Fausto Armenta, un joven migrante mixteco de Nueva York, fue brutalmente golpeado una madrugada cuando regresaba a su departamento. Fue llevado al hospital en estado crítico, donde los médicos determinaron que ya no había esperanza de recuperación y decidieron desconectarlo para donar sus órganos. A pesar de la resistencia inicial de sus padres en México, éstos finalmente aceptaron la donación. Fausto falleció a los 18 días y sus órganos salvaron la vida de otras personas, incluy