Clasificaciones, modalidades y tendencias de investigación educativa.
La iglesia católica, desde constantino a las microcristiandades
1. Historia Medieval y Temprano Moderna
Fernando de los Ángeles
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La Iglesia Católica: de la Iglesia de
Constantino a las microcristiandades
La expansión romana con el transcurso del tiempo impactó en la religión, se debe tener presente
la mezcla de individuos de las más diversas procedencias, que se desarraigaron de sus países
de origen y fueron conformando la sociedad cosmopolita de la época imperial. Los esclavos que
en general eran extranjeros, y los libertos, no veían una salida a su vida terrible y sin esperanza.
Estas masas populares se sentían insatisfechas por el vacío formalismo del culto oficial romano,
primero abrazaron cultos de origen oriental (Isis, Serapis, Cibeles, Mitra), introducidos a Roma
por hombres de diversas nacionalidades y que contarán con la tolerancia religiosa de las
autoridades romanas. Estos cultos tenían misteriosos ritos de iniciación, se ponía énfasis en la
esperanza de la vida eterna, en el contacto directo con Dios, en una vida de pureza y
arrepentimiento para lograr la salvación. Por otro lado, los intelectuales romanos influidos por las
corrientes de pensamiento filosófico griego (neoplatonismo o escepticismo) tienden a creer en un
principio divino único, en la inmortalidad del alma, en la rectitud de la vida, ideas que en el futuro
tendrán gran aceptación con el cristianismo.
Tradicionalmente se le atribuye a Nerón la primera persecución de los cristianos, en el años 64
d.C. a raíz del incendio de Roma, Nerón acusó a los cristianos de ser autores del incendio y los
condenó a morir crucificados, arrojados a las fieras o quemados vivos. Las persecuciones
continuaron con Domiciano y Marco Aurelio. En el siglo II se generalizaron pero no lograron
suprimir la fe, ni quebrar la organización de los primeros cristianos, por el contrario, se hizo más
fuerte ya que tenían el ejemplo de los primeros mártires que acogían su sacrificio con la
tranquilidad que les daba saber que lograrían la salvación.
Los emperadores que marcaron hitos en el proceso de transformación del cristianismo como
religión oficial fueron: Gracia de Cortázar, sostiene que Constantino “se convirtió en Emperador
único en el Occidente del Imperio”, tras derrotar a Mejencio en el 312 tras la Batalla de Puente
Milvio. En el 313, en la Ciudad de Milán, se promulga el “Edicto de Milán”, que, en los términos
más amplios posibles, instaura la libertad religiosa y corrige la legislación que hiere al
cristianismo. Los fieles de la Iglesia eran el 10% de la población imperial (Siria, Asia Menor y
grandes ciudades del mediterráneo). Ahora estos creyentes son incorporados al “tejido social”,
ya que aceptan las normas y formas del Estado, pero al ser monoteístas dejaron por fuera el
culto al emperador. Con Constantino se ve de forma clara una especia de “Evangelización
imperial”, ya que este contribuyo en la construcción de las primeras basílicas (San Juan de
Letrán, San Pedro en el Vaticano y San Pablo).
Esta tolerancia fue mantenida también para diferentes cultos. Constantino mantuvo la tolerancia
hacia los símbolos paganos, quizás debido a que desde el senado, se mantenía cierto apoyo al
paganismo, por razones ideológicas además quizás por mantener una posición de cierta
hostilidad. Con cierta libertad de acción y sin tenerse que ocultar en ninguna catacumba más,
pudieron reforzar sus posiciones y en 325, el mismo Constantino con el Concilio de Nicea, apoyo
la ortodoxia cristiana. Sería con Teodosio en el año 380 cuando el cristianismo tras el Edicto de
Tesalónica se convierte en Religión Oficial del Imperio. Gibbon diría que se produce “el triunfo de
la barbarie y la religión”. A partir de Constantino se irán dando una serie de medidas legales que
perseguían a los cultos no cristianos hasta llegarse a la decisión de Teodosio, dándose la
expropiación de los bienes de los templos paganos. “Todos los pueblos sujetos a mi autoridad
sigan la religión que el apóstol Pedro predicó a los romanos”.(García de Cortázar, p. 70)
Al salir de la clandestinidad recuperó algunos templos o fue indemnizada por aquellos bienes
expropiados o destruidos en la persecución (303-311).
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Hay un intento de restauración del Paganismo frente a una religión excluyente como la veían
muchos romanos, como se dio con Juliano en 362, que defendía el sincretismo religioso. Con
este emperador, se dio una política de devolución a sus legítimos dueños de los bienes
incautados por la administración, además de dejándose sin efecto la legislación anti-pagana,
pero sin darse una persecución, al menos de forma directa ni sistemática contra los cristianos.
Con Juliano se atacó al cristianismo intentando fomentar las querellas internas dentro de la
Iglesia, al admitir las herejías. Intento desarrollar un monoteísmo pagano que sirviera de
contrapeso a la creciente influencia cristiana en todos los ámbitos. Finalmente recurrió a
medidas anticristianas como las multas a quienes no participaban en los cultos paganos o la
creación de un impuesto para los cristianos. Con la muerte de Juliano, también moriría el
Paganismo.
La iglesia tuvo un rol fundamental porque sirvió de elemento de fusión que contribuyo a la unidad
de dos mundos. Al institucionalizarse la iglesia y configurarse la jerarquía sobre la base
administrativa imperial, se desarrolla la institución pública, quedando la comunidad de fieles en
segundo plano. Se tiende a olvidar la teoría de dos sociedades: la comunidad cristiana –cuerpo
místico– y la comunidad estatal –sociedad temporal–, que agrupaba a todos los ciudadanos del
imperio sujetos a derecho y deberes comunes.
La figura del Obispo comienza a destacarse, convirtiéndose en una especie de funcionario y una
especie de líder en la sociedad. No será solo líder espiritual, sino que se transformara en el
patrono religioso de estas comunidades (siglo IV). Constantino les concedió jurisdicción secular.
Por lo que el obispo reunirá en si sacro potestad y autoridad civil. García de Cortázar, nos dice
que la iglesia se había convertido en la iglesia gobernada por los obispos dentro de la cual los
fieles laicos ocupaban un lugar subordinado.
Cuando llegan los germanos al desaparecer la autoridad civil adquiere el obispo la misma y se
convierte en la autoridad de la ciudad. No abandona su actividad pastoral, la cual en esta época
consistirá sobre todo en la evangelizar a los germanos. Esta labor podríamos denominarla
político-social.
En la tarea de la evangelización se destaca el papa Gregorio I (590-604) conocido generalmente
como Gregorio Magno, el mismo había formado parte del gobierno imperial, fue un gran
defensor de la Iglesia, portavoz de los intereses de la misma frente a Bizancio. Marco gran
trascendencia para la vida de la Iglesia, “…diferencia de los paganos, los cristianos poseían un
código basado de forma inmutable en la palabra de Dios de la que la Iglesia era el único
portavoz autorizado…” (ob. Cit. p.145). A través de él es que se conoce la regla benedictina
(celibato, regla de San Benito de Nursia). Recoge la doctrina que equipara el poder espiritual y el
temporal sin ser uno superior al otro. Esto se expresaría en los hechos de la siguiente forma: la
mayoría de los pueblos son cristianos, el rey también, y debe someterse a las mismas normas
que el resto de los cristianos.
En lugar de una “Iglesia Universal”, se da el surgimiento de una serie de “Iglesias nacionales”, a
lo cual no es objetable, pero estos debían reconocer que en su conjunto formaban la “única, y
católica iglesia” (p. 150).
Peter Brown sostiene “el mundo cristiano se convirtió en un mosaico de ‘microcristiandades’
adyacentes pero distintas”. Estas eran diferentes en cada religión, pero poseían la esencia de
toda la cultura cristiana.
El monacato en su forma primitiva, refleja tendencias profundamente inscritas en la naturaleza
humana, con tendencia al ascetismo, que impele al hombre a purificarse más y más de sus
faltas, y tendencia al misticismo, deseo que le es congénito de ver realizada de alguna manera
en este mundo su unión con Dios. El monacato es un sistema de vida que favorece y regula el
ejercicio de estas tendencias, y la vida monástica sería una serie de reacciones normales y
humanas ante las aspiraciones de tipo moral y espiritual de los hombres.
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Este sistema no fue privativo del cristianismo, ni siquiera fue la primera religión en llevarlo a la
práctica. El primitivo monacato cristiano se desarrolló en torno al Mediterráneo, concretamente
en el Bajo Egipto, en una zona donde era frecuente la huida al campo y a los refugios naturales
para eludir el control estatal y los impuestos. Aquí podemos distinguir a los anacoretas (viven en
un lugar solitario, entregados a la contemplación y a la penitencia) y a los ascetas (se dedican a
la práctica y ejercicio de la perfección espiritual). El monacato cristiano en su forma social, en
que los monjes aparecen ya como clase, aparece a fines del siglo III (San Antonio es el modelo).
En el Occidente la figura más importante es la de San Benito de Nursia, el mismo forma en Italia
un monasterio y da un reglamento, que San Gregorio dará a conocer como la regla benedictina,
cuyas reglas tiene como pilares: pobreza, castidad y obediencia. Aquí se difunde más lento y sus
iniciativas se multiplican hasta el siglo VI sin una dirección definida. Las experiencias Orientales
fueron conocidas gracias a San Atanasio, patriarca de Alejandría. Si bien los primeros lugares de
difusión están ubicados a orillas del Mediterráneo: España, con un florecimiento temprano y
caracteres distintos a otros lugares, es importante la obra de San Isidro, Juan Biclaro, etc.
Francia con fundadores y centros importantes San Martin de Tours (centro de la espiritualidad
merovingia), San Cesario de Arles, que en el siglo VI escribe la primera regla para comunidades
femeninas. A mediados del siglo V San Patricio evangeliza Irlanda, organizando la vida
monástica. Pero serán los benedictinos los que imprimirán su particular sello a la vida monástica
occidental. Lo que hizo San Benito de Nursia (480-549) fue encauzar y comprobar con sus
experiencias personales la doctrina y las tradiciones del monacato antiguo. En realidad, su
reglamento más que un código disciplinario es una reglamentación espiritual, alejada de todo
exceso rigorista. El monasterio está concebido a la medida de una gran familia en la que el abad
está dotado de amplísimos poderes y en el que la vida diaria se reparte a partes iguales entre el
oficio divino, la lectura, el trabajo manual y el descanso. Una forma de perfección al alcance de
todos en la que la discreción acaba convirtiéndose en la norma principal.
Bibliografía:
José Ángel García de Cortázar; “Historia Religiosa del Occidente Medieval (años 313-
1464)”, Akal, 2012.
Emilio Mitre, “Claves de la Iglesia en la Edad Media”, n°12 de las Claves de la Historia,
Barcelona, Planeta, 1991