En los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los cigarrillos se convirtieron en la moneda establecida para realizar intercambios entre los prisioneros. Los cigarrillos eran aceptados universalmente debido a su valor intrínseco y a que podían comprar otros bienes. Sin embargo, la economía del campo sufría períodos de inflación y deflación dependiendo de la disponibilidad de cigarrillos, lo que causaba inestabilidad.