1) Los primeros agricultores y ganaderos llegaron a la Península Ibérica desde comienzos del VI milenio a. C., estableciéndose plenamente durante el V milenio a. C. en adelante.
2) Existieron dos contextos culturales principales, definidos por sus estilos cerámicos: uno con cerámica cardial en el levante y otro con cerámica incisa y engobada en Andalucía, aunque es posible que coexistieran desde muy temprano.
3) Las dataciones más antigu
Cultura Quimbaya, Argelia Valle del Cauca. Corporación Ecoambientesdavidzen
La presente investigación muestra la sistematización de varios años de investigación en el Municipio de Argelia, Valle del Cauca, sobre las Culturas Prehispánicas en el Norte del Valle del Cauca, con auspicio de la Corporación Ecoambientes. Relaciona la Cultura Quimbaya Tardío, quienes habitaron un extenso territorio en el Departamento del Valle del Cauca.
Autor: Rafael Antonio Castaño Vélez
LA FORTALEZA MEDIEVAL DEL CERRO CALVARIO, EN LA PUEBLA DE CASTRO. UN HISN EN ...puebladecastro.blogspot
Autores: José Ángel Asensio Esteban y María de los Ángeles Magallón Botaya
Serie: Perfil. Guías de Patrimonio Cultural Altoaragonés.
Editorial: Instituto de Estudios Altoaragoneses
Fecha de Publicación: 2011.
ISBN: 978-84-8127-224-6
Sinopsis:
El reciente hallazgo y la excavación arqueológica de la fortaleza altomedieval del cerro Calvario suponen un hito en el conocimiento de los todavía oscuros primeros siglos del período islámico. Situado en la frontera septentrional de la Marca Superior de al-Ándalus, se trata de un gran complejo fortificado andalusí construido en el siglo X sobre las ruinas de varios hábitats precedentes, en las inmediaciones de la ciudad romana de Labitolosa. El avanzado estado de la investigación permite a los autores realizar una completa síntesis que combina el análisis arqueológico de la fortaleza con el estudio de las fuentes documentales o la toponimia. Así, tras identificar el cerro Calvario con el legendario castillo de Muñones, trazan un vívido panorama de su historia desde los primeros castros de época emiral y la construcción de la fortificación califal hasta su definitivo abandono poco después de la conquista cristiana, sin olvidar su papel territorial en un importante nudo de comunicaciones entre el valle de Cinca y la Baja Ribagorza.
https://puebladecastro.blogspot.com/2012/04/castro-munones-la-fortaleza-medieval.html
El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas
1. LOS PRIMEROS AGRICULTORES Y GANADEROS EN LA
PENÍNSULA IBÉRICA
Encuadre geográfico y cultural
También a la Península Ibérica, la más occidental del Mediterráneo, Llegaron en época muy temprana,
por lo menos desde comienzos del VI milenio a. C., los nuevos sistemas de aprovechamiento agrícola y
ganadero. que se fueron desarrollando plenamente en el v milenio.
No se puede hablar de un fenómeno de «neolitización» en términos generales para todo el ámbito
peninsular. También aquí hay que tener en cuenta, como en el caso de Italia o Francia, las grandes
diferencias medioambientales en las diversas zonas geográficas. Hay nada menos que tres zonas
abiertas a diferentes mares, la mediterránea, la atlántica y la cantábrica. Esta última además comparte
el carácter de montaña, común a otras zonas peninsulares, desde la pirenaica, a las que bordean la
Meseta o la cruzan. Aunque nuestros ríos sean relativamente modestos, los mayores son de largo
recorrido, atraviesan o bordean la Meseta y sus cuencas vierten al Mediterráneo o al Atlántico,
justificando aún más el carácter continental y marítimo, una constante en el poblamiento peninsular
desde la Prehistoria.
Si a lo largo de ella, el hombre fue adaptándose a las posibilidades del medio más ventajosas para sus
necesidades, a partir del Neolítico se introdujeron nuevos condicionantes, los pastos y suelos agrícolas,
además de las poblaciones preexistentes, que al parecer se habían ido instalando en casi todas
nuestras regiones. Así, el proceso hacia las nuevas formas de vida dio lugar a manifestaciones muy
variadas, por mecanismos diversos, v con grandes diferencias cronológicas. Todo lo mas, podríamos
decir que, desde mediados del III milenio a.C., hubo una gran dispersión del poblamiento, con
poblados, aldeas e instalaciones de distinto tipo, por casi todos los rincones de nuestra geografía, y
que las formas de vida neolítica -agricultura o pastoreo o ambas a la vez- se habían ido extendiendo
de forma casi generalizada. Es posible que, como argumentan algunos autores, el aumento
demográfico y una mayor aridez del clima -la famosa crisis del 2300 a.C.-, rompieron el equilibrio
entre los cazadores y su medio, obligándoles a adoptar formas de subsistencia «artificiales».
aparentemente más seguras, aunque ello supusiera un mayor trabajo v esfuerzo colectivo, además
de una nueva organización social del grupo. Creo que nuestra Península ofrece un buen ejemplo de
resistencia hacia las formas de producción aparentemente ventajosas, y esto se refleja en las
secuencias culturales -asentamientos, industrias- y en sus manifestaciones artísticas.
Implantación y aculturación: la dualidad cultural y la expresión artística e ideológica
Gracias a las dataciones absolutas, en la actualidad podemos establecer en qué lugares se
documentan por primera vez las nuevas formas de vida y tratar de explicar cómo se produjo este
cambio. Contando con la información que aportan las secuencias anteriores, Epipaleolíticas y
Mesolíticas, que a veces no son suficientemente expresivas, y en muchos casos muestran una larga
perduración, se puede afirmar que mientras en algunos lugares los agricultores y pastores están
plenamente establecidos, en otros, a veces muy próximos, hay instaladas comunidades que siguen
viviendo de la caza y recolección, aunque incluso estén en relación con gentes campesinas y
conozcan nuevas tecnologías como la cerámica. Se trata de un proceso de adaptación que parece
no interesa a todos, ya que algunos siguen manteniendo su subsistencia a base de los medios tradi-
cionales por lo menos hasta el III milenio a.C.
De todas formas, las dataciones indican la temprana adopción de una economía y vida
verdaderamente neolíticas en determinados lugares. Voy a referirme a las más antiguas, que
corresponden al primer Neolítico peninsular (Fig. 1). Como he señalado al tratar el Neolítico en otros
territorios, las dataciones por el procedimiento de C14 revelan un error al referirlas a los años de
nuestro calendario, que actualmente se corrigen o calibran mediante la información aportada por la
dendrocronología. Las nuevas dataciones ya vienen calibradas por los laboratorios, pero muchas de
las antiguas se han calibrado de forma más o menos aleatoria, usando tablas establecidas por
distintos autores (Pearson, Stuiver y Reiner) Por eso, seguiré indicando las antiguas dataciones de
C14 BP (antes del presente), reducidas a nuestro calendario por el simple procedimiento de restarles
la cifra del año convencional 1950, con la indicación a. C. Cuando sean calibradas se indicará: Cal.
a.C.
En la Cova de les Cendres (Teulada, Alicante) hay dos fechas de C 14 para el Neolítico antiguo,
una de de 5590 a.C. (Cal. 6604-6105 antes de C.) y otra de 3880 a.C. (Cal. 4949-4435 antes de
C.), ambas para niveles con cerámica cardial, lo que indicaría una larga duración -un milenio y
2. medio-, para este primer Neolítico de cerámicas con decoración cardial. En la Coveta de L'Or
(Beniarrés Alicante) las fechas de C14 sitúan este Neolítico antiguo entre e14770, 4680, 4560, 4315
y 4.030 a.C. (Calibradas 6248-4841, 6015-4934, 5678-5198, 5336-4992 y 5346-4347, respectiva-
mente, antes de C.), en un espacio de tiempo de algo menos de un milenio, dentro del V a.C. sin
calibrar, para el apogeo máximo de este horizonte, que tanto en la citada Coveta de l'Or como en la
Cova de la Sarsa de Bocairente (Valencia) se muestra en toda su riqueza y esplendor. En Ia Cova
Ampla de Montgó (Jávea, Alicante) hay una datación de 4599 a.C. Cal. 5774-5192 antes de C.) y
en la Cova de la Recambra (Gandía, Valencia) es de 3840 a.C. (Cal. 5141-4232 antes de C). Más
al norte, en la provincia de Castellón, también tenemos para este primer Neolítico con cerámica
cardial, dataciones de C 14 en la Coveta de Can Ballester (Vall de Uxó), de 5000 a.C. (Cal. 5988-
5592 antes de C). (Fig. 2).
Pero también hay datacianes de C14 para un Neolítico muy antiguo que queda caracterizado por
cerámicas no cardiales, con decoración incisa e impresa no cardial. Así en la citada provincia de
Castellón, en Cova Fosca (Ares del Maestre), tenemos tres: 5690 a.C. (Cal. 6654-6184 antes de
C.), 5260 a.C. (Cal. 6176-5945 antes de C.) y 5150 a.C. (Cal. 6048-5765 antes de C) y en la Cova
de les Bruixes (Rosell), sin cerámica cardial, 4510 a.C. (Cal. 5597-5195 antes de C.). También en
Andalucía tenemos dataciones muy antiguas para este contexto neolítico de cerámicas con deco-
ración incisa e impresa, provista en muchos casos de un engobe de almagra bien bruñido. Se trata
del Neolítico típico andaluz, que, hasta hace unos años, se consideraba más tardío, en términos
evolucionistas, precisamente por su gran riqueza y madurez. Las fechas obtenidas por análisis de C
14 para este primer Neolítico andaluz en la Cueva de la Dehesilla (Algar, Arcos de la Frontera,
Cádiz) fueron de 5720, 5490, 5170 ( Cal. 63005590 antes de C.) y 5090 a. de C. (Cal. 6150-5545
antes de C.). En la Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla), de 5950, 5290 y 4430
a.C. Las fechas proporcionadas para este contexto en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros
(Córdoba), entran ya en la segunda mitad del v milenio, en pleno apogeo de la cultura. En la costa
malagueña, la Cueva de -Verja ha proporcionado dataciones muy antiguas para el primer Neolítico:
6010 y 5940 a.C.; 5210 a.C. (Cal. 6315-5625 antes de C.), 5180 a.C. (Cal. 6275-6225 antes de C.),
aunque el contexto cultural varía respecto al Neolítico andaluz típico. En Andalucía oriental, en la
Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén) se obtuvo una datación de 4830 a.C. (Cal. 5855-5390
antes de C.) para un contexto Neolítico de tipo andaluz (Fig. 3).
Por tanto, al referirme al primer Neolítico de la Península, documentado desde el VI milenio a. C., y
plenamente desarrollado a lo largo del v, considero que presenta desde sus inicios al menos dos
contextos culturales algo diversos, que pueden ser contemporáneos. Su procedencia parece
mediterránea y, en ambos casos, se documenta, desde el VI milenio a.C., el conocimiento de una
economía mixta, agrícola-ganadera, en la que aparecen representadas todas las especies vegetales
y animales del Neolítico pleno del Próximo Oriente.
Este primer Neolítico revela también una tecnología muy desarrollada en el trabajo de la cerámica, el
hueso y la piedra e, incluso manifestaciones artísticas. Uno de los contextos es el de las cerámicas
cardiales, con un importante núcleo en el Levante español y Cataluña, pero que también se ve
representado en la zona pirenaica, de Andorra a Huesca y el Bajo Aragón, penetrando en
Albacete, Murcia y Andalucía oriental con la importante cueva de la Carigüela (Piñar,
Granada); incluso está representado al otro lado del estrecho de Gibraltar, en Marruecos
occidental (Cuevas de Caf That el Gar, Gar Cahal, Achakar y El Khril), pero no hay datos sobre
su cronología inicial en este territorio.
El otro contexto es el de las cerámicas con decoración incisa o impresa con diversos objetos -a
veces pequeñas matrices dentadas- y frecuentemente con las superficies de la pieza cubiertas
por un engobe de almagra bien bruñido. Se ha considerado siempre representativo del
Neolítico andaluz, ya que está bien documentado en las cuevas de la costa malagueña, en las
sierras de Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén, en las cuevas de Gibraltar, y en el norte de África,
particularmente en la región de Orán, aunque no conocemos su cronología inicial. Como ya
hemos visto, la facies de cerámicas incisas-impresas presenta una documentación muy antigua
también en la provincia de Castellón y en Andalucía, revelando además una gran fuerza
expansiva hacia el norte y la Meseta (Fig. 4).
Un problema que no está ni mucho menos resuelto a juicio de diversos autores, es el del
posible sincronismo -sobre todo en el momento inicial- de ambos contextos. Pienso que ello se
debe a enfoques metodológicos a partir de las secuencias estratigráficas de los yacimientos
estudiados por los diversos investigadores. En la Coveta de l'Or y en la Cova de les Cendres
(Alicante), las cerámicas con decoración incisa aparecen por encima de las de decoración
3. cardial. En Cova Fosca (Castellón), las cerámicas incisas se superponen a niveles
epipaleolíticos de altas cronología. En la cueva de la Dehesilla, Cueva Chica y Parralejo
(provincias de Cádiz y Sevilla) la cerámica a la almagra aparece desde los niveles más
antiguos con dataciones muy viejas. En la cueva de la Carigüela (Granada) con un rico
contexto cardial desde su base -no hay dataciones absolutas- también está representada la
cerámica a la almagra desde los niveles inferiores. El sincronismo inicial de ambos contextos u
horizontes culturales parece bastante congruente, así como las normales interacciones entre
ambos, que no impiden la prolongada continuidad de cada uno conservando su personalidad. A
veces hay evidentes penetraciones en «terreno ajeno», como podría ser, hipotéticamente, el
caso de Carigüela. O desde la zona del Maestrazgo, donde está la Cova Fosca, en un momen-
to avanzado una posible influencia en los niveles de la Coveta l'Or.
En otros tiempos, ambos contextos de Neolítico con cerámicas decoradas, se englobaron
dentro del término generalizado de «cultura de las cuevas». Actualmente parece difícil admitir
que el hábitat de estas primeras gentes neolíticas, que desarrollaron plenamente una
economía de producción, fuera fundamentalmente en cuevas. Es posible que nuestra
documentación sea aún incompleta, ya que es más fácil localizar los yacimientos en cueva, que los
poblados al aire libre. De momento los poblados no han dado cronologías tan altas. Sus instalaciones
de barro y vegetales muy perecederas, situadas en zonas muy favorables a la agricultura, que se han
cultivado ininterrumpidamente, han dejado pocos restos y difíciles de localizar y estudiar. Las cuevas
en cambio, pudieron ser utilizadas durante largo tiempo, más que como vivienda permanente, de
forma estacional, como refugio, para guardar ganados (cuevas-redil), para almacenar alimentos, e
incluso como lugar de culto y enterramiento, sin duda en relación con los poblados próximos a los
campos de cultivo. De todas formas, falta por comprobar la entidad, cronología e importancia de
estos poblados al aire libre que se van localizando poco a poco, mediante minuciosas prospecciones
de campo y que, de momento, presentan cronologías más tardías, a partir del IV milenio. Cuando
estos poblados van concentrando grupos de población más numerosa y estable, se dotan de
estructuras más sólidas, como zócalos de piedra para las viviendas e incluso fosos, cercas y
defensas de piedra, que hacen mucho más fácil su localización. A veces sólo quedan en el suelo
zonas en las que la coloración de la tierra y los restos de huesos, cerámica y piedra, delatan la
actividad humana, y que, según su morfología, se han identificado como «fondos de cabaña», silos o
simples basureros.
Insistiendo en lo que decía al principio, parece claro que el proceso de «neolitización» no es
homogéneo. Tampoco hay acuerdo entre los diversos autores -que suscriben distintos modelos sobre
la forma en que se produce la adopción de las formas de vida neolíticas. La primera cuestión está en
decidir si se trata del resultado de una evolución local a partir de las poblaciones epipaleolíticas o
bien de la aceptación de elementos venidos de fuera por la vía mediterránea, ya que los prototipos
silvestres, vegetales y animales susceptibles de domesticación, no existen localmente, y la gradación
cronológica desde el Próximo Oriente así parece demostrarlo. El argumento de la procedencia de las
especies domesticadas, la cronología de su aparición en la Península, y determinados elementos del
contexto con claros paralelos a lo largo y ancho del Mediterráneo, me parecen argumentos de
suficiente peso para pensar en un origen foráneo de la primera implantación neolítica, con gentes
expertas en los procedimientos de cultivo y domesticación, que traían los ejemplares y muestras
necesarias para intentar su aclimatación. Otra cuestión es el normal proceso posterior de
aculturación de las poblaciones locales.
Es difícil saber, casi me atrevería a decir adivinar, la forma en que se produjo la implantación, si es
que admitimos su procedencia exterior. Parece bastante claro que en algunos casos documentados
con cronologías muy antiguas y contextos culturales muy desarrollados (Coveta de l´Or, Cova de la
Sarsa, o cueva de los Murciélagos de Zuheros), habría que admitir una implantación ex novo de un
grupo plenamente formado. Después vendría la proyección de este grupo, sus logros y
conocimientos sobre las poblaciones más o menos próximas además de su propio desarrollo y
expansión. La actividad pastoril, pudo ser, como en el caso del Próximo Oriente, un magnífico
vehículo de contactos y relación. La agricultura, Supondría una adscripción muy fuerte a
determinados territorios especialmente aptos para el cultivo y su fuerza expansiva dependería de la
fertilidad de los suelos y del crecimiento demográfico, que demandara nuevas tierras.
La documentación arqueológica parece evidenciar en muchos casos el equilibrio socioeconómico
y cultural alcanzado por nuestras poblaciones epipaleolíticas (Cova Fosca, Cova de la Cocina, Cueva
de Nerja). En este caso, pudieron producirse dos reacciones: La aceptación de las nuevas formas de
vida de manera más o menos paulatina, adaptándolas a sus propias necesidades y organización
4. social (adopción sólo del pastoreo o también de la agricultura según los casos). O bien la continuidad
de la vida cazadora y recolectora, sobre todo en determinados ecosistemas especialmente favorables
a esta actividad, compatible con la de los pastores y agricultores, con los que además pudieron
establecerse contactos e intercambios.
Hay que tener en cuenta que el Neolítico supone un cambio fundamental en la vida del hombre, tanto
desde un punto de vista económico, con la práctica de producción de alimentos, como social, al tener
que adaptar su organización a las nuevas formas de vida, agrícolas o pastoriles, o ambas a la vez.
No siempre es fácil documentar de forma precisa la actividad económica de un determinado grupo.
Concretamente en la Península, los análisis de restos de fauna, permiten valorar en algunos
yacimientos neolíticos el grado e importancia de la domesticación en la dieta alimenticia. La
costumbre del malteado de cereales ha permitido en ocasiones su buena conservación, permitiendo
un buen estudio de la importancia de las distintas especies. Otros vegetales, como las leguminosas
se han documentado peor. La evolución del paisaje, como consecuencia de la intervención humana
creando campos de cultivo y zonas de pasto, también se detecta con el estudio antracológico de los
restos de madera, o el análisis de los sedimentos y restos de polen, y es otro indicio de la nueva
actividad económica.
Nos falta mucha documentación sobre lugares de habitación y de enterramiento, sobre todo en los
primeros tiempos. Aunque los datos arqueobotánicos y zoológicos, documenten la actividad
económica y las cerámicas y útiles de sílex, hueso o piedra pulimentada, ofrezcan novedades de tipo
tecnológico, sabemos poco de la tipología de las casas, hogares, silos de almacenamiento o
sepulturas, que revelen aspectos fundamentales de la organización de estas comunidades. Hay sin
embargo otra documentación importantísima que muy pocos contextos neolíticos poseen. Se trata de
las representaciones rupestres con escenas de laboreo agrícola o en relación con posibles animales
domésticos, junto a las famosas escenas de caza del llamado arte levantino. El singular arte rupestre
levantino, también nos ofrece escenas de caza o rituales, que se tratan en el Tema XXV, dedicado al
arte, pero quiero referirme ahora a la pequeña escena de guerra del Barranco de les Dogues, en la
que vemos, quizás por primera vez, el enfrentamiento violento entre dos grupos de hombres, sin
duda guerreros. No se trata de un encuentro casual sino de hombres con atuendo guerrero, armados
con arco y flechas. En el grupo de la izquierda, que parece estar a punto de ser rodeado por el otro
más numeroso, destaca un arquero que por su porte parece el «jefe» con cuernos en la cabeza y
plumas o ramas en el cuerpo, y de su arco tensado parece salir la flecha ya disparada. Aparte del
valor artístico y el dinamismo de la escena, nos interesa intentar interpretarla. Pueden ser dos grupos
de cazadores que se disputan terrenos de caza o presas cazadas. O bien, teniendo en cuenta el
momento a que corresponde la pintura, se enfrentan cazadores contra campesinos que avanzan con
sus campos de cultivo y pastizales, por terrenos que siempre habían sida espacias de caza, a
campesinos que luchan por el robo de ganado o la cosecha recién recogida. En cualquier caso, es
evidente que la llegada de colonos a territorios ocupados por cazadores desde el Paleolítico, podía
ser motivo suficiente para crear conflictos (Fig. 7).
Algunos autores, como Cauvin para el Próximo Oriente, o Gimbutas para Europa central y oriental,
han insistido en la importancia del cambio ideológico en el Neolítico. Se basaban sobre todo en las
representaciones de las figurillas del arte mueble, sobre todo femeninas. En nuestra Península, tan
rica en representaciones artísticas rupestres y sobre soportes muebles desde el Paleolítico a la Edad
de los metales, son escasas las representaciones figuradas de este tipo, aunque no las de carácter
simbólico, y las naturalistas, cuyo sentido trascendente o simplemente narrativo es difícil de
determinar.
En lo que respecta concretamente al Neolítico, las representaciones de figuras humanas aparecen en
las cerámicas decoradas con técnica cardial, fechables en el VI milenio a.C. Se trata de figuras
esquematizadas, con el cuerpo en forma de barra apuntada en la cabeza, los brazos alzados con las
manos abiertas y los dedos bien marcados, como en actitud de súplica, y las piernas rectas como
prolongación de los lados del cuerpo, con los pies indicados por la impresión del natis de la concha,
lo mismo que el sexo, que, al menos en un caso de la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante), parece ser
femenino. Lo curioso es que éste mismo esquema se repite en las pinturas rupestres de tipo
«macroesquemático» del Plá de Petracos (Castell de Castells, Alicante). No parece arriesgado
relacionar estas representaciones humanas, que levantan las manos con aire suplicante, como en
actitud de oración o súplica, con algún tipo de religiosidad. Lo que es evidente es que se trata de algo
nuevo, diferente del arte naturalista levantino, tan nuevo como las formas de vida neolíticas bien
documentadas contemporáneamente en la cueva de l'Or (Fig. 8).
5. Otros fragmentos cerámicos, también de la Cova de l'Or, representan figuras de animales (una cabra,
un ciervo) de carácter más naturalista, ejecutados con técnica de impresión de una matriz dentada,
mucho más regular y angulosa que la cardial, que se han relacionado con las representaciones
animalísticas del arte levantino (Fig. 9). Este arte levantino está estrechamente ligado al ambiente
geográfico mediterráneo, con especies animales muy concretas, documentadas en las
representaciones artísticas y en los restos de fauna salvaje de los yacimientos arqueológicos, incluso
neolíticos. Es un buen indicador de la importancia de la actividad cazadora y recolectora
paralelamente a la plena consolidación de las formas de vida neolíticas, campesinas, con prácticas
agrícolas y pastoriles. El comienzo del Neolítico coincide con una situación ambiental especialmente
apta para la continuidad de la actividad cazadora y recolectora tradicionales.
En el espacio geográfico levantino parece darse una dualidad cultural, la conservadora -que no
depredadora- de los cazadores recolectores, y la transformadora -no sólo productora- por
intervención directa en el medio bioclimático de los agricultores, que a la larga antropizará el paisaje.
La dualidad cultural se refleja también en el estilo y contenido del arte, realista-naturalista de los
cazadores «levantinos» y simbólicos.