La Revolución Francesa no buscó destruir las creencias religiosas sino que fue una revolución social y política que abolió las instituciones feudales para sustituirlas por un orden social más uniforme y sencillo basado en la igualdad de condiciones. Aunque las instituciones antiguas estaban entrelazadas con casi todas las leyes de Europa, hizo falta una gran convulsión para destruirlas y extirparlas del cuerpo social, aunque la Revolución solo completó un proceso de cambio de varias generaciones.