El imperialismo en África, Asia y América Latina durante el siglo XIX se caracterizó por la expansión económica y política de las potencias europeas sobre estas regiones más débiles. Esto resultó en el reparto de África y Asia entre las naciones europeas, y trajo consecuencias como el incremento de la población debido a mejoras médicas, la explotación económica de los recursos naturales, y la imposición de fronteras y culturas europeas que provocaron conflictos.