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Los diez cuadros del
boyero
Atribuidos a Kakuan Zenji, maestro zen chino del
siglo XII
Grabados de Tomikichiro Tokuriki, Kyoto
Cinco Versiones Distintas de lo Mismo
Ana María Schlüter Rodés
Enomiya Lassalle
D.T. Suzuki
Kuo´an Shyyuan (Kaku´an)
Anton Baron
Textos de Enomiya Lassalle
Zen un Camino hacia la propia identidad
BUSCAR AL BUEY
El primer cuadro muestra cómo el labrador busca sin orden
VER LAS PISADAS
El segundo, cómo descubre él, feliz, las huellas del buey.
VER AL BUEY
En el tercer cuadro, vemos cómo descubre al mismo buey, es decir llega a mirar su propio yo.
Por supuesto que esto es la visión del ser, la verdadera Iluminación, pero se equivocaría uno
mucho si se creyera que se ha llegado a la meta.
ATAR AL BUEY
Por ello, el cuarto cuadro: el campesino toma las riendas - lo que ha costado mucho
esfuerzo- pero el animal es recalcitrante y no le sigue. Esto debe significar, que en el hombre,
aún después de la visión del ser, no se han extinguido todavía todos los impulsos
desordenados. No tiene todavía al yo correctamente en su poder. El espíritu no es todavía
libre.
DOMAR AL BUEY
En el quinto cuadro se ve cómo el campesino dirige al buey con las riendas. Lo domina de tal
manera que el buey se deja conducir. Lentamente se hace el hombre señor de sí mismo. Pero
le cuesta todavía trabajo.
CABALGANDO SOBRE EL BUEY VOLVER A CASA
El sexto cuadro muestra cómo el campesino cabalga sobre el buey y toca complacido su
flauta. Ahora lo ha conseguido, no necesita esforzarse más. El hombre ha llegado entonces a
ser verdaderamente un iluminado. Pero todavía hay más.
EL BUEY OLVIDADO. EL HOMBRE MISMO SOLO
En el séptimo cuadro no se ve más al buey. El campesino está solo. Está sentado totalmente
contento frente a su casa. El hombre ha llegado no sólo a unirse con su yo, sino a
identificarse con él. El lugar de las fatigas anteriores han ocupado ahora total paz y
despreocupación.
HOMBRE Y BUEY OLVIDADOS
En el cuadro octavo no se ve ni al buey ni al campesino. Se ve solamente un círculo y no hay
nada dentro de él. Esto debe significar que han sido suprimidos todos los contrastes. El
hombre no está ya más en la disposición de decidirse: ahora tengo la Iluminación. Ya no
depende más de la Iluminación. Contrastes como Iluminación y no Iluminación ya no existen
más para él, todo ha llegado a ser para él uno. Los dos últimos cuadros representan la
repercusión completa de la Iluminación.
VOLVER AL ORIGEN
En el noveno cuadro se ven flores en un paisaje. Esto debe significar que fuera del iluminado
nada se ha cambiado. El monte en el que capturó al buey con tanta fatiga, está igualmente
como antes.

Unicamente el hombre mismo se ha transformado. El mira todas las cosas con ojos distintos.
Todo está ahora en paz. Todo aquello de lo cual debió liberarse con fatiga, regresa
transfigurado hacia él.
ENTRAR EN EL MERCADO CON LAS MANOS DISPUESTAS A AYUDAR
En el décimo cuadro vemos al campesino ir a la ciudad. De paso habla él con un hombre que
lleva una botella de vino de arroz y una canasta de pescado. Eso significa que el iluminado
ahora va hacia los hombres, para proporcionar a todos la verdadera libertad y la Iluminación.
Un oficio tan ordinario, como el de comerciante de pescado o de vino de arroz, no está
excluido de la Iluminación. El iluminado pone ahora toda su fuerza al servicio de sus prójimos.

Así pues, la Iluminación no sólo se ha hecho más fácil de alcanzar, sino que es aprovechada,
ante todo, para el perfeccionamiento de los hombres. Esta debe seguir siendo la propia meta,
porque el Zen no es en manera alguna un fanatismo o misticismo. Muy decididamente se
defienden contra esto los bonzos del Zen. Ellos señalarían desdeñosamente este intento
como un “Zen de zorros salvajes”. El hombre debe más bien comenzar con la Iluminación una
nueva vida, para lo cual dispone él de un medio excelente.
Enomiya Lassalle
Zen un Camino hacia la propia identidad
Una ayuda para entender la iluminación
Introducción a la meditación
Ed. Yoga, Zen y Orientalismo
pág. 58 a 60
Textos de Ana María Schlüter Rodés
BUSCAR AL BUEY
En el primero de estos cuadros aparece un campesino que ha perdido su buey, es el ser
humano en busca de su más profundo yo o yo-mismo. “Perdido en los bosques, aterrado...
está buscando a un buey que hallar no puede… En la espesa maleza sigue muchos senderos.
Cansados los huesos, doliente el corazón.” En realidad, el darse cuenta de que le falta algo
muy importante, que ha perdido algo esencial, ya es un gran paso. Muchos viven sin siquiera
darse cuenta de que les falta algo. “Der Mensch ist Hüter des Seins”[1], pastor, guardián del
ser, dice Heidegger en su carta de 1946 a Jean Beaufret Sobre el Humanismo; la cercanía del
ser es para Heidegger “Heimat”, la verdadera patria, a la que se trata de volver desde el
“olvido del ser” muy relacionado con la “técnica”.
VER LAS PISADAS
En el segundo cuadro, el pastor descubre las huellas del buey. “Ha visto innumerables
pisadas en el bosque y a orillas del agua... Nada logra ocultar la nariz de este buey que llega
hasta el mismo cielo.” En realidad nada lo puede ocultar, es evidente. El pastor empieza
remotamente a darse cuenta al descubrir sus pistas a través de personas, acontecimientos,
enseñanzas que le van orientando; persigue el camino que le marcan, en este caso practica
Zen.
VER AL BUEY
De esta forma -es el tercer cuadro- descubre, o redescubre, al buey, nada más un poco por
atrás, pero es el buey. “Trina un ruiseñor en la enramada, fulgura el sol en las salcedas
ondulantes ¡ahí está el buey! ¿Dónde iba a poder esconderse? ¿Qué artista sería capaz de
retratar esa espléndida testuz, esos majestuosos cuernos?” Es imposible expresarlo. Esto es
un primer momento de despertar, ken-sho, se dice en japonés, literalmente significa: ver la
realidad. Un primer despertar no hace a un despierto, o buda; es sólo el principio, el tercero
de diez cuadros.
ATAR AL BUEY
En los siguientes, desde el cuarto al séptimo, se refleja el proceso de transformación que va
teniendo lugar a partir de este momento. Es decisivo para que el proceso avance, llegar a atar
al buey, una disciplina, de lo contrario se vuelve a escapar. “Tiene que atarlo corto y no
soltarlo, porque el buey es arisco todavía, ya arremete contra las cumbres, ya se refocila en
brumoso desfiladero.”
DOMAR AL BUEY
En el siguiente “Tiene que tirar de la reata, para que el buey no se le escape, porque puede
perderse en los fangosos tremedales.” Ocurre como dice San Juan de la Cruz con otra
imagen: cuanto más se arrima el leño al fuego, más empieza a sudar y respendar *, sale a
relucir toda la humedad que antes ni se sospechaba que hubiera. De esta forma se va
curando. Es un proceso de purificación fuerte. “Cuidado como es debido, se hace limpio y
manso. Sin rienda sigue dócilmente a su amo.” Esto es lo que se ve en el quinto cuadro.

* El término respendar no existe en el Diccionario de Lengua Española.
CABALGANDO SOBRE EL BUEY VOLVER A CASA
En el sexto llega a soltar las riendas y está sentado libre tocando una flauta. Es un cuadro, ya
no de lucha sino de alegría y paz. “Cabalga libre como el aire… Donde quiera que vaya
levanta una brisa fresca, mientras en su corazón reina una honda tranquilidad. ¡Este buey no
necesita un solo tallo de hierba!” Sobran todas las palabras. Pero aún sigue habiendo dos,
pastor y buey.
EL BUEY OLVIDADO. EL HOMBRE MISMO SOLO
El poema del séptimo cuadro dice: “Solo, a lomos del buey logró volver a casa. Pero ¡hete
aquí! el buey ha desaparecido.” Ya no son dos, se ha producido una gran unidad, el boyero es
el buey, el ser humano errante y superficial se ha fundido con su ser más profundo. Pero aún
queda la conciencia de sí mismo.
HOMBRE Y BUEY OLVIDADOS
El octavo cuadro, el primero de los tres últimos, es un círculo vacío, en realidad no es un
cuadro sino más bien una imagen de lo que no tiene imagen, como dice Ueda Shizuteru. Es la
experiencia de haber desaparecido, es “morir la Gran Muerte”. Descubrir a raíz de ello que el
verdadero yo mismo no tiene imagen, no tiene forma, es no-yo, no nace ni muere. “Látigo,
rienda, buey y hombre pertenecen igualmente al vacío… Cuando se cae en la cuenta de este
estado, se llega a comprender por fin el espíritu de los antiguos patriarcas.”
VOLVER AL ORIGEN
Objeto y sujeto han desaparecido, y las cosas son simplemente como son. Ha vuelto a ser un
hombre ordinario. De la Gran Muerte surge la Gran Vida. Esto es lo que se representa en el
noveno cuadro, en el que suele aparecer la mayoría de las veces un paisaje, un río, flores,
mariposas. “Ha regresado al origen, ha vuelto a la fuente; sus pasos no han sido en vano. Es
como si ahora estuviera ciego y sordo… no apetece las cosas de fuera.” “Apetece un no sé
qué que se halla por ventura”, diría San Juan de la Cruz, “del divino ser tocado/ tiene el gusto
tan trocado/ que a los gustos desfallece.” Ya no ve la mera belleza exterior, en este sentido
está ciego y sordo y no apetece las cosas de fuera. ¿Qué es entonces lo que ve? “Los ríos
fluyen como fluyen, las flores florecen como florecen, de modo natural.” Aquí es donde tiene
lugar la experiencia de la belleza oculta, de lo verdaderamente bello, en el Zen. Sobre este
cuadro habrá que volver.
ENTRAR EN EL MERCADO CON LAS MANOS DISPUESTAS A AYUDAR
Este último cuadro, el décimo, es muy importante y característico del Zen, que ha surgido en
el ámbito del Budismo Mahayana, cuyo ideal es el bodisatva. Este, desde la experiencia de la
unidad con todos, percibe el dolor de los demás como suyo propio y desde ahí libera, salva.
Zen es experiencia del vacío, de lo que no cae en sentido, y es compasión. Esto se ve en el
último cuadro, cuyo poema reza: “Desnudo el pecho y descalzo entra el hombre en el
mercado. ¡Está cubierto de barro y polvo, pero cómo sonríe! Sin recurrir a poderes místicos
(parapsicológicos, se podría decir) hace florecer en un momento los árboles marchitos.”
From The Manual of Zen Buddhism, D.T. Suzuki
Images by Shubun (15 Century)
Fuente: http://www.sacred-texts.com/bud/mzb/oxherd.htm
1. Undisciplined
With his horns fiercely projected in the air the beast snorts,

Madly running over the mountain paths, farther and farther he goes astray!

A dark cloud is spread across the entrance of the valley,

And who knows how much of the fine fresh herb is trampled under his wild hoofs!
2. Discipline Begun
I am in possession of a straw rope, and I pass it through his nose,

For once he makes a frantic attempt to run away, but he is severely whipped and whipped;

The beast resists the training with all the power there is in a nature wild and ungoverned,

But the rustic oxherd never relaxes his pulling tether and ever-ready whip.

Oxherding: pastoreo del buey
3. In Harness
Gradually getting into harness the beast is now content to be led by the nose,

Crossing the stream, walking along the mountain path, he follows every step of the leader;

The leader holds the rope tightly in his hand never letting it go,

All day long he is on the alert almost unconscious of what fatigue is.
4. Faced Round
After long days of training the result begins to tell and the beast is faced round,

A nature so wild and ungoverned is finally broken, he has become gentler;

But the tender has not yet given him his full confidence,

He still keeps his straw rope with which the ox is now tied to a tree.
5. Tamed
Under the green willow tree and by the ancient mountain stream,

The ox is set at liberty to pursue his own pleasures;

At the eventide when a grey mist descends on the pasture,

The boy wends his homeward way with the animal quietly following.
6. Unimpeded
On the verdant field the beast contentedly lies idling his time away,

No whip is needed now, nor any kind of restraint;

The boy too sits leisurely under the pine tree,

Playing a tune of peace, overflowing with joy.
7. Laissez Faire
The spring stream in the evening sun flows languidly along the willow-lined bank,

In the hazy atmosphere the meadow grass is seen growing thick;

When hungry he grazes, when thirsty he quaffs, as time sweetly slides,

While the boy on the rock dozes for hours not noticing anything that goes on about him.
8. All Forgotten
The beast all in white now is surrounded by the white clouds,

The man is perfectly at his ease and care-free, so is his companion;

The white clouds penetrated by the moon-light cast their white shadows below,

The white clouds and the bright moon-light-each following its course of movement.
9. The Solitary Moon
Nowhere is the beast, and the oxherd is master of his time,

He is a solitary cloud wafting lightly along the mountain peaks;

Clapping his hands he sings joyfully in the moon-light,

But remember a last wall is still left barring his homeward walk.
10. Both Vanished
Both the man and the animal have disappeared, no traces are left,

The bright moon-light is empty and shadowless with all the ten-thousand objects in it;

If anyone should ask the meaning of this,

Behold the lilies of the field and its fresh sweet-scented verdure.
Prosa y verso de Kuo´an Shyyuan (Kaku´an)
Fuente: Retiro Zen de Luis Gómez. La Vía del Silencio. Tonalli, 1-4 de octubre de 2009
De Kuo´an no se sabe mucho, se supone que vivió a mediados del siglo 12, pertenecía al
linaje Yangchi de la tradición de Linji (linji-zong, rinzai-shü) y fue discípulo de Dasui
Fazhen (1065-1135).
Compuso esta obra en plena época de la controversia entre Dahui y Hongzhi sobre la
función de las palabras y el silencio, y, desde luego, de la famosa quema del Biyan-lu.
Sus diez cuadros representan al parecer una polémica contra los cinco cuadros de
Qingju (Ching-chu/Seikyo), y quizá es la base para la versión del sendero en seis
cuadros de Zide Hui (Tzu-te Hui/Jitoku Ki)
Nota sobre los grabados: la imagen es la misma, pero los caracteres chinos abajo no.
1. En pos del búfalo
Esta bestia nunca se ha perdido. ¿Para qué buscarla entonces? Este zagal anda extraviado,
porque no quiere ver; como el polvo le empaña los ojos, la bestia se le ha perdido. Se aleja
cada vez más de su tierra natal; pronto se extravía por sendas perdidas. Su anhelo por ganar
y su miedo de perder le hacen arder como el fuego; sus ideas de lo que es bueno y lo que es
malo se alzan como lanzas afiladas.

Desasosegado, aparta la maleza y continúa la búsqueda.
Entre ríos anchurosos y montes distantes se pierde el sendero.
Exhausto, desanimado, ya no sabe dónde más buscar.
Sólo oye el canto de la cigarra nocturna entre los arces.
2. Descubre las huellas
Con la ayuda de los sutras, ha comprendido el sentido. Investigando las enseñanzas,
reconoce las huellas. Comprende claramente que por distinto sea un cáliz de otro todos son
de un mismo oro, que él mismo y las diez mil cosas son una misma cosa. Pero, mientras no
pueda distinguir el camino correcto del camino errado, ¿cómo podrá separar lo genuino de lo
falso? Todavía no ha pasado por la puerta; por el momento, sólo ha visto huellas.

A orillas del río, bajo la sombra de los árboles: huellas abundantes, dispersas.
Entre olorosas yerbas espesas, ¿hallará el camino?
No importa cuánto se adentre por lejanas montañas,
no logra esconder el hocico que llega al mismo cielo.
3. Ve la bestia
Sigue los sonidos del bosque hasta encontrar el camino. Donde quiera que mira encuentra la
fuente de las cosas. Sus seis sentidos de centinelas en cada puerta, no hay diferencia alguna
en lo que cada uno percibe. En todo lo que hace se manifiesta el mismo rostro, el mismo
espíritu. Es como el sabor de la sal en el agua o la cola en el pigmento. Cuando abre los ojos,
sabe que esto no es distinto de aquello.

En una rama se oye el trinar de un ruiseñor;
bajo el sol cálido, brisa serena; a orillas del río, sauces verdes.
Allí está y no tiene a donde huir.
Cuernos imponentes en la cabeza - ningún artista puede pintarlos.
4. Enlaza la res
Por mucho tiempo estuvo perdida en la selva; pero hoy por fin este zagal da con ella.
Mientras se deje dominar por el ámbito de los sentidos, no podrá dominar esta bestia.
Todavía añora los campos perfumados de antaño. Es un animal salvaje, y no se deja domar. Si
el pastor quiere que el búfalo haga lo que él dice, tiene que usar el látigo consistentemente.

Con un esfuerzo que lo consume, el zagal por fin agarra la res.
Pero cuán salvaje es esta res; cuán difícil de gobernar.
A ratos se la ve trotar en un claro en el bosque.
Pero de pronto se pierde en la niebla en un paso entre montañas.
5. Lleva la Res a Pastar
Si de repente se levanta un pensamiento, el siguiente lo persigue de cerca, y luego otro. Con
tan solo despertar, todos se convierten en la verdad. Pero, en la confusa locura del ensueño
se vuelven engaños. Nada de esto lo causan los objetos externos, sólo nace de nuestro
propio pensamiento. ¡Jala con fuerza este anillo que agarra el búfalo por la nariz! No te
permitas un instante de vacilación.

En ningún momento debe soltar el látigo y el lazo,
no sea que este animal se le escape a campear en el polvo y el lodo.
Cuando se la lleva a pastar como es debido, esta bestia se torna dócil.
Entonces seguirá a su pastor de buen grado, sin nada que la ate.
6. Montado sobre la res, regresa a casa
La lucha ha terminado. Al pastor ya no le importa ganar o perder. Canturrea el cántico rústico
del leñador, su flauta silba las melodías de los niños campesinos. Montado sobre el búfalo,
sus ojos se alzan hacia el firmamento. Aunque lo llames por su nombre, no volverá la mirada;
nada lo puede detener.

Montado sobre el búfalo, va camino de casa.
Envuelta en la niebla del atardecer, su flauta desaparece.
Canta un cántico alegre, su corazón lleno de inefable regocijo.
No hace falta decir que ahora es uno de los que saben.
7. La res olvidada, queda un ser humano
Entre todas las cosas no hay una que sea doble. Provisionalmente hizo de la res el centro de
atención. Es como la trampa y la liebre, que no llevan el mismo nombre; distinguimos
claramente entre la red y el pescado. Es como si separara el oro de la mena; es como la luna
que asoma entre las nubes. Un solo rayo de luz refrescante brilla desde antes que hubiera
ningún buda.

Montado sobre el búfalo, ya está de vuelta a casa.
Y allí el búfalo desaparece; el hombre, sentado serenamente, solo.
Aunque el sol rojo está en el cielo, el zagal todavía sueña en silencio.
Bajo el techo de paja yacen el látigo y el lazo, inútiles y olvidados.
8. Res y Ser Humano Olvidados por Igual
Libre de toda turbación, yace serenamente -ni siquiera desea ser santo. No se detiene en el
lugar donde hay un buda, y donde no hay ningún buda pasa rápidamente. Cuando las cosas
ya no se parten en dos, hasta el boidsatva Guanyin con sus mil ojos no puede ver ninguna
salida. La santidad ante la cual los pájaros ofrecen flores es una farsa.

Todo es vacío por igual: látigo, lazo, zagal y res.
¿Quién puede medir el firmamento vasto?
Cuando el fuego arde, no hay copo de nieve que llegue al suelo.
Cuando sucede esto, se manifiesta el espíritu de los antepasados.
9. Regresa al origen, de vuelta a la fuente
Desde un principio, puro e inmaculado, el zagal nunca ha sido mancillado por la turbación.
Contempla el crecer de todas las cosas, mientras él mismo permanece en la serenidad
inmóvil de no afirmar nada. No se identifica con las ilusiones ni con un yo verdadero.
Simplemente: las aguas son azules, las montañas son verdes. Sentado solo, tan solo observa
cómo las cosas se transforman.

Regresar al origen, volver a la fuente -con esto ya da un pie en falso.
¡Mejor sería quedarse en casa, ciego y sordo, y sin nada que hacer!
Sentado en su choza, no toma noticia de lo que pasa afuera.
Mira como fluye la corriente -nadie sabe hacia dónde. Las flores son rojas- pero, ¿para quién?
10. En el mercado, benevolencia a manos llenas
Cuando cierra la puerta de su choza de paja, incluso los más sabios no lo conocen. Nadie
atisba su vida interior, porque camina por su propio camino sin seguirle los pasos a los
antiguos sabios. Entra al mercado con una calabaza por vasija; se vuelve a casa apoyado en
su báculo. Se le ve en compañía de borrachos y carniceros, todos ellos convertidos se
vuelven budas.

El pecho al descubierto, descalzo, sale al mercado.
Cubierto de lodo y cenizas, ¡qué sonrisa tan amplia!
No necesita el poder milagroso de los dioses;
porque tan sólo con tocarlos hace florecer los árboles muertos.
Diversas etapas del proceso de despertar
Búsqueda, domesticación y pastoreo del buey
PASTOREO DEL BUEY
Fuente: El Budismo Zen por Anton Baron.
http://www.bosquetheravada.org/545-el-budismo-zen
El despertar, dentro del budismo Zen, tiene carácter súbito pero, debido a los
numerosos obstáculos a los que nos enfrentamos, muchas veces requiere de una
constante práctica y ejercicios para ser alcanzado. Para expresar esta verdad, el Zen
elaboró unas figuras referentes al “Pastoreo del buey”, que se hicieron muy populares y
que representan las diversas etapas del proceso de despertar. El buey, en esta historia,
simboliza nuestra mente, la cual puede llegar a ser una buena sirvienta, pero es pésima
en su rol de ama. A continuación, las diez figuras que describen la búsqueda, la
domesticación y el pastoreo del buey, simbólicamente el proceso de despertar de
nuestra mente.
1. Buscando al buey
El buey nunca se hubo perdido. ¿Qué necesidad hay de buscarlo? Solamente porque estaba
separado de mi verdadera naturaleza, es que no pude encontrarlo. Debido a la confusión de
los sentidos, estoy perdiendo sus huellas. Lejos de casa, miro las encrucijadas, pero ¿cuál es
el camino correcto? nunca lo se. La codicia y el miedo, el bien y el mal me confunden y me
enredan cada vez más.
2. Hallando las huellas
Comprendiendo las enseñanzas, empiezo a descubrir las huellas del buey. Luego, aprendo
esto: así como muchas herramientas están hechas del mismo metal, así también millones de
entidades están hechas del mismo ser. A menos que yo discrimine entre ellas, ¡no es posible
que perciba la verdad como si fuera mentira! Aunque todavía no he entrado por la puerta, aún
así ya puedo vislumbrar cuál es el camino, gracias a las huellas.
3. Percibiendo al buey
Cuando uno escucha la voz, se puede saber de dónde proviene. Tan pronto como los seis
sentidos emergen, se traspasa la puerta. Dondequiera que uno vaya, se puede ver la cabeza
del buey que está en todas partes: como la sal en el agua o el color en la sustancia. Esta
sublime visión ya no se aparta de mi.
4. Atrapando al buey
El habitó los bosques por largo tiempo, pero ¡hoy va a ser cautivado! El caprichoso paisaje
obstruyó la visión. Añorando los dulces pastos, el buey empezó a deambular otra vez. Su
mente aún es desenfrenada y poco perseverante. Para someterlo, tendré que usar mi látigo.
5. Domesticando al buey
Cuando un pensamiento surge, otro lo sigue. Cuando el primero salta desde la iluminación,
todos los subsiguientes son verdaderos. Por culpa de la falsa ilusión, uno hace todas las
cosas inciertas. La falsa ilusión no está causada por la objetividad, sino más bien es el
producto de la subjetividad. La tarea es: sostener la riendas firmemente y no permitir las
dudas.
6. Cabalgando al buey camino a casa
El forcejeo está superado; tanto las victorias como las derrotas fueron asimiladas. Canto la
canción del guardabosque y afino mi tonada para jugar con los niños. Montado en el buey,
observo las nubes. Camino hacia adelante, sin preocuparme por si algo o alguien pueda
hacerme retroceder.
7. Yendo más allá del buey
Todo es uno, no hay dualidad. Para nosotros, el buey es tan sólo un tema pasajero. Es sólo
como si fuera una trampa puesta para capturar al conejo o una red para pescar al pez. Esto
se parece al oro que se asoma de la escoria o a la luna que emerge de entre las nubes. Un
camino claramente iluminado a lo largo del tiempo, sin fin.
8. Yendo más allá del buey y de uno mismo
La mediocridad se ha ido. La mente está despejada de las limitaciones. No estoy buscando
un estado de iluminación. Tampoco continuo donde la misma no exista. Desde que no
persisto en ninguna condición, los ojos de los otros no pueden verme. Aunque miles de aves
desparramaran flores sobre mi camino, para mi, semejante elogio no tendría importancia
alguna.
9. Alcanzando la fuente
Desde el comienzo la verdad era clara. Suspendido en el silencio, observo las formas
integrando y desintegrándose. Uno que no tiene apego a las “formas” no necesita ser “re-
formado”. El agua es verde esmeralda, la montaña es azul índigo y contemplo aquello que es
creado y aquello que es destruido.
10. Entrando al mundo
Estando al otro lado de la puerta, ni diez mil sabihondos sabrán quién vive allí. La belleza de
mi jardín es invisible. ¿Por qué debería uno buscar y seguir las huellas de los que nos
precedieron? Me voy al mercado con mi botella de vino y retorno a casa con mis cosas. Hago
una visita al mercado y a la tienda de vinos, y cada cual a quien miro, se convierte en
iluminado.
Unas palabras finales
EL SILENCIO DEL ZEN
- Maestro, ¿dónde está la verdad?.
- Ve y lava los cacharros.

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Los diez cuadros del boyero

  • 1. Los diez cuadros del boyero Atribuidos a Kakuan Zenji, maestro zen chino del siglo XII Grabados de Tomikichiro Tokuriki, Kyoto
  • 2. Cinco Versiones Distintas de lo Mismo Ana María Schlüter Rodés Enomiya Lassalle D.T. Suzuki Kuo´an Shyyuan (Kaku´an) Anton Baron
  • 3. Textos de Enomiya Lassalle Zen un Camino hacia la propia identidad
  • 4. BUSCAR AL BUEY El primer cuadro muestra cómo el labrador busca sin orden
  • 5. VER LAS PISADAS El segundo, cómo descubre él, feliz, las huellas del buey.
  • 6. VER AL BUEY En el tercer cuadro, vemos cómo descubre al mismo buey, es decir llega a mirar su propio yo. Por supuesto que esto es la visión del ser, la verdadera Iluminación, pero se equivocaría uno mucho si se creyera que se ha llegado a la meta.
  • 7. ATAR AL BUEY Por ello, el cuarto cuadro: el campesino toma las riendas - lo que ha costado mucho esfuerzo- pero el animal es recalcitrante y no le sigue. Esto debe significar, que en el hombre, aún después de la visión del ser, no se han extinguido todavía todos los impulsos desordenados. No tiene todavía al yo correctamente en su poder. El espíritu no es todavía libre.
  • 8. DOMAR AL BUEY En el quinto cuadro se ve cómo el campesino dirige al buey con las riendas. Lo domina de tal manera que el buey se deja conducir. Lentamente se hace el hombre señor de sí mismo. Pero le cuesta todavía trabajo.
  • 9. CABALGANDO SOBRE EL BUEY VOLVER A CASA El sexto cuadro muestra cómo el campesino cabalga sobre el buey y toca complacido su flauta. Ahora lo ha conseguido, no necesita esforzarse más. El hombre ha llegado entonces a ser verdaderamente un iluminado. Pero todavía hay más.
  • 10. EL BUEY OLVIDADO. EL HOMBRE MISMO SOLO En el séptimo cuadro no se ve más al buey. El campesino está solo. Está sentado totalmente contento frente a su casa. El hombre ha llegado no sólo a unirse con su yo, sino a identificarse con él. El lugar de las fatigas anteriores han ocupado ahora total paz y despreocupación.
  • 11. HOMBRE Y BUEY OLVIDADOS En el cuadro octavo no se ve ni al buey ni al campesino. Se ve solamente un círculo y no hay nada dentro de él. Esto debe significar que han sido suprimidos todos los contrastes. El hombre no está ya más en la disposición de decidirse: ahora tengo la Iluminación. Ya no depende más de la Iluminación. Contrastes como Iluminación y no Iluminación ya no existen más para él, todo ha llegado a ser para él uno. Los dos últimos cuadros representan la repercusión completa de la Iluminación.
  • 12. VOLVER AL ORIGEN En el noveno cuadro se ven flores en un paisaje. Esto debe significar que fuera del iluminado nada se ha cambiado. El monte en el que capturó al buey con tanta fatiga, está igualmente como antes. Unicamente el hombre mismo se ha transformado. El mira todas las cosas con ojos distintos. Todo está ahora en paz. Todo aquello de lo cual debió liberarse con fatiga, regresa transfigurado hacia él.
  • 13. ENTRAR EN EL MERCADO CON LAS MANOS DISPUESTAS A AYUDAR En el décimo cuadro vemos al campesino ir a la ciudad. De paso habla él con un hombre que lleva una botella de vino de arroz y una canasta de pescado. Eso significa que el iluminado ahora va hacia los hombres, para proporcionar a todos la verdadera libertad y la Iluminación. Un oficio tan ordinario, como el de comerciante de pescado o de vino de arroz, no está excluido de la Iluminación. El iluminado pone ahora toda su fuerza al servicio de sus prójimos. Así pues, la Iluminación no sólo se ha hecho más fácil de alcanzar, sino que es aprovechada, ante todo, para el perfeccionamiento de los hombres. Esta debe seguir siendo la propia meta, porque el Zen no es en manera alguna un fanatismo o misticismo. Muy decididamente se defienden contra esto los bonzos del Zen. Ellos señalarían desdeñosamente este intento como un “Zen de zorros salvajes”. El hombre debe más bien comenzar con la Iluminación una nueva vida, para lo cual dispone él de un medio excelente.
  • 14. Enomiya Lassalle Zen un Camino hacia la propia identidad Una ayuda para entender la iluminación Introducción a la meditación Ed. Yoga, Zen y Orientalismo pág. 58 a 60
  • 15. Textos de Ana María Schlüter Rodés
  • 16. BUSCAR AL BUEY En el primero de estos cuadros aparece un campesino que ha perdido su buey, es el ser humano en busca de su más profundo yo o yo-mismo. “Perdido en los bosques, aterrado... está buscando a un buey que hallar no puede… En la espesa maleza sigue muchos senderos. Cansados los huesos, doliente el corazón.” En realidad, el darse cuenta de que le falta algo muy importante, que ha perdido algo esencial, ya es un gran paso. Muchos viven sin siquiera darse cuenta de que les falta algo. “Der Mensch ist Hüter des Seins”[1], pastor, guardián del ser, dice Heidegger en su carta de 1946 a Jean Beaufret Sobre el Humanismo; la cercanía del ser es para Heidegger “Heimat”, la verdadera patria, a la que se trata de volver desde el “olvido del ser” muy relacionado con la “técnica”.
  • 17. VER LAS PISADAS En el segundo cuadro, el pastor descubre las huellas del buey. “Ha visto innumerables pisadas en el bosque y a orillas del agua... Nada logra ocultar la nariz de este buey que llega hasta el mismo cielo.” En realidad nada lo puede ocultar, es evidente. El pastor empieza remotamente a darse cuenta al descubrir sus pistas a través de personas, acontecimientos, enseñanzas que le van orientando; persigue el camino que le marcan, en este caso practica Zen.
  • 18. VER AL BUEY De esta forma -es el tercer cuadro- descubre, o redescubre, al buey, nada más un poco por atrás, pero es el buey. “Trina un ruiseñor en la enramada, fulgura el sol en las salcedas ondulantes ¡ahí está el buey! ¿Dónde iba a poder esconderse? ¿Qué artista sería capaz de retratar esa espléndida testuz, esos majestuosos cuernos?” Es imposible expresarlo. Esto es un primer momento de despertar, ken-sho, se dice en japonés, literalmente significa: ver la realidad. Un primer despertar no hace a un despierto, o buda; es sólo el principio, el tercero de diez cuadros.
  • 19. ATAR AL BUEY En los siguientes, desde el cuarto al séptimo, se refleja el proceso de transformación que va teniendo lugar a partir de este momento. Es decisivo para que el proceso avance, llegar a atar al buey, una disciplina, de lo contrario se vuelve a escapar. “Tiene que atarlo corto y no soltarlo, porque el buey es arisco todavía, ya arremete contra las cumbres, ya se refocila en brumoso desfiladero.”
  • 20. DOMAR AL BUEY En el siguiente “Tiene que tirar de la reata, para que el buey no se le escape, porque puede perderse en los fangosos tremedales.” Ocurre como dice San Juan de la Cruz con otra imagen: cuanto más se arrima el leño al fuego, más empieza a sudar y respendar *, sale a relucir toda la humedad que antes ni se sospechaba que hubiera. De esta forma se va curando. Es un proceso de purificación fuerte. “Cuidado como es debido, se hace limpio y manso. Sin rienda sigue dócilmente a su amo.” Esto es lo que se ve en el quinto cuadro. * El término respendar no existe en el Diccionario de Lengua Española.
  • 21. CABALGANDO SOBRE EL BUEY VOLVER A CASA En el sexto llega a soltar las riendas y está sentado libre tocando una flauta. Es un cuadro, ya no de lucha sino de alegría y paz. “Cabalga libre como el aire… Donde quiera que vaya levanta una brisa fresca, mientras en su corazón reina una honda tranquilidad. ¡Este buey no necesita un solo tallo de hierba!” Sobran todas las palabras. Pero aún sigue habiendo dos, pastor y buey.
  • 22. EL BUEY OLVIDADO. EL HOMBRE MISMO SOLO El poema del séptimo cuadro dice: “Solo, a lomos del buey logró volver a casa. Pero ¡hete aquí! el buey ha desaparecido.” Ya no son dos, se ha producido una gran unidad, el boyero es el buey, el ser humano errante y superficial se ha fundido con su ser más profundo. Pero aún queda la conciencia de sí mismo.
  • 23. HOMBRE Y BUEY OLVIDADOS El octavo cuadro, el primero de los tres últimos, es un círculo vacío, en realidad no es un cuadro sino más bien una imagen de lo que no tiene imagen, como dice Ueda Shizuteru. Es la experiencia de haber desaparecido, es “morir la Gran Muerte”. Descubrir a raíz de ello que el verdadero yo mismo no tiene imagen, no tiene forma, es no-yo, no nace ni muere. “Látigo, rienda, buey y hombre pertenecen igualmente al vacío… Cuando se cae en la cuenta de este estado, se llega a comprender por fin el espíritu de los antiguos patriarcas.”
  • 24. VOLVER AL ORIGEN Objeto y sujeto han desaparecido, y las cosas son simplemente como son. Ha vuelto a ser un hombre ordinario. De la Gran Muerte surge la Gran Vida. Esto es lo que se representa en el noveno cuadro, en el que suele aparecer la mayoría de las veces un paisaje, un río, flores, mariposas. “Ha regresado al origen, ha vuelto a la fuente; sus pasos no han sido en vano. Es como si ahora estuviera ciego y sordo… no apetece las cosas de fuera.” “Apetece un no sé qué que se halla por ventura”, diría San Juan de la Cruz, “del divino ser tocado/ tiene el gusto tan trocado/ que a los gustos desfallece.” Ya no ve la mera belleza exterior, en este sentido está ciego y sordo y no apetece las cosas de fuera. ¿Qué es entonces lo que ve? “Los ríos fluyen como fluyen, las flores florecen como florecen, de modo natural.” Aquí es donde tiene lugar la experiencia de la belleza oculta, de lo verdaderamente bello, en el Zen. Sobre este cuadro habrá que volver.
  • 25. ENTRAR EN EL MERCADO CON LAS MANOS DISPUESTAS A AYUDAR Este último cuadro, el décimo, es muy importante y característico del Zen, que ha surgido en el ámbito del Budismo Mahayana, cuyo ideal es el bodisatva. Este, desde la experiencia de la unidad con todos, percibe el dolor de los demás como suyo propio y desde ahí libera, salva. Zen es experiencia del vacío, de lo que no cae en sentido, y es compasión. Esto se ve en el último cuadro, cuyo poema reza: “Desnudo el pecho y descalzo entra el hombre en el mercado. ¡Está cubierto de barro y polvo, pero cómo sonríe! Sin recurrir a poderes místicos (parapsicológicos, se podría decir) hace florecer en un momento los árboles marchitos.”
  • 26. From The Manual of Zen Buddhism, D.T. Suzuki Images by Shubun (15 Century) Fuente: http://www.sacred-texts.com/bud/mzb/oxherd.htm
  • 27. 1. Undisciplined With his horns fiercely projected in the air the beast snorts, Madly running over the mountain paths, farther and farther he goes astray! A dark cloud is spread across the entrance of the valley, And who knows how much of the fine fresh herb is trampled under his wild hoofs!
  • 28. 2. Discipline Begun I am in possession of a straw rope, and I pass it through his nose, For once he makes a frantic attempt to run away, but he is severely whipped and whipped; The beast resists the training with all the power there is in a nature wild and ungoverned, But the rustic oxherd never relaxes his pulling tether and ever-ready whip. Oxherding: pastoreo del buey
  • 29. 3. In Harness Gradually getting into harness the beast is now content to be led by the nose, Crossing the stream, walking along the mountain path, he follows every step of the leader; The leader holds the rope tightly in his hand never letting it go, All day long he is on the alert almost unconscious of what fatigue is.
  • 30. 4. Faced Round After long days of training the result begins to tell and the beast is faced round, A nature so wild and ungoverned is finally broken, he has become gentler; But the tender has not yet given him his full confidence, He still keeps his straw rope with which the ox is now tied to a tree.
  • 31. 5. Tamed Under the green willow tree and by the ancient mountain stream, The ox is set at liberty to pursue his own pleasures; At the eventide when a grey mist descends on the pasture, The boy wends his homeward way with the animal quietly following.
  • 32. 6. Unimpeded On the verdant field the beast contentedly lies idling his time away, No whip is needed now, nor any kind of restraint; The boy too sits leisurely under the pine tree, Playing a tune of peace, overflowing with joy.
  • 33. 7. Laissez Faire The spring stream in the evening sun flows languidly along the willow-lined bank, In the hazy atmosphere the meadow grass is seen growing thick; When hungry he grazes, when thirsty he quaffs, as time sweetly slides, While the boy on the rock dozes for hours not noticing anything that goes on about him.
  • 34. 8. All Forgotten The beast all in white now is surrounded by the white clouds, The man is perfectly at his ease and care-free, so is his companion; The white clouds penetrated by the moon-light cast their white shadows below, The white clouds and the bright moon-light-each following its course of movement.
  • 35. 9. The Solitary Moon Nowhere is the beast, and the oxherd is master of his time, He is a solitary cloud wafting lightly along the mountain peaks; Clapping his hands he sings joyfully in the moon-light, But remember a last wall is still left barring his homeward walk.
  • 36. 10. Both Vanished Both the man and the animal have disappeared, no traces are left, The bright moon-light is empty and shadowless with all the ten-thousand objects in it; If anyone should ask the meaning of this, Behold the lilies of the field and its fresh sweet-scented verdure.
  • 37. Prosa y verso de Kuo´an Shyyuan (Kaku´an) Fuente: Retiro Zen de Luis Gómez. La Vía del Silencio. Tonalli, 1-4 de octubre de 2009
  • 38. De Kuo´an no se sabe mucho, se supone que vivió a mediados del siglo 12, pertenecía al linaje Yangchi de la tradición de Linji (linji-zong, rinzai-shü) y fue discípulo de Dasui Fazhen (1065-1135). Compuso esta obra en plena época de la controversia entre Dahui y Hongzhi sobre la función de las palabras y el silencio, y, desde luego, de la famosa quema del Biyan-lu. Sus diez cuadros representan al parecer una polémica contra los cinco cuadros de Qingju (Ching-chu/Seikyo), y quizá es la base para la versión del sendero en seis cuadros de Zide Hui (Tzu-te Hui/Jitoku Ki) Nota sobre los grabados: la imagen es la misma, pero los caracteres chinos abajo no.
  • 39. 1. En pos del búfalo Esta bestia nunca se ha perdido. ¿Para qué buscarla entonces? Este zagal anda extraviado, porque no quiere ver; como el polvo le empaña los ojos, la bestia se le ha perdido. Se aleja cada vez más de su tierra natal; pronto se extravía por sendas perdidas. Su anhelo por ganar y su miedo de perder le hacen arder como el fuego; sus ideas de lo que es bueno y lo que es malo se alzan como lanzas afiladas. Desasosegado, aparta la maleza y continúa la búsqueda. Entre ríos anchurosos y montes distantes se pierde el sendero. Exhausto, desanimado, ya no sabe dónde más buscar. Sólo oye el canto de la cigarra nocturna entre los arces.
  • 40. 2. Descubre las huellas Con la ayuda de los sutras, ha comprendido el sentido. Investigando las enseñanzas, reconoce las huellas. Comprende claramente que por distinto sea un cáliz de otro todos son de un mismo oro, que él mismo y las diez mil cosas son una misma cosa. Pero, mientras no pueda distinguir el camino correcto del camino errado, ¿cómo podrá separar lo genuino de lo falso? Todavía no ha pasado por la puerta; por el momento, sólo ha visto huellas. A orillas del río, bajo la sombra de los árboles: huellas abundantes, dispersas. Entre olorosas yerbas espesas, ¿hallará el camino? No importa cuánto se adentre por lejanas montañas, no logra esconder el hocico que llega al mismo cielo.
  • 41. 3. Ve la bestia Sigue los sonidos del bosque hasta encontrar el camino. Donde quiera que mira encuentra la fuente de las cosas. Sus seis sentidos de centinelas en cada puerta, no hay diferencia alguna en lo que cada uno percibe. En todo lo que hace se manifiesta el mismo rostro, el mismo espíritu. Es como el sabor de la sal en el agua o la cola en el pigmento. Cuando abre los ojos, sabe que esto no es distinto de aquello. En una rama se oye el trinar de un ruiseñor; bajo el sol cálido, brisa serena; a orillas del río, sauces verdes. Allí está y no tiene a donde huir. Cuernos imponentes en la cabeza - ningún artista puede pintarlos.
  • 42. 4. Enlaza la res Por mucho tiempo estuvo perdida en la selva; pero hoy por fin este zagal da con ella. Mientras se deje dominar por el ámbito de los sentidos, no podrá dominar esta bestia. Todavía añora los campos perfumados de antaño. Es un animal salvaje, y no se deja domar. Si el pastor quiere que el búfalo haga lo que él dice, tiene que usar el látigo consistentemente. Con un esfuerzo que lo consume, el zagal por fin agarra la res. Pero cuán salvaje es esta res; cuán difícil de gobernar. A ratos se la ve trotar en un claro en el bosque. Pero de pronto se pierde en la niebla en un paso entre montañas.
  • 43. 5. Lleva la Res a Pastar Si de repente se levanta un pensamiento, el siguiente lo persigue de cerca, y luego otro. Con tan solo despertar, todos se convierten en la verdad. Pero, en la confusa locura del ensueño se vuelven engaños. Nada de esto lo causan los objetos externos, sólo nace de nuestro propio pensamiento. ¡Jala con fuerza este anillo que agarra el búfalo por la nariz! No te permitas un instante de vacilación. En ningún momento debe soltar el látigo y el lazo, no sea que este animal se le escape a campear en el polvo y el lodo. Cuando se la lleva a pastar como es debido, esta bestia se torna dócil. Entonces seguirá a su pastor de buen grado, sin nada que la ate.
  • 44. 6. Montado sobre la res, regresa a casa La lucha ha terminado. Al pastor ya no le importa ganar o perder. Canturrea el cántico rústico del leñador, su flauta silba las melodías de los niños campesinos. Montado sobre el búfalo, sus ojos se alzan hacia el firmamento. Aunque lo llames por su nombre, no volverá la mirada; nada lo puede detener. Montado sobre el búfalo, va camino de casa. Envuelta en la niebla del atardecer, su flauta desaparece. Canta un cántico alegre, su corazón lleno de inefable regocijo. No hace falta decir que ahora es uno de los que saben.
  • 45. 7. La res olvidada, queda un ser humano Entre todas las cosas no hay una que sea doble. Provisionalmente hizo de la res el centro de atención. Es como la trampa y la liebre, que no llevan el mismo nombre; distinguimos claramente entre la red y el pescado. Es como si separara el oro de la mena; es como la luna que asoma entre las nubes. Un solo rayo de luz refrescante brilla desde antes que hubiera ningún buda. Montado sobre el búfalo, ya está de vuelta a casa. Y allí el búfalo desaparece; el hombre, sentado serenamente, solo. Aunque el sol rojo está en el cielo, el zagal todavía sueña en silencio. Bajo el techo de paja yacen el látigo y el lazo, inútiles y olvidados.
  • 46. 8. Res y Ser Humano Olvidados por Igual Libre de toda turbación, yace serenamente -ni siquiera desea ser santo. No se detiene en el lugar donde hay un buda, y donde no hay ningún buda pasa rápidamente. Cuando las cosas ya no se parten en dos, hasta el boidsatva Guanyin con sus mil ojos no puede ver ninguna salida. La santidad ante la cual los pájaros ofrecen flores es una farsa. Todo es vacío por igual: látigo, lazo, zagal y res. ¿Quién puede medir el firmamento vasto? Cuando el fuego arde, no hay copo de nieve que llegue al suelo. Cuando sucede esto, se manifiesta el espíritu de los antepasados.
  • 47. 9. Regresa al origen, de vuelta a la fuente Desde un principio, puro e inmaculado, el zagal nunca ha sido mancillado por la turbación. Contempla el crecer de todas las cosas, mientras él mismo permanece en la serenidad inmóvil de no afirmar nada. No se identifica con las ilusiones ni con un yo verdadero. Simplemente: las aguas son azules, las montañas son verdes. Sentado solo, tan solo observa cómo las cosas se transforman. Regresar al origen, volver a la fuente -con esto ya da un pie en falso. ¡Mejor sería quedarse en casa, ciego y sordo, y sin nada que hacer! Sentado en su choza, no toma noticia de lo que pasa afuera. Mira como fluye la corriente -nadie sabe hacia dónde. Las flores son rojas- pero, ¿para quién?
  • 48. 10. En el mercado, benevolencia a manos llenas Cuando cierra la puerta de su choza de paja, incluso los más sabios no lo conocen. Nadie atisba su vida interior, porque camina por su propio camino sin seguirle los pasos a los antiguos sabios. Entra al mercado con una calabaza por vasija; se vuelve a casa apoyado en su báculo. Se le ve en compañía de borrachos y carniceros, todos ellos convertidos se vuelven budas. El pecho al descubierto, descalzo, sale al mercado. Cubierto de lodo y cenizas, ¡qué sonrisa tan amplia! No necesita el poder milagroso de los dioses; porque tan sólo con tocarlos hace florecer los árboles muertos.
  • 49. Diversas etapas del proceso de despertar Búsqueda, domesticación y pastoreo del buey PASTOREO DEL BUEY Fuente: El Budismo Zen por Anton Baron. http://www.bosquetheravada.org/545-el-budismo-zen
  • 50. El despertar, dentro del budismo Zen, tiene carácter súbito pero, debido a los numerosos obstáculos a los que nos enfrentamos, muchas veces requiere de una constante práctica y ejercicios para ser alcanzado. Para expresar esta verdad, el Zen elaboró unas figuras referentes al “Pastoreo del buey”, que se hicieron muy populares y que representan las diversas etapas del proceso de despertar. El buey, en esta historia, simboliza nuestra mente, la cual puede llegar a ser una buena sirvienta, pero es pésima en su rol de ama. A continuación, las diez figuras que describen la búsqueda, la domesticación y el pastoreo del buey, simbólicamente el proceso de despertar de nuestra mente.
  • 51. 1. Buscando al buey El buey nunca se hubo perdido. ¿Qué necesidad hay de buscarlo? Solamente porque estaba separado de mi verdadera naturaleza, es que no pude encontrarlo. Debido a la confusión de los sentidos, estoy perdiendo sus huellas. Lejos de casa, miro las encrucijadas, pero ¿cuál es el camino correcto? nunca lo se. La codicia y el miedo, el bien y el mal me confunden y me enredan cada vez más.
  • 52. 2. Hallando las huellas Comprendiendo las enseñanzas, empiezo a descubrir las huellas del buey. Luego, aprendo esto: así como muchas herramientas están hechas del mismo metal, así también millones de entidades están hechas del mismo ser. A menos que yo discrimine entre ellas, ¡no es posible que perciba la verdad como si fuera mentira! Aunque todavía no he entrado por la puerta, aún así ya puedo vislumbrar cuál es el camino, gracias a las huellas.
  • 53. 3. Percibiendo al buey Cuando uno escucha la voz, se puede saber de dónde proviene. Tan pronto como los seis sentidos emergen, se traspasa la puerta. Dondequiera que uno vaya, se puede ver la cabeza del buey que está en todas partes: como la sal en el agua o el color en la sustancia. Esta sublime visión ya no se aparta de mi.
  • 54. 4. Atrapando al buey El habitó los bosques por largo tiempo, pero ¡hoy va a ser cautivado! El caprichoso paisaje obstruyó la visión. Añorando los dulces pastos, el buey empezó a deambular otra vez. Su mente aún es desenfrenada y poco perseverante. Para someterlo, tendré que usar mi látigo.
  • 55. 5. Domesticando al buey Cuando un pensamiento surge, otro lo sigue. Cuando el primero salta desde la iluminación, todos los subsiguientes son verdaderos. Por culpa de la falsa ilusión, uno hace todas las cosas inciertas. La falsa ilusión no está causada por la objetividad, sino más bien es el producto de la subjetividad. La tarea es: sostener la riendas firmemente y no permitir las dudas.
  • 56. 6. Cabalgando al buey camino a casa El forcejeo está superado; tanto las victorias como las derrotas fueron asimiladas. Canto la canción del guardabosque y afino mi tonada para jugar con los niños. Montado en el buey, observo las nubes. Camino hacia adelante, sin preocuparme por si algo o alguien pueda hacerme retroceder.
  • 57. 7. Yendo más allá del buey Todo es uno, no hay dualidad. Para nosotros, el buey es tan sólo un tema pasajero. Es sólo como si fuera una trampa puesta para capturar al conejo o una red para pescar al pez. Esto se parece al oro que se asoma de la escoria o a la luna que emerge de entre las nubes. Un camino claramente iluminado a lo largo del tiempo, sin fin.
  • 58. 8. Yendo más allá del buey y de uno mismo La mediocridad se ha ido. La mente está despejada de las limitaciones. No estoy buscando un estado de iluminación. Tampoco continuo donde la misma no exista. Desde que no persisto en ninguna condición, los ojos de los otros no pueden verme. Aunque miles de aves desparramaran flores sobre mi camino, para mi, semejante elogio no tendría importancia alguna.
  • 59. 9. Alcanzando la fuente Desde el comienzo la verdad era clara. Suspendido en el silencio, observo las formas integrando y desintegrándose. Uno que no tiene apego a las “formas” no necesita ser “re- formado”. El agua es verde esmeralda, la montaña es azul índigo y contemplo aquello que es creado y aquello que es destruido.
  • 60. 10. Entrando al mundo Estando al otro lado de la puerta, ni diez mil sabihondos sabrán quién vive allí. La belleza de mi jardín es invisible. ¿Por qué debería uno buscar y seguir las huellas de los que nos precedieron? Me voy al mercado con mi botella de vino y retorno a casa con mis cosas. Hago una visita al mercado y a la tienda de vinos, y cada cual a quien miro, se convierte en iluminado.
  • 62. EL SILENCIO DEL ZEN - Maestro, ¿dónde está la verdad?. - Ve y lava los cacharros.