2. Él les preguntó: Y vosotros,
¿quién decís que soy yo? Pedro
tomó la palabra y dijo: Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió: ¡Dichoso tú,
Simón, hijo de Jonás! Porque eso
no te lo ha revelado nadie de
carne y hueso, sino mi Padre,
que está en el cielo. Ahora te
digo yo: tú eres Pedro y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia.
Mateo 16, 13-20.
3. El verano, tiempo de ocio y descanso, es un tiempo
propicio para meditar sobre nuestra fe. Sobre
Jesús se ha dicho y escrito mucho. Su persona no
deja indiferente a nadie. El evangelio de hoy nos
interpela: ¿quién decimos nosotros que es Jesús?
4. En su época, como hoy, había diversas opiniones…
Unos decían que era Elías.
Otros, que el profeta que había de venir.
Otros, creían que era Juan Bautista resucitado.
Muchos lo consideraban un rabino extraordinario.
5. La pregunta se dirige a nosotros, cristianos de hoy.
¿Quién decís que soy yo?
Es una pregunta directa que pide una respuesta
comprometida y sincera.
6. Muchos estudiosos han intentado descifrar la
verdad sobre Jesús y han transmitido diversas
imágenes suyas a la sociedad. Es importante
saber discernir entre toda esta información sin
confundirnos. Para nosotros, ¿quién es Jesús?
7. Hoy, muchos piensan que…
Jesús fue un hombre
bueno,
Un líder carismático,
Un filósofo humanista,
Un liberador político,
Un rabino original,
Un sencillo aldeano con
vocación universal,
Un sabio iniciado en
misterios religiosos…
8. Jesús es mucho más que todo eso: es el Hijo de
Dios. Y es Dios mismo.
Este es el fundamento de la fe cristiana.
Jesús es el rostro que revela el amor de Dios al
mundo. Esta es la verdad que nos legaron Pedro
y los apóstoles.
9. Descubrir esta verdad no
es fruto de la inteligencia,
de la razón, ni siquiera de
una experiencia emotiva.
Nuestras solas fuerzas no
pueden llegar a
comprenderla.
Pedro afirma que Jesús es
el Hijo de Dios vivo porque
ha vivido con él, ha
caminado a su lado y ha
captado la hondura de su
corazón. Ha aprendido a
amarlo y a confiar en él.
10. Pedro ha experimentado la salvación. Jesús le ha
tendido la mano sobre el mar agitado y en medio de
sus tempestades interiores. Ha arrojado luz en su vida.
Por eso Pedro exclama: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo!
El Mesías, el que nos salva, el que nos libera y nos
levanta cuando nos hundimos.
11. Después de su afirmación, Jesús da a Pedro una
misión. Lo hace piedra angular de su Iglesia. Le
otorgará una potestad: Lo que ates en la tierra,
quedará atado en el cielo.
12. Hoy se acusa a la Iglesia de su poder temporal. Pocos
entienden que la Iglesia está más allá que aquí, que
tiene un pie en el cielo y que no es una mera institución
humana, inventada por los apóstoles, sino fruto de la
voluntad de Dios. La Iglesia es querida, deseada y
fundada por Jesús mismo en el momento en que se
dirige a Pedro y le dice que sobre él edificará su Iglesia.
13. ¿Qué consecuencias tiene esto para nosotros?
La Iglesia, hoy, tiene una misión. Dios nos ama tanto que
nos regala a Jesús, su Hijo, y al Espíritu Santo. En la
eucaristía ambos se nos hacen presentes.
14. El secreto mesiánico
Jesús pide a los suyos que callen y no revelen a nadie,
todavía, que él es el Mesías. No era el momento para
dar a conocer su identidad más honda. Pero ya
entonces expresó su deseo de fundar una comunidad
en el futuro, donde su identidad como Hijo de Dios
fuera revelada a todos.
15. La gran misión de la Iglesia es esta: comunicar a Jesús,
el Hijo de Dios vivo. Y esta es también nuestra misión
como cristianos: llevar su amor hasta los confines de la
Tierra.