida del ministro, y entonces comprendemos que no
solo por el ministerio Dios mide a aquellos que él ha llamado, porque al fin y al cabo
todo lo hecho en el ministerio es dado por él, pero el cambio radical en nuestras vidas
es el verdadero sacrificio que ofrecemos para él.
Ser como el oro pasado por el fuego es el ideal de Dios para aquellos que deciden
servirle. No desbaratarnos en sus manos a la hora de probarnos es su máximo ideal,
que el esfuerzo hecho por servirle no sea en vano es lo que mas anhela.
El carácter del ministro es la meta final de Dios
3. El carácter del ministro determina el éxito o el fracaso 1 Corintios 9:27
Más bien golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber
predicado a otros, yo mismo quede descalificado. Palabras del apóstol pablo en
su primera carta a los corintios.
Pablo sabia que el éxito final de su ministerio iba mas allá de predicar con elocuencia.
- La salvación de aquellos que Dios le entrega
28. Pablo sabia que la salvación de aquellos que Dios le había entregado era
sumamente importante, era una de las metas de su ministerio.
- Su propia salvación
Pero Pablo también sabia que el hecho de dominar su cuerpo, en pocas palabras de
tener un carácter formado era parte del éxito ministerial, ya que esto le ayudaría a
alcanzar su propia salvación. Su fracaso entonces seria el haber ayudado a formar el
carácter de muchos y haber olvidado el suyo para permanecer firme hasta el final.
Como ministros nuestra visión tiene que trascender el tiempo, nuestras metas deben
ir mas allá de la realidad y es el alcanzar nuestra propia salvación, tengo que dominar
mi cuerpo, tengo que preocuparme por formar mi carácter.
Predicar elocuentemente a multitudes o a pocos, no es suficiente para asegurar mi
salvación.
Mis predicas no son los cheques que entran en el banco del cielo y me cubren la
cuota inicial para mi morada en la eternidad. Pero el tener un carácter formado que
me ayuda a conducirme hacia la salvación, si que es necesario.
El carácter del ministro determina el éxito o el fracaso
4. El carácter del ministro deja huellas en los que le rodean Juan 18: 10
- Tu carácter Te hace tan reconocido como la unción, en Juan 18:10 nos muestra a un
Pedro sin un carácter formado. Un hombre que responde a los estímulos, alguien que
ante la primera ofensa no se detiene, sino que como cualquier autoridad terrenal, se
despoja de su uniforme para poderse igualar con su adversario.
Podemos ser reconocidos tanto por los milagros, sanidades, liberaciones que Dios
obra a través de nuestras vidas, como por nuestro carácter.
29. Pedro es un siervo de Dios recordado aun en el mundo secular porque sano con su
sombra, pero también es igualmente recordado por negar a Jesús y herir a un hombre
con su daga.
Puedes ser recordado por el obrar de Dios a través de ti, pero una mala acción puede
marcar la vida de muchos.
Es importante acrecentar los buenos comportamientos porque la gloria de la unción se
la lleva finalmente el Señor, ante una mala actitud por la no formación del carácter no
hay milagro que sobrepase lo malo. Como dice el dicho popular todo lo bueno
realizado con tus manos finalmente lo borraras con tus pies. Y en este caso con tu
falta de carácter.
- Piensa por un momento en todas las personas que te rodean, en los discípulos o
colaboradores que Dios te ha regalado, piensa por un momento en los fieles de la
iglesia que el Señor te ha entregado y te darás cuenta que tu carácter Se impregna en
las personas formadas a través de tú ministerio.Todos terminan tomando algo de
ti.Más alla de tu forma de orar o predicar, ellos copian tu comportamiento, tus
actitudes y se llegan a convencer de que si tu lo haces así es.
El carácter del ministro deja huellas en los que le rodean
Conclusión:
Año 2007, una de las iglesias de la ciudad de Cali estaba viviendo el momento mas
anhelado, el culto de avivamiento que precedía su amado pastor cada domingo. En
aquel lugar no escaseaban los gritos de júbilo y los aplausos, a causa de tan
impactante sermón. Unos cuantos van al piso, tiemblan y lloran ante la ministración.
En medio de esta escena aparece su esposa con sus hijos y dos gigantes maletas en
cada brazo. El pastor corre a su encuentro mirándola con una expresión de sorpresa
y luego de unos segundos le pregunta con mucha inquietud: ¿Qué haces aquí con
esas maletas y en compañía de los niños? La mujer con una voz muy firme le
responde: he decidido trasladarme a este lugar, porque me he dado cuenta que me
gusta más el hombre de la iglesia que el de la casa.
30. Tal vez tú no quieras parecerte a este hombre que busca la fama a través del
ministerio antes que hacer la voluntad de Dios. Alguien que aún no ha entendido que
los milagros, las sanidades y las masas, no son el fin último de Dios. Que el éxito o el
fracaso no se mide por la doble unción; sino por el contrario, las buenas marcas que
dejas en tu familia, los fieles e inconversos, son mas importantes y valiosas delante
del Señor. Es tiempo de cambiar nuestra oración: ¡Señor forma tu carácter en mí!