Herbert Marcuse fue un filósofo y sociólogo alemán que formó parte de la Escuela de Frankfurt. Emigró de Alemania en 1933 debido al régimen nazi y se trasladó a Estados Unidos, donde desarrolló gran parte de su obra. Marcuse criticaba la sociedad capitalista avanzada por generar necesidades falsas en las personas y socavar su libertad a través de los medios de comunicación masiva. Propuso que la verdadera necesidad humana es la libertad, entendida como la liberación del instinto libidinal. Marcuse tuvo gran influencia en
1. HERBERT MARCUSE
Herbert Marcuse (Berlín, 19 de julio de 1898 – Starnberg, Alemania, 29 de
julio de 1979) filósofo y sociólogo judío alemán, fue una de las principales figuras
de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
BIOGRAFÍA
Nació en Berlín, sirvió como soldado en la primera Guerra Mundial y participó
posteriormente en la revolución socialista que fue aplastada por las fuerzas de
la República de Weimar.
Después de completar sus estudios en la Universidad de Friburgo de
Brisgovia en 1922, regresó a Berlín, donde trabajó como vendedor de libros.
Regresó a Friburgo en 1929 para escribir una «habilitación» (disertación
postdoctoral para obtener el grado académico de profesor) con Martin Heidegger.
En 1933, debido a que no le sería permitido por ser judío completar su proyecto
bajo el régimen nazi, Marcuse empezó a trabajar en el Instituto de Investigación
Social en Frankfurt del Meno y, junto con Max Horkheimer y Theodor Adorno, se
convirtió en uno de los más destacados teóricos de la Escuela de Frankfurt.
Emigró de Alemania ese mismo año, yendo primero a Suiza y luego a los Estados
Unidos, donde obtuvo la ciudadanía en1940. Durante la Segunda Guerra
Mundial trabajó para la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos
(US Office of Strategic Services), precursora de la CIA, analizando informes de
estrategia sobre Alemania (1942, 1945, 1951).
En 1952 inició una carrera docente como teórico político, primero en
la Universidad de Columbia y en Harvard, luego en la Universidad
Brandeis desde 1958 hasta 1965, donde fue profesor de filosofía y política, y
finalmente (ya jubilado), en la Universidad de California, San Diego. Trabajando
como profesor en esta universidad participó activamente en los debates
sociopolíticos de las décadas de 1950 y 1960, en los que se llegó a hablar de las
3M: Marx, Mao y Marcuse. Fue amigo y colaborador del sociólogo e
historiador Barrington Moore Jr. y del filósofo político Robert Paul Wolff. En la
época después de la guerra, fue el miembro más políticamente explícito e
izquierdista de la Escuela de Frankfurt, debido a su dedicación a aplicar políticas
de emancipación, como la liberación de la mujer o las ideologías juveniles a la
primera Teoría Crítica. Empieza a ser consciente de las principales limitaciones
prácticas de la primera escuela de Frankfurt, y de la necesidad de perfilar las tesis
sobre cultura y sociedad, identificándose a sí mismo como marxista, socialista
y hegeliano. Fue además un gran aporte teórico para la emergencia de los
movimientos juveniles de protesta, como el movimiento hippie.
Marcuse murió el 26 de julio del año 1979, después de haber sufrido
una apoplejía durante una visita a Alemania. El teórico Jürgen Habermas, de la
2. segunda generación de la Escuela de Frankfurt, cuidó de él durante sus últimos
días.
PENSAMIENTO
Las críticas de Marcuse a la sociedad capitalista (especialmente en su síntesis
de Marx y Freud, Eros y la civilización, publicado en 1955, y su libro El hombre
unidimensional, publicado en 1964) resonaron con las preocupaciones del
movimiento izquierdista estudiantil de los 60. Debido a su apertura a hablar en las
protestas estudiantiles, Marcuse pronto vino a ser conocido como «El padre de
la Nueva Izquierda» (término que él rechazaba).
La crítica fundamental que realiza Marcuse a la sociedad moderna, desarrollada
en El hombre unidimensional, es que el sujeto unidimensional es víctima de su
propia impotencia y de la opresión continua de un método de dominación más
complicado de lo que Adorno y Horkheimer imaginaron. Esta es la concepción del
poder por la que Marcuse se considera como puente entre la primera y la segunda
generación de la escuela de Frankfurt. Este hecho se contrasta fundamentalmente
con el capitalismo temprano, en que el movimiento proletario era una fuerza con el
potencial efectivo de derribar al régimen. El capitalismo avanzado que describe
Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora
en el nivel de vida de los obreros, que es insignificante a nivel real, pero
contundente en sus efectos: el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los
movimientos antisistémicos más emblemáticos han sido asimilados por la
sociedad y orientados a operar para los fines que la sociedad coactiva reconoce
como válidos.
El motivo de esta asimilación, según Marcuse, consiste en que el contenido mismo
de la conciencia humana ha sido fetichizado (en términos marxistas) y que las
necesidades mismas que el hombre inmerso en esta sociedad reconoce, son
necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y orientadas
a los fines del modelo. En este contexto, Marcuse distingue entre las necesidades
reales (las que provienen de la naturaleza misma del hombre) y las necesidades
ficticias (aquellas que provienen de la conciencia alienada, y son producidas por la
sociedad industrial). La distinción entre ambos tipos de necesidades sólo puede
ser juzgada por el mismo hombre, puesto que sus necesidades reales sólo él las
conoce en su fuero más íntimo; sin embargo, como la misma conciencia está
alienada, el hombre ya no puede realizar la distinción.
La principal necesidad real que Marcuse descubre es la libertad, entendida como
el instinto libidinal no sublimado (en términos freudianos). Para Marcuse, lo que la
sociedad industrial moderna ha hecho con el instinto libidinal del hombre es
desublimarlo, y reducirlo al exclusivo ámbito de la genitalidad, cuando en realidad
el cuerpo mismo del hombre es sólo ansia de libertad. La desublimación del
instinto libidinal y su encasillamiento en su genitalidad permiten a la sociedad
industrial moderna disponer del resto del cuerpo humano para la producción
capitalista, así como de todas las energías de los hombres.
3. Lo que Marcuse quería destacar era una culturalización de la teoría de la felicidad
de Freud: principio de realidad y principio de placer no tienen por qué ser opuestos
si se consiguen revelar las causas de la infelicidad. Marcuse se opone a lo
abstracto del pensamiento racionalista cartesiano, que entiende al individuo como
sujeto ideal, descartando el valor de lo corporal y de lo erótico.Y precisamente
estos dos factores son imprescindibles para analizar el paso del ser al deber
ser en lo cotidiano del ser humano. Esto coloca a Marcuse en una posición de
vitalismo integral, entendiéndolo como una actitud de liberación tanto individual
como colectiva, sacar a la luz lo más alejado de las convenciones, entendido por
Freud como el "ello".
Para Marcuse, la instancia fundamental de formación de la conciencia humana
está en la niñez, tal como se vive en el interior de la familia. En esta etapa, el
hombre que se está formando adquiere sus categorías normativas y todo su
marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial
moderna ha trasmutado es precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad
misma alienante se ha introducido a través de los medios de comunicación de
masas, reemplazando a la familia, y formando a los hombres con categorías que
no salen de él mismo, sino del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como
sus anhelos, sueños y valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa
manera se ha asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico.
En este punto está la principal diferencia entre la forma de alienación que describe
Marx y la que describe Marcuse. Mientras en Marx la alienación está focalizada en
el ámbito del trabajo, donde al hombre se le arrebata su plusvalor (y por tanto su
condición humana), en Marcuse la alienación está enfocada en la conciencia
misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la
coacción.
A pesar de identificar en el hombre una forma de sumisión mucho más
desarrollada y difícil de penetrar, Marcuse remarca los valores de la vanguardia en
el arte cuando habla de Bertolt Brecht o dice por ejemplo: "La lucha por hallar este
medio, o más bien dicho la lucha contra su absorción en la unidimensionalidad
predominante, se muestra en los esfuerzos de la vanguardia por crear un
distanciamiento que haría la verdad artística comunicable otra vez" (Hebert
Marcuse, “El hombre unidimensional”, pág 96). Este distanciamiento que pretende
realizar Marcuse está marcado por la intencionalidad de alejar al ser humano del
dominio que está impuesto en toda la sociedad. Y pretende reorientar el rumbo de
la cultura hacia el arte, hacia lo estético.