Los primeros cristianos sufrieron persecuciones durante el Imperio Romano por varias razones. Se les confundía con los judíos y sus conversos amenazaban el culto pagano. También se les acusaba de crímenes como los incendios de Roma y el canibalismo. Nerón inició la persecución en el siglo I. En el siglo II, Domiciano les consideraba una "superstición detestable". Finalmente, en el siglo IV, Teodosio declaró el cristianismo como religión oficial del Imperio.