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Instrucción Doctrinal de la Conferencia Episcopal Paraguaya sobre
Teología de la Liberación
Introducción
Los Obispos del Paraguay, nos dirigimos con fraternal afecto a todos
los seguidores de Cristo, para cumplir con nuestro servicio y con
nuestra responsabilidad de Maestros, a ejemplo de Jesucristo Maestro
y Pastor (Mt. 23, 8; Jn. 10, 11), para proclamar entre los hombres el
Evangelio; mantener en la comunidad cristiana la fidelidad al Mensaje
de Dios; orientar sobre las diversas corrientes del pensamiento y sobre
los movimientos sociales que puedan afectar el estilo y el ser de la
vida cristiana; confortar en medio de las dificultades a las
comunidades y a los creyentes que, bajo el impulso y guía del
Espíritu Santo, procuren mantener la coherencia entre su fe y su
vida para llegar así hasta la verdad completa (Jn. 16,13) que es
Jesucristo, su vida y Palabra.
La presencia del Sucesor de Pedro entre nosotros y su exhortación a
implementar una nueva evangelización en nuestro país, no solo nos
fortalece en nuestra misión de Pastores, sino que nos anima a seguir
proclamando el Evangelio de Jesucristo, a sembrar la Palabra de Dios
siendo siempre factores de unidad en nuestro país (1). Con renovado
entusiasmo y animados por este recuerdo, hoy nos dirigimos a todos
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(1) Juan Pablo II. Discurso al Episcopado Paraguayo del 17 de Mayo 1988.
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para hacerles llegar una palabra sobre la Teología de la Liberación.
La Teología de la Liberación ha tenido gran difusión en nuestro medio;
ha despertado un interés en el pueblo por conocer su contenido y la
necesidad de ser autorizadamente informado de las incidencias que
dicha teología tiene en nuestra Iglesia del Paraguay.
Por estas razones la Conferencia Episcopal Paraguaya, fiel a su
responsabilidad y a su ministerio pastoral y magisterial (L.G. 25), ha
sentido la necesidad de orientar a toda la comunidad cristiana y a
todos los hombres de buena voluntad con este documento; el cual se
mantiene en estrecha comunión con las dos Instrucciones publicadas
por la Congregación para la Doctrina de la Fe y expresamente
aprobadas por el Papa Juan Pablo II (2).
Deseamos que el presente documento de nuestro Magisterio sea
ampliamente difundido, explicado y reflexionado por todas nuestras
comunidades cristianas; así, nuestra Iglesia, guidada por el Evangelio
y el Dios hizo rico en misiricordia (Ef. 2, 11) y por el amor a todo
hombre, escuchando el clamor por la justicia, procure responder a él
con todas sus fuerzas y a través de todos sus miembros. Nuestro deseo
responde al hecho de ser los "maestros auténticos de los fieles"
encomendados a nuestro servicio; por otra parte proque "los fieles
están obligados a adherirse con asentimiento religioso a este
Magisterio auténtico de sus Obispos" (3)
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(2) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil
del 9 de
abril de 1986, Nº5: "…las dos recientes Instrucciones emenadas por la
Congregación
para la Doctrina de la Fe, con mi explícita aprobación…" L´Osservatore Romano,
904
(27 de abril, 1986) pag. (251) 11, Col. 4
(3) CIC. 753. Codigo de Derecho Canónico.
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I. LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y EL MAGISTERIO
1. Después del Concilio Vaticano II se produjo en la Iglesia un gran
despertar teológico. En América Latina también se comenzó a
reflexionar y así fue naciendo el movimiento teológico y pastoral
conocido con el nombre de Teología de la Liberación. La Segunda
Asamblea del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín
fue la primera en aceptar esta teología e incorporarla al Magisterio de la Iglesia.
Es muy importante señalar que ella nació precisamente en un
continente marcado por la herencia religiosa y cultural del Cristianismo.
Este movimiento teológico está desde sus inicios en profunda sintonía
y relación con el despertar de la conciencia de los oprimidos; con la
aspiración a la justicia; con el deseo de un reconocimiento efectivo
de la dignidad de cada persona. La comunidad cristiana ha visto
desarrollarse esta reflexión por parte de sus teólogos y la ha recibido, la ha hecho
suya.
Ante la transcendencia e importancia de esta corriente teológica, la
Congregación para la Doctrina de la Fe ha sentido la necesidad de
publicar dos documentos: "Instrucción sobre algunos aspectos de la
Teología de la Liberación" (4) e "Instrucción sobre Libertad Cristiana
y Liberación" (5). En la primera se señalan los riesgos de desviación,
ruinosos para la fe y para la vida cristiana que implican cierta formas
de la Teología de la Liberación; por otra parte indica también cual es
la verdadera Teología de la Liberación. El Segundo documento señala
de un modo positivo, todas las riquezas tanto doctrinales como
prácticas de la Teología de la Liberación. Debe notarse que "entre
ambos documentos existe una relación orgánica. Deben leerse uno a
la luz del otro" (L. C. 2) y nunca separadamente.
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(4) Seguimos la edición publicada por "Sendero".Utilizamos su numeración. Desde
ahora la
citaremos con las siglas L.N. Edición de Setiembre 1984.
(5) Seguimos la edición publicada por "Sendero" el 8 de abril de 1986. Desde
ahora la
citaremos con las siglas L.C. Seguimos su numeración.
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Así surgió en la Iglesia un Magisterio que sirve de norma para el
desarrollo de la Teología de la Liberación y la orienta. Esto fue como
una confirmación de la misma y a la vez le dió impulso para seguir
creciendo; la iluminó para que no sea manipulada por las ideologias
que podrían conducirla a traicionar la causa del Evangelio y de los
pobres. Este es el Magisterio que queremos compartir los Obispos
del Paraguay con todo nuestro pueblo.
2. Frente al escándalo farisaico ante la Teología de la Liberación de
quienes contribuyen a la miseria de los pueblos, de quienes se
aprovechan de ella, de quienes se resignan o a quienes deja indiferente
esta miseria, la Congragación para la Doctrina de la Fe ha afirmado
que la "expresión Teología de la Liberación es una expresión
plenamente válida" (L.N. III, 4) en el ámbito de la teología católica.
Es una expresión válida porque designa una reflexión teológica
centrada sobre el tema bíblico de la liberación (Ex. 3,7-10; Gal. 5,
1.6.13); la urgencia de practicar verdaderamente lo que se cree (Sant.
2 14-26; Lc. 10,37); la urgencia de las incidencias prácticas de la liberación.
Se puede afirmar que existe una verdadera Teología de la Liberación
que está eraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada (L
N. VI. 7). Esta afirmación es una invitación a todos los teólogos para
que profundicen ciertos temas bíblicos esenciales. Así los teólogos
estan llamados a buscar una "renovación, tan creativa como fiel, que
responda a las directrices del Vaticano II, a las exigencias de la cultura
moderna, y a los problemas más profundos de la humanidad actual"
(6). Uno de dichos problemas es la miseria, el deseo de justicia; por
eso "no es posible olvidar ni un solo instante las situaciones de miseria
dramática de donde brota la interpelación así lanzada a los teólogos" (L. N. IV, 1).
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(6) Juan Pablo II. Discurso a los teólogos reunidos en Salamanca (España) en
noviembre de 1982.
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Las elaboraciones teológicas deben reflejar siempre la fe de la Iglesia.
Igualmente los que se dedican a la Teología de la Liberación. Son los
Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, quienes tienen la
misión de discernir su autenticidad (L.C. 70); y a ellos les corresponde
afirmar, junto a su autenticidad de fe católica, su aplicabilidad posible
en las comunidades. Se trata de una competencia que corresponde
única y exclusivamente a los Obispos, a los que Dios ha puesto al
frente de su Iglesia como Maestros y Pastores (D .V. 10); no es, por
tanto, competencia de quienes puedan tener otros intereses particulares ajenos al
Mensaje Evangélico.
La Teología de la Liberación, en realidad es necesaria. En primer
lugar, porque "la aspiración a la justicia y el reconocimiento efectivo
de la dignidad de cada ser humano requiere, como toda aspiración
profunda, ser iluminada y guiada" (L. N. II, 1). En Segundo lugar,
porque "con frecuencia la aspiración a la justicia se encuentra
acaparada por ideologías que ocultan o pervierten el sentido de la
misma, proponiendo a la lucha de los pueblos para su liberación fines
opuestos a la verdadera finalidad de la vida humana, y predicando
caminos de acción que implican el recurso sistemático a la violencia,
contrarios a una ética respetuosa de las personas" (L. N. II, 3). En
tercer lugar, "hoy más que nunca, es necesario que la fe de numerosos
cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la vida
cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia,
la libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos
desheredados, oprimidos o perseguidos" (L.N. Intr.). Las dificultades
de los hombres en nuestro continente son múltiples; la Iglesia busca
soluciones "tan eficaces y constructivas cuando sea posible y al mismo
tiempo en armonía y coherencia con las enseñanzas del Evangelio, de
la Tradición viva y del perenne Magisterio de la Iglesia, estamos
convencidos, nos dice el Papa tanto vosotros como yo, de que la teología
de la liberación es no sólo oportuna, sino útil y necesaria" (7).
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(7) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil,
del 9 de
abril de 1986, Nº 5.
*DV: Dei Verbum, Constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia.
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3. Para evitar cualquier confusión, en los documentos anteriormente
citados, se nos indica lo que es la Teología de la Liberación,
describiendo y definiendo el ámbito propio de ella.
¿Qué quiere decir Teología de la Liberación?. La expresión "Teología
de la Liberación designa en primer lugar una preocupación
privilegiada generadora del compromiso por la justicia, proyectada
sobre los pobres y las víctimas de la opresión". Podríamos decir que
esta preocupación, nace en el ámbito de la caridad cristiana vivida en
las comunidades; impulsadas por el Espíritu de Cristo y ante los
dramas que desgarran el mundo, sienten la necesidad de reflexionar
sobre el significado y los caminos correctos de la liberación y de la verdadera
libertad (L. N. III-3).
Para precisar mejor, tenemos que decir que la Teología de la
Liberación "designa una reflexión teológica centrada sobre el tema
bíblico de la liberación y de la libertad y sobre la urgencia de sus
incidencias prácticas" (L. N. III, 4). Sin duda, las prácticas de
liberación pasan por el compromiso temporal; es una reafirmación
del Concilio Vaticano II: "La Iglesia exhorta a los cristianos al
cumplimiento de sus deberes temporales, advirtiéndoles que deben
guiarse por el Evangelio…y lamenta la conducta de aquellos que,
con el pretexto de la espera de los bienes celestiales, descuidan las
tareas temporales" (G. S. 43). La fe cristiana debe traducirse en
práticas, en acciones concretas, porque "¿de que sirve, hermanos míos,
que alguién diga, tengo fe, sino tiene obras?" (Sant. 2, 14)
Desde un punto de vista práctico podemos afirmar que la Teología de
la Liberación es una teología que fundamenta el compromiso cristiano
con los hombres, especialmente con los pobres y con las víctimas de
toda opresión; por otra parte, ayuda a distinguir la actuación del
cristiano en orden a conseguir una liberación integral.
II. EL ORIGEN DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
1. Para comprender mejor la originalidad, el método, el contenido y
la validez de la Teología de la Liberación, es importante clarificar: lo
que es teología; los elementos que forman parte de ella; los factores
más importantes que explican y justifican el origen y el nacimiento
de la Teología de la Liberación.
2. La palabra "teología" se utiliza y repite en todos nuestros ambientes,
tanto los más intelectuales como los más populares; sin embargo no
siempre se entiende bien a lo que se refiere esta palabra. La teología
tiene como base el acontecimiento de la revelación de Dios y la fe de
la Iglesia; es decir, la teología se apoya en el Mensaje de Dios y en la
fe vivida en la Iglesia.
La revelación parte de Dios; es él quien se da a conocer a si mismo y
nos da a conocer su plan para los hombres. Pues, "quiso Dios, con su
bondad y sabiduría, revelarse así mismo y manifestar el misterio de
su voluntad (cf. Ef. 1,9): Por Cristo, Palabra hecha carne, y con el
Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar
de la naturaleza divina (cf. Ef. 2, 18; 2 Ped. 1,4), en esta revelación,
Dios invisible (cf. Col. 1, 15; 1 Tim. 1,17), movido de amor, habla a
los hombres como amigos (cf. Ex. 33, 11; Jn. 15,14-15), trata con
ellos (cf. Bar. 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía", (9D.
V. 2). Dios se da a conocer y nos invita a conocerle, a conocer su plan
de salvación, para vivir de acuerdo a él. Los creyentes sentimos la
necesidad de pensar, de reflexionar sobre esto, sobre nuestra fe, para
entenderla mejor, para vivir de acuerdo a lo que Dios quiere y espera
de nosotros, siguiendo las huellas de Jesucristo. Esto es de gran
importancia porque por el Bautismo nos comprometimos a vivir según
el modelo que tenemos en Cristo, como hijos de Dios.
La reflexión sobre Dios y su plan que hacemos iluminados por la fe
que vivimos en la Iglesia se llama teología. Esta reflexión no es
simplemente para conocer mejor a Dios y su plan sino también para
vivir según lo que Dios quiere y como él lo quiere en este tiempo.
Podemos decir, entonces, que la teología es una ciencia al servicio
del plan de salvación de Dios revelado, manifestado por Jesucristo;
esta revelación se contiene en la Sagrada Escritura y la Tradición y
éste es el depósito de la fe que la Iglesia guarda, custodia, escucha,
enseña y explica fielmente (D.V. 10)
Nuestra fe tenemos que vivirla en diversas situaciones y problemas
lo que nos plantea una serie de dificultades y preguntas, ¿Cómo debo
vivir como cristiano hoy?. ¿Cuál tiene que ser mi comportamiento
cristiano ante las miserias y dificultades que se viven en nuestro
continente? Estas preguntas son serias. Para responder el cristiano
busca en la revelación la respuesta; utiliza su inteligencia para ver
cual es el plan de Dios y lo que Dios quiere de él hoy. Así nace la
teología. Cómo la situación que nos toca vivir hoy es diferente de
otras partes o de otros tiempos, va surgiendo una respuesta distinta o
diversa, pero siempre fiel a la revelación. Así fue surgiendo la Teología de la
Liberación.
3. Los principales factores que han determinado el nacimiento de la
Teología de la Liberación son varios; vamos a señalar principalmente
tres de ellos: la situación actual de nuestro mundo; la obligación que
tiene el cristiano de vivir y servir al hermano en el amor, en la caridad,
y la misma naturaleza, la misma característica del Evangelio de Jesucristo.
4. La Teología de la Liberación ha nacido en primer lugar en América
Latina, un continente marcado por la herencia religiosa y cultural
cristiana. ¿Cómo se vive en este nuestro continente marcado por el
cristianismo?. La comprobación de cómo se vive en nuestro
continente, es escandalosa para un cristiano, pues: "En ciertas regiones
de América Latina, el acaparamiento de la gran mayoría de las riquezas
por una oligarquía de propietarios sin conciencia social, la casi
ausencia o las carencias del Estado de derecho, las dictaduras militares
que ultrajan los derechos elementales del hombre, la corrupción de
ciertos dirigentes en el poder, las prácticas salvajes de cierto capital
extranjero, constituyen otros tantos factores que alimentan un violento
sentimiento de revolución en quienes se consideran víctimas
impotentes de un nuevo colonialismo de orden tecnológico, financiero,
monetario o económico (L. N. VII, 12). Esta situación no afecta
solamente a unos pocos sino que afecta a millones de hombres y
mujeres,. Esto está en abierta contradicción con el Evangelio de
Jesucristo y ningún cristiano puede quedar con la conciencia tranquila
ante esta realidad (L. C. 57)
El hombre va dándose cuenta de todo esto y no quiere ya sufrir
pasivamente este aplastamiento de miserias con sus consecuencias
de enfermedades, decadencias y muerte; el hombre siente esta miseria
como un insulto a su dignidad natural; siente esta situación como una
violación a su condición de hijo de Dios. Esta conciencia, que es
"viva percepción de los obstáculos que impiden el desarrollo de la
libertad y que ofenden la dignidad humana, es el origen de las grandes
aspiraciones a la liberación que atormentan al mundo actual" (L. C.
1). Hay muchos factores que fueron ayudando al hombre a darse
cuenta de esta situación; uno de ellos es precisamente la Palabra de
Dios, pues resuena en la conciencia del creyente la voz de Dios que
pregunta acerca del hermano (Gen. 4,9); resuena la voz de Dios que
por el Profeta grita: "quiten sus fechorías de delante de mi vista, dejen
de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen lo justo, den sus
derechos al opromido, hagan justicia al huérfano, sean abogados de
la viuda…" (Is. 1, 16-17).
5. Ante esta situación ha despertado con toda su fuerza la urgencia de
la caridad y del amor en la comunidad cristiana (Mt. 22, 39-40; Lc.
10, 37), porque estas "desigualdades inícuas y las opresiones de todo
tipo…esta en abierta contradicción con el Evangelio de Cristo y
pueden dejar tranquila la conciencia de ningún cristiano" (L. C. 57),
pues el amor a Dios reclama también el amor al hermano (1 Jn. 4, 20).
Este clamor llega a Dios (Ex. 3,7); es escuchado y vivido por la Iglesia;
por eso ella quiere responder con todas sus fuerzas a este clamor por
la justicia. De ahí que la Iglesia de Cristo hace suyas estas aspiraciones
de liberación de opresiones e injusticias. A la luz del Evangelio de
Cristo, que es, por su misma naturaleza, mensaje de libertad cristiana
y liberación, la Iglesia examina la realidad y busca el camino adecuado para
responder a ella.
Apoyada en el Evangelio, la Iglesia se siente obligada a responder (1
Jn. 4, 11-13; Ef. 5, 1-2), siente la necesidad de definirse y actuar en
favor de los pobres y oprimidos; esto no tiene su origen en factores
externos o extraños a la Iglesia misma sino en el Evangelio, porque
el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad, una fuerza de
liberación (Jn. 8, 36; Gal. 5,1; L.N. Intr)
6. La Iglesia quiere cumplir su misión. Para ello, responde al desafío
lanzado a nuestra época por las diferentes miserias y esclavitudes; y
se preocupa por "despertar las conciencias cristianas en el sentido de
la justicia, de la responsabilidad social y de la solidaridad con los
pobres y oprimidos" (L. N. V. 1). El Evangelio de Jesucristo no está
solamente para ser conocido sino para ser vivido, (Mc. 10, 17-23;
Lc. 11, 28;8, 21; Mt. 12,48-50; 7, 24-27), lo cual se hace urgente
precisamente por el tiempo y la situación que vivimos.
7. Teniendo en cuenta los tres factores que hemos señalado, se explica
que el encuentro entre la aspiración a la liberación y la Teología de la
Liberación no es casual. El significado de este encuentro puede ser
comprendido solamente a la luz de la Palabra de Dios, a la luz de la
Revelación auténticamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia
(L. N. III, 4). El Evangelio ha iluminado esta situación y ha hecho
que la Iglesia la piense; así fue surgiendo la reflexión que se denomina
Teología de la Liberación. Podríamos decir que llevados por el
Mensaje evangélico los teólogos han ido respondiendo poco a poco.
III. EL OBJETIVO Y EL MÉTODO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
1. La Teología de la Liberación, dentro del gran campo de la teología
católica, se especifica principalmente por su objetivo, por su método
y por el objeto mismo de su reflexión.
2. Es evidente que la liberación proclamada y realizada en y por el
Evangelio de Jesucristo, es ante todo y principalmente, liberación de
la esclavitud del pecado (Rom. 6,17-18); su fin y término es la libertad
de los hijos de Dios (Rom. 8, 21), como obra de amor de Dios, como
regalo de su gracia. Lógicamente esta libertad reclama también la
"liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural, económico,
social y político, que, en definitiva, derivan del pecado, y constituyen
tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir según su dignidad"
(L. N. Intr.; L. C. 1).
La Teología de la Libertación no trae mucha novedad en este aspecto.
En toda la historia de la Iglesia, "una multitud de cristianos, ya desde
el tiempo de los Apóstoles, han dedicado sus fuerzas y sus vidas a la
liberación de toda forma de opresión y a la promoción de la dignidad
humana. La experiencia de los santos y el ejemplo de tantas obras de
servicio al prójimo constituyen un estímulo y una luz para las
iniciativas liberadoras que se imponen hoy" (L.C. 57). Este ejemplo
sigue la Teología de la Liberación; pero hay que tener en cuenta que
los tiempos han cambiado y también las necesidades; por eso, teniendo
en cuenta las actuales necesidades y circunstancias, dirije su atención
principalmente sobre la liberación de las esclavitudes actuales de orden
cultural, económico, social y político que oprimen la dignidad humana
de tantos hombres contemporáneos. Pero esta liberación es entendida
y está ubicada en el interior del gran campo de la liberación anunciada,
promovida y realizada por Jesucristo, que es la liberación de la
esclavitud radical del pecado y la comunicación, el don del Espíritu
que transforma a los pecadores en hijos y les comunica la libertad
propia de los hijos de Dios.
En la Teología de la Liberación se evidencia que la Iglesia quiere el
bien del hombre en todas sus dimensiones; el amor impulsa a la Iglesia
a comunicar a todos la participación en la vida divina mediante la
gracia; esto fortalece a las personas, las cuales se sienten así
capacitadas también, como miembros de la Iglesia, para una acción
eficaz en favor de todos los hombres. El hombre transformado en
hijo de Dios por la gracia del Espíritu Santo, busca el verdadero bien
temporal de todos; atiende a sus necesidades; provee a su cultura y
promueve la liberación integral de todo lo que impide el desarrollo
de las personas (L. C. 63-64).
Con esto queda claro que el objetivo de la Teología de la Liberación
es promover la vocación propia del cristiano: que viva como hijo de
Dios y que actúe así en el mundo promoviendo la justicia, la verdad, el bien de
todos.
3. Este objetivo más específico y determinado, propio de la Teología
de la Liberación, ha originado su método de reflexión teológica. No
es algo nuevo, sino un método que fuimos conociendo a través de la
Acción Católica; ver, juzgar, actuar. Este método apunta hacia la
acción y no a la sola reflexión, especulación. Esta forma de realizar
"una reflexión teológica a partir de una experiencia particular puede
constituir un aporte muy positivo" (L. C. 70; cf. 72).
4. La Teología de la Liberación parte de una visión y de una
comprensión cristiana de la realidad que se pretende "ver" o
comprender (L.N. VII, 13).
Dado que el objetivo de ésta teología es clarificar y profundizar la fe
para vivirla mejor: la promoción de la justicia para una vida de
comunión y participación, lógicamente, al mirar la realidad apunta y
se fija más directamente en las injusticias sociales que hieren y
oprimen la dignidad de las personas; el análisis de la realidad pretende
clarificar principalmente cuáles son las opresiones que sufre la
humanidad o parte de ella; una vez vistas las opresiones, se clarifican
las diversas causas: de orden económico, social, político y cultural
que las generan y mantienen. (L. C. 1).
Pero el análisis teológico al descubrir la existencia de estructuras
inícuas, injustas y generadoras de injusticias, no se detiene ahí; sigue
avanzando en su análisis y comprensión de la realidad, porque
descubre que "las estructuras, buenas o malas, son consecuencia antes
de ser causas. La raíz del mal reside, pues, en las personas libres y
responsables, que deben ser convertidas por la gracia de Jesucristo,
para vivir y actuar como criaturas nuevas, en el amor al prójimo, la
búsqueda eficaz de la justicia, del dominio de sí y del ejercicio de la
virtudes (cf. Sant. 2,14-26)" (L. N. IV, 15). Son las personas las
responsables; ¿qué personas? Las personas que están dominadas y
divididas por el pecado (Rom. 7,15-20). El mal más radical, profundo,
grave es el pecado y éste existe en las personas. El hombre pecador,
habiendo hecho de su vida propio centro, su propia preocupación,
busca satisfacer su anhelo de infinito y afirmarse.
Para eso busca apoyo en las cosas: riquezas, poder y placeres;
buscando ésto, desprecia a los demás, los atropella y despoja, los
trata como objetos, como instrumentos, como medios. De este modo
contribuye a la creación de estructuras de explotación y servidumbre;
podríamos decir que cada pecador contribuye su parte, su "cuota" a
la creación de estas estructuras.
El análisis de la realidad, característico de la Teología de la Liberación,
es un tipo de análisis original socio-teológico, que partiendo del
presupuesto de la dignidad de la persona humana y de la comparación
de las agresiones y opresiones que ésta padece en la sociedad, intenta
determinar las causas económicas, sociales, políticas y culturales que
generan dichas opresiones; así, llega al descubrimiento, que el origen
último de dichas causas es la libertad del hombre y el pecado que,
"al sustituir la adoración del Dios vivo por el culto de la creatura,
falsea las relaciones entre los hombres y conlleva diversas formas de
opresión" (L. C. 39).
¿Sólo ésto comprueba la Teología de la Liberación? ¡No! Examina
también cuál es la reacción de las personas oprimidas en su dignidad.
Así advierte que el hombre ya no quiere sufrir pasivamente esta
situación que se vuelve intolerable. El hombre desea salir de esta
situación; percibe los obstáculos de orden económico, social, político
y cultural que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la
dignidad humana; éste es el origen de las grandes aspiraciones a la
liberación que atormentan al mundo actual (L.C. 1)
5. Entre las causas que generan este movimiento de liberación de los
oprimidos se puede señalar como las principales las tres siguientes:
Primera: La aspiración a la liberación que siente el hombre es la
traducción de la percepción auténtica, aunque oscura, de su dignidad
de hombre. El hombre se da cuenta que es hijo de Dios, creado a su
imagen y semejanza; los desprecios y ultrajes por las multiples
opresiones a las que se ve sometido, le hacen reaccionar: esta situación
no es digna de un hijo de Dios. (L. N. 2).
Segunda: "La búsqueda de la libertad y la aspiración a la liberación,
que están entre los principales signos del mundo contemporáneo; tiene
su raíz primera en la herencia del cirstianismo" (L. C. 5).
Tercera: El Evangelio predicado ha servido de levadura y ha
contribuido a la toma de conciencia de la propia dignidad; el Evangelio
ha despertado al hombre y le ha hecho ver su dignidad. El Evangelio
de Jesucristo es "un mensaje de libertad y una fuerza de liberación
que (…) lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes
de orden cultural, económico, social y político, que en definitiva,
derivan del pecado, y constituyen tantos obstáculos que impiden a
los hombres vivir según su dignidad" (L. N. Intr.).
6. El análisis de la realidad que utiliza la Teología de la Liberación le
hace descubrir algo más todavía. Detecta los "numerosos movimientos
políticos y sociales que se presentan como portavoces auténticos de
la aspiración de los pobres, y como capacitados, también por el recurso
a los medios violentos, a realizar los cambios radicales que podrán
fin a la opresión y a la miseria del pueblo" (L. N. II, 2). De esta
manera, esta aspiración a la justicia, muchas veces es acaparada por
ideologías que ocultan y desvían el sentido de dicha aspiración;
proponen a los pueblos que buscan en la liberación fines contrarios a
la vida humana, a su finalidad y dignidad; ideologías que predican
"caminos de acción que implican el recurso sistemático a la violencia,
contrarios a una ética respetuosa de la persona" (L. N. II, 3). Estas
desviaciones pueden ser muy graves; se trata de desviaciones
ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de
los pobres en nombre de los pobres.
Este es, sintéticamente, el análisis socio-teológico mediante el cual
la Teología de la Liberación analiza toda la compleja realidad en la
que vive oprimida la dignidad de la persona humana. Se trata de un
tipo de análisis de la realidad bastante original y evangélico que puede
aplicarse en cualquier parte del mundo; permite a la Iglesia y a los
criatianos, fieles a su fe, una comprensión real y evangélica de la
realidad en la que viven.
7. Al darse cuenta la Iglesia y los cristianos de la situación de las
opresiones de la dignidad; al clarificar las causas que las generan; al
percibir los movimientos de liberación que pretenden reformar o
trasformar dichas causales, es lógico, si somos consecuentes con
nuestra fe, que la Iglesia actúe. Así la Iglesia hace una decidida opción
por la promoción de la justicia, que implica una opción por los pobres,
es decir, por los oprimidos en su dignidad humana por otros hombres.
Estos aspiran a un mundo mejor, en el que puedan vivir y ejercer los
inalienables derechos que Dios les ha dado en el mismo momento de la creación.
Esta opción de la Iglesia tiene que ser operativa; hay que buscar los
caminos para que se pueda hacer realidad. Pasar a la acción es una
obligación que se presenta a la Iglesia por su misma condición de
evangelizadora y colaboradora del plan de Dios. Si Dios quiere que
todos los hombres se salven (1 Tim. 2, 14); que vivan como verdaderos
hermanos en esta historia y de acuerdo a las exigencias del
mandamiento del Señor: ámence los unos a los otros como yo les he
amado (Jn. 15,12), la Iglesia necesariamente debe pasar a la acción directa y
concreta.
Al pasar al campo de la acción, sin embargo, la Iglesia debe tener
bien claro el núcleo central de su fe; debe actuar de acuerdo con el
proyecto total y con el modo de proceder del mismo Jesucristo. Sólo
en Jesucristo se encuentra la salvación (Hech. 4,12) y éste es el
Maestro de quien toda la Iglesia aprende y a quien la Iglesia proclama, anuncia.
Es en esta reflexión y clarificación en donde la Teología de la
Liberación y los teólogos que se dedican a ella tienen que prestar un
gran servicio a la comunidad cristiana. Tienen la misión de iluminar
con el Evangelio la realidad analizada para que se pueda actuar; deben
hacer comprensible este Evangelio en esta situación concreta; deben
interpretar fielmente este Evangelio conforme a la Tradición y al
Magisterio de la Iglesia. De esta manera los teólogos, iluminados y
guiados por el Espíritu Santo, pueden colaborar lealmente con el
Magisterio de la Iglesia, con los que tienen la misión de enseñar en ella.
Esta es una tarea muy seria y difícil; para iluminar este trabajo y
evitar posibles interpretaciones parciales, hace falta tener siempre
presente las dos Instrucciones publicadas por la Congregación para
la Doctrina de la Fe. Esto con la única finalidad de no traicionar la
causa de los hombres y el Evangelio de Jesucristo; para ser fieles a
Cristo y a los pobres y mantener nuestra opción y acción por los
pobres. De hecho la liberación cristiana no se puede apartar ni de
Jesucristo ni de la Iglesia ni del hombre, pues toda la liberación
cristiana debe apoyarse sobre la "verdad de Jesucristo el Salvador, la
verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre y su dignidad" (L. N. XI, 5).
IV. CONTENIDO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
En este documento no podremos desarrollar toda la riqueza de la
verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el hombre desde la perspectiva
del misterio de la libertad y la liberación. De hecho estos temas
teológicos ya han sido sabiamente tratados por la tercera Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (8).
En forma breve expondremos los contenidos más esenciales que
orientan los tres grandes temas dentro de la Teología de la Liberación.
1. El hombre: libertad y liberación
La libertad, en su sentido más profundo y desde la perspectiva de la
Revelación, es un don y una fuerza interiores que Dios entregó al
hombre al hacerlo a su imagen y semejanza. Precisamente esta imagen
de Dios en el hombre "constituye el fundamento de la libertad y de la
dignidad de la persona humana" (L. C. 27). La dignidad humana, por
tanto, exige "que el hombre actúe según su conciencia y libre elección,
es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no
bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa" (G. S.
17).
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
(8) En el documento de Puebla, los números 162-562 tratan de estas tres
verdades.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Por medio de la libertad, dirigida sobre el mundo material de la
naturaleza y de la técnica, el hombre va logrando "la inicial realización
de su dignidad: someter ese mundo a través del trabajo y de la sabiduría
y humanizarlo, de acuerdo con el designio del Creador" (P. 323).
El objetivo de esta libertad, que aparece también en el mismo hombre
como inclinación y aspiración de su naturaleza, es el Bien. Este Bien
coincide simultáneamente con la plena humanización del hombre y
con el pleno encuentro con Dios, donde se encuentra la plena felicidad.
Por consiguiente la libertad se realiza en el hombre como un don,
como una fuerza y como un proyecto orientado por el Bien.
Dios, sin embargo, no ha creado al hombre como alguien solitario,
sino que lo ha querido como un ser social (Gen. 2,18, 23; cf. Lev.
19,18). Hay que tener en cuenta, por tanto, que la vida social no es
exterior al hombre; de esto se deduce que el hombre no puede crecer
ni realizar su vocación si no es en relación con los otros. Esto es de
suma importancia pues el hombre pertenece a diversas comunidades:
familiar, social, política, profesional; y es en su seno donde debe
ejercer su libertad responsable. Un orden social justo puede ofrecer
al hombre una ayuda muy importante para la realización y el desarrollo
de su libre personalidad. Contrariamente, un orden social injusto, es
una permanente amenaza; puede ser un obstáculo que llegue incluso
a impedir su realización libre; puede comprometer su destino. En lo
social, la libertad se manifiesta y se va realizando en acciones,
estructuras e instituciones, gracias a las cuales los hombres se
comunican entre sí y van organizando su vida en común. El desarrollo
y la maduración de una personalidad libre, que es un deber y derecho
para todos, debe ser ayudada y no entorpecida por la sociedad y sus
estructuras (L. C. 32). El hombre no vive solo en relación con otros
hombres sino también en íntima relación con Dios, su Creador y en
relación con toda la naturaleza creada. De ahí que la "libertad implica
siempre aquella capacidad que en principio tenemos todos para
disponer de nosotros mismos a fin de ir construyendo una comunión
y participación que han de plasmarse en realidades definitivas, sobre
tres planos inseparables: la relación del hombre con el mundo, como
señor, con las personas como hermanos y con Dios como hijo" (P. 322).
La historia de la humanidad no ha sido siempre una realización del
plan de Dios y frente al proyecto de Dios ha surgido la historia del
pecado, es decir, "la ruptura con Dios, que es la causa radical de las
tragedias que marcan la historia de la libertad" (L. C. 40). Dentro del
ámbito del pecado, rebelión contra Dios y traición al más humano
dinamismo de la libertad creada, la idolatría es una forma extrema
del desorden engendrado por el pecado. El hombre fue falseando sus
relaciones con Dios, con los hombres y con la naturaleza creada; así
se fueron desencadenando las pasiones, causas del desequilibrio y de los
conflictos del hombre. "De aquí se derivan inevitablemente los desórdenes
que afectan la esfera familiar y social: permisivismo sexual, injusticia,
homicidio…originándose la fuente de la esclavitud radical del hombre
y de las opresiones a que somete a sus semejantes" (L. C. 39).
La importancia social del pecado ha tenido dos consecuencias bien
conocidas por los cristianos: En pirmer lugar, tuvo fuerza para encerrar
a todos los hombre en el misterio del pecado, que se ha denominado
pecado original; éste pecado supone un debilitamiento tal de la libertad
en el hombre que le deja históricamente incapacitado para encontrarse
con Dios por sí solo. En Segundo lugar, el pecado socialmente se ha
organizado promoviendo estructuras de pecado, de explotación y
servidumbre; ésto tiene como consecuencia la injusticia social y la
explotación del hombre por el hombre (cf. L.C. 42).
Lo que el pecado no ha podido "borrar", quitar definitivamente del
hombre es su condición de ser creado a imagen y semejanza de Dios
(G. 1,27); esto explica porque siempre el hombre ha buscado a Dios
en toda la historia de la humanidad, en medio de la oscuridad y de la
opresión de su propia dignidad, siempre ha resurgido en el interior
del hombre su dignidad; ésto lo ha impulsado a buscar su liberación
(L.N. I, 2-4). La búsqueda de Dios y el reconocimiento de la dignidad
del hombre, mueven al hombre y le ayudan a buscar la justicia y el
reconocimiento de su condición de hijos de Dios.
2. Jesucristo, el hombre libre y liberador
Ante esta situación pecaminosa de la humanidad Dios no se hizo el
desentendido. Igual siguió mirando con amor al mundo y "tanto amo
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él" (Jn. 3,16-17). Este Hijo de Dios hecho Hombre es
Jesucristo.
El mundo en el que nace, crece y desarrolla su vida histórica Jesús,
era un mundo de pecado; hombres de "duro corazón", soberbios y un
ambiente de injusticias sociales: allí nació Jesús. Precisamente en
esta sociedad Jesús aparece como hombre libre aunque "probado en
todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Heb. 4,15). Es un
hombre libre de poder, dinero, ambición, negocios, mentiras; solidario
con los hombres, pues carga con sus sufrimientos (Mt. 8,17; Jn. 1,29);
un hombre que prefiere dar que recibir (Mt. 19,21-22), servir que ser
servido (Mc. 10,45). A este hombre se condena a muerte. Por eso la
vida y muerte de Jesús es la denuncia más clara que se ha hecho
sobre el mundo del pecado; es también la denuncia más dura que se
ha hecho sobre una sociedad organizada por el régimen que nace del
pecado (Jn. 16,8-11; 15, 26-27). Esta denuncia será luego iluminada
y comprendida mediante el Espíritu Santo.
Sin embargo, a pesar de haber pertenecido al mundo de los
marginados, de los oprimidos y de los injustamente perseguidos, Jesús
fue la inauguración en el mundo de una libertad nueva, la libertad de
los hijos de Dios. Profundamente identificado como Hijo con el amor
y el proyecto salvífico de Dios Padre, se entregó incondicionalmente
al cumplimiento de la misión recibida; se hizo obediente "hasta la muerte
y muerte en cruz" (Filp. 2,8); fue capaz de superar todo tipo de
tentaciones (Mt. 4,1-11) de dificultades, de persecuciones (Jn. 15,20).
El resultado final de la fidelidad de Jesús al plan de Dios Padre es su
resurrección (Hech. 2,32-33), haciendo que "toda boca proclame que
Jesucristo es Señor para Gloria de Dios Padre" (Filp. 2,17).
La misión de Jesús era la evangelización; traer la Buena Noticia al
mundo (Lc. 4,16-21); es una misión básicamente religiosa que anuncia
el plan misericordioso y salvífico de Dios; es una invitación
permanente a creer y convertirse (Mc. 1,15); hacer que por la
conversión y el bautismo, los pecadores pasen a ser hijos de Dios;
pero es también un ofrecimiento de libertad y liberación de todos los
espíritus que oprimen al hombre; es una libertad interior y nueva, la
libertad de los hijos de Dios en el amor. San Pablo lo anuncia así:
"Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os
dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Gal. 5,1).
Pero la luz del Evangelio de Cristo muestra que un "buen número de
leyes y estructuras parecen que llevan la marca del pecado y prolongan
su influencia opresora en la sociedad" (L.C. 54), con las consiguientes
víctimas. Como Jesús experimentó estas estructuras que le llevaron a
la muerte, así hay todavía personas oprimidas.
Por eso también Jesús subraya en su misión la evangelización a los
pobres (Lc. 4,18); se identifica con ellos y los constituye en acusadores
ante Dios de una sociedad organizada sobre la injusticia y carente de
misericordia (Mt. 25, 31-46). Dió un paso más todavía: denunció
severamente la sociedad organizada por los escribas y fariseos (Mt.
23); les previene: si no realizan una profunda transformación conforme
a las exigencias del Reino de Dios, Dios les abandonará, sus causas
quedarán vacias (Mt. 23, 38).
Consecuentemente, porque Jesús viene a liberarnos del pecado y a
constituirnos en hijos de Dios, la muerte y la resurrección de Cristo
son el fundamento de la gozosa esperanza de la que la comunidad
cristiana saca su fuerza para actuar resuelta y eficazmente al servicio
del amor, de la justicia y de la paz (L.C. 43). Y "el amor evangélico y
la vocación de hijos de Dios, a la que todos los hombres están
llamados, tienen como consecuencia la exigencia directa e imperativa
de respetar a cada ser humano en sus derechos a la vida y a la dignidad.
No existe distancia entre el amor al prójimo y la voluntad de justicia.
Al oponerlos entre sí, se desnaturaliza el amor y la justicia a la vez" (L.C. 57).
Todo esto nos hace llamar con alegría a Cristo el gran Libertador,
porque busca liberar al hombre de todas sus esclavitudes internas y
externas; esto será hasta que se cumpla lo escrito: "La muerte ha sido
derrotada" (1 Cor. 15, 54). Es Cristo resucitado quien sigue alentando
a los cristianos a ser fieles a su misión. Cristo, por medio de San Pablo
anima con estas palabras: "Hermanos míos amados, manteneos firmes,
inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes
de que vuestro trabajo no es en vano en el Señor" (1 Cor. 15,58).
3. La misión liberadora de la Iglesia
Uno de los problemas más discutidos es el que se refiere a la verdad
sobre la Iglesia, especialmente el tema de la misión.
La Iglesia de Cristo es el nuevo Pueblo de Dios movido y guiado por
el Espíritu Santo; es el Pueblo de la nueva alianza sellada con la
sangre de Cristo. En el corazón de cada uno de sus miembros el
Espíritu Santo habita y actúa como en un templo (Rom. 5,5). Esta
Iglesia es el gérmen y el comienzo del Reino de Dios aqui abajo; sin
embargo este Reino tendrá su plenitud, su cumplimiento "al final de
los tiempos", con la resurrección de los muertos y la renovación de
toda la creación (cf. Rom. 8, 11-21).
A través de la Iglesia Jesucristo previó que toda su obra de salvación
continuaría. Así, podemos decir que la misión esencial de la Iglesia,
continuando la de Cristo, es una misión evangelizadora y salvífica
(L. G. 17). "Por eso mismo, forma parte de la misión de la Iglesia
preocuparse, en cierto modo, de las cuestiones que rodean al hombre
desde la cuna hasta la sepultura, como son las sociales y socio-
políticas" (9). La "gestión política y económica de la sociedad no
entra directamente en su misión (cf. G. S. 42)" (L. C. 61); sin embargo,
para evitar equivocaciones, es conveniente distinguir claramente entre
las funciones complementarias que tanto los pastores como los laicos
ejercen en ella; es a los laicos a quienes corresponde por vocación
propia buscar implantar el Reino de Dios a través de la gestiones
temporales económicas, sociales, políticas (L.G. 31).
La evangelización es anuncio explícito del Evangelio, celebración
de los sacramentos y el culto, formación de comunidades cristianas y
promoción de todo el hombre. Esta evangelización tiene como
finalidad la salvación, don de Dios y colaboración del hombre en la
gracia. Por la palabra de Dios y los sacramentos, el hombre es liberado,
ante todo, del poder del pecado, del poder del Maligno, poderes que
le oprimen. Asi es introducido el hombre en comunión con Dios por
medio de Jesucristo en el Espíritu Santo (1 Cor. 1,9; 1 Jn. 1,3. 6-7).
De esta comunión saca fuerza el cristiano para su actuación en la
Iglesia; así, la Iglesia es el ámbito de la comunión con Dios y con los
hombres entre sí (L.G. 1).
Pero esta misión evangelizadora de la Iglesia no es simple doctrina.
Es una realidad de la cual se derivan algunas consecuencias
sumamente importantes, que ayudan a clarificar mejor su servicio
evangelizador y liberador.
Primera consecuencia: si en la Iglesia se vive la comunión del amor
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--
(9) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil,
del 9 de
abril de 1986 Nº 2.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--
divino, precisamente este amor le urge, le apremia a hacerse realmente
solidaria con toda persona que sufre. Por eso se preocupa, busca
soluciones, presta ayuda y se hace solidaria con los que padecen
indigencia material, opresión, enfermedades fisicas y psíquicas, la
muerte, y con todos aquellos marginados por una sociedad que los
rechaza. La dimension solidaria de la Iglesia en su misión
evangelizadora apunta también hacia una finalidad salvadora.
Segunda consecuencia: La Iglesia proclama el Evangelio, las
Bienaventuranzas; al predicarlas "sitúa el orden temporal en función
de un orden trascendente que, sin quitarle su consistencia propia, le
confiere su verdadera medida. Iluminados por ellas, el compromiso
necesario en las tareas temporales al servicio del prójimo y de la
comunidad humana es, al mismo tiempo, requerido con urgencia y
mantenido en su justa medida" (L.C. 62). Los bienes materiales están
al servicio del hombre; le ayudan para vivir mejor y más plenamente
su relación con Dios y con sus hermanos.
Tercera consecuencia: Por medio de esta misión evangelizadora, la
Iglesia indica al hombre el camino que debe seguir para pertenecer al
Reino de Dios. El camino que le indica es en este mundo. Su "doctrina
abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la
justicia, que debe regular las relaciones humanas. Esto forma parte
de la predicación del Evangelio" (L.C. 63). Esta no es simplemente
una indicación sino una obligación. El mismo Código de Derecho
canónico así lo afirma: "Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia
proclamar los principios morales, incluso lo referente al orden social,
así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la
medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona
humana o la salvación de las almas" (CIC 747, 2).
Cuarta consecuencia: El amor que impulsa a la Iglesia a comunicar
los dones divinos a todos los hombres no es para se despreocupen de
sus necesidades materiales. "La Iglesia quiere el bien del hombre en
todas sus dimensiones" (L.C. 63). Por tanto, al comunicar la gracia
divina a todos, se preocupa que todos también alcancen, mediante la
acción efizaz de todos sus miembros, el verdadero bien temporal; al
hacer del hombre un hijo de Dios, la Iglesia se preocupa por éste de
modo que tenga lo necesario para atender a sus necesidades, proveer
a su cultura y promover una liberación integral de todo lo que le
impide desarrollarse como persona.
Teniendo presente estas consecuencias es evidente que la Iglesia no
se aparta de su misión evangelizadora cuando se pronuncia y se
preocupa por la promoción de la justicia; tampoco se aparta de su
misión cuando compromete a sus miembros laicos a trabajar en el
mundo, en las estructuras temporales, sociales y políticas, según su
propia vocación. Sin embargo la Iglesia tiene bien presente que su
misión no es establecerse en este mundo, sino que es peregrina hacia
la patria verdadera (Filp. 3, 20). Se preocupa del orden temporal pero
no se reduce a él, pues su misión trasciende este orden temporal.
"Por lo mismo, la Iglesia pone todo su interés por mantener clara y
firmemente a la vez la unidad y la distinción entre evangelización y
promoción humana: unidad, porque ella busca el bien total del hombre;
distinción, porque estas dos tareas forman parte, por títulos diversos,
de su misión" (L.C. 64).
Descendiendo más en detalle, tenemos que afirmar que la Iglesia es
fiel a su misión evangelizadora:
- cuando irradia la luz del Evangelio sobre las realidades
temporales y terrenas, para que la persona sea curada de sus
miserias y reconocida en su dignidad humana.
- cuando denuncia las desviaciones, las servidumbres y las
opresiones de las que los hombres son víctimas.
- cuando se opone a instaurar una forma de vida social de la
que Dios esta presente, bien sea por una oposición consciente,
o bien debido a una negligencia culpable.
- cuando a emite su juicio acerca de movimientos políticos
que oprimen a determinados sectores de la sociedad o que
tartan de luchar contra la miseria y la opresión según teorías
y métodos contrarios al Evangelio y opuestos al hombre
mismo (L.C. 65).
- cuando mediante su doctrina, cuya aplicación urge, ha tratado
de promover cambios estructurales en la sociedad con el fin
de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana
(L. C. 68).
Por tanto, la Iglesia no puede "desinteresarse de los pobres que carecen
de lo necesario para la vida humana en este mundo. Como fruto y
consecuencia del pecado de los hombres y de su fragilidad natural,
esta miseria es un mal del que, en la medida de lo posible, hay que
liberar a los seres humanos" (L.C. 67).
4- Estos son los tres grandes temas que la Teología de la Liberación
intenta con su reflexión clarificar, profundizar, comprender a partir
de la Palabra de Dios, de la fe y con la orientación del Magisterio. La
finalidad de esto es que el compromiso y el actuar del cristiano en el
mundo, en orden a la promoción de la justicia y la liberación, queden
totalmente iluminados por el Evangelio; para que los cristianos se
apoyen en Jesucristo en su actuar y sigan siempre su estilo de proceder
cuando promueven la justicia social, cuando proclaman el Evangelio
de la libertad y la liberación.
V. LOS RIESGOS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
1. Todas las corrientes teológicas que han surgido en la historia de la
Iglesia han corrido el riesgo de deformar el mensaje cristiano; por
eso el Magisterio de la Iglesia siempre les ha prestado mucha atención,
pues este servicio de los teólogos es de mucha importancia para el
crecimiento de la Iglesia. Hay riesgos, pero en nombre de ellos no es
posible dejar de ir profundizando en el mensaje de salvación; esto es
de vital importancia para la comprensión y la aceptación del mensaje
de Cristo hoy. Por eso el Papa afirma: "El teólogo no puede limitarse
a guardar el tesoro doctrinal heredado del pasado, sino que debe buscar
una comprensión y expresión de la fe, que hagan posible su acogida
en el modo de pensar y de hablar de nuestro tiempo. El criterio que
debe guiar la reflexión teológica es la búsqueda de una comprensión
renovada del mensaje cristiano en la dialéctica de renovación en la
continuidad, y viceversa" (10).
Hay que preguntarse si los proyectos teológicos que gozan de mayor
favor actualmente hacen posible encontrar el camino que canalice el
deseo de un mundo más humano y más fraternal. Toda teología que
se impone como tarea la eficacia, debe aceptar correcciones que se
van indicando para que le permitan cumplir mejor su misión
fundamental. "No se tiene, pues, el derecho de oponerse con una
crítica negativa a los diferentes sistemas teológicos de los que se
trata si no se prenta atención al clamor de los pobres y si no se busca
una forma mejor de responder al mismo" (11).
Estos son los motivos por los cuales el Magisterio de los Obispos ha
querido acompañar de cerca el desarrollo de la Teología de la
Liberación; debido a la específicidad de su tema, la promoción
cristiana de la justicia en el mundo corre especiales riesgos a los que
los teólogos han de estar siempre atentos. Existen riesgos de
desviación que pueden originarse:
- Por la gravedad de la situación en la que se desarrolla la
reflexión teológica.
- Por la instrumentalización que los partidos políticos y las
ideologías intentan hacer del Evangelio para conseguir sus
fines particulares.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
(10) Juan Pablo II. Discurso a los teólogos en Salamanca, Noviembre 1982,
Discurso a los
obispos de Bélgica, 10 de setiembre 1982
(11) Declaración de la Comisión Teológica Internacional. "Promoción humana y
salvación
cristiana". Octubre de 1976. Nº 1.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
2. Un primer riesgo de la Teología de la Liberación sería un
reduccionismo del Mensaje Evangélico a los problemas de orden
temporal. El Evangelio no puede reducirse a ser fuerza para enfrentar
las dificultades temporales, por más graves que éstas sean; debe ser
siempre un mensaje de salvación. No se puede separar ambos aspectos;
preocuparse de la liberación de las esclavitudes de orden temporal y
de la liberación del pecado deben realizarse conjuntamente.
La teología no puede olvidar que aunque el Reino de Dios comienza
ya en la historia, ha de tener su plenitud, su cumplimiento, "al final
de los tiempos". Más aún, es precisamente la esperanza firme en ese
cumplimiento, en esa plenitud, la que urge a la Iglesia a una constante
evangelización. Al predicar el Evangelio la Iglesia sumiltáneamente
invita a los hombres a convertirse y creer (Mc. 1,15) para ser liberados
de sus pecados y vivir en la libertad de los hijos de Dios y a un
compromiso para vivir justamente y promover el crecimiento y la
instauración de la justicia en el mundo. La vocación del hombre a la
vida eternal no suprime sino que conforma su deber de poner en
práctica las energías, las capacidades, recibidas del Creador, para
desarrollar la vida temporal, su propia vida y su mundo (cf. L. G. 39;
L. C. 60). No puede reducirse, por tanto, al Evangelio a ser un simple
medio de liberación del orden temporal.
3. Un Segundo riesgo es el de caer en un neopelagianismo, una nueva
forma de hacer actual la doctrina de Pelagio. Este afirmaba que Dios
había dado al hombre todo lo necesario para ejercer su libertad y
salvarse por lo que no se necesitaba ya la ayuda actual y especial de
Dios. Cuando se pone toda la confianza en la fuerza humana para la
liberación; cuando solamente se confía en el ingenio humano para
llegar a la liberación se puede caer en ese error de Pelagio. El amor
de Dios es la gran fuerza; Dios es el Liberador y no el hombre. Es
Dios el gran libertador de su pueblo; el hombre no queda pasivo sino
que se hace colaborador de Dios en este esfuerzo de liberaicón integral.
María "nos muestra que es por la fe y en la fe, según su ejemplo,
como el Pueblo de Dios llega a ser capaz de expresar en palabras y
traducir en su vida el misterio del deseo de salvación y sus dimensiones
liberadoras en el plan de la existencia individual y social" (L.C. 97).
La Liberación, en su significado primero, es salvífica; liberarse quiere
decir en el fondo salvarse. La salvación, la liberación más importante
es la del pecado; esta liberación el hombre por si mismo no puede
realizar; nos lo dice el Evangelio y nuestra porpia experiencia.
A la luz de la fe nos damos cuenta de "toda la profundidad de la
liberación realizada por el Redentor. Cristo nos ha liberado del más
radical de los males, el pecado y el poder de la muerte, para
devolvernos la auténtica libertad y para mostarnos su camino" (L. C.
99). Esta salvación que ha experimentado el hombre le mueve a vivir
un estilo de vida de acuerdo con su condición de hombre, de hijo de
Dios; pero a su vez le mueve a ayudar a los hombres para que otros
puedan experimentar como él la salvación que nos viene por medio
de Jesucristo. Para esto el hombre siempre ha de estar iluminado por
el Espíritu Santo (1 Cor. 12,3; Jn. 14,26).
4. Un tercer riesgo es la instrumentalización de la Teología de la
Liberación por las ideologías, movimientos liberacionistas y los
partidos politicos, tanto de los que estan en la oposición como de los
que están en situación de gobierno.
En el documento final de Puebla ya se indica: "Las ideologías y los
partidos, al proponer una visión absolutizada del hombre a la que
somete todo, incluso el mismo pensamiento humano, tratan de utilizar
a la Iglesia o quitarle su legítima independencia" (P. 558). Este intento
de manipulación de la Iglesia puede también darse en el campo de la
Teología de la Liberación, dado el gran impacto que tiene esta teología
en el campo social. Los riesgos en este punto pueden ser varios y
originados por diferentes posiciones.

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Teología de la liberación. 20 de octubre de 1988

  • 1. Instrucción Doctrinal de la Conferencia Episcopal Paraguaya sobre Teología de la Liberación Introducción Los Obispos del Paraguay, nos dirigimos con fraternal afecto a todos los seguidores de Cristo, para cumplir con nuestro servicio y con nuestra responsabilidad de Maestros, a ejemplo de Jesucristo Maestro y Pastor (Mt. 23, 8; Jn. 10, 11), para proclamar entre los hombres el Evangelio; mantener en la comunidad cristiana la fidelidad al Mensaje de Dios; orientar sobre las diversas corrientes del pensamiento y sobre los movimientos sociales que puedan afectar el estilo y el ser de la vida cristiana; confortar en medio de las dificultades a las comunidades y a los creyentes que, bajo el impulso y guía del Espíritu Santo, procuren mantener la coherencia entre su fe y su vida para llegar así hasta la verdad completa (Jn. 16,13) que es Jesucristo, su vida y Palabra. La presencia del Sucesor de Pedro entre nosotros y su exhortación a implementar una nueva evangelización en nuestro país, no solo nos fortalece en nuestra misión de Pastores, sino que nos anima a seguir proclamando el Evangelio de Jesucristo, a sembrar la Palabra de Dios siendo siempre factores de unidad en nuestro país (1). Con renovado entusiasmo y animados por este recuerdo, hoy nos dirigimos a todos ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- (1) Juan Pablo II. Discurso al Episcopado Paraguayo del 17 de Mayo 1988. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- para hacerles llegar una palabra sobre la Teología de la Liberación. La Teología de la Liberación ha tenido gran difusión en nuestro medio; ha despertado un interés en el pueblo por conocer su contenido y la necesidad de ser autorizadamente informado de las incidencias que dicha teología tiene en nuestra Iglesia del Paraguay. Por estas razones la Conferencia Episcopal Paraguaya, fiel a su responsabilidad y a su ministerio pastoral y magisterial (L.G. 25), ha sentido la necesidad de orientar a toda la comunidad cristiana y a todos los hombres de buena voluntad con este documento; el cual se mantiene en estrecha comunión con las dos Instrucciones publicadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe y expresamente aprobadas por el Papa Juan Pablo II (2). Deseamos que el presente documento de nuestro Magisterio sea ampliamente difundido, explicado y reflexionado por todas nuestras comunidades cristianas; así, nuestra Iglesia, guidada por el Evangelio y el Dios hizo rico en misiricordia (Ef. 2, 11) y por el amor a todo hombre, escuchando el clamor por la justicia, procure responder a él
  • 2. con todas sus fuerzas y a través de todos sus miembros. Nuestro deseo responde al hecho de ser los "maestros auténticos de los fieles" encomendados a nuestro servicio; por otra parte proque "los fieles están obligados a adherirse con asentimiento religioso a este Magisterio auténtico de sus Obispos" (3) -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- (2) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil del 9 de abril de 1986, Nº5: "…las dos recientes Instrucciones emenadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, con mi explícita aprobación…" L´Osservatore Romano, 904 (27 de abril, 1986) pag. (251) 11, Col. 4 (3) CIC. 753. Codigo de Derecho Canónico. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- I. LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y EL MAGISTERIO 1. Después del Concilio Vaticano II se produjo en la Iglesia un gran despertar teológico. En América Latina también se comenzó a reflexionar y así fue naciendo el movimiento teológico y pastoral conocido con el nombre de Teología de la Liberación. La Segunda Asamblea del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín fue la primera en aceptar esta teología e incorporarla al Magisterio de la Iglesia. Es muy importante señalar que ella nació precisamente en un continente marcado por la herencia religiosa y cultural del Cristianismo. Este movimiento teológico está desde sus inicios en profunda sintonía y relación con el despertar de la conciencia de los oprimidos; con la aspiración a la justicia; con el deseo de un reconocimiento efectivo de la dignidad de cada persona. La comunidad cristiana ha visto desarrollarse esta reflexión por parte de sus teólogos y la ha recibido, la ha hecho suya. Ante la transcendencia e importancia de esta corriente teológica, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha sentido la necesidad de publicar dos documentos: "Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación" (4) e "Instrucción sobre Libertad Cristiana y Liberación" (5). En la primera se señalan los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana que implican cierta formas de la Teología de la Liberación; por otra parte indica también cual es la verdadera Teología de la Liberación. El Segundo documento señala de un modo positivo, todas las riquezas tanto doctrinales como prácticas de la Teología de la Liberación. Debe notarse que "entre ambos documentos existe una relación orgánica. Deben leerse uno a la luz del otro" (L. C. 2) y nunca separadamente.
  • 3. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- (4) Seguimos la edición publicada por "Sendero".Utilizamos su numeración. Desde ahora la citaremos con las siglas L.N. Edición de Setiembre 1984. (5) Seguimos la edición publicada por "Sendero" el 8 de abril de 1986. Desde ahora la citaremos con las siglas L.C. Seguimos su numeración. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- Así surgió en la Iglesia un Magisterio que sirve de norma para el desarrollo de la Teología de la Liberación y la orienta. Esto fue como una confirmación de la misma y a la vez le dió impulso para seguir creciendo; la iluminó para que no sea manipulada por las ideologias que podrían conducirla a traicionar la causa del Evangelio y de los pobres. Este es el Magisterio que queremos compartir los Obispos del Paraguay con todo nuestro pueblo. 2. Frente al escándalo farisaico ante la Teología de la Liberación de quienes contribuyen a la miseria de los pueblos, de quienes se aprovechan de ella, de quienes se resignan o a quienes deja indiferente esta miseria, la Congragación para la Doctrina de la Fe ha afirmado que la "expresión Teología de la Liberación es una expresión plenamente válida" (L.N. III, 4) en el ámbito de la teología católica. Es una expresión válida porque designa una reflexión teológica centrada sobre el tema bíblico de la liberación (Ex. 3,7-10; Gal. 5, 1.6.13); la urgencia de practicar verdaderamente lo que se cree (Sant. 2 14-26; Lc. 10,37); la urgencia de las incidencias prácticas de la liberación. Se puede afirmar que existe una verdadera Teología de la Liberación que está eraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada (L N. VI. 7). Esta afirmación es una invitación a todos los teólogos para que profundicen ciertos temas bíblicos esenciales. Así los teólogos estan llamados a buscar una "renovación, tan creativa como fiel, que responda a las directrices del Vaticano II, a las exigencias de la cultura moderna, y a los problemas más profundos de la humanidad actual" (6). Uno de dichos problemas es la miseria, el deseo de justicia; por eso "no es posible olvidar ni un solo instante las situaciones de miseria dramática de donde brota la interpelación así lanzada a los teólogos" (L. N. IV, 1). -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ------- (6) Juan Pablo II. Discurso a los teólogos reunidos en Salamanca (España) en noviembre de 1982. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- -------
  • 4. Las elaboraciones teológicas deben reflejar siempre la fe de la Iglesia. Igualmente los que se dedican a la Teología de la Liberación. Son los Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, quienes tienen la misión de discernir su autenticidad (L.C. 70); y a ellos les corresponde afirmar, junto a su autenticidad de fe católica, su aplicabilidad posible en las comunidades. Se trata de una competencia que corresponde única y exclusivamente a los Obispos, a los que Dios ha puesto al frente de su Iglesia como Maestros y Pastores (D .V. 10); no es, por tanto, competencia de quienes puedan tener otros intereses particulares ajenos al Mensaje Evangélico. La Teología de la Liberación, en realidad es necesaria. En primer lugar, porque "la aspiración a la justicia y el reconocimiento efectivo de la dignidad de cada ser humano requiere, como toda aspiración profunda, ser iluminada y guiada" (L. N. II, 1). En Segundo lugar, porque "con frecuencia la aspiración a la justicia se encuentra acaparada por ideologías que ocultan o pervierten el sentido de la misma, proponiendo a la lucha de los pueblos para su liberación fines opuestos a la verdadera finalidad de la vida humana, y predicando caminos de acción que implican el recurso sistemático a la violencia, contrarios a una ética respetuosa de las personas" (L. N. II, 3). En tercer lugar, "hoy más que nunca, es necesario que la fe de numerosos cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la vida cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia, la libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos desheredados, oprimidos o perseguidos" (L.N. Intr.). Las dificultades de los hombres en nuestro continente son múltiples; la Iglesia busca soluciones "tan eficaces y constructivas cuando sea posible y al mismo tiempo en armonía y coherencia con las enseñanzas del Evangelio, de la Tradición viva y del perenne Magisterio de la Iglesia, estamos convencidos, nos dice el Papa tanto vosotros como yo, de que la teología de la liberación es no sólo oportuna, sino útil y necesaria" (7). -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ------- (7) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil, del 9 de abril de 1986, Nº 5. *DV: Dei Verbum, Constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ------- 3. Para evitar cualquier confusión, en los documentos anteriormente citados, se nos indica lo que es la Teología de la Liberación, describiendo y definiendo el ámbito propio de ella.
  • 5. ¿Qué quiere decir Teología de la Liberación?. La expresión "Teología de la Liberación designa en primer lugar una preocupación privilegiada generadora del compromiso por la justicia, proyectada sobre los pobres y las víctimas de la opresión". Podríamos decir que esta preocupación, nace en el ámbito de la caridad cristiana vivida en las comunidades; impulsadas por el Espíritu de Cristo y ante los dramas que desgarran el mundo, sienten la necesidad de reflexionar sobre el significado y los caminos correctos de la liberación y de la verdadera libertad (L. N. III-3). Para precisar mejor, tenemos que decir que la Teología de la Liberación "designa una reflexión teológica centrada sobre el tema bíblico de la liberación y de la libertad y sobre la urgencia de sus incidencias prácticas" (L. N. III, 4). Sin duda, las prácticas de liberación pasan por el compromiso temporal; es una reafirmación del Concilio Vaticano II: "La Iglesia exhorta a los cristianos al cumplimiento de sus deberes temporales, advirtiéndoles que deben guiarse por el Evangelio…y lamenta la conducta de aquellos que, con el pretexto de la espera de los bienes celestiales, descuidan las tareas temporales" (G. S. 43). La fe cristiana debe traducirse en práticas, en acciones concretas, porque "¿de que sirve, hermanos míos, que alguién diga, tengo fe, sino tiene obras?" (Sant. 2, 14) Desde un punto de vista práctico podemos afirmar que la Teología de la Liberación es una teología que fundamenta el compromiso cristiano con los hombres, especialmente con los pobres y con las víctimas de toda opresión; por otra parte, ayuda a distinguir la actuación del cristiano en orden a conseguir una liberación integral. II. EL ORIGEN DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 1. Para comprender mejor la originalidad, el método, el contenido y la validez de la Teología de la Liberación, es importante clarificar: lo que es teología; los elementos que forman parte de ella; los factores más importantes que explican y justifican el origen y el nacimiento de la Teología de la Liberación. 2. La palabra "teología" se utiliza y repite en todos nuestros ambientes, tanto los más intelectuales como los más populares; sin embargo no siempre se entiende bien a lo que se refiere esta palabra. La teología tiene como base el acontecimiento de la revelación de Dios y la fe de la Iglesia; es decir, la teología se apoya en el Mensaje de Dios y en la fe vivida en la Iglesia. La revelación parte de Dios; es él quien se da a conocer a si mismo y nos da a conocer su plan para los hombres. Pues, "quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse así mismo y manifestar el misterio de
  • 6. su voluntad (cf. Ef. 1,9): Por Cristo, Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Ef. 2, 18; 2 Ped. 1,4), en esta revelación, Dios invisible (cf. Col. 1, 15; 1 Tim. 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex. 33, 11; Jn. 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar. 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía", (9D. V. 2). Dios se da a conocer y nos invita a conocerle, a conocer su plan de salvación, para vivir de acuerdo a él. Los creyentes sentimos la necesidad de pensar, de reflexionar sobre esto, sobre nuestra fe, para entenderla mejor, para vivir de acuerdo a lo que Dios quiere y espera de nosotros, siguiendo las huellas de Jesucristo. Esto es de gran importancia porque por el Bautismo nos comprometimos a vivir según el modelo que tenemos en Cristo, como hijos de Dios. La reflexión sobre Dios y su plan que hacemos iluminados por la fe que vivimos en la Iglesia se llama teología. Esta reflexión no es simplemente para conocer mejor a Dios y su plan sino también para vivir según lo que Dios quiere y como él lo quiere en este tiempo. Podemos decir, entonces, que la teología es una ciencia al servicio del plan de salvación de Dios revelado, manifestado por Jesucristo; esta revelación se contiene en la Sagrada Escritura y la Tradición y éste es el depósito de la fe que la Iglesia guarda, custodia, escucha, enseña y explica fielmente (D.V. 10) Nuestra fe tenemos que vivirla en diversas situaciones y problemas lo que nos plantea una serie de dificultades y preguntas, ¿Cómo debo vivir como cristiano hoy?. ¿Cuál tiene que ser mi comportamiento cristiano ante las miserias y dificultades que se viven en nuestro continente? Estas preguntas son serias. Para responder el cristiano busca en la revelación la respuesta; utiliza su inteligencia para ver cual es el plan de Dios y lo que Dios quiere de él hoy. Así nace la teología. Cómo la situación que nos toca vivir hoy es diferente de otras partes o de otros tiempos, va surgiendo una respuesta distinta o diversa, pero siempre fiel a la revelación. Así fue surgiendo la Teología de la Liberación. 3. Los principales factores que han determinado el nacimiento de la Teología de la Liberación son varios; vamos a señalar principalmente tres de ellos: la situación actual de nuestro mundo; la obligación que tiene el cristiano de vivir y servir al hermano en el amor, en la caridad, y la misma naturaleza, la misma característica del Evangelio de Jesucristo. 4. La Teología de la Liberación ha nacido en primer lugar en América Latina, un continente marcado por la herencia religiosa y cultural cristiana. ¿Cómo se vive en este nuestro continente marcado por el cristianismo?. La comprobación de cómo se vive en nuestro
  • 7. continente, es escandalosa para un cristiano, pues: "En ciertas regiones de América Latina, el acaparamiento de la gran mayoría de las riquezas por una oligarquía de propietarios sin conciencia social, la casi ausencia o las carencias del Estado de derecho, las dictaduras militares que ultrajan los derechos elementales del hombre, la corrupción de ciertos dirigentes en el poder, las prácticas salvajes de cierto capital extranjero, constituyen otros tantos factores que alimentan un violento sentimiento de revolución en quienes se consideran víctimas impotentes de un nuevo colonialismo de orden tecnológico, financiero, monetario o económico (L. N. VII, 12). Esta situación no afecta solamente a unos pocos sino que afecta a millones de hombres y mujeres,. Esto está en abierta contradicción con el Evangelio de Jesucristo y ningún cristiano puede quedar con la conciencia tranquila ante esta realidad (L. C. 57) El hombre va dándose cuenta de todo esto y no quiere ya sufrir pasivamente este aplastamiento de miserias con sus consecuencias de enfermedades, decadencias y muerte; el hombre siente esta miseria como un insulto a su dignidad natural; siente esta situación como una violación a su condición de hijo de Dios. Esta conciencia, que es "viva percepción de los obstáculos que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana, es el origen de las grandes aspiraciones a la liberación que atormentan al mundo actual" (L. C. 1). Hay muchos factores que fueron ayudando al hombre a darse cuenta de esta situación; uno de ellos es precisamente la Palabra de Dios, pues resuena en la conciencia del creyente la voz de Dios que pregunta acerca del hermano (Gen. 4,9); resuena la voz de Dios que por el Profeta grita: "quiten sus fechorías de delante de mi vista, dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen lo justo, den sus derechos al opromido, hagan justicia al huérfano, sean abogados de la viuda…" (Is. 1, 16-17). 5. Ante esta situación ha despertado con toda su fuerza la urgencia de la caridad y del amor en la comunidad cristiana (Mt. 22, 39-40; Lc. 10, 37), porque estas "desigualdades inícuas y las opresiones de todo tipo…esta en abierta contradicción con el Evangelio de Cristo y pueden dejar tranquila la conciencia de ningún cristiano" (L. C. 57), pues el amor a Dios reclama también el amor al hermano (1 Jn. 4, 20). Este clamor llega a Dios (Ex. 3,7); es escuchado y vivido por la Iglesia; por eso ella quiere responder con todas sus fuerzas a este clamor por la justicia. De ahí que la Iglesia de Cristo hace suyas estas aspiraciones de liberación de opresiones e injusticias. A la luz del Evangelio de Cristo, que es, por su misma naturaleza, mensaje de libertad cristiana y liberación, la Iglesia examina la realidad y busca el camino adecuado para responder a ella.
  • 8. Apoyada en el Evangelio, la Iglesia se siente obligada a responder (1 Jn. 4, 11-13; Ef. 5, 1-2), siente la necesidad de definirse y actuar en favor de los pobres y oprimidos; esto no tiene su origen en factores externos o extraños a la Iglesia misma sino en el Evangelio, porque el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad, una fuerza de liberación (Jn. 8, 36; Gal. 5,1; L.N. Intr) 6. La Iglesia quiere cumplir su misión. Para ello, responde al desafío lanzado a nuestra época por las diferentes miserias y esclavitudes; y se preocupa por "despertar las conciencias cristianas en el sentido de la justicia, de la responsabilidad social y de la solidaridad con los pobres y oprimidos" (L. N. V. 1). El Evangelio de Jesucristo no está solamente para ser conocido sino para ser vivido, (Mc. 10, 17-23; Lc. 11, 28;8, 21; Mt. 12,48-50; 7, 24-27), lo cual se hace urgente precisamente por el tiempo y la situación que vivimos. 7. Teniendo en cuenta los tres factores que hemos señalado, se explica que el encuentro entre la aspiración a la liberación y la Teología de la Liberación no es casual. El significado de este encuentro puede ser comprendido solamente a la luz de la Palabra de Dios, a la luz de la Revelación auténticamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia (L. N. III, 4). El Evangelio ha iluminado esta situación y ha hecho que la Iglesia la piense; así fue surgiendo la reflexión que se denomina Teología de la Liberación. Podríamos decir que llevados por el Mensaje evangélico los teólogos han ido respondiendo poco a poco. III. EL OBJETIVO Y EL MÉTODO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 1. La Teología de la Liberación, dentro del gran campo de la teología católica, se especifica principalmente por su objetivo, por su método y por el objeto mismo de su reflexión. 2. Es evidente que la liberación proclamada y realizada en y por el Evangelio de Jesucristo, es ante todo y principalmente, liberación de la esclavitud del pecado (Rom. 6,17-18); su fin y término es la libertad de los hijos de Dios (Rom. 8, 21), como obra de amor de Dios, como regalo de su gracia. Lógicamente esta libertad reclama también la "liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político, que, en definitiva, derivan del pecado, y constituyen tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir según su dignidad" (L. N. Intr.; L. C. 1). La Teología de la Libertación no trae mucha novedad en este aspecto. En toda la historia de la Iglesia, "una multitud de cristianos, ya desde el tiempo de los Apóstoles, han dedicado sus fuerzas y sus vidas a la liberación de toda forma de opresión y a la promoción de la dignidad humana. La experiencia de los santos y el ejemplo de tantas obras de servicio al prójimo constituyen un estímulo y una luz para las
  • 9. iniciativas liberadoras que se imponen hoy" (L.C. 57). Este ejemplo sigue la Teología de la Liberación; pero hay que tener en cuenta que los tiempos han cambiado y también las necesidades; por eso, teniendo en cuenta las actuales necesidades y circunstancias, dirije su atención principalmente sobre la liberación de las esclavitudes actuales de orden cultural, económico, social y político que oprimen la dignidad humana de tantos hombres contemporáneos. Pero esta liberación es entendida y está ubicada en el interior del gran campo de la liberación anunciada, promovida y realizada por Jesucristo, que es la liberación de la esclavitud radical del pecado y la comunicación, el don del Espíritu que transforma a los pecadores en hijos y les comunica la libertad propia de los hijos de Dios. En la Teología de la Liberación se evidencia que la Iglesia quiere el bien del hombre en todas sus dimensiones; el amor impulsa a la Iglesia a comunicar a todos la participación en la vida divina mediante la gracia; esto fortalece a las personas, las cuales se sienten así capacitadas también, como miembros de la Iglesia, para una acción eficaz en favor de todos los hombres. El hombre transformado en hijo de Dios por la gracia del Espíritu Santo, busca el verdadero bien temporal de todos; atiende a sus necesidades; provee a su cultura y promueve la liberación integral de todo lo que impide el desarrollo de las personas (L. C. 63-64). Con esto queda claro que el objetivo de la Teología de la Liberación es promover la vocación propia del cristiano: que viva como hijo de Dios y que actúe así en el mundo promoviendo la justicia, la verdad, el bien de todos. 3. Este objetivo más específico y determinado, propio de la Teología de la Liberación, ha originado su método de reflexión teológica. No es algo nuevo, sino un método que fuimos conociendo a través de la Acción Católica; ver, juzgar, actuar. Este método apunta hacia la acción y no a la sola reflexión, especulación. Esta forma de realizar "una reflexión teológica a partir de una experiencia particular puede constituir un aporte muy positivo" (L. C. 70; cf. 72). 4. La Teología de la Liberación parte de una visión y de una comprensión cristiana de la realidad que se pretende "ver" o comprender (L.N. VII, 13). Dado que el objetivo de ésta teología es clarificar y profundizar la fe para vivirla mejor: la promoción de la justicia para una vida de comunión y participación, lógicamente, al mirar la realidad apunta y se fija más directamente en las injusticias sociales que hieren y oprimen la dignidad de las personas; el análisis de la realidad pretende clarificar principalmente cuáles son las opresiones que sufre la
  • 10. humanidad o parte de ella; una vez vistas las opresiones, se clarifican las diversas causas: de orden económico, social, político y cultural que las generan y mantienen. (L. C. 1). Pero el análisis teológico al descubrir la existencia de estructuras inícuas, injustas y generadoras de injusticias, no se detiene ahí; sigue avanzando en su análisis y comprensión de la realidad, porque descubre que "las estructuras, buenas o malas, son consecuencia antes de ser causas. La raíz del mal reside, pues, en las personas libres y responsables, que deben ser convertidas por la gracia de Jesucristo, para vivir y actuar como criaturas nuevas, en el amor al prójimo, la búsqueda eficaz de la justicia, del dominio de sí y del ejercicio de la virtudes (cf. Sant. 2,14-26)" (L. N. IV, 15). Son las personas las responsables; ¿qué personas? Las personas que están dominadas y divididas por el pecado (Rom. 7,15-20). El mal más radical, profundo, grave es el pecado y éste existe en las personas. El hombre pecador, habiendo hecho de su vida propio centro, su propia preocupación, busca satisfacer su anhelo de infinito y afirmarse. Para eso busca apoyo en las cosas: riquezas, poder y placeres; buscando ésto, desprecia a los demás, los atropella y despoja, los trata como objetos, como instrumentos, como medios. De este modo contribuye a la creación de estructuras de explotación y servidumbre; podríamos decir que cada pecador contribuye su parte, su "cuota" a la creación de estas estructuras. El análisis de la realidad, característico de la Teología de la Liberación, es un tipo de análisis original socio-teológico, que partiendo del presupuesto de la dignidad de la persona humana y de la comparación de las agresiones y opresiones que ésta padece en la sociedad, intenta determinar las causas económicas, sociales, políticas y culturales que generan dichas opresiones; así, llega al descubrimiento, que el origen último de dichas causas es la libertad del hombre y el pecado que, "al sustituir la adoración del Dios vivo por el culto de la creatura, falsea las relaciones entre los hombres y conlleva diversas formas de opresión" (L. C. 39). ¿Sólo ésto comprueba la Teología de la Liberación? ¡No! Examina también cuál es la reacción de las personas oprimidas en su dignidad. Así advierte que el hombre ya no quiere sufrir pasivamente esta situación que se vuelve intolerable. El hombre desea salir de esta situación; percibe los obstáculos de orden económico, social, político y cultural que impiden el desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humana; éste es el origen de las grandes aspiraciones a la liberación que atormentan al mundo actual (L.C. 1) 5. Entre las causas que generan este movimiento de liberación de los
  • 11. oprimidos se puede señalar como las principales las tres siguientes: Primera: La aspiración a la liberación que siente el hombre es la traducción de la percepción auténtica, aunque oscura, de su dignidad de hombre. El hombre se da cuenta que es hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza; los desprecios y ultrajes por las multiples opresiones a las que se ve sometido, le hacen reaccionar: esta situación no es digna de un hijo de Dios. (L. N. 2). Segunda: "La búsqueda de la libertad y la aspiración a la liberación, que están entre los principales signos del mundo contemporáneo; tiene su raíz primera en la herencia del cirstianismo" (L. C. 5). Tercera: El Evangelio predicado ha servido de levadura y ha contribuido a la toma de conciencia de la propia dignidad; el Evangelio ha despertado al hombre y le ha hecho ver su dignidad. El Evangelio de Jesucristo es "un mensaje de libertad y una fuerza de liberación que (…) lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político, que en definitiva, derivan del pecado, y constituyen tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir según su dignidad" (L. N. Intr.). 6. El análisis de la realidad que utiliza la Teología de la Liberación le hace descubrir algo más todavía. Detecta los "numerosos movimientos políticos y sociales que se presentan como portavoces auténticos de la aspiración de los pobres, y como capacitados, también por el recurso a los medios violentos, a realizar los cambios radicales que podrán fin a la opresión y a la miseria del pueblo" (L. N. II, 2). De esta manera, esta aspiración a la justicia, muchas veces es acaparada por ideologías que ocultan y desvían el sentido de dicha aspiración; proponen a los pueblos que buscan en la liberación fines contrarios a la vida humana, a su finalidad y dignidad; ideologías que predican "caminos de acción que implican el recurso sistemático a la violencia, contrarios a una ética respetuosa de la persona" (L. N. II, 3). Estas desviaciones pueden ser muy graves; se trata de desviaciones ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres en nombre de los pobres. Este es, sintéticamente, el análisis socio-teológico mediante el cual la Teología de la Liberación analiza toda la compleja realidad en la que vive oprimida la dignidad de la persona humana. Se trata de un tipo de análisis de la realidad bastante original y evangélico que puede aplicarse en cualquier parte del mundo; permite a la Iglesia y a los criatianos, fieles a su fe, una comprensión real y evangélica de la realidad en la que viven. 7. Al darse cuenta la Iglesia y los cristianos de la situación de las opresiones de la dignidad; al clarificar las causas que las generan; al percibir los movimientos de liberación que pretenden reformar o
  • 12. trasformar dichas causales, es lógico, si somos consecuentes con nuestra fe, que la Iglesia actúe. Así la Iglesia hace una decidida opción por la promoción de la justicia, que implica una opción por los pobres, es decir, por los oprimidos en su dignidad humana por otros hombres. Estos aspiran a un mundo mejor, en el que puedan vivir y ejercer los inalienables derechos que Dios les ha dado en el mismo momento de la creación. Esta opción de la Iglesia tiene que ser operativa; hay que buscar los caminos para que se pueda hacer realidad. Pasar a la acción es una obligación que se presenta a la Iglesia por su misma condición de evangelizadora y colaboradora del plan de Dios. Si Dios quiere que todos los hombres se salven (1 Tim. 2, 14); que vivan como verdaderos hermanos en esta historia y de acuerdo a las exigencias del mandamiento del Señor: ámence los unos a los otros como yo les he amado (Jn. 15,12), la Iglesia necesariamente debe pasar a la acción directa y concreta. Al pasar al campo de la acción, sin embargo, la Iglesia debe tener bien claro el núcleo central de su fe; debe actuar de acuerdo con el proyecto total y con el modo de proceder del mismo Jesucristo. Sólo en Jesucristo se encuentra la salvación (Hech. 4,12) y éste es el Maestro de quien toda la Iglesia aprende y a quien la Iglesia proclama, anuncia. Es en esta reflexión y clarificación en donde la Teología de la Liberación y los teólogos que se dedican a ella tienen que prestar un gran servicio a la comunidad cristiana. Tienen la misión de iluminar con el Evangelio la realidad analizada para que se pueda actuar; deben hacer comprensible este Evangelio en esta situación concreta; deben interpretar fielmente este Evangelio conforme a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia. De esta manera los teólogos, iluminados y guiados por el Espíritu Santo, pueden colaborar lealmente con el Magisterio de la Iglesia, con los que tienen la misión de enseñar en ella. Esta es una tarea muy seria y difícil; para iluminar este trabajo y evitar posibles interpretaciones parciales, hace falta tener siempre presente las dos Instrucciones publicadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Esto con la única finalidad de no traicionar la causa de los hombres y el Evangelio de Jesucristo; para ser fieles a Cristo y a los pobres y mantener nuestra opción y acción por los pobres. De hecho la liberación cristiana no se puede apartar ni de Jesucristo ni de la Iglesia ni del hombre, pues toda la liberación cristiana debe apoyarse sobre la "verdad de Jesucristo el Salvador, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre y su dignidad" (L. N. XI, 5). IV. CONTENIDO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN En este documento no podremos desarrollar toda la riqueza de la verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el hombre desde la perspectiva
  • 13. del misterio de la libertad y la liberación. De hecho estos temas teológicos ya han sido sabiamente tratados por la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (8). En forma breve expondremos los contenidos más esenciales que orientan los tres grandes temas dentro de la Teología de la Liberación. 1. El hombre: libertad y liberación La libertad, en su sentido más profundo y desde la perspectiva de la Revelación, es un don y una fuerza interiores que Dios entregó al hombre al hacerlo a su imagen y semejanza. Precisamente esta imagen de Dios en el hombre "constituye el fundamento de la libertad y de la dignidad de la persona humana" (L. C. 27). La dignidad humana, por tanto, exige "que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa" (G. S. 17). ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- (8) En el documento de Puebla, los números 162-562 tratan de estas tres verdades. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------- Por medio de la libertad, dirigida sobre el mundo material de la naturaleza y de la técnica, el hombre va logrando "la inicial realización de su dignidad: someter ese mundo a través del trabajo y de la sabiduría y humanizarlo, de acuerdo con el designio del Creador" (P. 323). El objetivo de esta libertad, que aparece también en el mismo hombre como inclinación y aspiración de su naturaleza, es el Bien. Este Bien coincide simultáneamente con la plena humanización del hombre y con el pleno encuentro con Dios, donde se encuentra la plena felicidad. Por consiguiente la libertad se realiza en el hombre como un don, como una fuerza y como un proyecto orientado por el Bien. Dios, sin embargo, no ha creado al hombre como alguien solitario, sino que lo ha querido como un ser social (Gen. 2,18, 23; cf. Lev. 19,18). Hay que tener en cuenta, por tanto, que la vida social no es exterior al hombre; de esto se deduce que el hombre no puede crecer ni realizar su vocación si no es en relación con los otros. Esto es de suma importancia pues el hombre pertenece a diversas comunidades: familiar, social, política, profesional; y es en su seno donde debe ejercer su libertad responsable. Un orden social justo puede ofrecer al hombre una ayuda muy importante para la realización y el desarrollo de su libre personalidad. Contrariamente, un orden social injusto, es una permanente amenaza; puede ser un obstáculo que llegue incluso a impedir su realización libre; puede comprometer su destino. En lo social, la libertad se manifiesta y se va realizando en acciones,
  • 14. estructuras e instituciones, gracias a las cuales los hombres se comunican entre sí y van organizando su vida en común. El desarrollo y la maduración de una personalidad libre, que es un deber y derecho para todos, debe ser ayudada y no entorpecida por la sociedad y sus estructuras (L. C. 32). El hombre no vive solo en relación con otros hombres sino también en íntima relación con Dios, su Creador y en relación con toda la naturaleza creada. De ahí que la "libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tenemos todos para disponer de nosotros mismos a fin de ir construyendo una comunión y participación que han de plasmarse en realidades definitivas, sobre tres planos inseparables: la relación del hombre con el mundo, como señor, con las personas como hermanos y con Dios como hijo" (P. 322). La historia de la humanidad no ha sido siempre una realización del plan de Dios y frente al proyecto de Dios ha surgido la historia del pecado, es decir, "la ruptura con Dios, que es la causa radical de las tragedias que marcan la historia de la libertad" (L. C. 40). Dentro del ámbito del pecado, rebelión contra Dios y traición al más humano dinamismo de la libertad creada, la idolatría es una forma extrema del desorden engendrado por el pecado. El hombre fue falseando sus relaciones con Dios, con los hombres y con la naturaleza creada; así se fueron desencadenando las pasiones, causas del desequilibrio y de los conflictos del hombre. "De aquí se derivan inevitablemente los desórdenes que afectan la esfera familiar y social: permisivismo sexual, injusticia, homicidio…originándose la fuente de la esclavitud radical del hombre y de las opresiones a que somete a sus semejantes" (L. C. 39). La importancia social del pecado ha tenido dos consecuencias bien conocidas por los cristianos: En pirmer lugar, tuvo fuerza para encerrar a todos los hombre en el misterio del pecado, que se ha denominado pecado original; éste pecado supone un debilitamiento tal de la libertad en el hombre que le deja históricamente incapacitado para encontrarse con Dios por sí solo. En Segundo lugar, el pecado socialmente se ha organizado promoviendo estructuras de pecado, de explotación y servidumbre; ésto tiene como consecuencia la injusticia social y la explotación del hombre por el hombre (cf. L.C. 42). Lo que el pecado no ha podido "borrar", quitar definitivamente del hombre es su condición de ser creado a imagen y semejanza de Dios (G. 1,27); esto explica porque siempre el hombre ha buscado a Dios en toda la historia de la humanidad, en medio de la oscuridad y de la opresión de su propia dignidad, siempre ha resurgido en el interior del hombre su dignidad; ésto lo ha impulsado a buscar su liberación (L.N. I, 2-4). La búsqueda de Dios y el reconocimiento de la dignidad del hombre, mueven al hombre y le ayudan a buscar la justicia y el reconocimiento de su condición de hijos de Dios.
  • 15. 2. Jesucristo, el hombre libre y liberador Ante esta situación pecaminosa de la humanidad Dios no se hizo el desentendido. Igual siguió mirando con amor al mundo y "tanto amo Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn. 3,16-17). Este Hijo de Dios hecho Hombre es Jesucristo. El mundo en el que nace, crece y desarrolla su vida histórica Jesús, era un mundo de pecado; hombres de "duro corazón", soberbios y un ambiente de injusticias sociales: allí nació Jesús. Precisamente en esta sociedad Jesús aparece como hombre libre aunque "probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Heb. 4,15). Es un hombre libre de poder, dinero, ambición, negocios, mentiras; solidario con los hombres, pues carga con sus sufrimientos (Mt. 8,17; Jn. 1,29); un hombre que prefiere dar que recibir (Mt. 19,21-22), servir que ser servido (Mc. 10,45). A este hombre se condena a muerte. Por eso la vida y muerte de Jesús es la denuncia más clara que se ha hecho sobre el mundo del pecado; es también la denuncia más dura que se ha hecho sobre una sociedad organizada por el régimen que nace del pecado (Jn. 16,8-11; 15, 26-27). Esta denuncia será luego iluminada y comprendida mediante el Espíritu Santo. Sin embargo, a pesar de haber pertenecido al mundo de los marginados, de los oprimidos y de los injustamente perseguidos, Jesús fue la inauguración en el mundo de una libertad nueva, la libertad de los hijos de Dios. Profundamente identificado como Hijo con el amor y el proyecto salvífico de Dios Padre, se entregó incondicionalmente al cumplimiento de la misión recibida; se hizo obediente "hasta la muerte y muerte en cruz" (Filp. 2,8); fue capaz de superar todo tipo de tentaciones (Mt. 4,1-11) de dificultades, de persecuciones (Jn. 15,20). El resultado final de la fidelidad de Jesús al plan de Dios Padre es su resurrección (Hech. 2,32-33), haciendo que "toda boca proclame que Jesucristo es Señor para Gloria de Dios Padre" (Filp. 2,17). La misión de Jesús era la evangelización; traer la Buena Noticia al mundo (Lc. 4,16-21); es una misión básicamente religiosa que anuncia el plan misericordioso y salvífico de Dios; es una invitación permanente a creer y convertirse (Mc. 1,15); hacer que por la conversión y el bautismo, los pecadores pasen a ser hijos de Dios; pero es también un ofrecimiento de libertad y liberación de todos los espíritus que oprimen al hombre; es una libertad interior y nueva, la libertad de los hijos de Dios en el amor. San Pablo lo anuncia así: "Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Gal. 5,1). Pero la luz del Evangelio de Cristo muestra que un "buen número de
  • 16. leyes y estructuras parecen que llevan la marca del pecado y prolongan su influencia opresora en la sociedad" (L.C. 54), con las consiguientes víctimas. Como Jesús experimentó estas estructuras que le llevaron a la muerte, así hay todavía personas oprimidas. Por eso también Jesús subraya en su misión la evangelización a los pobres (Lc. 4,18); se identifica con ellos y los constituye en acusadores ante Dios de una sociedad organizada sobre la injusticia y carente de misericordia (Mt. 25, 31-46). Dió un paso más todavía: denunció severamente la sociedad organizada por los escribas y fariseos (Mt. 23); les previene: si no realizan una profunda transformación conforme a las exigencias del Reino de Dios, Dios les abandonará, sus causas quedarán vacias (Mt. 23, 38). Consecuentemente, porque Jesús viene a liberarnos del pecado y a constituirnos en hijos de Dios, la muerte y la resurrección de Cristo son el fundamento de la gozosa esperanza de la que la comunidad cristiana saca su fuerza para actuar resuelta y eficazmente al servicio del amor, de la justicia y de la paz (L.C. 43). Y "el amor evangélico y la vocación de hijos de Dios, a la que todos los hombres están llamados, tienen como consecuencia la exigencia directa e imperativa de respetar a cada ser humano en sus derechos a la vida y a la dignidad. No existe distancia entre el amor al prójimo y la voluntad de justicia. Al oponerlos entre sí, se desnaturaliza el amor y la justicia a la vez" (L.C. 57). Todo esto nos hace llamar con alegría a Cristo el gran Libertador, porque busca liberar al hombre de todas sus esclavitudes internas y externas; esto será hasta que se cumpla lo escrito: "La muerte ha sido derrotada" (1 Cor. 15, 54). Es Cristo resucitado quien sigue alentando a los cristianos a ser fieles a su misión. Cristo, por medio de San Pablo anima con estas palabras: "Hermanos míos amados, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es en vano en el Señor" (1 Cor. 15,58). 3. La misión liberadora de la Iglesia Uno de los problemas más discutidos es el que se refiere a la verdad sobre la Iglesia, especialmente el tema de la misión. La Iglesia de Cristo es el nuevo Pueblo de Dios movido y guiado por el Espíritu Santo; es el Pueblo de la nueva alianza sellada con la sangre de Cristo. En el corazón de cada uno de sus miembros el Espíritu Santo habita y actúa como en un templo (Rom. 5,5). Esta Iglesia es el gérmen y el comienzo del Reino de Dios aqui abajo; sin embargo este Reino tendrá su plenitud, su cumplimiento "al final de los tiempos", con la resurrección de los muertos y la renovación de toda la creación (cf. Rom. 8, 11-21).
  • 17. A través de la Iglesia Jesucristo previó que toda su obra de salvación continuaría. Así, podemos decir que la misión esencial de la Iglesia, continuando la de Cristo, es una misión evangelizadora y salvífica (L. G. 17). "Por eso mismo, forma parte de la misión de la Iglesia preocuparse, en cierto modo, de las cuestiones que rodean al hombre desde la cuna hasta la sepultura, como son las sociales y socio- políticas" (9). La "gestión política y económica de la sociedad no entra directamente en su misión (cf. G. S. 42)" (L. C. 61); sin embargo, para evitar equivocaciones, es conveniente distinguir claramente entre las funciones complementarias que tanto los pastores como los laicos ejercen en ella; es a los laicos a quienes corresponde por vocación propia buscar implantar el Reino de Dios a través de la gestiones temporales económicas, sociales, políticas (L.G. 31). La evangelización es anuncio explícito del Evangelio, celebración de los sacramentos y el culto, formación de comunidades cristianas y promoción de todo el hombre. Esta evangelización tiene como finalidad la salvación, don de Dios y colaboración del hombre en la gracia. Por la palabra de Dios y los sacramentos, el hombre es liberado, ante todo, del poder del pecado, del poder del Maligno, poderes que le oprimen. Asi es introducido el hombre en comunión con Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo (1 Cor. 1,9; 1 Jn. 1,3. 6-7). De esta comunión saca fuerza el cristiano para su actuación en la Iglesia; así, la Iglesia es el ámbito de la comunión con Dios y con los hombres entre sí (L.G. 1). Pero esta misión evangelizadora de la Iglesia no es simple doctrina. Es una realidad de la cual se derivan algunas consecuencias sumamente importantes, que ayudan a clarificar mejor su servicio evangelizador y liberador. Primera consecuencia: si en la Iglesia se vive la comunión del amor -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- -- (9) Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de Brasil, del 9 de abril de 1986 Nº 2. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- -- divino, precisamente este amor le urge, le apremia a hacerse realmente solidaria con toda persona que sufre. Por eso se preocupa, busca soluciones, presta ayuda y se hace solidaria con los que padecen indigencia material, opresión, enfermedades fisicas y psíquicas, la muerte, y con todos aquellos marginados por una sociedad que los rechaza. La dimension solidaria de la Iglesia en su misión
  • 18. evangelizadora apunta también hacia una finalidad salvadora. Segunda consecuencia: La Iglesia proclama el Evangelio, las Bienaventuranzas; al predicarlas "sitúa el orden temporal en función de un orden trascendente que, sin quitarle su consistencia propia, le confiere su verdadera medida. Iluminados por ellas, el compromiso necesario en las tareas temporales al servicio del prójimo y de la comunidad humana es, al mismo tiempo, requerido con urgencia y mantenido en su justa medida" (L.C. 62). Los bienes materiales están al servicio del hombre; le ayudan para vivir mejor y más plenamente su relación con Dios y con sus hermanos. Tercera consecuencia: Por medio de esta misión evangelizadora, la Iglesia indica al hombre el camino que debe seguir para pertenecer al Reino de Dios. El camino que le indica es en este mundo. Su "doctrina abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la justicia, que debe regular las relaciones humanas. Esto forma parte de la predicación del Evangelio" (L.C. 63). Esta no es simplemente una indicación sino una obligación. El mismo Código de Derecho canónico así lo afirma: "Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso lo referente al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas" (CIC 747, 2). Cuarta consecuencia: El amor que impulsa a la Iglesia a comunicar los dones divinos a todos los hombres no es para se despreocupen de sus necesidades materiales. "La Iglesia quiere el bien del hombre en todas sus dimensiones" (L.C. 63). Por tanto, al comunicar la gracia divina a todos, se preocupa que todos también alcancen, mediante la acción efizaz de todos sus miembros, el verdadero bien temporal; al hacer del hombre un hijo de Dios, la Iglesia se preocupa por éste de modo que tenga lo necesario para atender a sus necesidades, proveer a su cultura y promover una liberación integral de todo lo que le impide desarrollarse como persona. Teniendo presente estas consecuencias es evidente que la Iglesia no se aparta de su misión evangelizadora cuando se pronuncia y se preocupa por la promoción de la justicia; tampoco se aparta de su misión cuando compromete a sus miembros laicos a trabajar en el mundo, en las estructuras temporales, sociales y políticas, según su propia vocación. Sin embargo la Iglesia tiene bien presente que su misión no es establecerse en este mundo, sino que es peregrina hacia la patria verdadera (Filp. 3, 20). Se preocupa del orden temporal pero no se reduce a él, pues su misión trasciende este orden temporal. "Por lo mismo, la Iglesia pone todo su interés por mantener clara y
  • 19. firmemente a la vez la unidad y la distinción entre evangelización y promoción humana: unidad, porque ella busca el bien total del hombre; distinción, porque estas dos tareas forman parte, por títulos diversos, de su misión" (L.C. 64). Descendiendo más en detalle, tenemos que afirmar que la Iglesia es fiel a su misión evangelizadora: - cuando irradia la luz del Evangelio sobre las realidades temporales y terrenas, para que la persona sea curada de sus miserias y reconocida en su dignidad humana. - cuando denuncia las desviaciones, las servidumbres y las opresiones de las que los hombres son víctimas. - cuando se opone a instaurar una forma de vida social de la que Dios esta presente, bien sea por una oposición consciente, o bien debido a una negligencia culpable. - cuando a emite su juicio acerca de movimientos políticos que oprimen a determinados sectores de la sociedad o que tartan de luchar contra la miseria y la opresión según teorías y métodos contrarios al Evangelio y opuestos al hombre mismo (L.C. 65). - cuando mediante su doctrina, cuya aplicación urge, ha tratado de promover cambios estructurales en la sociedad con el fin de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana (L. C. 68). Por tanto, la Iglesia no puede "desinteresarse de los pobres que carecen de lo necesario para la vida humana en este mundo. Como fruto y consecuencia del pecado de los hombres y de su fragilidad natural, esta miseria es un mal del que, en la medida de lo posible, hay que liberar a los seres humanos" (L.C. 67). 4- Estos son los tres grandes temas que la Teología de la Liberación intenta con su reflexión clarificar, profundizar, comprender a partir de la Palabra de Dios, de la fe y con la orientación del Magisterio. La finalidad de esto es que el compromiso y el actuar del cristiano en el mundo, en orden a la promoción de la justicia y la liberación, queden totalmente iluminados por el Evangelio; para que los cristianos se apoyen en Jesucristo en su actuar y sigan siempre su estilo de proceder cuando promueven la justicia social, cuando proclaman el Evangelio de la libertad y la liberación. V. LOS RIESGOS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 1. Todas las corrientes teológicas que han surgido en la historia de la Iglesia han corrido el riesgo de deformar el mensaje cristiano; por
  • 20. eso el Magisterio de la Iglesia siempre les ha prestado mucha atención, pues este servicio de los teólogos es de mucha importancia para el crecimiento de la Iglesia. Hay riesgos, pero en nombre de ellos no es posible dejar de ir profundizando en el mensaje de salvación; esto es de vital importancia para la comprensión y la aceptación del mensaje de Cristo hoy. Por eso el Papa afirma: "El teólogo no puede limitarse a guardar el tesoro doctrinal heredado del pasado, sino que debe buscar una comprensión y expresión de la fe, que hagan posible su acogida en el modo de pensar y de hablar de nuestro tiempo. El criterio que debe guiar la reflexión teológica es la búsqueda de una comprensión renovada del mensaje cristiano en la dialéctica de renovación en la continuidad, y viceversa" (10). Hay que preguntarse si los proyectos teológicos que gozan de mayor favor actualmente hacen posible encontrar el camino que canalice el deseo de un mundo más humano y más fraternal. Toda teología que se impone como tarea la eficacia, debe aceptar correcciones que se van indicando para que le permitan cumplir mejor su misión fundamental. "No se tiene, pues, el derecho de oponerse con una crítica negativa a los diferentes sistemas teológicos de los que se trata si no se prenta atención al clamor de los pobres y si no se busca una forma mejor de responder al mismo" (11). Estos son los motivos por los cuales el Magisterio de los Obispos ha querido acompañar de cerca el desarrollo de la Teología de la Liberación; debido a la específicidad de su tema, la promoción cristiana de la justicia en el mundo corre especiales riesgos a los que los teólogos han de estar siempre atentos. Existen riesgos de desviación que pueden originarse: - Por la gravedad de la situación en la que se desarrolla la reflexión teológica. - Por la instrumentalización que los partidos políticos y las ideologías intentan hacer del Evangelio para conseguir sus fines particulares. --------------------------------------------------------------------------------------------------------- (10) Juan Pablo II. Discurso a los teólogos en Salamanca, Noviembre 1982, Discurso a los obispos de Bélgica, 10 de setiembre 1982 (11) Declaración de la Comisión Teológica Internacional. "Promoción humana y salvación cristiana". Octubre de 1976. Nº 1. --------------------------------------------------------------------------------------------------------- 2. Un primer riesgo de la Teología de la Liberación sería un reduccionismo del Mensaje Evangélico a los problemas de orden
  • 21. temporal. El Evangelio no puede reducirse a ser fuerza para enfrentar las dificultades temporales, por más graves que éstas sean; debe ser siempre un mensaje de salvación. No se puede separar ambos aspectos; preocuparse de la liberación de las esclavitudes de orden temporal y de la liberación del pecado deben realizarse conjuntamente. La teología no puede olvidar que aunque el Reino de Dios comienza ya en la historia, ha de tener su plenitud, su cumplimiento, "al final de los tiempos". Más aún, es precisamente la esperanza firme en ese cumplimiento, en esa plenitud, la que urge a la Iglesia a una constante evangelización. Al predicar el Evangelio la Iglesia sumiltáneamente invita a los hombres a convertirse y creer (Mc. 1,15) para ser liberados de sus pecados y vivir en la libertad de los hijos de Dios y a un compromiso para vivir justamente y promover el crecimiento y la instauración de la justicia en el mundo. La vocación del hombre a la vida eternal no suprime sino que conforma su deber de poner en práctica las energías, las capacidades, recibidas del Creador, para desarrollar la vida temporal, su propia vida y su mundo (cf. L. G. 39; L. C. 60). No puede reducirse, por tanto, al Evangelio a ser un simple medio de liberación del orden temporal. 3. Un Segundo riesgo es el de caer en un neopelagianismo, una nueva forma de hacer actual la doctrina de Pelagio. Este afirmaba que Dios había dado al hombre todo lo necesario para ejercer su libertad y salvarse por lo que no se necesitaba ya la ayuda actual y especial de Dios. Cuando se pone toda la confianza en la fuerza humana para la liberación; cuando solamente se confía en el ingenio humano para llegar a la liberación se puede caer en ese error de Pelagio. El amor de Dios es la gran fuerza; Dios es el Liberador y no el hombre. Es Dios el gran libertador de su pueblo; el hombre no queda pasivo sino que se hace colaborador de Dios en este esfuerzo de liberaicón integral. María "nos muestra que es por la fe y en la fe, según su ejemplo, como el Pueblo de Dios llega a ser capaz de expresar en palabras y traducir en su vida el misterio del deseo de salvación y sus dimensiones liberadoras en el plan de la existencia individual y social" (L.C. 97). La Liberación, en su significado primero, es salvífica; liberarse quiere decir en el fondo salvarse. La salvación, la liberación más importante es la del pecado; esta liberación el hombre por si mismo no puede realizar; nos lo dice el Evangelio y nuestra porpia experiencia. A la luz de la fe nos damos cuenta de "toda la profundidad de la liberación realizada por el Redentor. Cristo nos ha liberado del más radical de los males, el pecado y el poder de la muerte, para devolvernos la auténtica libertad y para mostarnos su camino" (L. C. 99). Esta salvación que ha experimentado el hombre le mueve a vivir un estilo de vida de acuerdo con su condición de hombre, de hijo de
  • 22. Dios; pero a su vez le mueve a ayudar a los hombres para que otros puedan experimentar como él la salvación que nos viene por medio de Jesucristo. Para esto el hombre siempre ha de estar iluminado por el Espíritu Santo (1 Cor. 12,3; Jn. 14,26). 4. Un tercer riesgo es la instrumentalización de la Teología de la Liberación por las ideologías, movimientos liberacionistas y los partidos politicos, tanto de los que estan en la oposición como de los que están en situación de gobierno. En el documento final de Puebla ya se indica: "Las ideologías y los partidos, al proponer una visión absolutizada del hombre a la que somete todo, incluso el mismo pensamiento humano, tratan de utilizar a la Iglesia o quitarle su legítima independencia" (P. 558). Este intento de manipulación de la Iglesia puede también darse en el campo de la Teología de la Liberación, dado el gran impacto que tiene esta teología en el campo social. Los riesgos en este punto pueden ser varios y originados por diferentes posiciones.