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EL CURA HIDALGO Y SUS AMIGOS
                                                                  53 viñetas de la guerra de independencia



                                                                            PACO IGNACIO TAIBO II




 I.° edición: marzo 2007
 1." reimpresión: mayo 2007
(D 2007 Francisco Ignacio Taibo Mahojo
O 2007 Ediciones B México, S.A.,
   para el sello Zeta Bolsillo
   Bradley 52, colonia Anzures. 11590, D.F. (México)
   www, edicionesh. com
   www.edicionesb.com.mx

1SUN: 970-710-245-4
Impreso por Quebecor World.

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en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorii


                                                                                               ZETA
Nota del autor




I
    Esta es la séptima versión de un texto que ha ido
    creciendo a petición de los lectores, al que le he
    ido añadiendo narraciones. No se trata de una
    historia de la Independencia Mexicana, de la
    que me considero un apasionado e inculto in-
    vestigador, tan solo una serie de viñetas pesca-
     das aquí y allá. Se tituló originalmente Lecciones
     de historia patria en recuerdo del libro de Gui-
     llermo Prieto; en una segunda edición se llamó
     El cura Hidalgo y SMS amigos; luego un par de
     ediciones más, tituladas Abuelitos alucinados en
     guerra de hombres libres y El grito, los gritos, y
     finalmente algunas ediciones piratas.
         Sus últimas versiones fueron utilizadas co-
      mo material para una serie de conferencias en
      los campamentos contra el fraude electoral del
      verano de 2006.


                           — 7—
Y está dedicado a todos aquellos que alra-             Intenciones y preguntas
"« ve* se imaginaron al cura Hidalgo con pek
        f n,dame' en
          "
                                         *


                                                Cada uno puede celebrar la independencia a su
                                                gusto. A mí me atrae la idea de reconstruir nues-
                                                tro santoral laico, recuperar abuelitos alucina-
                                                dos en guerra de hombres libres, humanizar
                                                personajes, difundir rumores, contar anécdo-
                                                tas. Acercar el pasado para poderlo tocar.
                                                    Mucho deben tener estas historias de subver-
                                                sivas para que urja tanto olvidarlas, expurgarlas
                                                de los libros texto, reconstruir independencias in-
                                                sípidas y lejanas, sin contenido. Una goma de bo-
                                                rrar gigantesca atenta contra nuestra memoria.
                                                    ¿Qué tan lejos se encuentra el pasado?
                                                ¿Qué tan otros somos? ¿Qué tanto han des-
                                                truido las repeticiones mecánicas, los esque-
                                                mas, las horribles estampitas, los miedos del
                                                poder, las imágenes de aquellos otros millares
                                                de mexicanos en guerra santa por la indepen-


               — 8—                                                      9—
f
    ciencia? ¿Qué tan cerca se encuentra su necesi-            Yo no puedo.
    dad de independencia de nuestra necesidad de                Peligroso en tiempos de insurgentes andar
    independencia?                                         recordando los gritos completos, con todo y el
        ¿Puede entenderse la historia nacional de          remate de «Muera el mal gobierno». Peligroso
   otra manera que como un nudo de pasiones y              intentar recuperar el sentido de palabras que se
   conflictos violentos, en los que la revolución,         han ido vaciando de contenido, como patria,
   la revuelta popular, no necesita justificaciones,       heroísmo. Palabras que suenan asociadas a la
  porque se justifica por sí misma y en las condi-         cursilería y a la demagogia.
  ciones materiales que la producen, ante un po-                Mucho mejor secarlas y olvidarlas, conver-
  der que no le ofrece a la sociedad otra salida?          tir el estudio de la independencia en castigo
       No se trató de una asonada, de un golpe mi-          a escolares que tienen que memorizar cuatro
  litar, una conjura palaciega. En los orígenes, el        pendejadas, nombres de plazas, estaciones de
  movimiento independiente fue una terrible y               metro, monumentos.
  cruenta guerra social, que abrió la puerta a una               Hay un homenaje que es deshomenaje, hay
  devastadora guerra, una revolución que duró               una memoria que es desmemoria.
  once años.                                                     Si aquellos nos dieron la patria, ¿quiénes
       ¿Puede ser vista la historia insurgente como         luego nos la quitaron?
 una vieja obra de teatro donde los comporta-                    ¿Quiénes pretenden hacer de Hidalgo un
 mientos de cada cual son sujeto de explicación             cura iluso, de Morelos un recalcitrante y obseso
 mediocre, donde todos tienen raáxm y razones,               regordete, de Guerrero un terco analfabeta, de
 donde no hay causas ni partidos, culpables o                Mina un necio gachupín metido en cosas que no
 inocentes? ¿Se puede enfriar la historia al gus-            le importaban, de Iturbide un libertador?
to de algunos fríos historiadores sentados sobre                 Qviizá sea el momento de decir: «¡Viva el
sus frías posaderas, en frías sillas de biblioteca?          cura Hidalgo y sus amigos! ¡Vivan los héroes
      ¿Puede acercarse uno a la historia sin bus-            que nos dieron patria! Sus fantasmas siguen
car la identificación del presente en el pasado,             entre nosotros.»
la continuidad de las voluntades o la herencia?


                    — 10 —                                                      — 11 —
LA HISTORIA COMO
      NOVELA IMPERFECTA




En el año 1792 Miguel Hidalgo fue a dar a Co-
lima exilado de rectorías y cargos de Vallado-
lid. Por liberal y mujeriego, dirían las malas
lenguas.
    Y estando en Colima, durante algunos me-
ses juntó chatarra, pedacería de cobre, palma-
 torias de velas, cucharas herrumbrosas, que
 sus feligreses no querían; las jaladeras viejas
 de un cajón, un barreño oxidado... Con este
 innoble material tenía la intención de fundir
 una campana.
     El chatarrero que se habría de hacer cargo
  de la fundición le oyó decir que quería hacer
  «una campana que se oiga en todo el mundo.»
     Finalmente fue fundida, pero la historia,
  que es como una novela imperfecta, hizo que
  la campana no lo acompañara a su futuro cu-


                    — 13 —
rato de Dolores y que no fuera esa la campana
     que habría de llamar a arrebato a los ciudada- ? (
    nos del pueblo la noche del 15 de septiembre. ;                         MOLIERE
        La mencionada campana se quedó en Coli- |
    ma y al paso de los años fue fundida para ha- í'j
           ~                •  •     1     1   -      'í
    cer cañones para un regimiento de gachupines ^
    realistas.                                        *



                                                           El cura llegó a San Felipe en enero de 1793
                                                           en un segundo exilio interior. Para combatir
                                                           el aburrimiento de las tardes decidió crear un
                                                           grupo de teatro de aficionados. Parece ser que
                                                           el asunto tenía segundas intenciones porque
                                                           quería conquistar a una jovencita de la región
                                                           a la que le propuso entrar en la compañía, Jo-
                                                           sefa Quintana, de «dulce mover de ojos.»
                                                                Buscando la obra apropiada, recurrió a su ar-
                                                           senal de lecturas prohibidas y censuradas, y en-
                                                            contró entre ellas una obra de Moliere que le
                                                            resultaba particularmente grata: El Tartufo. La-
                                                            mentablemente la obra no había sido traducida
                                                            en la conservadora España y se vio obligado a ha-
                                                            cer su propia y, por tanto, primera traducción.
                                                                Con El Tartufo en la mano el grupo dirigido por
                                                            el cura se puso en acción y la obra fue estrenada.


                    — 14 —                                                       — 15 —

I
Y sí, también conquistó a su primera actriz,                         3
Josefa, con la que habría de tener dos hijos.
   Mientras escribo esta pequeña historia me        EL PADRE DE LA PATRIA NO
siento particularmente orgulloso. Por fin tengo     CREÍA EN LOS REYES MAGOS
un guante blanco que devolverle a aquel profe-
sor de secundaria que rne hizo odiar la historia
de México. Contra su Hidalgo rígido y bobali-
cón, este picaro traductor de Moliere, bordan-
do la doble herejía en las aburridas tardes de
San Felipe.
                                                   En un artículo escrito hace cincuenta años por
                                                   el historiador Juan Hernández Luna (el álter
                                                   ego de mi compadre), analizaba el mundo inte-
                                                   lectual de Miguel Hidalgo.
                                                       Personaje sorprendente, Hidalgo había pa-
                                                   sado veintisiete años de su vida en las univer-
                                                   sidades católicas (las únicas existentes) en el
                                                   mundo novohispano, sumergido en la teolo-
                                                    gía, la escolástica, el recuento de las plumas de
                                                    los ángeles. Y sin duda como resultado de es-
                                                    ta experiencia, al paso de los años, el cura no
                                                    parecía tenerle demasiado respeto a las insti-
                                                    tuciones universitarias, en particular a la Real
                                                    y Pontificia Universidad de México en la que
                                                     decía había «una cuadrilla de ignorantes». Y
                                                     parecía no darle demasiada importancia a no
                                                     haberse doctorado, a causa de la enfermedad


                 — 16 —                                                 — 17 —
de su padre, cosa que el conservadurísimo his-     que el chismoso de Fray Martín de Huesca hi-
  toriador Lucas Alamán, bastante dado a la ca-      /i) contra él en 1800.
  lumnia, lo atribuía a que se había jugado a las        De lo que no hay duda es que entre sus lec-
  cartas en Maravatío el dinero para pagar los       luras favoritas se contaba el Corán, las obras
  estudios.
                                                     ilc teatro de Moliere y Racine y los escritos de
       De su paso por el mundo académico Mi-         Voltaire, Diderot y Rousseau.
   guel Hidalgo había sacado quizá lo más im-
   portante: el conocimiento y la capacidad de
   leer y escribir en italiano, francés, español y
  latín, a los que su experiencia vital había aña-
  dido el hablar otomí, náhuatl y tarasco.
      Hidalgo no parecía tenerle mucho respeto
  a la Biblia estudiada «de rodillas y con devo-
  ción», porque había que leerla con «libertad
 de entendimiento», lo que le permitía dudar
 quién era el buen ladrón, si Dimas o Gestas
 y tener muy serias dudas sobre la existencia
 de los Reyes Magos, o dudar de la presen-
 cia de un buey y una muía cerca del pesebre
 en Nazareth donde nació Jesús. Cuestionaba
también lo inútil que resultaba arrojar agua
bendita sobre los muertos porque «carecen de
sentido del conocimiento»; criticaba a Santa
Teresa por ser una «ilusa» que se azotaba mu-
cho y ayunaba, y por eso «veía visiones»; y
algo muy peligroso, llamaba a la Inquisición
«indecorosa», según se registró en la denuncia


                   — 18 —                                                 — 19 —
LA CONSPIRACIÓN
                IMPOSIBLE




     De aquellos torrenciales meses de agosto de
     1810, cuando el ciclón golpeó las costas y
     destruyó las casas de Acapulco y las embar-
     caciones en Veracruz, nos queda la lujurio-
     sa prosa de los soplones y los traidores, las
     historias entredichas en las denuncias anóni-
     mas o firmadas, y muy pocas remembranzas
     de los supervivientes. Pero sobre todo queda
V'
     el rumor.
         Se decía entre los barberos del Bajío que a
     los europeos los iban a agarrar y poner en un
     barco en Veracruz, pero solo a los solteros, a
     los casados se les iba a perdonar. Decían tam-
     bién que «ellos» iban a tomar todo el maíz de
     la Alhóndiga y ponerlo en la calle para que el
     pueblo lo tomara de balde, o que «ellos» iban
     a sacar a todos los presos de las cárceles.


                        — 21 —
Detrás del rumor estaba una conspiración         Uino de los Domínguez, donde el pusilánime
   que tenía un millar de afiliados. Allende en su     corregidor controlaba el radicalismo de su es-
  juicio hablaría rnás tarde de tres mil, que serían   posa, Josefa. Ahí se reunían el abogado Parra,
  en su mayoría curiosos y mirones, porque a la        el farmacéutico Estrada, el presbítero Maria-
  hora de la verdad resultaron muchos menos y          no Sánchez, con el infatigable Ignacio Allende,
  curiosamente, más tarde, muchos nías.                un oficial viudo y buen jinete de cuarenta y un
      No partía de las grandes ciudades de la          años que había conectado y armado una red de
  Nueva España: la Ciudad de México, Puebla            militares subalternos y paisanos a lo largo de
  y Veracruz, sino del centro del país: Santiago       todo el centro del país.
  de Querétaro, San Miguel el Grande, Celaya,               Muy en la periferia del complot se encon-
  Guanajuato.                                           traba un cura de pueblo, el de Dolores, avejen-
     Era un grupo de hombres y mujeres con              tado (solo tenía cincuenta y siete años), Miguel
 pocas artes en el asunto de conspirar, un grupo        Hidalgo, que había dudado mucho antes de su-
 de confabulados amateurs, provincianos, que            marse al complot.
 suplían con el ardor de las palabras, la fortaleza         Querían la independencia para la Nueva
 del verbo en las tertulias chocolateras, sus ha-       España, el fin de la sociedad de castas.
 bilidades para preparar una revolución. Decían             Los soplones, los funcionarios, los bien en-
 cosas como «Seremos unos tales si aguantamos           terados, en los últimos dos meses cuando las
 este año», o escribían en las paredes del cuartel:      noticias de la conspiración comenzaron a fil-
 «Independencia, cobardes criollos.»                     trarse, los miraban con una cierta ambigüedad;
    Curas ilustrados y con hijos, boticarios de          a veces decían de ellos que «la cosa estaba en
pueblo, músicos, licenciados, notarios, peque-           manos de gente poco temible», que eran unos
ños comerciantes, administradores de correos,            conspiradores de «poca ropa», que organiza-
soldados que nunca habían hecho .guerras, per-           ban bailes entre los soldados de Celaya para
tenecientes a un regimiento provincial que se             conquistarlos, que leían poemas, o que provo-
dedicaba a cuidar los caminos.                            caban en las fiestas insultando a los gachupines
    El centro parecía estar en el salón quere-            y hablaban de independencia y revolución.


                    — 22 —                                                   — 23 —
r
         Para hablar de ellos se usaban metáforas no-
      vedosas como que «electrizaban a jóvenes sin
     reflexión». Y se hablaba mucho de amolar y           TRAIDORES Y CHAQUETEROS
     afilar los sables, pero lo que se afilaba eran los
     zapatos en los bailes que se sucedían en el en-
     tresuelo de la casa de Domingo Allende.
        La verdad es que era la conspiración más con-
    denada al fracaso'que había tenido lugar jamás
    en nuestra tierra. Nunca antes un grupo clan-
    destino había estado tan repleto de indecisos,
    rodeado de traidores, soplones, advenedizos.          El alzamiento estaba previsto para el prime-
        No podían triunfar.
                                                          ro de octubre. Pero desde agosto comenzaron
                                                          a llegar a las instituciones virreinales multi-
                                                          tud de denuncias. Un tal Galván, empleado de
                                                          correos que había tratado de infiltrarse en la
                                                          conspiración utilizando a su hermano mayor,
                                                          que estaba legítimamente en el asunto, resultó
                                                          bloqueado por falta de confianza y solo pudo
                                                          transmitir rumores a las autoridades.
                                                              Un peluquero le contó a la esposa del hijo
                                                          de un tal Luis Frías, que a su vez lo transmitió
                                                          a las autoridades, que iban a coger a todos los
                                                          gachupines y llevarlos a Veracruz.
                                                              Un mozo de hacienda llamado Luis Gutié-
                                                           rrez delató a Allende: «Mi amo va a Querétaro,
                                                           anda con el empeño de acabar a todos los ga-
                                                           chupines del reino.»

                      — 24 —                                                  — 25 —
A estas denuncias se habría de añadir la de     1 )omínguez, corregidor de la ciudad, cuya es-
    un cura, que violando el secreto de confesión,     posa «se expresa con la mayor locuacidad con-
   avisó al comandante de brigada y al corregi-        tra la nación española». Incluía una nueva lista
   dor que había hombres armados con lanzas y          en la que se añadía entre otros el nombre del
   se aprestaba la sublevación.                        capitán Joaquín Arias de Celaya.
       El 10 de septiembre José Alonso, sargento del       Arias, al saberse implicado en las denuncias,
   regimiento de Celaya, le pidió a su amigo Juan      se acercó a Ochoa y confesó los pormenores de
   Noriega en la Ciudad de México que pusiera en       la conspiración. Personaje singular iba a sumar-
  las manos del virrey una denuncia que señalaba       se más tarde a la insurrección, probablemente
  que Allende estaba convocando a militares y ve-      como espía, y tendría altos cargos militares en la
  cinos de San Miguel y San Felipe a un alzamien-      campaña de Hidalgo, hasta morir en la embos-
  to por la independencia; señalaba que se debía       cada de Acatita a manos de los propios realistas.
  pasar a la acción de inmediato porque la mayo-           Ochoa, con estos elementos en la mano,
  ría de los oficiales estaban comprometidos.          acudió con Domínguez, quien a su vez esta-
      Ese mismo día, el alcalde de Querétaro to-       ba bajo las presiones del cura reaccionario de
 mó en sus manos el papel de desarticulador            Querétaro, Gil de León, y finalmente lo disua-
 de la conspiración y envió al capitán Manuel          dió para que actuara contra sus compañeros.
 García Arango a la Audiencia de la Ciudad de              Por si fuera corta la lista de denuncias, el 13
 México con un pliego donde se reseñaba la lis-        de septiembre el soldado Garrido denunció al
 ta de conspiradores: Hidalgo, Allende, Alda-          intendente de Guanajuato, Riaño, que Hidalgo
 rna, el capitán N.S., el licenciado Altamirano, el    le había dado un dinero y la orden de subvertir
presbítero J. Ma. Sánchez, el licenciado Parra,        a los soldados de su regimiento. Riaño detuvo
Antonio Téllez, Francisco Araujo. Las denun-           rápidamente al grupo de militares sin saber que
cias incluían al corregidor Domínguez y los al-        en Querétaro Ochoa y Domínguez estaban ac-
féreces del batallón de Celaya.                        tuando en el mismo sentido.
     Ochoa insistió al día siguiente con otra car-         En horas los grupos de Querétaro y Gua-
ta al virrey y reiteró que no se podía confiar en      najuato habían sido desarticulados. Parecía que


                    — 26 —                                                  — 27 —
Ja conspiración, corno tantas otras en años pre-
     cedentes, había abortado. Quedaba en manos
     de las autoridades del virreinato tan solo una
     acción preventiva de carácter policial para atar                      JOSEFA
    los cabos. El virrey Venegas, recién llegado a la
    Nueva España, recibió el consejo de que envia-
    ra el escuadrón de dragones de México, pero la
    conspiración le pareció poca cosa y optó por
    dejar que se resolviera a localmente. De mane-
   ra que todo se limitó a ordenar a un escuadrón
   que fuera hacía San Miguel el Grande y Dolo-
   res para detener al viejo cura y a los oficiales      Pocos personajes asientan tan mal en los pape-
   del regimiento de la reina. Del poco valor de         les que la historia les otorga como Josefa Or-
  los completados hablan Jos primeros interro-           tiz, convertida por azar en madre de la patria,
  gatorios celebrados en Querétaro, donde con            gracias a un único gesto político: haber avisado
  muy contadas excepciones, todos los detenidos          a Hidalgo y Allende que la conspiración había
                                                         sido descubierta.
  se dedicaron a denunciarse entre ellos, a invo-
 lucrar a los ausentes y a declararse inocentes.             Tenía cuarenta y dos años, michoacana de
 Salva la jornada las declaraciones de Epigme-          Valladolid, una dama regordeta, matrona de
 nio González, asumiendo su responsabilidad             ojos vivaces y abundante pecho. Muy conser-
 en una independencia en la que creía; y el caso        vadora en ciertas cosas, no permitía que sus
 de Téllez, quien fingió que se había vuelto Joco       hijas fueran a bailes o al teatro y bien se cui-
y tocaba un piano inexistente mientras lo ca-           daba de que Allende o los oficiales del regi-
reaban con el capitán Arias.                            miento de la reina coquetearan con ellas.
     El arranque de Hidalgo un día y medio más              Casada con el abogado Miguel Domín-
tarde habría de cambiar la historia.                    guez, corregidor de Querétaro, su salón sería
                                                        el centro de la conspiración del chocolate y el
                                                        café.

                    — 28 —
                                                                           — 29 —
t <




            Conocida es la historia de que al descubrir-   '       l)ir porque en la colección de Genaro García se
        se la conspiración, Domínguez no resistió las      i       encuentran tres cartas facsimilares escritas cua-
        presiones y colaboró en las detenciones para         •;    t ro años más tarde y firmadas por ella y lamen-
        evitar que se hiciera evidente su papel. Teme-       y     lablcmente la firma de Josefa es igual a la letra
        roso de que su mujer lo comprometiera, deci-         i     tic las cartas, o sea que hay que excluir que fue-
        dio encerrarla bajo llave para que no cometiera       >;   ran escritas por otro y firmadas por ella.
        un desaguisado.                                      '?         Y además, el mensaje sin duda existió pero
           Curioseando en la biografía que le dedica          j     I ue verbal, y no fue uno, sino al menos tres.
       Alejandro Villaseñor descubrí que Josefa, co-         ^           En la tarde del 13 de septiembre, Josefa, ta-
       mo muchas damas de la época, no sabía escri-           ?    coneando tres veces desde el cuarto en que es-
       bir, pero sí leer. Y eso me llevó en un rastreo       ¡      taba encerrada, transmitió una señal de peligro
       minucioso a la búsqueda de desentrañar si el                 acordada con su vecino del entresuelo, el alcai-
       mensaje enviado a Hidalgo había sido ver-                    de de la cárcel, Ignacio Pérez, quien subió y es-
       bal o escrito. Porque Josefa cuando tenía que                cuchó a través de la cerradura que la conjura
       mandar una carta recortaba letras impresas de                había sido descubierta.
       periódico y las pegaba en papel de china utili-                   Otros dos mensajeros convocados por la
       zando más tarde como mensajera a una mujer                   propia Josefa o por Pérez, que la cosa nunca
       de la que lo único que se sabe es que tenía el                quedará muy clara, son portadores del mis-
      noble oficio de cohetera (sí, lanzaba cohetes en               mo aviso a los conspiradores de San Miguel el
      las fiestas). En la imaginación de novelista veía              Grande y Dolores. Todo parece una comedia
      la nota que dio origen a la independencia como                 de errores. Los enviados serían Francisco Ló-
      una de esas cartas anónimas de secuestro y veía                pez, que tardó dos días en llegar con el recado
      a Josefa desesperada, mientras comenzaban las                  porque se le cansó el caballo y terminó reco-
      detenciones en Querétaro, recortando apresu-                   rriendo el camino a pie, y Pancho Anayá, que
      rada letras de viejos periódicos.                               se detuvo en la hacienda de Jalpa para ver un
          Lamentablemente la historia es demasiado                    coleadero y llegó cuando los hechos se habían
      bella para ser cierta. Josefa debería saber escri-              consumado.


                         — 30 —                                                         — 31 —
Parece ser, y todo esto según las múltiples      ul que pasó un año, o cuatro, liberada en junio
  delaciones, que de eso se hace la historia cuan-     tic 1817 con la obligación de permanecer en la
  do termina en derrota, que Josefa lo intentó
                                                       Ciudad de México.
  una vez más, pero se equivocó de mensajero,              Sobrevivió al proceso revolucionario y
  porque el capitán Arias ya se había cambiado         cuando en el imperio de Iturbide la nombra-
  de bando.
                                                       ron dama de honor de la emperatriz Ana, se
       A causa de estas intervenciones y habiendo      negó a aceptar el cargo, así como dos años más
   sido señalada por varios de los delatores, inclu-   tarde se negó a recibir recompensas económi-
   so por un soplón anónimo que la definía como        cas por su participación en la conspiración que
   «agente precipitado», fue detenida e internada      dio origen a la independencia. La fecha de su
   en el Convento de Santa Clara, o en el de Santa      muerte permanece en las sombras, algunos di-
  Teresa, o en los dos.
                                                       cen que ocurrió en 1829. Se sabe que sus restos
      Años más tarde, en una de las tantas repre-       se encuentran en la iglesia de Santa Catalina.
  siones ordenadas por Calleja, fue detenida nue-
  vamente a pesar de estar embarazada, acusada
  de haber colaborado en la colocación de pas-
 quines antirrealistas en Querétaro.
     Josefa tenía entonces cuarenta y cinco años
 y catorce hijos, por cierto que el mayor de
 ellos, de veinte años, había sido incorporado
 el ejército realista por su padre para combatir a
los insurgentes.
     Trasladada a Ja Ciudad de México fue re-
cluida en el convento de Santa María Ja Anti-
gua. Poco después fue liberada y condenada
casi de inmediato a una nueva recJusión en
otro convento, el de Santa Catarina de Siena en


                    — 32 —
                                                                           — 33 —
7
        LA LISTA DE LOS PADRES DE
       LA PATRIA ESTARÁ INCOMPLETA
             (DE LOS CRUELES DESTINOS)



>i
     Tenía treinta y dos años y solo había sido un
     engranaje menor en la conspiración. Pequeño
     comerciante de Querétaro, Epigmenio Gon-
     zález era propietario de un taller ubicado en
     su casa de la calle de San Francisco. Junto a su
     hermano, que se llamaba (claro está) Emeterio,
     fabricaba las astas para las lanzas, y ayudado
     por unos coheteros ya habían manufacturado
     unos dos mil cartuchos.
        Cuando la conspiración fue denunciada, su
     nombre fue uno de los primeros en salir a la
     luz y el día 15 de septiembre los alguaciles re-
     gistraron su taller, encontrando un haz de lar-
     gos palos y un hombre rellenando de pólvora
     unos cartuchos; dos escopetas, dos espadas y
     una lanza. Antes de ser detenido Epigmenio
     tuvo tiempo de enviar un mensajero a los cons-


                        — 35 —
M
    piradores de Guanajuato. Luego llegaron los      iiü|j;uía en prisión. Los españoles no reconocie-
    gendarmes y a jalóneos y empujones se lo lle-    ron la nueva república y mantuvieron en cárcel
    varon a la cárcel.                               y reclusión a los presos políticos a los que no
       Mientras los acontecimientos de todos co-      admitían en su nueva calidad de mexicanos.
   nocidos se sucedían, los participantes en la            No sería sino hasta 1836, cuando se firmó la
   conspiración detenidos cayeron en un lamen-        pospuesta paz, que Epigmenio fue liberado.
   table rosario de entregas, debilidades, vaci-           Había pasado veintisiete años en las pri-
   laciones y peticiones de perdón y clemencia.       siones imperiales. La liberación resultó tan te-
   Epigmenio fue uno de los pocos que conservó        rrible como la cárcel. Sin dinero, enfermo, sin
  la dignidad y no denunció a nadie.                  poderse pagar el viaje para retornar a México,
      Detenido en la Ciudad de México, mien-           por fin consiguió de las autoridades locales pa-
  tras esperaba proceso, participó en la cons-         saje para España y allí, tras mucho peregrinar,
  piración de Ferrer. Nuevamente descubierto           un comerciante se compadeció de sus desven-
  fue condenado a cadena perpetua en el régi-          turas y le prestó los dineros.
  men de trabajos forzados y enviado al Fuerte              Se podían contar ya veintiocho años fuera
  de San Diego en Acapulco, donde enfermó y            de su país. Cuando al fin llegó a Querétaro, de
 quedó baldado. La humedad de los calabozos            sus viejas amistades, de los conspiradores ori-
 y los malos tratos hicieron que empeorara su           ginales, no quedaba nadie, ni siquiera su paren-
 condición. Más tarde fue depprtado a Mani-             tela le había sobrevivido, con la excepción de
 la, donde siguió en régimen carcelario con una         una anciana tía.
 condena de por vida.                                       Se acercó al nuevo gobierno y le pregunta-
     Desde lejos, siempre desde lejos, asistió co-      ron: «¿Y usted quién es?» Y Epigmenio Gon-
mo espectador impotente a los alzamientos y              zález contestó muy orgulloso: «Yo soy uno de
los fracasos del largo rosario de combates de            los padres de la patria, el primer armero de la
la guerra civil. Cuando en 1821 la defección de          revolución». Y le dijeron: «No, cómo va a ser,
Iturbide y su alianza con Guerrero consuma-              la lista oficial es: Hidalgo, Allende, Aldama,
ron militarmente la independencia, Epigmenio             Morelos... Para ser padre de la patria hay que


                   — 36 —                                                  — 37 —

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La campana de Hidalgo

  • 1. EL CURA HIDALGO Y SUS AMIGOS 53 viñetas de la guerra de independencia PACO IGNACIO TAIBO II I.° edición: marzo 2007 1." reimpresión: mayo 2007 (D 2007 Francisco Ignacio Taibo Mahojo O 2007 Ediciones B México, S.A., para el sello Zeta Bolsillo Bradley 52, colonia Anzures. 11590, D.F. (México) www, edicionesh. com www.edicionesb.com.mx 1SUN: 970-710-245-4 Impreso por Quebecor World. Tollos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorii ZETA
  • 2. Nota del autor I Esta es la séptima versión de un texto que ha ido creciendo a petición de los lectores, al que le he ido añadiendo narraciones. No se trata de una historia de la Independencia Mexicana, de la que me considero un apasionado e inculto in- vestigador, tan solo una serie de viñetas pesca- das aquí y allá. Se tituló originalmente Lecciones de historia patria en recuerdo del libro de Gui- llermo Prieto; en una segunda edición se llamó El cura Hidalgo y SMS amigos; luego un par de ediciones más, tituladas Abuelitos alucinados en guerra de hombres libres y El grito, los gritos, y finalmente algunas ediciones piratas. Sus últimas versiones fueron utilizadas co- mo material para una serie de conferencias en los campamentos contra el fraude electoral del verano de 2006. — 7—
  • 3. Y está dedicado a todos aquellos que alra- Intenciones y preguntas "« ve* se imaginaron al cura Hidalgo con pek f n,dame' en " * Cada uno puede celebrar la independencia a su gusto. A mí me atrae la idea de reconstruir nues- tro santoral laico, recuperar abuelitos alucina- dos en guerra de hombres libres, humanizar personajes, difundir rumores, contar anécdo- tas. Acercar el pasado para poderlo tocar. Mucho deben tener estas historias de subver- sivas para que urja tanto olvidarlas, expurgarlas de los libros texto, reconstruir independencias in- sípidas y lejanas, sin contenido. Una goma de bo- rrar gigantesca atenta contra nuestra memoria. ¿Qué tan lejos se encuentra el pasado? ¿Qué tan otros somos? ¿Qué tanto han des- truido las repeticiones mecánicas, los esque- mas, las horribles estampitas, los miedos del poder, las imágenes de aquellos otros millares de mexicanos en guerra santa por la indepen- — 8— 9—
  • 4. f ciencia? ¿Qué tan cerca se encuentra su necesi- Yo no puedo. dad de independencia de nuestra necesidad de Peligroso en tiempos de insurgentes andar independencia? recordando los gritos completos, con todo y el ¿Puede entenderse la historia nacional de remate de «Muera el mal gobierno». Peligroso otra manera que como un nudo de pasiones y intentar recuperar el sentido de palabras que se conflictos violentos, en los que la revolución, han ido vaciando de contenido, como patria, la revuelta popular, no necesita justificaciones, heroísmo. Palabras que suenan asociadas a la porque se justifica por sí misma y en las condi- cursilería y a la demagogia. ciones materiales que la producen, ante un po- Mucho mejor secarlas y olvidarlas, conver- der que no le ofrece a la sociedad otra salida? tir el estudio de la independencia en castigo No se trató de una asonada, de un golpe mi- a escolares que tienen que memorizar cuatro litar, una conjura palaciega. En los orígenes, el pendejadas, nombres de plazas, estaciones de movimiento independiente fue una terrible y metro, monumentos. cruenta guerra social, que abrió la puerta a una Hay un homenaje que es deshomenaje, hay devastadora guerra, una revolución que duró una memoria que es desmemoria. once años. Si aquellos nos dieron la patria, ¿quiénes ¿Puede ser vista la historia insurgente como luego nos la quitaron? una vieja obra de teatro donde los comporta- ¿Quiénes pretenden hacer de Hidalgo un mientos de cada cual son sujeto de explicación cura iluso, de Morelos un recalcitrante y obseso mediocre, donde todos tienen raáxm y razones, regordete, de Guerrero un terco analfabeta, de donde no hay causas ni partidos, culpables o Mina un necio gachupín metido en cosas que no inocentes? ¿Se puede enfriar la historia al gus- le importaban, de Iturbide un libertador? to de algunos fríos historiadores sentados sobre Qviizá sea el momento de decir: «¡Viva el sus frías posaderas, en frías sillas de biblioteca? cura Hidalgo y sus amigos! ¡Vivan los héroes ¿Puede acercarse uno a la historia sin bus- que nos dieron patria! Sus fantasmas siguen car la identificación del presente en el pasado, entre nosotros.» la continuidad de las voluntades o la herencia? — 10 — — 11 —
  • 5. LA HISTORIA COMO NOVELA IMPERFECTA En el año 1792 Miguel Hidalgo fue a dar a Co- lima exilado de rectorías y cargos de Vallado- lid. Por liberal y mujeriego, dirían las malas lenguas. Y estando en Colima, durante algunos me- ses juntó chatarra, pedacería de cobre, palma- torias de velas, cucharas herrumbrosas, que sus feligreses no querían; las jaladeras viejas de un cajón, un barreño oxidado... Con este innoble material tenía la intención de fundir una campana. El chatarrero que se habría de hacer cargo de la fundición le oyó decir que quería hacer «una campana que se oiga en todo el mundo.» Finalmente fue fundida, pero la historia, que es como una novela imperfecta, hizo que la campana no lo acompañara a su futuro cu- — 13 —
  • 6. rato de Dolores y que no fuera esa la campana que habría de llamar a arrebato a los ciudada- ? ( nos del pueblo la noche del 15 de septiembre. ; MOLIERE La mencionada campana se quedó en Coli- | ma y al paso de los años fue fundida para ha- í'j ~ • • 1 1 - 'í cer cañones para un regimiento de gachupines ^ realistas. * El cura llegó a San Felipe en enero de 1793 en un segundo exilio interior. Para combatir el aburrimiento de las tardes decidió crear un grupo de teatro de aficionados. Parece ser que el asunto tenía segundas intenciones porque quería conquistar a una jovencita de la región a la que le propuso entrar en la compañía, Jo- sefa Quintana, de «dulce mover de ojos.» Buscando la obra apropiada, recurrió a su ar- senal de lecturas prohibidas y censuradas, y en- contró entre ellas una obra de Moliere que le resultaba particularmente grata: El Tartufo. La- mentablemente la obra no había sido traducida en la conservadora España y se vio obligado a ha- cer su propia y, por tanto, primera traducción. Con El Tartufo en la mano el grupo dirigido por el cura se puso en acción y la obra fue estrenada. — 14 — — 15 — I
  • 7. Y sí, también conquistó a su primera actriz, 3 Josefa, con la que habría de tener dos hijos. Mientras escribo esta pequeña historia me EL PADRE DE LA PATRIA NO siento particularmente orgulloso. Por fin tengo CREÍA EN LOS REYES MAGOS un guante blanco que devolverle a aquel profe- sor de secundaria que rne hizo odiar la historia de México. Contra su Hidalgo rígido y bobali- cón, este picaro traductor de Moliere, bordan- do la doble herejía en las aburridas tardes de San Felipe. En un artículo escrito hace cincuenta años por el historiador Juan Hernández Luna (el álter ego de mi compadre), analizaba el mundo inte- lectual de Miguel Hidalgo. Personaje sorprendente, Hidalgo había pa- sado veintisiete años de su vida en las univer- sidades católicas (las únicas existentes) en el mundo novohispano, sumergido en la teolo- gía, la escolástica, el recuento de las plumas de los ángeles. Y sin duda como resultado de es- ta experiencia, al paso de los años, el cura no parecía tenerle demasiado respeto a las insti- tuciones universitarias, en particular a la Real y Pontificia Universidad de México en la que decía había «una cuadrilla de ignorantes». Y parecía no darle demasiada importancia a no haberse doctorado, a causa de la enfermedad — 16 — — 17 —
  • 8. de su padre, cosa que el conservadurísimo his- que el chismoso de Fray Martín de Huesca hi- toriador Lucas Alamán, bastante dado a la ca- /i) contra él en 1800. lumnia, lo atribuía a que se había jugado a las De lo que no hay duda es que entre sus lec- cartas en Maravatío el dinero para pagar los luras favoritas se contaba el Corán, las obras estudios. ilc teatro de Moliere y Racine y los escritos de De su paso por el mundo académico Mi- Voltaire, Diderot y Rousseau. guel Hidalgo había sacado quizá lo más im- portante: el conocimiento y la capacidad de leer y escribir en italiano, francés, español y latín, a los que su experiencia vital había aña- dido el hablar otomí, náhuatl y tarasco. Hidalgo no parecía tenerle mucho respeto a la Biblia estudiada «de rodillas y con devo- ción», porque había que leerla con «libertad de entendimiento», lo que le permitía dudar quién era el buen ladrón, si Dimas o Gestas y tener muy serias dudas sobre la existencia de los Reyes Magos, o dudar de la presen- cia de un buey y una muía cerca del pesebre en Nazareth donde nació Jesús. Cuestionaba también lo inútil que resultaba arrojar agua bendita sobre los muertos porque «carecen de sentido del conocimiento»; criticaba a Santa Teresa por ser una «ilusa» que se azotaba mu- cho y ayunaba, y por eso «veía visiones»; y algo muy peligroso, llamaba a la Inquisición «indecorosa», según se registró en la denuncia — 18 — — 19 —
  • 9. LA CONSPIRACIÓN IMPOSIBLE De aquellos torrenciales meses de agosto de 1810, cuando el ciclón golpeó las costas y destruyó las casas de Acapulco y las embar- caciones en Veracruz, nos queda la lujurio- sa prosa de los soplones y los traidores, las historias entredichas en las denuncias anóni- mas o firmadas, y muy pocas remembranzas de los supervivientes. Pero sobre todo queda V' el rumor. Se decía entre los barberos del Bajío que a los europeos los iban a agarrar y poner en un barco en Veracruz, pero solo a los solteros, a los casados se les iba a perdonar. Decían tam- bién que «ellos» iban a tomar todo el maíz de la Alhóndiga y ponerlo en la calle para que el pueblo lo tomara de balde, o que «ellos» iban a sacar a todos los presos de las cárceles. — 21 —
  • 10. Detrás del rumor estaba una conspiración Uino de los Domínguez, donde el pusilánime que tenía un millar de afiliados. Allende en su corregidor controlaba el radicalismo de su es- juicio hablaría rnás tarde de tres mil, que serían posa, Josefa. Ahí se reunían el abogado Parra, en su mayoría curiosos y mirones, porque a la el farmacéutico Estrada, el presbítero Maria- hora de la verdad resultaron muchos menos y no Sánchez, con el infatigable Ignacio Allende, curiosamente, más tarde, muchos nías. un oficial viudo y buen jinete de cuarenta y un No partía de las grandes ciudades de la años que había conectado y armado una red de Nueva España: la Ciudad de México, Puebla militares subalternos y paisanos a lo largo de y Veracruz, sino del centro del país: Santiago todo el centro del país. de Querétaro, San Miguel el Grande, Celaya, Muy en la periferia del complot se encon- Guanajuato. traba un cura de pueblo, el de Dolores, avejen- Era un grupo de hombres y mujeres con tado (solo tenía cincuenta y siete años), Miguel pocas artes en el asunto de conspirar, un grupo Hidalgo, que había dudado mucho antes de su- de confabulados amateurs, provincianos, que marse al complot. suplían con el ardor de las palabras, la fortaleza Querían la independencia para la Nueva del verbo en las tertulias chocolateras, sus ha- España, el fin de la sociedad de castas. bilidades para preparar una revolución. Decían Los soplones, los funcionarios, los bien en- cosas como «Seremos unos tales si aguantamos terados, en los últimos dos meses cuando las este año», o escribían en las paredes del cuartel: noticias de la conspiración comenzaron a fil- «Independencia, cobardes criollos.» trarse, los miraban con una cierta ambigüedad; Curas ilustrados y con hijos, boticarios de a veces decían de ellos que «la cosa estaba en pueblo, músicos, licenciados, notarios, peque- manos de gente poco temible», que eran unos ños comerciantes, administradores de correos, conspiradores de «poca ropa», que organiza- soldados que nunca habían hecho .guerras, per- ban bailes entre los soldados de Celaya para tenecientes a un regimiento provincial que se conquistarlos, que leían poemas, o que provo- dedicaba a cuidar los caminos. caban en las fiestas insultando a los gachupines El centro parecía estar en el salón quere- y hablaban de independencia y revolución. — 22 — — 23 —
  • 11. r Para hablar de ellos se usaban metáforas no- vedosas como que «electrizaban a jóvenes sin reflexión». Y se hablaba mucho de amolar y TRAIDORES Y CHAQUETEROS afilar los sables, pero lo que se afilaba eran los zapatos en los bailes que se sucedían en el en- tresuelo de la casa de Domingo Allende. La verdad es que era la conspiración más con- denada al fracaso'que había tenido lugar jamás en nuestra tierra. Nunca antes un grupo clan- destino había estado tan repleto de indecisos, rodeado de traidores, soplones, advenedizos. El alzamiento estaba previsto para el prime- No podían triunfar. ro de octubre. Pero desde agosto comenzaron a llegar a las instituciones virreinales multi- tud de denuncias. Un tal Galván, empleado de correos que había tratado de infiltrarse en la conspiración utilizando a su hermano mayor, que estaba legítimamente en el asunto, resultó bloqueado por falta de confianza y solo pudo transmitir rumores a las autoridades. Un peluquero le contó a la esposa del hijo de un tal Luis Frías, que a su vez lo transmitió a las autoridades, que iban a coger a todos los gachupines y llevarlos a Veracruz. Un mozo de hacienda llamado Luis Gutié- rrez delató a Allende: «Mi amo va a Querétaro, anda con el empeño de acabar a todos los ga- chupines del reino.» — 24 — — 25 —
  • 12. A estas denuncias se habría de añadir la de 1 )omínguez, corregidor de la ciudad, cuya es- un cura, que violando el secreto de confesión, posa «se expresa con la mayor locuacidad con- avisó al comandante de brigada y al corregi- tra la nación española». Incluía una nueva lista dor que había hombres armados con lanzas y en la que se añadía entre otros el nombre del se aprestaba la sublevación. capitán Joaquín Arias de Celaya. El 10 de septiembre José Alonso, sargento del Arias, al saberse implicado en las denuncias, regimiento de Celaya, le pidió a su amigo Juan se acercó a Ochoa y confesó los pormenores de Noriega en la Ciudad de México que pusiera en la conspiración. Personaje singular iba a sumar- las manos del virrey una denuncia que señalaba se más tarde a la insurrección, probablemente que Allende estaba convocando a militares y ve- como espía, y tendría altos cargos militares en la cinos de San Miguel y San Felipe a un alzamien- campaña de Hidalgo, hasta morir en la embos- to por la independencia; señalaba que se debía cada de Acatita a manos de los propios realistas. pasar a la acción de inmediato porque la mayo- Ochoa, con estos elementos en la mano, ría de los oficiales estaban comprometidos. acudió con Domínguez, quien a su vez esta- Ese mismo día, el alcalde de Querétaro to- ba bajo las presiones del cura reaccionario de mó en sus manos el papel de desarticulador Querétaro, Gil de León, y finalmente lo disua- de la conspiración y envió al capitán Manuel dió para que actuara contra sus compañeros. García Arango a la Audiencia de la Ciudad de Por si fuera corta la lista de denuncias, el 13 México con un pliego donde se reseñaba la lis- de septiembre el soldado Garrido denunció al ta de conspiradores: Hidalgo, Allende, Alda- intendente de Guanajuato, Riaño, que Hidalgo rna, el capitán N.S., el licenciado Altamirano, el le había dado un dinero y la orden de subvertir presbítero J. Ma. Sánchez, el licenciado Parra, a los soldados de su regimiento. Riaño detuvo Antonio Téllez, Francisco Araujo. Las denun- rápidamente al grupo de militares sin saber que cias incluían al corregidor Domínguez y los al- en Querétaro Ochoa y Domínguez estaban ac- féreces del batallón de Celaya. tuando en el mismo sentido. Ochoa insistió al día siguiente con otra car- En horas los grupos de Querétaro y Gua- ta al virrey y reiteró que no se podía confiar en najuato habían sido desarticulados. Parecía que — 26 — — 27 —
  • 13. Ja conspiración, corno tantas otras en años pre- cedentes, había abortado. Quedaba en manos de las autoridades del virreinato tan solo una acción preventiva de carácter policial para atar JOSEFA los cabos. El virrey Venegas, recién llegado a la Nueva España, recibió el consejo de que envia- ra el escuadrón de dragones de México, pero la conspiración le pareció poca cosa y optó por dejar que se resolviera a localmente. De mane- ra que todo se limitó a ordenar a un escuadrón que fuera hacía San Miguel el Grande y Dolo- res para detener al viejo cura y a los oficiales Pocos personajes asientan tan mal en los pape- del regimiento de la reina. Del poco valor de les que la historia les otorga como Josefa Or- los completados hablan Jos primeros interro- tiz, convertida por azar en madre de la patria, gatorios celebrados en Querétaro, donde con gracias a un único gesto político: haber avisado muy contadas excepciones, todos los detenidos a Hidalgo y Allende que la conspiración había sido descubierta. se dedicaron a denunciarse entre ellos, a invo- lucrar a los ausentes y a declararse inocentes. Tenía cuarenta y dos años, michoacana de Salva la jornada las declaraciones de Epigme- Valladolid, una dama regordeta, matrona de nio González, asumiendo su responsabilidad ojos vivaces y abundante pecho. Muy conser- en una independencia en la que creía; y el caso vadora en ciertas cosas, no permitía que sus de Téllez, quien fingió que se había vuelto Joco hijas fueran a bailes o al teatro y bien se cui- y tocaba un piano inexistente mientras lo ca- daba de que Allende o los oficiales del regi- reaban con el capitán Arias. miento de la reina coquetearan con ellas. El arranque de Hidalgo un día y medio más Casada con el abogado Miguel Domín- tarde habría de cambiar la historia. guez, corregidor de Querétaro, su salón sería el centro de la conspiración del chocolate y el café. — 28 — — 29 —
  • 14. t < Conocida es la historia de que al descubrir- ' l)ir porque en la colección de Genaro García se se la conspiración, Domínguez no resistió las i encuentran tres cartas facsimilares escritas cua- presiones y colaboró en las detenciones para •; t ro años más tarde y firmadas por ella y lamen- evitar que se hiciera evidente su papel. Teme- y lablcmente la firma de Josefa es igual a la letra roso de que su mujer lo comprometiera, deci- i tic las cartas, o sea que hay que excluir que fue- dio encerrarla bajo llave para que no cometiera >; ran escritas por otro y firmadas por ella. un desaguisado. '? Y además, el mensaje sin duda existió pero Curioseando en la biografía que le dedica j I ue verbal, y no fue uno, sino al menos tres. Alejandro Villaseñor descubrí que Josefa, co- ^ En la tarde del 13 de septiembre, Josefa, ta- mo muchas damas de la época, no sabía escri- ? coneando tres veces desde el cuarto en que es- bir, pero sí leer. Y eso me llevó en un rastreo ¡ taba encerrada, transmitió una señal de peligro minucioso a la búsqueda de desentrañar si el acordada con su vecino del entresuelo, el alcai- mensaje enviado a Hidalgo había sido ver- de de la cárcel, Ignacio Pérez, quien subió y es- bal o escrito. Porque Josefa cuando tenía que cuchó a través de la cerradura que la conjura mandar una carta recortaba letras impresas de había sido descubierta. periódico y las pegaba en papel de china utili- Otros dos mensajeros convocados por la zando más tarde como mensajera a una mujer propia Josefa o por Pérez, que la cosa nunca de la que lo único que se sabe es que tenía el quedará muy clara, son portadores del mis- noble oficio de cohetera (sí, lanzaba cohetes en mo aviso a los conspiradores de San Miguel el las fiestas). En la imaginación de novelista veía Grande y Dolores. Todo parece una comedia la nota que dio origen a la independencia como de errores. Los enviados serían Francisco Ló- una de esas cartas anónimas de secuestro y veía pez, que tardó dos días en llegar con el recado a Josefa desesperada, mientras comenzaban las porque se le cansó el caballo y terminó reco- detenciones en Querétaro, recortando apresu- rriendo el camino a pie, y Pancho Anayá, que rada letras de viejos periódicos. se detuvo en la hacienda de Jalpa para ver un Lamentablemente la historia es demasiado coleadero y llegó cuando los hechos se habían bella para ser cierta. Josefa debería saber escri- consumado. — 30 — — 31 —
  • 15. Parece ser, y todo esto según las múltiples ul que pasó un año, o cuatro, liberada en junio delaciones, que de eso se hace la historia cuan- tic 1817 con la obligación de permanecer en la do termina en derrota, que Josefa lo intentó Ciudad de México. una vez más, pero se equivocó de mensajero, Sobrevivió al proceso revolucionario y porque el capitán Arias ya se había cambiado cuando en el imperio de Iturbide la nombra- de bando. ron dama de honor de la emperatriz Ana, se A causa de estas intervenciones y habiendo negó a aceptar el cargo, así como dos años más sido señalada por varios de los delatores, inclu- tarde se negó a recibir recompensas económi- so por un soplón anónimo que la definía como cas por su participación en la conspiración que «agente precipitado», fue detenida e internada dio origen a la independencia. La fecha de su en el Convento de Santa Clara, o en el de Santa muerte permanece en las sombras, algunos di- Teresa, o en los dos. cen que ocurrió en 1829. Se sabe que sus restos Años más tarde, en una de las tantas repre- se encuentran en la iglesia de Santa Catalina. siones ordenadas por Calleja, fue detenida nue- vamente a pesar de estar embarazada, acusada de haber colaborado en la colocación de pas- quines antirrealistas en Querétaro. Josefa tenía entonces cuarenta y cinco años y catorce hijos, por cierto que el mayor de ellos, de veinte años, había sido incorporado el ejército realista por su padre para combatir a los insurgentes. Trasladada a Ja Ciudad de México fue re- cluida en el convento de Santa María Ja Anti- gua. Poco después fue liberada y condenada casi de inmediato a una nueva recJusión en otro convento, el de Santa Catarina de Siena en — 32 — — 33 —
  • 16. 7 LA LISTA DE LOS PADRES DE LA PATRIA ESTARÁ INCOMPLETA (DE LOS CRUELES DESTINOS) >i Tenía treinta y dos años y solo había sido un engranaje menor en la conspiración. Pequeño comerciante de Querétaro, Epigmenio Gon- zález era propietario de un taller ubicado en su casa de la calle de San Francisco. Junto a su hermano, que se llamaba (claro está) Emeterio, fabricaba las astas para las lanzas, y ayudado por unos coheteros ya habían manufacturado unos dos mil cartuchos. Cuando la conspiración fue denunciada, su nombre fue uno de los primeros en salir a la luz y el día 15 de septiembre los alguaciles re- gistraron su taller, encontrando un haz de lar- gos palos y un hombre rellenando de pólvora unos cartuchos; dos escopetas, dos espadas y una lanza. Antes de ser detenido Epigmenio tuvo tiempo de enviar un mensajero a los cons- — 35 —
  • 17. M piradores de Guanajuato. Luego llegaron los iiü|j;uía en prisión. Los españoles no reconocie- gendarmes y a jalóneos y empujones se lo lle- ron la nueva república y mantuvieron en cárcel varon a la cárcel. y reclusión a los presos políticos a los que no Mientras los acontecimientos de todos co- admitían en su nueva calidad de mexicanos. nocidos se sucedían, los participantes en la No sería sino hasta 1836, cuando se firmó la conspiración detenidos cayeron en un lamen- pospuesta paz, que Epigmenio fue liberado. table rosario de entregas, debilidades, vaci- Había pasado veintisiete años en las pri- laciones y peticiones de perdón y clemencia. siones imperiales. La liberación resultó tan te- Epigmenio fue uno de los pocos que conservó rrible como la cárcel. Sin dinero, enfermo, sin la dignidad y no denunció a nadie. poderse pagar el viaje para retornar a México, Detenido en la Ciudad de México, mien- por fin consiguió de las autoridades locales pa- tras esperaba proceso, participó en la cons- saje para España y allí, tras mucho peregrinar, piración de Ferrer. Nuevamente descubierto un comerciante se compadeció de sus desven- fue condenado a cadena perpetua en el régi- turas y le prestó los dineros. men de trabajos forzados y enviado al Fuerte Se podían contar ya veintiocho años fuera de San Diego en Acapulco, donde enfermó y de su país. Cuando al fin llegó a Querétaro, de quedó baldado. La humedad de los calabozos sus viejas amistades, de los conspiradores ori- y los malos tratos hicieron que empeorara su ginales, no quedaba nadie, ni siquiera su paren- condición. Más tarde fue depprtado a Mani- tela le había sobrevivido, con la excepción de la, donde siguió en régimen carcelario con una una anciana tía. condena de por vida. Se acercó al nuevo gobierno y le pregunta- Desde lejos, siempre desde lejos, asistió co- ron: «¿Y usted quién es?» Y Epigmenio Gon- mo espectador impotente a los alzamientos y zález contestó muy orgulloso: «Yo soy uno de los fracasos del largo rosario de combates de los padres de la patria, el primer armero de la la guerra civil. Cuando en 1821 la defección de revolución». Y le dijeron: «No, cómo va a ser, Iturbide y su alianza con Guerrero consuma- la lista oficial es: Hidalgo, Allende, Aldama, ron militarmente la independencia, Epigmenio Morelos... Para ser padre de la patria hay que — 36 — — 37 —