El imperialismo europeo contribuyó al desarrollo de enfrentamientos violentos a través de la expansión del dominio de las potencias europeas sobre otros territorios en los siglos XIX y XX, estableciendo varios tipos de colonias y esferas de influencia. Esto generó tensiones entre las potencias imperialistas y sentimientos nacionalistas en las colonias, contribuyendo a dividir Europa en alianzas opuestas y aumentar el nacionalismo que llevó al estallido de la Primera Guerra Mundial.