Las estructuras sociales de las civilizaciones antiguas se caracterizaban por una jerarquía rígida. En Mesopotamia, el Rey tenía el mayor poder aunque consultaba a sabios, en Egipto el Faraón era dueño absoluto de las tierras y personas, en Grecia el estatus social determinaba el papel político, y en Roma el emperador gobernaba junto a patricios, plebeyos y esclavos.