ANTOLOGIA COMPLETA ANITA LA ABEJITA PARA LA LECTOESCRITURA EN PRIMER GRADO.pdf
Ladislao biro nació en budapest
1. BIROME
I INTRODUCCION.
Ladislao Biro nació en Budapest, Hungría, el 29 de septiembre de 1399. Luego de
varias ocupaciones, entre ellas la de auxiliar en una imprenta, ingresó al periodismo
húngaro. En eso estaba cuando advirtió el problema que sufrían todos los
periodistas, incluyéndolo, al utilizar en su trabajo la tradicional lapicera estilográfica.
La pluma se enganchaba en el papel al escribir demasiado rápido, nunca faltaban
manchones inoportunos y, lo que era peor, a menudo se terminaba la tinta en medio
de un apasionante reportaje.
Este hombre práctico, buscó la solución, pero todos sus intentos fracasaron hasta
que finalmente se resignó y olvidó la cosa, aunque él siguió usando uno de sus
inventos fallidos porque le era práctico.
“Birome”, contracción del apellido del inventor (l3iro) y de la primera sílaba del de su
colaborador Meyne.
II DESARROLLO.
Birome cierto día debió firmar su registro de ingreso a un hotel y sacó dicho invento
él cual fue observado por otra persona que se interesó por esa peculiar lapicera que
lo entrevistó más tarde en su cuarto privado y le propuso a Biro llevarlo, con su
invento, a su país, la Argentina, para producir y comercializar aquella novedad.
Por un lado, Ladislao Biro ni siquiera sabía en qué lugar del mundo había un país
llamado Argentina y, por otra parte, ya había desechado la posibilidad de producir en
serie su lapicera. No se mostró nada entusiasmado aunque agradeció el ofrecimiento
y dijo que lo pensarla.
Poco tiempo se inicia la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Hitler a Polonia
y dá comienzo a la persecución de los judíos. Ladislao Biro y su amigo Juan J. Meyne,
dueño de un taller de costura y colaborador en el ya olvidado invento de la lapicera,
se reunieron a principios de 1940 en casa del primero para hablar de un tema que
superaba a cualquier otro: su propia supervivencia.
Ambos eran de origen judío y sabían qué les ocurriría si no escapaban cuanto antes.
Pero ¿adónde? Hitler seguía avanzando y pronto toda Europa estaría en su poder.
Biro recuerda la oferta de ese señor argentino y se pone a buscar aquella tarjeta de
presentación que recibió en el Hotel Rogacka Clatina de Hungría.
Al poco tiempo, Biro y Meyne no tuvieron inconveniente alguno para ingresar en el
país que para ellos significaba la libertad y la propia vida. Recién en la Argentina y al
2. intentar ubicar a aquel hombre providencial para ellos, supieron de quién se trataba.
No era presidente de ninguna empresa.
Hasta febrero de 1938 había sido presidente, sí, pero de la Nación. Se trataba del
general e ingeniero Agustín P. Justo. Los recibió, los ayudé, instalaron una fábrica
con su auspicio y lanzaron al mercado las lapiceras a las que llamaron “Birome”,
contracción del apellido del inventor (l3iro) y de la primera sílaba del de su
colaborador Meyne.
En sus primeros intentos fracasaron, la birome perdía tinta y manchaba camisas,
sacos, documentos. Llegaron a venderla con un vale para la tintorería. El público dijo
no. Luego de un año de pruebas e intentos, Agustín IR Justo no pudo ayudarlos más
y se abrió del proyecto. Biro debía cerrar la fábrica, pero era un hombre con
demasiado empuje como para quedar en la lona después del primer puñetazo.
Era 1941, cuando reunió a los treinta y dos obreros de su fábrica y les contó, con
absoluta franqueza, los problemas que estaban viviendo, les dijo que él quería seguir.
Les advirtió que no podría pagarles hasta que la cosa resultara y preguntó si, a pesar
de todo, alguno de ellos lo acompañaría en la aventura.
Todos los acompañaron y en 1941 se le encontró la solución y nació el primer
bolígrafo “anti mancha”, inclusive funcionaban en los aviones, cosas que no ocurrían
con las lapiceras comunes de aquella época. El invento se hizo muy popular e
inclusive les hicieron un reportaje para la revista Time de EE.UU.
III. RESUMEN.
La birome se había ganado un importante lugar en el mundo y casi de inmediato
recibieron diversas ofertas por los derechos de fabricación y pensaban pedirle
300.000 dólares como una suma imposible, pero cuando llegaron a EE.UU. no
pudieron abrir la boca porque de entrada les ofrecieron: dos millones de dólares.
Su inventor, que había adoptado la ciudadanía argentina en la década del cuarenta,
tuvo muchos ofrecimientos para radicarse en los Estados Unidos, en Francia, en
Canadá y muchos otros sitios, pero no quiso dejar jamás el país con el que mantuvo
un romance desde que se conocieron y hasta siempre. Fue autor de más de otros
treinta inventos.