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Mitos y
leyendas
de todos los
tiempos
Más allá de lo real Por Carlos García Gual ¡Por los dioses del Olimpo! Esos mitos tan
españoles... Los lugares más enigmáticos Fábulas con nombre de mujer Criaturas
fantásticas Héroes: entre la realidad y la imaginación Leyendas muy remotas De la
tradición al cine Javier Negrete: “Los mitos nos devuelven nuestra imagen aumentada”
DOSSIER
10 FIGURAS
DE LEYENDA
Gilgamesh,
Osiris, Baal, Odín,
Quetzalcóatl, Visnú,
el rey Arturo...
62
Abril
2015
(Spain only)
S O L O E N
compraonline
SUMARIO
EDITORIAL
Somos
nuestros mitos
Los mitos son humanos. Han
surgido de nuestra esencia.
Pueden representar tanto un
modelo a seguir, como el lado
más oscuro de nuestra persona-
lidad, porque en su mayoría se
fundamentan en la dualidad del
espíritu del ser humano. Según lo
expresó el psicólogo suizo Carl
Gustav Jung: “Los mitos son nece-
sarios para la salud de la psique
humana. Expresan las verdades
almacenadas en nuestro subcons-
ciente; y sus protagonistas, ya
sean héroes, dioses o animales,
encarnan aspectos tan humanos
como la creatividad, la inteligencia,
la alegría o el dolor. Los monstruos
no son sino el reflejo de los mie-
dos de la mente, sus fantasmas.”
La continuidad de los mitos a lo
largo de los siglos –ya que, ade-
más de formar parte de nuestra
cultura cotidiana, siguen siendo
una fuente de inspiración en la
literatura moderna– debería hacer-
nos reflexionar sobre el secreto
de su vigencia. Desde los divinos
y caprichosos habitantes del
Olimpo, movidos por el sexo, las
pasiones y el poder, pasando por
los héroes y personajes míticos
de todas las culturas (Gilgamesh,
Isis, Odín...), hasta nuestro ima-
ginario de criaturas fantásticas,
como las sirenas o el Minotauro,
la auténtica finalidad del mito
es demostrarnos que los seres
humanos estamos sometidos a
los designios del destino.
ABRIL 2015
EN ESTE NÚMERO:
Presentación:
Más allá de lo real 4
Visual:La morada donde
habitan los dioses 12
Divinidades griegas 20
La Iberia eterna y
ancestral 26
Lugares míticos 32
Mitos con nombre
de mujer 40
Bestiario de criaturas
fantásticas 46
Héroes: entre la
realidad y el relato 76
Leyendas ocultas
en el mundo 82
Fusión de mito y cine 88
Entrevista:
Javier Negrete 8
Curiosidades 38
P & R 74
Guía de Lugares 92
Panorama 94
Próximo número 98
SECCIONES
10 PERSONAJES
MITOLÓGICOS
Gilgamesh,Viracocha,
Odín, Isis y Osiris,
el rey Arturo... 53
DOSSIER
76Heroicidad mítica.
Muchos personajes fabu-
losos ocupan el papel
protagonista en leyendas
donde las hazañas
encumbran a los héroes.
NINESMÍNGUEZ
20
La familia de dioses olímpicos.
La deidades del Olimpo fueron el modelo a seguir para la civiliza-
ción griega, caracterizada por el respeto y el amor al ser humano.
Los griegos imaginaron divinidades que no eran sobrenaturales.
Han colaborado en este número:
Laura Manzanera
Periodista especiali-
zada en medios
de divulgación
cultural y escritora
todoterreno.
Javier Negrete
Especialista en mi-
tología clásica y
autor galardonado
con numerosos
premios literarios.
Bernardo Souvirón
Profesor de lenguas
clásicas y escritor
de obras literarias y
ensayos centrados
en la cultura clásica.
PORTADA: CENTAURO, POR JOSÉ ANTONIO PEÑAS
ALBUM
53
El acervo cultural de cada pueblo
está cargado de héroes, deidades,
reyes ejemplares, etc. Todos ellos
proceden de relatos fantásticos
que generación tras generación se
han transmitido de manera oral.
AGE
40
Muchas figuras míti-
cas adoptaron forma
de mujer; entre ellas,
encontramos a la
subversiva Lilith,
la ingenua Melusina,
la vengativa Loreley,
la protectora Pacha-
mama, etc.
GETTY
GETTY
Palma Lagunilla
Directora
(plagunilla@gyj.es)
En Twitter: @_plagunilla
MUY HISTORIA 3
GETTY
RELATOS INICIÁTICOS
Las narraciones de
hechos extraordina-
rios con seres y luga-
res legendarios han
acompañado a todas
las culturas, confi-
gurando un fabulo-
so imaginario que
pervive en el tiempo.
Transmitidos gene-
ración tras genera-
ción durante cientos
de años, los mitos se
conservaron gracias
a la tradición oral y,
después, a través de
los textos escritos.
MAS ALLA
deloREAL
´´
Jardín del Edén. A lo largo de los siglos,
las civilizaciones encontraron cobijo a su
desasosiego existencial en míticas fábu-
las que describen lugares paradisiacos.
Por Carlos García Gual, escritor y filólogo
MUY HISTORIA 5
C
omo la palabra mito se utiliza con muy varia-
dos sentidos –relato sagrado, cuento, ficción o,
incluso, personaje estelar–, conviene precisar
su definición. Se emplea en el sentido clásico
del término como una narración tradicional y memorable
que habla de la actuación de seres extraordinarios (dioses
y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano.
Los mitos son relatos fabulosos que perviven transmiti-
dos desde lejos en el imaginario colectivo. Son algo así co-
mo las historias sagradas de la tribu; vienen de muy atrás,
nacieron mucho antes que la escritura, y viajan durante
siglos de generación en generación. Según el antropólogo
belga Marcel Detienne: “Los mitos viven en el país de la
Memoria”. Dan respuestas a los enigmas de la existencia
humana evocando figuras y hechos prodigiosos que ex-
ceden la realidad cotidiana, gestas de larga huella que
marcaron para siempre el destino del mundo, en
un tiempo primordial más allá del devenir his-
tórico; relatos asombrosos y actuaciones so-
brenaturales que exigen creencia y prome-
ten consuelo y felicidad.
El conjunto de mitos de una cultura con-
figura su mitología tradicional. En todas
las civilizaciones, en su etapa arcaica,
existe una propia y vivaz mitología.
“Un pueblo sin mitos se moriría de
frío”, escribió G. Dumézil (1898-1986).
Ese entramado narrativo responde a
la inquietud natural de los seres hu-
manos, y su conglomerado de relatos
ofrece una iluminación fantástica del
mundo y habla de sus raíces ocultas; es
decir, de los seres divinos y las acciones que
los fundamentan. Como si el ser humano ne-
cesitara dar sentido a su existencia con histo-
rias que hablan de un trasfondo sagrado, de
presencias divinas más allá del presente efí-
mero y de su condición mortal.
En fin, a eso apuntan los grandes mitos, relatos mágicos
y fundamentales de la cultura. Junto a los mayores hay
otros que explican misterios concretos: por ejemplo, có-
mo surgió el fuego, cómo apareció la primera mujer, có-
mo fueron y desaparecieron los monstruos primigenios,
cómo surgió un determinado rito, quién inventó a los re-
yes, etc. Las mitologías son muy variadas y dan una idea
de la capacidad fantástica de la imaginación arcaica para
forjar dioses y monstruos con las más abigarradas figuras.
Como han subrayado algunos antropólogos, los mitos
fundamentan los usos y normas de una colectividad en su
etapa primitiva, y no sólo en esa época. En la mayoría de
culturas los mitos están ligados a la religión y las creencias
religiosas. Forman la narrativa esencial de las religiones y
se conjugan con los ritos y ceremonias que con frecuen-
cia evocan y representan los momentos estelares de los
mitos. Pero incluso más allá de su vigencia religiosa los
mitos perduran, aun cuando se eclipsan o desaparecen las
creencias que los sustentaban. Desarraigados de la inge-
nua fe primitiva, los relatos y las figuras míticas pueden
perdurar en la literatura y en el imaginario colectivo. Eso
es lo que sucede, en la cultura occidental, con la que lla-
mamos mitología clásica, es decir, el repertorio de mitos
heredados de griegos y romanos. La religión pagana fue
abolida por el cristianismo, pero sus relatos de dioses y
héroes han pervivido durante siglos manteniendo su ex-
traño encanto y su fascinación en la literatura y la poesía.
Narraciones maravillosas. Leyenda es una palabra que
viene del latín y no del griego. En cambio, el término mito
viene de la forma griega mythos, que en latín se tradujo
por fabula. En su forma latina, legenda significa en senti-
do literal “lo que ha de leerse”, y suele aplicarse a relatos
no tan arcaicos ni grandiosos como los auténticos mitos,
sino a otros posteriores a la escritura, atestiguados en la
tradición popular y en latín tardío o en algunas crónicas
medievales. También las leyendas perviven en la tradición
y tienen un halo fantástico o maravilloso. Sus personajes
protagonistassuelenserhéroes(nodioses)históricosoca-
si históricos y evocan un espacio y tiempo concreto, al que
la narración reviste de legendario prestigio. Valgan como
ejemplo los relatos de la hagiografía cristiana, esas
curiosas historias de santos, que fueron muy
populares, aunque estén ahora en declive,
más olvidadas que las figuras paganas de
la antigua mitología grecolatina. Por otra
parte, en algunos casos el término le-
yenda se usa casi como un auténtico si-
nónimo de mito, por ejemplo, al citar
la leyenda de Alejandro o el mito de
Alejandro.
La mitología está unida a la re-
ligión en muchas culturas. Los
mitos se presentan como la mani-
festación del mundo sobrenatural,
proclamada como santa y verda-
dera revelación por profetas privi-
legiados o vehículos del mensaje
Alejandro Magno. El rey macedo-
nio se convirtió en leyenda al iniciar-
se con su reinado una gran época de
intercambio cultural, que lo ensalzó
como un icono de la Antigüedad.
La venganza de
Medea. En esta
pintura del s. XVIII
se representa a la
mítica sacerdotisa
dando muerte a
sus hijos, en ven-
ganza por el aban-
dono sufrido por
parte de su esposo
Jasón.
PERSONAJE
George Dumézil
(1898-1986).
Fue un filólogo e
historiador fran-
cés, estudioso
de los pueblos
indoeuropeos;
sobre todo de
sus religiones y
mitos escritos.
ALBUM
AGE
6 MUY HISTORIA
divino. En los mitos se anuncia y desvela la verdad in-
visible a quienes confían en la sagrada palabra proféti-
ca. Para fijarla para siempre, esas revelaciones míticas
pueden codificarse en sagradas escrituras (uno o varios
libros, como los de la Biblia). Así lo hacen las llamadas
“Religiones del Libro”, dando a sus mitos sólida cerrazón
y austero dogmatismo.
Literatura no religiosa. En muchas culturas los guardia-
nes de la tradición de los mitos, quienes los cuentan y co-
mentan,sonlossacerdotes.Peroenlagriega,consureligión
politeísta, los encargados de la difusión de los relatos fueron
los aedos (cantores de poemas épicos de la antigua Grecia) y
lospoetas.Esevidentequeunareligióncondiversosdiosesy
muchos héroes, sin iglesia dogmática ni libro sagrado, como
era la griega, tiene una mitología más rica que una mono-
teísta. Y el legado mítico helénico revive de modo claro gra-
cias a esa libertad narrativa que le da la transmisión poética.
En una tradición así, los personajes de
estos relatos fantásticos logran nuevos
perfiles y rasgos, y los héroes y dioses
se humanizan y dramatizan (como
ocurre con figuras como Prometeo o
Dioniso, por ejemplo). Ya en Grecia,
los mitos fueron temas de la literatura,
y como literarios perduran en nuestra
tradición humanista.
Hasta qué punto la gente creía o cree
en los mitos es muy difícil precisarlo.
En una sociedad primitiva o salvaje estos relatos fabulosos
ofrecen una visión ingenua del mundo, que podemos su-
poner aceptable para una comunidad arcaica. Pero en una
sociedad más desarrollada y moderna, la cosmovisión obje-
tiva se funda en la ciencia y la lógica. No obstante, la visión
científica y la tecnología no dan respuesta a los enigmas vi-
tales, a las últimas preguntas sobre el sentido de la existen-
cia. De ahí que siempre quedan las creencias de la religión y
los mitos –en su inmensa variedad– como promesa de sen-
tido final, “una arriesgada apuesta”, según Platón.
Por su función social, los mitos se han usado también,
sobre todo en el mundo moderno, como arma política.
Proporcionan imágenes y figuras emotivas que pueden
servir a la propaganda ideológica en una sociedad de ma-
sas. Que el fascismo manipuló el mito de la raza aria para
sus propios fines es un ejemplo bien conocido; cabe du-
dar si conviene hablar de mitos políticos o, más bien, de
utilización política de esquemas míticos. A veces no es la
historia legendaria entera, sino alguna secuencia o algu-
na imagen lo que se emplea para impresionar a un nuevo
público. Como sabemos, las estampas heroicas o los cli-
chés míticos llaman la atención y sirven de reclamo. La
propaganda comercial actual, más sutil e inocua, recurre
a estampas míticas para promocionar algún producto.
Viaje en el tiempo. En cuanto a los mitos clásicos –de
griegos y romanos– ya sólo como trasuntos literarios,
es decir, despojados de la creencia religiosa, perduran
con renovado fervor: en incontables
textos poéticos, en teatros, en el cine
y hasta en las novelas nos topamos
con los viejos y frívolos dioses y los
admirables héroes (Ulises, Aquiles,
Medea, Helena, etc.). A veces mo-
dernizados o tratados con ironía,
los personajes de héroes y dioses de
la Antigüedad se resisten a desapa-
recer. Pues, desde luego, allí donde
las figuras de la mitología clásica han
perdurado con más fuerza y han renovado su encanto si-
glo tras siglo desde el Renacimiento es en las artes plás-
ticas. Basta darse un paseo por cualquier gran museo e
imaginar qué empobrecido resultaría el arte occidental
sin esas ágiles y ubicuas figuras nacidas de mitos.
La mitología enriquece nuestro imaginario con un fan-
tástico tropel de imágenes festivas y multiformes. Estas fá-
bulas nos llevan sobre una alfombra mágica a paisajes y en-
cuentros de extraordinario hechizo, que resultan un buen
ejercicio intelectual, además de un viaje incomparable.
Los mitos son
relatos fabulosos
que perviven
transmitidos desde
lejos en el imaginario
Legendario rapto.
En la mitología grie-
ga, el secuestro de
Helena de Esparta
por el príncipe troya-
no Paris desencade-
na la guerra de Troya,
contienda trasladada
a la literatura en la
Ilíada de Homero.
AISA
LIBRO
Diccionario de
mitos, Carlos Gar-
cía Gual. Editorial
Siglo XXI, 2012. Es-
ta obra reúne una
serie de ensayos
sobre las más fa-
mosas figuras de la
mitología antigua.
MUY HISTORIA 7
ENTREVISTA CON
¿Cómo definiría usted el concepto de mito?
Si nos atenemos al sentido que aplica-
mos a los mitos griegos, romanos, nórdicos
o egipcios, la definición que más me con-
vence es la de mi antiguo profesor Carlos
García Gual: “Un mito es un relato tradicional
que refiere la actuación memorable y ejem-
plar de unos personajes extraordinarios en
un tiempo lejano y fabuloso”. Analizando
elemento por elemento, se ve que es una
definición bastante completa. Un mito es,
en efecto, un relato, una narración con per-
sonajes, un conflicto y un argumento que,
por breve que sea, normalmente se divide
en presentación, nudo y desenlace. Ese ar-
gumento refleja una acción digna de recuer-
do, y es por eso por lo que se transmite de
boca en boca y se convierte en tradicional.
El tiempo en que se desarrollan los mitos es
un pasado remoto, casi un tiempo fuera del
tiempo. En esto último el mito se parece al
“érase una vez” de los cuentos populares;
pero, mientras que los personajes de los
cuentos son menos grandiosos, más de an-
dar por casa, los protagonistas de los mitos
son dioses y héroes sobrehumanos.
¿Cree que la función de los mitos es respon-
der a las preguntas fundamentales que nos
hacemos sobre los misterios de la vida?
Esa era una de sus funciones, sin duda,
pero podían tener muchas más, pues había
muchos tipos de mitos. El de Gilgamesh, por
ejemplo,querecorreelmundoenteroenbus-
ca de la inmortalidad, plasma a la perfección
el miedo que sentimos ante la muerte, y tam-
bién ante la vejez y el paso del tiempo en ge-
neral. Pero hay otros que explican cosas más
cotidianas,comoelorigendeleco,elnombre
de un lugar o diversas costumbres rituales.
¿Diría entonces que los mitos son una forma
de explicar el mundo?
No todos, pero muchos sí. Son una es-
JAVIER NEGRETE
“Los argumentos de los mitos son
muy ricos y creativos, y siguen avivando
nuestra imaginación”
Prolífico escritor de narrativa fantástica y épica, además de un gran conocedor de la mitología clásica,
desvela en esta entrevista una interesante visión del binomio formado por literatura y mito.
Por Fernando Cohnen, periodista
pecie de ciencia natural muy primitiva, que
en lugar de utilizar el razonamiento recurre
a la analogía y la metáfora. Tomemos como
ejemplo la historia de Ullikummi, el gigante
de la mitología hitita. Era un ser de basalto
que surgió del mar y creció tanto que su ca-
beza amenazaba con romper los cimientos
del palacio celestial de los dioses. Teshub, el
señor de la tempestad, luchó contra él, pero
sus rayos no consiguieron nada, como tam-
pocolologróelstripteasedeladiosaIshtaral
sondelapandereta.Finalmente,fueelastuto
diosEaquienrebanólostobillosdeUlikummi
conlahoz,quealprincipiodelostiemposha-
bíaservidoparasepararlatierrayelcielo,yel
gigantesedesplomósobreelmar.Esterelato
muestra la riqueza de interpretaciones que
admite el mito. Pero si vamos un poco más
lejos podemos preguntarnos: ¿y si la historia
de Ullikummi es algo más que un símbolo de
un pasado cosmogónico y remoto? ¿Y si lo
que narra ocurrió de verdad? Un gigante de
basaltoquesurgedelmarpodríaserotrafor-
madedescribirelnacimientodeunaislavol-
cánica.Ullikummilevantándosehaciaelcielo
noseríaotracosaquelainmensacolumnade
rocasypolvoquesealzahastalaestratosfera
en una gran erupción.
¿Se dio alguna erupción cercana en el es-
pacio y el tiempo que pudiera dar origen a
la canción de Ullikummi?
Pues sí, la de la isla de Tera, en el archipié-
lago de Santorini, que debió producirse en
torno al año 1600 a.C. y está considerada
la mayor erupción de tiempos históricos. La
columna eruptiva pudo alcanzar una altura
de cuarenta o cincuenta kilómetros, lo que
significa que se habría podido ver a más de
ochocientos kilométros, una distancia sufi-
ciente como para dejar huella en la memoria
colectiva de muchos pueblos de la zona. De
modo que aquí tendríamos un mito que no
sólo habla de un fenómeno natural abstrac-
to, sino de un hecho histórico concreto. En-
tre otras interpretaciones del mito, me intere-
samuchoaquellaquerastreaparabuscaren
el pasado el origen real de algunos relatos
mitológicos.Enesesentido,recomendaríala
lectura de El invierno cósmico, de los astró-
nomos Napier y Clube, que relaciona ciertos
mitosconlaposibilidaddequelaTierrahaya
sufrido impactos de fragmentos de cometas
antes del primer milenio a.C., y When They
Severed Earth From Sky, de Elizabeth y Paul
Barber, que, entre otras historias, relaciona
también las de Prometeo y Loki con erupcio-
nes volcánicas del pasado.
¿El mito aporta la esperanza y el consuelo
que anhela el ser humano?
Supongo que sí, y que por eso mucha
gente prefiere abrazar explicaciones míticas
del mundo antes que científicas, ya que la
ciencia parece más fría y no nos muestra el
mundo como querríamos que fuese, sino tal
como es, o al menos más parecido a como
es. Ahora bien, en ese sentido el mito tam-
bién puede ser cruel. Me viene a la cabeza el
mito de las edades, narrado por Hesíodo en
Trabajos y días. Es terriblemente pesimista,
ya que nos asegura que cualquier tiempo
pasado fue mejor: empezamos dichosos
en la Edad de Oro para descender a la de
Plata y la de Bronce, y ahora vivimos en la de
Hierro, en la que padres e hijos se pelean, el
hermano engaña al hermano, la violencia se
ha enseñoreado del mundo y todo va a peor.
No es un relato muy esperanzador, ¿verdad?
¿Cómo es posible que esas narraciones tan
arcaicas hayan llegado hasta el siglo XXI?
Ensumomento,cuandolosmitoseranuna
PERFIL
PROFESIONAL
Javier Negrete
nació en Madrid
en 1964, estudió
Filología Clásica
y, en la actuali-
dad, es conside-
rado uno de los
autores de géne-
ro fantástico e
histórico más
importantes de
nuestro país.
Este profesor de
griego en un insti-
tuto de Plasencia
escribió su prime-
ra novela de ro-
manos cuando te-
nía sólo diez años.
A la fascinación
que tiene por la
literatura se suma
la que siente des-
de pequeño por
la Grecia Clásica.
Uno de sus re-
cuerdos más anti-
guos es el de leer
la Odisea en un
pequeño libro, de
hojas muy finas.
Luego, coqueteó
con la idea de es-
cribir otra novela
sobre Alcibíades
y en su adoles-
cencia acabó el
primer borrador
de La espada
de fuego, una de
sus novelas más
conocidas, cuya
versión definitiva
apareció en 2003.
Personaje literario como mito. Creado
por Melville para su Moby Dick, el capitán
Ahab es un personaje con cariz legendario.
ASC
8 MUY HISTORIA
especiedeenciclopediadondeencontraban
conocimientodelmundo,normasdeconduc-
ta,explicacióndecostumbreseinclusodiver-
sión, era lógico que se transmitieran de boca
en boca al calor de la hoguera. Además, no
había competencia, ni siquiera por parte de
loslibros.¿Quéibanahacernuestrosantepa-
sados en las largas noches de invierno sino
contar mitos? ¿Jugar con el móvil o mandar
whatsapps? De no ser por la escritura y las
artes plásticas, los mitos griegos se habrían
perdido en el tiempo. Ahora bien, ¿qué ha
hecho que se sigan copiando durante siglos
hastallegarhastanuestrosdías,yquetodavía
despierten nuestro interés? Dejando aparte
otras interpretaciones psicológicas, pienso,
como escritor que soy, que la razón es que
sus argumentos son muy ricos y creativos,
y siguen avivando nuestra imaginación. En
mi caso, cuando era niño uno de mis libros
favoritos era un tomo infantil titulado Mitos y
leyendas, en el que devoré una y otra vez las
historias de Hércules, Pandora o Teseo.
Aunque nosotros ya no creemos en los dio-
ses griegos, ni les rendimos culto, ¿cree que
seguimos viéndolos como figuras míticas?
Evidentemente. Son arquetipos, persona-
jes primigenios más grandes que la vida, de
pasionestandesmesuradascomosuspode-
res. Sus virtudes y, sobre todo, sus defectos
sonhumanosyalmismotiemposobrehuma-
nos.Sonserestanhiperbólicosquepodemos
mirarnos en ellos como espejos en los que
nos vemos aumentados: la ambición de Cro-
nos, la lujuria de Zeus, la vanidad de Afrodita,
la crueldad de Ares, etc. Pero también la inte-
ligenciadeAtenea,labondaddeHefestooel
humor de Hermes. ¡En el panteón griego hay
una galería de personajes tan amplia como
para crear diez series de televisión!
Como profesor de griego y escritor de novela
fantástica e histórica, ¿qué tipo de mitos clá-
sicos le atraen más?
Aquellos mitos donde haya conflictos in-
tensos, ya sean generacionales (como el
que enfrentó a Zeus contra su padre Cro-
nos), matrimoniales (las broncas de Hera
y Zeus eran épicas) o por el poder contra
elementos extraños (la lucha del dios de la
tormenta contra el dragón). Me han inspira-
do buenos argumentos, o directamente los
he utilizado, como en Señores del Olimpo.
¿Qué requisito necesita un personaje literario
para convertirse en un mito?
Lospersonajesquelleganamíticossuelen
estar tallados a cincel; son tipos intensos y
obsesionados como el Ahab de Moby Dick,
o tienen rasgos sobrehumanos que los iden-
tifican con los antiguos dioses, como Super-
mán.Mearriesgaríaadecirqueunpersonaje
míticodebesersimple,deunapieza,eidenti-
ficarseconalgunacualidadotalentoespecial.
¿Cuáles son sus mitos literarios preferidos?
Algunos de los relatos del Silmarillion de
Tolkien, como el de Túrin Turambar, des-
prenden un aliento épico tan poderoso co-
mo las viejas sagas. También pienso en los
personajes de Roger Zelazny, como el Con-
rad de Tú, el inmortal o la saga de Los nueve
príncipes de Ámbar. Y, aunque se trate de
otro tipo de mitos, no puedo dejar de pensar
en Cthulhu y toda la legión de seres de pe-
sadilla imaginados por Lovecra . Este autor
estadounidense fue el tipo más descreído
del mundo y, sin embargo, poseía un talento
increíble para soñar mitos.
¿Qué le llevó a escribir novelas del género
histórico y fantástico?
Tres pasiones bastante precoces: los te-
beos de superhéroes, las novelas de ciencia
ficción y las películas y novelas de romanos.
Cuandodigoprecocesnoexagero.Teníasie-
te años cuando dibujé mi primer cómic de
Supermán y diez años cuando, cansado de
lo lento que avanzaba narrando relatos con
viñetas, empecé a escribir mi primera novela.
Era de romanos, y calculo que impresa ha-
Vocación lectora
desde la infan-
cia. Negrete devo-
raba literatura his-
tórica y fantástica
desde niño. Una de
sus pasiones era, y
todavía es, la His-
toria de la Antigüe-
dad Clásica.
NINESMÍNGUEZ
MUY HISTORIA 9
ENTREVISTA CON
Hoy día, las estrellas del espectáculo son
consideradas como mitos por sus fans y a
los grandes futbolistas se les percibe como
seres fabulosos. ¿Qué opinión le merece este
fenómeno?
DeportistascomoRonaldo,Messi,Michael
Jordan en su momento y muchos otros son
como los antiguos dioses. El dinero y la fama
les otorgan poder, muchos de ellos son tan
belloscomoApolo(engreídoscomoNarciso,
habríaqueañadir),yesohacequeseconvier-
tan en símbolos para sus seguidores. Pero,
obviamente, les falta algo que poseían los
diosesgriegos:lainmortalidad.Enestemun-
doenquetodovacadavezmásrápido,laca-
rrera de un deportista es de las más fugaces.
En cierto modo son como Aquiles, que eligió
elcegadordestellodeunavidabreveyheroi-
caenlugardeotralargayoscura.Peroluego,
ya en el Hades, se arrepintió, lo que me hace
pensar en el particular infierno que sufren
algunas grandes estrellas (no todas, obvia-
mente) por no saber sobrellevar el olvido en
que caen poco a poco después de retirarse.
¿Cuál es el verdadero héroe actualmente?
Por arrimar el ascua a mi sardina, diré que
los escritores que nos encerramos durante
horas, días y años en la soledad de nuestras
cuevas para brindar a los lectores nuevos
mitos con los que sobrevivir a las largas no-
ches de invierno.
En 1992 publicó su primera novela,
La luna quieta. Además de sus incur-
siones en el género fantástico e históri-
co, con títulos como Salamina y Alejan-
dro Magno y las águilas de Roma, Javier
Negrete es autor de obras de ciencia fic-
ción como La mirada de las furias (pre-
mio Ignotus a la mejor novela, 1998). Ha
cultivado también la literatura juvenil con
Memoria de dragón y Los héroes de Ka-
lanum. Con Buscador de sombras ganó
el Premio UPC de novela. En Minotauro
publicó La espada de fuego y El espíritu
del mago, con una gran acogida de crí-
tica y público. En 2006 ganó el Premio
Minotauro con la novela Señores del
Olimpo. El corazón de Tramórea, La hija
del Nilo y El sueño de los dioses son tres
de sus últimas obras.
“Un personaje mítico debe
ser simple, de una pieza, e
identificarse con un talento”
JAVIER NEGRETE
bría abultado más de trescientas páginas.
Empezaba como novela histórica, en tiem-
pos de Augusto, pero como mi única biblio-
grafía consistía en unas treinta páginas de
una enciclopedia de Historia Universal, no
tardó en convertirse en un relato de fantasía
de un grupo de rebeldes hispanos que crea
un imperio para luchar contra el de Roma.
¡Sinsaberlo,estabaescribiendounaucronía!
La serie de Tramórea, que comenzó con su li-
bro“Laespadadefuego”,esunadesusobras
más conocidas. ¿Cree que la fantasía épica
está experimentando un nuevo florecimiento?
Creo que ahora hay tanta gente escribien-
do y creando historias que nos encontramos
con mucho más material de todos los géne-
ros: fantasía, novela negra, histórica, román-
tica… En el terreno de la fantasía épica, entre
miles de sagas se pueden encontrar algunas
de gran calidad, como la de Martin (aunque
enmiopiniónsehaatrancadobastanteenlos
dos últimos libros que ha publicado) o la de
Ruthfuss, que ya veremos si sigue por buen
camino. De todos modos, me interesa más
la ciencia ficción, porque no sólo apela a la
emoción, sino también a la razón y a la curio-
sidadintelectual.Dehecho,lasagadeTramó-
rea es una mezcla de épica y ciencia ficción.
¿Cuál es la adaptación cinematográfica de
un mito que más le ha gustado?
Pensando en los mitos griegos, me gusta
bastante Troya. Con sus defectos y licencias,
me parece que refleja muy bien el personaje
desaforado de Aquiles, y el más humano y
cercano de Héctor. Por otra parte, me llama
mucho la atención el Edipo de Pasolini. Lo vi
otra vez hace poco, en clase, y me dio la im-
presióndequeesaextrañavisióndePasolini
con una estética tan descarnada y un tanto
primitiva debía de parecerse mucho más al
espíritu griego original que otras versiones
más racionalizadas. Esas multitudes apreta-
das, esas emociones que se manifiestan de
formatanprimaria,esostiposdesdentados…
Alverlapenséqueestabaviajandorealmente
eneltiempo.Otrapelículaqueaparentemen-
te no trata de mitos, El padrino, me ha recor-
dado siempre a las luchas por el poder en-
tre las primeras generaciones de dioses. De
hecho, El padrino fue una de mis influencias
cuando escribí Señores del Olimpo.
¿Qué opina de la saga cinematográfica El
Señor de los anillos de Tolkien?
Vi cada una de las tres películas el día del
estreno. El empeño de Peter Jackson me
parece una proeza casi tan épica como la
del mismo Tolkien. Con sus defectos, cla-
ro está: la tercera película me resultó algo
deslavazada, seguramente por las prisas y
la fatiga. Ahora bien, las quejas de muchos
frikis tolkienianos por las licencias que se to-
mó el director me resultan absurdas. Cine y
novela son géneros narrativos distintos que
precisan de recursos diferentes.
¿Cree que la leyenda del rey Arturo tiene vi-
gencia en la actualidad?
Sigue siendo popular, aunque tal como
están los tiempos creo que no vendría mal
una revisitación cinematográfica de calidad,
como en su momento lo fue Excalibur. Por-
que desde entonces las películas que han
tratado el tema de Arturo han sido bastante
deficientes. Después de ver Excalibur a uno
le daban ganas de leer La muerte de Arturo.
Después de ver El rey Arturo, y pese al gran
CliveOwen,sólodanganasdebeberseunas
cuantas jarras de cerveza para olvidar los
nueve euros que te has gastado en el cine.
¿Cuál es el héroe griego más moderno?
Porsusensibilidad,señalaríaaHéctor:ma-
rido,hermano,padre,protectordesupatria…
Por su atrevimiento a la hora de conocer, de
enfrentarse a los otros dioses y de portar la
llama del conocimiento, Prometeo, un dios
que sufrió el destino trágico de los héroes.
Placer por la
ciencia ficción.
El autor se confie-
sa un gran aficio-
nado al género na-
rrativo de ciencia
ficción, del que
opina que no sólo
recurre al plano
emocional del lec-
tor, sino también a
la razón y a la curio-
sidad intelectual.
Obras completas...
NINESMÍNGUEZ
Negrete ha recibido
numerosos premios
nacionales de literatura
con sus novelas
histórico-fantásticas.
10 MUY HISTORIA
El 25 de marzo en tu quiosco
OBJETIVO:
FRENAR LAS ALERGIAS
OLIMPO, FUJI, KAILASH Y PENGLAI
La morada donde
habitan los diosesDe Grecia a Japón, pasando por la India y China, estos cuatro montes se
levantan orgullosos de acoger el hogar de dioses procedentes de culturas
muy diferentes. La cercanía de la tierra con el cielo se hace patente en estos
impresionantes macizos, inspiradores para artistas de toda época y disciplina.
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Por Iria Pena Presas, historiadora
12 MUY HISTORIA
LA RESIDENCIA
DE ZEUS
Y LOS SUYOS
El monte Olimpo, el
más alto de Grecia,
situado entre las
regiones de Tesalia
y Macedonia, fue el
lugar elegido por los
antiguos helenos para
que en él residiesen
todos los dioses que
formaban parte de su
riquísima mitología.
Pero estos no vivían
de cualquier manera,
sino en mansiones
de cristal que ha-
bían construido en
la cima. Según la
tradición, sólo doce
formaban el Concilio
de los Dioses, entre
los que se podrían
haber encontrado (ya
que no hay acuerdo
al respecto) Zeus,
Deméter, Artemisa,
Poseidón, Hermes,
Afrodita, Ares, He-
festo, Apolo, Hestia,
Perséfone, Hera,
Atenea y Dioniso.
Para dar vida a estos
seres supremos y a su
casa, numerosísimos
pintores retrataron
este espacio con sus
míticos habitantes,
como en este fresco
de Luigi Sabatelli
(abajo), situado en el
techo de una de las
estancias del Palacio
Pitti de Florencia.
ALBUM
MUY HISTORIA 13
SÍMBOLO
RELIGIOSO Y
CULTURAL NIPÓN
El monte Fuji (foto),
el más alto de Japón
y situado al oeste
de Tokio, se ha con-
vertido con el paso
de los años en un
auténtico símbolo
del país nipón. Este
volcán se conside-
ra sagrado desde el
siglo VII, y son di-
versas las religiones
que le han otorgado
carácter religioso,
entre ellas, el budis-
mo o el sintoísmo.
Hasta finales del
s. XIX, las mujeres
tenían prohibi-
do acceder a esta
montaña sagrada.
Pero no sólo la re-
ligión se ha hecho
eco de la belleza de
este lugar; también
lo hizo la cultura
popular, que le dio
la importancia que
merecía retratándolo
en numerosas oca-
siones, como en la fa-
mosísima Gran ola de
Kanagawa, que forma
parte de la colección
de grabados Treinta y
seis vistas del monte
Fuji que realizó en
el S. XIX el artista
Katsushika Hokusai.
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14 MUY HISTORIA
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MUY HISTORIA 15
LA CIMA SAGRA-
DA DE BUDISTAS E
HINDUISTAS
El monte Kailash se
encuentra en el Tíbet,
y en él nacen algu-
nos de los ríos más
importantes de Asia,
como el Indo. Este
cerro es considerado
sagrado por dos de
las religiones más im-
portantes del mundo,
el budismo y el hin-
duismo. La rama tán-
trica de los primeros
cree que en este lugar
habita el buda Dem-
chok. Por el contra-
rio, para la mitología
hindú, Shiva (abajo),
dios de la destruc-
ción, reside en la
cumbre y la montaña
representa su falo.
En otros credos del
hinduismo, este es-
pectacular paisaje es
visto como el paraíso.
Todos los años miles
de personas de dife-
rentes religiones pe-
regrinan a este lugar,
realizando una ruta
a pie alrededor de la
montaña para atraer
la buena fortuna.
Por su carácter sa-
grado, la cima jamás
ha sido pisada por
ningún ser humano.
Los budistas, ade-
más, celebran aquí el
festival Saga Dawa,
en el que un asta de
bandera (tarboche)
recoge pequeñas en-
señas de colores con
variadas oraciones.
AGE
16 MUY HISTORIA
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MUY HISTORIA 17
ALBUM
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18 MUY HISTORIA
UN ENCLAVE
MÍTICO MUY
INSPIRADOR
Los ocho inmortales,
uno de los grupos
mitológicos más im-
portantes de China,
tienen como lugar de
residencia el monte
Penglai. Este empla-
zamiento y los perso-
najes que residían en
él han sido durante
siglos inspiración
para artistas de nu-
merosas disciplinas,
como para el pintor
nanga Tomioka Tes-
sai, que realizó esta
acuarela del monte
de los inmortales.
A pesar de la fama
que tiene este encla-
ve, lo cierto es que
nadie ha sabido loca-
lizar el lugar exacto
de esta morada de
dioses. La ciudad
portuaria de Penglai
(foto), situada en la
provincia china de
Shandong, reclama
su protagonismo en
este relato mítico,
afirmando que fue
aquí donde los ocho
inmortales flotaron
sobre el mar desde
los acantilados rojos.
Este hecho provocó
que varios emperado-
res buscasen en esta
metrópoli la receta
de la inmortalidad.
MUY HISTORIA 19
ALBUM
¡Por los dioses
del Olimpo!
LAS DIVINIDADES DE LA ANTIGUA GRECIA
La mitología griega ocupa un lugar
privilegiado en la cultura occidental, a la que
supo imprimir una huella imborrable, y para
entenderla hay que conocer a sus veneradas
deidades y los cultos que las rodean.
Por Bernardo Souvirón, escritor y profesor
T
odas las manifestaciones de la cultura
clásica griega, tanto las materiales como
las que podríamos llamar espirituales o
anímicas, están determinadas por la pre-
sencia exhaustiva de sus adorados dioses. La An-
tigüedad grecolatina es profundamente religiosa.
Sus dioses aparecen casi en cada verso, en cada
estatua, en cada vaso de cerámica, en cada rincón
de las ciudades y los caminos. Cualquier inten-
to de acercamiento o de explicación del universo
mitológico de la antigua Grecia resultará estéril si
no parte del estudio de sus dioses. Y este análisis,
aunque a todas luces determinante, no resulta sen-
cillo, pues en Grecia nunca hubo un libro sagrado
ni un clero que guiara los pasos de la gente por la
senda pretendidamente correcta. Sin embargo,
esta característica no es la única, es un primer tra-
zo que distingue de raíz a la fe griega de la mayoría
de las religiones existentes, antiguas o modernas.
Y no sólo eso, también es un rasgo que convirtió la
experiencia religiosa en algo directo, personal, en
un diálogo abierto entre el dios y el mortal.
Los olímpicos primigenios. Los dioses griegos
llegaron a ser el reflejo más humano (y más exac-
to) de la psicología de quienes los crearon y, desde
el primer momento, fueron el ejemplo de la pri-
mera civilización caracterizada por su atención,
respeto y amor por el ser humano. Los griegos
imaginaron dioses que nunca son sobrenaturales,
pues, como veremos, son hijos de la misma madre
que los hombres. Son sobrehumanos, pues son
más fuertes que nosotros, y viven eternamente
sin envejecer. Pero no son más que nosotros y, a
veces, incluso su inmortalidad es una carga.
Caída de los
Gigantes. Fresco
manierista italiano del
s. XVI, en el que los
dioses griegos se
representan expulsando
de la morada olímpica a
sus grotescos enemigos.
MUY HISTORIA 21
Las deidades griegas, en definiti-
va, no son opresoras ni exigen a los
mortales un comportamiento impe-
riosamente correcto; no hablan a los
hombres a través de las páginas de
una Biblia o un Corán, ni se sirven de
un clero encargado de velar por una
ortodoxia más o menos intransigen-
te. No son abstracciones implacables
ni quimeras con rasgos imposibles.
Divinos aedos. Los dioses griegos
tienen rostro y viven en los versos
de los poetas. Fue Hesíodo, el poeta
beocio, allá por el siglo VII a.C., el
que estableció en una de sus obras, la
Teogonía, el árbol genealógico de los
dioses griegos. Y lo hizo partiendo
de un umbral muy expresivo: “En el
principio era el Caos”. La evolución
de toda la religión griega consistió
precisamente en ordenar ese caos
primigenio hasta convertirlo en un
kósmos (universo). Según Hesío-
do, tras Caos existieron Gea (Tierra)
y Eros (Amor), el más hermoso de
todos los dioses, quizá la fuerza que
habría de cohesionar los demás ele-
mentos para empezar a entretejer
el cosmos, el orden del universo. El
poeta nos dice también que del Caos
surgieron espontáneamente, sin in-
tervención de nadie, dos criaturas
tenebrosas: Nýx (Noche) y Érebo
(las tinieblas subterráneas),
dos hermanos sombríos cargados de
misterios. Érebo vive debajo de Gea,
en cada grieta, en cada caverna; Nýx
vive en el extremo occidente, más
allá de la tierra de Atlas, donde los
rayos del Sol perecen cada día.
De estos seres primigenios, amena-
zantesabstraccionestodavía,comen-
zó a surgir una primera generación de
dioses que la mitología conoce como
hijos de la diosa de la noche. En efec-
to, Nýx alumbró, después de quedar
fecundada por su hermano Érebo, a
dos hermosas criaturas, Día y Éter,
en todo distintas a sus padres. La ge-
mela, Día, es la personificación de la
luz, una divinidad femenina nacida
para repartirse el tiempo con su ma-
dre y procurarle, así, descanso. Pero
esta característica es también una
maldición para madre e hija, ambas
están condenadas a no encontrarse
más que en el fugaz instante del ama-
necer y del ocaso, el único momento
en que el día y la noche se encuentran
en los confines del mundo.
Posada celestial. Éter, divinidad
masculina y hermano gemelo de Día,
es el cielo superior, el lugar en que la
luz se genera, pura, infinita e inmen-
sa. Un lugar que los mortales, des-
lumbrados, apenas pueden percibir.
Nýx tuvo otros hijos que también
jugaron un papel importante en es-
tos inicios de la cosmogonía griega.
Hipno (sueño) y su hermano Tánato
(muerte) que, comprensiblemente,
aparece sólo de puntillas en los mi-
PERSONAJE
Hesíodo
(s. VIII-VII a.C).
Autor griego
que estableció
un orden en la
sucesión de
dioses venera-
dos en la Anti-
güedad griega.
La madre Tierra.
En este relieve
alegórico (abajo)
se personifica a la
diosa Gea con sus
hijos, Crono y Rea.
Eros, el dios del
amor. Nacido del
Caos primitivo,
asegura la conti-
nuidad de la
especie y vive en
perpetua inquietud
e insatisfacción.
Nýx, la diosa de la noche. Este ser mitó-
logico (arriba), surgido espontáneamente,
habita en el extremo occidental del mundo.
ASC
AISA
PRISMA
tos. Tánato representa, en general,
la muerte tranquila, no violenta, casi
una plácida prolongación de su som-
noliento hermano Hipno.
También son hijas de Nýx tres lóbre-
gas mujeres, apegadas a la Luna, vesti-
das con níveas túnicas. Son las moiras,
y su tarea es hilar la vida de cada uno
de los mortales, desde su nacimiento
hasta la muerte. La primera de ella es
Átropo (inconmovible) y sus dos her-
manas se llaman Cloto (hilandera) y
Láquesis (suerte). En su telar se urde
el hilo que representa la vida de ca-
da uno de nosotros. Átropo lo trama,
Cloto comienza a hilarlo y Láquesis
prepara la tijera que habrá de cortar-
lo cuando llegue la hora de la muerte.
Otras criaturas nacidas de Nýx fue-
ron arrinconadas con el tiempo por la
fuerza emergente de otros dioses, más
jóvenes, hijos de un mundo nuevo que
necesitaba nuevas divinidades.
Las deidades griegas
no son opresoras ni
exigen a los mortales
una imperiosa
actitud correcta
Nýx no fue, sin embargo, el factor
fundamental en esta generación de
dioses griegos, sino Gea, la Tierra. En
efecto, Hesíodo nos la presenta como
el elemento primordial del que ha-
brían de nacer todos los linajes de los
dioses. Se considera que los hijos de
Gea constituyen la primera generación
de deidades griegas. El poeta definió a
la diosa de la tierra en su Teogonía: “La
de amplio pecho, sede siempre segura
de todos los inmortales que habitan la
nevada cumbre del Olimpo”.
Pues bien, sin intervención de ele-
mento masculino alguno Gea parió a
Urano (cielo), a Ponto (mar) y a las
montañas, con lo que el mundo, tal
como lo conocemos hoy, estaba ya
formado. De estos hijos, el más im-
portante, con diferencia, fue Urano.
Nuevos nacimientos. La personifi-
cación del cielo, Urano, es el amante
fecundo de la tierra, Gea. Desde siem-
pre la bóveda celeste es concebida por
todas las religiones mediterráneas
como el elemento fecundador por
naturaleza, pues en su seno se gene-
ra la lluvia, esa especie de semen que
fecunda la tierra y hace posible la vida
en ella. Así pues, es completamente
lógico que de la unión de estos dos
elementos naciera la primera gene-
ración de dioses propiamente dichos,
especialmente los titanes y las titáni-
des, como Crono y Rea, que habrían
de jugar un papel decisivo en la histo-
ria de la religión griega. En realidad,
la aparición de Crono supone la ins-
tauración en el mundo de los dioses
de una de las características que me-
jor definen a la sociedad patriarcal: la
violencia. Su unión con Rea significa
efectivamente el comienzo de la reli-
gión griega propiamente dicha.
Todo comenzó cuando Urano, con-
sumido por los celos y por el temor
de que alguno de sus hijos llegara a
ser más poderoso que él, los man-
tuvo ocultos en el seno de su madre
sin dejarles ver la luz. Gea, agobiada
por el peso de sus hijos, a punto de
reventar, decidió enfrentarse con
aquel dios cruel, engendrado por ella
misma. Llena de determinación, forjó
un metal brillante y sólido con el que
fabricó una hoz. Entonces habló con
sus hijos y les propuso un plan para
vengarse, mas todos se llenaron de
temor y sus ánimos se encogieron.
Entonces el más joven de sus hijos
varones, Crono, aceptó el reto y se
propuso llevar adelante el plan de su
madre, pues no sentía en su pecho la
más mínima piedad por su abomina-
ble padre. Y así, al caer el Sol, apare-
ció Urano y abrazó violentamente a
Gea. Tembló la Tierra, pávida entre
los poderosos brazos del dios; Crono
LIBRO
La mitología grie-
ga: lenguaje de
dioses y hombres,
Antonio López Eire,
Mª Henar Velasco
López. Arco Libros,
2012. Esta obra
muestra el rastro de
los mitos griegos
en la literatura y en
el arte, además de
aportar informa-
ción sobre la civili-
zación griega.
ALBUM
Hipno, el dios del sueño. En esta
escultura de bronce se representa a la di-
vinidad que aletarga a los demás
seres del mundo con la somnolencia.
Representación de la danzarina Euríno-
me enroscada por la serpiente con la que
engendra el huevo creador del universo.
En los mitos primigenios, cuan-
do la sombra de la llegada de
los belicosos pueblos indoeuro-
peos todavía no planeaba sobre el
Mediterráneo, el inicio del mundo
se debió a la danza de una mujer
llamada Eurínome que, en su mo-
vimiento, hizo que el agua, el cielo
y la tierra se fragmentaran. El Caos
originario fue tomando forma y el
mundo comenzó a definirse al rit-
mo del baile de Eurínome. Alrede-
dor de esa mujer nacieron las co-
rrientes y a través de ellas el viento
del norte, el Bóreas, esparcía las
semillas de todas las cosas.
Sin embargo, el Bóreas fue enfrian-
do el cuerpo de Eurínome que,
aterida, abandonó su danza por un
instante. Entonces, tomó en sus
manos aquel viento helado y lo fro-
tó sin cesar hasta que consiguió
que su fría alma fuera templándo-
se, condensándose a la vez, y que
el calor producido por el frotamien-
to de sus manos diera forma a un
ser de aspecto casi líquido, como
un río. Ese ser extraordinario recién
nacido se llamó Ofión y su figura
de gran serpiente se convirtió en
un símbolo religioso antiquísimo.
Asombrosa criatura. Ofión
rodeó con sus anillos el cuerpo
de Eurínome y copularon fundidos
en el calor de sus cuerpos. Ella
quedó preñada con la semilla de la
serpiente y, pasado un tiempo, las
convulsiones del primer parto de-
positaron en el balbuciente mun-
do, apenas iniciado, un huevo. Así
nacieron el Sol, la Luna, los ríos y
los árboles, y de la tierra emergie-
ron las montañas.
tensó sus músculos y salió de la grieta
que había utilizado para esconderse.
Blandió en su mano la enorme y per-
fecta hoz de oro y asió con fuerza uno
de los brazos de su padre.
Violenta fuerza. Aturdido por el
deseo de poseer una vez más a Gea, el
enorme dios no acertó a comprender
lo que sucedía. De repente sintió un
pinchazo, un dolor agudo en el mo-
mento en que la hoz de oro blandida
por su hijo segó sus órganos genita-
les limpiamente. Un grito espanto-
so hizo temblar al mundo mientras
los genitales de Urano caían al mar
como un trozo de carne. Entonces
comenzaron un viaje a merced del
viento y las corrientes. Cuando lle-
garon a la costa de Chipre, en el otro
confín del mar, hervían a borboto-
nes. De la blanca espuma que los ro-
deaba nació una hermosa doncella
que, con el tiempo, habría de
convertirse en la más hermo-
sa de las diosas. Su nombre
era Afrodita.
Mitodecreación:elhuevouniversal
MUY HISTORIA 23
Tras este suceso, Urano desapa-
reció del mundo. Por orden de su
hijo Crono permaneció en-
cerrado en el Tártaro, un
lugar más profundo que
el inframundo Hades. Su
leyenda dejó de estar pre-
sente en las narraciones de
los aedos y en los versos de
los poetas. Su hijo, hen-
chido de orgullo, ocupó
el lugar de su padre; así
la segunda generación
está compuesta por los
hijos de Crono. Heren-
cia de su progenitor,
la naturaleza colérica
de Cronos se desató sin
freno. Liberó a sus her-
manos, titanes y titáni-
des, pero dejó en el Tártaro
a los cíclopes y a los heca-
tonquires, que pronto darían
rienda suelta a sus ansias de
venganza. De esta manera,
la religión griega deste-
rraba del mundo a seres
monstruosos, muy lejos
de la concepción antropo-
mórfica. Las antiguas e innumera-
bles abstracciones asombrosas, sólo
personificadas de forma parcial, iban
desapareciendo poco a poco de los
mitos, poblados ya por esta primera
generación de dioses.
Parricidio mítico. El Caos primige-
nio fue reducido a un mundo de una
simplicidad sorprendente: titanes y
titánides bajo el poder de Crono. Le-
jos de ese mundo, prisioneros en el
profundo Tártaro, quedaron los hijos
monstruosos del mutilado Urano. En
esa conyuntura, el dios Crono, deci-
dido a llenar la Tierra con sus hijos,
tomó a su hermana Rea como espo-
sa. Pero su afán reproductor se enfrió
cuando Gea, su madre, le anunció
que uno de sus hijos le arrebataría el
poder, lo destronaría y ocuparía su
lugar para siempre. Crono tembló de
furia y pensó en arrojar a sus hijos al
Tártaro, pero no lo hizo, convencido,
quizá, de que con la ayuda de sus po-
derosos tíos la profecía se cumpliría
inexorablemente. Entonces decidió
devorarlos uno a uno, según fueran
naciendo. Eso hizo con sus tres hi-
jas, Hestia, Deméter y Hera, y con
sus dos primeros hijos, Hades y Po-
seidón. Pero al avecinarse el parto
del más joven, de nombre Zeus, Rea
pidió ayuda a su madre, Gea, que le
proporcionó un abrigo seguro en un
lugar de la remota y salvaje Arcadia.
Allí nació el pequeño Zeus, lejos de
todo; lejos también del conocimiento
de Crono. Con su hijo oculto y seguro,
Rea se aprestó al lance decisivo. Con
la ayuda de su madre pulió con pri-
mor una roca, la envolvió entre paña-
les y, amparada por la noche, la en-
tregó a Urano que, al ver a su esposa
con el vientre deshinchado, reclamó
inmediatamente el cuerpo de su hijo
para devorarlo tal como había hecho
con los anteriores descendientes.
Madre protectora. Mientras, el ni-
ño Zeus crecía en Creta, lejos de to-
dos. Y gracias a la ayuda de sus no-
drizas, su madre y su abuela, cuando
el tiempo hubo cumplido su ciclo, el
joven dios estaba preparado para en-
frentarse a su temido padre. Apenas
nacida, la Historia comenzaba ya a
repetirse. Una noche sin Luna, tras
los placeres del amor, Rea adminis-
tró a Crono una droga purgante que
le hizo agitarse en medio de frías
convulsiones y vomitar el conte-
nido de su estómago, hasta que los
dos hermanos y las tres hermanas de
Zeus volvieron a nacer. El joven dios,
con sus hermanos liberados y agra-
decidos, inició el combate contra su
aterrador progenitor.
Durante diez años, como en Tro-
ya, la guerra entre dioses y titanes,
conocida por la tradición como tita-
nomaquia, tuvo un resultado inde-
ciso. Los titanes se hicieron fuertes
en el monte Otris; los dioses, en otra
montaña que habría de ser su mora-
da para siempre: el Olimpo. La Tie-
rra sufría espantosamente. Entonces
Gea decidió dar a su nieto el consejo
definitivo: liberar a los resentidos
hermanos de su padre, los cíclopes
y los hecatonquires, encerrados en
el Tártaro desde hacía largo tiempo.
Liberados, sus tíos saludaron a Zeus
como el verdadero soberano y se
Afrodita, diosa
del amor. Surgida
de las olas del mar,
tuvo varios amo-
ríos, aunque se
hizo más famosa
por sus maldicio-
nes. Arriba, escul-
tura en mármol de
Afrodita sorprendi-
da en el baño.
Cronos, devorador de sus
vástagos. Este óleo de Goya
representa al dios padre de la
primera generación de titanes
engullendo a uno de sus hijos.
ALBUM
PRISMA
LIBRO
Tras los pasos
de los dioses
griegos, Pierre Le-
veque. Akal, 2006.
Esta obra invita a
un realizar un viaje
histórico y geográ-
fico por el mítico
imaginario heleno.
24 MUY HISTORIA
lanzaron furiosos a la lucha. El poe-
ta griego Hesíodo nos describe vívi-
damente el fragor de este combate
formidable: “Terriblemente resonó
el inmenso Ponto y la Tierra retum-
bó con gran estruendo. El vasto cielo
gimió estremecido y desde su raíz vi-
bró el elevado Olimpo por el ímpetu
de los inmortales. La violenta sacu-
dida de las pisadas llegó al tenebroso
Tártaro […] Hervía la Tierra toda y las
corrientes del Océano”.
Los agradecidos cíclopes dieron el
paso crucial. Forjaron para Zeus el
rayo y el relámpago; hicieron para
Hades un yelmo mágico que lo haría
invisible –hermosa alegoría de lo que
habría de ser el mundo de Hades, la
muerte– y moldearon para Poseidón
el tridente con el que el dios agitaría
los mares y haría moverse la tierra.
Con estas armas, los tres hermanos
inclinaron a su favor la balanza de
una guerra que ganaron definiti-
vamente con la intervención de los
hecatonquires, sus monstruosos tíos
que, utilizando la multitud de sus
brazos, lanzaron una incesante lluvia
de piedras que enterró a los titanes.
Entonces Zeus se comportó como
lo había hecho su padre: encerró en
el Tártaro a los titanes, con Crono a la
cabeza, y puso de carceleros a los tres
hecatonquires, cuyo odio garantizaba
el fracaso de todo intento de fuga.
La religión griega acabó con el
Caos originario. Los nuevos dioses
vencedores se propusieron poblar
con sus hijos el mundo al que aca-
baban de llegar. En esta tarea fun-
damental, Zeus volvió a brillar por
encima de sus hermanos. El dios, en
efecto, utilizó su promiscuidad como
una verdadera arma demográfica y
llevó a algunos de sus descendientes
a la cumbre del Olimpo, hogar de las
nuevas divinidades para siempre.
Comunidad adorada. El número de
dioses que la tradición reconoce como
olímpicos varía según las épocas y los
autores, aunque parece haber cierto
acuerdo en que fueron doce deidades
las que conformaban el Olimpo. Así
pues, los dioses olímpicos son, en pri-
mer lugar, los seis hermanos hijos de
Crono: Zeus, Hades, Poseidón, Hestia,
Hera y Deméter. De ellos, las fuentes
no siempre consideran olímpicos a
Deméter, Hestia y Hades. A estos dio-
seshayqueañadirloshijosdeZeuscon
diferentesmujeres(diosasymortales):
Apolo, Artemisa, Atenea, Hermes,
Ares, Hefesto y Afrodita. Sobre esta
última existe cierta controversia, ya
que en la tradición homérica esta dio-
sa es considerada hija de Zeus y Dione,
una deidad prácticamente descono-
cida, de identidad difícil de precisar.
Finalmente, algunos autores conside-
ran olímpico a Dioniso, también hijo
de Zeus. Tras este relato mitológico se
oculta, como siempre, una realidad
nada mítica. La religión olímpica no es
más que el reflejo celeste de la nueva
sociedad que se estaba forjando en la
Tierra. Igual que los ideales patriarca-
les de la civilización micénica, magis-
tralmente transmitidos en las obras de
Homero, fueron desplazando todo lo
femenino hacia una posición de clara
servidumbre en relación con lo mas-
culino. Así los mitos explicaron, de un
lado, la irrupción de los dioses mas-
culinos indoeuropeos –especialmente
Zeus– y, de otro, el destierro de las
divinidades femeninas primigenias,
especialmente de la gran madre Tierra.
Hoy, miles de años después, la so-
ciedad patriarcal surgida en parte del
mito, en parte de la Historia, sigue
plenamente vigente.
La caída de los titanes. Esta pintura
escenifica cómo los derrotados, Crono y
sus hermanos, son arrojados al Tártaro por
los vencedores dioses olímpicos y Zeus.
Al lado de los cultos olímpicos, que
fueron transformados políticamente
en lo que podríamos definir como cultos
oficiales, en la antigua Grecia se desa-
rrollaron otros rituales menos conocidos
pero más cercanos a la gente común.
Estos ritos son conocidos por la literatu-
ra científica como “cultos mistéricos”.
Ritos de iniciación. “Mistérico” tiene un
sentido en nuestra lengua que no tenía
en la Antigüedad, de manera que sería
conveniente denominar a esos ritos po-
pulares como “de iniciación”, tal como
los llamaban los romanos, que traducían
el término griego por initiatio. En Grecia
fueron dos los dioses que propiciaron los
misterios: Deméter y Dioniso, a los que no
todas las fuentes consideran olímpicos.
Los misterios eran una forma de religión
personal y votiva, que favorecía una
experiencia de lo sagrado diferente a la
propuesta de la fe olímpica oficial. Tras
ellos se ocultaba un deseo de curación
y un anhelo de felicidad tras la muerte.
Este afán de bienaventuranza de cara al
futuro es lo que favorecía Deméter en
su santuario de Eleusis, una localidad si-
tuada muy cerca de Atenas.
La religión de Dioniso, vinculada con el
vino y con los elementos irracionales del
comportamiento humano, perseguía, en
el fondo, una especie de camino hacia la
felicidad eterna. A diferencia de Deméter,
Dioniso no posee un santuario concreto.
Sus ritos se celebran al aire libre, en pleno
contacto con la naturaleza.
Dioses y misterios
El número de dioses
reconocidos como
olímpicos por la
tradición varía según
la época y los autores
PERSONAJE
Hestia. Diosa
griega del fuego
que da calor y vi-
da a los hogares,
fue hija primo-
génita de Cro-
nos y Rea. De
actitud pacífica,
apenas salía del
Olimpo ni susci-
taba disputas.
ALBUM
AGE
Relieve que
muestra un
sacrificio en
honor a Deméter,
deidad griega
de la agricultura,
protagonista
de los misterios
eleusinos.
MUY HISTORIA 25
TARTESSOS Y OTROS ENIGMAS HISPÁNICOS
La Iberia eterna
y ancestral
Como en el resto de
Europa, las culturas
primitivas de la Pe-
nínsula sucumbieron
al empuje sucesivo
de Roma y del cristia-
nismo, pero muchas
de sus huellas pervi-
vieron como mitos.
E
n cierto modo, la actua-
ción del Imperio Romano
en Europa durante la Edad
Antigua puede asimilarse
a la actuación del imperio español
en América durante la Edad Moder-
na. De la misma forma que los con-
quistadores se llevaron por delante
a las culturas indígenas, las legiones
de Roma terminaron laminando las
culturas autóctonas de los pueblos
europeos. Desde luego, el proceso
no fue idéntico, pero el resultado sí
que fue muy similar: centenares de
tribus europeas tuvieron que acep-
tar la ley, las costumbres y el idioma
de los invasores, arrumbando sus
hábitos y creencias ancestrales. Fue
una devastadora pérdida de diver-
sidad cultural y espiritual que hoy
lamentamos vivamente, pues aquel
terremoto que supuso la dominación
romana nos dejó con muy pocos da-
tos ciertos sobre las sociedades que
nuestros antepasados habían puesto
en marcha hasta aquel momento.
Respecto a la religión, Roma era mu-
cho más permisiva, pero la llegada
del cristianismo supuso el golpe de
gracia tanto para los dioses romanos
como para los restos del mundo es-
piritual bárbaro que habían sobrevi-
vido a Júpiter y Marte.
Tradiciones latentes. Y sin embar-
go, aquellos restos no desaparecie-
ron del todo. Las viejas creencias se
enquistaron en los medios rurales,
lejos de los grandes centros de po-
der, y allí permanecieron latentes.
En España, la presencia del mundo
romano se prolongó cerca de siete
siglos, entre el II a.C. y el siglo V, que
fue cuando asomaron los visigodos
por los Pirineos. Es un lapso de
Por Alberto Porlan, escritor y filólogo.
Ilustración, Arturo Asensio
Diosas, sacerdotisas y
brujas. La mitología hispánica
está llena de figuras femeninas
(algo propio de las sociedades
matriarcales) como la Mari vas-
ca, y se cree que las bailarinas
gaditanas pudieron haber sido
en su origen sacerdotisas iberas.
MUY HISTORIA 27
tiempo enorme, más de 24 genera-
ciones, de forma que el primer espa-
ñol romano fue el sexto tatarabuelo
del último. Incluso así, todavía que-
daron restos de las viejas creencias.
Los primeros concilios cristianos es-
pañoles, que arrancaron a comienzos
del siglo IV, prevenían sobre algunos
ritos y hábitos condenables que sin
duda formaban parte de las tradicio-
nes autóctonas precristianas, como
la adoración de ciertas piedras, las
suertes adivinatorias o las fogatas en
las encrucijadas de caminos.
Iberia viene del vasco. Lo que sa-
bemos de nosotros antes de Roma es
lo que contaron los griegos. Para ellos,
esta parte del mundo se llamaba Ibe-
ria, si bien la primera fuente que la
menciona la denomina Hiberia, con
esa h inicial que nadie ha sabido expli-
car. Se trata de un nombre autóctono
que tendría que ver con el río Iberus
(el Ebro), el cual, a su vez, estaría em-
parentado con el término vasco ibar,
quesignificarío.Perolosgriegosjamás
pisaron Euskadi, de manera que si el
nombre del Ebro –que ellos conocie-
ron por su desembocadura en Tarra-
gona– era vasco, no se explica cómo
lo recogieron en boca de los pueblos
mediterráneos de su desembocadura.
A menos que, como parece más vero-
símil cada día, el vasco sea un residuo
fósil de la lengua que, con sus varian-
tes dialectales, se habló en la Península
en los tiempos anteriores a Roma.
Hay dos clases de mitos sobre la
vieja Iberia. Están, por un lado, los
que podríamos llamar exteriores
–o sea, los que forjaron los pue-
blos mediterráneos sobre noso-
tros–, y por otro los interiores,
los mitos propios de los pue-
blos ibéricos. Desde fuera, las
culturas pujantes del otro
lado del mar nos veían como
las tierras del fin del mundo,
lindantes con el océano. El
hecho de que el Sol se oculte
por Occidente situaba aquí
la noche y el otro mundo.
Los egipcios llamaban a sus
difuntos “los occidentales”,
y los enterraban en la orilla
oeste del Nilo. Por su parte,
los etruscos ponían a sus dioses
del Más Allá en Occidente.
Una tierra paradisíaca. En es-
ta región misteriosa y remotísima
ubicaban también aquellas culturas
sus lugares paradisíacos. Los grie-
gos, los Campos Elíseos y las Islas de
los Bienaventurados; los semitas, de
acuerdo con el Libro de los Jubileos
esenio, el Jardín del Edén. Ámbitos
maravillosos y ubérrimos, como el
Jardín de las Hespérides, cuyos árbo-
les producían frutos de oro, las islas
Cassitérides, con sus inagotables mi-
nas de estaño, o el reino de Tartessos
y su soberano Argantonio, el rey de la
plata. Y también el río del Olvido y el
país de los Sueños, así como la míti-
ca batalla entre dioses y titanes y los
tres últimos trabajos de Hércules. Los
fenicios, por su parte, coincidían con
los griegos en la noción de la riqueza
inconcebible de esta tierra, pues aquí
situaron su Tarschisch, equivalente
al Tartessos de los griegos, de la que
afirmaban que los pastores daban de
comer a las bestias en pesebres de
plata maciza y que sus naves carga-
ban de allí tanta plata, que incluso
sustituían sus anclas por otras hechas
de plata para aprovechar el peso. Y
también situaron en el remoto Occi-
dente las hazañas de su héroe análo-
go a Hércules: Melkart.
Se hablaba de antiguas expedicio-
nes de pueblos ibéricos que habrían
ocupado y colonizado Córcega, Cer-
deña y Sicilia. De acuerdo con la
tradición, Sicilia fue poblada por la
nación de los sicanos, llamados así
porque procedían de un río ibérico
con ese nombre, que se ha supues-
to el Júcar (Sicoris). Y estos sicanos
ibéricos quedaron incardinados en
los propios mitos griegos, pues entre
ellos aterrizó Dédalo con sus alas de
cera después de huir de Creta, don-
de había construido el laberinto para
Minos. El rey ibero-sicano, llamado
Cocalos, acogió al ingenioso Dédalo
Los guanches veían al Sol
y a la Luna como al padre
y a la madre del Tiempo. Y
con razón, pues por el prime-
ro medían los días y los años
y por la segunda los meses.
Parece que también tenían
un dios universal y eterno al
que llamaban Achuguayo,
Ser Supremo. Su sistema teo-
lógico era muy complicado
y exigía de todo un cuerpo
de sacerdotes con diferentes
funciones. Una de estas atri-
buciones era la de expulsar
al demonio o íncubo llamado
xaxo que se introducía en el
cuerpo de hombres y muje-
res aprovechando la menor
herida, incluso las rozadu-
ras en la piel. El fuego era
sagrado, como para los ma-
zdeístas, y, lo mismo que los
celtas, los guanches rendían
culto a determinados árbo-
les, en su caso el Drago San-
to. Realizaban ceremonias
con animales, sobre todo con
ovejas, en lugares sagrados a
los que llamaban bailaderos.
Uno de los mitos canarios
más curiosos es el que men-
ciona Pomponio Mela sobre
las islas Afortunadas, en las
que dice que se encontraban
dos fuentes maravillosas. Al
beber de una de ellas, sus
aguas producían una risa
incontenible que terminaba
matando al sujeto; sólo al
beber de la otra se curaba el
condenado a morir de risa.
Los originales mitos de los guanches
El drago era un
árbol sagrado para
los guanches. En
la foto, el llamado
Drago Milenario de
Icod de los Vinos
(Tenerife), declara-
do Monumento
Nacional en 1917.
VÍDEO
bit.ly/1DKMJP9
Documental de Na-
tional Geographic
En busca de la At-
lántida, en el que se
relaciona este míti-
co continente con
lasruinasdeCancho
Roano (Badajoz).
GETTY
28 MUY HISTORIA
y lo empleó, encargándole obras que
embellecieron su reino. Hasta que
Minos se enteró y se dirigió a Sicilia
para recuperar a su ingeniero. Coca-
los le dio la bienvenida respetuosa-
mente y, con el pretexto de ofrecerle
un baño caliente, sus hijas lo asesi-
naron por el procedimiento de escal-
darlo vivo en agua hirviendo.
Otra asimilación entre los mitos
griegos y la remota Iberia es la que se
refiere a la llegada a estas costas de
algunos héroes de la guerra de Troya
que fundaron ciudades en muy dis-
tintas partes de la Península. Ulises,
Menesteo, Teukros y el propio Me-
nelao terminaron en Iberia sus aven-
turas, de acuerdo a la tradición mí-
tica. Esta parte del mundo, fabulosa
y desconocida, era un buen refugio
para aquellos a quienes había que dar
un destino después de la famosa con-
tienda homérica.
Cerveza y matriarcado. Cosa dis-
tinta es llegar a saber cómo eran las
creencias en el interior de aquellas
colectividades. Las dudas se extien-
den a todas las facetas de la vida, y lo
que se sabe de cierto procede de las
viejas fuentes y de los estudios de los
modernos eruditos y especialistas.
Los hallazgos arqueológicos a veces
iluminan ciertos aspectos y otras los
oscurecen todavía más. Hay dema-
siados monumentos misteriosos en
la Península, de los que se han ofreci-
do interpretaciones dispares. Ponga-
mos por caso la extraña construcción
de Cancho Roano, en Badajoz, una
estructura que apareció colmatada
de cenizas entre las que se han resca-
tado restos de todas clases. Algunos
analistas consideran que fue un pala-
cio, otros que un templo y otros más
que fue una fortificación.
Tampoco sabemos gran cosa sobre
su estructura social, pero nos cons-
ta por los autores romanos que los
iberos nos parecíamos a los germa-
nos en dos cosas: ambos bebíamos
cerveza y (lo que era mucho más in-
sólito entonces) tanto en Germania
como en Hispania las mujeres eran
escuchadas en las asambleas políti-
cas, donde se les concedía el uso de la
palabra. En realidad, aquellos ante-
pasados debieron vivir en un medio
fuertemente matriarcal, como ma-
triarcales han sido en gran medida
las sociedades que las han sucedido
más tarde. Sobre todo, en la cordille-
ra cantábrica.
Fue allí donde la conquista de Ro-
ma encontró las mayores dificultades.
Las condiciones del terreno y el esca-
so provecho material que aportaba el
dominio sobre aquellas tribus monta-
ñesas rebajaron los ímpetus conquis-
tadores de Roma, como luego ocurrió
con los musulmanes. De manera que
en aquellas tierras permanecieron
durante mucho más tiempo los fun-
damentos de las creencias antiguas,
algunas de las cuales han llegado in-
cluso hasta nosotros.
Muchas tribus muy parecidas. Es-
trabón afirma que, en su tiempo, se
sucedían los nombres de tribus desde
Galicia hasta los Pirineos (de los ka-
llaikoi, ástoures y kantabroi hasta
los ouaskones y el Pyrene), pero que
esas diferencias de nombre no eran
importantes, ya que todas aquellas
gentes vivían de la misma manera.
Dice también que los kallaikoi eran
ateos y que el resto de las tribus ve-
neraban a un dios sin nombre en cu-
yo honor bailaban a las puertas de
sus casas en las noches de plenilunio.
No cabe duda de que la música y el
canto fueron extremadamente im-
portantes para nuestros antepasados
prerromanos. Los autores antiguos
son unánimes a este respecto, ya
Desde fuera, Iberia
era vista, por un lado,
como la tierra del fin
del mundo y, por otro,
como el Paraíso
El Jardín de
las Hespéri-
des. Este mítico
Edén fue ubicado en
Iberia o África por los
griegos y pintado así en 1892
por el inglés Frederic Leighton.
El río Iberus. Es
decir, el Ebro, aquí
fotografiado a su
paso bajo el puente
romano de Frías
(Burgos). Dio nom-
bre a Iberia y a su vez
se cree que el suyo
procede del término
vasco ibar, que
significa río.
LIBROS
Breve historia
de Tartessos,
Raquel Carrillo.
Nowtilus, 2011.
Muy completo, uti-
liza las fuentes tan-
to arqueológicas
como literarias y
mitológicas.
Geografía de
Iberia, Estrabón.
Alianza, 2007.
La mejor versión
en nuestro idioma
de este clásico,
esencial para en-
tender la península
Ibérica ancestral.
ALBUM
GETTY
MUY HISTORIA 29
hablen de las tribus norteñas, de
las andaluzas o de las mediterráneas.
Los restos arqueológicos muestran,
en los relieves y en las cerámicas pin-
tadas, una multitud de instrumentos
musicales diferentes. Es posible que
concibieran la música como algo in-
cardinado en la masa misma de sus
mitos, como algo de carácter celes-
tial. Las bailarinas gaditanas, que te-
nían fama en el mundo entero, pu-
dieron haber sido sacerdotisas.
Hasta hace bien poco, cuando los
campesinos hablaban de las cons-
trucciones megalíticas de su tierra
se las achacaban a los moros. Hay
dólmenes que se llaman Mezquita
de los Moros, u Horno de Moros. En
Galicia, donde apenas pusieron el
pie los musulmanes, se les atribuye a
los mouros, y en Euskadi, a los mai-
rus. Estos nombres proceden de un
tiempo en que el término equivalía
a gentil, no cristiano, y se acuñaron
en las primeras fases de la cristiani-
zación, cuando aún quedaban focos
de resistencia autóctona a los nuevos
tiempos y creencias. De esos focos
habrían salido después las brujas,
las meigas, las lamias y los diversos
elementos que se consideraron pu-
ramente satánicos y purgaron su su-
puesta culpa entre las llamas de las
hogueras medievales.
Entre brujas y otras criaturas. Pero
¿por qué predominaron de tal modo
las brujas sobre los brujos? Una posibi-
lidad apunta precisamente a la condi-
ción matriarcal de las sociedades anti-
guas, que a su vez habría enlazado con
la condición femenina de la Gran Dio-
sa, arraigada desde el comienzo de la
civilización. Aquella antiquísima Diosa
Madre, de la que hay muestras eviden-
tes en los primeros grupos de cultura
occidentales, se habría convertido,
por ejemplo, en la Mari de la mitología
vasca, cuyas sacerdotisas serían a su
vez las sorginak, las brujas. Mari es-
tá asociada a los dólmenes, de los que
hay que salir andando hacia atrás para
no disgustarla, y a aquella época me-
galítica se asocian asimismo toda clase
de leyendas arcaicas en la Península.
Los megalitos vascos tienen nombres
como Mairubaratza o Jentilbaratza,
Huerta de los Mairus o de los Gentiles,
aunque ocupan terrenos que nunca
pudieron haber sido huertas. Parecen
creencias traídas de épocas muy an-
tiguas, conservadas reverencialmente
en el seno de sociedades muy endogá-
micas y resistentes al cambio.
Por otra parte, muchos de los mi-
tos y creencias del norte eran com-
partidos por varios pueblos hispanos
y se explican a partir de la mitología
celta, como los duendes de todas cla-
ses con las formas más curiosas, las
ninfas acuáticas (lamias, xanas, etc.)
o los hombres salvajes de la monta-
ña (el basajaun u ojancu vasco y el
ojancanu cántabro). Tampoco faltan
los cíclopes en esa nómina, como el
vasco Tartalo, un ser enorme y cruel
con un solo ojo en medio de la frente.
Como ejemplo de leyenda estra-
falaria, ofrecemos al lector la que
redactó Trebius Niger, un autor roma-
no del círculo de Lucius Lucullus, que
fue procónsul de la Bética: “Se dice
que en las fábricas de salazón de Car-
teia vivía un pulpo enorme que había
aprendido a salir de la mar y meterse
en los depósitos. Los guardianes es-
taban muy irritados por sus continuos
robos. Protegieron el recinto con altas
cercas, pero el pulpo las superaba tre-
pando por el tronco de un árbol y de-
jándose caer del otro lado. Por fin, una
noche lo detectaron los perros cuan-
do retornaba al mar, y los guardianes
quedaron atónitos ante el espectácu-
lo. Antes que nada por el tamaño del
pulpo, que era colosal, y luego porque
su expedición a los depósitos lo había
cubierto de salmuera, que despedía un
hedor inaguantable. El pulpo puso en
fuga a los perros azotándolos con sus
tentáculos. Sólo tras muchos golpes
de tridente consiguieron matarlo los
guardianes. Sus tentáculos eran tan
gruesos que no se abarcaban con los
brazos y medían 30 pies (10 metros)
de largo. La bestia pesaba 700 libras
(230 kilos) y sus ventosas tenían el ta-
maño de lebrillos”.
Una especie de
kraken gaditano
Debajo, los restos
arqueológicos de
la entrada al foro
romano de Carteia
(San Roque, Cá-
diz), donde situó
Trebius Niger a su
pulpo legendario.
Columnas de
Hércules. La tradi-
ción las localiza en
el Estrecho de Gi-
braltar (estatua de-
dicada al mito en el
puerto de Ceuta).
WEB
www.juliocaroba
roja.org Página de-
dicada al gran an-
tropólogo, historia-
dor, lingüista y
ensayista vasco
Julio Caro Baroja
(1914-1995), experto
en mitos ibéricos.
AGE
ALBUMALAMY
30 MUY HISTORIA
Parece que hubo cultos locales re-
lativos a determinados territorios. Se
han encontrado numerosos altares
dedicados a deidades cuyo nombre
coincide en muchos casos con el de los
lugares junto a los que han aparecido.
Debieron de ser entidades y creencias
de índole animista por las que se reco-
nocía una condición sagrada a algunos
espacios en concreto, genios locales a
los que se atribuían ciertos beneficios
o dádivas y cuya protección se reque-
ría erigiendo esos altares.
Los mitos andaluces. En el sur, en
el Estrecho de Gibraltar o Columnas de
Hércules,que fuela primeratierraibé-
rica que conocieron los griegos, flore-
cieron otros mitos que la presencia ro-
mana y después la mahometana –que
duró tanto como la romana– contri-
buyeron a eliminar. Los últimos restos
de las creencias nativas serían barridos
finalmente por la repoblación cristia-
na. De los viejos mitos andaluces sólo
tenemos noticia a través de los histo-
riadores griegos y romanos, que trans-
miten informes curiosos como por
ejemplo que, según Plinio, los anda-
luces (los túrdulos) tenían más dientes
en la boca que el resto de los mortales.
De esta extravagante información no
se conoce el origen ni el fundamento,
de manera que se ha llegado a inter-
pretar como una metáfora.
Otros informes griegos aseguran
que el Sol parece cuatro veces mayor
al ponerse en Cádiz que en cualquier
otra parte del mundo. Esta noción
pudo haber estado ligada al hecho de
que no se conocían tierras más allá
del océano y a que el astro, en su caí-
da por Occidente, se aproximaba más
a la Tierra y por lo tanto se veía ma-
yor. También se decía que desde las
Columnas de Hércules podían verse
con toda claridad las montañas de la
Luna, y probablemente por la misma
razón. Como la Iberia era el confín del
mundo (el confín del Mediterráneo),
tenía sentido que estuviera más cerca
de los astros en su declinar diario.
Fascinante Tartessos. La leyenda
ibérica más completa que los siglos
nos han transmitido llega de la pluma
de un escritor galorromano del siglo
I a.C. llamado Pompeyo Trogo. Aun-
que su obra se perdió, quedaron lar-
gos fragmentos recogidos en el siglo
III por el historiador romano Justino,
en los que cuenta la historia de los
primitivos reyes de Tartessos, los fa-
mosos Gárgoris y Habis. De acuerdo a
esta leyenda, la hija del rey Gárgoris,
que había enseñado a sus semejantes
la recolección y el uso de la miel, tu-
vo un hijo ilegítimo que el soberano
repudió. Ordenó abandonar al niño
en el monte, pero las fieras salvajes lo
amamantaron y el niño siguió vivo.
Luego ordenó sucesivamente deposi-
tarlo en un paso de ganado para que
los animales lo pisotearan, arrojarlo
a los perros hambrientos y tirarlo al
mar. Ninguno de esos métodos termi-
nó con él, y vivió entre los animales
hasta que cayó en la trampa de un ca-
zador y fue conducido ante Gárgoris,
el cual, maravillado por lo ocurrido,
lo nombró su heredero. Y con gran
acierto, porque Habis se mostró como
un excelente gobernante. Estructuró
la sociedad en siete grupos o castas,
promulgó leyes adecuadas para la
convivencia y desarrolló la agricul-
tura y enseñó a su pueblo a labrar la
tierra con animales de tiro.
Mucho se ha especulado sobre el
sentido de esta leyenda, que parece
aludir a épocas remotísimas en las
que se dio el paso desde la ganadería
hasta la agricultura; o sea, al Neolí-
tico. Sus analistas, en particular Ju-
lio Caro Baroja, lo interpretan como
un mito fundacional semejante al
que desempeñaron Rómulo y Remo,
también protegidos y salvados por
una bestia salvaje, en su caso la loba
capitolina. Pero además recuerda a la
historia de Moisés, abandonado en las
aguas del Nilo al poco de nacer. El he-
cho de que esta leyenda se relacione
con los descendientes de los tartesios
parece vincularlo con otra noticia que
proporciona Estrabón: que los anda-
luces (turdetanos o túrdulos) eran los
más cultos de todos los pueblos ibéri-
cos y que disponían de crónicas histó-
ricas y leyes versificadas con una an-
tigüedad increíble, que ellos mismos
fechaban en seis mil años. Si algún día
se lograran encontrar y descifrar esos
escritos constituirían el mayor tesoro
cultural que pueda soñarse, pues nos
aproximarían a la infancia olvidada de
nuestra civilización, ampliando el co-
nocimiento que tenemos de nosotros
mismos. Para eso sirve la Historia.
Muchos mitos y
creencias hispanos
se explican a partir
de la mitología celta:
duendes, ninfas...
Habis, como Moisés. El mito fundacional
tartesio está emparentado con el de Rómulo
y Remo y con la historia de Moisés salvado
de las aguas (izquierda, cuadro de Poussin).
Esas puestas de
Sol... Historiadores
griegos y romanos,
como Plinio, afirma-
ban que el Sol era
cuatro veces mayor
al ponerse en Cádiz
que en cualquier otra
parte del mundo. Esa
impresión sigue dan-
do a quienes lo con-
templan hoy (izda.,
playa de la Caleta).
PERSONAJE
Estrabón (64
a.C.-24). Geó-
grafo, historia-
dor y viajero
griego conoci-
do sobre todo
por su obra
Geografía, cuyo
tercer volumen
dedica a Iberia.
GETTY
MUY HISTORIA 31
LUGARES ENIGMÁTICOS
En busca
del paraíso
perdido
Muchas localizaciones legendarias son
un enigma del que nacieron fascinantes
elucubraciones a lo largo de siglos de
Historia. La mitología se nutre de reinos
de leyenda buscados con ahínco por
temerarios aventureros que recorrían la
geografía conocida y desconocida: ellos
fueron el motor de muchos de los gran-
des descubrimientos del Nuevo Mundo.
E
l Jardín de las Delicias en la tradición
judeocristiana, el monte Meru en el
budismo y el hinduísmo, las monta-
ñas del Kunlun para los taoístas… En
el paraíso terrenal no hay lugar para el dolor o
el hambre, ni para la vejez o la muerte, porque
habitar en él otorga la juventud eterna. El mun-
do es un lugar inhóspito, hostil, de sufrimiento
perpetuo, y no hay cultura que no haya desa-
rrollado mitos acerca de un edén donde una
vez vivieron los hombres y al que en algún mo-
mento quizá puedan regresar. Pero eran leyen-
das muy tangibles. Para los cristianos, el Paraí-
so no era simplemente una fantasía para aliviar
las penas del mundo real; era también una tie-
rra con coordenadas geográficas concretas, si
bien desconocidas, ubicado en algún indeter-
minado lugar de Oriente.
Griegos y romanos fabularon con una
Edad de Oro, un pasado mítico en el que los
hombres vivían ociosos, ajenos a cualquier
preocupación, disfrutando de los efectos del
elixir de la juventud eterna. Los Campos Elí-
seos o las Islas Afortunadas fueron la versión
grecolatina de ese edén inalcanzable, pero no
por ello inexistente. Tal es así que los mapas
medievales ubicaban ese Paraíso en una India
casi tan mítica y enigmática por aquel enton-
ces como el mismo Edén. Y en efecto, el Paraí-
so, como idea y mito, ha asumido formas ex-
traordinariamente variadas. Los aztecas recor-
daban con nostalgia la tierra de sus ancestros,
Aztlán, que las tribus nahuatlacas abando-
naron en el siglo XIII para fundar la majestuo-
sa Tenochtitlán. Fue durante el período de la
conquista española cuando la leyenda de Azt-
lán cuajó en el imaginario colectivo indígena
¿DÓNDE ESTUVO EL EDÉN?
Por Roberto Piorno, periodista
LA BÚSQUEDA DEL ELÍSEO
El Jardín de las Delicias.
El artista neerlandés
El Bosco pintó esta obra
tríptica donde representa su
particular visión del Géne-
sis, el Paraíso y el Infierno
(de izquierda a derecha).
AGE
32 MUY HISTORIA
y de los recién llegados. Fray Diego Durán, entre
otros cronistas, perpetuó el recuerdo de una Azt-
lán paradisíaca, cuyos habitantes gozaban de la
vida eterna. Así se fundió la tradición autóctona
de los mexicas con el mito del Paraíso terrenal
que los españoles llevaron al Nuevo Mundo en
busca de todas las quimeras bíblicas, fusionan-
do dos maneras complementarias de recrear las
leyendas de la Edad de Oro. Y aunque el Edén
era algo muy real para los aventureros europeos
del siglo XVI, no dejaba de ser una entelequia
mística reservada a los elegidos, a los más vir-
tuosos. De algún modo, el Edén era el paraíso de
los ricos; todo lo contrario que Jauja, la réplica
del vulgo a las leyendas paradisíacas de la élite.
Citado por vez primera en un poema del siglo X,
el país de Jauja era un paraíso al alcance de los
menos piadosos, un edén de placeres sin límite,
de manjares infinitos, mundano y desprovisto de
las connotaciones místicas del Paraíso bíblico,
tan poco atractivas para el pueblo llano.
El mito de Jauja, a diferencia de los mitos pa-
radisíacos tradicionales, nace y cuaja entre las
masas de gente corriente y entre los desfavore-
cidos. Su ubicación geográfica es muy impre-
cisa, pero es un rincón de libertad sin límites, el
mundo al revés donde el pez pesca al pescador
o los hombres arrastran arados tirados por bue-
yes. Jauja es casi una parodia del Edén bíblico,
una gráfica evidencia de cómo la cultura popular
puede redefinir los mitos dándoles vida nueva.
Una reinterpretación, por otro lado, de la que no
escapa el mundo contemporáneo, que ha forjado
sus propios edenes a través de la literatura. Hoy
en día podemos añorar el paraíso o soñar con
una vida de paz interior perpetua en Shangri-La,
ese edén tibetano en las cumbres del Himalaya
que nació en 1933 de la imaginación de James
Hilton, que creó así un nuevo icono paradisíaco
en su novela Horizontes perdidos, poniendo en
evidencia cómo la literatura puede participar en
la forja y reescritura de mitos ancestrales. Shan-
gri-La, todo un paraíso new age de rasgos orien-
tales, es ya sinónimo de edén en la cultura popu-
lar. La prueba, en definitiva, de que el mito del
Paraíso terrenal sigue extraordinariamente vivo.
RELATO MÁGICO Y POPULAR
MUY HISTORIA 33
E
l sueño del Paraíso remoto tiene múlti-
ples ramificaciones geográficas. Pero
esa atávica fascinación por la tierra in-
cógnita, que permitía llenar los agujeros
negros de la cartografía primitiva con vergeles de
ensueño en parajes inexplorados, encuentra uno
de sus campos más fértiles en ultramar. Una isla
imaginaria es un espacio con irresistibles impli-
caciones metafóricas, una alegoría del retiro per-
fecto, un espacio simbólico de distensión entre
el individuo y la sociedad, un rincón idóneo para
proyectar los utópicos ideales filosóficos irreali-
zables en el mundo real. En consecuencia, la
isla ha sido tierra abonada para el mito. Hesíodo
y Píndaro, en la Grecia arcaica y clásica,
moldearon la leyenda de las Islas Afortunadas.
Esas islas, paraíso de los justos, habían supe-
rado hasta tres reencarnaciones. Allí las almas
encontraban el soñado descanso en un remoto
e indeterminado lugar del Atlántico según las
fuentes griegas y más allá de las Columnas de
Hércules (el estrecho de Gibraltar) en las roma-
nas. Es usual que el mito encuentre acomodo en
un punto geográfico preciso y, con el tiempo, el
archipiélago de las Afortunadas y de las Canarias
fueronunosolo.Incontablessontambiénlosin-
tentosdelocalizar,másalládelasnieblasdelmito,
lalegendariaisladeThule.Porvezprimera,porel
marinohelenoPiteas(sigloIVa.C.),perocuajóco-
moquimeradelargaduraciónenlossiglospos-
terioresgraciasalaplumadeEratóstenesoEstra-
bón.Ubicada,segúnlaleyenda,enalgúnrincón
remotodelAtlánticoNorte,Thuleeraunaisla
dehieloyfuegodondejamásseponíaelSol.
En ocasiones, las leyendas tienden a fusionar-
se, y el mito de Thule, con frecuencia, se asimila
al de la Atlántida y, sobre todo, al de la paradisíaca
Hiperbórea, reino de los dioses, cuna de la civili-
zación y patria, por extensión, de la raza y la len-
gua más primitivas. En el medievo se ubicó esta
isla en el entorno de la península escandinava. Al-
gunos la relacionaron con Islandia y las Feroe, en
una zona donde proliferan incontables mitos isle-
ños sobre otras ínsulas imaginarias del norte co-
mo Frislandia o Eastlandia. Incluso los nazis bus-
caron el rastro de una presunta Thule histórica,
en pos de las raíces del mito ario. La quimera des-
bordó las fronteras de la imaginación en el Índi-
co, donde presuntamente se situaría Taprobana,
mencionada por vez primera por Megástenes en
el siglo III a.C., donde habitaban individuos con un
solo pie gigante que empleaban para protegerse
del Sol. En Taprobana habitaban, dice la leyenda,
hormigas grandes como perros, sus habitantes
no dormían jamás y las leyes eran innecesarias
porque reinaba la felicidad y no se cometía delito
alguno. Se decía que era una isla sin firmamento,
y en el medievo y la Edad Moderna quisieron ubi-
carla en Sri Lanka o en Sumatra. Pero Taprobana
era una utopía con nombre de isla, como la Isla
Perdida de San Brandán descubierta en el siglo VI
por un monje irlandés. Se trataba de una isla que
desaparecía bajo las aguas porque era, en reali-
dad, el lomo de un pez gigantesco. Paraísos en
medio del océano, fábulas con forma de isla cual
la Barataria del Quijote, en la que Sancho fue el
hombre que pudo reinar.
ÍNSULAS IMAGINADAS
THULE Y ATLÁNTIDA
LAS ISLAS AFORTUNADAS
A lomos de un gigantesco pez. La mítica isla de San Brandán se ilustra con una carga simbólica cristiana inspirada en su monje descubridor.
En un norte lejano. Mapa de la isla de
Thule en la ubicación figurada por el geógrafo
egipcio Claudio Ptolomeo en el siglo II.
AGE
AHU/JOSÉANTONIOPEÑAS
34 MUY HISTORIA
L
as tierras ignotas con las que soñaba
Colón eran una proyección geográfica
de ese añorado Paraíso terrenal. En un
tiempo, el siglo XV, en el que aún se pro-
cedía a una lectura literal de las Sagradas Escri-
turas, las Indias eran un desafío a la imaginación.
En cierto sentido, lo que buscaba el navegante
genovés era, en palabras de Umberto Eco, un
edén laico. El Nuevo Mundo debía ser la puer-
ta de entrada a ese viejo sueño imposible. Y la
imaginación desbordante de los primeros con-
quistadores no tardó en verse refrendada por el
prometedor relato de los indígenas, que habla-
ban de lugares lejanos donde el oro abundaba
en cantidades inconmensurables. En buena
medida, la conquista de América fue la crónica
de una fiebre del oro alimentada por fabulacio-
nes de toda clase. Una vez que Cortés y Pizarro
exprimieron el filón de los imperios mexica e in-
ca respectivamente, proliferaron leyendas que
hablaban de paraísos de oro en la impenetrable
espesura de la selva. Pero no había metal para
tanto aventurero hambriento de riquezas.
En ausencia de botín tangible, los conquis-
tadores se aferraron al mito de las opulentas
ciudades del oro, al consuelo de la entelequia.
El Paraíso terrenal era pródigo en riquezas de
toda índole y dentro de sus idílicas fronteras sus
habitantes gozaban de la vida eterna. La raíz de
esa mímesis entre el Paraíso y el Nuevo Mundo
se encuentra en esos pioneros de América que
se afanaron en la localización de rincones tan
idílicos como la Fuente de la Eterna Juventud.
Ponce de León arribó a las costas de América en
1512 y desde entonces navegó incansable en
busca de una isla de cuyas fuentes manaba el
agua que daba la juventud perpetua. Murió atra-
vesado por la flecha de un indígena, después
de haber explorado cada palmo del Caribe, de la
costa septentrional de Sudamérica y de Florida,
que él mismo descubrió, en busca del elixir de
la vida eterna. Naturalmente, no tuvo éxito en su
empresa. Al fin y al cabo, la grandeza y miseria
de los conquistadores estriba en la obstinación
de estrellarse contra sus propios sueños.
Laavidezdelosespañolesporconseguirel
orodelNuevoMundoprovocóquelosindígenas
alimentasensuobsesióndandocuentadeleja-
nasciudadesesculpidasenoro,enlaesperanza
dealejarlosdesusterritoriosylibrarsedelsaqueo
desuspropiosdominios.Ahísefundenlosmitos
bíblicos,laleyendadelparaísoterrenalylosmi-
tosalimentadosporlospropiosindios:uncóctel
explosivocuyofrutofuelaquimeradeElDorado.
Entornoa1530cuajóenelimaginariocolectivo
delosconquistadoreselmitodeElDorado,una
ciudaddeoroubicadaenmediodelajungla,en
lazonacentraldeNuevaGranada(actualCo-
lombia).Unmitotejidoalrededordelperiplode
GonzaloJiménezdeQuesadaylascostumbres
delosindiosmuiscas,quealelegirunnuevoca-
ciquecubríansucuerpoconpolvodeoropara
despuésofrendarobjetosvariosforjadosenel
preciadometal,arrojándolosalalagunaGuatavi-
ta.Laleyendatendióadesfigurarse,inflamando
laimaginacióndeexploradorescomoLopede
Aguirre,OrellanaoSirWalterRaleigh,quebusca-
ronelrastrodelaciudadperdida.Coneltiempo
laquimeradeElDoradoseamplificó,diluyéndo-
seconotrasleyendasdeciudadesperdidasenel
NuevoMundo,comoPaititi,urbeincaicamencio-
nadaenlascrónicasdeVacadeCastro,enlaque,
presuntamente,seescondieronlostesorosde
Cuzcoponiéndolosasalvodelosespañoles;ola
CiudaddelosCésares,ubicadaenalgúnvallede
laPatagoniaydotadadegrandesriquezas.
FABULACIONES DEL NUEVO MUNDO
SUEÑOS ÁUREOS
EXPLORADORES AMBICIOSOS
Símbolo de inmortalidad. Esta obra pictórica representa la legendaria fuente de agua mágica que otorga la juventud perdida a quien la prueba.
AGE
El cacique Guatavita.
Reproducción esculpida
en oro del mandatario
del pueblo precolombino
de los muiscas, vincula-
do al mito de El Dorado.
AGE
E
l mito es, además, un instrumento
idóneo para moldear el espejis-
mo del buen gobierno. Ensoña-
ciones de una sociedad demasia-
do imperfecta que fabula con rei-
nos remotos en los que los gobernantes son
sabios, la riqueza, deslumbrante, y la convi-
vencia, un modelo de virtud y equilibrio. Si
no puede existir la sociedad perfecta en el
mundo real, ¿por qué no rebuscarla entre los
pliegues de la leyenda? Desde el mito
platónico de la Atlántida, cuyos reinos
formaban una confederación some-
tida al imperio de la ley, la utopía de
una realeza justa, sabia y eficiente
administradora de la opulencia ha
sido el motor de algunos de los mi-
tos geográficos más recurrentes
desde la Antigüedad clásica. No se
puede asegurar con toda certeza
que la Atlántida fuese simple fruto
de la imaginación de Platón, y me-
nos aún, por ejemplo, que el relato
bíblico relativo a las imponentes ri-
quezas del reino de Saba sea pura
fabulación. En 2008, un equipo de
arqueólogos alemanes localizó las ruinas de
un imponente palacio en la localidad etíope
de Axum, que no tardaron en identificar co-
mo la morada real del hijo de la mismísima
reina de Saba. Cada vez más la leyenda bíbli-
ca de Makeda, la reina africana que enamoró
a Salomón, deja de ser leyenda. Saba sigue
siendo un reino fabuloso y modélico, un ico-
no de prosperidad, un país con suntuosos
jardines, incienso, especias y metales pre-
ciosos en abundancia. Durante siglos se cre-
yó que no era más que una hermosa leyenda.
Hoy en día, historiadores y arqueólogos
apuntan a Yemen y Etiopía como localización
histórica probable de un mito que con los si-
glos demostró no serlo. De extraordinaria lon-
gevidad fueron también los ecos del fabuloso
reino del Preste Juan. Nuevamente, un país
remoto gobernado por un monarca sabio y
piadoso, el Preste Juan de las Fuentes, cuyos
dominios se extendían más allá del mundo islá-
mico, en el lejano Oriente, en una tierra habita-
da por seres monstruosos y jalonada por sun-
tuosos palacios. Un reino cristiano en los con-
fines del mundo, citado por vez primera en una
carta, presuntamente escrita por el mismísimo
Preste al emperador de Bizancio en el siglo XII.
La leyenda del reino del Preste Juan adquirió
connotaciones políticas sustanciales con el
tiempo. Llegó incluso a cuajar un ideal de reu-
nificación entre la Iglesia de Occidente y la del
remoto Oriente del Preste Juan, y la localización
de aquel exótico reino cristiano dio un impulso
considerable a la exploración hacia el este. La
fábula, que siguió muy viva hasta el siglo XVI,
pudo tener inspiración histórica en las comuni-
dades nestorianas de Asia. Nada que ver con
Agartha, cuyo mito nace de la necesidad de se-
guir imaginando lo increíble en un tiempo (el si-
glo XIX) en el que las exploraciones y los mapas
habían desacreditado las leyendas de paradi-
síacos reinos remotos. Fue entonces cuando el
mito comenzó a penetrar en las profundidades
de la Tierra hueca. Allí, en algún lugar de Asia
(quizá bajo la cordillera del Himalaya), existía y
prosperaba Agartha, un país de ciudades sub-
terráneas interconectadas, gobernado por el
rey del Mundo y custodio de sabidurías mile-
narias. Fue un novelista decimonónico, Louis
Jacolliot, un referente para las corrientes esoté-
ricas de la época, el primero en hacerse eco de
la existencia de esta civilización subterránea,
presuntamente mencionada en antiquísimos
textos sánscritos que nadie que no fuera Jaco-
lliot vio jamás. Un mito extraordinariamente su-
gestivo y, afortunadamente para la buena salud
de la leyenda, irrefutable, a diferencia de otros,
por parte de los escépticos. Y es que, al fin
y al cabo, ¿quién ha explorado el centro de la
Tierra, aparte de Julio Verne?
ÉRASE UNA VEZ UN IDÍLICO REINO
LOS CONFINES DE LA TIERRA
La conquista de una mujer legendaria. La monarca del reino africano de Saba, Makeda, se presenta ante el último soberano
de Israel, Salomón, con oro y piedras preciosas. Ambos personajes de los textos bíblicos se convirtieron en figuras míticas.
Etiopía, tierra mágica. Conocido
como la estela del rey Ezana (izquier-
da), este obelisco del siglo IV está
situado en la ciudad etíope de Axum.
AGE
AGE
N
o todos los paisajes de leyenda se
erigen sobre la imaginación; algu-
nos cobraron forma física o, mejor
aún, anidaron en un espacio geo-
gráfico concreto. Ruinas o parajes
en los que la Historia y el mito se han dado la ma-
no, creando un híbrido fascinante entre realidad
y fantasía, entre ecos históricos muy palpables
y la necesidad de adornarlos con apasionan-
tes especulaciones legendarias. Es el caso de
la roca de Alamut, en el sudeste del Caspio, una
imponente e inexpugnable fortaleza medieval
de la que actualmente sólo queda un puñado
de ruinas. Una escarpada cresta de más de cua-
trocientos metros de altura era la imponente
defensa natural de una guarida de leyenda, que
sólo podía alcanzarse cabalgando sobre águilas.
Fue entre sus muros donde se gestó el mito de
la secta de los Asesinos, elaborado por cronis-
tas que viajaron a Tierra Santa de la mano de los
cruzados, que dotaron de una dimensión mística
y mítica a Hasan-i Sabbah, que lideraba la secta
con mano de hierro y adiestraba desde la más
tierna infancia a sus acólitos, que constituían una
cantera inagotable de asesinos políticos. Hasan
era un referente espiritual, pero también un hábil
político y estratega, maestro de la maquinación
y el asesinato político. Cuenta la leyenda que los
seguidores de la secta eran conducidos a la ci-
ma de la fortaleza, un paraíso de idílicos jardines
donde se daban a una vida de irresistibles place-
res, aturdidos por el efecto del hachís, y después
despertaban del letargo para enfrentarse a una
vida de penurias. El regreso al paraíso tenía un
precio: ejercer de letales asesinos en un ejercicio
de devoción ciega al líder de la secta.
Las ruinas de Alamut son la punta del ice-
berg de un legado con base histórica, pero muy
embellecido por el mito, al igual que otros dos
rincones íntimamente ligados a la mitología del
Grial. A diferencia de Alamut, aquí el mito se su-
perpone sobre lugares preexistentes con sus-
trato histórico muy endeble. Es el caso de Glas-
tonbury, para muchos la Avalon de la leyenda
artúrica, cuya abadía, probablemente fundada
en el siglo VII, se ha convertido en un faro para
los cazadores de mitos, una parada obligada
para los rastreadores del Grial. Una tradición
de historicidad muy dudosa señala a José de
Arimatea (que sostenía el cáliz en el que Cristo
vertió su sangre) como fundador de la abadía,
que cerró definitivamente sus puertas en 1539.
Siete monjes de la orden se refugiaron en un
monasterio galés llevando consigo una valiosa
reliquia: a saber, un humilde cáliz de madera que
no sería sino el Santo Grial, cuyo rastro se pierde
definitivamente en el siglo XIX. Una leyenda con
frágil base histórica viva durante muchos siglos.
Nada que ver con la de Rennes-le-Château,
quintaesencia de mito forjado alrededor de fal-
sificaciones de toda índole, fruto de la especu-
lación acerca del origen del dinero con el que el
abad Bérenguer Saunière restauró la iglesia
local y construyó una imponente torre a imagen
y semejanza de la de David en Jesusalén.
La leyenda, engordada a base de mentiras y
manipulaciones por Pierre Plantard, un ambi-
guo personaje procedente de los círculos de
extrema derecha que se decía miembro de una
sociedad secreta, el Priorato de Sión, con más
de dos milenios de vida, apuntaba a que Sau-
nière se hizo rico extorsionando al Vaticano a
cambio de no revelar el hallazgo de los docu-
mentos que probaban que Jesús había tenido
descendencia fruto de su unión con María Mag-
dalena, que no era sino el origen de la dinastía
Merovingia, que pervivía hasta nuestros días
a través del Priorato. Un delirio que cobró una
nueva dimensión gracias a Dan Brown y El có-
digo Da Vinci. A pesar de la probada falsedad
del testimonio de Plantard, Rennes-le-Château
sigue siendo destino de peregrinaje de incon-
tables seguidores del best seller de Brown y las
indefendibles tesis en las que se sustenta.
LA HISTORIA ALIMENTA LA LEYENDA
EL REFUGIO DEL REY ARTURO
ENIGMAS Y FALSEDADES
La roca de Alamut, guarida montañosa. Al norte del actual Irán se encuentra esta escarpada
y mítica cordillera que habitó, según la leyenda, la secta de los Asesinos durante el medievo.
Torre Magdala. Situada
en Rennes-le-Château, un
pueblo occitano lleno de
leyenda por el que pasa
el Camino de Santiago.
GETTY
AGE
Mitos
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  • 1. www.muyhistoria.es Mitos y leyendas de todos los tiempos Más allá de lo real Por Carlos García Gual ¡Por los dioses del Olimpo! Esos mitos tan españoles... Los lugares más enigmáticos Fábulas con nombre de mujer Criaturas fantásticas Héroes: entre la realidad y la imaginación Leyendas muy remotas De la tradición al cine Javier Negrete: “Los mitos nos devuelven nuestra imagen aumentada” DOSSIER 10 FIGURAS DE LEYENDA Gilgamesh, Osiris, Baal, Odín, Quetzalcóatl, Visnú, el rey Arturo... 62 Abril 2015 (Spain only)
  • 2. S O L O E N compraonline
  • 3. SUMARIO EDITORIAL Somos nuestros mitos Los mitos son humanos. Han surgido de nuestra esencia. Pueden representar tanto un modelo a seguir, como el lado más oscuro de nuestra persona- lidad, porque en su mayoría se fundamentan en la dualidad del espíritu del ser humano. Según lo expresó el psicólogo suizo Carl Gustav Jung: “Los mitos son nece- sarios para la salud de la psique humana. Expresan las verdades almacenadas en nuestro subcons- ciente; y sus protagonistas, ya sean héroes, dioses o animales, encarnan aspectos tan humanos como la creatividad, la inteligencia, la alegría o el dolor. Los monstruos no son sino el reflejo de los mie- dos de la mente, sus fantasmas.” La continuidad de los mitos a lo largo de los siglos –ya que, ade- más de formar parte de nuestra cultura cotidiana, siguen siendo una fuente de inspiración en la literatura moderna– debería hacer- nos reflexionar sobre el secreto de su vigencia. Desde los divinos y caprichosos habitantes del Olimpo, movidos por el sexo, las pasiones y el poder, pasando por los héroes y personajes míticos de todas las culturas (Gilgamesh, Isis, Odín...), hasta nuestro ima- ginario de criaturas fantásticas, como las sirenas o el Minotauro, la auténtica finalidad del mito es demostrarnos que los seres humanos estamos sometidos a los designios del destino. ABRIL 2015 EN ESTE NÚMERO: Presentación: Más allá de lo real 4 Visual:La morada donde habitan los dioses 12 Divinidades griegas 20 La Iberia eterna y ancestral 26 Lugares míticos 32 Mitos con nombre de mujer 40 Bestiario de criaturas fantásticas 46 Héroes: entre la realidad y el relato 76 Leyendas ocultas en el mundo 82 Fusión de mito y cine 88 Entrevista: Javier Negrete 8 Curiosidades 38 P & R 74 Guía de Lugares 92 Panorama 94 Próximo número 98 SECCIONES 10 PERSONAJES MITOLÓGICOS Gilgamesh,Viracocha, Odín, Isis y Osiris, el rey Arturo... 53 DOSSIER 76Heroicidad mítica. Muchos personajes fabu- losos ocupan el papel protagonista en leyendas donde las hazañas encumbran a los héroes. NINESMÍNGUEZ 20 La familia de dioses olímpicos. La deidades del Olimpo fueron el modelo a seguir para la civiliza- ción griega, caracterizada por el respeto y el amor al ser humano. Los griegos imaginaron divinidades que no eran sobrenaturales. Han colaborado en este número: Laura Manzanera Periodista especiali- zada en medios de divulgación cultural y escritora todoterreno. Javier Negrete Especialista en mi- tología clásica y autor galardonado con numerosos premios literarios. Bernardo Souvirón Profesor de lenguas clásicas y escritor de obras literarias y ensayos centrados en la cultura clásica. PORTADA: CENTAURO, POR JOSÉ ANTONIO PEÑAS ALBUM 53 El acervo cultural de cada pueblo está cargado de héroes, deidades, reyes ejemplares, etc. Todos ellos proceden de relatos fantásticos que generación tras generación se han transmitido de manera oral. AGE 40 Muchas figuras míti- cas adoptaron forma de mujer; entre ellas, encontramos a la subversiva Lilith, la ingenua Melusina, la vengativa Loreley, la protectora Pacha- mama, etc. GETTY GETTY Palma Lagunilla Directora (plagunilla@gyj.es) En Twitter: @_plagunilla MUY HISTORIA 3
  • 5. RELATOS INICIÁTICOS Las narraciones de hechos extraordina- rios con seres y luga- res legendarios han acompañado a todas las culturas, confi- gurando un fabulo- so imaginario que pervive en el tiempo. Transmitidos gene- ración tras genera- ción durante cientos de años, los mitos se conservaron gracias a la tradición oral y, después, a través de los textos escritos. MAS ALLA deloREAL ´´ Jardín del Edén. A lo largo de los siglos, las civilizaciones encontraron cobijo a su desasosiego existencial en míticas fábu- las que describen lugares paradisiacos. Por Carlos García Gual, escritor y filólogo MUY HISTORIA 5
  • 6. C omo la palabra mito se utiliza con muy varia- dos sentidos –relato sagrado, cuento, ficción o, incluso, personaje estelar–, conviene precisar su definición. Se emplea en el sentido clásico del término como una narración tradicional y memorable que habla de la actuación de seres extraordinarios (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano. Los mitos son relatos fabulosos que perviven transmiti- dos desde lejos en el imaginario colectivo. Son algo así co- mo las historias sagradas de la tribu; vienen de muy atrás, nacieron mucho antes que la escritura, y viajan durante siglos de generación en generación. Según el antropólogo belga Marcel Detienne: “Los mitos viven en el país de la Memoria”. Dan respuestas a los enigmas de la existencia humana evocando figuras y hechos prodigiosos que ex- ceden la realidad cotidiana, gestas de larga huella que marcaron para siempre el destino del mundo, en un tiempo primordial más allá del devenir his- tórico; relatos asombrosos y actuaciones so- brenaturales que exigen creencia y prome- ten consuelo y felicidad. El conjunto de mitos de una cultura con- figura su mitología tradicional. En todas las civilizaciones, en su etapa arcaica, existe una propia y vivaz mitología. “Un pueblo sin mitos se moriría de frío”, escribió G. Dumézil (1898-1986). Ese entramado narrativo responde a la inquietud natural de los seres hu- manos, y su conglomerado de relatos ofrece una iluminación fantástica del mundo y habla de sus raíces ocultas; es decir, de los seres divinos y las acciones que los fundamentan. Como si el ser humano ne- cesitara dar sentido a su existencia con histo- rias que hablan de un trasfondo sagrado, de presencias divinas más allá del presente efí- mero y de su condición mortal. En fin, a eso apuntan los grandes mitos, relatos mágicos y fundamentales de la cultura. Junto a los mayores hay otros que explican misterios concretos: por ejemplo, có- mo surgió el fuego, cómo apareció la primera mujer, có- mo fueron y desaparecieron los monstruos primigenios, cómo surgió un determinado rito, quién inventó a los re- yes, etc. Las mitologías son muy variadas y dan una idea de la capacidad fantástica de la imaginación arcaica para forjar dioses y monstruos con las más abigarradas figuras. Como han subrayado algunos antropólogos, los mitos fundamentan los usos y normas de una colectividad en su etapa primitiva, y no sólo en esa época. En la mayoría de culturas los mitos están ligados a la religión y las creencias religiosas. Forman la narrativa esencial de las religiones y se conjugan con los ritos y ceremonias que con frecuen- cia evocan y representan los momentos estelares de los mitos. Pero incluso más allá de su vigencia religiosa los mitos perduran, aun cuando se eclipsan o desaparecen las creencias que los sustentaban. Desarraigados de la inge- nua fe primitiva, los relatos y las figuras míticas pueden perdurar en la literatura y en el imaginario colectivo. Eso es lo que sucede, en la cultura occidental, con la que lla- mamos mitología clásica, es decir, el repertorio de mitos heredados de griegos y romanos. La religión pagana fue abolida por el cristianismo, pero sus relatos de dioses y héroes han pervivido durante siglos manteniendo su ex- traño encanto y su fascinación en la literatura y la poesía. Narraciones maravillosas. Leyenda es una palabra que viene del latín y no del griego. En cambio, el término mito viene de la forma griega mythos, que en latín se tradujo por fabula. En su forma latina, legenda significa en senti- do literal “lo que ha de leerse”, y suele aplicarse a relatos no tan arcaicos ni grandiosos como los auténticos mitos, sino a otros posteriores a la escritura, atestiguados en la tradición popular y en latín tardío o en algunas crónicas medievales. También las leyendas perviven en la tradición y tienen un halo fantástico o maravilloso. Sus personajes protagonistassuelenserhéroes(nodioses)históricosoca- si históricos y evocan un espacio y tiempo concreto, al que la narración reviste de legendario prestigio. Valgan como ejemplo los relatos de la hagiografía cristiana, esas curiosas historias de santos, que fueron muy populares, aunque estén ahora en declive, más olvidadas que las figuras paganas de la antigua mitología grecolatina. Por otra parte, en algunos casos el término le- yenda se usa casi como un auténtico si- nónimo de mito, por ejemplo, al citar la leyenda de Alejandro o el mito de Alejandro. La mitología está unida a la re- ligión en muchas culturas. Los mitos se presentan como la mani- festación del mundo sobrenatural, proclamada como santa y verda- dera revelación por profetas privi- legiados o vehículos del mensaje Alejandro Magno. El rey macedo- nio se convirtió en leyenda al iniciar- se con su reinado una gran época de intercambio cultural, que lo ensalzó como un icono de la Antigüedad. La venganza de Medea. En esta pintura del s. XVIII se representa a la mítica sacerdotisa dando muerte a sus hijos, en ven- ganza por el aban- dono sufrido por parte de su esposo Jasón. PERSONAJE George Dumézil (1898-1986). Fue un filólogo e historiador fran- cés, estudioso de los pueblos indoeuropeos; sobre todo de sus religiones y mitos escritos. ALBUM AGE 6 MUY HISTORIA
  • 7. divino. En los mitos se anuncia y desvela la verdad in- visible a quienes confían en la sagrada palabra proféti- ca. Para fijarla para siempre, esas revelaciones míticas pueden codificarse en sagradas escrituras (uno o varios libros, como los de la Biblia). Así lo hacen las llamadas “Religiones del Libro”, dando a sus mitos sólida cerrazón y austero dogmatismo. Literatura no religiosa. En muchas culturas los guardia- nes de la tradición de los mitos, quienes los cuentan y co- mentan,sonlossacerdotes.Peroenlagriega,consureligión politeísta, los encargados de la difusión de los relatos fueron los aedos (cantores de poemas épicos de la antigua Grecia) y lospoetas.Esevidentequeunareligióncondiversosdiosesy muchos héroes, sin iglesia dogmática ni libro sagrado, como era la griega, tiene una mitología más rica que una mono- teísta. Y el legado mítico helénico revive de modo claro gra- cias a esa libertad narrativa que le da la transmisión poética. En una tradición así, los personajes de estos relatos fantásticos logran nuevos perfiles y rasgos, y los héroes y dioses se humanizan y dramatizan (como ocurre con figuras como Prometeo o Dioniso, por ejemplo). Ya en Grecia, los mitos fueron temas de la literatura, y como literarios perduran en nuestra tradición humanista. Hasta qué punto la gente creía o cree en los mitos es muy difícil precisarlo. En una sociedad primitiva o salvaje estos relatos fabulosos ofrecen una visión ingenua del mundo, que podemos su- poner aceptable para una comunidad arcaica. Pero en una sociedad más desarrollada y moderna, la cosmovisión obje- tiva se funda en la ciencia y la lógica. No obstante, la visión científica y la tecnología no dan respuesta a los enigmas vi- tales, a las últimas preguntas sobre el sentido de la existen- cia. De ahí que siempre quedan las creencias de la religión y los mitos –en su inmensa variedad– como promesa de sen- tido final, “una arriesgada apuesta”, según Platón. Por su función social, los mitos se han usado también, sobre todo en el mundo moderno, como arma política. Proporcionan imágenes y figuras emotivas que pueden servir a la propaganda ideológica en una sociedad de ma- sas. Que el fascismo manipuló el mito de la raza aria para sus propios fines es un ejemplo bien conocido; cabe du- dar si conviene hablar de mitos políticos o, más bien, de utilización política de esquemas míticos. A veces no es la historia legendaria entera, sino alguna secuencia o algu- na imagen lo que se emplea para impresionar a un nuevo público. Como sabemos, las estampas heroicas o los cli- chés míticos llaman la atención y sirven de reclamo. La propaganda comercial actual, más sutil e inocua, recurre a estampas míticas para promocionar algún producto. Viaje en el tiempo. En cuanto a los mitos clásicos –de griegos y romanos– ya sólo como trasuntos literarios, es decir, despojados de la creencia religiosa, perduran con renovado fervor: en incontables textos poéticos, en teatros, en el cine y hasta en las novelas nos topamos con los viejos y frívolos dioses y los admirables héroes (Ulises, Aquiles, Medea, Helena, etc.). A veces mo- dernizados o tratados con ironía, los personajes de héroes y dioses de la Antigüedad se resisten a desapa- recer. Pues, desde luego, allí donde las figuras de la mitología clásica han perdurado con más fuerza y han renovado su encanto si- glo tras siglo desde el Renacimiento es en las artes plás- ticas. Basta darse un paseo por cualquier gran museo e imaginar qué empobrecido resultaría el arte occidental sin esas ágiles y ubicuas figuras nacidas de mitos. La mitología enriquece nuestro imaginario con un fan- tástico tropel de imágenes festivas y multiformes. Estas fá- bulas nos llevan sobre una alfombra mágica a paisajes y en- cuentros de extraordinario hechizo, que resultan un buen ejercicio intelectual, además de un viaje incomparable. Los mitos son relatos fabulosos que perviven transmitidos desde lejos en el imaginario Legendario rapto. En la mitología grie- ga, el secuestro de Helena de Esparta por el príncipe troya- no Paris desencade- na la guerra de Troya, contienda trasladada a la literatura en la Ilíada de Homero. AISA LIBRO Diccionario de mitos, Carlos Gar- cía Gual. Editorial Siglo XXI, 2012. Es- ta obra reúne una serie de ensayos sobre las más fa- mosas figuras de la mitología antigua. MUY HISTORIA 7
  • 8. ENTREVISTA CON ¿Cómo definiría usted el concepto de mito? Si nos atenemos al sentido que aplica- mos a los mitos griegos, romanos, nórdicos o egipcios, la definición que más me con- vence es la de mi antiguo profesor Carlos García Gual: “Un mito es un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejem- plar de unos personajes extraordinarios en un tiempo lejano y fabuloso”. Analizando elemento por elemento, se ve que es una definición bastante completa. Un mito es, en efecto, un relato, una narración con per- sonajes, un conflicto y un argumento que, por breve que sea, normalmente se divide en presentación, nudo y desenlace. Ese ar- gumento refleja una acción digna de recuer- do, y es por eso por lo que se transmite de boca en boca y se convierte en tradicional. El tiempo en que se desarrollan los mitos es un pasado remoto, casi un tiempo fuera del tiempo. En esto último el mito se parece al “érase una vez” de los cuentos populares; pero, mientras que los personajes de los cuentos son menos grandiosos, más de an- dar por casa, los protagonistas de los mitos son dioses y héroes sobrehumanos. ¿Cree que la función de los mitos es respon- der a las preguntas fundamentales que nos hacemos sobre los misterios de la vida? Esa era una de sus funciones, sin duda, pero podían tener muchas más, pues había muchos tipos de mitos. El de Gilgamesh, por ejemplo,querecorreelmundoenteroenbus- ca de la inmortalidad, plasma a la perfección el miedo que sentimos ante la muerte, y tam- bién ante la vejez y el paso del tiempo en ge- neral. Pero hay otros que explican cosas más cotidianas,comoelorigendeleco,elnombre de un lugar o diversas costumbres rituales. ¿Diría entonces que los mitos son una forma de explicar el mundo? No todos, pero muchos sí. Son una es- JAVIER NEGRETE “Los argumentos de los mitos son muy ricos y creativos, y siguen avivando nuestra imaginación” Prolífico escritor de narrativa fantástica y épica, además de un gran conocedor de la mitología clásica, desvela en esta entrevista una interesante visión del binomio formado por literatura y mito. Por Fernando Cohnen, periodista pecie de ciencia natural muy primitiva, que en lugar de utilizar el razonamiento recurre a la analogía y la metáfora. Tomemos como ejemplo la historia de Ullikummi, el gigante de la mitología hitita. Era un ser de basalto que surgió del mar y creció tanto que su ca- beza amenazaba con romper los cimientos del palacio celestial de los dioses. Teshub, el señor de la tempestad, luchó contra él, pero sus rayos no consiguieron nada, como tam- pocolologróelstripteasedeladiosaIshtaral sondelapandereta.Finalmente,fueelastuto diosEaquienrebanólostobillosdeUlikummi conlahoz,quealprincipiodelostiemposha- bíaservidoparasepararlatierrayelcielo,yel gigantesedesplomósobreelmar.Esterelato muestra la riqueza de interpretaciones que admite el mito. Pero si vamos un poco más lejos podemos preguntarnos: ¿y si la historia de Ullikummi es algo más que un símbolo de un pasado cosmogónico y remoto? ¿Y si lo que narra ocurrió de verdad? Un gigante de basaltoquesurgedelmarpodríaserotrafor- madedescribirelnacimientodeunaislavol- cánica.Ullikummilevantándosehaciaelcielo noseríaotracosaquelainmensacolumnade rocasypolvoquesealzahastalaestratosfera en una gran erupción. ¿Se dio alguna erupción cercana en el es- pacio y el tiempo que pudiera dar origen a la canción de Ullikummi? Pues sí, la de la isla de Tera, en el archipié- lago de Santorini, que debió producirse en torno al año 1600 a.C. y está considerada la mayor erupción de tiempos históricos. La columna eruptiva pudo alcanzar una altura de cuarenta o cincuenta kilómetros, lo que significa que se habría podido ver a más de ochocientos kilométros, una distancia sufi- ciente como para dejar huella en la memoria colectiva de muchos pueblos de la zona. De modo que aquí tendríamos un mito que no sólo habla de un fenómeno natural abstrac- to, sino de un hecho histórico concreto. En- tre otras interpretaciones del mito, me intere- samuchoaquellaquerastreaparabuscaren el pasado el origen real de algunos relatos mitológicos.Enesesentido,recomendaríala lectura de El invierno cósmico, de los astró- nomos Napier y Clube, que relaciona ciertos mitosconlaposibilidaddequelaTierrahaya sufrido impactos de fragmentos de cometas antes del primer milenio a.C., y When They Severed Earth From Sky, de Elizabeth y Paul Barber, que, entre otras historias, relaciona también las de Prometeo y Loki con erupcio- nes volcánicas del pasado. ¿El mito aporta la esperanza y el consuelo que anhela el ser humano? Supongo que sí, y que por eso mucha gente prefiere abrazar explicaciones míticas del mundo antes que científicas, ya que la ciencia parece más fría y no nos muestra el mundo como querríamos que fuese, sino tal como es, o al menos más parecido a como es. Ahora bien, en ese sentido el mito tam- bién puede ser cruel. Me viene a la cabeza el mito de las edades, narrado por Hesíodo en Trabajos y días. Es terriblemente pesimista, ya que nos asegura que cualquier tiempo pasado fue mejor: empezamos dichosos en la Edad de Oro para descender a la de Plata y la de Bronce, y ahora vivimos en la de Hierro, en la que padres e hijos se pelean, el hermano engaña al hermano, la violencia se ha enseñoreado del mundo y todo va a peor. No es un relato muy esperanzador, ¿verdad? ¿Cómo es posible que esas narraciones tan arcaicas hayan llegado hasta el siglo XXI? Ensumomento,cuandolosmitoseranuna PERFIL PROFESIONAL Javier Negrete nació en Madrid en 1964, estudió Filología Clásica y, en la actuali- dad, es conside- rado uno de los autores de géne- ro fantástico e histórico más importantes de nuestro país. Este profesor de griego en un insti- tuto de Plasencia escribió su prime- ra novela de ro- manos cuando te- nía sólo diez años. A la fascinación que tiene por la literatura se suma la que siente des- de pequeño por la Grecia Clásica. Uno de sus re- cuerdos más anti- guos es el de leer la Odisea en un pequeño libro, de hojas muy finas. Luego, coqueteó con la idea de es- cribir otra novela sobre Alcibíades y en su adoles- cencia acabó el primer borrador de La espada de fuego, una de sus novelas más conocidas, cuya versión definitiva apareció en 2003. Personaje literario como mito. Creado por Melville para su Moby Dick, el capitán Ahab es un personaje con cariz legendario. ASC 8 MUY HISTORIA
  • 9. especiedeenciclopediadondeencontraban conocimientodelmundo,normasdeconduc- ta,explicacióndecostumbreseinclusodiver- sión, era lógico que se transmitieran de boca en boca al calor de la hoguera. Además, no había competencia, ni siquiera por parte de loslibros.¿Quéibanahacernuestrosantepa- sados en las largas noches de invierno sino contar mitos? ¿Jugar con el móvil o mandar whatsapps? De no ser por la escritura y las artes plásticas, los mitos griegos se habrían perdido en el tiempo. Ahora bien, ¿qué ha hecho que se sigan copiando durante siglos hastallegarhastanuestrosdías,yquetodavía despierten nuestro interés? Dejando aparte otras interpretaciones psicológicas, pienso, como escritor que soy, que la razón es que sus argumentos son muy ricos y creativos, y siguen avivando nuestra imaginación. En mi caso, cuando era niño uno de mis libros favoritos era un tomo infantil titulado Mitos y leyendas, en el que devoré una y otra vez las historias de Hércules, Pandora o Teseo. Aunque nosotros ya no creemos en los dio- ses griegos, ni les rendimos culto, ¿cree que seguimos viéndolos como figuras míticas? Evidentemente. Son arquetipos, persona- jes primigenios más grandes que la vida, de pasionestandesmesuradascomosuspode- res. Sus virtudes y, sobre todo, sus defectos sonhumanosyalmismotiemposobrehuma- nos.Sonserestanhiperbólicosquepodemos mirarnos en ellos como espejos en los que nos vemos aumentados: la ambición de Cro- nos, la lujuria de Zeus, la vanidad de Afrodita, la crueldad de Ares, etc. Pero también la inte- ligenciadeAtenea,labondaddeHefestooel humor de Hermes. ¡En el panteón griego hay una galería de personajes tan amplia como para crear diez series de televisión! Como profesor de griego y escritor de novela fantástica e histórica, ¿qué tipo de mitos clá- sicos le atraen más? Aquellos mitos donde haya conflictos in- tensos, ya sean generacionales (como el que enfrentó a Zeus contra su padre Cro- nos), matrimoniales (las broncas de Hera y Zeus eran épicas) o por el poder contra elementos extraños (la lucha del dios de la tormenta contra el dragón). Me han inspira- do buenos argumentos, o directamente los he utilizado, como en Señores del Olimpo. ¿Qué requisito necesita un personaje literario para convertirse en un mito? Lospersonajesquelleganamíticossuelen estar tallados a cincel; son tipos intensos y obsesionados como el Ahab de Moby Dick, o tienen rasgos sobrehumanos que los iden- tifican con los antiguos dioses, como Super- mán.Mearriesgaríaadecirqueunpersonaje míticodebesersimple,deunapieza,eidenti- ficarseconalgunacualidadotalentoespecial. ¿Cuáles son sus mitos literarios preferidos? Algunos de los relatos del Silmarillion de Tolkien, como el de Túrin Turambar, des- prenden un aliento épico tan poderoso co- mo las viejas sagas. También pienso en los personajes de Roger Zelazny, como el Con- rad de Tú, el inmortal o la saga de Los nueve príncipes de Ámbar. Y, aunque se trate de otro tipo de mitos, no puedo dejar de pensar en Cthulhu y toda la legión de seres de pe- sadilla imaginados por Lovecra . Este autor estadounidense fue el tipo más descreído del mundo y, sin embargo, poseía un talento increíble para soñar mitos. ¿Qué le llevó a escribir novelas del género histórico y fantástico? Tres pasiones bastante precoces: los te- beos de superhéroes, las novelas de ciencia ficción y las películas y novelas de romanos. Cuandodigoprecocesnoexagero.Teníasie- te años cuando dibujé mi primer cómic de Supermán y diez años cuando, cansado de lo lento que avanzaba narrando relatos con viñetas, empecé a escribir mi primera novela. Era de romanos, y calculo que impresa ha- Vocación lectora desde la infan- cia. Negrete devo- raba literatura his- tórica y fantástica desde niño. Una de sus pasiones era, y todavía es, la His- toria de la Antigüe- dad Clásica. NINESMÍNGUEZ MUY HISTORIA 9
  • 10. ENTREVISTA CON Hoy día, las estrellas del espectáculo son consideradas como mitos por sus fans y a los grandes futbolistas se les percibe como seres fabulosos. ¿Qué opinión le merece este fenómeno? DeportistascomoRonaldo,Messi,Michael Jordan en su momento y muchos otros son como los antiguos dioses. El dinero y la fama les otorgan poder, muchos de ellos son tan belloscomoApolo(engreídoscomoNarciso, habríaqueañadir),yesohacequeseconvier- tan en símbolos para sus seguidores. Pero, obviamente, les falta algo que poseían los diosesgriegos:lainmortalidad.Enestemun- doenquetodovacadavezmásrápido,laca- rrera de un deportista es de las más fugaces. En cierto modo son como Aquiles, que eligió elcegadordestellodeunavidabreveyheroi- caenlugardeotralargayoscura.Peroluego, ya en el Hades, se arrepintió, lo que me hace pensar en el particular infierno que sufren algunas grandes estrellas (no todas, obvia- mente) por no saber sobrellevar el olvido en que caen poco a poco después de retirarse. ¿Cuál es el verdadero héroe actualmente? Por arrimar el ascua a mi sardina, diré que los escritores que nos encerramos durante horas, días y años en la soledad de nuestras cuevas para brindar a los lectores nuevos mitos con los que sobrevivir a las largas no- ches de invierno. En 1992 publicó su primera novela, La luna quieta. Además de sus incur- siones en el género fantástico e históri- co, con títulos como Salamina y Alejan- dro Magno y las águilas de Roma, Javier Negrete es autor de obras de ciencia fic- ción como La mirada de las furias (pre- mio Ignotus a la mejor novela, 1998). Ha cultivado también la literatura juvenil con Memoria de dragón y Los héroes de Ka- lanum. Con Buscador de sombras ganó el Premio UPC de novela. En Minotauro publicó La espada de fuego y El espíritu del mago, con una gran acogida de crí- tica y público. En 2006 ganó el Premio Minotauro con la novela Señores del Olimpo. El corazón de Tramórea, La hija del Nilo y El sueño de los dioses son tres de sus últimas obras. “Un personaje mítico debe ser simple, de una pieza, e identificarse con un talento” JAVIER NEGRETE bría abultado más de trescientas páginas. Empezaba como novela histórica, en tiem- pos de Augusto, pero como mi única biblio- grafía consistía en unas treinta páginas de una enciclopedia de Historia Universal, no tardó en convertirse en un relato de fantasía de un grupo de rebeldes hispanos que crea un imperio para luchar contra el de Roma. ¡Sinsaberlo,estabaescribiendounaucronía! La serie de Tramórea, que comenzó con su li- bro“Laespadadefuego”,esunadesusobras más conocidas. ¿Cree que la fantasía épica está experimentando un nuevo florecimiento? Creo que ahora hay tanta gente escribien- do y creando historias que nos encontramos con mucho más material de todos los géne- ros: fantasía, novela negra, histórica, román- tica… En el terreno de la fantasía épica, entre miles de sagas se pueden encontrar algunas de gran calidad, como la de Martin (aunque enmiopiniónsehaatrancadobastanteenlos dos últimos libros que ha publicado) o la de Ruthfuss, que ya veremos si sigue por buen camino. De todos modos, me interesa más la ciencia ficción, porque no sólo apela a la emoción, sino también a la razón y a la curio- sidadintelectual.Dehecho,lasagadeTramó- rea es una mezcla de épica y ciencia ficción. ¿Cuál es la adaptación cinematográfica de un mito que más le ha gustado? Pensando en los mitos griegos, me gusta bastante Troya. Con sus defectos y licencias, me parece que refleja muy bien el personaje desaforado de Aquiles, y el más humano y cercano de Héctor. Por otra parte, me llama mucho la atención el Edipo de Pasolini. Lo vi otra vez hace poco, en clase, y me dio la im- presióndequeesaextrañavisióndePasolini con una estética tan descarnada y un tanto primitiva debía de parecerse mucho más al espíritu griego original que otras versiones más racionalizadas. Esas multitudes apreta- das, esas emociones que se manifiestan de formatanprimaria,esostiposdesdentados… Alverlapenséqueestabaviajandorealmente eneltiempo.Otrapelículaqueaparentemen- te no trata de mitos, El padrino, me ha recor- dado siempre a las luchas por el poder en- tre las primeras generaciones de dioses. De hecho, El padrino fue una de mis influencias cuando escribí Señores del Olimpo. ¿Qué opina de la saga cinematográfica El Señor de los anillos de Tolkien? Vi cada una de las tres películas el día del estreno. El empeño de Peter Jackson me parece una proeza casi tan épica como la del mismo Tolkien. Con sus defectos, cla- ro está: la tercera película me resultó algo deslavazada, seguramente por las prisas y la fatiga. Ahora bien, las quejas de muchos frikis tolkienianos por las licencias que se to- mó el director me resultan absurdas. Cine y novela son géneros narrativos distintos que precisan de recursos diferentes. ¿Cree que la leyenda del rey Arturo tiene vi- gencia en la actualidad? Sigue siendo popular, aunque tal como están los tiempos creo que no vendría mal una revisitación cinematográfica de calidad, como en su momento lo fue Excalibur. Por- que desde entonces las películas que han tratado el tema de Arturo han sido bastante deficientes. Después de ver Excalibur a uno le daban ganas de leer La muerte de Arturo. Después de ver El rey Arturo, y pese al gran CliveOwen,sólodanganasdebeberseunas cuantas jarras de cerveza para olvidar los nueve euros que te has gastado en el cine. ¿Cuál es el héroe griego más moderno? Porsusensibilidad,señalaríaaHéctor:ma- rido,hermano,padre,protectordesupatria… Por su atrevimiento a la hora de conocer, de enfrentarse a los otros dioses y de portar la llama del conocimiento, Prometeo, un dios que sufrió el destino trágico de los héroes. Placer por la ciencia ficción. El autor se confie- sa un gran aficio- nado al género na- rrativo de ciencia ficción, del que opina que no sólo recurre al plano emocional del lec- tor, sino también a la razón y a la curio- sidad intelectual. Obras completas... NINESMÍNGUEZ Negrete ha recibido numerosos premios nacionales de literatura con sus novelas histórico-fantásticas. 10 MUY HISTORIA
  • 11. El 25 de marzo en tu quiosco OBJETIVO: FRENAR LAS ALERGIAS
  • 12. OLIMPO, FUJI, KAILASH Y PENGLAI La morada donde habitan los diosesDe Grecia a Japón, pasando por la India y China, estos cuatro montes se levantan orgullosos de acoger el hogar de dioses procedentes de culturas muy diferentes. La cercanía de la tierra con el cielo se hace patente en estos impresionantes macizos, inspiradores para artistas de toda época y disciplina. GETTY Por Iria Pena Presas, historiadora 12 MUY HISTORIA
  • 13. LA RESIDENCIA DE ZEUS Y LOS SUYOS El monte Olimpo, el más alto de Grecia, situado entre las regiones de Tesalia y Macedonia, fue el lugar elegido por los antiguos helenos para que en él residiesen todos los dioses que formaban parte de su riquísima mitología. Pero estos no vivían de cualquier manera, sino en mansiones de cristal que ha- bían construido en la cima. Según la tradición, sólo doce formaban el Concilio de los Dioses, entre los que se podrían haber encontrado (ya que no hay acuerdo al respecto) Zeus, Deméter, Artemisa, Poseidón, Hermes, Afrodita, Ares, He- festo, Apolo, Hestia, Perséfone, Hera, Atenea y Dioniso. Para dar vida a estos seres supremos y a su casa, numerosísimos pintores retrataron este espacio con sus míticos habitantes, como en este fresco de Luigi Sabatelli (abajo), situado en el techo de una de las estancias del Palacio Pitti de Florencia. ALBUM MUY HISTORIA 13
  • 14. SÍMBOLO RELIGIOSO Y CULTURAL NIPÓN El monte Fuji (foto), el más alto de Japón y situado al oeste de Tokio, se ha con- vertido con el paso de los años en un auténtico símbolo del país nipón. Este volcán se conside- ra sagrado desde el siglo VII, y son di- versas las religiones que le han otorgado carácter religioso, entre ellas, el budis- mo o el sintoísmo. Hasta finales del s. XIX, las mujeres tenían prohibi- do acceder a esta montaña sagrada. Pero no sólo la re- ligión se ha hecho eco de la belleza de este lugar; también lo hizo la cultura popular, que le dio la importancia que merecía retratándolo en numerosas oca- siones, como en la fa- mosísima Gran ola de Kanagawa, que forma parte de la colección de grabados Treinta y seis vistas del monte Fuji que realizó en el S. XIX el artista Katsushika Hokusai. GETTY 14 MUY HISTORIA
  • 16. LA CIMA SAGRA- DA DE BUDISTAS E HINDUISTAS El monte Kailash se encuentra en el Tíbet, y en él nacen algu- nos de los ríos más importantes de Asia, como el Indo. Este cerro es considerado sagrado por dos de las religiones más im- portantes del mundo, el budismo y el hin- duismo. La rama tán- trica de los primeros cree que en este lugar habita el buda Dem- chok. Por el contra- rio, para la mitología hindú, Shiva (abajo), dios de la destruc- ción, reside en la cumbre y la montaña representa su falo. En otros credos del hinduismo, este es- pectacular paisaje es visto como el paraíso. Todos los años miles de personas de dife- rentes religiones pe- regrinan a este lugar, realizando una ruta a pie alrededor de la montaña para atraer la buena fortuna. Por su carácter sa- grado, la cima jamás ha sido pisada por ningún ser humano. Los budistas, ade- más, celebran aquí el festival Saga Dawa, en el que un asta de bandera (tarboche) recoge pequeñas en- señas de colores con variadas oraciones. AGE 16 MUY HISTORIA
  • 19. UN ENCLAVE MÍTICO MUY INSPIRADOR Los ocho inmortales, uno de los grupos mitológicos más im- portantes de China, tienen como lugar de residencia el monte Penglai. Este empla- zamiento y los perso- najes que residían en él han sido durante siglos inspiración para artistas de nu- merosas disciplinas, como para el pintor nanga Tomioka Tes- sai, que realizó esta acuarela del monte de los inmortales. A pesar de la fama que tiene este encla- ve, lo cierto es que nadie ha sabido loca- lizar el lugar exacto de esta morada de dioses. La ciudad portuaria de Penglai (foto), situada en la provincia china de Shandong, reclama su protagonismo en este relato mítico, afirmando que fue aquí donde los ocho inmortales flotaron sobre el mar desde los acantilados rojos. Este hecho provocó que varios emperado- res buscasen en esta metrópoli la receta de la inmortalidad. MUY HISTORIA 19
  • 20. ALBUM
  • 21. ¡Por los dioses del Olimpo! LAS DIVINIDADES DE LA ANTIGUA GRECIA La mitología griega ocupa un lugar privilegiado en la cultura occidental, a la que supo imprimir una huella imborrable, y para entenderla hay que conocer a sus veneradas deidades y los cultos que las rodean. Por Bernardo Souvirón, escritor y profesor T odas las manifestaciones de la cultura clásica griega, tanto las materiales como las que podríamos llamar espirituales o anímicas, están determinadas por la pre- sencia exhaustiva de sus adorados dioses. La An- tigüedad grecolatina es profundamente religiosa. Sus dioses aparecen casi en cada verso, en cada estatua, en cada vaso de cerámica, en cada rincón de las ciudades y los caminos. Cualquier inten- to de acercamiento o de explicación del universo mitológico de la antigua Grecia resultará estéril si no parte del estudio de sus dioses. Y este análisis, aunque a todas luces determinante, no resulta sen- cillo, pues en Grecia nunca hubo un libro sagrado ni un clero que guiara los pasos de la gente por la senda pretendidamente correcta. Sin embargo, esta característica no es la única, es un primer tra- zo que distingue de raíz a la fe griega de la mayoría de las religiones existentes, antiguas o modernas. Y no sólo eso, también es un rasgo que convirtió la experiencia religiosa en algo directo, personal, en un diálogo abierto entre el dios y el mortal. Los olímpicos primigenios. Los dioses griegos llegaron a ser el reflejo más humano (y más exac- to) de la psicología de quienes los crearon y, desde el primer momento, fueron el ejemplo de la pri- mera civilización caracterizada por su atención, respeto y amor por el ser humano. Los griegos imaginaron dioses que nunca son sobrenaturales, pues, como veremos, son hijos de la misma madre que los hombres. Son sobrehumanos, pues son más fuertes que nosotros, y viven eternamente sin envejecer. Pero no son más que nosotros y, a veces, incluso su inmortalidad es una carga. Caída de los Gigantes. Fresco manierista italiano del s. XVI, en el que los dioses griegos se representan expulsando de la morada olímpica a sus grotescos enemigos. MUY HISTORIA 21
  • 22. Las deidades griegas, en definiti- va, no son opresoras ni exigen a los mortales un comportamiento impe- riosamente correcto; no hablan a los hombres a través de las páginas de una Biblia o un Corán, ni se sirven de un clero encargado de velar por una ortodoxia más o menos intransigen- te. No son abstracciones implacables ni quimeras con rasgos imposibles. Divinos aedos. Los dioses griegos tienen rostro y viven en los versos de los poetas. Fue Hesíodo, el poeta beocio, allá por el siglo VII a.C., el que estableció en una de sus obras, la Teogonía, el árbol genealógico de los dioses griegos. Y lo hizo partiendo de un umbral muy expresivo: “En el principio era el Caos”. La evolución de toda la religión griega consistió precisamente en ordenar ese caos primigenio hasta convertirlo en un kósmos (universo). Según Hesío- do, tras Caos existieron Gea (Tierra) y Eros (Amor), el más hermoso de todos los dioses, quizá la fuerza que habría de cohesionar los demás ele- mentos para empezar a entretejer el cosmos, el orden del universo. El poeta nos dice también que del Caos surgieron espontáneamente, sin in- tervención de nadie, dos criaturas tenebrosas: Nýx (Noche) y Érebo (las tinieblas subterráneas), dos hermanos sombríos cargados de misterios. Érebo vive debajo de Gea, en cada grieta, en cada caverna; Nýx vive en el extremo occidente, más allá de la tierra de Atlas, donde los rayos del Sol perecen cada día. De estos seres primigenios, amena- zantesabstraccionestodavía,comen- zó a surgir una primera generación de dioses que la mitología conoce como hijos de la diosa de la noche. En efec- to, Nýx alumbró, después de quedar fecundada por su hermano Érebo, a dos hermosas criaturas, Día y Éter, en todo distintas a sus padres. La ge- mela, Día, es la personificación de la luz, una divinidad femenina nacida para repartirse el tiempo con su ma- dre y procurarle, así, descanso. Pero esta característica es también una maldición para madre e hija, ambas están condenadas a no encontrarse más que en el fugaz instante del ama- necer y del ocaso, el único momento en que el día y la noche se encuentran en los confines del mundo. Posada celestial. Éter, divinidad masculina y hermano gemelo de Día, es el cielo superior, el lugar en que la luz se genera, pura, infinita e inmen- sa. Un lugar que los mortales, des- lumbrados, apenas pueden percibir. Nýx tuvo otros hijos que también jugaron un papel importante en es- tos inicios de la cosmogonía griega. Hipno (sueño) y su hermano Tánato (muerte) que, comprensiblemente, aparece sólo de puntillas en los mi- PERSONAJE Hesíodo (s. VIII-VII a.C). Autor griego que estableció un orden en la sucesión de dioses venera- dos en la Anti- güedad griega. La madre Tierra. En este relieve alegórico (abajo) se personifica a la diosa Gea con sus hijos, Crono y Rea. Eros, el dios del amor. Nacido del Caos primitivo, asegura la conti- nuidad de la especie y vive en perpetua inquietud e insatisfacción. Nýx, la diosa de la noche. Este ser mitó- logico (arriba), surgido espontáneamente, habita en el extremo occidental del mundo. ASC AISA PRISMA tos. Tánato representa, en general, la muerte tranquila, no violenta, casi una plácida prolongación de su som- noliento hermano Hipno. También son hijas de Nýx tres lóbre- gas mujeres, apegadas a la Luna, vesti- das con níveas túnicas. Son las moiras, y su tarea es hilar la vida de cada uno de los mortales, desde su nacimiento hasta la muerte. La primera de ella es Átropo (inconmovible) y sus dos her- manas se llaman Cloto (hilandera) y Láquesis (suerte). En su telar se urde el hilo que representa la vida de ca- da uno de nosotros. Átropo lo trama, Cloto comienza a hilarlo y Láquesis prepara la tijera que habrá de cortar- lo cuando llegue la hora de la muerte. Otras criaturas nacidas de Nýx fue- ron arrinconadas con el tiempo por la fuerza emergente de otros dioses, más jóvenes, hijos de un mundo nuevo que necesitaba nuevas divinidades.
  • 23. Las deidades griegas no son opresoras ni exigen a los mortales una imperiosa actitud correcta Nýx no fue, sin embargo, el factor fundamental en esta generación de dioses griegos, sino Gea, la Tierra. En efecto, Hesíodo nos la presenta como el elemento primordial del que ha- brían de nacer todos los linajes de los dioses. Se considera que los hijos de Gea constituyen la primera generación de deidades griegas. El poeta definió a la diosa de la tierra en su Teogonía: “La de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo”. Pues bien, sin intervención de ele- mento masculino alguno Gea parió a Urano (cielo), a Ponto (mar) y a las montañas, con lo que el mundo, tal como lo conocemos hoy, estaba ya formado. De estos hijos, el más im- portante, con diferencia, fue Urano. Nuevos nacimientos. La personifi- cación del cielo, Urano, es el amante fecundo de la tierra, Gea. Desde siem- pre la bóveda celeste es concebida por todas las religiones mediterráneas como el elemento fecundador por naturaleza, pues en su seno se gene- ra la lluvia, esa especie de semen que fecunda la tierra y hace posible la vida en ella. Así pues, es completamente lógico que de la unión de estos dos elementos naciera la primera gene- ración de dioses propiamente dichos, especialmente los titanes y las titáni- des, como Crono y Rea, que habrían de jugar un papel decisivo en la histo- ria de la religión griega. En realidad, la aparición de Crono supone la ins- tauración en el mundo de los dioses de una de las características que me- jor definen a la sociedad patriarcal: la violencia. Su unión con Rea significa efectivamente el comienzo de la reli- gión griega propiamente dicha. Todo comenzó cuando Urano, con- sumido por los celos y por el temor de que alguno de sus hijos llegara a ser más poderoso que él, los man- tuvo ocultos en el seno de su madre sin dejarles ver la luz. Gea, agobiada por el peso de sus hijos, a punto de reventar, decidió enfrentarse con aquel dios cruel, engendrado por ella misma. Llena de determinación, forjó un metal brillante y sólido con el que fabricó una hoz. Entonces habló con sus hijos y les propuso un plan para vengarse, mas todos se llenaron de temor y sus ánimos se encogieron. Entonces el más joven de sus hijos varones, Crono, aceptó el reto y se propuso llevar adelante el plan de su madre, pues no sentía en su pecho la más mínima piedad por su abomina- ble padre. Y así, al caer el Sol, apare- ció Urano y abrazó violentamente a Gea. Tembló la Tierra, pávida entre los poderosos brazos del dios; Crono LIBRO La mitología grie- ga: lenguaje de dioses y hombres, Antonio López Eire, Mª Henar Velasco López. Arco Libros, 2012. Esta obra muestra el rastro de los mitos griegos en la literatura y en el arte, además de aportar informa- ción sobre la civili- zación griega. ALBUM Hipno, el dios del sueño. En esta escultura de bronce se representa a la di- vinidad que aletarga a los demás seres del mundo con la somnolencia. Representación de la danzarina Euríno- me enroscada por la serpiente con la que engendra el huevo creador del universo. En los mitos primigenios, cuan- do la sombra de la llegada de los belicosos pueblos indoeuro- peos todavía no planeaba sobre el Mediterráneo, el inicio del mundo se debió a la danza de una mujer llamada Eurínome que, en su mo- vimiento, hizo que el agua, el cielo y la tierra se fragmentaran. El Caos originario fue tomando forma y el mundo comenzó a definirse al rit- mo del baile de Eurínome. Alrede- dor de esa mujer nacieron las co- rrientes y a través de ellas el viento del norte, el Bóreas, esparcía las semillas de todas las cosas. Sin embargo, el Bóreas fue enfrian- do el cuerpo de Eurínome que, aterida, abandonó su danza por un instante. Entonces, tomó en sus manos aquel viento helado y lo fro- tó sin cesar hasta que consiguió que su fría alma fuera templándo- se, condensándose a la vez, y que el calor producido por el frotamien- to de sus manos diera forma a un ser de aspecto casi líquido, como un río. Ese ser extraordinario recién nacido se llamó Ofión y su figura de gran serpiente se convirtió en un símbolo religioso antiquísimo. Asombrosa criatura. Ofión rodeó con sus anillos el cuerpo de Eurínome y copularon fundidos en el calor de sus cuerpos. Ella quedó preñada con la semilla de la serpiente y, pasado un tiempo, las convulsiones del primer parto de- positaron en el balbuciente mun- do, apenas iniciado, un huevo. Así nacieron el Sol, la Luna, los ríos y los árboles, y de la tierra emergie- ron las montañas. tensó sus músculos y salió de la grieta que había utilizado para esconderse. Blandió en su mano la enorme y per- fecta hoz de oro y asió con fuerza uno de los brazos de su padre. Violenta fuerza. Aturdido por el deseo de poseer una vez más a Gea, el enorme dios no acertó a comprender lo que sucedía. De repente sintió un pinchazo, un dolor agudo en el mo- mento en que la hoz de oro blandida por su hijo segó sus órganos genita- les limpiamente. Un grito espanto- so hizo temblar al mundo mientras los genitales de Urano caían al mar como un trozo de carne. Entonces comenzaron un viaje a merced del viento y las corrientes. Cuando lle- garon a la costa de Chipre, en el otro confín del mar, hervían a borboto- nes. De la blanca espuma que los ro- deaba nació una hermosa doncella que, con el tiempo, habría de convertirse en la más hermo- sa de las diosas. Su nombre era Afrodita. Mitodecreación:elhuevouniversal MUY HISTORIA 23
  • 24. Tras este suceso, Urano desapa- reció del mundo. Por orden de su hijo Crono permaneció en- cerrado en el Tártaro, un lugar más profundo que el inframundo Hades. Su leyenda dejó de estar pre- sente en las narraciones de los aedos y en los versos de los poetas. Su hijo, hen- chido de orgullo, ocupó el lugar de su padre; así la segunda generación está compuesta por los hijos de Crono. Heren- cia de su progenitor, la naturaleza colérica de Cronos se desató sin freno. Liberó a sus her- manos, titanes y titáni- des, pero dejó en el Tártaro a los cíclopes y a los heca- tonquires, que pronto darían rienda suelta a sus ansias de venganza. De esta manera, la religión griega deste- rraba del mundo a seres monstruosos, muy lejos de la concepción antropo- mórfica. Las antiguas e innumera- bles abstracciones asombrosas, sólo personificadas de forma parcial, iban desapareciendo poco a poco de los mitos, poblados ya por esta primera generación de dioses. Parricidio mítico. El Caos primige- nio fue reducido a un mundo de una simplicidad sorprendente: titanes y titánides bajo el poder de Crono. Le- jos de ese mundo, prisioneros en el profundo Tártaro, quedaron los hijos monstruosos del mutilado Urano. En esa conyuntura, el dios Crono, deci- dido a llenar la Tierra con sus hijos, tomó a su hermana Rea como espo- sa. Pero su afán reproductor se enfrió cuando Gea, su madre, le anunció que uno de sus hijos le arrebataría el poder, lo destronaría y ocuparía su lugar para siempre. Crono tembló de furia y pensó en arrojar a sus hijos al Tártaro, pero no lo hizo, convencido, quizá, de que con la ayuda de sus po- derosos tíos la profecía se cumpliría inexorablemente. Entonces decidió devorarlos uno a uno, según fueran naciendo. Eso hizo con sus tres hi- jas, Hestia, Deméter y Hera, y con sus dos primeros hijos, Hades y Po- seidón. Pero al avecinarse el parto del más joven, de nombre Zeus, Rea pidió ayuda a su madre, Gea, que le proporcionó un abrigo seguro en un lugar de la remota y salvaje Arcadia. Allí nació el pequeño Zeus, lejos de todo; lejos también del conocimiento de Crono. Con su hijo oculto y seguro, Rea se aprestó al lance decisivo. Con la ayuda de su madre pulió con pri- mor una roca, la envolvió entre paña- les y, amparada por la noche, la en- tregó a Urano que, al ver a su esposa con el vientre deshinchado, reclamó inmediatamente el cuerpo de su hijo para devorarlo tal como había hecho con los anteriores descendientes. Madre protectora. Mientras, el ni- ño Zeus crecía en Creta, lejos de to- dos. Y gracias a la ayuda de sus no- drizas, su madre y su abuela, cuando el tiempo hubo cumplido su ciclo, el joven dios estaba preparado para en- frentarse a su temido padre. Apenas nacida, la Historia comenzaba ya a repetirse. Una noche sin Luna, tras los placeres del amor, Rea adminis- tró a Crono una droga purgante que le hizo agitarse en medio de frías convulsiones y vomitar el conte- nido de su estómago, hasta que los dos hermanos y las tres hermanas de Zeus volvieron a nacer. El joven dios, con sus hermanos liberados y agra- decidos, inició el combate contra su aterrador progenitor. Durante diez años, como en Tro- ya, la guerra entre dioses y titanes, conocida por la tradición como tita- nomaquia, tuvo un resultado inde- ciso. Los titanes se hicieron fuertes en el monte Otris; los dioses, en otra montaña que habría de ser su mora- da para siempre: el Olimpo. La Tie- rra sufría espantosamente. Entonces Gea decidió dar a su nieto el consejo definitivo: liberar a los resentidos hermanos de su padre, los cíclopes y los hecatonquires, encerrados en el Tártaro desde hacía largo tiempo. Liberados, sus tíos saludaron a Zeus como el verdadero soberano y se Afrodita, diosa del amor. Surgida de las olas del mar, tuvo varios amo- ríos, aunque se hizo más famosa por sus maldicio- nes. Arriba, escul- tura en mármol de Afrodita sorprendi- da en el baño. Cronos, devorador de sus vástagos. Este óleo de Goya representa al dios padre de la primera generación de titanes engullendo a uno de sus hijos. ALBUM PRISMA LIBRO Tras los pasos de los dioses griegos, Pierre Le- veque. Akal, 2006. Esta obra invita a un realizar un viaje histórico y geográ- fico por el mítico imaginario heleno. 24 MUY HISTORIA
  • 25. lanzaron furiosos a la lucha. El poe- ta griego Hesíodo nos describe vívi- damente el fragor de este combate formidable: “Terriblemente resonó el inmenso Ponto y la Tierra retum- bó con gran estruendo. El vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vi- bró el elevado Olimpo por el ímpetu de los inmortales. La violenta sacu- dida de las pisadas llegó al tenebroso Tártaro […] Hervía la Tierra toda y las corrientes del Océano”. Los agradecidos cíclopes dieron el paso crucial. Forjaron para Zeus el rayo y el relámpago; hicieron para Hades un yelmo mágico que lo haría invisible –hermosa alegoría de lo que habría de ser el mundo de Hades, la muerte– y moldearon para Poseidón el tridente con el que el dios agitaría los mares y haría moverse la tierra. Con estas armas, los tres hermanos inclinaron a su favor la balanza de una guerra que ganaron definiti- vamente con la intervención de los hecatonquires, sus monstruosos tíos que, utilizando la multitud de sus brazos, lanzaron una incesante lluvia de piedras que enterró a los titanes. Entonces Zeus se comportó como lo había hecho su padre: encerró en el Tártaro a los titanes, con Crono a la cabeza, y puso de carceleros a los tres hecatonquires, cuyo odio garantizaba el fracaso de todo intento de fuga. La religión griega acabó con el Caos originario. Los nuevos dioses vencedores se propusieron poblar con sus hijos el mundo al que aca- baban de llegar. En esta tarea fun- damental, Zeus volvió a brillar por encima de sus hermanos. El dios, en efecto, utilizó su promiscuidad como una verdadera arma demográfica y llevó a algunos de sus descendientes a la cumbre del Olimpo, hogar de las nuevas divinidades para siempre. Comunidad adorada. El número de dioses que la tradición reconoce como olímpicos varía según las épocas y los autores, aunque parece haber cierto acuerdo en que fueron doce deidades las que conformaban el Olimpo. Así pues, los dioses olímpicos son, en pri- mer lugar, los seis hermanos hijos de Crono: Zeus, Hades, Poseidón, Hestia, Hera y Deméter. De ellos, las fuentes no siempre consideran olímpicos a Deméter, Hestia y Hades. A estos dio- seshayqueañadirloshijosdeZeuscon diferentesmujeres(diosasymortales): Apolo, Artemisa, Atenea, Hermes, Ares, Hefesto y Afrodita. Sobre esta última existe cierta controversia, ya que en la tradición homérica esta dio- sa es considerada hija de Zeus y Dione, una deidad prácticamente descono- cida, de identidad difícil de precisar. Finalmente, algunos autores conside- ran olímpico a Dioniso, también hijo de Zeus. Tras este relato mitológico se oculta, como siempre, una realidad nada mítica. La religión olímpica no es más que el reflejo celeste de la nueva sociedad que se estaba forjando en la Tierra. Igual que los ideales patriarca- les de la civilización micénica, magis- tralmente transmitidos en las obras de Homero, fueron desplazando todo lo femenino hacia una posición de clara servidumbre en relación con lo mas- culino. Así los mitos explicaron, de un lado, la irrupción de los dioses mas- culinos indoeuropeos –especialmente Zeus– y, de otro, el destierro de las divinidades femeninas primigenias, especialmente de la gran madre Tierra. Hoy, miles de años después, la so- ciedad patriarcal surgida en parte del mito, en parte de la Historia, sigue plenamente vigente. La caída de los titanes. Esta pintura escenifica cómo los derrotados, Crono y sus hermanos, son arrojados al Tártaro por los vencedores dioses olímpicos y Zeus. Al lado de los cultos olímpicos, que fueron transformados políticamente en lo que podríamos definir como cultos oficiales, en la antigua Grecia se desa- rrollaron otros rituales menos conocidos pero más cercanos a la gente común. Estos ritos son conocidos por la literatu- ra científica como “cultos mistéricos”. Ritos de iniciación. “Mistérico” tiene un sentido en nuestra lengua que no tenía en la Antigüedad, de manera que sería conveniente denominar a esos ritos po- pulares como “de iniciación”, tal como los llamaban los romanos, que traducían el término griego por initiatio. En Grecia fueron dos los dioses que propiciaron los misterios: Deméter y Dioniso, a los que no todas las fuentes consideran olímpicos. Los misterios eran una forma de religión personal y votiva, que favorecía una experiencia de lo sagrado diferente a la propuesta de la fe olímpica oficial. Tras ellos se ocultaba un deseo de curación y un anhelo de felicidad tras la muerte. Este afán de bienaventuranza de cara al futuro es lo que favorecía Deméter en su santuario de Eleusis, una localidad si- tuada muy cerca de Atenas. La religión de Dioniso, vinculada con el vino y con los elementos irracionales del comportamiento humano, perseguía, en el fondo, una especie de camino hacia la felicidad eterna. A diferencia de Deméter, Dioniso no posee un santuario concreto. Sus ritos se celebran al aire libre, en pleno contacto con la naturaleza. Dioses y misterios El número de dioses reconocidos como olímpicos por la tradición varía según la época y los autores PERSONAJE Hestia. Diosa griega del fuego que da calor y vi- da a los hogares, fue hija primo- génita de Cro- nos y Rea. De actitud pacífica, apenas salía del Olimpo ni susci- taba disputas. ALBUM AGE Relieve que muestra un sacrificio en honor a Deméter, deidad griega de la agricultura, protagonista de los misterios eleusinos. MUY HISTORIA 25
  • 26. TARTESSOS Y OTROS ENIGMAS HISPÁNICOS La Iberia eterna y ancestral
  • 27. Como en el resto de Europa, las culturas primitivas de la Pe- nínsula sucumbieron al empuje sucesivo de Roma y del cristia- nismo, pero muchas de sus huellas pervi- vieron como mitos. E n cierto modo, la actua- ción del Imperio Romano en Europa durante la Edad Antigua puede asimilarse a la actuación del imperio español en América durante la Edad Moder- na. De la misma forma que los con- quistadores se llevaron por delante a las culturas indígenas, las legiones de Roma terminaron laminando las culturas autóctonas de los pueblos europeos. Desde luego, el proceso no fue idéntico, pero el resultado sí que fue muy similar: centenares de tribus europeas tuvieron que acep- tar la ley, las costumbres y el idioma de los invasores, arrumbando sus hábitos y creencias ancestrales. Fue una devastadora pérdida de diver- sidad cultural y espiritual que hoy lamentamos vivamente, pues aquel terremoto que supuso la dominación romana nos dejó con muy pocos da- tos ciertos sobre las sociedades que nuestros antepasados habían puesto en marcha hasta aquel momento. Respecto a la religión, Roma era mu- cho más permisiva, pero la llegada del cristianismo supuso el golpe de gracia tanto para los dioses romanos como para los restos del mundo es- piritual bárbaro que habían sobrevi- vido a Júpiter y Marte. Tradiciones latentes. Y sin embar- go, aquellos restos no desaparecie- ron del todo. Las viejas creencias se enquistaron en los medios rurales, lejos de los grandes centros de po- der, y allí permanecieron latentes. En España, la presencia del mundo romano se prolongó cerca de siete siglos, entre el II a.C. y el siglo V, que fue cuando asomaron los visigodos por los Pirineos. Es un lapso de Por Alberto Porlan, escritor y filólogo. Ilustración, Arturo Asensio Diosas, sacerdotisas y brujas. La mitología hispánica está llena de figuras femeninas (algo propio de las sociedades matriarcales) como la Mari vas- ca, y se cree que las bailarinas gaditanas pudieron haber sido en su origen sacerdotisas iberas. MUY HISTORIA 27
  • 28. tiempo enorme, más de 24 genera- ciones, de forma que el primer espa- ñol romano fue el sexto tatarabuelo del último. Incluso así, todavía que- daron restos de las viejas creencias. Los primeros concilios cristianos es- pañoles, que arrancaron a comienzos del siglo IV, prevenían sobre algunos ritos y hábitos condenables que sin duda formaban parte de las tradicio- nes autóctonas precristianas, como la adoración de ciertas piedras, las suertes adivinatorias o las fogatas en las encrucijadas de caminos. Iberia viene del vasco. Lo que sa- bemos de nosotros antes de Roma es lo que contaron los griegos. Para ellos, esta parte del mundo se llamaba Ibe- ria, si bien la primera fuente que la menciona la denomina Hiberia, con esa h inicial que nadie ha sabido expli- car. Se trata de un nombre autóctono que tendría que ver con el río Iberus (el Ebro), el cual, a su vez, estaría em- parentado con el término vasco ibar, quesignificarío.Perolosgriegosjamás pisaron Euskadi, de manera que si el nombre del Ebro –que ellos conocie- ron por su desembocadura en Tarra- gona– era vasco, no se explica cómo lo recogieron en boca de los pueblos mediterráneos de su desembocadura. A menos que, como parece más vero- símil cada día, el vasco sea un residuo fósil de la lengua que, con sus varian- tes dialectales, se habló en la Península en los tiempos anteriores a Roma. Hay dos clases de mitos sobre la vieja Iberia. Están, por un lado, los que podríamos llamar exteriores –o sea, los que forjaron los pue- blos mediterráneos sobre noso- tros–, y por otro los interiores, los mitos propios de los pue- blos ibéricos. Desde fuera, las culturas pujantes del otro lado del mar nos veían como las tierras del fin del mundo, lindantes con el océano. El hecho de que el Sol se oculte por Occidente situaba aquí la noche y el otro mundo. Los egipcios llamaban a sus difuntos “los occidentales”, y los enterraban en la orilla oeste del Nilo. Por su parte, los etruscos ponían a sus dioses del Más Allá en Occidente. Una tierra paradisíaca. En es- ta región misteriosa y remotísima ubicaban también aquellas culturas sus lugares paradisíacos. Los grie- gos, los Campos Elíseos y las Islas de los Bienaventurados; los semitas, de acuerdo con el Libro de los Jubileos esenio, el Jardín del Edén. Ámbitos maravillosos y ubérrimos, como el Jardín de las Hespérides, cuyos árbo- les producían frutos de oro, las islas Cassitérides, con sus inagotables mi- nas de estaño, o el reino de Tartessos y su soberano Argantonio, el rey de la plata. Y también el río del Olvido y el país de los Sueños, así como la míti- ca batalla entre dioses y titanes y los tres últimos trabajos de Hércules. Los fenicios, por su parte, coincidían con los griegos en la noción de la riqueza inconcebible de esta tierra, pues aquí situaron su Tarschisch, equivalente al Tartessos de los griegos, de la que afirmaban que los pastores daban de comer a las bestias en pesebres de plata maciza y que sus naves carga- ban de allí tanta plata, que incluso sustituían sus anclas por otras hechas de plata para aprovechar el peso. Y también situaron en el remoto Occi- dente las hazañas de su héroe análo- go a Hércules: Melkart. Se hablaba de antiguas expedicio- nes de pueblos ibéricos que habrían ocupado y colonizado Córcega, Cer- deña y Sicilia. De acuerdo con la tradición, Sicilia fue poblada por la nación de los sicanos, llamados así porque procedían de un río ibérico con ese nombre, que se ha supues- to el Júcar (Sicoris). Y estos sicanos ibéricos quedaron incardinados en los propios mitos griegos, pues entre ellos aterrizó Dédalo con sus alas de cera después de huir de Creta, don- de había construido el laberinto para Minos. El rey ibero-sicano, llamado Cocalos, acogió al ingenioso Dédalo Los guanches veían al Sol y a la Luna como al padre y a la madre del Tiempo. Y con razón, pues por el prime- ro medían los días y los años y por la segunda los meses. Parece que también tenían un dios universal y eterno al que llamaban Achuguayo, Ser Supremo. Su sistema teo- lógico era muy complicado y exigía de todo un cuerpo de sacerdotes con diferentes funciones. Una de estas atri- buciones era la de expulsar al demonio o íncubo llamado xaxo que se introducía en el cuerpo de hombres y muje- res aprovechando la menor herida, incluso las rozadu- ras en la piel. El fuego era sagrado, como para los ma- zdeístas, y, lo mismo que los celtas, los guanches rendían culto a determinados árbo- les, en su caso el Drago San- to. Realizaban ceremonias con animales, sobre todo con ovejas, en lugares sagrados a los que llamaban bailaderos. Uno de los mitos canarios más curiosos es el que men- ciona Pomponio Mela sobre las islas Afortunadas, en las que dice que se encontraban dos fuentes maravillosas. Al beber de una de ellas, sus aguas producían una risa incontenible que terminaba matando al sujeto; sólo al beber de la otra se curaba el condenado a morir de risa. Los originales mitos de los guanches El drago era un árbol sagrado para los guanches. En la foto, el llamado Drago Milenario de Icod de los Vinos (Tenerife), declara- do Monumento Nacional en 1917. VÍDEO bit.ly/1DKMJP9 Documental de Na- tional Geographic En busca de la At- lántida, en el que se relaciona este míti- co continente con lasruinasdeCancho Roano (Badajoz). GETTY 28 MUY HISTORIA
  • 29. y lo empleó, encargándole obras que embellecieron su reino. Hasta que Minos se enteró y se dirigió a Sicilia para recuperar a su ingeniero. Coca- los le dio la bienvenida respetuosa- mente y, con el pretexto de ofrecerle un baño caliente, sus hijas lo asesi- naron por el procedimiento de escal- darlo vivo en agua hirviendo. Otra asimilación entre los mitos griegos y la remota Iberia es la que se refiere a la llegada a estas costas de algunos héroes de la guerra de Troya que fundaron ciudades en muy dis- tintas partes de la Península. Ulises, Menesteo, Teukros y el propio Me- nelao terminaron en Iberia sus aven- turas, de acuerdo a la tradición mí- tica. Esta parte del mundo, fabulosa y desconocida, era un buen refugio para aquellos a quienes había que dar un destino después de la famosa con- tienda homérica. Cerveza y matriarcado. Cosa dis- tinta es llegar a saber cómo eran las creencias en el interior de aquellas colectividades. Las dudas se extien- den a todas las facetas de la vida, y lo que se sabe de cierto procede de las viejas fuentes y de los estudios de los modernos eruditos y especialistas. Los hallazgos arqueológicos a veces iluminan ciertos aspectos y otras los oscurecen todavía más. Hay dema- siados monumentos misteriosos en la Península, de los que se han ofreci- do interpretaciones dispares. Ponga- mos por caso la extraña construcción de Cancho Roano, en Badajoz, una estructura que apareció colmatada de cenizas entre las que se han resca- tado restos de todas clases. Algunos analistas consideran que fue un pala- cio, otros que un templo y otros más que fue una fortificación. Tampoco sabemos gran cosa sobre su estructura social, pero nos cons- ta por los autores romanos que los iberos nos parecíamos a los germa- nos en dos cosas: ambos bebíamos cerveza y (lo que era mucho más in- sólito entonces) tanto en Germania como en Hispania las mujeres eran escuchadas en las asambleas políti- cas, donde se les concedía el uso de la palabra. En realidad, aquellos ante- pasados debieron vivir en un medio fuertemente matriarcal, como ma- triarcales han sido en gran medida las sociedades que las han sucedido más tarde. Sobre todo, en la cordille- ra cantábrica. Fue allí donde la conquista de Ro- ma encontró las mayores dificultades. Las condiciones del terreno y el esca- so provecho material que aportaba el dominio sobre aquellas tribus monta- ñesas rebajaron los ímpetus conquis- tadores de Roma, como luego ocurrió con los musulmanes. De manera que en aquellas tierras permanecieron durante mucho más tiempo los fun- damentos de las creencias antiguas, algunas de las cuales han llegado in- cluso hasta nosotros. Muchas tribus muy parecidas. Es- trabón afirma que, en su tiempo, se sucedían los nombres de tribus desde Galicia hasta los Pirineos (de los ka- llaikoi, ástoures y kantabroi hasta los ouaskones y el Pyrene), pero que esas diferencias de nombre no eran importantes, ya que todas aquellas gentes vivían de la misma manera. Dice también que los kallaikoi eran ateos y que el resto de las tribus ve- neraban a un dios sin nombre en cu- yo honor bailaban a las puertas de sus casas en las noches de plenilunio. No cabe duda de que la música y el canto fueron extremadamente im- portantes para nuestros antepasados prerromanos. Los autores antiguos son unánimes a este respecto, ya Desde fuera, Iberia era vista, por un lado, como la tierra del fin del mundo y, por otro, como el Paraíso El Jardín de las Hespéri- des. Este mítico Edén fue ubicado en Iberia o África por los griegos y pintado así en 1892 por el inglés Frederic Leighton. El río Iberus. Es decir, el Ebro, aquí fotografiado a su paso bajo el puente romano de Frías (Burgos). Dio nom- bre a Iberia y a su vez se cree que el suyo procede del término vasco ibar, que significa río. LIBROS Breve historia de Tartessos, Raquel Carrillo. Nowtilus, 2011. Muy completo, uti- liza las fuentes tan- to arqueológicas como literarias y mitológicas. Geografía de Iberia, Estrabón. Alianza, 2007. La mejor versión en nuestro idioma de este clásico, esencial para en- tender la península Ibérica ancestral. ALBUM GETTY MUY HISTORIA 29
  • 30. hablen de las tribus norteñas, de las andaluzas o de las mediterráneas. Los restos arqueológicos muestran, en los relieves y en las cerámicas pin- tadas, una multitud de instrumentos musicales diferentes. Es posible que concibieran la música como algo in- cardinado en la masa misma de sus mitos, como algo de carácter celes- tial. Las bailarinas gaditanas, que te- nían fama en el mundo entero, pu- dieron haber sido sacerdotisas. Hasta hace bien poco, cuando los campesinos hablaban de las cons- trucciones megalíticas de su tierra se las achacaban a los moros. Hay dólmenes que se llaman Mezquita de los Moros, u Horno de Moros. En Galicia, donde apenas pusieron el pie los musulmanes, se les atribuye a los mouros, y en Euskadi, a los mai- rus. Estos nombres proceden de un tiempo en que el término equivalía a gentil, no cristiano, y se acuñaron en las primeras fases de la cristiani- zación, cuando aún quedaban focos de resistencia autóctona a los nuevos tiempos y creencias. De esos focos habrían salido después las brujas, las meigas, las lamias y los diversos elementos que se consideraron pu- ramente satánicos y purgaron su su- puesta culpa entre las llamas de las hogueras medievales. Entre brujas y otras criaturas. Pero ¿por qué predominaron de tal modo las brujas sobre los brujos? Una posibi- lidad apunta precisamente a la condi- ción matriarcal de las sociedades anti- guas, que a su vez habría enlazado con la condición femenina de la Gran Dio- sa, arraigada desde el comienzo de la civilización. Aquella antiquísima Diosa Madre, de la que hay muestras eviden- tes en los primeros grupos de cultura occidentales, se habría convertido, por ejemplo, en la Mari de la mitología vasca, cuyas sacerdotisas serían a su vez las sorginak, las brujas. Mari es- tá asociada a los dólmenes, de los que hay que salir andando hacia atrás para no disgustarla, y a aquella época me- galítica se asocian asimismo toda clase de leyendas arcaicas en la Península. Los megalitos vascos tienen nombres como Mairubaratza o Jentilbaratza, Huerta de los Mairus o de los Gentiles, aunque ocupan terrenos que nunca pudieron haber sido huertas. Parecen creencias traídas de épocas muy an- tiguas, conservadas reverencialmente en el seno de sociedades muy endogá- micas y resistentes al cambio. Por otra parte, muchos de los mi- tos y creencias del norte eran com- partidos por varios pueblos hispanos y se explican a partir de la mitología celta, como los duendes de todas cla- ses con las formas más curiosas, las ninfas acuáticas (lamias, xanas, etc.) o los hombres salvajes de la monta- ña (el basajaun u ojancu vasco y el ojancanu cántabro). Tampoco faltan los cíclopes en esa nómina, como el vasco Tartalo, un ser enorme y cruel con un solo ojo en medio de la frente. Como ejemplo de leyenda estra- falaria, ofrecemos al lector la que redactó Trebius Niger, un autor roma- no del círculo de Lucius Lucullus, que fue procónsul de la Bética: “Se dice que en las fábricas de salazón de Car- teia vivía un pulpo enorme que había aprendido a salir de la mar y meterse en los depósitos. Los guardianes es- taban muy irritados por sus continuos robos. Protegieron el recinto con altas cercas, pero el pulpo las superaba tre- pando por el tronco de un árbol y de- jándose caer del otro lado. Por fin, una noche lo detectaron los perros cuan- do retornaba al mar, y los guardianes quedaron atónitos ante el espectácu- lo. Antes que nada por el tamaño del pulpo, que era colosal, y luego porque su expedición a los depósitos lo había cubierto de salmuera, que despedía un hedor inaguantable. El pulpo puso en fuga a los perros azotándolos con sus tentáculos. Sólo tras muchos golpes de tridente consiguieron matarlo los guardianes. Sus tentáculos eran tan gruesos que no se abarcaban con los brazos y medían 30 pies (10 metros) de largo. La bestia pesaba 700 libras (230 kilos) y sus ventosas tenían el ta- maño de lebrillos”. Una especie de kraken gaditano Debajo, los restos arqueológicos de la entrada al foro romano de Carteia (San Roque, Cá- diz), donde situó Trebius Niger a su pulpo legendario. Columnas de Hércules. La tradi- ción las localiza en el Estrecho de Gi- braltar (estatua de- dicada al mito en el puerto de Ceuta). WEB www.juliocaroba roja.org Página de- dicada al gran an- tropólogo, historia- dor, lingüista y ensayista vasco Julio Caro Baroja (1914-1995), experto en mitos ibéricos. AGE ALBUMALAMY 30 MUY HISTORIA
  • 31. Parece que hubo cultos locales re- lativos a determinados territorios. Se han encontrado numerosos altares dedicados a deidades cuyo nombre coincide en muchos casos con el de los lugares junto a los que han aparecido. Debieron de ser entidades y creencias de índole animista por las que se reco- nocía una condición sagrada a algunos espacios en concreto, genios locales a los que se atribuían ciertos beneficios o dádivas y cuya protección se reque- ría erigiendo esos altares. Los mitos andaluces. En el sur, en el Estrecho de Gibraltar o Columnas de Hércules,que fuela primeratierraibé- rica que conocieron los griegos, flore- cieron otros mitos que la presencia ro- mana y después la mahometana –que duró tanto como la romana– contri- buyeron a eliminar. Los últimos restos de las creencias nativas serían barridos finalmente por la repoblación cristia- na. De los viejos mitos andaluces sólo tenemos noticia a través de los histo- riadores griegos y romanos, que trans- miten informes curiosos como por ejemplo que, según Plinio, los anda- luces (los túrdulos) tenían más dientes en la boca que el resto de los mortales. De esta extravagante información no se conoce el origen ni el fundamento, de manera que se ha llegado a inter- pretar como una metáfora. Otros informes griegos aseguran que el Sol parece cuatro veces mayor al ponerse en Cádiz que en cualquier otra parte del mundo. Esta noción pudo haber estado ligada al hecho de que no se conocían tierras más allá del océano y a que el astro, en su caí- da por Occidente, se aproximaba más a la Tierra y por lo tanto se veía ma- yor. También se decía que desde las Columnas de Hércules podían verse con toda claridad las montañas de la Luna, y probablemente por la misma razón. Como la Iberia era el confín del mundo (el confín del Mediterráneo), tenía sentido que estuviera más cerca de los astros en su declinar diario. Fascinante Tartessos. La leyenda ibérica más completa que los siglos nos han transmitido llega de la pluma de un escritor galorromano del siglo I a.C. llamado Pompeyo Trogo. Aun- que su obra se perdió, quedaron lar- gos fragmentos recogidos en el siglo III por el historiador romano Justino, en los que cuenta la historia de los primitivos reyes de Tartessos, los fa- mosos Gárgoris y Habis. De acuerdo a esta leyenda, la hija del rey Gárgoris, que había enseñado a sus semejantes la recolección y el uso de la miel, tu- vo un hijo ilegítimo que el soberano repudió. Ordenó abandonar al niño en el monte, pero las fieras salvajes lo amamantaron y el niño siguió vivo. Luego ordenó sucesivamente deposi- tarlo en un paso de ganado para que los animales lo pisotearan, arrojarlo a los perros hambrientos y tirarlo al mar. Ninguno de esos métodos termi- nó con él, y vivió entre los animales hasta que cayó en la trampa de un ca- zador y fue conducido ante Gárgoris, el cual, maravillado por lo ocurrido, lo nombró su heredero. Y con gran acierto, porque Habis se mostró como un excelente gobernante. Estructuró la sociedad en siete grupos o castas, promulgó leyes adecuadas para la convivencia y desarrolló la agricul- tura y enseñó a su pueblo a labrar la tierra con animales de tiro. Mucho se ha especulado sobre el sentido de esta leyenda, que parece aludir a épocas remotísimas en las que se dio el paso desde la ganadería hasta la agricultura; o sea, al Neolí- tico. Sus analistas, en particular Ju- lio Caro Baroja, lo interpretan como un mito fundacional semejante al que desempeñaron Rómulo y Remo, también protegidos y salvados por una bestia salvaje, en su caso la loba capitolina. Pero además recuerda a la historia de Moisés, abandonado en las aguas del Nilo al poco de nacer. El he- cho de que esta leyenda se relacione con los descendientes de los tartesios parece vincularlo con otra noticia que proporciona Estrabón: que los anda- luces (turdetanos o túrdulos) eran los más cultos de todos los pueblos ibéri- cos y que disponían de crónicas histó- ricas y leyes versificadas con una an- tigüedad increíble, que ellos mismos fechaban en seis mil años. Si algún día se lograran encontrar y descifrar esos escritos constituirían el mayor tesoro cultural que pueda soñarse, pues nos aproximarían a la infancia olvidada de nuestra civilización, ampliando el co- nocimiento que tenemos de nosotros mismos. Para eso sirve la Historia. Muchos mitos y creencias hispanos se explican a partir de la mitología celta: duendes, ninfas... Habis, como Moisés. El mito fundacional tartesio está emparentado con el de Rómulo y Remo y con la historia de Moisés salvado de las aguas (izquierda, cuadro de Poussin). Esas puestas de Sol... Historiadores griegos y romanos, como Plinio, afirma- ban que el Sol era cuatro veces mayor al ponerse en Cádiz que en cualquier otra parte del mundo. Esa impresión sigue dan- do a quienes lo con- templan hoy (izda., playa de la Caleta). PERSONAJE Estrabón (64 a.C.-24). Geó- grafo, historia- dor y viajero griego conoci- do sobre todo por su obra Geografía, cuyo tercer volumen dedica a Iberia. GETTY MUY HISTORIA 31
  • 32. LUGARES ENIGMÁTICOS En busca del paraíso perdido Muchas localizaciones legendarias son un enigma del que nacieron fascinantes elucubraciones a lo largo de siglos de Historia. La mitología se nutre de reinos de leyenda buscados con ahínco por temerarios aventureros que recorrían la geografía conocida y desconocida: ellos fueron el motor de muchos de los gran- des descubrimientos del Nuevo Mundo. E l Jardín de las Delicias en la tradición judeocristiana, el monte Meru en el budismo y el hinduísmo, las monta- ñas del Kunlun para los taoístas… En el paraíso terrenal no hay lugar para el dolor o el hambre, ni para la vejez o la muerte, porque habitar en él otorga la juventud eterna. El mun- do es un lugar inhóspito, hostil, de sufrimiento perpetuo, y no hay cultura que no haya desa- rrollado mitos acerca de un edén donde una vez vivieron los hombres y al que en algún mo- mento quizá puedan regresar. Pero eran leyen- das muy tangibles. Para los cristianos, el Paraí- so no era simplemente una fantasía para aliviar las penas del mundo real; era también una tie- rra con coordenadas geográficas concretas, si bien desconocidas, ubicado en algún indeter- minado lugar de Oriente. Griegos y romanos fabularon con una Edad de Oro, un pasado mítico en el que los hombres vivían ociosos, ajenos a cualquier preocupación, disfrutando de los efectos del elixir de la juventud eterna. Los Campos Elí- seos o las Islas Afortunadas fueron la versión grecolatina de ese edén inalcanzable, pero no por ello inexistente. Tal es así que los mapas medievales ubicaban ese Paraíso en una India casi tan mítica y enigmática por aquel enton- ces como el mismo Edén. Y en efecto, el Paraí- so, como idea y mito, ha asumido formas ex- traordinariamente variadas. Los aztecas recor- daban con nostalgia la tierra de sus ancestros, Aztlán, que las tribus nahuatlacas abando- naron en el siglo XIII para fundar la majestuo- sa Tenochtitlán. Fue durante el período de la conquista española cuando la leyenda de Azt- lán cuajó en el imaginario colectivo indígena ¿DÓNDE ESTUVO EL EDÉN? Por Roberto Piorno, periodista LA BÚSQUEDA DEL ELÍSEO El Jardín de las Delicias. El artista neerlandés El Bosco pintó esta obra tríptica donde representa su particular visión del Géne- sis, el Paraíso y el Infierno (de izquierda a derecha). AGE 32 MUY HISTORIA
  • 33. y de los recién llegados. Fray Diego Durán, entre otros cronistas, perpetuó el recuerdo de una Azt- lán paradisíaca, cuyos habitantes gozaban de la vida eterna. Así se fundió la tradición autóctona de los mexicas con el mito del Paraíso terrenal que los españoles llevaron al Nuevo Mundo en busca de todas las quimeras bíblicas, fusionan- do dos maneras complementarias de recrear las leyendas de la Edad de Oro. Y aunque el Edén era algo muy real para los aventureros europeos del siglo XVI, no dejaba de ser una entelequia mística reservada a los elegidos, a los más vir- tuosos. De algún modo, el Edén era el paraíso de los ricos; todo lo contrario que Jauja, la réplica del vulgo a las leyendas paradisíacas de la élite. Citado por vez primera en un poema del siglo X, el país de Jauja era un paraíso al alcance de los menos piadosos, un edén de placeres sin límite, de manjares infinitos, mundano y desprovisto de las connotaciones místicas del Paraíso bíblico, tan poco atractivas para el pueblo llano. El mito de Jauja, a diferencia de los mitos pa- radisíacos tradicionales, nace y cuaja entre las masas de gente corriente y entre los desfavore- cidos. Su ubicación geográfica es muy impre- cisa, pero es un rincón de libertad sin límites, el mundo al revés donde el pez pesca al pescador o los hombres arrastran arados tirados por bue- yes. Jauja es casi una parodia del Edén bíblico, una gráfica evidencia de cómo la cultura popular puede redefinir los mitos dándoles vida nueva. Una reinterpretación, por otro lado, de la que no escapa el mundo contemporáneo, que ha forjado sus propios edenes a través de la literatura. Hoy en día podemos añorar el paraíso o soñar con una vida de paz interior perpetua en Shangri-La, ese edén tibetano en las cumbres del Himalaya que nació en 1933 de la imaginación de James Hilton, que creó así un nuevo icono paradisíaco en su novela Horizontes perdidos, poniendo en evidencia cómo la literatura puede participar en la forja y reescritura de mitos ancestrales. Shan- gri-La, todo un paraíso new age de rasgos orien- tales, es ya sinónimo de edén en la cultura popu- lar. La prueba, en definitiva, de que el mito del Paraíso terrenal sigue extraordinariamente vivo. RELATO MÁGICO Y POPULAR MUY HISTORIA 33
  • 34. E l sueño del Paraíso remoto tiene múlti- ples ramificaciones geográficas. Pero esa atávica fascinación por la tierra in- cógnita, que permitía llenar los agujeros negros de la cartografía primitiva con vergeles de ensueño en parajes inexplorados, encuentra uno de sus campos más fértiles en ultramar. Una isla imaginaria es un espacio con irresistibles impli- caciones metafóricas, una alegoría del retiro per- fecto, un espacio simbólico de distensión entre el individuo y la sociedad, un rincón idóneo para proyectar los utópicos ideales filosóficos irreali- zables en el mundo real. En consecuencia, la isla ha sido tierra abonada para el mito. Hesíodo y Píndaro, en la Grecia arcaica y clásica, moldearon la leyenda de las Islas Afortunadas. Esas islas, paraíso de los justos, habían supe- rado hasta tres reencarnaciones. Allí las almas encontraban el soñado descanso en un remoto e indeterminado lugar del Atlántico según las fuentes griegas y más allá de las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar) en las roma- nas. Es usual que el mito encuentre acomodo en un punto geográfico preciso y, con el tiempo, el archipiélago de las Afortunadas y de las Canarias fueronunosolo.Incontablessontambiénlosin- tentosdelocalizar,másalládelasnieblasdelmito, lalegendariaisladeThule.Porvezprimera,porel marinohelenoPiteas(sigloIVa.C.),perocuajóco- moquimeradelargaduraciónenlossiglospos- terioresgraciasalaplumadeEratóstenesoEstra- bón.Ubicada,segúnlaleyenda,enalgúnrincón remotodelAtlánticoNorte,Thuleeraunaisla dehieloyfuegodondejamásseponíaelSol. En ocasiones, las leyendas tienden a fusionar- se, y el mito de Thule, con frecuencia, se asimila al de la Atlántida y, sobre todo, al de la paradisíaca Hiperbórea, reino de los dioses, cuna de la civili- zación y patria, por extensión, de la raza y la len- gua más primitivas. En el medievo se ubicó esta isla en el entorno de la península escandinava. Al- gunos la relacionaron con Islandia y las Feroe, en una zona donde proliferan incontables mitos isle- ños sobre otras ínsulas imaginarias del norte co- mo Frislandia o Eastlandia. Incluso los nazis bus- caron el rastro de una presunta Thule histórica, en pos de las raíces del mito ario. La quimera des- bordó las fronteras de la imaginación en el Índi- co, donde presuntamente se situaría Taprobana, mencionada por vez primera por Megástenes en el siglo III a.C., donde habitaban individuos con un solo pie gigante que empleaban para protegerse del Sol. En Taprobana habitaban, dice la leyenda, hormigas grandes como perros, sus habitantes no dormían jamás y las leyes eran innecesarias porque reinaba la felicidad y no se cometía delito alguno. Se decía que era una isla sin firmamento, y en el medievo y la Edad Moderna quisieron ubi- carla en Sri Lanka o en Sumatra. Pero Taprobana era una utopía con nombre de isla, como la Isla Perdida de San Brandán descubierta en el siglo VI por un monje irlandés. Se trataba de una isla que desaparecía bajo las aguas porque era, en reali- dad, el lomo de un pez gigantesco. Paraísos en medio del océano, fábulas con forma de isla cual la Barataria del Quijote, en la que Sancho fue el hombre que pudo reinar. ÍNSULAS IMAGINADAS THULE Y ATLÁNTIDA LAS ISLAS AFORTUNADAS A lomos de un gigantesco pez. La mítica isla de San Brandán se ilustra con una carga simbólica cristiana inspirada en su monje descubridor. En un norte lejano. Mapa de la isla de Thule en la ubicación figurada por el geógrafo egipcio Claudio Ptolomeo en el siglo II. AGE AHU/JOSÉANTONIOPEÑAS 34 MUY HISTORIA
  • 35. L as tierras ignotas con las que soñaba Colón eran una proyección geográfica de ese añorado Paraíso terrenal. En un tiempo, el siglo XV, en el que aún se pro- cedía a una lectura literal de las Sagradas Escri- turas, las Indias eran un desafío a la imaginación. En cierto sentido, lo que buscaba el navegante genovés era, en palabras de Umberto Eco, un edén laico. El Nuevo Mundo debía ser la puer- ta de entrada a ese viejo sueño imposible. Y la imaginación desbordante de los primeros con- quistadores no tardó en verse refrendada por el prometedor relato de los indígenas, que habla- ban de lugares lejanos donde el oro abundaba en cantidades inconmensurables. En buena medida, la conquista de América fue la crónica de una fiebre del oro alimentada por fabulacio- nes de toda clase. Una vez que Cortés y Pizarro exprimieron el filón de los imperios mexica e in- ca respectivamente, proliferaron leyendas que hablaban de paraísos de oro en la impenetrable espesura de la selva. Pero no había metal para tanto aventurero hambriento de riquezas. En ausencia de botín tangible, los conquis- tadores se aferraron al mito de las opulentas ciudades del oro, al consuelo de la entelequia. El Paraíso terrenal era pródigo en riquezas de toda índole y dentro de sus idílicas fronteras sus habitantes gozaban de la vida eterna. La raíz de esa mímesis entre el Paraíso y el Nuevo Mundo se encuentra en esos pioneros de América que se afanaron en la localización de rincones tan idílicos como la Fuente de la Eterna Juventud. Ponce de León arribó a las costas de América en 1512 y desde entonces navegó incansable en busca de una isla de cuyas fuentes manaba el agua que daba la juventud perpetua. Murió atra- vesado por la flecha de un indígena, después de haber explorado cada palmo del Caribe, de la costa septentrional de Sudamérica y de Florida, que él mismo descubrió, en busca del elixir de la vida eterna. Naturalmente, no tuvo éxito en su empresa. Al fin y al cabo, la grandeza y miseria de los conquistadores estriba en la obstinación de estrellarse contra sus propios sueños. Laavidezdelosespañolesporconseguirel orodelNuevoMundoprovocóquelosindígenas alimentasensuobsesióndandocuentadeleja- nasciudadesesculpidasenoro,enlaesperanza dealejarlosdesusterritoriosylibrarsedelsaqueo desuspropiosdominios.Ahísefundenlosmitos bíblicos,laleyendadelparaísoterrenalylosmi- tosalimentadosporlospropiosindios:uncóctel explosivocuyofrutofuelaquimeradeElDorado. Entornoa1530cuajóenelimaginariocolectivo delosconquistadoreselmitodeElDorado,una ciudaddeoroubicadaenmediodelajungla,en lazonacentraldeNuevaGranada(actualCo- lombia).Unmitotejidoalrededordelperiplode GonzaloJiménezdeQuesadaylascostumbres delosindiosmuiscas,quealelegirunnuevoca- ciquecubríansucuerpoconpolvodeoropara despuésofrendarobjetosvariosforjadosenel preciadometal,arrojándolosalalagunaGuatavi- ta.Laleyendatendióadesfigurarse,inflamando laimaginacióndeexploradorescomoLopede Aguirre,OrellanaoSirWalterRaleigh,quebusca- ronelrastrodelaciudadperdida.Coneltiempo laquimeradeElDoradoseamplificó,diluyéndo- seconotrasleyendasdeciudadesperdidasenel NuevoMundo,comoPaititi,urbeincaicamencio- nadaenlascrónicasdeVacadeCastro,enlaque, presuntamente,seescondieronlostesorosde Cuzcoponiéndolosasalvodelosespañoles;ola CiudaddelosCésares,ubicadaenalgúnvallede laPatagoniaydotadadegrandesriquezas. FABULACIONES DEL NUEVO MUNDO SUEÑOS ÁUREOS EXPLORADORES AMBICIOSOS Símbolo de inmortalidad. Esta obra pictórica representa la legendaria fuente de agua mágica que otorga la juventud perdida a quien la prueba. AGE El cacique Guatavita. Reproducción esculpida en oro del mandatario del pueblo precolombino de los muiscas, vincula- do al mito de El Dorado. AGE
  • 36. E l mito es, además, un instrumento idóneo para moldear el espejis- mo del buen gobierno. Ensoña- ciones de una sociedad demasia- do imperfecta que fabula con rei- nos remotos en los que los gobernantes son sabios, la riqueza, deslumbrante, y la convi- vencia, un modelo de virtud y equilibrio. Si no puede existir la sociedad perfecta en el mundo real, ¿por qué no rebuscarla entre los pliegues de la leyenda? Desde el mito platónico de la Atlántida, cuyos reinos formaban una confederación some- tida al imperio de la ley, la utopía de una realeza justa, sabia y eficiente administradora de la opulencia ha sido el motor de algunos de los mi- tos geográficos más recurrentes desde la Antigüedad clásica. No se puede asegurar con toda certeza que la Atlántida fuese simple fruto de la imaginación de Platón, y me- nos aún, por ejemplo, que el relato bíblico relativo a las imponentes ri- quezas del reino de Saba sea pura fabulación. En 2008, un equipo de arqueólogos alemanes localizó las ruinas de un imponente palacio en la localidad etíope de Axum, que no tardaron en identificar co- mo la morada real del hijo de la mismísima reina de Saba. Cada vez más la leyenda bíbli- ca de Makeda, la reina africana que enamoró a Salomón, deja de ser leyenda. Saba sigue siendo un reino fabuloso y modélico, un ico- no de prosperidad, un país con suntuosos jardines, incienso, especias y metales pre- ciosos en abundancia. Durante siglos se cre- yó que no era más que una hermosa leyenda. Hoy en día, historiadores y arqueólogos apuntan a Yemen y Etiopía como localización histórica probable de un mito que con los si- glos demostró no serlo. De extraordinaria lon- gevidad fueron también los ecos del fabuloso reino del Preste Juan. Nuevamente, un país remoto gobernado por un monarca sabio y piadoso, el Preste Juan de las Fuentes, cuyos dominios se extendían más allá del mundo islá- mico, en el lejano Oriente, en una tierra habita- da por seres monstruosos y jalonada por sun- tuosos palacios. Un reino cristiano en los con- fines del mundo, citado por vez primera en una carta, presuntamente escrita por el mismísimo Preste al emperador de Bizancio en el siglo XII. La leyenda del reino del Preste Juan adquirió connotaciones políticas sustanciales con el tiempo. Llegó incluso a cuajar un ideal de reu- nificación entre la Iglesia de Occidente y la del remoto Oriente del Preste Juan, y la localización de aquel exótico reino cristiano dio un impulso considerable a la exploración hacia el este. La fábula, que siguió muy viva hasta el siglo XVI, pudo tener inspiración histórica en las comuni- dades nestorianas de Asia. Nada que ver con Agartha, cuyo mito nace de la necesidad de se- guir imaginando lo increíble en un tiempo (el si- glo XIX) en el que las exploraciones y los mapas habían desacreditado las leyendas de paradi- síacos reinos remotos. Fue entonces cuando el mito comenzó a penetrar en las profundidades de la Tierra hueca. Allí, en algún lugar de Asia (quizá bajo la cordillera del Himalaya), existía y prosperaba Agartha, un país de ciudades sub- terráneas interconectadas, gobernado por el rey del Mundo y custodio de sabidurías mile- narias. Fue un novelista decimonónico, Louis Jacolliot, un referente para las corrientes esoté- ricas de la época, el primero en hacerse eco de la existencia de esta civilización subterránea, presuntamente mencionada en antiquísimos textos sánscritos que nadie que no fuera Jaco- lliot vio jamás. Un mito extraordinariamente su- gestivo y, afortunadamente para la buena salud de la leyenda, irrefutable, a diferencia de otros, por parte de los escépticos. Y es que, al fin y al cabo, ¿quién ha explorado el centro de la Tierra, aparte de Julio Verne? ÉRASE UNA VEZ UN IDÍLICO REINO LOS CONFINES DE LA TIERRA La conquista de una mujer legendaria. La monarca del reino africano de Saba, Makeda, se presenta ante el último soberano de Israel, Salomón, con oro y piedras preciosas. Ambos personajes de los textos bíblicos se convirtieron en figuras míticas. Etiopía, tierra mágica. Conocido como la estela del rey Ezana (izquier- da), este obelisco del siglo IV está situado en la ciudad etíope de Axum. AGE AGE
  • 37. N o todos los paisajes de leyenda se erigen sobre la imaginación; algu- nos cobraron forma física o, mejor aún, anidaron en un espacio geo- gráfico concreto. Ruinas o parajes en los que la Historia y el mito se han dado la ma- no, creando un híbrido fascinante entre realidad y fantasía, entre ecos históricos muy palpables y la necesidad de adornarlos con apasionan- tes especulaciones legendarias. Es el caso de la roca de Alamut, en el sudeste del Caspio, una imponente e inexpugnable fortaleza medieval de la que actualmente sólo queda un puñado de ruinas. Una escarpada cresta de más de cua- trocientos metros de altura era la imponente defensa natural de una guarida de leyenda, que sólo podía alcanzarse cabalgando sobre águilas. Fue entre sus muros donde se gestó el mito de la secta de los Asesinos, elaborado por cronis- tas que viajaron a Tierra Santa de la mano de los cruzados, que dotaron de una dimensión mística y mítica a Hasan-i Sabbah, que lideraba la secta con mano de hierro y adiestraba desde la más tierna infancia a sus acólitos, que constituían una cantera inagotable de asesinos políticos. Hasan era un referente espiritual, pero también un hábil político y estratega, maestro de la maquinación y el asesinato político. Cuenta la leyenda que los seguidores de la secta eran conducidos a la ci- ma de la fortaleza, un paraíso de idílicos jardines donde se daban a una vida de irresistibles place- res, aturdidos por el efecto del hachís, y después despertaban del letargo para enfrentarse a una vida de penurias. El regreso al paraíso tenía un precio: ejercer de letales asesinos en un ejercicio de devoción ciega al líder de la secta. Las ruinas de Alamut son la punta del ice- berg de un legado con base histórica, pero muy embellecido por el mito, al igual que otros dos rincones íntimamente ligados a la mitología del Grial. A diferencia de Alamut, aquí el mito se su- perpone sobre lugares preexistentes con sus- trato histórico muy endeble. Es el caso de Glas- tonbury, para muchos la Avalon de la leyenda artúrica, cuya abadía, probablemente fundada en el siglo VII, se ha convertido en un faro para los cazadores de mitos, una parada obligada para los rastreadores del Grial. Una tradición de historicidad muy dudosa señala a José de Arimatea (que sostenía el cáliz en el que Cristo vertió su sangre) como fundador de la abadía, que cerró definitivamente sus puertas en 1539. Siete monjes de la orden se refugiaron en un monasterio galés llevando consigo una valiosa reliquia: a saber, un humilde cáliz de madera que no sería sino el Santo Grial, cuyo rastro se pierde definitivamente en el siglo XIX. Una leyenda con frágil base histórica viva durante muchos siglos. Nada que ver con la de Rennes-le-Château, quintaesencia de mito forjado alrededor de fal- sificaciones de toda índole, fruto de la especu- lación acerca del origen del dinero con el que el abad Bérenguer Saunière restauró la iglesia local y construyó una imponente torre a imagen y semejanza de la de David en Jesusalén. La leyenda, engordada a base de mentiras y manipulaciones por Pierre Plantard, un ambi- guo personaje procedente de los círculos de extrema derecha que se decía miembro de una sociedad secreta, el Priorato de Sión, con más de dos milenios de vida, apuntaba a que Sau- nière se hizo rico extorsionando al Vaticano a cambio de no revelar el hallazgo de los docu- mentos que probaban que Jesús había tenido descendencia fruto de su unión con María Mag- dalena, que no era sino el origen de la dinastía Merovingia, que pervivía hasta nuestros días a través del Priorato. Un delirio que cobró una nueva dimensión gracias a Dan Brown y El có- digo Da Vinci. A pesar de la probada falsedad del testimonio de Plantard, Rennes-le-Château sigue siendo destino de peregrinaje de incon- tables seguidores del best seller de Brown y las indefendibles tesis en las que se sustenta. LA HISTORIA ALIMENTA LA LEYENDA EL REFUGIO DEL REY ARTURO ENIGMAS Y FALSEDADES La roca de Alamut, guarida montañosa. Al norte del actual Irán se encuentra esta escarpada y mítica cordillera que habitó, según la leyenda, la secta de los Asesinos durante el medievo. Torre Magdala. Situada en Rennes-le-Château, un pueblo occitano lleno de leyenda por el que pasa el Camino de Santiago. GETTY AGE