El autor argumenta que la Teoría del Estado debe surgir de interrogantes objetivos planteados por la propia realidad estatal, en lugar de cuestiones subjetivas impuestas por el investigador. Sostiene que el Estado no puede estudiarse como un objeto separado, sino que el investigador forma parte integral de él. Finalmente, propone limitar el estudio de la Teoría del Estado al Estado moderno en Occidente desde el Renacimiento, en lugar de intentar explicar su origen.