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Velázquez, el pintor de la corte de Felipe IV
1. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
(Sevilla hacia el 5 de juniode 1599 –
Madrid,de de agosto de 1660), conocido
como Diego Velázquez, fue un pintor
barroco, considerado uno de los máximos
exponentes de la pintura española y
maestro de la pintura universal.
8. Retrato del infante Don
Carlos(1626-27). Elegante y austero, todavía
con iluminación tenebrista, resalta su rostro y
sus manos iluminados sobre un fondo de
penumbra.
10. La fragua de Vulcano (1630). Obra esencial para entender su evolución en su
primer viaje a Italia. La atmósfera ha superado las limitaciones del tenebrismo y los
cuerpos se modelan en un espacio real y no emergen en una sombra envolvente.
11. La villa Medici en
Roma (1630). Captó con
insólita modernidad el
movimiento fluctuante de los
reflejos, una técnica que
desarrollarán los impresionistas
13. Felipe IV de castaño y plata,
pintado hacia 1631-1636, es de los
primeros donde cambió su técnica
buscando la impresión visual. El conjunto
parece plasmado meticulosamente pero
consiguió los efectos del vestido y de las
mangas mediante manchas y toques
irregulares
14. La
rendición
de Breda o
Las lanzas
Este cuadro estaba destinado a decorar el gran Salón de Reinos del Palacio del
Buen Retiro, junto con otros cuadros de batallas de varios pintores. El Salón de
Reinos se concibió con el fin de exaltar a la monarquía española y a Felipe IV.
15. En esta obra encontró una nueva forma de captar la luz. Velázquez ya no emplea el
modo «caravaggista» de iluminar los volúmenes con luz intensa y dirigida, como había
hecho en su etapa sevillana. La técnica se ha vuelto muy fluida.
Sobre la marcha modificó la composición varias veces borrando lo que no le gustaba
con ligeras superposiciones de color. Así las lanzas de los soldados españoles se
añadieron en una fase posterior.
En la escena representada el general
español Ambrosio Espinola recibe del
holandés Justino de Nassau las llaves de
la ciudad conquistada. Las condiciones de
la rendición fueron excepcionalmente
benignas y se les permitió a los vencidos
salir de la ciudad con las armas. La escena
es una invención pues realmente el acto
de entrega de llaves no existió.
18. Don Gaspar de Guzmán,
conde duque de Olivares
1634 - 1635
Lienzo. 3,13 x 2,39
Museo del Prado, Madrid.
19. El bufón
Calabacillas(1637-39). Uno
de los retratos más angustiosos
de Velázquez. Se representa al
bufón de forma realista con sus
manos de epiléptico y el
estrabismo evidente en su mirada
y su sonrisa provocada por un
gesto deforme y asimétrico
21. Pablo de Valladolid (1636-37).
Sin suelo, ni fondo, crea el espacio por
medio de la sombra, realzada por la
diagonal en profundidad. Este retrato fue
de los más admirados por Manet que dijo:
«...El fondo desaparece. Es aire lo que
rodea al hombrecillo...»
22. El Cristo crucificado, o
Cristo de San Plácido
Magistral desnudo por la fusión
que demuestra de serenidad,
dignidad y nobleza. Es un desnudo
frontal, sin el apoyo de escena
narrativa, con el que Velázquez
hace un alarde de maestría y
consigue que el espectador pueda
captar la belleza corporal y la
serena expresión de la figura
24. Juan de Pareja (1649-50).
Este retrato de su esclavo morisco
fue expuesto en el pórtico del
Panteón el día de San José. En
tonos verdosos, lo representó con
porte elegante y seguro de sí.
25. Inocencio X Pamphili, elegido Papa
en 1644. Su retrato, obra de Velázquez,
está considerado como una absoluta obra
maestra, uno de los mejores de todo el
siglo XVII.
Velazquez retrata al Papa con el sereno
realismo de un notario, sin esconder los
aspectos negativos: vemos un hombre de
aspecto inquietante, inteligente y
desconfiado, de modales bruscos,
obstinado y de cierta doblez. Dicen que el
Papa comentó: “troppo vero”, demasiado
real.
26. Venus
del
espejo
Representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a un
espejo que sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema
mitológico al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano. No trata a la figura
como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer.
27. Última década:
su cumbre pictórica
(1651-60)
En junio de 1651 regresó a Madrid con numerosas obras de arte. Poco después,
Felipe IV lo nombró Aposentador Real, lo que le encumbró en la corte y añadió
fuertes ingresos que se sumaron a los que ya recibía como pintor, ayuda de cámara,
superintendente y en concepto de pensión. Aparte recibía las cantidades estipuladas
por los cuadros que realizaba. Sus cargos administrativos le absorbieron cada vez
más, incluido el de Aposentador Real, que le quitaron gran cantidad de tiempo para
desarrollar su labor pictórica.1 Aun así, a este periodo corresponden algunos de sus
mejores retratos y sus obras magistrales Las Meninas y Las Hilanderas
29. Se aprecia su último estilo: trazos largos y sueltos en los
contornos y pinceladas breves en los toques de luz,
fundamentalmente en los vestidos.
30. El rostro de la Infanta
Margarita está tratado con
tenues sombras y luminosos
toques que dan ligereza a su
cabello y modelan su figura,
obteniéndose uno de los
mejores efectos lumínicos en
la obra del artista.
31.
32. La fábula de
Aracne (Las
hilanderas)
Durante mucho tiempo se consideró a estas Hilanderas como un cuadro de género en el que se
mostraba una jornada de trabajo en el taller de la fábrica de tapices. En primer plano se ve una
sala con cinco mujeres (hilanderas) que preparan las lanas. Al fondo, detrás de ellas, y en una
estancia que aparece más elevada, aparecen otras tres mujeres ricamente vestidas, que parecen
contemplar un tapiz que representa una escena mitológica. Durante mucho tiempo se consideró
éste su único asunto. Sin embargo, debemos resistirnos a interpretarlo como una sencilla escena
cotidiana.
33. Hoy se admite que el cuadro trata un tema mitológico:
La Fábula de Atenea y Aracne, en una escena del mito
de Aracne que se describe en el libro sexto de Las
metamorfosis de Ovidio
La joven Aracne afirmó que podría competir con la
Diosa Atenea, inventora de la rueca, tejiendo el tapiz
más hermoso. La escena del primer término retrataría
a la joven a la derecha, vuelta de espaldas, trabajando
afanosamente en su tapiz. A la izquierda, la Diosa
Atenea finge ser una anciana, con falsas canas a sus
sienes. Sabemos que se trata de la Diosa porque, a
pesar de su aspecto envejecido, Velázquez muestra su
pierna, de tersura adolescente.
En el fondo, se representa el desenlace de la fábula. El
tapiz confeccionado por Aracne está colgado de la
pared: su tema constituye una evidente ofensa contra
Palas Atenea, ya que Aracne ha representado varios
de los engaños que utilizaba su padre, Zeus, para
conseguir favores sexuales de mujeres y diosas.
Frente al tapiz, se aprecian dos figuras: son la diosa,
ataviada con sus atributos (como el casco) y ante ella
la humana rebelde, que viste un atuendo de plegados
clásicos. Están colocadas de tal manera que parecen
formar parte del tapiz. Otras tres damas contemplan
cómo la ofendida diosa, en señal de castigo, va a
transformar a la joven Aracne en araña, condenada a
tejer eternamente.
34. Detalle de la zona central, (1658). La composición se organiza en distintos planos
de luz y de sombra muy contrastados entre ellos. Según los especialistas en este
cuadro es donde alcanzó mayor dominio de la luz. La mayoría de las figuras están
difuminadas, definidas con toques rápidos que provocan esa borrosidad.
35. La infanta
Margarita en azul
Su último estilo: Pintura alla
prima, rápida y espontánea,
con yuxtaposición y
superposición de
pinceladas que a distancia
logra los efectos visuales
requeridos.