Este documento argumenta que los videojuegos generan conductas violentas en los jugadores. Presenta tres casos de Estados Unidos donde jugadores cometieron actos violentos después de jugar videojuegos violentos como Grand Theft Auto, Call of Duty y Dota. Concluye que existe una relación entre los videojuegos violentos y la violencia real, y que estos juegos no deberían estar disponibles para proteger la salud emocional de los niños y jóvenes.