La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, sino la fortaleza para aceptar el dolor y las pruebas de la vida con serenidad para progresar internamente. Requiere disfrutar del presente sin prisas y ver los problemas con claridad para solucionarlos de la mejor manera. También se necesita paciencia con quienes nos rodean, especialmente si ayudamos en su formación o enfermedad, aceptando sus defectos mientras luchan por superarlos.